martes, 26 de abril de 2022

Cuando un experto no es lo mismo que un especialista

El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha "actualizado" su manual de estilo, que la versión anterior era de 2015 y se conoce que ya le tocaba. No sé si es que el CSN tiene poco trabajo o demasiado personal, pero tranquiliza saber que ya se han ocupado tanto de las tareas importantes como de las urgentes y por fin han encontrado turno para estas cosas.

El manual de estilo fija las reglas generales de redacción, y las han actualizado. ¿Han cambiado mucho las cosas desde 2015, se preguntarán? Pues... sí. Ha cambiado el imperio de lo woke, que cada vez llega más lejos. De hecho, ahora ha llegado al mismísimo CSN. Y, claro, ahora lo correcto es "sustituir las palabras sexuadas por sinónimos invariables para el género". Y dan ejemplos: proponen que se diga diferente en lugar de distinto, y especialista en vez de experto.

No es lo mismo un experto que un especialista. Un experto es una persona que domina una materia o técnica, pero eso no quita que sepa hacer más cosas con igual o mayor pericia. Yo, por ejemplo, soy experto en hacer tortillas francesas, pero también domino los bocadillos de chorizo. Un especialista es, aparte de un tipo que dobla a los actores en las escenas arriesgadas de las películas, una persona que sólo domina una materia o técnica; para adquirir este dominio ha renunciado a ser experto en otras materias y se ha concentrado en la que domina. Un abogado puede ser especialista en derecho sucesorio aragonés o experto en derecho sucesorio aragonés; al primero entendemos que no le hemos de preguntar por algo fuera de ese campo, al segundo sí. No es lo mismo un experto que un especialista.

Pero lo woke es decir especialista en vez de experto. El rigor y la exactitud, para los wokes, es lo de menos. Todo merece ser sacrificado en loor de su doctrina. No es tan importante que el texto que redacte un técnico del CSN sea preciso y emplee las palabras exactas como que no ofenda ni al más sensible de los wokes. (Obsérvese que me refiero a los wokes con la palabra con la que quieren ser designados, no con la palabra que toda la vida se ha empleado para describirles).

Y el presidente del CSN debe de estar orgullosísimo.

viernes, 22 de abril de 2022

Cómo portar un ramo de flores (si se es varón)

https://www.youtube.com/watch?v=eW1sR-A6AA8 

 

 

Si es usted un tipo elegante, seguramente regalará flores de vez en cuando: como mínimo, a su esposa por su cumpleaños y por su aniversario, a su madre los días señalados y a su anciana y venerable tía cuando la visite en su casa. También a las que acaban de dar a luz, y a las amigas el día de la boda de sus hijas (hijas, no hijos). Y, por supuesto, a la Virgen, sea el día del Pilar o sea en mayo. Regalar flores nunca ha hecho de menos a nadie, y por lo baratas que son...

Sin ir más lejos, mañana, día de san Jorge, se supone que millones de catalanes regalarán una rosa a sus amadas; y millones de caballeros estaremos al quite para regalar a las que no tengan un amado que cumpla con ellas, pues no queremos que ellas sean las únicas mujeres de Cataluña sin su rosa.

Ahora bien, parte de la elegancia de regalar una rosa o un ramo de flores es el saber llevarla: no se ha de hacer de cualquier manera. Y es que los varones, si llevamos la flor por nosotros mismos, la hemos de llevar prendida en el ojal de la chaqueta o, si es una flor silvestre y estamos caminando por el campo o la montaña, la sujetamos con la cinta del sombrero. Pero si estamos llevando flores que vamos a regalar a una mujer, las hemos de llevar de una determinada manera. Manera que a mí me enseñaron de niño, pero es un conocimiento que se está perdiendo.

Por descontado, no se puede llevar como si fuera un fardo más, acuchufada en una bolsa de libros o entre la ropa de la maleta: las flores son un objeto delicado que no debe dañarse, qué vergüenza. Pero tampoco podemos llevarlas a la manera femenina, delante del pecho y con el brazo doblado, o acunadas en el brazo como si fueran un bebé.

No: los caballeros, por la calle, llevamos las flores hacia abajo. Con el brazo extendido, sin hacer fuerza, ¡y sin bracear ese brazo! Un suave movimiento para no parecer Frankenstein, eso ha de ser todo.

