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miércoles, 26 de enero de 2022

Locales vacíos

https://www.youtube.com/watch?v=ZHwVBirqD2s 

 

 

La ley de la oferta y la demanda es la base de nuestro sistema económico. Consiste, en síntesis, en que el precio de un artículo es acordado entre comprador y vendedor. Aunar un principio tan sencillo con la naturaleza humana tiene como consecuencia que si hay mucha más gente de la que quiere algo que la que lo ofrece el precio de ese algo sube, y en caso contrario baja.

Al principio de su carrera, no recuerdo si 1985 o 1986, Michael Jordan se lesionó y se perdió lo que quedaba de temporada. Cuando se recuperó ya no había partidos, pero él estaba ansioso por volver a practicar su deporte favorito, así que se dedicó a partidillos callejeros y pachangas varias. Los técnicos de su equipo pusieron el grito en el cielo porque podía volver a lesionarse y no querían correr ese riesgo. Jordan, en cambio, quería jugar porque quería jugar. Entonces le pusieron un ejemplo para intentar razonar con él: si le doliera la cabeza y tuviera un frasco con 100 pastillas pero 10 de esas pastillas le causaran la muerte, ¿tomaría una pastilla? Y Jordan contestó: "depende de lo que me doliera la cabeza". 

Los feos salen con quienes pueden y los guapos con quienes quieren. Ahora bien, a veces ocurre que los feos se quedan sin salir porque no pueden con quien quieren, y los guapos también: ambos esperan algo mejor, y no hay trato. 

Y es que la ley de la oferta y la demanda tiene, en última instancia, una idea adicional: todo depende de lo necesitado que esté el comprador o el vendedor. Los bocadillos en las áreas de servicio de las autopistas de peaje son carísimos y una birria. La mayoría de los que circulan no están dispuestos a pagar lo que piden por ellos, y no los compran. Pero siempre están los que tienen demasiada hambre y aceptan. Aparte, claro, de la gente que su problema económico es cómo gastar tanto dinero como tienen, pero esa gente está fuera de mi lógica. Lo curioso es que las concesionarias no bajan los precios ni mejoran la calidad de sus bocadillos; si lo hicieran seguramente venderían más, pero no lo hacen. ¿Por qué? Sin duda, porque no lo necesitan. Bien, allá ellos.

Por donde yo vivo hay muchos locales vacíos. Muchos de ellos llevan mucho tiempo vacíos. Años. Algunos, décadas. ¿Por qué no se alquilan? Es obvio que por el precio: el casero pide más dinero de lo que el comerciante está dispuesto a pagar por ese local concreto. Como la oferta de locales supera a la demanda, el comerciante desdeña el local caro y elige otro con un precio más justo.

Sin ir más lejos, este verano cerraron la farmacia y la verdulería. Los dos negocios eran los dos locales de un mismo edificio, luego está claro que el propietario de los locales (y casi seguro que de casi todo el edificio) les subió el alquiler más de lo que podían asumir. La farmacia encontró otro local en la misma manzana, a 50 m; la verdulería cerró y no ha vuelto a abrir. Los dos locales siguen vacíos.

Es algo que a mí me da muchísima rabia. Porque he conocido al comerciante que estaba antes, y en la mayoría de los casos el coste del alquiler es un factor principal en la decisión del cierre. El comerciante llega a aceptar que casi todo lo que gane se lo lleve el casero, pero cuando el casero empieza incluso a comerse el patrimonio del comerciante, el comerciante lo deja. ¿Le rebaja el precio el casero? Normalmente, no. Y el comerciante cierra. Hasta aquí, es casi ley de vida, qué le vamos a hacer. 

Pero entonces el casero se queda con el local vacío. Si está vacío 2 meses, puede decirse que le ha salido bien la jugada, ha encontrado otro panoli que le pague lo que pide. Pero cuando un local lleva 12 años cerrado, uno se pregunta si el casero prefiere tener el local vacío a tenerlo durante años rindiéndole algo, menos de lo que querría pero algo a fin de cuentas. Yo no soy casero porque no tengo nada, ni una triste plaza de garaje, pero si lo fuera me inclinaría por la segunda opción: prefiero alquilar una plaza de coche por 50 € al mes antes que tenerla vacía 10 años esperando que alguien me pague 100.

Entonces ¿por qué están vacíos? Lo único que se me ocurre es que el casero no necesita el dinero de ese alquiler. Puede esperar, y decide esperar. Los años que hagan falta. No tiene ninguna necesidad.

Por eso me da rabia. Porque al ser tan rico el casero ha expulsado al comerciante pobre (o al pobre ingeniero que le alquilaba la plaza de garaje). Como no necesitaba el dinero, igual le daba cobrar 100 que 50, pero no quiso bajar. Ha sido su riqueza, sumada a su inmisericordia, lo que le ha impedido ajustar el precio a lo que sus inquilinos podían pagar. Y el comerciante, una vez arruinado por la avaricia del casero, es el que sale perdiendo.

Los locales vacíos tanto tiempo son para mí una exhibición pública de lo cochinamente ricos que deben ser sus propietarios y su inmoral inmisericordia.

Pero hay más. Hay un efecto perverso de esa avaricia. Si los locales de la zona tienen un precio excesivo, pongamos que piden 100, el que pida 80 encontrará quien le compre. Es posible que el de 80 se hubiera conformado con pedir 40, pero si los locales de al lado pedían 100 ¿para qué bajar tanto? Esta inmoralidad también debe apuntarse en el debe de los caseros desalmados.

