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domingo, 17 de marzo de 2024

La pícara puritana

 https://www.youtube.com/watch?v=NPpRJoYISSQ

 

 

Ayer ví La pícara puritana, una película de 1937 con Cary Grant e Irene Dunne y el gran Leo McCarey como director. ¡Qué gran rato pasé! La película es una comedia en torno a que Grant y Dunne están casados y al regreso de una infidelidad de Grant (infidelidad que Dunne percibe) se encuentra con que Dunne ha pasado la noche fuera con un "profesor de canto". Se pronuncian algunas palabras gruesas y se divorcian, divorcio que será efectivo a los 90 días, y sin embargo comparten la custodia de... su perro. Y, claro, el espectador capta que ambos siguen enamorados pero se suceden las situaciones de darse celos y una antológica escena de enredo de las que no soporto ver de los nervios que paso: el profesor de canto acude al piso de la pronto soltera Dunne a no recuerdo qué, llega Grant y esconden al profesor de canto en la alcoba, los dos llevan el mismo sombrero pero de tallas distintas, el perro da a Grant el sombrero equivocado, Grant se mosquea, llega el nuevo prometido de Dunne con su madre y Grant se esconde rápido... en la misma alcoba, la madre del prometido empieza a disculparse de cómo pudo dudar de ella, etc.

Sí, soy un fan declarado de Cary Grant, para mí el mejor actor de siempre, pero es que la película es buenísima.

Con todo, me surgieron algunos pensamientos.

La película es en blanco y negro y de 1937. Imposible, por lo tanto, que la vea un menor de 40 años - quiero creer que no de un menor de 50. ¿Por qué, si es una obra magistral y mucho mejor que las películas que se hacen ahora? Por prejuicios, claro que sí, pero ¿qué sociedad es ésta que ha creado semejantes prejuicios? Los jóvenes de todas las generaciones hemos despreciado siempre a los viejos, pero no hasta este punto. O con estas consecuencias de no querer saber nada de lo que hicieran, vaya. 

En un momento dado Grant está en casa de su prometida. la reunión es en un gran salón, con varios grupos de personas, y en esas reuniones se charla. Algunos de los muebles... juraría que los tenía mi abuela. Mi abuela tenía una habitacioncilla (no un gran salón) que ya cuando yo era niño me parecía un saloncito de la Belle Epoque. Viendo la película, confirmé mi antigua impresión.

¡Que naïf los efectos especiales! Hay una escena en la que Grant y su novia hacen motorismo (el náutico) y se les ve pilotando la lancha en una carrera de velocidad. Fácil es notar que están los dos sentados con un volantito en las manos, y el resto de la escena es una proyección en una lona posterior mientras un ayudante de producción les echa salpicaduras de agua con la mano y un cubo. Y sin embargo, da igual. No importa que no sean los efectistas efectos de ahora, uno no ve la película para maravillarse de los efectos especiales sino para ver a los actores representar la historia. Seguro que les costó cuatro perras.

La película termina con Grant y Dunne pasando la noche juntos en una cabaña en el campo. Tal como le había pasado a Dunne al principio de la película (la discusión citada, es algo que no se muestra). ¿Terminan acostándose? Se sobreentiende, pero nada lo indica. En toda la película sólo hay un rápido beso entre Dunne y su prometido. No me gustan en las películas ni sexo ni palabrotas, y ésta es una excelente demostración de que no son necesarias para hacer una gran película. Diálogos, actores y ritmo. No hace falta más.

Y a propósito de actores: la fuerza cómica de Grant es insuperable. Me encanta cómo se mueve. El culmen, en la película, llega cuando sigue a escondidas a su mujer, cree que la va a sorprender con su amante el profesor de canto y resulta que es un recital privado ante un grupo reducido de personas (de alta sociedad, se entiende). Para no llamar más la atención, Grant se sienta en el fondo junto a una mesita y... en fin, en un momento dado Grant empieza a hacerse un lío con la silla y la mesita y acaba uno partiéndose el pecho del ridículo que hace. Un payaso de circo no lo haría mejor. Y sin palabras. 

Sí, lo sé: una comedieta de argumento corriente, una de tantas. Y sin embargo, al verla uno se da cuenta de que es una obra maestra a pesar de su simplicidad. Hay que verla. Y si uno piensa que es de 1937, entonces se da cuenta de que todo lo que nos parece nuevo es en realidad antiguo: los viejos que despreciamos ya lo habían inventado antes.

Por cierto: el rodaje de la película se interrumpió un tiempo porque uno de los personajes tenía ya agendada otra película. ¿Saben cuál? El perro. 

 

 

 

Penguin Cafe Orchestra - Perpetuum mobile 

viernes, 5 de noviembre de 2021

El cerco se estrecha y cada vez quedamos menos

Terry Gilliam es un Monty Python, lo arrastrará toda su vida.

La vida de Brian es una película de 1979 escrita, protagonizada y dirigida por los Monty Python.

La película es absolutamente descacharrante, una obra maestra entre las comedias y seguro que está arriba del todo en las listas de mejores comedias de todos los tiempos. Es además una obra tremendamente blasfema, que hace burla y mofa de todo lo que se cuenta en los Evangelios. No se me ocurre ninguna película más blasfema y sin duda los autores y a la par actores arderán en el infierno. ¡Cómo me río cuando la veo! Pero es importante que quede claro que la película es una constante burla y parodia de todo aquello en lo que creemos muchos millones de personas y que está en la base de nuestra cultura y de nuestra visión del mundo (incluso en la de aquellos que se declaran agnósticos o ateos).

En su momento, La vida de Brian suscitó las críticas de sectores muy religiosos en los países no católicos; en España, en aquel momento se clasificó como apta para mayores de 18 años, y tira que te va. A los pocos años ya era una película de lo más normalita.

Pero eso era hace 40 años, más incluso. Cabe pensar que hoy somos una sociedad más abierta, no tan reacia a nuevas visiones o a limitar la expresión de los demás, aunque a nosotros nos suponga irreverente. Sin embargo...

Hace tres años, Terry Gilliam, en una rueda de prensa en la que presentaba una película, declaró que estaba harto de ser un hombre blanco y en consecuencia culpable de todos los males del mundo, y que a partir de entonces era una negra lesbiana transexual a la que había que conocer como "Loretta". Loretta, por si no han visto La vida de Brian, es un miembro de la banda (partido / organización terrorista) que era un hombre (Stan) pero que quería ser una mujer y que la llamaran Loretta, y que protagonizó un hilarante diálogo porque clamaba por su derecho a ser madre:

La frase de Gilliam es divertida y mueve a la risa, y seguramente todo el mundo en la rueda de prensa se rio con la broma.

Por cierto, la escena de la película explica más de lo que parece: hay que tener presente que era 1979, y las cosas estúpidas que ahora defienden muchas personas eran, entonces, estúpidas sin más y se podía señalar lo estúpido de la idea (no como ahora). Stan quiere ser mujer y tener hijos; el cabecilla le hace ver que es una estupidez desear eso, pero la mujer apunta que no se centren en tener hijos, que no es algo de lo que pueda culpar a los romanos (de no poder), sino de tener derecho a querer tener hijos. ¿Y eso de qué sirve?, pregunta el jefe. Y el otro secuaz da la solución: es un símbolo de la opresión de los romanos. Es decir, los romanos le negarán el que se la considere mujer (porque es estúpido), y como los romanos son nuestros enemigos nosotros estamos a favor de que se la considere mujer (y dejamos pues de plantearnos si es estúpido).

Este año un teatro de Londres había programado para el año que viene un musical que dirigiría Gilliam. Pero la frase de la negra salió a la luz, y el revuelo causado ha sido tal que el teatro ha decidido cancelar la obra, lo que muchos celebran.

