martes, 24 de abril de 2012

Este contra Oeste


Está a punto de terminar la temporada regular de la NBA. La temporada regular es la fase de liga, durante la cual, en 82 partidos (este año ha sido excepción y sólo serán 66 partidos), juegan todos contra todos. Los equipos están agrupados en dos conferencias, Este y Oeste, y cada equipo juega dos partidos contra cada uno de la otra conferencia, y el resto hasta los 82 con equipos de su propia conferencia.

Una vez acabada la fase regular, empezarán los "play-off", las eliminatorias para decidir el campeón. También esta fase ha ido aumentando; al principio pasaban tres de cada conferencia, y el segundo y el tercero se jugaban el pase a la final de conferencia contra el primero. Ahora, las eliminatorias son cuatro series, cada una al mejor de 7 partidos. Un equipo puede llegar a jugar hasta 110 partidos al año: el sueño del propietario y del dueño del pabellón.

Esto de jugar 82 partidos viene del principio, 1946 (aunque entonces jugaban 75 partidos, pero poco a poco fueron aumentando el número); los primeros equipos eran propiedad de propietarios de equipos de hockey hielo, que tenían la necesidad de seguir llenando sus pabellones cuando acababa la temporada de hockey. Por lo tanto - y llegó a ser una liga de sólo 9 equipos en total-, aunque fueran pocos lo importante es que se jugaran muchos partidos.

A lo que iba. Desde hace años, cuando termina la fase regular me gusta ver la tabla de resultados y cotejar los resultados entre conferencias; es decir, miro cuántos partidos han ganado los equipos de la conferencia Este y a la suma le resto los partidos que han perdido esos mismos equipos. Si la diferencia sale positiva, significa que han ganado más que perdido, y por lo tanto en los duelos de esos equipos contra los de la otra conferencia  han tenido un saldo positivo. Y si es negativo, es al revés.
 
Este año, en este momento el saldo es de 44 victorias a favor de la conferencia Oeste. El dato en sí no tendría nada de particular, si no fuera porque hago esta cuenta desde hace muchos años y siempre, que yo recuerde, gana la conferencia Oeste.

¿Porqué me interesa este número? Si los equipos de un lado son más fuertes que los del otro, el saldo será a favor del de los equipos fuertes. Por lo tanto, es un indicador de qué conferencia es más fuerte.

Por ejemplo: este año la tabla dice que Chicago y Miami, del Este, son los mejores equipos. Son los que tienen más victorias. Pero claro, la conferencia Este es de largo más débil que la Oeste. Y Chicago y Miami juegan la mayoría de sus partidos contra equipos del Este, es decir, contra peores equipos que los   que enfrentan, por ejemplo, Lakers y Spurs, ambos del Oeste. Evidentemente, conseguir un récord positivo en el Este es más fácil.

También es más fácil clasificarse para la segunda fase en el Este: los equipos son peores, el tuerto es rey.  La mayoría de los equipos del Este no duraría dos guantadas en el Oeste. En cambio, en el Oeste se han de matar entre sí para seguir adelante.

Luego, las eliminatorias se juegan intraconferencias hasta la final. De nuevo, las eliminatorias en el Oeste son durísimas y las del Este, para Miami y Chicago, facilísimas; estos dos sólo sudarán cuando se enfrenten entre sí, en la final del Este.

Y ustedes me diran: "Entonces, la final del Oeste es la final anticipada, y el que gana es el que ganará al final, ¿no?". Pues no, porque cuando llega la final, el mejor del Este contra el mejor del Oeste, resulta que el mejor del Este suele tener mejor récord de la fase regular (ha jugado contra peores equipos) y por lo tanto tiene ventaja de campo en la eliminatoria final. Y eso pesa mucho. Aparte de que suele llegar más descansado, tanto por haber tenido unas eliminatorias más fáciles, como por haber pasado en general un curso menos exigente.

Y sin embargo, a pesar de todo eso, que gane un equipo del Este se suele seguir considerando una sorpresa; de los últimos 13 campeonatos sólo 3 fueron al Este. Lo hizo Boston en el 2008, Miami en el 2006, y Detroit en el 2004, y para renivelar la cosa ya hay que remontarse al Chicago de Michael Jordan. Ya digo que, en general, el balance está compensado, pero el favorito siempre es del Oeste.

Lo cual no deja de ser curioso, porque los equipos se surten a la vez y en el mismo mercado, y también los entrenadores salen del mismo sitio. Hay que recordar, además, que normalmente un equipo que permanece muchos años en la cumbre se renueva peor durante esos años que los demás equipos, hasta que finalmente la edad de sus campeones les pasa factura y el equipo se desploma.

¿Entonces?

Mi tesis es que, simplemente, la conferencia Oeste es mejor. Y como desde hace años los jugadores llegan muy jóvenes y sin formar, maduran jugando en la misma NBA. Con lo que aquellos que juegan en los equipos más fuertes aprenden más y se curten más que aquellos que juegan en equipos menos exigentes. Con un comentario adicional: se curte uno más en un equipo fuerte, siempre que éste no sea demasiado fuerte. Tiene que haber espacio para el que crece, si el otro está a un nivel excesivo simplemente no se puede competir con él y el débil desaparece.

Y eso es lo que pasó en la NBA. En los años 70, la alternancia de equipos era absoluta; cada año ganaba uno distinto y sólo dos equipos (del Este) repitieron en 11 campeonatos. Luego, en los 80, Lakers y Celtics dominaron sus conferencias pero no la liga. Los demás equipos crecieron a la sombra de estos dos y, en que pudieron, les dieron un hachazo. El que primero destacó fue Detroit (del Este) y luego Chicago (del Este también). 9  finales y 8 campeonatos entre los dos en 11 temporadas. En el Oeste la cosa estuvo más repartida, Portland, Utah, Seattle, Houston, Phoenix, San Antonio y también Lakers (que aguantaron más que Boston y se rehicieron antes) fueron equipos muy competitivos, pero en el Este Detroit y Chicago acabaron con todo, con un dominio insultante.

El resultado de aquellos años fue que llenaron el Este de equipos de calderilla, en los cuales ya no hubo crecimiento, y en Detroit y Chicago los grandes jugadores de la época (Thomas, Jordan y compañia) dejaron sus equipos hechos un erial, sin ningún tipo de recambios. En el Oeste, por el contrario, la idea de que se podía ganar se mantuvo en muchos equipos y les hizo esforzarse continuamente, año tras año. O, al menos, ésa es mi teoría.

Lo incuestionable es que cada año el Oeste gana un porrón de partidos más al Este. Si no es lo que yo digo, ya me dirán ustedes por qué va a ser.

¿Hay democracia en España?

Formalmente sí, esta claro. El discurso oficial de todos es que éste es un país democrático. Parece ser que se hacen unas elecciones, la gente va, vota a quien prefiere, se cuentan los votos y quien obtiene más votos gana y normalmente gobierna.

Pero si así fuera, España sería muy de derechas. El PP, de filiación indiscutible, ha ganado el gobierno estatal y el de casi todas las comunidades autónomas; en las que no, casi: en Andalucía fue el partido con más diputados, en Asturias no gobierna por su secesión en dos mitades, en el País Vasco sostiene al partido en el gobierno, y en Cataluña... no, ahí no, pero el partido que manda también es de derechas.

Además, es el partido principal en casi todas las capitales de provincias, en casi todas las ciudades importantes y en la mayoría de los municipios.

Sin embargo...

Consulto muchos medios de comunicación: televisión, radio, prensa escrita, Internet,... Salvo algunos julais tipo Intereconomía y unos cuantos medios, la inmensa mayoría son de izquierdas. Casi todos los periodistas que leo o escucho son de izquierdas. El 99% de los blogs de opinión son de izquierdas y el 120% de los blogs que repiten opiniones (fabulosa web www.meneame.net) son de izquierdas.