Las flores es la elegancia. Pero en las flores, la elegancia lo es todo. Varones: los ramos y las flores se portan hacia abajo.




Tchaikovsky - El cascanueces (danza china)

viernes, 8 de abril de 2022

La escuela ha de enseñar, no educar, porque no educaría, adoctrinaría

https://www.youtube.com/watch?v=0SPvPr3yPxE 

 

Hojas del árbol caídas

juguetes del viento son;

las ilusiones perdidas

¡ay! son hojas desprendidas

del árbol del corazón.

 

No me quito de la cabeza lo de la nueva ley de educación. Hay cuatro posturas:

La primera es la de aquellos a los que esta ley les parece bien. Por ejemplo, a sus autores. No puedo decir sino que a estas personas más nos valdría haberlas colgado doce meses antes.

La segunda postura es la de aquellas personas que se preocupan por la educación. Absolutamente todas las personas de este grupo se llevan las manos a la cabeza.

La tercera postura, muy extendida, es la del encogimiento de hombros porque, a fin de cuentas, la ley no se va a aplicar. Y si se aplica, en uno o dos años la habrán derogado: es tal el desaguisado que está montando el PSOE en España que nadie duda de que los van a desalojar en las próximas elecciones. Es posible que así sea, pero eso no quita para que la ley se mire como si fuera a ser para siempre. Como si dentro de 80 años todo el mundo se hubiera educado con esa ley. Y como lo sabio es dar lo no venido por pasado, que escribió Manrique, conviene que la juzguemos como si ya se hubieran producido sus consecuencias.

La cuarta postura, que yo mismo he defendido a veces, es que a nosotros ni nos va ni nos viene: ya hemos pasado por el colegio, y como los efectos se notarían dentro de muchos años, el problema no es nuestro sino de ellos. Esta postura es necesaria a menudo por la propia salud mental: si fuéramos conscientes del descalzaperros colectivo y de la sociedad que estamos dejando nos desesperaríamos y perderíamos la gana de vivir. Pero ello no quita para que, de vez en cuando, nos preguntemos qué mundo estamos dejando a los que vendrán después y queramos que sea lo mejor que podamos. Y esta ley podría tener gran influencia en ese qué dejamos.

En lo que hay unanimidad es en lo evidente: los hechos y los datos concretos pierden importancia ante los valores humanos. Y lo buscan en las tres etapas, Primaria, Secundaria y Bachillerato. Por copiar un resumen del texto normativo hecho en un periódico, en Bachillerato:

En Lengua Castellana y Literatura los críos, además de aprender cosas, harán «un uso ético y democrático del lenguaje»; en Geografía se les enseñarán a «cuestionar modos de vida insostenibles» y a «adoptar hábitos de vida saludables»; en Economía, en Dibujo o en Matemáticas tendrán que hacer «un consumo responsable»; en Física y Química deberán «participar activamente en la construcción de una sociedad mejor».

En Historia del Arte, por su parte, se pide al estudiante que, al identificar las obras más significativas, «evite usar criterios que, por su carácter ideológico, eurocéntrico, sexista o, en general, discriminatorio, suponga un sesgo injustificado».

También en Literatura Universal la selección de las obras debe incorporar una «presencia de mujeres escritoras y obras no occidentales» y poner «en cuestión la mirada etnocéntrica propia del canon occidental, así como cualquier otro discurso predominante en nuestra sociedad que suponga opresión sobre cualquier minoría».

En Cultura Audiovisual se dice que, en los ejemplos que analiza el profesor, se deben «incorporar la perspectiva de género y la perspectiva intercultural, con énfasis en el estudio de producciones realizadas por mujeres y por personas de grupos étnicos y poblacionales que sufren discriminación».

En Dibujo Técnico se añade más «ecología y sostenibilidad». En Educación Física se practicarán deportes «que destaquen por su carácter mixto o inclusivo», «juegos multiculturales» y «danzas del mundo y propias del folklore tradicional». «Estos saberes podrían enriquecerse incorporando a las representaciones elementos de crítica social, emociones o coeducación», se añade.