Lo de la negra no es nada comparado con La vida de Brian. Lo que pasa es que pisa callos de gente distinta. Y la miga del asunto es que la gente a la que le ha sentado mal lo de la negra me juego el cuello y no lo pierdo a que estuvieron (o estarían, según su edad) a favor de la irreverencia de La vida de Brian. Estaban (o estarían) a favor de la burla de los ideales católicos y de la misma figura de Jesucristo, seguro que piensan que "si les pica, que se rasquen; y si no quieren ver la película, que no la vean, pero que no nos impidan a nosotros verla en paz". Eso sí, para ellos la broma de la negra lesbiana trasgrede todos los límites admisibles, faltaría más. Conviene recordar que en la película los Monty Python se burlan de todo, y en la escena de Loretta se burlaban de la patulea que apuntaba que ahora nos intenta dominar. Era 1979, y burlarse de ellos era entonces tolerable.

Ítem más: no basta con obligar a Gilliam a disculparse por hacer una broma de algo que no hay que tomarse en broma (lo de la negra, no lo de la crucifixión de Jesús, que eso sí), no: hay que arruinarle profesionalmente, impedirle que haga nunca nada más.

Me pregunto (y esto se puede tomar como un chascarrillo intercalado en la reflexión, pero si se piensa a fondo se convendrá conmigo en que no y además es importante) si los defensores de las negras lesbianas transexuales se han preguntado qué le ocurriría a una negra lesbiana transexual en una verdadera cultura negra (lo que hay en América o en el Reino Unido no es cultura negra, son negros inmersos en sociedades de cultura blanca, con costumbres blancas, valores blancos y leyes blancas). ¿A qué estamos jugando, entonces?

No voy a decir nada más sobre este tema: reflexione usted. Todo lo más me voy a permitir relacionarle una entrada de hace 10 años, sobre el buenismo (he escrito otras, si le interesan búsquelas) y, como ya he dicho en alguna ocasión, si leyó, como recomendé, Ishmael, sabrá que la mejor jaula es aquella en la que uno no sabe que está dentro.

En verdad estamos empezando a perder los papeles.

- ¿Yo? ¿Por qué? ¡Si no he hecho ni dicho nada!

- Pues precisamente. 

jueves, 9 de septiembre de 2021

Más estrellas que en el cielo

https://www.youtube.com/watch?v=nrjryjhF9t8 

 

 

El 12 de agosto de 1982 murió Henry Fonda. El 14 de septiembre, Grace Kelly. Y entre ambos, el 29 de agosto, Ingrid Bergman. Ya no hay veranos como aquellos. Y no hay veranos porque ya no hay henrys fondas, graces kellys y menos aún ingrides bergmans como aquellas.

Así empezaba el artículo que tenía previsto escribir. Por razones que desconozco, rememoré el verano en que murió Ingrid Bergman y la sensación que tengo de que ya no quedan estrellas.

Pero mientras lo escribía empecé a pensar en estrellas que aún estaban vivas y, caray, me salía una lista larga. Al mismo tiempo iba haciendo una con las que habían fallecido en los últimos años, y tampoco era corta. Ni manca: algunos nombres son de mucho lustre. De mucho.

Las listas, por descontado, no son completas: las he hecho rememorando actores y comprobando con la wikipedia si estaban vivos o muertos, que uno nunca sabe. En las dos hay muchos más nombres de los que quería poner al principio: cuando pensaba en Fulano, en seguida me acordaba de Mengano... y al cabo de un rato caía en la cuenta de Zutano. Y si algún lector quiere añadir algún nombre estaré receptivo.

La primera es la de los ya fallecidos, empezando a contar desde 2008 porque fue el año que murió Paul Newman y para mí que murió anteayer; ya sé que Deborah Kerr murió en 2007 y se queda fuera, pero en algún año había que cortar:

  • En 2008: Paul Newman, Charlton Heston y Richard Widmark
  • En 2010: Tony Curtis
  • En 2011: Elizabeth Taylor
  • En 2013: Joan Fontaine
  • En 2014: Shirley Temple, Eli Wallach... ¡y Lauren Bacall!
  • En 2016: Debbie Reynolds y George Kennedy
  • En 2020: Kirk Douglas, Olivia de Havilland y Sean Connery

Algunos nombres son realmente grandes, aunque fueran estrellas que las nuevas generaciones no conocen. A mí, al menos, me impacta.

También he hecho una lista con los que, por su fecha de nacimiento, hemos de asumir que no les quedan muchos años:

  • En 1924: Eva Marie Saint
  • En 1925: Dick van Dyke
  • En 1927: Sidney Poitier
  • En 1929: Vera Miles
  • En 1930: Clint Eastwood, Gene Hackman y Tippi Hedren
  • En 1931: James Earl Jones y Angie Dickinson
  • En 1933: Kim Novak y Michael Caine
  • En 1934: Shirley MacLaine
  • En 1935: Julie Andrews
  • En 1936: Robert Redford
  • En 1937: Jack Nicholson, Dustin Hoffman, Warren Beatty, Morgan Freeman, Anthony Hopkins, Jane Fonda y Dennis Hopper.

Ya ven, Eva Marie Saint tiene 97 años. Y Kirk Douglas y Olivia de Havilland alcanzaron los dos los 104 (y además tenían la misma edad, qué coincidencia), así que es posible que nos quede Redford para rato, pero la ley de la vida es que todas las estrellas terminan apagándose. En cualquier caso, hay algunas reflexiones que me gustaría hacer.

La primera de ellas es que las actrices, todas, empezaron su carrera mucho más jóvenes que los actores (Lauren Bacall debutó en Tener y no tener con 19 años). Es cierto que los Leonardos DiCaprios no abundan. Pero también los actores prolongan mucho más que las actrices su carrera. Son raras las actrices que están más de 20 años protagonizando grandes obras, Meryl Streep y no muchas más, pero es fácil encontrar actores que 40 años después de su debut siguen siendo estrellas que rompen las taquillas. Parece como si ellos se retiraran y a ellas las retiraran.

Eva Marie Saint: recordémosla cuando no era nonagenaria
 

La segunda reflexión es obvia: unos se van, pero llegan otros. Los viejos podemos pensar que hay un antes y un después en el cine, que a partir de 1962 (más o menos: fue el año en que murió Marylin) el cine ya no fue lo que fue y las estrellas de verdad eran las de antes y no esos chicos nuevos, Redford, Caine, el que se acostaba con la madre de su novia, Hoffman, y ése con cara de desequilibrado, ese Nicholson. Pero no. Los viejos pensaremos que como Gary Cooper, Cary Grant y el resto de la pandilla  no ha vuelto a haber actores, pero luego caemos en la cuenta de que está Tom Hanks, que no es malo, y Daniel Day-Lewis, y me gusta Russell Crowe y también Kevin Spacey, y Bruce Willis tiene algo que me pirro por sus películas... O en actrices: por más idolatradas que tenga a Ingrid Bergman, Ava Gardner, Marylin Monroe o Lauren Bacall y a tantas y tantas otras, pienso que Michelle Pfeiffer ha estado ahí, también Kathleen Turner, me encanta Angelina Jolie y soy un fan de Jennifer Lawrence, por ejemplo. Y la verdad es que lo mismo pasa con las películas: el impacto de La guerra de las galaxias aún perdura, y la lista de las que tuvieron una influencia enorme en su momento es larguísima: Tiburón, Encuentros en la 3ª fase, Apocalypse now, E.T., El rey león, Blade runner, Alien, En busca del arca perdida, Terminator, ... Y películas que han de estar en cualquier lista de las mejores películas: Sin perdón, La lista de Schindler, Cuatro bodas y un funeral, Salvar al soldado Ryan, El último mohicano,... Si uno lo piensa bien, el cine continúa. Es cierto que me parece que hay mucha sequía cerebral en Hollywood, no sé si es por eso o porque son demasiado timoratos para apostar por lo nuevo, pero ahora casi todo son remakes, secuelas y precuelas, series y universos (franquicias, creo que lo llaman), cosas así. Quiero decir, antes había muchas más películas de las que debían estar en esas listas, y cualquier año daba un puñado de películas memorables. Ahora las sigue habiendo, no lo niego, pero me da la sensación de que muchas menos. Pero de ninguna manera podemos decir que el cine se está muriendo.