Si me salgo del ramo de los periodistas, también es muy habitual que den su opinión los ¿intelectuales? ¿artistas?... no sé describirlos pero sí que saben a quiénes me refiero: actores, directores de cine, grupos de jueces y fiscales, cantantes y cantautores, escritores de éxito y escritores malditos, diseñadores de moda, diseñadores de no sé qué es, ... la lista sería larguísima. Por lo general, estos colectivos son de izquierdas. Puede que haya alguno que apoye al PP, pero es que hay mucho intrusismo en la profesión. El verdadero artista o intelectual es de izquierdas.

Pero eso es "la opinión pública-da". ¿Y si hiciera una encuesta en mi entorno? Eso es más fácil. Salvando algunos familiares y un par de antiguos compañeros, yo diría que no conozco a nadie pro-PP. Conozco a mucho furibundo anti-PP, a mucho "de izquierdas, por supuesto", y a mucho "los políticos son todos iguales, que les vote Rita". Pero es que estos últimos son en realidad de izquierdas; para ellos no votar es no votar al PSOE, ya que votar al PP es una opción que no se contempla.

Y, por descontado, cualquier joven que conozco es anti-PP. Y no de ahora, cualquier joven que he conocido en cualquier momento era anti-PP. ¿Porqué? No me lo explico. Podría pensarse que es algo de la edad, que se pasa con el tiempo, pero como tampoco conozco a personas maduras que sean del PP, pues no creo que sea eso.

Sí es cierto que conozco a gente pro-PP. Padres de antiguos compañeros de mi infancia, lo que equivale a describir a personas que crecieron en la postguerra, medraron con Franco y consiguieron sacar adelante una familia en un mundo preconstitucional. Gente a la que le fue razonablemente bien, que sufrieron (supongo yo) penurias y contratiempos pero que estudiaron, trabajaron, y en general sobrevivieron con dignidad. Estas personas, ya digo, no percibieron aquellos años como el infierno en la tierra que nos describen los libros de historia escolares, y no han considerado que la derecha fuese una opción inaceptable.

Pero, como digo, éstos los percibo como apenas una minoría, una simple muestra de que en el mundo hay "gente pa'tó".

¿Entonces?

¿Es posible que yo me mueva en los ambientes más prorrevolucionarios posibles? Lo dudo. Más bien no. Es posible que yo me mueva en ambientes representativos pero que por pura mala suerte, sólo encuentre a los izquierdistas que son la excepción en esos ambientes, pero también lo dudo. Esto último más, pues por estadística lo considero sencillamente imposible.

Así pues, se me ocurren otras dos posibilidades.

La primera, que los resultados de las elecciones sean falseados sistemáticamente por una clase dominante que nos tiene engañados. Es una opción a tener en cuenta, ¿no? Cuadra con el hecho de que la inmensa mayoría de mis conocidos sean de izquierdas y con que los resultados de las elecciones son a favor de la derecha. 

La otra opción sería que la gente me mienta. Que me muestre que son de izquierdas, pero que en el momento clave voten a la derecha. Y que luego niegue haberlo hecho, claro. Y no solo la gente que conozco, también los periodistas, los artistas-intelectuales, los blogueros y usuarios de internet,...

Esta opción también sería posible, cuadra con todos los datos que tengo hasta ahora. Sólo que no le encuentro explicación. 

Otra cosa que tampoco entiendo de la política es que todo el mundo piensa - o como menos así se refleja en la mayoría de los artículos de opinión y manifestaciones públicas- que lo que nos pasa, los millones de parados, la crisis económica, el futuro sin futuro que vemos, el desprecio internacional que sufrimos, todo, es culpa del Gobierno. Del Gobierno de ahora, se entiende. Los que mandaban hace cuatro meses gritan que todo es culpa de los nuevos y que nos están llevando a la ruina; que si hubiéramos sido listos y les hubiéramos dejado seguir a ellos, nada de lo que está ocurriendo nos pasaría. Y todos estamos de acuerdo con ellos y les jaleamos.

Por otro lado, no sé porqué me meto en estas disquisiciones, en estos berenjenales. Yo soy ingeniero. Y un ingeniero muy ingeniero, por si hace falta decirlo. No entiendo a las personas y no sé porqué hacen lo que hacen; yo sólo sé de números.

Quizá esto explique por qué los ingenieros no somos los que controlamos el país. Ni éste ni ningún otro, por añadidura.

jueves, 19 de abril de 2012

Una vieja costumbre de la familia de los Borbón

Como todo el mundo sabe, el Rey de España es un Borbón y pertenece, como su propio apellido indica, a la familia de los Borbón.

Los que además hubieran estudiado antes de la ESO sabrán que los Borbón es una familia antigua, que reina en España (con paréntesis) desde 1700 y que a su vez descienden de los reyes de Francia. Los listorros de la clase sabrán citar a Luis XIV, el Rey Sol, como uno de los Borbones, y los sabiondos incluso hablarán de su padre, Luis XIII (sí, el de los mosqueteros). ¿Alguien sabría citar alguno más? ¿Nadie? No me lo creo, seguro que los auténticamente empollones recordarán al padre de Luis XIII, Enrique IV. ¡Venga, se estudiaba en el cole! Es el de la matanza de San Bartolomé y "París bien vale una misa". ¿Verdad que ahora sí que les suena? Enrique IV dijo la famosa frase en 1593, tras la cual Felipe II (el nuestro) autorizó que fuera rey de Francia. Así que desde 1593 los Borbones son los reyes de Francia. 

Pero hay más: el apellido por el que se les conocía no era el de Borbón, sino el de Capeto. Los Borbón son de la familia de los Capeto. De hecho, los Borbones son Capetos. 

El origen de los Borbón empieza cuando Roberto de Clermont se casa con Beatriz de Borbón; su primer hijo, Luis, fue el primer duque de Borbón: Luis I de Borbón. 1317. Una familia antigua, ya ven. Y aún no saben cuánto.

¿Por qué digo que Roberto de Clermont (1256-1317) era un Capeto? Porque era hijo de San Luis IX, rey de Francia, sólo que el sexto hijo, con lo que en 1268 (con doce años) se le nombró conde de Clermont; el reino lo heredó su hermano Felipe, mayor que él.

Pero lo que importa es que Luis IX era un Capeto, y su hijo también se llamaba Roberto Capeto. Supongo que ya se estarán preguntando quiénes eran los Capeto, ¿no? Pues vamos allá, solo que me van a permitir (la mayoría, agradecer) un salto de, digamos, trescientos años.

En el año 987 Luis V el Holgazán se cayó del caballo en una partida de caza y murió por las heridas. Para nosotros sin duda Luis V era un panoli, pero para la gente de su época su muerte significaba el fin de la civilización tal y como la conocía; recuerden que creían que el año mil, en trece años, sería el fin del mundo.

¿Que tenía de especial Luis V? Casi nada; simplemente, era el último carolingio. El último descendiente de Carlomagno, el gran mito de los europeos; por tanto, el último hombre con un derecho divino para ser rey. ¿Qué hacer, qué va a pasar?, se preguntaron todos. Pues que a río revuelto, ganancia de pescadores.

La verdad es que Luis V era un holgazán porque no tenía nada que hacer. Tenía el título de rey, se le daba un tratamiento especial como tal, y poco más; creo que ni le dejaban pasar en la cola de la panadería. Además, su "reino" sólo abarcaba una parte, no toda, de Francia. Y lo digo entre comillas porque era la zona en la que los nobles solían decir que tenían un rey, no porque el rey reinara en esa zona.