En otras palabras, a la escuela no se irá a aprender conocimientos, sino a aprender a comportarse. A comportarse de una determinada manera, que por cierto es la de un activista de Podemos.
Se insta a los adolescentes a tomar partido, pero se les dice por anticipado qué tipo de activistas tienen que ser. No se trata de darles toda la información para que ellos lleguen a sus propias conclusiones, sino que se les da un código de valores predeterminado. Que es el del programa electoral de los partidos que integran el Gobierno de coalición, PSOE y Unidas Podemos.
Para ilustrar el espíritu de la ley, un ejemplo: en la etapa de Bachillerato no se estudiará la Historia basada en hechos ni en fechas, sino que se juzgarán sociedades antiguas (con los criterios actuales, por cierto: si eran o no feministas, ecologistas, etc.). Cuando se ha interpelado a los responsables por el que no se estudie la conquista de América o la España romana, lo que han respondido es que esas cosas ya las estudian en Primaria y Secundaria. Y se quedan tan panchos. Como si fuera lo mismo: su conocimiento de la España romana será con suerte lo que se le cuenta a un crío de 11 años.

Podría poner muchos ejemplos que no harían sino mostrar lo miserables que son los autores de la ley, pero no es necesario. A estas alturas, ya podemos hacer la pregunta clave:

¿Es esto lo que los padres quieren que sus hijos aprendan en la escuela?

No, sin duda. Los padres no sólo quieren que sus hijos estén vigilados. También quieren que se les enseñen conocimientos. Conocimientos, no valores: para enseñarles los valores, ya están ellos.

De hecho, la mejor respuesta a la pregunta la da la mismísima ministra de Educación. Pero no verbalmente, sino de obra: lleva a sus hijos al Liceo Francés, no a una escuela que siga el sistema español. Ella sí que sabe lo que les conviene.

 

 

Por último, quizá se pregunten ustedes porqué he empezado el artículo con la famosa quintilla de José de Espronceda.

En la escuela no sólo se han de enseñar conocimientos prácticos. No todo es Matemática, Física o Biología. El Arte es la Belleza. Pero el arte se ha de enseñar a apreciar, y un paso básico para ello es conocerlo. En la escuela se ha de enseñar las grandes obras de arte, ya que es muy difícil que una persona adulta no educada quiera buscarlas por sí mismas. Si la quintilla de Espronceda no se enseña en las escuelas, podemos estar seguros que los alumnos no la leerán jamás así vivan cien años. Así que al privarles de la enseñanza les estamos privando de su disfrute. Puede que el Arte no tenga utilidad práctica, pero sí que la tiene: el alma lo necesita. Y el Arte se ha de enseñar en la escuela; su transmisión es una cadena que estamos moralmente obligados a continuar.

Y si no les enseñamos que la pieza que acompaña a este artículo, de Madame Butterfly, es una maravilla musical, no la escucharán. Y tampoco tenemos derecho a privarles de su disfrute.

 

 

 

G. Puccini - Madame Butterfly (un bel di vedremo)

domingo, 3 de abril de 2022

Los más grandes presidentes de EE.UU.

https://www.youtube.com/watch?v=7Q6WQVV1GxQ 

 

 

Nadie sabe, nunca se ha sabido, cómo elegir un buen presidente americano. Nadie sabe qué tienen los buenos presidentes que los hace buenos. Y sólo a posteriori se puede decir si ha sido un buen presidente o no. Pero nunca antes.

Dicho esto, ¿quién es un buen presidente? Dado que no sabemos qué hace que un presidente sea bueno o no, la discusión a toro pasado siempre será discutible; pocas veces habrá consenso general. Aunque hoy en día se tenga a Lincoln como el más grande (o uno de los más grandes), entre sus contemporáneos hubo quien quiso hasta matarlo.

By Carol M. Highsmith - Library of Congress
 

Por descontado, el que un presidente repita mandato es una buena señal. Pero no es definitivo, para lo que me ocupa: Clinton, Bush hijo y Obama repitieron mandato. ¿Están los tres entre los más grandes? Claro que no.