La tercera reflexión, relacionada con la anterior, es que hay muchas, muchísimas películas, que tenemos ya descartadas por ser antiguas. No los que las hemos visto, eso nunca, sino los jóvenes, los que no las conocen. Quien no ha visto las películas de Hitchcock, o Doce hombres sin piedad, o La diligencia, o Casablanca (que los hay), o tantísimas películas, no es que no sepa lo que se pierde, es que en su ignorancia desprecia lo que se pierde. Y, claro, así es difícil que las películas sobrevivan; y sin películas no hay actores. Así que nadie valora, porque nadie conoce, a Vera Miles o Eva Marie Saint, al igual que ya no valoran porque no conocen a los mentados Gary, Cary y James y el resto de esa pandilla: Clark, Spencer, Robert, John, Humphrey, Gregory, Montgomery, Frank, Burt,... Ni a Ingrid ni a Grace, ni a Barbara, Claudette, Fay, Ava, Rita, Janet, M.M., Deborah, Lana, Bette, Vivien,...

Otra reflexión: estoy seguro de que la mayoría de mis coetáneos no localizan a las actrices; salvo un escaso puñado, no más de 10, que tenían el estrellato más absoluto (a lo Marylin Monroe), casi todas son compañeras de reparto, a veces metidas con calzador en el guión; y es difícil brillar al lado de Cary Grant. Sin embargo, hemos de reconocer que contribuyen al brillo de esas películas (y por lo tanto de sus actores); para entender esto, basta con ver alguna película en la que sólo haya una estrella junto a perfectos desconocidos: acostumbran a ser películas malísimas, o como mínimo no tan buenas.

En cualquier caso, es triste cuando fallece una antigua estrella de cine. Aunque haya surgido ya quien la sustituya. Porque algunos de nuestros recuerdos mueren con ella, y eso nos recuerda... que a nosotros mismos ya nos queda menos.





The mavericks - Me olvidé de vivir

sábado, 10 de julio de 2021

William Holden

https://www.youtube.com/watch?v=QXWPdivFaTg 

 

 

He visto en la tele "El séptimo amanecer", de William Holden. Y mientras la disfrutaba, no podía dejar de pensar qué buen actor es Holden. E intentaba definir qué es lo que le hacía tan especial.

La gran película de William Holden es "El crepúsculo de los dioses", en la que hace de guionista en apuros que se aprovecha de una anciana Gloria Swanson (en realidad no era anciana, pero era el guión). Recuerdo cuando fui a verla al cine, que mi madre la recordaba por la escena del principio. Y mi padre. Y mi suegra. Han pasado muchos años de aquello, y yo también sigo recordándola. Es sin duda una de las mejores películas de la historia.

Otros quizás recuerden a Holden por ser el cobarde prisionero que se escapa en "El puente sobre el río Kwai" o el jefe de los bandidos "Grupo salvaje". No creo que le recuerden como el hermano playboy al que Humprey Bogart le levanta la novia (Audrey Hepburn) en "Sabrina"; pero permítanme que empiece mi comentario por esta última película: al lado de Holden, Bogart es un tímido economista que sólo sabe de números. Y Alec Guinness es un estirado británico. También, en "Grupo salvaje", Holden es el más violento (de espíritu) anciano que haya liderado una banda. Anciano como lo era Swanson, pues Holden también tenía 50 años entonces.

En "el séptimo amanecer" Holden interpreta a Ferris, un aventurero norteamericano que luchó con la resistencia malaya durante la segunda guerra mundial. Al acabar la guerra Ng, el compañero malayo se va a Moscú a formarse y Ferris se queda en Malasia, donde inicia una próspera carrera de terrateniente. Ocho años después, Ng es el líder de los terroristas que quieren la independencia de los británicos. La compañera de los dos durante la guerra, Dana, es la amante de Ferris (Ng estuvo y seguía enamorado de Dana, pero ésta no le correspondía) y es una líder de los malayos (a lo Gandhi). Ng le tiende una trampa a Dana para que los británicos la juzguen y la ahorquen y Ferris, muy a su pesar, se ve forzado a luchar contra Ng si quiere salvarla. Ferris acabará matando a Ng, pero no consigue llegar con la noticia a tiempo y Dana es ahorcada. La película no tiene un final feliz, como no lo tiene El crepúsculo de los dioses, Grupo salvaje, El puente sobre el río Kwai o (para Holden) Sabrina.

William Holden como Ferris, y Ng
 

La cuestión es que Holden en cada fotograma destila... no sé decirlo. Puede que sea, simplemente, virilidad. Pero bruta, en estado puro. Intensa. Mucha más que Burt Lancaster y por supuesto mucha más que Kirk Douglas. No sé, por citar a mis actores favoritos, Cary Grant destilaba elegancia incluso cuando hacía de malo, James Stewart era siempre el bueno más bueno del mundo (hasta John Wayne parecía uno de los malos a su lado), y John Wayne siempre hacía lo correcto. Y a Gary Cooper no podías dejar de mirarlo. Pero lo de William Holden es distinto. Es algo que irradia.

 

Viene todo esto a cuento de una reflexión que me hice al pensar sobre Holden. Y que ya me he hecho muchas otras veces. Los de mi generación somos capaces de ver películas antiguas. Y de disfrutar con ellas. En color o en blanco y negro; o mudas, aunque de éstas dan pocas por la tele, por no decir ninguna, y sobre todo si son de Chaplin. Los actores que he citado son monstruos que tenemos presente, sabemos y admiramos, y hay muchos más, actores y actrices, en ese panteón. Los jóvenes, en cambio, no.

No sé cuándo empezó el cambio. Quizá con la llegada de los grabadores de vídeo, que permitieron a los chicos elegir lo que querían ver. O quizá con la reducción de las salas de cine. O quizá fue tan solo que los grandes actores se fueron haciendo viejos sin relevo. O que los nuevos directores que llegaron en los 60 y 70 despreciaron a los grandes actores. No sé. El plantel de estrellas no se extinguió, siguió adelante con Clint Eastwood, Robert Redford o de Niro, entre otros, luego Tom Hanks, Denzel Washington o Nicholas Cage, Bradley Cooper y Matt Damon me gustan mucho entre los actuales, pero la nómina va decreciendo, y quizás más entre las mujeres. Ahora, las estrellas lo son por sus músculos y sonrisa perfecta, o eso me parece a mí. O quizás es que ahora la interpretación es algo diferente. O puede que no, que el cine siga siendo grande, como lo era en la época del cine mudo y en los años cincuenta y lo que pasa es que yo me estoy haciendo viejo.

Lo que sí es cierto es que los jóvenes de ahora ni saben quiénes fueron las estrellas del pasado, ni están dispuestos a ver sus películas.

Ellos se lo pierden.