A mí hay gente que no me da ninguna pena cuando leo o escucho que les ha pasado tal o cual desgracia. En esta historia creo que ya se habrán dado cuenta de quiénes son cada uno. 

 

 

Elton John - I'm still standing 

sábado, 16 de octubre de 2021

El país donde pierdes todo lo que tienes

Hace 3 años escribí esta entrada en la que contaba que en Venezuela habían depreciado el bolivar, llamado a partir de entonces "bolívar soberano" y que equivalía a 100.000 bolívares, hasta entonces llamados "fuertes" porque sustituían desde 2008 a los bolívares de toda la vida, en razón de 1 bolivar fuerte por 1.000 bolívares. El bolívar soberano equivalía, pues, a cien millones de bolívares de 2008.

El otro día crearon el "bolívar digital", que sustituye al "bolívar soberano". 1 bolívar digital es un millón de bolívares soberanos. Cien billones de bolívares de 2008. Aparentemente el cambio es porque es fácil dividir los precios de las cosas por millones. ¿Espeluznante? No, lo espeluznante es que el billete de valor más alto, el de millón de bolívares soberanos, valía 25 centavos de dólar. Ahora ese valor será una moneda, la de valor más bajo, y harán billetes entre 5 y 100 bolívares (digitales).

En 2008 tuvieron que dividir su moneda por mil. A los diez años, fue por cien mil. Tres años después ha tenido que ser por un millón. Vamos, que todo indica que el año que viene o el siguiente será por 10 millones. Ya da igual.

Hoy 1 bolívar digital vale 25 centavos. En 1998, esos 100 billones de bolívares equivalían a 200.000 millones de dólares. Si usted los tuviera en ese momento y hubiera guardado su enorme fortuna en una caja gigantesca y la hubiera guardado en bolívares, hoy tendría eso, 25 centavos. Ahora imagine que usted tuviera lo normal en una persona.

Por decirlo de otra forma: el ritmo seguido en Venezuela estos tres últimos años de bolívar soberano es como si cada día el banco, el gobierno o quien usted elija le quitara (repito, cada día) el 1,25% del dinero que usted tuviera. Puede que no le pareciera mucho, lo paso a mensual: cada mes le desaparecerá el 31% de lo que tenga. O anual: imagine que cada año viene el recaudador de impuestos y se le lleva el 99% de lo que tenga en ese momento. Tiene usted un millón de bolívares y le quitan el 99%: le queda el 1%, diez mil. Al año siguiente el recaudador vuelve a llevarse el 99%, ahora de sus diez mil: le deja cien. Y el tercer año se lleva el 99% de sus 100, dejándole... 1 bolívar. Bien, eso es lo que ha pasado. Pero, claro, a usted le importaría cuando tenía un millón, también cuando consideraba que sólo le quedaban diez mil. Cuando vió que tenía cien, cuando vio que sólo le dejaban 1 euro, la cosa ya dejó de importarle. Le habían quitado todo, ¿qué más le daba lo que pasara ahora? Da igual lo que pase con el bolívar, porque el bolívar, se llame como se llame, no tiene ningún valor. Ni para jugar al monopoly.

En realidad, los bolívares no valen para nada porque allí se trabaja en dólares: en marzo de 2019 hubo un apagón durante días y los comercios no pudieron cobrar con tarjeta. Como al mismo tiempo les faltaban billetes (es Venezuela) y además para cualquier gasto había que llevar una cantidad enorme de billetes encima (imagine que usted tiene que ir al mercado y sólo puede llevar monedas de 1 y 5 céntimos, pero en billetes), autorizaron los pagos en dólares. Los comerciantes entonces etiquetaron sus productos en dólares, porque si los etiquetaban en bolívares o cambiaban todos los días los precios o los artículos perderían su valor, y desde entonces, en la práctica, están dolarizados.

Así que la depreciación no afectará a la calle, allí no están los bolívares. Pero sí que nos indica cómo les van las cosas por esos pagos.

Lo que nunca he entendido de la política es qué lleva a un hombre que se da cuenta de que lo está haciendo mal a no renunciar y que lo intente otro. Que digo yo que se estarán dando cuenta.


lunes, 13 de septiembre de 2021

Golpe de estado en Guinea

https://www.youtube.com/watch?v=6ofo_ZThMkI 

 

 

Golpe de estado en Guinea (Conakry). Como todo golpe de estado en el África negra, pasa desapercibido. Y se comprende: casi nadie sabría situar Guinea en el mapa. Si les dijera que el orden es Senegal, la lengua de Gambia, Guinea Bissau, Guinea y luego ya Sierra Leona y Liberia me temo que se quedarían como estaban. No pasa nada, tampoco sabemos casi ninguno si Costa Rica está al norte o al sur de Nicaragua, y creo que todos nos sentimos más cercanos a Costa Rica que a Guinea.

Pero Guinea... hay un detalle especial relacionado con Guinea, y ese detalle hace que el golpe sea, para algunas personas, significativo: Guinea es el segundo productor mundial de bauxita, el 20% de la producción mundial viene de ahí. Bauxita: aluminio, para entendernos. Y lo que ha preocupado a esas personas no es si el nuevo gobierno respetará la antigua Constitución del lugar (ya ha dicho que no), sino que el precio del aluminio se está disparando, como muestra el gráfico de su cotización en el último año:


Pero tampoco hay que saltar por las ventanas: ya ha habido, en los últimos 30 años, subidas similares:


 

Sí, hacía 10 años que no alcanzaba el precio de ahora e imagino que el golpe de estado no va a ayudar a rebajarlo, pero no es eso lo que me interesa ahora.