El caso es que, aunque fuera por trece años, pensaron que debían tener rey (como se había hecho "toda la vida"), pero ¿quién? Uno de los señores más poderosos (poco poderoso, pero de los más) era un tipo que tenía bastantes tierras alrededor de París, y también otras por otros lugares. Se llamaba Hugo, pero tenía un apodo (como la gente de nuestros pueblos), derivado de una capa que solía usar su familia cuando ejercían ciertas funciones ceremoniales como abad. El apodo, claro, era "Capeto". Se le conocía como Hugo Capeto, y a toda su familia desde entonces se les ha llamado "los Capeto".

Bueno, abrevio. Su abuelo y su padre habían pasado años intentando imponerse a los carolingios sin conseguirlo, primero por la fuerza y luego, cuando vieron que no, por la astucia (mediante intrigas o, como decimos ahora, mediante la política). Cuando pasó lo del caballo, Hugo vio la ocasión clara y maniobrando entre bastidores consiguió que los nobles lo eligieran rey. Lo cual logró, entre otras cosas, porque era algo que no tenía connotación práctica. Hugo Capeto fue rey, sí, pero como si nada. Quizás menos aún, puesto que él no había heredado ningun título; de hecho, en una batalla contra el conde de Angulema éste le recriminó que no tenía ningún derecho como rey, pues había sido elegido por ellos.

Lo que pasa es que cada Capeto se empeñó en dotar al título de algo de poder primero y de algo más de poder del heredado después; y el resultado es el hexágono que hoy conocemos como Francia. Los Capeto consiguieron mantenerse como dinastía, y cuando el rey Enrique III murió sin hijos y consiguió el trono Enrique IV, éste lo hizo haciendo valer sus derechos como Capeto. En definitiva, un Capeto estuvo al mando de Francia desde 987 hasta 1792 y luego hasta 1848, y un Capeto es actualmente Rey de España.

Como ven, una familia larga y antigua. Sin duda, tenían que tener un secreto para sobrevivir como dinastía, ¿no? Pues sí lo tenían, y es lo que quería contarles desde el principio. Hay un truco con el que los Capeto (como nuestro Rey) consiguieron siempre mantenerse como reyes.

Y era muy simple. Lo empezó Hugo, el primero. Él no quería que después de muerto los nobles eligieran rey, pues con toda probabilidad habría cada vez una guerra civil. Quería que el título se heredase (lo que le daría la legitimidad que él no tenía), pero también sabía perfectamente que una vez muerto, los demás señores no jurarían fidelidad y vasallaje a su hijo. ¿Qué solución encontró? Coronó a su hijo Rey, con pompa eclesiástica y todo eso, estando él todavía vivo (de hecho, a los seis meses de ser elegido, por lo que pudiera pasar) y obligó a los demás nobles a jurarle al chico el vasallaje.

Así, cuando él muriera ya habría un rey establecido y aceptado por todos, y nadie le discutiría el título.

La jugada le salió bien y los Capeto mantuvieron la costumbre durante dos siglos, hasta que la dinastía estuvo plenamente consolidada y a nadie le habría cabido en la cabeza que el heredero Capeto no fuera el Rey.

Y como ven, no les fue mal del todo.

Estos días se está hablando mucho de nuestro Rey de ahora, Juan Carlos I. Pero yo no estoy diciendo nada al respecto, que conste; sólo les he contado una pequeña y antigua tradición de su familia.

Total, el saber no ocupa lugar y [si han llegado hasta aquí es que] les he entretenido.

¿Gana la defensa o el ataque?

De un tiempo a esta parte (o desde siempre, ¡vaya usted a saber!), en muchos deportes se imponen las tácticas defensivas como estrategia de juego. Principalmente lo vemos en fútbol y baloncesto, pero también ocurre en otras disciplinas: en 1966 Tigran Petrosian fue campeón del mundo de ajedrez, y era un tipo que era o'rei do defensa: el contrincante se veía impelido a atacarle y él, perfectamente atrincherado con sus piezas, se defendía como un león; una vez el otro se había estrellado contra sus murallas y había perdido casi todo, Petrosian se lo ventilaba de un zarpazo. También en Fórmula-1: por ejemplo en 1982 Keke Rosberg fue campeón habiendo ganado sólo una carrera. Y en ciclismo Induráin nos enseñó que para ganar el Tour no hay que ser un valiente e intentar dejar a los demás atrás, basta con ser constante y aguantar siempre con el grupo de cabeza. Tan es así que hoy todo el mundo sabe que el Tour se pierde, y quien el último día no lo haya perdido es el que lo gana.

Pero, como digo, es en fútbol y en baloncesto donde se ha impuesto con total descaro la estrategia ultradefensiva. Suele aducir el entrenador de turno que "salir a ganar en... es un suicidio", y se queda tan pancho. Y lo peor es que a veces les sale bien, y si pierden pero no salen apalizados, ellos tan contentos.

Luego se quejan que las televisiones no quieren retransmitir los partidos en los que estos paquidermos se enfrentan entre ellos. Que sólo quieren Barcelonas-Real Madrid; y no se dan cuenta que esos dos equipos siempre juegan a ganar. 

De hecho, cuando surge una alternativa se le distingue precisamente por ese hecho: porque juegan a ganar. Recuerden al Sevilla de hace unos años, al Villarreal de unos pocos más, al Tau en baloncesto...

Por otro lado, con esta gente no se puede discutir, porque si les achacas su estrategia te responden que si tuvieran la plantilla del Barça también ellos saldrían al ataque. Como si sólo bastara con eso.

Y el público también tiene su parte en este resultadismo. Saben perfectamente el míster del Barcelona y el del Madrid que si ellos jugaran para el resultado, el público les abroncaría y los echarían. Pues si en el resto de campos el público acepta que su equipo juegue así...

Y no me refiero a defenderse bien. Tiene mérito cerrarse bien atrás, presionar cuando el otro ataca, atentos a robar la pelota y atacar con rapidez y precisión en que se tiene una oportunidad. No, yo critico las estrategias basadas en cortar el juego, en provocar faltas, en perder tiempo, en plantear el partido para tener el tanteo cuanto más bajo mejor, que se agote el tiempo y hayan pasado las menos cosas posibles,...

En fin, menos mal que no todo el mundo en el deporte está bajo el control de estos cromagnones.

Esta reflexión inicial viene a cuento de que quería comentarles el partido de la Final Four de la NCAA Louisville contra Kentucky. Louisville (a 90 km de la universidad de Kentucky, en Lexington) era la mejor defensa de la liga. Era el equipo que entrenaba Rick Pitino. En el otro lado, Kentucky: el mejor ataque de la liga. No se decía que era la segunda mejor defensa de la NCAA, pero probablemente lo era, que lo cortés no quita lo valiente.

Antecedentes: 1) en el enfrentamiento anterior (del campeonato regular), los Cardinals de Louisville eran los que habían cometido la machada de secar a los Wildcats de Kentucky. Y 2) en el partido previo de cuartos de final, Florida contra Louisville, éstos perdían de paliza a quince minutos del final. Y defendiendo como nunca se ha visto, lograron dejar al otro equipo en tres puntos y meter ellos los necesarios para darle la vuelta al partido.

Añadan a esto que la rivalidad entre ambos equipos es una de las mayores de Estados Unidos y que en juego estaba el pase a la gran final. Más emoción, imposible.

Así que tenemos a mi derecha al mejor equipo (si han leído mi artículo de ayer sabrán que los cinco titulares son ya carne de NBA), y a mi izquierda al aspirante, hecho de despojos y descartes del campeón, pero que va a pelear cada bola como si les fuera la vida. 

La verdad es que equipos como los Cardinals hay cientos; la diferencia estriba en que a éstos les entrena Rick Pitino, y Pitino entiende la defensa como los judokas, que utilizan la fuerza del contrario para vencerle. Es tal la maestría de Pitino en esto que psicológicamente sus equipos juegan con uno más; cuando consiguen acercarse en el marcador, a los rivales les entran los miedos y se derrumban, mientras que los Cardinals, confiados en que lo lograrán, se conservan serenos y encestan una y otra vez.