 

 

Coque Malla - Me dejó marchar 

jueves, 2 de mayo de 2019

El cine es cosa del pasado




Acabo de ver en la tele la excelente, superior, Río Rojo. Con John Wayne y Montgomery Cliff. Y con Walter Brennan, por cierto, uno de los tres (con Nicholson y Daniel Day-Lewis) actores que ha ganado tres Óscar. Y a continuación emitieron Río Bravo, de nuevo de Howard Hawks con John Wayne y Walter Brennan. Dean Martin en vez de Cliff, me gusta más Cliff. Con el mismo autor de la banda sonora, los mismos guionistas,... Algún día escribiré sobre las películas de Hawks y John Wayne, hoy no era ése el tema que quería tratar.

No, se trata de que Río Rojo es una película soberbia que pasa sin pena ni gloria por la parrilla. Y no es una anécdota, es un botón de muestra de una actitud general. Río Rojo es de 1948, muy anterior a mi tiempo, y en mi mocedad eso nos daba igual. Era una película que había que ver. Como Casablanca, El Halcón Maltés o El día más largo, daba igual. Veíamos las películas de Charlot, de Hitchcock y del gordo y el flaco o los hermanos Marx. Las películas de Bogart, de Cary Grant o de James Steward. No se miraba la fecha de la película, sólo si era buena o mala. Y las buenas se veía, claro que sí.

Eso, ahora, es inimaginable. El cine sigue funcionando, pero diría que sólo las películas palomiteras. Las películas para adolescentes, trilogías, tetralogías y, sobre todo, series sin fin. De superhéroes, si se puede. Hay excepciones, no cabe duda, pero la inmensa mayoría de los taquillazos son películas que no soportarán el paso del tiempo. Se verán una vez, y punto, salvo las de superhéroes en serie, que se seguirán viendo como se releen las colecciones de tebeos. Y eso que se siguen haciendo grandes películas, e imagino que se pasarán por televisión, que se descargarán y se verán. Pero no se trata de eso, se trata de que nadie (quiero decir, jóvenes y no tan jóvenes pero que comparados conmigo sí que diría que son jóvenes) ve ahora películas que no fueran "de su época". No les cabe en la cabeza.

Y con la pérdida del Cine ellos pierden el disfrute de un arte que ha creado obras que deberían ser inmortales, pero también estamos perdiendo referencias culturales - entendiendo la cultura como nuestra visión del mundo- y, por qué no decirlo, referencias educativas - pues contribuyó a la creación de valores en los que nos criamos viendo cine de todas las épocas-. ¿Triste? Quizá, pero sólo desde mi punto de vista. Ellos, como no saben lo que se pierden... 

En fin, he sonado un poco a Arturo Pérez Reverte, ¿no es verdad? No era mi intención, pero es que al ver cómo se desprecian obras maestras por la mera razón de tener ya unos años...


Para terminar: el enlace que he incluido al principio del artículo es la escena final de la película El último mohicano (aunque en verdad la última escena es la siguiente, el discurso del último mohicano por la muerte de su hijo; es posible que su ausencia tenga algo que ver con que, por lo que parece, en Estados Unidos no se incluyó esa oración final). Es de 1992; me temo que cada vez van a ser más los jóvenes que no la habrán visto. Y es una película soberbia, toda ella. Lo que pasa es que se ha de ver en una sala de cine, con una pantalla gigante. Verla en una tableta o en un móvil... Pues sí que se entiende que no tengan interés en verla. Como ver el Gran Cañón del Colorado en fotos.

El final de la película: así culmina una obra maestra. Con siete minutos definitivos y sin palabras.



lunes, 3 de septiembre de 2018

Zimmer y Minassian: el famoso que se aprovecha del desconocido

En otras ocasiones, por ejemplo en esta entrada, he dicho que Hans Zimmer copia cuando compone bandas sonoras. Pues bien, estaba escuchando la pieza Siretzi Yares Daran (They Have Taken the One I Love) del armenio Lévon Minassian y... caray, como que eché de menos el arranque de la batalla.

Y es que la pieza es tremendamente parecida a Wheat, de la banda sonora de Gladiator, que es la que marca el inicio de la acción en la película (el arranque de la batalla).

Zimmer compuso la banda de Gladiator entre 1999 y 2000. La pieza de Minassian sale en el disco The Doudouk beyond borders, que es de 1998.

Ésta es la pieza de Zimmer:



Y ésta la pieza de Minassian, juzguen ustedes mismos:


La pieza de Minassian es mucho más larga, pero... lo que hay que hacer es no quedarse sólo con Wheat, que es cortita. El espíritu de Minassian, en mi opinión, aparece en más piezas de la banda sonora de Gladiator, como en Sorrow o en To Zucchabar. ¡Si es que es casi la base de toda la banda!

¿Casualidad, coincidencia, plagio? Hombre, yo creo que plagio. Pero hablamos de Zimmer, así que estoy curado de espanto y no le doy más importancia, aparte de que me ha divertido descubrirlo.

viernes, 17 de agosto de 2018

El cielo de Gozer el destructor

Ha habido tormenta, esta mañana, en Barcelona. No sé explicar porqué ha pasado, pero han cortado la ronda litoral (la he querido coger), la ronda de Dalt (también), la línea 5 del metro, varias paradas de metro inundadas, creo que han interrumpido algunas líneas de autobús por inundaciones, el tráfico en el Paralelo era caótico... Menos mal que casi toda la ciudad estaba fuera por vacaciones, esto un día normal habría sido el caos. En fin.

El caso es que hacía una mañana estupenda, y de pronto el cielo se encapotó. Pero no de cualquier manera: daba miedo. Parecía que estábamos a punto de asistir a la llegada de Gozer el gozeriano, Gozer el destructor. ¡Y es que les  he descrito a mis hijos cómo estaba el cielo con estas mismas palabras! Claro, no lo pillaron. Gozer el destructor...

Para que vean claro cómo se puso el cielo, éste es el vídeo de referencia:

 

Sí, de la películo Los cazafantasmas (https://www.youtube.com/watch?v=fJLQQW59SRI).
 

martes, 13 de febrero de 2018

Hans Zimmer, Dunquerque y Elgar




He oído hoy, en la radio, que es posible que Hans Zimmer gane este año el Oscar a la mejor banda sonora por su trabajo en la película Dunquerque.

He visto la película Dunquerque. En la sala oscura de un cine es muy, muy recomendable. Es una película estupenda que intenta reflejar la enormidad de la retirada de Dunquerque. La enormidad, en todas sus facetas. Esta enormidad necesita de una sala de cine, de una pantalla gigante, de un sonido atronador, de una oscuridad total. Es triste que todo esto se perderá una vez deje de exhibirse y pase a verse sólo en la pequeñez de los hogares (cuando no en la de los ordenadores o, peor aún, las tabletas y los teléfonos móviles). Pero así son las cosas.

Cuando vi la película, no reparé en la banda sonora. Formaba parte de un todo, y era el todo lo que me atronaba. Ahora que oigo la música sólo, mientras escribo este artículo (si usted pincha en el enlace del principio también podrá oirla), percibo su grandiosidad. Es una banda sonora excelente.

Pero no merece el Oscar, ni mucho menos.

Hans Zimmer es un compositor de  bandas sonoras de películas estupendo. A mí me conquistó con Gladiator, pero ha hecho muchas otras cosas dignas de reseña. Por ejemplo, El Rey León. Marea Roja me chifla, su banda sonora es maravillosa. Y alucino con Black Hawk derribado. Son películas que me gustan ori con el volumen al máximo posible.

Pero Zimmer tiene un defecto que a mí me molesta especialmente. Ya lo mencioné de pasada en este artículo de septiembre de 2013, en el chascarrillo final: Zimmer copia. A menudo, incluso a sí mismo: en muchas películas emplea fragmentos de piezas de otras películas. O eso, o a mí me suenan igual.