Se trata de que Guinea es el segundo productor mundial de la bauxita. El 20% del aluminio mundial viene de ahí. Tiene el 94% de la bauxita que hay en África. Y, ya que estamos, también tiene grandes reservas de oro y de diamantes. Y, sin embargo, es uno de los países más pobres del mundo. Teniendo en cuenta que sólo tiene 11 millones de habitantes y que es la fuente del 20% del aluminio mundial, uno podría esperar que semejante riqueza repercutiera un poquito, siquiera un poquito, en sus habitantes. Por poco que fuera ya no sería uno de los países más pobres, por lo que me temo que, simplemente, no repercute nada.

¿Nadie ve nada raro, aquí?

Volvamos al golpe de estado. ¿Es para administrar la pobreza?

El 80% de la economía guineana viene de la bauxita. Y no repercute en sus habitantes, fuera de los salarios que paguen a los mineros (y que espero que merezcan tal nombre, salario). Acabemos con esto: no es ningún secreto que sí repercute, y probablemente mucho, en sus habitantes. Solo que seguramente sólo en unos pocos: en sus gobernantes, y en algunos comisionistas intermediarios. Y la pasta que les deben ingresar en Suiza a esos gobernantes debe ser de escándalo, el botín lo vale. Escándalos al respecto ha habido muchos, por cierto, pero si no nos interesa un golpe de estado allí qué nos va a importar un caso de corrupción de unos cuantos milloncejos de euros.

¿Golpe de estado? Quítate tú pa'ponerme yo.

Es indignante, lo que pasa allí. Y, como hablamos de aluminio, detrás está Alcoa, no comparemos su actitud en España con sus maneras en Guinea, y el grupo Río Tinto, que a pesar de su nombre no es una empresa de dueños andaluces ni españoles (es un grupo anglo-australiano que, eso sí, tiene su origen en las minas que explotaron los británicos en el siglo XIX en Huelva y ahora es la 114ª compañía más grande del mundo). Multinacionales que compran gobiernos sin pestañear para hacer lo que quieren en los países que tienen lo que quieren y carecen de lo necesario para impedir el latrocinio.

Seguiremos haciendo donativos a Médicos Sin Fronteras y a todas esas ONG que nos muestran negritos desnutridos en los anuncios, y sin embargo la solución está en Alcoa y Río Tinto, y esas multinacionales sí harían caso a los gobiernos occidentales, si éstos se unieran para ello. Creo que erramos el tiro, como casi siempre cuando tratamos de África.

 



Hijas del Sol - Tóli kópé

lunes, 15 de julio de 2019

Sobre una humilde panadería





Hace poco más de un mes, la panadería de mi barrio bajó la persiana.

He de decir que la frase anterior contiene dos inexactitudes literales.

En primer lugar, no bajó la persiana: sorprendentemente, no tenía persianas.  Me explico: la panadería tenía tres locales o accesos a la calle, por decirlo de alguna manera. Uno de los locales era para el despacho de pan, repostería y pastelería; este local sí tenía persianas, pues cerraba de nueve de la noche a seis y media de la mañana (siete y media los domingos y festivos). Y también cerraba por la tarde los sábados, domingos y festivos, y durante el mes de agosto. Así que cuando me dieron la noticia, fui y miré: la persiana estaba bajada.

Pero en los otros dos locales estaba el obrador. El pan y todo lo que vendían se hacía allí mismo, pues los tres locales estaban conectados. Y el obrador sólo tenía puertas normales, de madera y cristal. Las puertas estaban cerradas cuando el obrador paraba, pero no había rejas ni persianas ni nada parecido. Supongo que, como el obrador trabajaba toda la noche, no hacía falta; de hecho, era habitual ver las puertas abiertas a las dos de la madrugada, para que ventilara un poco mejor, o a los panaderos (en realidad, sólo a Quique), fumando un pitillo en la acera.

Y ahí siguen, sin persiana bajada. Pero cerrados.

La segunda inexactitud es que no es "la" panadería de mi barrio. No sé cuántos sitios para comprar el pan tengo, pero en un radio de doscientos metros sin duda superan la docena. Dónde compro ahora el pan es una pregunta que me hace a menudo mi charcutero; él también vive en el barrio, y también quiere saber si he localizado una panadería buena. Porque comprar pan no es problema, pero que el pan merezca el embutido que le compro, sí.

Eran una familia de panaderos. Carla se encargaba de la venta, y su hermano Quique de la fabricación. Pero ellos eran la siguiente generación: sus padres, hace ya años, fueron los que consiguieron que se autorizara la venta de pan los domingos; si se acuerdan (o si no lo vieron, yo se lo digo) antes no se vendía pan los festivos. El sábado había que comprar pan para los dos días - y yo, en mi época de suministrador de pan para la familia llegué a comprar hasta 21 barras ese día-. Recuerdo, cuando era chico, ir la familia a Villanueva de Gállego, en aquella época pueblo pueblo, a un horno de pan que había allí y cuyo pan los domingos estaba bueno. Era una época en la que no se congelaba el pan (no creo que se le ocurriera a nadie, dado el tamaño de los congeladores de entonces. Y se desayunaban tostadas, porque el pan del día anterior había que tostarlo para comerlo. Pues bien, fueron los padres de Carla los que mantuvieron la batalla legal hasta que consiguieron la autorización general para el despacho de pan los domingos. Sí, eran un comercio con honda raigambre en el barrio.