No sé si por suerte o por desgracia, contra los Wildcats no lo lograron; casi lo consiguieron, pero fue sólo casi. Ahora, yo les digo que los partidos de Louisville fueron todos emocionantísmos, de los que ves clavado al sillón. Porque (esto no se lo había dicho) los Cardinals no juegan a la defensiva al estilo europeo, no. Juegan a la defensiva, pero de otra manera.

Pongámonos un momento en el pellejo de Pitino. Él mira al equipo rival: el número 1 del próximo draft, varias estrellas en ciernes, equipos históricamente exitosos,... Luego mira al suyo y sólo ve chavales voluntariosos pero relativamente poco dotados, poco atléticos; como mucho quizás alguno triunfe como especialista defensivo (estén atentos en los próximos años a un base de Samoa). ¿Qué hacer? Si intentan ganar metiendo más canastas que Kentucky los van a machacar, eso es seguro. Así que va a tener que hacerlo al revés: que los otros metan menos canastas que nosotros.

¿Y? me dirán, esto es lo mismo que vemos con Clemente, con Maguregui y con los miles de entrenadores que tenemos por aquí. Pues no, les repito, porque Pitino lo entiende de una manera diferente. 

Déjenme primero que les cuente una historia:

En enero de 1971, los Rams de la Universidad de Forham visitaron la cancha de los Redmen de la universidad de Massachusetts. Era un partido con una desigualdad sólo posible en la NCAA. Los Redmen llevaban invictos en su campo (denominado "la Jaula") desde diciembre de 1969; su estrella era ni más ni menos que Julius Erving, Dr. J. (baste decir que cuando se retiró, en 1987, se pudo decir ya propiamente la frase de "ya no quedan jugadores como los de antes"), pero en cualquier caso eran muy, muy buenos.

Forham, por el contrario, era muy malos. El pivot llevaba lesionado desde el inicio de la temporada, con lo que el jugador más alto medía 1,95, y el alero titular medía 1,88. Pero es que era un equipo hecho con chavales de los arrabales del Bronx y Brooklyn. Italianos, irlandeses, todo eso.

Sin embargo, desde el pitido inicial los Rams salieron a disputar el partido. ¿Cómo? Presionando. En toda la cancha. En baloncesto un equipo tiene cinco segundos para sacar de banda, y en ese  momento sólo tiene a cuatro jugadores en pista y el que defiende tiene a cinco. Presión. Si consiguen sacar el balón y que lo reciba un jugador del equipo, éste tiene ocho segundos para cruzar el campo. Presión. Como eran cinco contra cuatro, hacen un dos contra uno al que tiene el balón. Éste tiene que no ponerse nervioso, controlar el balón, saber qué hacer: pasarlo, si puede, y pasarlo bien, o botar y avanzar. Y si pasa, que sepa que a quien pasa lo estarán marcando de cerca para robar el balón. Mientras que el equipo defensor, con menos talento, si roba el balón conseguirá contraataques y puntos fáciles, mucho más en cualquier caso que contra un equipo mejor y organizado para defender.

Es fácil imaginar que al principio los Redmen se quedarían anonadados: ¿quiénes eran estos chicos? ¿qué manera es ésta de jugar? ¿porqué no hacen como todos, nos esperan en su zona perfectamente ordenaditos y esperan a que lleguemos allí a hacer las jugadas que tenemos ensayadas? Supongo que el entrenador pediría un tiempo muerto para dar las consignas necesarias, pero Forham se había puesto 13-6. Y defendieron esa ventaja a muerte el resto del partido. 

Para los Rams, fue durísimo y agotador. Uno tras otro, un italiano o un irlandés del Bronx tenía que salir a partirse el careto defendiendo a Erving; uno tras otro, los italiano y los irlandeses eran eliminados por personales. Ninguno era tan bueno como Erving. Pero no importaba: Fordham ganó 87-79.

Aquel día, David venció a Goliath pero, curiosamente, nadie aprendió la lección. La táctica de Forham no se empleó igual más, y aunque unos chicos callejeros habían vencido a los orgullosos bostonianos, tampoco éstos pensaron en aplicarla.

La verdad es que nadie sabría ya nada de ese partido, si no fuera porque en el equipo de Massachusetts había un base novato y alfeñique que no jugó un solo minuto pero que lo vio todo. Vio cómo sus ídolos, los jugadores que tanto admiraba, caían ante una jauría de perros que defendían en cada centímetro de la pista, una pista donde nadie les había ganado antes. Y no lo olvidó. Cuarenta años después, todavía recuerda la alineación de Forham: Yelverton, Sullivan, Mainor, Charles, Zambetti. Obviamente, aquel chaval era Rick Pitino. 

Poco después Pitino se hizo entrenador. Y aplicó lo que vio aquel día: presión en toda la cancha, constante, pelea por cada balón. Intentar cansar al atacante para que, si sale de la presión de la defensa, apenas tenga aliento para hacer bien su jugada o su tiro. ¿Que qué tal le ha ido? Juzguen ustedes mismos, su historial es impresionante (en términos americanos, que valoran tanto el título como haber llegado a la final, a las semifinales, etc). Pero, sobre todo, lo consiguió entrenando a equipos menores, casi siempre desprovistos de talento. Como Louisville, que se plantó en la Final Four.

Son maneras distintas de entender cómo se ha de defender. Y, ya les digo, la defensa de Pitino proporciona unos partidos memorables. Aunque a mí me entran dudas: la técnica de Pitino ¿es defensa o es ataque? Porque el resultado es que el que tiene la pelota se dedica a defenderla y "el defensor" le ataca para cambiar la situación. Como en fútbol americano, que el equipo que tiene el balón es el defensor (defienden al quarterback) y el que no es el atacante.

En cualquier caso, cuando alguien les diga que con el equipo que tienen no se puede hacer otra cosa que montar un cerrojo atrás, cuéntenle la historia de Pitino. Y que no se quejen de ser peores, que salgan y se esfuercen como no lo hacen los buenos.

¿No creen?

martes, 17 de abril de 2012

Ganó Kentucky

Ya les conté que me gusta la NCAA y que iba a ser la Final Four. Vi la semifinal Louisville-Kentucky y la final Kentucky-Kansas. Ganó Kentucky.

Como les dije el otro día, a esas alturas de campeonato todos los jugadores son casi profesionales, todos intentan entrar en la NBA más que en graduarse. Y así se explica que el quinteto de Kentucky fuera de tres novatos y dos "veteranos" que estaban en su segundo año. Y que los cinco hoy han dado una rueda de prensa anunciando que (los cinco) se pasan a la NBA. Uno de los novatos será el nº 1 del draft con total seguridad, otro será de los cinco primeros y el tercero estará entre los diez primeros. Todo el quinteto será elegido entre los 20 primeros puestos, pienso yo. 

Normal que ganaran, me dirán. Era un quinteto de la NBA.

Estoy de acuerdo. Pero lo que me importa es que los tres novatos, liderados por un chaval Anthony Davis de 19 años, dejan la universidad, donde lo tenían todo pagado, para iniciar cuanto antes su carrera en la NBA. Se ve que les iba de dos años.

La carrera universitaria americana dura cuatro años. El primer año son "freshman", el segundo "sophomore", el tercero "junior" y ya por fin el cuarto son "senior". Antes, a la NBA pasaban los senior; si eras muy bueno, también pasabas de junior. Kareem Abdul Jabbar llegó a senior, como Pat Ewing, Olajuwon, David Robinson, Kevin McHale, Steve Nash, Stockton y montones de "paquetes" como estos. Alguno sólo aguantó tres años, como Michael Jordan, Isiah Thomas o Charles Barkley, e incluso Saquille; hoy los habrían fichado en la guardería.