Si tuviera que decidirlo yo, es posible que el criterio que aplicase fuese: "el gran presidente es el que consigue que elijan para sucederle a alguien de su mismo partido". No solo que haya salido reelegido cuando tocaba, sino que además haya conseguido que la gente quiera que tras él siga alguien con las mismas ideas. Sorprendentemente, sin remontarnos a antes de su guerra civil, esta hazaña la consiguieron muy pocos. Sólo 5 presidentes, para ser exactos.

De más reciente a más antiguo, el primero de ellos es Ronald Reagan: su sucesor fue su vicepresidente, George Bush (padre). Ambos, republicanos. Ni Clinton, ni Bush hijo ni Obama consiguieron que repitiera uno de su partido. Y sí, es opinión generalizada de que Reagan fue un gran presidente. Sus mayores detractores, qué casualidad, son antiamericanos confesos.

El siguiente es Franklin D. Roosevelt. Éste no sólo ganó ¡cuatro! elecciones seguidas, sino que su sucesor, Truman, también ganó su propia reelección. Esto último es importante, porque Truman no llegó a presidente ganando elecciones, sino por la muerte en el cargo de Roosevelt. Truman era su vicepresidente. Pero cuando se le pudo votar a él, en el '48, ganó. Llevaban 16 años con presidentes demócratas, y aún querían más. Así que cuenta.

No voy a contar, con este criterio a Kennedy. Lyndon Johnson era el vicepresidente de John Kennedy y doce meses después de su asesinato Johnson ganó las elecciones (y no se presentó a las siguientes, las del '68). Estoy seguro de que Kennedy sí habría sido un gran presidente, pero lo cierto es que no llegó a estar 3 años en el cargo. No duró lo bastante. Una lástima.

El siguiente es Calvin Coolidge. Estuvo dos mandatos y cuando lo dejó ganó Hoover, también republicano. El pequeño detalle aquí es que Hoover ganó las elecciones de 1928. Un año después se produjo el crac del 29 y la Gran Depresión. ¿Fue culpa de la Administración Hoover? Puede que Hoover no lo hiciera bien, pero desde luego los 8 años de Coolidge tuvieron mucho que ver. Sí, fue el presidente de los felices años 20, pero hoy se opina que bajo su mandato se creó la burbuja que explotó el Jueves Negro. Y tan brutal fue la caída, que Coolidge está considerado entre los malos presidentes.

Acerca de Coolidge hay más tema: su antecesor fue Harding, también republicano, y muy popular. Pero Harding murió antes de terminar su primer mandato, así que como Kennedy, no debe contar. 

Chascarrillo: Una novela que leí hace años y me gustó mucho fue Carter engaña al Diablo, que versa sobre un mago famoso, Carter, que termina accediendo a una petición del presidente Harding para hacerle desaparecer porque está cansado de la vida de presidente, y parte del truco era hacer creer a la gente que había muerto.

Llegamos así a Ulysses Grant. Grant, por si alguien no lo recuerda, fue el general que consiguió cambiar el signo de la guerra civil y ganarla. Su prestigio, por lo tanto, era enorme, y tras la muerte de Lincoln en 1865 ganó las siguientes elecciones, las de 1868. Y las de 1872, claro. Pero no se presentó a las de 1876. ¿Por respeto? No, jajajá, todo lo contrario: para entonces los escándalos sobre la corrupción de su gobierno eran tales que era impensable que se presentara. Y aun así ganó uno de su mismo partido, Hayes, republicano como Grant. ¿Entonces? Las elecciones de 1876. Están consideradas como, siendo benevolentes, las más reñidas de la Historia. Siendo objetivos, fueron anuladas.

Aquel año se presentaron Hayes por los republicanos y Tilden por los demócratas. Tilden arrasó en los votos, y ganó 184 a 165 en los votos de representantes... pero quedaron 4 estados por decidir, que suponían 20 votos y por lo tanto la victoria, aparte de otro estado en el que "pasó algo". En los 4 estados que no había un resultado claro cada partido dijo que lo había ganado él, pero la revisión no era concluyente. Y al cabo de unos meses, hubo una componenda en el Senado, alucinen: los demócratas aceptaron que se nombrara al republicano Hayes presidente si a cambio el ejército federal se retiraba de los estados sureños, en los que estaba acantonado desde el final de la guerra. Al retirarse el ejército, los demócratas (recordemos que el Sur era demócrata y el Norte republicano) tuvieron las manos libres para "recomponer" las cosas en sus estados y configuraron el Sur de la segregación y el racismo que todos conocemos.