En el caso de Dunquerque, es Elgar la fuente de su inspiración. En concreto, la variación Enigma nº 9, "Nimrod"... que precisamente empleé como banda sonora en el artículo que les escribí ayer. Por eso, cuando hoy en la radio pusieron la pieza de Dunquerque, pensé que estaba oyendo a Elgar. Pero no, era Zimmer. He investigado en Internet y, efectivamente, Zimmer usa la pieza de Elgar como motivo musical durante casi toda la obra. Como muy bien se explica en este artículo: http://enigmathemeunmasked.../cameos-of-elgars-nimrod-in-nolans. De hecho, parece ser que la inspiración está oficialmente reconocida (como para no estarlo, claro).

En definitiva: sí, la banda sonora es realmente excelente. Como no voy a pensarlo, fan de Elgar como soy. Pero su grandeza no viene de una inspiración original. Así que yo creo que la academia americana no debería premiar este trabajo como lo mejor del año. Claro que yo no sé qué más películas compiten. A saber lo que hay por ahí.

Lo que no quita, insisto, para que les recomiende que escuchen la banda sonora. Es que es muy buena.



Hans Zimmer - Dunquerque (banda sonora de la película)

sábado, 30 de diciembre de 2017

Coco




En el principio, no había nada. Conatos. Experimentos. Un ver qué se podía hacer. Entonces, en 1995, Pixar sacó Toy Story, y todo cambió. Era viable hacer largometrajes sólo por ordenador. Y Toy Story, además, era muy buena: era posible hacer películas muy buenas sólo por ordenador. Pero el año anterior Disney había hecho El rey león, y a su estela las películas de dibujos animados tenían aún vida. Así que Pixar hizo Bichos, Toy Story 2, y luego Monstruos, S.A. Monstruos S.A. coincidió con Shreck, y estas dos películas eran tan, tan buenas, que cambiaron la balanza. Y aunque Lilo & Stich, de Disney, podía competir con esas dos (y en mi opinión las superaba), fue el canto del cisne: las películas dibujadas estaban acabadas. Por si hubiera alguna duda, luego Pixar hizo Los Increíbles, y fue el final de cualquier discusión. Y Pixar era el nuevo rey del mambo de las películas infantiles.

El éxito de Pixar se basó en tres pilares: peliculas muy, muy buenas (argumento, guión, ritmo, música, storytelling, todo); una técnica increíble y cada vez mejor que hacía que a los 4 minutos uno ya creyera que lo que veía era de verdad, rodado con cámara y no dibujado por ordenador; y la clave de todo: eran películas que también gustaban a los adultos. Esto último es importante, porque - a diferencia de las películas de Disney-, eran los adultos los que querían ver las películas de Pixar: el hijo o el sobrino era, en realidad, la excusa para poder ir al cine. En las tres primeras películas de Pixar esta atracción no existía tal cual, sí que empezó a aparecer en la tercera, y se producía por la simple excelencia de las películas, pero en Monstruos S.A. fue algo brutal: la película estaba llena de golpes que sólo los adultos captaban, y que hacían que nos olvidáramos de cuidar a los niños para concentrarnos en lo que nos estaban contando.

Entonces llegó Los Increíbles. Por decirlo de alguna manera, Los Increíbles fue como La guerra de las galaxias en 1977. Baste decir que mi mujer tenía aversión a los cines, pero se vió obligada a ver esa película... y adiós aversión: se convirtió en una fan de las salas. La película perfecta. Pixar en la gloria. 

Mientras hacían Los Increíbles, los chicos de Pixar también hacían Cars y Wall-E. También hicieron muchas otras películas, todas ellas grandes películas y que mantenían los pilares de las películas de Pixar, pero a mí se me quedaron Cars y Wall-E como especiales. Cars trataba temas que los chavales (el público al que en teoría estaban destinadas las películas) que no captaban ni comprendían ni mucho menos les hacían meditar. Y es que iba, en realidad, sobre la despoblación y el abandono de los pueblos y sobre la prevalencia del triunfo pasajero frente a la perspectiva de la vida y de lo que uno estará más orgulloso después. Aunque, eso sí, la carrera final es sólo equiparable a la de cuádrigas de Ben-Hur de 1959.

En cuanto a Wall-E... No es una película para el gran público. Es una obra de arte. Casi sin diálogo, sólo la acción. El público tiene que estar atento a lo que sucede en la pantalla y entender por sí mismo, no le van a explicar nada. A su vez, los "actores" ha de ser como en el cine mudo, ser capaces de expresar todo por sí mismos sólo con sus movimientos y sus "caras". Es un ejercicio de estilo, una exhibición de dominio de la técnica cinemátográfica. Como la guitarra clásica, una vez uno es consciente de lo difícil que es sacar esos sonidos de la guitarra, también la película asciende de categoría cuando el espectador cae en la cuenta de la tremenda dificultad y riesgo que afrontaron los de Pixar con esta película.

He visto todas las películas de Pixar. Algunas, las terceras partes, psé, están bien, pero son para niños. Otras, Up, Ratatouille, generan en el espectador adulto una gratísima sensación de haber visto una gran película. Y el otro día estrenaron Coco.

Y Coco, para mí, pasa a formar parte del grupo de Cars y Wall-E. Más allá del prodigio técnico (la figura de Coco y de la abuela, por ejemplo) y de lo entretenida, y de que (al igual que Wall-E) hace que toda la sala llore o esté con caras serias de pena, y de que al acabar la sala prorrumpió en aplausos, la película plantea con habilidad un tema curioso, para ser una película infantil.

Coco va de los muertos. De que hay dos clases de muertos, los vivos y los muertos del todo. Los muertos, cuando mueren, van a lo que podríamos llamar el mundo de los muertos, la ciudad de los muertos. Allí viven. Una vez al año en el folklore mejicano, en la noche del día de muertos (en España, lo que hogaño se denominaba la noche de las ánimas), los muertos vivos pueden, si sus familias les rinden honores, volver al mundo de los vivos y visitar a sus familias aunque éstos no los perciban. En la película Miguel, el protagonista, ha cogido del altar familiar la foto de su tatarabuela Imelda (madre de Coco, por cierto, que es la bisabuela de Miguel), e Imelda no puede entrar en el mundo de los vivos. La familia muerta de Miguel se da cuenta de que algo pasa y vuelve a la ciudad de los muertos a buscarla, y se lleva con ellos a Miguel (lo cual es posible por razones argumentales que no vienen al caso). Una vez en la ciudad de los muertos, Miguel descubre que ha de salir de allí esa misma noche o morirá (éste es el argumento "infantil" de la película), pero también descubre que, a su vez, también los muertos mueren. Y cuando un muerto muere... simplemente, desaparece. Nadie sabe a dónde va, qué pasa con él. ¿Cuándo muere un muerto? Cuando ya no queda ningún vivo que le recuerde. Mientras quede algún recuerdo en el mundo de los vivos, el muerto está vivo, no muerto del todo. Esto plantea el segundo argumento: Miguel conoce a un muerto, Héctor, que está próximo a morir, señal de que su hija, última persona que queda que lo recuerda, está olvidándolo, y necesita que Miguel lleve su foto al mundo de los vivos esa misma noche para que Héctor pueda cruzar el puente entre mundos y ver a su hija antes de morir del todo.

Cartel promocional de la película
No sé si los niños son conscientes. Los adultos sí, o deberíamos serlo. Todos hemos conocido a personas que han muerto. Y sabemos de personas que han muerto. A algunas las echamos de menos, nos causa pena su ausencia. A otras las recordamos con agrado, pero nada más, como las abuelas, las tías abuelas, los viejos maestros,... Y a la gran mayoría, pues ni fú ni fa: nadie siente dolor por su bisabuelo, aunque sepa su nombre y algunos hechos, la botica que tenían, su sable del ejército o algún libro que fue suyo. Y da qué pensar, puesto que todos moriremos, y cuando muramos será sólo el recuerdo lo que quede de nosotros. Más aún, de lo que hagamos en vida será el recuerdo que provoquemos. ¿Somos de esto conscientes?