O, por ejemplo, John Thompson fue el entrenador de Georgetown 27 años; de sus jugadores, sólo Iverson y Victor Page entraron en la NBA sin graduarse. Pero para entonces ya pesaba la experiencia de muchos jugadores que habían triunfado con sólo tres años de carrera.

Una excepción famosa fue Moses Malone, que no fue a la universidad. Para los americanos, aquello (y que además fuera bueno) era tan inconcebible que no dejaron de repetirlo una y otra vez. Años después, en 1988, Shawn Kemp, que iba a jugar en la universidad de Kentucky, se vio metido en un escabroso lío y no pudo jugar, así que dio el salto a la NBA. Como también le fue bien, otro chavalín, Kevin Garnett, también quiso entrar directamente desde el instituto. Y los Minnesota lo ficharon. Entonces, al año siguiente, el crío Kobe Bryant se apuntó también. Y a partir de ahí, la locura. Si tenías que ir a la universidad para entrar en al NBA, es que eras un paquete. 

Llegó un momento que hubo equipos que tenían a tres o cuatro jugadores que no habían ido a la universidad. No es que fueran estrellas, simplemente eran válidos para puestos secundarios y se habían apuntado. ¿Habrían llegado más lejos si hubieran ido a la universidad? Seguramente, pero les pudo más el dinero y a los equipos el apostar a que fueran el nuevo Kevin Garnett.

¿Cuál fue el resultado? Globalmente, la NBA se ha resentido. Sus mejores jugadores no se forman debidamente y no alcanzan su máximo potencial; se quedan en buenos. ¡Lo que hubiera sido Kobe si le hubieran enseñado a jugar tres o cuatro años! No es extraño que el resto de países nos estemos acercando a su nivel.

Los jugadores de ahora son más chupones, más jugones, más tontos. Entienden peor el juego, en una palabra. Y, además, los que se convierten en estrellas lo hacen mucho más jóvenes, con 19 ó 20 en vez de con 24. Y hay diferencia. Quizá eso explique lo cretino que eran en sus inicios Kobe Bryant y Garnett, las tonterías que hace Lebron James o los errores inmensos que está cometiendo Howard. Falta de madurez.

Hace unos años, la NBA se dio cuenta que de seguir así iban a fichar a los niños antes de acabar el instituto, e impuso una nueva regla. Como mínimo han de pasar un año en la universidad. Algo es algo, pero los cinco de Kentucky se pasan de golpe a profesionales. Como todos los primeros puestos de los dratf desde entonces (Oden, Kevin Durant, Rose, John Wall, Irving, etc) menos Griffin que aguantó dos años.

Yo creo que la NBA debería establecer un mínimo de tres años en la universidad. O la edad equivalente, al menos. No hay que meter a adolescentes en un mundo de dinero, agentes, viajes y pernoctas, aduladores, la vida fuera de casa... todo lo que conlleva la NBA. Aunque supongo que soy un carca y un rancio, pero yo creo que no es un mundo para jóvenes tan jóvenes.

En fin, me quedo sin espacio y yo quería hablarles del partido Louisville-Kentucky. Otra vez será, lo prometo, que la cosa tiene su miga.

lunes, 16 de abril de 2012

Cómo resolver un problema

¿Sabe usted decirnos cómo se resuelve un problema?

"Adivina qué estoy pensando". Quien más, quien menos, todos hemos jugado al juego infantil de adivinar qué está pensando el otro. Hay que ir haciendo preguntas, a las que se debe contestar sí o no, y poco a poco ir definiendo el pensamiento de la otra persona. Es una cosa, no es un animal, es una planta, no es un árbol, es una flor, se cultiva en macetas, no es de color rosa, bueno, a veces, es de color rojo (suelen), los está exterminando un insecto que viene de Marruecos, antes tenía en el alféizar de la ventana de mi habitación, son !geranios!

Para ganar a este juego no es necesario ser muy listo: un niño lo consigue. Pero sí se necesitan dos cosas:
  1. Saber qué preguntar. Tratándose de flores, quizá el color no sea una buena idea y haya otras características que las definan mejor, que diferencien unas de otras, ¿no?
  2. No tener prejuicios. Ésa es precisamente la clave del juego, que el otro puede pensar en cualquier cosa y por lo tanto el adivinador contempla también todas las posibilidades.
En mi opinión, pocos problemas habrá más difíciles que el "adivina qué estoy pensando". Así, de entrada, sin ninguna pista y con miles de millones de posibles soluciones. Pues bien, si un problema tan difícil se resuelve con dos estrategias, lo mismo se debe aplicar para resolver los problemas que se nos presentan.

Ejemplo: en un lujoso transatlántico, una fría noche un maquinista avisa al jefe de máquinas: "Jefe, tengo agua en los tobillos". ¿Qué está pasando? ¿Qué hay que hacer?

Si usted responde que hay una vía de agua, el barco se está hundiendo y hay que intentar cerrarla lo antes posible, usted no debería ser jefe de máquinas ni capitán de transatlánticos, mejor que pruebe en otro oficio. ¿Porqué se ha adelantado a decir qué está pasando, cuál es el problema y qué hay que hacer?

Hasta ahora, el maquinista ha hecho bien: ha informado a su superior de un hecho que puede ser síntoma de un problema.

Ahora, el jefe de máquinas debe conocer más cosas: ¿Es agua salada o dulce? Es posible que se haya reventado algún depósito de agua que haya en la sala, quizás de alguna enfriadora. Es agua salada. ¿El nivel es estable o va subiendo? Sube. ¿Rápidamente o despacio? No sabría decirlo, pero yo creo que más o menos un centímetro por minuto. Bien, es posible que haya una vía de agua. Intentemos localizarla. La localizan. Efectivamente, hay un boquete en el casco y está entrando un chorro de agua. Fría como el hielo.

Evidentemente, para resolver un problema lo primero que hay que hacer es identificarlo. ¿Cuál es el problema en este caso? ¿Que hay una vía de agua?

¿No le he dicho que no hay que tener prejuicios sobre cuál es el problema y la solución? ¿He dicho en algún momento que el barco está en mar abierto? No, ¿verdad? Pues entonces no dé soluciones a problemas que no tenemos. 

Seguimos. El jefe de máquinas llama al capitán (porque, efectivamente, están en mar abierto). El capitán, sereno, se informa de todo. Lo que ocurre, la velocidad a la que entra agua, el peligro que supone visto desde la sala de máquinas. Es su turno. Él debe determinar cuál es el problema. Porque no, no es que haya una vía de agua. El problema es que Nueva York está todavía a doscientas millas. Si estuviera a diez millas, sin duda llegaban tan panchos, descargaban, y ya con la luz del día y en puerto se reparaba el boquete. Pero el problema es que están lejos del puerto.

Más datos: hay más de dos mil pasajeros, fuera hace un frío que pela, estamos lejos de todo... el capitán, metódicamente, va definiendo el problema. ¿Es una brecha que se puede reparar fácilmente?  ¿Corre peligro verdadero el buque? ¿Es una ruta comercial y tenemos más barcos a corta distancia? ¿Podemos esperar ayuda de esos barcos? ¿Podemos evacuar el pasaje con seguridad? ¿Podemos achicar agua y minimizar el caudal neto de entrada? ¿Con cuánta agua puede el buque seguir navegando? ¿Hay alguna instalación básica que corra peligro de averiarse por el agua?

Como ven, el capitán se dedica a definir completamente el problema, todo lo que puede influir en él, todo lo que condicionaría las soluciones que se les ocurran.

¿Han visto alguna vez "House"? Resuelve los casos más difíciles, pero éstos lo son no porque la enfermedad sea complicada, sino porque nadie da con el diagnóstico correcto. En cada capítulo, House se dedica a determinar más que los síntomas visibles, averigua qué más le pasa al paciente, dónde vive, cómo reacciona la enfermedad ante distintos estímulos, contempla todas las posibilidades (todas, empezando porque sea lupus o autoinmune), y al final hace el diagnóstico correcto y todo el mundo alucina de cómo lo supo.