Dato divertido: en 1876 había todavía muchos territorios en el oeste. Los territorios no eran estados, y por lo tanto no votaban.

Dato divertido 2º: en aquellas elecciones Iowa suponía 11 votos, Tejas 8 y Florida 4. Hoy, Iowa son 6 votos, Tejas 40 y Florida 30.

Visto lo que pasó en el '76, no podemos considerar que Grant ganó las elecciones para su sucesor; pero para que conste, el juicio histórico sobre Grant es que fue un hombre bueno y honrado que puso su confianza en personas sin escrúpulos a los que se les llamó "carpetbaggers", que era como se referían en el Sur a los aventureros del Norte que bajaron al sur con todos sus bienes en un macuto (de ahí la palabra) y amasaron fabulosas fortunas a expensas de los infelices vencidos.

Y como he establecido que sólo nos remontaríamos hasta Lincoln, aquí termina la lista. ¡Ey, falta uno! Y no uno cualquiera: Theodore Rooselvet.

Teddy iba como vicepresidente de McKinley cuando éste ganó las elecciones de 1900, pero McKinley fue asesinado en 1901 y Teddy fue nombrado presidente. Como tal, ganó las elecciones de 1904 pero no se presentó a las de 1908; en la práctica, fue presidente casi 8 años y no quiso 4 más. En su lugar presentó a su gran amigo Taft y éste ganó, su aval era evidente.  El caso es que sobre Roosevelt no hay discusión posible: es uno de los grandes presidentes americanos, y su cara está en el monte Rushmore.

Como ven, el criterio que he presentado, que parece totalmente lógico, no es adecuado en absoluto: además de los dos Roosevelt, defiende a Grant y a Coolidge. Prueba evidente, en mi opinión, de que no podemos saber qué hace grande a un gran presidente.

Como chascarrillo final, no hemos de perder de vista de que estamos hablando de un tema que atañe a los EE.UU. Y, conociendo a los estadounidenses como los conocemos -son intelectualmente incapaces, muy posiblemente genéticamente incapaces pues no se me ocurre otra explicación para tamaña obsesión, de no hacer listas y categorías y ordenar todo en ellas-, no ha de extrañarnos que no solo no tengan listas de "los mejores presidentes..." sino que además tales listas han sido objeto de estudios públicos y organizados, como se detalla en esta entrada de Wikipedia. Quiero decir, revisan continuamente a cada presidente para valorar qué puesto le corresponde en la lista. Son partientes, aunque les quiero.

Eso sí, la lista definitiva es el monte Rushmore. Que serían "los más grandes de entre los más grandes de los más grandes presidentes".



A. Dvorak - Serenata para cuerdas op. 22, 2º mov.

viernes, 1 de abril de 2022

A vueltas con lo que pasa en los estudios de ingeniería

https://www.youtube.com/watch?v=0CtA2LVPBIc 

 

 

Escribía en mi anterior entrada que en la Universidad de Zaragoza han estudiado la tasa de abandono en las ingenierías y ha bajado del 29% en el curso 2009-10 al 16% en el curso 2019-20. A mí me parecían tasas muy bajas, pues en mi época la tasa de abandono rondaba el 80-90%. La explicación inmediata que se me ocurría es que el nivel de exigencia en la carrera ha descendido hasta conseguir que los estudiantes se saquen el título, pero una opinión tan negativa no puede ser cierta: hay que explorar otras explicaciones.

Por poner números, en mi año creo que empezamos 600, y en 5º había como mucho 60 alumnos. Con una tasa del 16%, en último curso debería haber 500. ¿Qué ha cambiado?

Lo primero, en mi época sólo se estudiaba Ingeniería Industrial. Ahora hay no sé cuántas ingenierías. Pero esto no afecta, porque el estudio era global, de todas las ingenierías. Da igual si los 600 alumnos se reparten en 1 escuela o en 8.