Por esto digo que es "la" panadería del barrio. Porque los demás establecimientos son suministradores, como tantos que he visto llegar y marcharse, tantísimos. Y no soy yo el único que piensa así.

Y es que en mi barrio hay multitud de panaderías, pero son franquicias o qué se yo. Cadenas con quizá cientos de establecimientos, por no mentar los supermercados. Desde hace poco más de un mes, ya digo, compro el pan en la panadería de una cadena que además ejerce de cafetería. Pero no es lo mismo. Por ejemplo: un día les compré unos cruasanes. Desde entonces sólo les compro el pan. Y es que esta franquicia me abastece de barras de pan que dan el pego: con aceite, tomate y un buen embutido el bocadillo tiene un pase. Pero todo lo demás... Cuando uno se ha acostumbrado a una harina superior, a un pan amasado con interés, a unos pasteles artesanos, a productos de primera... es difícil cambiar al producto industrial. Que ése es otro, el tema de su calidad. Exquisita es la palabra. Es difícil explicar sin ser un Proust lo bueno que estaba todo lo que hacían. ¿Se pagaba? Los precios eran altos, sí, pero las colas que se formaban podían ser enormes. Así que el precio sería acorde con lo recibido, ¿no?
 
Ahora todo ya da igual. Cerraron, porque trabajaban mucho para la hostelería y cierta cadena hotelera muy relacionada con un famoso vicepresidente (y luego pésimo presidente) del FC Barcelona les dejó un pufo de impagados que ya no pudieron asumir. Las panaderías abren y cierran (sobre todo si son cadenas); pero que cierren las panaderías que sí dan carácter al barrio... Supongo que son el signo de los tiempos. Los barrios evolucionan, está claro. Lo que no sé es si es a mejor.




Simon & Garfunkel - Kathy's song (versión de Laura Eliza)

martes, 5 de febrero de 2019

De taxis y flores (y II)





Hace unos años cerró el servicio de telégrafos en España. Desapareció porque nadie enviaba ya telegramas. Ante esa realidad, la medida era obvia. ¡Qué le vamos a hacer!

Hace unos días (o dentro de unos días) se retiraron las cabinas de teléfonos. En un mundo en el que cada persona mayor de 11 años tiene al menos un teléfono móvil, las cabinas se usan tanto como los quinqués: de nuevo, está claro.

Es lo que tiene el Progreso: cambia las cosas.

Hoy los taxistas protestan contra las VTC. El sector del taxi está hiperregulado por la Administración, y las VTC no. Así que esta historia va de que las VTC son competencia desleal. No según la ley, pero compite sin seguir las mismas reglas. A veces el Progreso tampoc sigue las reglas de lo establecido. Los correos electrónicos no pagan sellos postales.

Las flores. Unos tipos de Barcelona han montado una empresa por internet para vender flores. Ahora uno, desde su móvil, les encarga a ellos las flores y listos. Se supone que son más baratos; ellos dicen que sí, que lo consiguen porque ahorran pasos en la cadena de distribución de las flores, al tratar directamente con los agricultores y primeros pasos de esa cadena. Si triunfan, y si no son ellos otros lo harán, las floristerías y los mercados de flores están condenados a la extinción.

La florista de mi barrio se llama Concha. Yo no suelo comprar flores a menudo, pero cuando lo hago la conversación con Concha es importante. Es un placer comprarle flores a Concha. En definitiva, pago el extra que supone la calidad del servicio de Concha. Es lo mismo que cuando compraba los libros a la librera del barrio, lo que son los comercios de proximidad. Encarecerán el producto, no lo niego, pero...

Pondré otro ejemplo de viejo: lo más seguro es que casi ninguno de ustedes haya comprado billetes de avión en una agencia de viajes. Fueron una de las primeras víctimas de internet, me atrevo a decir que el primer sector de la venta electrónica: a fin de cuentas, la herramienta electrónica ya existía pues lo que hacía el empleado de la agencia era comprar él el billete electrónicamente. Con internet, el ahorro de la comisión de la agencia fue incentivo suficiente para el triunfo.

Pues bien, nadie que no haya comprado en una agencia puede valorar su trabajo. La tranquilidad, la confianza. El valor de sus consejos. Algo innecesario para los viajeros frecuentes, pero valiosísimo para todos los demás. Así que siendo la compra de billetes parte del proceso de volar Internet ha abaratado el vuelo pero al coste de reducir su calidad.

El caso de Uber y Cabify no es del todo así porque la base de las VTC es la contraria: pueden mejorar el servicio que da el taxi costando menos, y lo hacen. El coste, claro está, es que no cumplen las normas de los taxis. Cumplen las que aportan, no las ineficientes, las que obstaculizan. Hasta qué punto esas normas ineficaces fueron promovidas por el sector del taxi para impedir su cometencia y cuánta fue fruto del insaciable deseo de la burocracia por controlar todo, no lo sé, pero es así.

¿Quién triunfará? La clave es que Uber y Cabify ya existen. Hay gente que los ha probado y esas personas querrán repetir, por lo que no van a desaparecer, y si existen cada vez más gente probará las VTC, querrá repetir y las demandará. Los taxis, me temo, se van a reconvertir en VTC. ¿Por qué no? Harían lo mismo, pero sin cumplir las reglas que han de cumplir si son taxis y no VTC.

Entonces, ¿qué o quién se opone al cambio?

Primero, quién. Ésa es fácil: la Administración, que quiere siempre controlarlo todo, controla a los taxis y se le escapan las VTC. Lo que va a intentar es hiperrregular las VTC hasta que éstas sean taxis. Una pelea dura, la Burocracia versus la Libertad y el Progreso. Pronóstico: el Progreso, renunciando a la Libertad.