El ingeniero, al que se le contrata por su ingenio y por lo tanto por su capacidad de discurrir, es una persona acostumbrada a resolver los problemas que los otros no consiguen. Y lo hace como el capitán del barco, como House. Define todo lo que se pide, no sólo "quiero una chimenea" - que es el encargo inicial-, sino todos los parámetros que la definen de forma y dimensiones, emplazamiento, terreno donde se asienta, edificaciones, normas legales que le afectaran, planes futuros del cliente, interferencia con instalaciones o elementos, posibilidades de construcción, mantenimiento... El buen ingeniero tiene en cuenta todo. Muchas cosas se las dirá el cliente. Algunas, de buen grado; las más, extrayéndole la información con sacacorchos (¿porqué no me dijo antes que por el puente debían circular camiones?). Otras, en cambio, no las sabe el cliente y debe basarse el ingeniero en su propia pericia. Pero es absolutamente fundamental, para tener éxito, que el ingeniero establezca todo aquello que la solución debe cumplir y qué condicionantes tiene. Lo que llamamos "las especificaciones". Y, fíjense, las especificaciones no versan sobre la solución. Versan sobre el problema. Cuando alguien diga que "deberá tener clavija de conexión eléctrica de tipo estándar europeo" no está diciendo cómo es la solución: está definiendo el problema. El aparato que se nos solicita ha de tener clavija de enchufe de estándar europeo. Ya no es solo un "quiero un aparato", ya es un "quiero un aparato de motor eléctrico que corte el cabello, pueda manejarse con una mano -indistinta cuál-, pueda conectarse a la red eléctrica con una clavija de tipo estándar europeo... " ¿Ven? Todas las pistas no nos están diciendo cuál es la solución, nos están definiendo el problema. Y cuando el problema esté completamente definido (o suficientemente, si es usted bueno),... la solución será facilísima. Se lo digo por experiencia.

Y por descontado, para establecer unas buenas especificaciones, es básico que el ingeniero no presuponga la solución. No ha de creer que ya lo sabe, porque es seguro que se está dejando muchos aspectos que invalidarán su propuesta. Como descubrirá cuando se la presente al cliente, por cierto. Porque, sí, no se lo había dicho, pero el cliente tiene una fábrica de tablones de madera y por lo tanto el puente debe ser de madera y no de acero.

Bromas aparte, para resolver un problema, repito:
  1. Establezca todo lo que pueda sobre el problema. Es decir, cuál es exactamente el problema. El verdadero problema, por descontado.
  2. No se defina una solución antes de haber definido el problema. Si está usted pensando que lo que el hombre necesita es una segadora de césped para resolver su problema de cabello largo y cree que no necesita saber más sobre el problema... seguro que nos anunciará triunfante que ya lo ha resuelto y que sabe lo que él necesita.
Y, ya puestos, ¿sabe cómo se sabe que se ha resuelto el problema? Pues porque en ese momento todos los demás lo verán clarísimo y se asombrarán de que esa nadería haya supuesto un problema: ¡si la solución era evidente!

Tal como le pasa a usted ante la pregunta que le he formulado al principio, de cómo se resuelve un problema.

domingo, 15 de abril de 2012

Nuevo récord

Algunos récords se baten milésima a milésima, centímetro a centímetro. 

De éstos, algunos son ¿cómo decirlo?... "sospechosos". Son récords como los de salto de pértiga, como Sergei Bubka, que estableció los récords al aire libre de 5,84, 5,88, 5,94, 6,00, 6,01, 6,03, 6,05, 6,06, 6,07, 6,08, 6,09, 6,10, 6,11, 6,12, 6,13 y 6,14 m, amén de un porrón de récords en pista cubierta (llega hasta 6,15 m). Teniendo en cuenta que él cobraba un extra por batir el récord, no importa por cuánto lo batiera, y que en pértiga puedes saltar siete metros y si el listón está a 6,10 lo que se registra es que has saltado 6,10... ¿qué piensan ustedes? Pues eso.

Otra historia son los récords que se baten por muy poquito, pero porque el hombre no da mas de sí. Por ejemplo, los 100 m lisos. Una centésima de segundo es la diferencia habitual entre un récord y el anterior; como para dudar incluso del propio sistema de medición.

Pero luego hay récords que se baten a golpes, y ésos son los mejores. Y, por antonomasia, el récord de salto de longitud. Jesse Owens lo estableció en 1935. Duró 25 años, hasta 1960, y luego se fue mejorando hasta 1965 con 8,35. En 1968, Bob Beamon, que no había saltado nunca más de 8,33 y que después ya no pasaría de 8,22... saltó 8,90. La regla de medir el salto sólo medía 8,50 (¡cómo iban a imaginar que fuera insuficiente!) y hubo que medirlo con cinta métrica. Si buscan un registro estratosférico, ahí lo tienen. Pasaron los años y nadie, nadie, siquiera llegó a pensar que se batiría. Yo, por ejemplo, ni siquiera confiaba en que lo lograra Carl Lewis. 

Al fin, llegó el 30 de agosto de 1991 y los Campeonatos del Mundo de Atletismo en Tokio. Lewis absolutamente genial. Saltó 8,68. Récord del campeonato, pero no el absoluto. Pero era su primer intento. En el segundo... 8,86. Increíble. En el tercero, ¡8,91! ¡Arghhh no era récord del mundo porque había tenido 2,3 m/s de viento a favor! Le quedaban dos saltos: 8,87 y 8,84. De largo, la mejor serie de saltos de la historia. Pero, pero, pero... había otro saltador. Que parecía que saltaba con un saco de patatas, pero cada saltador tiene cinco intentos. Y este tipo, Mike Powell, de pronto... 8,95. Sin viento. Todo legal. Récord del mundo 23 años después. Han pasado 21 más, y ahí sigue. Y lo que te rondaré, morena. Por cierto que Powell pisó 6 cm antes del límite, con lo que en realidad saltó 9,01.

Pues eso. Algunos récords se establecen de golpe y por muchos años, hasta que un buen día otro mastuerzo tiene el momento de su vida y lo bate.

¿A qué viene esto? Bueno, verán...

Yo he hecho mis cositas. Actualmente, casi todo lo que calculo son "patas de banco", pero sí que otras veces he hecho algunas cosas interesantes; no muchas, claro, sólo alguna que otra. Una vez, un edificio de 100 m y pilotes de 46 m de profundidad, por ejemplo. Pero la mayor parte de mi historial está tachonado de cosas normalitas, de las que podría hacer cualquiera. Es posible que en mi caso concurrieran circunstancias especiales que complicaban las cosas (algo así como si yo tuviera registros de salto de longitud de 8,40... sobre nieve virgen, con ventisca en contra y vestido de buzo con escafranda), pero nada que me sirva para alardear en la barra de un bar. Recuerdo incluso una obra increíblemente difícil, que el constructor se tiraba de los pelos porque nadie advertía el tremendo mérito de lo que estábamos haciendo y, una vez acabado, el falso techo y las paredes de cartón-yeso lo iban a tapar todo... Y sin embargo, lo contabas y sonaba a problema de becario, al abecé de las estructuras.

El caso es que acabo de batir un nuevo récord. En este caso personal, claro, pero récord a fin de cuentas. Y lo he hecho a lo salto de longitud: de golpe, dejando mi registro anterior en la marca de una hormiga.

He calculado una cimentación con pilotes de 91 metros cúbicos de hormigón. ¿Alguien que se dedique a la edificación lo mejora? Quiero decir, unos pilotes que ellos solos ya pesan, de por sí, 220 toneladas. El día que se hormigonen deberá haber catorce o quince hormigoneras por pilote: va a ser un paripé montar todo para que se pueda hormigonar dentro del plazo, evacuando a la vez los correspondientes 91 metros cúbicos de lodos de bentonita. Y, desde luego, el barrizal va a ser de órdago.