Coco es una de las grandes películas de Pixar. Es una película que todos deberíamos ver. En un cine, por supuesto.



Chascarrillo adicional: dentro de la banda sonora está la canción La Llorona. ¡Qué recuerdos me trajo! Yo, en el cine, no pude evitar cantarla. Pero me permitirán que no ponga aquí la versión de Chavela Vargas, interpretación patrón y definitiva, sino la de Joan Báez. Era la que tenía yo en disco, cuando tenía discos. Incluyendo el de Joan Baez cantando en español.

Y aunque la vida me cueste, llorona, no dejaré de quererte.



Joan Báez - La Llorona

domingo, 5 de febrero de 2017

Perseguido


Echan por la tele Perseguido, de Schwarzenegger. La película es de 1987, de hace treinta años, y se ambienta en el típico estado policial, controlado por un Capitolio. El régimen utiliza la televisión como "opio del pueblo", siendo "Perseguido" el programa más popular: va de tipos que han de superar unas pruebas - unos tíos que los quieren matar- y, si llegan al final, ganan una vida en una isla paradisíaca y esas cosas. Por supuesto, lo de la isla es mentira: los matan a todos, pero eso no se ve. El caso es que hay una revuelta popular por alguna hambruna o similar, y uno de los policías antidisturbios es Schwarzenegger. La orden es masacrar a los manifestantes, y Schwarzie se niega, por lo que es apresado y, como castigo, obligado a participar en Perseguido. Pero Schwarzie es Schwarzie, y una vez en el programa (que se rueda en un barrio abandonado) contacta con la resistencia, se carga a los malos que iban a por él y consigue subvertir el orden establecido.

Por cierto que está ambientada... en 2017. Es lo que tiene la ciencia ficción, que avanza más rápido que la ciencia real.

Pero a lo que iba. Perseguido es una película. Una. Quiero decir, sólo una. Y no sé a ustedes, pero a mí me recuerda Los juegos del hambre y a otras películas del mismo corte: la semejanza es innegable. Por supuesto, hay diferencias - no en vano una película de Schwarzie de los 80 es una película de Schwarzie de los 80-, pero podríamos reducirlas a 2: en Los juegos del hambre, el héroe no es un tipo musculoso y varonil que derrocha testosterona sino una chica, Jennifer Lawrence (que conste que soy un fan), y no fue una película, sino 4. Y estas dos diferencias son, me temo, un signo de los tiempos.

En los 80, el protagonista era un supermacho. Y punto. Siempre, un héroe deiforme (que diría Homero), que pelea y domina todas las armas y todas las técnicas de combate. A menudo es un Seal reconvertido en pintor de paisajes, o algo equivalente, pero en todos los casos ha recibido formación en explosivos, en lucha, en supervivencia y en todo, porque el tipo es un crack. Las chicas podían ser las protagonistas, como la setentera Los ángeles de Charlie, pero siempre era para destacar el hecho de que eran chicas. Por ejemplo, Remington Steele del 82 y Luz de luna del 85. En esas series, las chicas eran competentes detectives, pero la gracia estaba en que además luchaban contra el estereotipo de ser mujeres en un oficio de hombres.

Ahora, sin embargo, son legión las series policíacas en las que el jefe del equipo, el policía principal y listorro, es una mujer. De armas tomar, además. The Closer, Caso abierto, Ley y Orden, Castle, The Listener, Major Crimes, El mentalista, Imborrable, Forever,... la lista es interminable. Normal que en una pelicula sobre una lucha a muerte entre guerreros de todo el país la campeona sea una mujer. A mí, lo de la heroína me chirría más que las proezas de un hipermusculado héroe, pero también me chirrían los delicaditos y sensibles hipster que pueblan Barcelona y me encuentro todos los días por docenas: me temo que soy una reliquia del pasado.

Y luego está lo de las 4 películas, para contar una historia que hace 30 años se habría contado en 1. Me vienen a la mente las viejas pelćulas de James Cagney y Edward G. Robinson, en las que tronaban las Thompson y los actores escupían las frases como las Thompson las balas: la acción iba a toda tralla, pasaba de todo y el realizador nunca se entretenía en lentos planos de aproximación; comparadas con las de los años 30, las películas de los 80 parecían rodadas a cámara lenta. Y sin embargo ahora se hacen 4 películas. 

Claro que ahora tampoco se escriben libros, sino trilogías. O tetralogías.

No sé si todo esto habla bien de nuestros progresos intelectuales.




Simon & Garfunkel - Sounds of silence (Jenny & Tyler)

domingo, 22 de mayo de 2016

Un final made in Hollywood



Veo una versión de 1959 de Viaje al centro de la Tierra y, cómo no, al final la estrella protagonista (James Mason) le da un beso a la guapa protagonista (Arlene Dahl); a este beso se supone que le acompaña una petición de matrimonio, y todos los asistentes sonríen y cantan alborozados el Gaudemaus igitur. Un final made in Hollywood, como debe ser.

"Un final made in Hollywood" era, en tiempos, una expresión muy común. Hacía referencia a cómo terminaban casi todas las películas americanas, a diferencia de las no americanas: piensen, por ejemplo, cómo acababan todas las historietas de Mortadelo y Filemón. El caso es que el otro día vi una película que era también arquetípica en esto del final made in Hollywood: Los siete magníficos.

Los siete magníficos es una película de 1960 que copia una japonesa de 1954, Los siete samurais, de Akira Kurosawa. A estas alturas, todo el mundo ha visto la película de Sturges, por lo que huelga explicar el argumento; es cierto que casi nadie habrá visto la de Kurosawa, pero baste decir que es lo mismo: un pueblo, bandidos que tienen hambre y quieren la comida de los campesinos, los campesinos que reclutan a siete profesionales de la lucha para que les defiendan, etc. En ambas películas reclutan a 6+1, las dos tienen un jovencito que también quiere ser un luchador como los mayores. En ambas películas el jovencito se encapricha de la hija de uno de los campesinos, en ambas películas los adalides van diezmando a los bandidos en las diversas oleadas, y en ambas películas hay un ataque definivo en el que acaban con los bandidos pero sólo sobreviven los dos líderes de los luchadores y el jovencito. Hasta aquí lo común.

Diferencias hay unas cuantas, aparte de que una sea en color y Panavision y la otra en blanco y negro. La película americana tiene un guion bastante corto, salvo McQueen y el chico (Horst Buchholz, pero el mozo no supo aprovechar la oportunidad y en adelante será "el chico") casi todos los personajes son lacónicos en demasía. Sin embargo, son hombres de verborrea irrefrenable si los comparamos con los samurais; supongo que será cosa de la cultura japonesa. Por cierto, en las películas de los primeros años del cine sonoro era normal que hubiera pocos diálogos: actores, directores y guionistas tenían todavía la cultura del cine mudo; ver hoy esas películas se hace raro, pero si uno es consciente, se da cuenta de que los actores actúan mucho más y mejor que los que tienen un texto de apoyo.

En la película de Hollywood, los campesinos incapaces de defenderse son mejicanos. Los bandidos son mejicanos, y temen a los estadounidenses. Y los héroes, por supuesto, son estadounidenses: los campesinos deciden cruzar la frontera para encontrar hombres capaces. En la película japonesa, campesinos, bandidos y samurais son japoneses; se ve que no tienen complejos.