En segundo lugar, el qué. Y el qué también es fácil: el importe pagado por el traspaso de las licencias de taxis. Se ha llegado a pagar más que por un piso, y el taxista primo ha quedado rehipotecado de por vida. Su única salida es, al jubilarse, traspasar la licencia por ese importe, recuperar el dinero y que le sirva de pensión de jubilación. Para eso, la licencia tiene que mantene el precio actual de traspaso, y si no será su ruina. Y para que se mantenga, no ha de cambiar nada.

Yo lo siento, pero este qué no es rival. Es un colectivo pequeño que deberá reconvertirse cual minero de carbón o repartidor de hielo.

Y, a todo esto, ¿qué será de nosotros? ¿Nos mejora nuestra vida, esta faceta del Progreso, o la empobrece?

¡Bah, qué importa! Somos duros, pase lo que pase nos adaptaremos y sobreviviremos. Somos los reyes de la Creación.

Como las cucharachas.





Jean Paul Martini - Plaisir d'amour

sábado, 2 de febrero de 2019

De taxis y flores (I)





N-ésimo encontronazo entre los taxistas los VTC (Uber y Cabify, sobre todo). Lo curioso, lo divertido, es que en éste se han retratado todos.

El taxi: huelga salvaje, intentando molestar lo más posible (y bien orgullosos que están de lo mucho que molestan). En Barcelona, taponando las 24 horas del día la Gran Vía entre Pº de Gracia y la Plaza de España. Los días que hagan falta hasta que les hagan caso (actualización: ya han ganado).

Las VTC: ocupando respetuosamente Upper Diagonal, 2 carriles en cada sentido, dejando 2 carriles de circulación en cada sentido, manteniendo las paradas de autobúa, los cruces,... La sensación de que era gente que se estaba defendiendo de los vándalos de la Gran Vía la aumentaba el que hubiera ataques a los coches e incluso agresiones personales de los taxistas contra los de la Diagonal.

El Gobierno del PSOE: las competencias en materia de transporte son estatales, con lo que debía ser el poderoso Ábalos (y Sánchez en 2ª instancia) el que resolviera el asunto. Y su respuesta fue rapidísima: transfirió las competencias a las autonomías y así dejó de ser problema suyo. Linda manera de resolver una crisis. De verdad que la gestión socialista de este asunto y cómo se han quitado de encima el problema me parece lo más alucinante de esta historia.

El Gobierno de Cataluña: al encontrarse con las competencias bajo su mando, el gobierno del suplente Torra - que, recordemos, no ha hecho nada aún que les dé el nombre de gobierno, es un escándalo- hizo dos cosas: la primera, pedir la devolución a Madrid de las competencias. Y la segunda, ceder ante los taxistas obligando a que quien contrate un Uber tenga un preaviso de al menos 15 minutos. Pero aún hay más: en un rasgo de carácter y de aprovechar la oportunidad de gobernar... transpasaron a los ayuntamientos la fijación de ese tiempo de preaviso.

El tiempo de preaviso es la clave: es suficiente para hundir el servicio. Los taxistas exigían que ese preaviso fuera de 24 h; si los taxis se tuvieran que pedir con 24 horas de antelación desaparecerían los taxis. El gobierno del suplente estableció 15 minutos, pero el golpe era tan mortal como el pedido por los taxistas, con lo queéstos quedaban contentos pero ante la opinión pública y Uber y Cabify parecerían tipos duros, buenos negociadores que se enfrentan a los taxistas y defienden los intereses de las VTC que, no lo olvidemos, constan como los buenos de esta historia.

El Ayuntamiento de Barcelona: cuando el gobierno catalán transfiere la competencia a los ayuntamientos, lo que quiere es que lo resuelva Colau. Aún no sé qué decidirá la alcaldesa (otra política del nivel de todos los que han aparecido hasta en esta relación), pero creo que ella quería que el preaviso fuera de 1 hora. De nuevo, imagínese usted que los taxis se han de pedir 1 hora antes de cogerlos.

Madrid: la misma protesta que en Barcelona se tuvo (y se tiene aún) en Madrid. Pero quí el gobierno autonómico es de verdad, y ellos no negocian con terroristas. Así que las VTC siguen, y lo de los taxis es un problema de orden público que se va a resolver. Los taxistas de allí piden que se haga como en Cataluña, pero me da a mí que van a perder.

Las VTC, muy dignas, han anunciado que adiós. Que se van de Cataluña. Que los 15 minutos son inaceptables así que, remedando la actitud del jefe de los Mozos de Puchi cuando el atentado del 17 de agosto, "pues vale, pues muy bien, pues adiós". Y 3.000 despidos, es lo que pasa. Y, a todo esto, al hacer caso los gobernantes catalanes a los taxistas y "matar" a las VTC, las VTC han respondido "matando" a los polítivos. Me temo que éstos no han calibrado que los taxistas, aunque rudos y violentos, es el bando que va a perder y las VTC el bando que va a ganar. Como cuando intentaro obligar a que las películas de los cines fueran un 50% en catalán, pagando incluso la administración catalana - con mi dinero- la traducción. A la hora de la verdad, la inmensa mayoría de los que van al cine en las provincias catalanas elige las películas en español, así que las distribuidoras dijeron que nanay. Que renunciarían a distribuir en Cataluña y punto. Y el gobierno catalán se arrugó y se echó atrás. Pues con las VTC va a pasar lo mismo. ¿Usted haría negocios en una ciudad que no tuviera internet? Pues hoy, una ciudad sin Uber ni Cabify es una ciudad del siglo pasado. Una región sin Uber ni Cabify es una región subdesarrollada, eso pensará el visitante del siglo XXI. Así que ya veremmos lo que tardan las fuerzas económicas de aquí en echarse al cuello de los politicos que han expulsado a las VTC.