Y como éste es mi blog, escribo sobre lo que me da la gana y cuando me apetece, y todavía estoy boquiabierto por la barbaridad que acabo de proyectar, pues lo digo.

Y el que no lo supere, que se aguante.


Nota final: Por otro lado, el valor de un ingeniero no se mide por sus récords. Yo alucino, por ejemplo, con un par de escaleras que ha hecho recientemente mi hermano Pablo, que también es calculista. Les adjunto una foto de cada una:



jueves, 12 de abril de 2012

De normas y hombres

En los 25 años que llevo en esto he conocido cinco normas de hormigón, cuatro de acero y tres de acciones. Además de normas de hormigón pretensado, unidireccionales, cemento..., y un sinfín de normas diversas, AENOR y Europa mediante, claro. Pero las fundamentales para el calculista de estructuras son las normas de hormigón, de acero y de acciones; el que es del gremio ya sabe a qué me refiero.

Y no hablo de normas que cubren lagunas, como el código técnico para cimentaciones, no, sino de las básicas de esto. La norma de acciones establece lo que pesan las cosas y el viento y la nieve que tenemos en España, y las normas de acero y hormigón nos dicen, respectivamente, cómo se resuelven las estructuras de acero y hormigón armado.

¿Porqué ocurre esto? ¿Cómo es que un edificio calculado en 1987 estaría hoy mal calculado?

Yo entiendo que las leyes civiles, comerciales y penales cambien con los tiempos; por ejemplo, lo que sería alteración del orden público en 1960 no nos chocaría ahora, por lo que sería lógico que se cambien las leyes que lo regulan. Pero las estructuras son problemas técnico-científicos: física, química, matemática... Si he de aguantar 100 toneladas y tengo palos que aguantan 10 toneladas cada uno, el conocimiento que me permite determinar que al menos ha de haber 100/10=10 palos se basa en conceptos que rigen en 2010, pero que han regido en la época de los Cromagnones y que regirán dentro de mil años. ¿Qué necesidad hay entonces de tanto cambio?

¿Porqué no puedo aplicar fórmulas que durante muchísimos años han demostrado su validez?

Lo cierto es que en España el bacalao lo cortan el Parlamento y los funcionarios. En ambos entes predominan los abogados y gente de ese corte; no son realmente los técnicos los que tienen el poder. Supongo que un cuerpo administrativo tan legalista debe buscarse siempre algo que hacer, algo que justifique su existencia. Y para ellos hacer normas y reglamentos debe ser tan natural como el respirar.

Supongo que eso tendrá algo que ver, porque, ya digo, nunca he entendido la razón de tanto cambio.

miércoles, 11 de abril de 2012

Con el agua al cuello

VERSIÓN CLÁSICA
La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.
Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.
La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando.
Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera.
La cigarra tiritando, sin comida y sin cobijo, muere de frio.
FIN

VERSIÓN ESPAÑOLA
La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.
Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.
La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando. Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera.
La cigarra tiritando organiza una rueda de prensa en la que se pregunta por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida cuando quiere, cuando hay otros, con menos suerte que ella, que tienen frio y hambre.
La televisión organiza un programa en vivo en el que la cigarra sale pasando frio y calamidades y a la vez muestran extractos del video de la hormiga bien calentita en su casa y con la mesa llena de comida.Los españoles se sorprenden de que en un pais tan moderno como el suyo dejen sufrir a la pobre cigarra mientras que hay otros viven en la abundancia.
Las asociaciones contra la pobreza se manifiestan delante de la casa de la hormiga.
Los periodistas organizan una serie de artículos en los que cuestionan como la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra e instan al gobierno a que aumente los impuestos de la hormiga de forma que estas puedan vivir mejor.
Respondiendo a las encuestas de opinión, el gobierno elabora una ley sobre la igualdad económica y una ley con carácter retroactivo, anti-discriminación.
Los impuestos de la hormiga han aumentado y además le llega una multa porque no contrató a la cigarra como ayudante en verano. Las autoridades embargan la casa de la hormiga, ya que esta no tiene suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos.
La hormiga se va de España y se instala con éxito en Suiza.
La televisión hace un reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, ya que se ha comido casi todo lo que habia mucho antes de que llegue la primavera...
La antigua casa de la hormiga se convierte en albergue social para cigarras y se deteriora al no hacer su inquilino nada para mantenerla en buen estado.
Al gobierno se le reprocha no poner los medios necesarios. Una comisión de investigación que costará 10 millones de Euros se pone en marcha.
Entretanto la cigarra muere de una sobredosis.
La Ser y TVE comentan el fracaso del gobierno para intentar corregir el problema de las desigualdades sociales.
La casa es ocupada por una banda de arañas inmigrantes.
El gobierno se felicita por la diversidad cultural de España. 
 (circula en la World Wide Web)

Estos días se habla mucho de la crisis, de medidas ante la crisis y de recortes. Parece ser que el gobierno ha hecho unos presupuestos de mucho menor gasto del que estamos acostumbrados, y en seguida han surgido quejas: ¿Cómo se atreven a recortar en tal o cual epígrafe? ¿Qué va a ser entonces de nosotros, o de otros? Hay mucha gente con el agua al cuello.

Algunos, más informados, más sagaces o que lo han meditado más, se quejan de que algunos recortes son en apartados claves para una recuperación económica. No es eso, no es eso, dicen, cual Ortegas y Gassets. Todo el mundo se queja.

La realidad, me temo, es que este es un país de cigarras; de cigarras al estilo español, por si hacía falta puntualizarlo. Es cierto que la crisis no es una cifra sino un millón de dramas personales. Es cierto que hay gente que se ha quedado sin empleo; que, desempleada, cobró la prestación por desempleo y fue tirando, que agotada la prestación cobró un subsidio con el que malvivió, y que sin subsidio ¿qué va a hacer? ¿Le vamos a dejar morir de hambre como a un paria etíope? 

¿Cómo discutir con la cigarra aterida de frío mientras vemos a la hormiga trinchando un suculento pavo al calor de su chimenea?

Y, sin embargo, si hacemos caso a la cigarra, este invierno tendremos pavo y chimeneas para todos. Y el que viene, ¿lo saben, no? La gran glaciación y las hormigas fuera de nuestro alcance.

¿Qué hacer, entonces?

Yo creo que lo correcto sería conseguir que todos fuéramos hormigas, no cigarras. Sí, será duro, pero es el único camino que veo viable. Las cigarras deben reconvertirse en hormigas o extinguirse; no hay sitio para ellas entre nosotros.

Y es que a menudo pienso que parte de nuestro error ha sido ayudar demasiado. Hemos sostenido a tantos necesitados tanto tiempo que éstos no han hecho todo lo que realmente podían por mejorar, y hemos criado a hordas enteras en una cultura de "no hace falta que te formes, trabaja ahora y si mañana te quedas sin trabajo, no te preocupes que nosotros te cuidamos".

Hemos sido demasiado sociales. Hemos pagado demasiadas cosas a la gente: una educación completa cueste lo que cueste, una sanidad excelente, unos medios de transporte envidiables,... ¿he de poner ejemplos? Más aún, aunque no estuviéramos en crisis, estas fiestas no debían darse. Si en España damos un tratamiento dental completo gratuito a quien lo pida (es un decir), vamos a tener turistas a millones. En los años buenos, varios argentinos me contaron que a lo que venían realmente a España era a esto.