En la película de Hollywood, vemos como el chico se enamora de la campesina y le roba un beso. La campesina, que no es una cualquiera, le abofetea, pero luego le trata con todos los miramientos y le sirve doble ración de comida. En la japonesa no vi el beso: el chico sale de una cabaña una noche, y unos segundos después sale la campesina, arreglándose la ropa. No hay palabras, sólo miradas. El padre de la chica ve lo mismo que nosotros, y ciego de ira apaliza a su hija. Con el alboroto se despiertan todos y le paran. Él padre recrimina a su hija: "¿qué haces tú con un samurai?" (más o menos, escribo de memoria). Está deshonrada, todos lo comprenden. SIn palabras, todos entienden de qué samurai se trata, El líder samurai intenta consolar al padre, "son jóvenes y se quieren", aunque el argumento más fuerte no es muy consolador: "es normal, cuando uno se enfrenta a la muerte cara a cara, buscar la paz en los brazos de una mujer"; a mí me sonó como a "sí, los samurais somos así, luchamos por vosotros pero a cambio habéis de satisfacer nuestros deseos". Estalla la tormenta y todos se van, menos el chico (que ha asistido impávido) y la chica, que sigue llorando en el barro. No hay ningún gesto de cariño. Y, al amanecer, empieza el ataque definitivo. Es el momento del final made in Hollywood.

En la película americana hay algo que nunca entenderé: el pistolero Charles Bronson muere por un disparo... cuando la lucha ya ha terminado. Es el último tiro que se oye. Para mí que el montador se equivocó en el orden. El tipo tenía que morir, y se le mata. En la de Kurosawa, el samurai "Bronson" descubre al jefe de los bandidos, último que queda en pie, y le mata mientras él muere también por una herida previa.

En ambas películas la lucha ha terminado. Quedan los dos más expertos y el chico.  En la americana, los tres recogen sus cosas y se van. Al irse, se cruzan con la campesina, y el chico comprende que su lugar no es entre los pistoleros a sueldo sin hogar, da media vuelta y vuelve con la campesina. Que, por supuesto, le recibe encantada y todos sonríen. Los dos veteranos, alegres por ver que la vida se abre camino, reinician su marcha mientras suena la famosísima melodía.

Las últimas palabras: Yul Brinner le dice a McQueen "Al final el viejo tenía razón: Sólo los granjeros ganaron. Nosotros perdemos. Siempre perdemos". Sí, son tristes, pero el espectador está feliz porque todo ha terminado bien, el chico se lleva a la chica y la música es épica. Es importante lo del viejo: el sabio del pueblo, al despedir a los pistoleros, les dice esa frase y se la explica, con lo que nos ha preparado a todos, no es un golpe tan doloroso.

En la japonesa... los campesinos, como en la de Sturges, vuelven a sus labores. Y se cruzan con la chica: pero esta vez no hay miradas ardientes entre los jóvenes, la mujer está deshonrada y se avergüenza. Y el joven se comporta como si sólo fuera una muesca más en el mango de su espada. Entonces el líder samurai dice las mismas palabras: "hemos perdido, como siempre". El segundo samurai se sorprende, y el líder continúa: "Los campesinos son los ganadores. No nosotros". Se vuelve, y vemos las tumbas de los campesinos muertos y, dominándolas, cuatro túmulos con las katanas clavadas en ellos. Y fin. Sin música grandilocuente. Sin paisajes "de película" Sin discurso del viejo campesino explicándolo. Y, sobre todo, sin chico y chica felices para siempre. Acabamos con dolor, muerte y deshonra, y a nosotros nos queda un sabor agridulce. Justo lo que ninguna superproducción de Hollywood puede permitir. Está claro que los guionistas americanos supieron, desde el principio, que el final estaba bien... pero que no podía ser así. Tenía que ser un final made in Hollywood.





Elmer Bernstein - Los siete magníficos (tema principal)






domingo, 24 de enero de 2016

Secuelas de Ben-Hur




Como querían sus creadores, yo ví Ben-Hur de niño, en la pantalla gigante de un cine. Sí, ya sé que ahora no se puede, pero les aseguro que la famosa carrera de cuádrigas, en una sala de cine de las de antes, es otra cosa.

La verdad sea dicha, Ben-Hur no no es una película que me gustara en especial. Charlton Heston, lo siento: no puedo con él, aunque reconozco que el canalla éste hizo un montón de buenas películas.

Sigo con Ben-Hur. Me temo que es una de esas películas que he visto en el cine y no he vuelto a ver en un televisor, así que no tengo recuerdos precisos de ella, pero hay dos ideas que me dejaron... ¿cómo lo diría? Traumatizado. Más bien, con secuelas psicológicas.

Una de ellas viene de la escena de carrera: los cuchillos en las ruedas de la carreta del malo. Siempre he querido tener unos así, no sé porqué en el taller se niegan a tunearme el coche con ellos. 

La otra idea viene del principio. Hay una especia de desfile o algo así, no me acuerdo bien, y Ben-Hur se asoma en la azotea de su casa para mirar. Un tiesto suelto, cae una maceta y la mala suerte quiere que sea encima de la cabeza de un romano importante: explica que no lo has hecho a posta, que no ha sido un atentado premeditado. A galeras.

¿Y mi trauma? Desde entonces, siempre pienso que las cosas pueden caerse de los alféizares y lesionar a alguien que en ese momento pasa por ahí. Por cierto, hace unos años se desprendió un cascote de una fachada en el Paseo de Gracia; el cascote rebotó en el toldo de una tienda, y golpeó a un matrimonio turista que estaba paseando. El marido murió, y me parece que de ahí vino la fiebre o fue la puntilla por certificar todas las fachadas de todas las casas de Barcelona.

En fin. A menudo tenemos pequeñas neuras que se originan por las razones más nimias. Seguro que el cine ha creado muchas de ellas en todo el mundo.



Elvis Presley - Blue suede shoes

viernes, 7 de agosto de 2015

Woodrow Wilson




Dave, presidente por un día es una simpática comedieta en la que el ganso de Kevin Kleine hace de panoli que en su tiempo libre actúa en parodias del presidente de los Estados Unidos; resulta que es clavado a él. Por ello, un día el Servicio Secreto le requiere para que asista a una cena en honor del presidente mientras el homenajeado se entretiene con una señorita. La cosa se complica cuando el presidente, en mitad de su actuación, sufre un derrame cerebral o así; el jefe del gabinete decide ocultar la situación y que Dave siga haciendo de presidente hasta encontrar una solución. Ésa es, claro está, una mala idea, pero aquí sirve para hacer una película muy entretenida.

Lo curioso del caso es que la idea no es original. En absoluto. Woodrow Wilson.

Wilson fue presidente de los EE.UU. entre 1913 y 1921. En su primer mandato, su política exterior se podría resumir en un "me importa un bledo lo que pase en el resto del mundo" combinado con un "pero en el continente americano haré lo que me dé la gana y que nadie se meta"; el tipo pensaba que lo que era bueno para los intereses estadounidenses era bueno también para el país americano que les interesara, aunque la mayoría de la población del país americano en cuestión no lo supiera o no estuviera de acuerdo. Ya me entienden.

En 1914 estalla en Europa la Gran Guerra. Wilson es "neutral", más que nada porque los norteamerianos de aquel tiempo eran mucho más diversos y cercanos a sus orígenes europeos que ahora (es decir, había muchos de origen alemán, austriaco, sueco, irlandés, etc). En mayo de 1915 los alemanes hunden el Luisitania (y ésta es historia para otro día, más parecida a lo del Maine que a las versiones oficiales), pero Wilson, impasible el ademán. En 1916 es la campaña electoral para la presidencia, y Wilson se presenta a la reelección jurando y perjurando que los States no entrarán en la contienda. El 7 de noviembre, Wilson gana las elecciones; el 6 de abril de 1917, Wilson consigue que el Congreso declare la guerra a Alemania (les promete "una guerra que terminará con todas las guerras"). Éste es el personaje de hoy.

