domingo, 30 de junio de 2019

El caso Allison Stokke

Allison Stokke es una saltadora estadounidense de pértiga. Su problema es que, hará unos 12 años, durante una competición de nivel colegial cuando tenía 17 años, alguien (un fotoperiodista que cubría la competición) le hizo una fotografía. Esta fotografía:

(extraida de https://www.tiebreaker.com)
Una fotografía de una jovencita lozana, en ropa de deporte. Una foto bonita de una chica bonita; sus padres estarán orgullosos.

Los problemas empezaron cuando unos meses después (con Allison ya con los 18 años cumplidos), un reportero que tenía un blog en internet vio la foto y la publicó con el epígrafe "El salto de pértiga es sexi, (tanto que) apenas legal". Y la foto circuló en internet y se hizo viral. De repente Allison Stokke ya no era una saltadora de pértiga, sino una chica super sexi, toda una sex-symbol. ¿El problema? Que ella no quería.

Ella no quería ser una sex-symbol. Ella no quería que la gente viera en ella a una chica super sexi, sino a una persona normal que se esfuerza, a una atleta, una saltadora de pértiga. 

No entro en el tema del blog (que, como se pueden imaginar, se dedicaba a cosas como éstas; me lo imagino escribiendo un reportaje titulado "las nuevas chicas cañón del tenis americano", o de la natación, o de lo que sea). Es fácil imaginar el público que lee ese blog. En seguida, docenas de páginas web repitieron el mensaje: ¿te has dado cuenta lo buena que está Allison Stokke? Y aparecieron los clubes de fans con miles de seguidores, y luego los medios de comunicación, la CBS, todo eso. Desde el New York Times hasta el Los Ángeles Times. No había dónde esconderse.

No, las cuestiones que planteo son otras.

En primer lugar, las mujeres no quieren que las vean como máquinas de placer sexual. Puede que haya jovencitas descerebradas que sí lo quieren, y es verdad, con ese objetivo se visten y se comportan. O lo parece. Pero dejemos aparte a  estas pobrecitas: la inmensa mayoría de mujeres no lo quiere. Cuando interaccionan con varones no quieren que los varones las las evalúen en función del beneficio sexual esperable. Sin embargo, eso no quita para que quieran estar elegantes. Guapas. Quieran gustarse. Quieran verse y pensar que sí, que si quisieran sí podrían ser objetos de deseo sexual. Y esto es lo que deben entender los varones. Que el hecho de que, como Allison Stokke en la foto, tengan el aspecto de ser capaces de proporcionar un inmenso placer sexual no significa que no implica que quieran que como tales se las evalúe. No se ponen minifaldas para provocar, y no quieren provocar.

En segundo lugar, ¿qué les pasa a tantos hombres? Es natural que una mujer hermosa provoque una respuesta hormonal, pero el hombre no es un animal, ha de ser capaz de tener el autocontrol suficiente para no moverse por impulsos. Lo que pasa, creo yo, es que muchos hombres creen que deben expresar esa respuesta hormonada. De ahí el piropo, cuando aún campaba la educación, en público, y la procacidad ahora. Aunque con un matiz: las más de las veces, el piropo no es sino un reconocimiento a la hembra, una felicitación. Un gesto caballeroso, no una respuesta impulsiva, animal. La procacidad no responde a esa necesidad, al contrario: el objetivo inconfeso, de hecho inconsciente, no es halagar a la mujer, no busca que ésta se alegre como el piropo. No, es mostrar la hombría del insolente. Es un decir "esta mujer es natural que provoque respuesta en los varones, yo soy un varón y por lo tanto muestro esta respuesta. Porque, si no la muestro, ¿qué pensarán los demás de mí?". E incluso "si no la muestro, ¿no será que yo no...?". Y es que las insolencias siempre son en grupo, ante testigos. Sí, son desagradables para las mujeres que las sufren (y para los varones que observan y se contienen las ganas de intervenir). Pero, en realidad, no reflejan sino la propia inseguridad del varón sobre sí mismo.

El tercer punto es que no todo el monte es orégano. No todos los varones están inseguros respecto a su hombría, y no se debe, como intentan las feminazis, criminalizar a todos los varones por los pecados de unos cuantos. Dicho lo cual, lo cierto es que a todos nos gusta ver lo bello. Antes Helena que Quasimodo. Y nos gusta ver a las muchachas en su lozanía. Pero además, en muchas ocasiones lo que nos causa admirar la belleza es orgullo. Como el padre se siente orgulloso de lo buenos mozos y mozas que han crecido sus hijos, el agricultor de sus tomates y como estamos todos orgullosos de nuestros deportistas. Orgullosos, en el sentido de alegres, de satisfacción por comprobar que sí, que una vez más nuestros tomates son los mejores tomates, nuestros deportistas los mejores y nuestras mujeres las más hermosas. Por favor, feminazis, no criminalicen la admiración porque no hay nada malo en ella.



En fin. Han pasado 12 años, a lo largo de los cuales Allison Stokke ha desarrollado una carrera como saltadora de pértiga (la chica era buena), con las incidencias habituales en los atletas y esas cosas. Pero también ha tenido que luchar para que la gente la valorara como persona, quitarles la idea de que ojalá se la pudieran llevar a la cama. Y en esta lucha tiene todo mi apoyo.