En la 2ª parte analizaremos lo que en realidad está pasando. 




Calchakis - Galopa Murieta

viernes, 27 de julio de 2018

Ante el cierre de Oci





El otro día me dijo mi hijo que cerraba Oci. No sé si fue un escopetazo, pues era una noticia que no me sorprendió. "Será por el alquiler", dije entonces, y tenía razón. Pero sí me sorprendió porque había estado allí unos días antes y Ana Belén, la librera, no me había dicho nada.

Oci, por supuesto, es la librería de mi barrio. Puede que queden otras tiendas que vendan libros, pero la librería, lo que se dice la librería, era Oci.

¿Por qué cierra? Fácil: el día de mi última visita estuve comprando libros (por cierto, 6, como los toros) y charlando con la librera un buen rato. En ese tiempo, que fue largo, yo fui el único cliente. En un par de ocasiones entró alguien, pero era para preguntar por una dirección o si tenían cuadernos de pentagramas. Y es que entrar en Oci era muy fácil, la tienda carece de puerta y el mostrador está junto a la entrada. Basta con asomarse y ya se está dentro. Pero clientes, ni uno aparte de mí. Y no era la primera vez que me pasaba.

Ana Belén era una librera de raza. Montó la librería hace 22 años. Y le dedicó más horas que un reloj.  Pero con Ábacus y La Casa del Libro tan cerca, no tenía nada que hacer. Desde hace 10 años no cerraba por vacaciones, y aun así no sacaba ni un duro; digo yo que vivirían del quiosco de prensa del marido. Pero ella insistía e insistía. Se dedicaba a lo que le gustaba, era su pasión. Y yo pensaba que ahora le vendrían tiempos mejores, pues tras unas obras en la calle le habían retirado el quiosco de su marido de delante. Antes, el quiosco estaba algo apartado, pero hace años, en una de esas obras callejeras tan típicas de Barcelona, movieron el quiosco y se lo plantaron en la puerta. No quedaban en la acera 2 m de espacio, casi no se podía ni pasar con paraguas. Claro, el quiosco tapaba la librería y, por lo que me contó la librera, mucha gente no sabía que allí estaba ella: pensaban, sin más, que el local era... el almacén del quiosco. El caso es que en una nueva obra callejera, lo que son las cosas, volvieron a apartar el quiosco. No lo dejaron donde estaba, pero sí lo suficiente como para que se viera que allí había una librería. Por eso pensaba yo que la tienda iba a sobrevivir.

Pero no. Este mes de julio el casero le informó del nuevo alquiler que pensaba cobrarle, y a Ana Belén se le vino el mundo encima. Y ella se negaba, pero su marido le hizo ver la realidad: era insoportable, y con gran dolor de corazón iba a tener que echar el cierre.

Pasé el otro día, para enterarme si era cierto eso que me había contado mi hijo y saludarla (esto no hacía falta, me dijo de todas formas, porque ella también es del barrio y seguro que nos veríamos por la calle). Estaba ya embalando la mercancía que tenía, no quería dejarlo para el último día, pero aún vi un libro excelente que me había llamado la atención la vez anterior y lo compré. Libro, por cierto, tan excelente (en grado superlativo) que estoy seguro de que escribiré una entrada sobre él. Se me hizo raro, hacerlo. Porque he comprado, a lo largo de los años, muchísimos libros en Oci: hubo un momento en que gastábamos tanto allí que nos lanzamos de cabeza a un invento nuevo que había salido, un libro electrónico decían que era, en un intento de ahorrar dinero. Eso, y que la artritis en las muñecas de mi mujer le impiden sujetar un libro, consiguió que redujéramos nuestro consumo de papel a niveles más sostenibles, pero aun así hablamos de varios cientos de euros al año; baste decir que mis hijos compraban sin mi conocimiento previo: me avisaban cuando ya los habían "comprado", para que yo fuera (cuando pudiera) a la librería, a pagarlos. Por supuesto, yo promoví e incentivé este sistema de compra, para fomentar la lectura en ellos, pero fue fundamental que Oci fuera una tienda de barrio: me conocía, les conocía, y les fiaban. También he de decir que el sistema degeneró en cierta forma: de vez en cuando, en la panadería me dicen "ha estado - o ayer estuvo- su hija y se llevó un cruasán, dijo que ya lo pagaría su padre"...

¿Qué puedo decir de Oci? Ya he dicho - entre líneas, ¡ey!- que era una caja de sorpresas, una tienda en la que uno podía encontrar una auténtica gema en forma de libro. Que era una tienda de barrio. No un comercio anónimo implantado en el barrio. Era un sitio donde no sólo comprabas, también vivías.  No era un cajero automático. Comprar allí era una experiencia. Comprar un libro en una gran superficie se parecía a comprar en Oci lo que comer en un McAuto se parece a comer en un tres estrellas Michelín. Nada, nada que ver.