A lo que íbamos. Wilson tenía de antes hipertensión arterial, intratable entonces. Durante su mandato tuvo episodios de desfallecimiento del brazo, la mano y la pierna izquierda, problemas de circulación en la retina, dolores de cabeza, doble visión,.. ¿Tenía isquemia? Yo no lo sé, pero en septiembre de 1919, en Colorado - Wilson estaba de gira intentando vender el Tratado de Versalles-, el hombre sufre un colapso. Estamos en un pueblecito de Colorado llamado ¡Pueblo! Nadie se entera, sólo la mujer (Edith, su segunda esposa), el médico del presidente y los del Servicio Secreto. Ahí Edith urde un plan: que nadie se entere y ella gobierna el país. Con la ayuda también del secretario privado del presidente se lo monta como se lo monta, consigue delegar unos trabajos en unos y otros trabajos "los despacha" ella personalmente con el presidente; ella, claro, sólo es una correveidile, es el presidente por supuesto quien toma todas las decisiones, qué se cree usted. Más: logra que una periodista publique una "entrevista personal" con el presidente para acallar rumores; la gente de Washington, que tiene mucho tiempo libre y es muy chismosa.

En febrero de 1920 se descubrió el pastel. 

¡Y no pasó nada! Resulta que en aquellos años no estaban las cosas como para estar sin presidente, y los que estaban en el ajo pensaban que era mejor que no estallase el pánico, el caos o lo que quiera que se desata cuando hay un vacío de poder. Todo ello muy razonable, y además a finales de ese año había nuevas elecciones presidenciales. Así que prietas las filas y aguantemos como podamos.

Kevin Kleine es un ganso, pero la película es muy divertida. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, suele decirse, pero ya ven que no siempre.






Bonnie Tyler - Faster than the speed of night

jueves, 25 de septiembre de 2014

Las 10 mejores canciones de Disney

Las películas de Disney, todo el mundo ha visto al menos alguna, nos han dejado un puñado de canciones geniales. ¿Cómo elegir las mejores? Si hiciéramos una lista de "las 100 mejores canciones de Disney", seguro que nos dejábamos muchas fuera. 

Así que me he sentado a hacer mi propia lista y... era de esperar, me salen muchísimas. ¿Cómo no incluir las canciones de Baloo en El Libro de la Selva, el Hakuna Matata o el ¿Quién teme al Lobo Feroz?, por citar sólo algunas? ¿Y quién no ha cantado que Cruella de Vil es todo un espanto? Además, a partir de La Sirenita (1989), Disney descubrió que la banda sonora era tan importante o más que la película, y se dedicó a fondo: cuando la banda sonora le quedaba perfecta, la película arrasaba.

Vista la dificultad de la empresa, he decidido que incorporaría un segundo criterio: no han de ser de las más populares. El resultado ha sido un popurri de canciones excelentes, muchas de las cuales les habrán pasado desapercibidas al ver la película, aunque pienso que sin ellas las películas perderían muchísimo. Si tiene que hacer un trayecto largo en coche con críos, no lo dude. Y si es sin críos, también, qué caramba. Son canciones que nos gustarán a todos.

En fin, éstas son, en mi opinión, las diez mejores canciones de las películas de la Disney, ordenadas cronológicamente.

1) Dumbo (1941): Nunca ví a un elefante volar

 

2) Peter Pan (1953): Por donde tú vayas


 

3) Robin Hood (1973): Jamás en Nottingham



4) La Sirenita (1989): Bésala



 

5) La Bella y la Bestia (1991): Qué festín 



 6) Aladdin (1992): Principe Alí
 


7) Hércules (1997): La canción de Meg



8) Mulán (1998): Un hombre haré de ti
 


9) Tarzán (1999): Hijo de hombre

 

10) Hermano Oso (2004): Que sepa el mundo

lunes, 25 de noviembre de 2013

Kansas


Kansas City, Kansas

Desde Kansas City, Misuri, se cruza el río Misuri y se está en Kansas City, Kansas. Es decir, en el estado de Kansas. La ciudad es la misma, pero la frontera del estado hace esas cosas.

Kansas es Kansas. Es decir, un estado republicano, muy republicano. Agrícola, muy agrícola. Trigo y girasoles, por cierto. Y con muchos tornados. Con muchísimos tornados. Con muchos tornados muy fuertes, ya que preguntan. Así que hablar de Kansas es hablar de todos los estereotipos del centro de los Estados Unidos; más o menos, esto:


Los primeros en llegar a Kansas fueron los españoles, Coronado (Francisco Vázquez de Coronado), en 1541. Por cierto que en esa expedición descubrió un impresionante cañón formado por un río, y le puso el nombre de río Tizón, pero luego se dieron cuenta que las aguas estaban teñidas de la tierra de los cañones, y le cambiaron el nombre a Colorado.

Luego, faltaría más, los franceses se apropiaron del territorio, y el resto ya deben sabérselo.

Pero no crean que es un estado de paletos: con menos de 3 millones de habitantes tienen tres premios Nobel (y ninguno en Literatura, oigan), y aquí se descubrió el helio, en 1905, y se inventó el helicóptero en 1909. Y (los jóvenes deberán preguntar a sus mayores qué es) el dial del teléfono, en 1889, y fue el primer estado que dio a los negros el derecho al voto. Y Amelia Earhart era de Kansas. Vaya, no tan paletos, ¿verdad?

Aunque les confesaré una cosa: para mí, es que pensar en Kansas es evocar el cine. Y no sólo el "Esto no es Kansas" que dirá Dorothy, sino... 

Les daré alguna pista: ciudades de Kansas son Wichita y Dodge City. 

Películas del Oeste.

Y, sobre todas, un personaje, un hombrecillo insignificante que no dejaba de decir que era "de Kansas City, Kansas" (creo que de ahí me viene mi fijación con Kansas City, Kansas) y hacía de viajante de whisky.

A ver si encuentran a mi hombre en la foto del reparto de la película:




No, no es John Wayne. ¿No les he dicho que era un hombrecillo?

Es el segundo por la derecha. Es Donald Meek. Y, ahí donde lo ven, luchó en la guerra de Cuba y Filipinas (yo creo que en Filipinas), donde pilló la fiebre amarilla que, por lo visto, le dejó calvo.

Viendo la foto, creo que todos podemos reconocer, además de a nuestro viajante (precisamente, un personaje tan apocado era uno de los toques cómicos de la película):
  1. Al tramposo jugador de cartas
  2. Al banquero
  3. Al sheriff
  4. A la prostituta
  5. Al médico borrachín
  6. Al bonachón conductor de la diligencia
  7. A la mujer del teniente
  8. Y a Ringo Kidd, que se ha escapado de la cárcel y va en busca de los asesinos de su padre y su hermano.
¡Ah, creo que ya no se hacen películas como las de antes!

Aunque, ya que estoy, les recomiendo fervientemente que vayan a ver Gravity, con George Clooney y Sandra Bullock. Tienen que verla en el cine, porque no pueden verla en un televisor; sería como interpretar a Mozart con un triángulo. La película, ya les digo, es muy buena, y de una tensión terrible (suerte que no dura 90 minutos), pero necesariamente se ha de ver en la oscuridad de un cine, con una pantalla que haya que mirar hacia arriba y hacia abajo, con unas gafas de 3D, y con el sonido atronador. Da igual que cometa errores científicos, es cine. Cine del bueno. De verdad, háganme caso y vayan a verla a su cine más cercano antes de que la cambien. No se arrepentirán.