Se habla del nivel socioeconómico, de la necesidad de trabajar, del excelente programa de becas actual. En mi época la matrícula valía menos de la mitad del sueldo de un obrero sin cualificar; ahora, ese obrero necesita tres sueldos. Estudiar ahora es mucho más caro que antes, lo que en parte corrigen (imagino) las becas. En cuanto a la necesidad de trabajar, yo diría que ahora la necesidad de aportar sueldos en casa es mayor que en mi época, con lo que la necesidad de abandonar los estudios por razones económicas ha de ser mayor ahora que en mi tiempo. Esta razón no la compro.

Se dice, se alardea incluso, que ahora, con tanta oferta, el alumno sí estudia lo que quiere. Pero el estudio no reconoce como abandono el alumno que se cambia de carrera si termina esa segunda opción. ¿En qué quedamos? ¿Estudian lo que quieren o no? Si alardean de lo primero, será porque lo segundo es un factor muy pequeño, muy pocos de esos 440 titulados adicionales lo serían en carreras que no fueron su primera opción. En mi época, con una excepción que luego explicaré, también eran muy pocos los que cambiaban a otra carrera.

Dos razones positivas pueden ser la mejora de la preparación de los alumnos y la mejora en la enseñanza que supone la aplicación del Plan Bolonia.

Lo de la mejor preparación de los estudiantes... dejémoslo correr. Todos los profesores de instituto con suficiente experiencia dicen lo contrario.

¿Supone la aplicación del Plan Bolonia que ahora las cosas se expliquen mejor? Aquellos 440 alumnos que no habrían terminado hogaño y ahora sí ¿lo es gracias a la mejora de los métodos de enseñanza? En principio, no debería. El Plan Bolonia puede que incorporase cambios en los métodos de enseñanza, pero dudo que fueran cambios importantes. En la manera de enseñar, quiero decir. Además, serían cambios aplicados por los mismos profesores y sin formación específica. No, no creo que fuera causa principal.

Ahora bien: hay un cambio fundamental que sí es debido al Plan Bolonia.

Antes he indicado que, en mi época, no eran muchos los estudiantes que cambiaban de carrera tras el fracaso en ingeniería y se iban a, digamos, Derecho, pero que había una excepción. Esa excepción era la carrera de ingenieros técnicos industriales, y eran muchos los que, tras estrellarse en los primeros cursos de la escuela superior se mudaban a la técnica. En la escuela técnica las asignaturas tenían los mismos títulos que en la superior, pero el Cálculo o el Álgebra que se estudiaba en la técnica era de un nivel menor al de la superior. Y era normal, los alumnos eran distintos. En la técnica había estudiantes que no habían aprobado Selectividad, o que no se habían presentado. También había estudiantes que venían de Formación Profesional, y por supuesto estaban los que no habían podido superar 1º en la superior. Tampoco iban a necesitar niveles tan altos de matemáticas como necesitarían los ingenieros superiores, eran dos carreras distintas. La ingeniería superior estaba más cerca de la Ciencia, y la ingeniería técnica lo estaba de la Técnica.

Y esto es lo que ha cambiado el Plan Bolonia: ya no se estudia ingeniería superior sino ingeniería técnica. Los títulos son de grado, el equivalente a la ingeniería técnica. Que antes se cursaba en 3 años, y ahora en 4, un detalle que también debe contribuir a dulcificar la carrera. El tiulo de ingeniero superior equivale al de máster, así que no deberíamos comparar el antes y el ahora. O sí, porque a fin de cuentas son los estudios que se ofertan.

De todas formas, Bolonia no explica el descenso del fracaso entre mi quinta y la del 2009. O han sido los alumnos o ha sido la carrera, pero algo ha cambiado. Podría haber sido por los alumnos: por ejemplo, al acceder a los ordenadores. Muchos cálculos, muchas simulaciones son más sencillas; de hecho, son posibles. Gracias a ello imagino que algunos aspectos de la profesión son más fáciles de entender. Sí, ya sé que ustedes tampoco se lo creen, pero es que estoy intentando encontrar todas las causas que me sirvan para decir lo que no quiero decir: que la carrera, como ha pasado en la Primaria, la Secundaria y el Bachillerato, ha bajado el nivel. No sé si porque los alumnos, con el nivel anterior, no llegarían (es lo que ocurre en los colegios) o porque quieren reducir la tasa de abandono y alardear de éxitos como sea. Puede que incluso sean las dos cosas.