Puede, dirán, que es porque Ana Belén era de mi quinta. Puede, pero también cuando no estaba ella (o sí) las charlas podían ser eternas... con su marido. Y, además, también muchos clientes charlaban. Eso parecía la regla, porque no recuerdo que nadie que estuviera delante mía para pagar (o ser atendido) no se comportara como si no hubiera nadie, hasta el punto de que creo que nadie se molestaba porque pidiera permiso para interrumpir y que me cobraran. Acto, por cierto, que impepinablemente tenía una de estas dos continuaciones: me dejaban pasar, me atendían y el cliente seguía la charla cuando me iba, o el cliente se daba cuenta de lo tarde que era, pagaba - o no- y se iba... y yo ocupaba su lugar en la charleta, pasaba a no tener yo prisa.

Era, en definitiva, una tienda de barrio.

Y Ana Belén era la librera. Conocía o calaba a todos, y sabía qué recomendar. Cual maitre de restaurante caro, uno iba allí sin tener ninguna idea de qué libro quería, sólo que quería un libro. Buenos días, qué nos recomienda hoy, parecía ser la norma. Y como si acabaran de recibir unas lubinas increíbles, Ana Belén aconsejaba y los clientes nos dejábamos aconsejar. Me dirán que 22 años dan oficio suficiente, y sí. Pero es que además a Ana Belén le encantan los libros, y se notaba.

No, en Oci no sólo se vendían libros. Eso es en muchos otros comercios. No, Oci era la librería. La librería del barrio. Y ahora cierra, y al cerrar nuestro barrio se empobrece y todos pasamos a vivir en un barrio un poco más dormitorio y un poco menos barrio.

¿Consuela que también cierre el restaurante de la esquina, tras 40 años y por el mismo motivo, el alquiler? No, no consuela. ¿Pero qué les pasa, a los caseros? ¿Tanta sed de dinero tienen?

En fin, en un par de días se acabó. Me entristece, por lo que he dicho. Todos nosotros perdemos, con el cierre. Pero me acercaré a saludarles. Y a agradecerle a Ana el espléndido servicio que nos ha prestado todos estos años.




Por cierto, hace tres años casi exactos ya escribí sobre Oci. Aquí. Que iba a cerrar, que estaba condenada aunque ella se resistiera. ¡Cómo pasa el tiempo!




Simon & Garfunkel - The sound of silence (versión de Disturbed)

lunes, 14 de marzo de 2016

House of cards (primera parte)


(En el aniversario del nacimiento y de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente)



El sábado ejercí de chófer y llevé a mi hija y sus amigos al cine de un centro comercial. Durante la película compré un kilo de sal, que nos faltaba, y estuve curioseando por la FNAC. Quería saber qué oferta tenían sobre la serie de televisión House of cards, que no he visto pero que por lo que he leído me va a gustar. Tenían las temporadas sueltas, a 29 euros, y las tres temporadas juntas, a 50. Podría haberme llevado la primera temporada, y si no me gusta sólo habría malgastado 29 euros, pero si me gustaba, como creo que ocurrirá, habría hecho el panoli. Me llevé el paquete de las tres.

No soy un agonioso. Puedo comprarme algo y tenerlo sin abrir meses, ya de joven me compraba libros, discos o comics y los tenía en la pila, esperando turno, y sigo siendo así. Alguno dirá que soy lo siguiente a pachorras, pues tengo ampliaciones de fotografías sin colgar y marcos para esas ampliaciones sin desembalar, o cortinas compradas hace cinco años pendientes de que las cuelgue. Pero en este caso se juntaron los hados y el domingo por la noche tuve tiempo y oportunidad, y me ví el primer capítulo. Dos veces.

La serie, creo, me va a gustar. Puede que, incluso, me guste tanto como El ala oeste de la Casa Blanca.

Es posible que me tilden de panoli: me he comprado los DVD de una serie de televisión. ¡En estos tiempos! Me dirán que ustedes se han bajado esta serie (y otras chorrocientas más, ya puestos) a través de las numerosísimas páginas de descarga ilegal que hay en internet. Que soy muy tonto, que si les hubiera avisado ustedes me la pasaban junto con veinte temporadas de Aquí no hay quien viva. 

Ya. Pero es que yo no me siento cómodo actuando así. Primero, miré en Amazon si la podía comprar sin ir a la tienda. En Amazon no decían que estuviera doblada al español, y tenía dudas porque nunca he comprado en Amazon, así que no hice nada.  Luego, en una tienda, encontré los discos. El precio me pareció razonable: 50 euros tres temporadas de trece capítulos, menos de 1,30 euros por capítulo de cincuenta minutos. Me he comprado discos muy malos por más dinero. Y lo mismo con libros, cines, restaurantes,... No me pareció un mal precio.

Además, considero justo que, si la serie es buena, los que la han hecho saquen un beneficio económico por ella. Como no iba a enviarles un cheque una vez vista, lo suyo es comprar los DVD. Si las series buenas se compran, tendrán rendimiento económico y eso moverá a los creadores de series a hacer series buenas: todos salimos ganando. Si todo el mundo hiciera como yo, se harían muchas menos series, pero serían muy buenas y seguiría habiendo de sobras.

Y luego está el factor barrio. O factor comercio, no sé. La librería está en el centro comercial porque vende productos. Si no los vende, no estará en el centro comercial. ¿Quiero un centro comercial sin librerías ni música, sólo alimentación y ropa? ¡Qué centro comercial más triste! Por cierto que aquí, en Barcelona, hay muchos de esos: sólo un hipermercado, muchas tiendas de ropa clónica, una tienda de mascotas, las tiendas de móviles obligatorias, bisutería y zapatos, y las consabidas cadenas de restaurantes de comida rápida. Plus los cines palomiteros, claro. No sabría decirles en cuál hay cafés donde tener conversaciones tranquilas, sitios donde poder jugar al futbolín o al billar (aunque conozco un par con bolera), cafés-librería, o ¡qué sé yo! tantas y tantas ofertas interesantes que hay en las calles de mi barrio.