Muy posiblemente, lo que nos ha llevado a esto es el concepto general de que el bienestar es un derecho irrenunciable. No de ahora, de siempre. Recuerdo que de muy jovencito leí un artículo que decía que la diferencia entre la economía nacional y la doméstica era que si el doméstico pensaba que necesitaba un barco, un apartamento en la playa y un Ferrari, pues... y en cambio, si el Estado creía que necesitaba barcos más grandes, estaciones más espectaculares y autopistas más faraónicas, pues adelante. Con cargo a Presupuestos, y luego ya veremos. Así nos regimos, y así nos está yendo ahora.

Hace no mucho se publicó en La Vanguardia que el 85% de los parados en la provincia de Gerona no tenían estudios. No tenían ni la ESO, quiero decir. 
Como usted tiene estudios, no necesito comentar este dato. Procure que sus hijos estudien, por favor.
Evidentemente, la clase "con estudios" está soportando una carga extra debido a tener que subsidiar al grupo "sin estudios" en una proporción superior a su presencia en la población en general. Esta población con estudios es de suponer que tendrá un nivel salarial mayor y por lo tanto un nivel impositivo mayor: es decir, aportan mucho más al bien común. Sin embargo, circulan por las mismas carreteras y en los hospitales no les atienden el doble de rápido ni Correos les lleva las cartas antes o sus calles son más limpias. Y no se quejan, les parece lo justo.

Pero claro, lo que una persona con estudios no soporta es que uno sin estudios viva a su costa y encima se lo pase por la cara. Si has sido cigarra, si no te has preocupado en ningún momento de progresar y de mejorar (algo de lo que todos nos beneficiaríamos, la mejora de uno mejora al grupo), pues... si vienen mal dadas, si necesitas ayuda puntual te la daré. Pero si pretendes una ayuda estructural, que te ayude como forma de vida...
Yo, es obvio, me califico como hormiguita. No estoy en los días de vacas gordas, es cierto, pero no me quejo. Vivo preocupado, pero intento cada mañana levantarme y trabajar duro; imagino que un día, no sé cuándo ni cómo ocurrirá, yo también estaré sin trabajo. En ese momento, querré una ayuda, ¡me la habré ganado!, pero entenderé que sea temporal. El tiempo suficiente para levantarme y salir adelante, y creo que llegado el caso haré todo lo que pueda por rehacerme y seguir. Quizá no aquí, quizá no haciendo lo mismo, pero confío que no seré una cigarra, que lucharé y que lo conseguiré (aunque espero que no sea necesario comprobarlo). Pero pienso que yo sólo lucharé si la ayuda que tengo es temporal. Si supiera que puedo incluirme en un pelotón de mantenidos per secula seculorum, ¿creen que intentaría salir con tantas fuerzas?
Lo siento. Va a parecernos muy duro, acostumbrados al lujo y las comodidades como estábamos. Pero creo que es el momento de aplicar el sentido común y administrar cada dinero como si fuera nuestro. Y si la vaca no llega para pagar tanto, pues no se llega. Aunque a algunos les parezca un derecho irrenunciable.

viernes, 6 de abril de 2012

Los pastores llevan botas de agua

Acabo de terminar "Viaje a la Alcarria", de Camilo J. Cela. Diría que es una excelente novela, pero no puedo: hasta Cela reconoce, en su introducción, que no es una novela, sino más bien "una geografía". En cualquier caso, me ha gustado mucho.

El libro relata el viaje que hizo Cela por la comarca en el 46 ó 47; lo escribió las navidades del 47 y se publicó en el 48, aunque la edición que yo leí era la cuarta, de 1958. De todas formas, no se cambió nada - quizás las erratas de sitio, todo lo más- con la salvedad que en la cuarta edición incluyó versos y cancioncillas que había dejado fuera en las otras y que había publicado por seaprado en un librillo que tituló "Cancionero de la Alcarria". Nada importante, como ven.

Incido tanto en lo que va de una edición a la otra porque entre 1947 y 1958 España cambió muchísimo, y hay escritores que van reescribiendo sus obras de una vez para otra; éste, por suerte, no es el caso. Así que la obra es un relato fiel de cómo eran las cosas en la Alcarria en esa época; y podemos intuir que más o menos sería así por todos lados, con las diferencias lógicas de cada lugar.

La verdad es que el canalla de Cela escribía muy bien, porque siendo un libro en el que no pasa nada, sin vampiros ni elfos ni crímenes ni misterios ni nada, se lee de un tirón y con avidez, siempre queriendo saber cómo sigue. Ahora, que yo no sé qué pensarán las generaciones futuras si lo leen, pues igual no lo entienden; las cosas han cambiado tanto que probablemente les sonará tan cercano como para nosotros un libro de viajes de Cervantes:
"...[el viajero] ha estado hablando con él del tiempo, ..., de lo que presumen las criadas de Madrid, que no son nadie, que son como todas, pero que tienen unos humos que parecen condesas. El arriero y el viajero acuerdan que lo mejor es ni mirarlas a la cara y casarse con una chica del pueblo, con una chica de la que se sepa en qué trotes ha estado metida.
- De las que se van a Madrid, ya ve usted, nada se sabe. Igual vuelven como Dios manda, que con más julepe que una cuadrilla de cómicas."
Para captar un pasaje tan anodino como éste de aquí a veinte años... ¿de qué están hablando? Hablan de las chicas de los pueblos que, no viendo futuro y por necesidad, abandonan el pueblo y se emplean en los hogares de Madrid. Estoy seguro que mis hijos ya no se imaginarán una realidad como ésa, ni entenderán porqué luego éstas despreciarán a sus paisanos que no salieron de sus villorrios, ni los reparos ni qué es eso del julepe. Pero, sobre todo, no sabrán qué es un arriero.

Y es que en los años 40, los arrieros son una realidad omnipresente en el campo. Los transportes se hacen por caballerías, con asnos o mulos, con bueyes,... Un viajante con el que coincide varias veces se mueve de pueblo en pueblo en bicicleta, y en el último pueblo, Pastrana, ya rico, el médico le da un paseo en coche. Pero, básicamente, todo el mundo se mueve a pie o animalmente.

Me hizo gracia, también, que (al principio del viaje) todo el mundo estaba obsesionado con que el viajero iba a Zaragoza; parecía como si Zaragoza fuera el destino ideal de todo el que quiere salir de allí. Hace casi treinta años, cosas de la juventud, yo también hice un miniviaje a pie por el extremo norte de la Alcarria, parando en varios pueblos. Hablaba con la gente de allí, intentaba conseguir huevos, chorizos, dónde dormir, esas cosas. Y ocurría lo mismo: para ellos Zaragoza era el edén. Unos, porque habían hecho la mili allí y fueron sus mejores años (jóvenes, en la ciudad, con compañeros...); otros, porque familiares suyos habían emigrado y habían medrado, tenían una vida mejor. O simplemente porque tenían más comodidades, agua corriente, todo.

Sí, hubo un tiempo en que había una gran diferencia entre la vida en la ciudad y la vida en el campo: los de ciudad decíamos que en esos pueblos el reloj se habían parado (¿recuerdan?), y los de pueblo... digamos que eran gente sencilla.

También me asombró una frase, suelta por ahí. Yo pensaba que en 1947 habría una censura férrea que no dejaría escapar estas cosas, pero se ve que no; no debía ser la vaca tan grande como nos cuentan ahora, más bien se cumpliría aquello de "por un perro que maté, mataperros me llamaron":
"... el viajero se acuesta de espaldas y se queda mirando para unas nubecillas, gráciles como palomitas, que flotan en el cielo. Una cigüeña pasa, no muy alta, con una culebra en el pico. Unas perdices se levantan de un tomillar. Un pastorcito adolescente y una cabra pecan, con uno de los pecados más antiguos, a la sombra de un espino florecido de aromáticas florecitas blancas como la flor del azahar."
Cuando lo leí, no pude dejar de acordarme de cuando era jovencito y trabajaba en una fábrica, y del maestro de taller que me explicó porqué los pastores siempre llevan botas de agua.