EL otro día hablaba con un ingeniero muy joven, pero un tipo listo. Y me dijo que ya se sabe, que de todas formas cuando se aprende de verdad la ingeniería es trabajando. No quise replicarle. Puede que ahora sea así, pero en mi tiempo no. Quiero decir, uno no salía siendo un gurú y un ingeniero experto, pero sí se salía con lo suficiente para ir tirando. Para empezar, para defenderse. Para llegar a un sitio con 23 años y que todos notaran que eras ingeniero.

Aunque en realidad... ¿le importa esto, a alguien?

A mí, desde luego, no. Si el conocimiento que teníamos los de mi tiempo al salir ya no lo tienen los de ahora, dudo que en los años de ejercicio profesional lleguen a nuestro nivel, pero eso no es problema mío. Y tampoco de ellos: no en todos los partidos juegan los mejores. Ni le importa a los recién acabados, ni le importa a los estudiantes.

A la sociedad sí debería. Pero no lo hace, su único interés es que haya más mujeres que hombres estudiando ingeniería. Da igual que casi nadie sepa decir lo que hace un ingeniero. Y si para que haya más mujeres hay que estudiar las matemáticas con perspectiva de género y ver la termodinámica como una herrqamienta de opresión heteropatriarcal, quitar asignaturas abstractas (nada más abstracto que las disciplinas numéricas) e incluir asignaturas empáticas, vale decir árabe o Historia del cine, pues se hace. 

Por eso, ¿por qué me va a molestar, a mí, que el nivel de nuestros estudios de ingeniería baje? Como si soy la última persona en la Tierra que sabe calcular una estructura.

Y es que la cosa ha llegado a un punto en que me puede la curiosidad. Por saber cuándo la gente se dará cuenta.

O tal vez me equivoque de medio a medio. Mi cochino derrotismo, mi empeño en decir que nosotros fuimos mejores y que vosotros nunca seréis tan buenos como nosotros. ¿Y si resulta que los nuevos ingenieros sí consiguen aprender lo suficiente como para cerrar la brecha y ponerse a nuestro nivel o incluso superarnos? Aún no ha pasado el tiempo suficiente para saberlo; ¿por qué no ser optimista en vez de pesimista? Más aún, ¿y si resulta que yo era muy bueno pero un caso especial y que el nivel de mi quinta no era el que yo me atribuyo? Eso también podría ser.

Otro punto de vista: ¿para qué necesita un ingeniero ser tan bueno como antes si ahora tiene ordenadores y programas de ordenadores que hacen el trabajo por él? Es lo mismo que preguntarse porqué necesita una persona saber multiplicar si siempre tendrá en la mano un teléfono con calculadora.

Esto último me recuerda a un relato de ciencia ficción que cuenta una guerra, creo que entre planetas, en un momento en que en la Tierra se había perdido la capacidad de hacer operaciones matemáticas (el conocimiento llegaba sólo a saber leer los números), y un científico redescubría el método para sumar y para multiplicar e intentaba convencer a los dirigentes mundiales de la ventaja de tener tal conocimiento. ¡Qué cosas se le ocurren a Asimov!, pensé entonces. No se me ocurrió que llegaría un día en que lo que pensaría sería "¿y si...?".

El argumento de los ordenadores lo defenderá mucha gente. A fin de cuentas, ya no sabemos hacer raíces cuadradas a mano y el mundo sigue girando. Personalmente, no lo defiendo: supone la plasmación de lo mismo que estoy criticando. 

Lo difícil en esta lucha es que lo que uno pide que se sepa no tiene una utilidad inmediata. Es como defender que se sepa quién fue Parménides o la importancia de la batalla de Pavía o que se lea las Coplas a la muerte de su padre. El porqué de tantos conocimientos "no prácticos". La importancia del esfuerzo, del trabajo personal. De resolver los problemas solo. Si el interlocutor no lo sabe, debe aceptar nuestra palabra de que así es. Si está dispuesto a discutir, mejor dejarlo. No vamos a explicar porqué extender bien la cera en un coche es necesario para saber karate.




Basil Poledouris - La caza del Octubre Rojo