El caso es que pienso que si estamos a favor de algo, hay que apoyarlo. Y que el que sólo habla pero no apoya no está en realidad a favor. Yo estoy a favor de que se hagan buenas series de televisión, que se publiquen en DVD y que se vendan en tiendas - sí, también en grandes tiendas en centros comerciales-. 

House of cards tiene una pinta estupenda. Desde que suena la sintonía, que por cierto les invito a escuchar pinchando aquí: sintonía de House of cards. Ya les contaré.




 Antón García Abril - El hombre y la Tierra (sintonía)

sábado, 30 de enero de 2016

Rasmia




"¡Rasmia, hijo, rasmia!", o bien "¡Venga, hijo, con rasmia!".  Dos exhortaciones con las que mi padre solía pedirme, de niño (o de muchacho) que pusiera más energía en la tarea que estaba ejecutando. Y es que rasmia el Diccionario de la RAE la define como "Empuje y tesón para acometer y continuar una empresa". Aunque, eso sí, precede la definición con las abreviaturas "f.", por femenino, y "Ar.". Por Aragón. Estamos pues ante una voz aragonesa, que la RAE cataloga como de "origen incierto". Que carece de etimología y nadie sabe cómo se originó, vaya. O que se la inventó un cabrero, para qué engañarnos.

Resulta curioso, además, que no aparezca ninguna otra acepción ni ningún sinónimo. ¿Acaso no hay otra palabra equivalente? ¿Es acaso el empuje y tesón para acometer y continuar una empresa un concepto poco usual fuera de Aragón?

Viene todo esto a que, caminando por la calle, reflexionaba sobre que, por aquí por Barcelona, no oigo nunca a nadie pedirle rasmia a nadie.

Y esta reflexión venía a cuento de que estaba haciendo cola para pagar y la cajera, bajita, de piel cobriza y con una larga melena negra de pelo liso que recogía en una coleta... pues que no cobraba con rasmia y hacía la clásica cola que exaspera a los que, como yo, pedimos rasmia en este tipo de tareas. Por lo normal intento evitar a las cajeras bajitas de piel cobriza y con una larga melena negra de pelo liso recogida en una coleta, pero en este caso no tenía opción, no había otra. Por suerte, al cabo de un rato apareció una segunda cajera, regordeta y no tan joven pero que probablemente tenía ascendencia aragonesa, porque sí se puso con rasmia a cobrar, y salí de allí en un plisplás.

Y es que, es verdad, "¡Rasmia!" sólo se le puede exhortar a los hijos de uno.




Elvis Presley - Are you lonesome tonight?

martes, 14 de julio de 2015

Farenheit 451



Hay dos maneras de comer en un restaurante. Uno puede llegar, sentarse, pedir la carta, elegir unos platos y comérselos. O bien uno puede llegar, sentarse, y cuando viene el camarero le dice "Pierre, ¿qué nos recomiendas?" (en mi juventud frecuentaba un restaurante en el que el maitre se llama Jean Francois y el camarero Pierre; tanto me daría Elías o Isidro). Ahí Pierre nos recomienda unos cogolitos con roquefort y unos medallones de solomillo con salsa de setas, por ejemplo. ¿Y vino? Claro que sí, también nos recomienda un vino. Y nos advierte que de postre tienen profiteroles de nata con chocolate caliente, para que vayamos reservando sitio.

Hasta hace unos años, también así se podían comprar los discos. Uno podía ir a Linacero, Cara2 o 33rpm, y hablar con el vendedor. Le explicabas qué te gusta, qué buscas, qué has oído, o el vendedor te anunciaba algo nuevo, te proponía. Solían tener unos platos, le podías pedir que te pusiera el disco y lo oías... También podías ir, sacar un papel que dijera "El último plástico de los Chunguitos", enseñarlo, pagar e irte. Pero las tiendas ofrecían la posibilidad de que comprar un disco fuera algo placentero. O ni siquiera comprar, el hecho de ir ya gustaba. Las recuerdo en mi juventud, siempre llenas.

Unos años después de los CD apareció el top-manta y las tiendas de discos empezaron su declive. Luego, entre los años 2000 y 2005 más o menos, el negocio de la música cambió. Entre los MP3 e internet se cargaron el sistema tradicional. Todos recordarán a las discográficas y a los cantantes quejándose que se estaban cargando la música y a las discográficas, que de seguir así no habría canciones... Pero nadie avisó que antes desaparecerían las tiendas de discos. Estamos en 2015, los cantantes siguen ahí, muchas compañías siguen ahí; quizá no era para tanto. Pero ahora, si alguien quisiera comprarse un disco, tendrá que ir al Corte Inglés, a la FNAC o al Carrefour. Y en esos sitios es como sentarse y pedir el menú del día. Hoy en día apenas se venden discos en España. Los grandes, los poderosos, no dudo que lo estén pasando "mal". Los pequeños, el comerciante del barrio, aquellos a los que la venta de música no les hizo millonarios,... imaginen ustedes. Esos hace años que desaparecieron.

Algo parecido pasa en la industria del cine (aún queda algún videoclub por ahí). Pero hay otro sector en el que el sistema tradicional se resiste como gato panza arriba; por el título del artículo, muchos ya saben que hablaré de él.

El libro.

Las ventas de libros en España nunca han sido espectaculares. A igualdad de puestos en listas de ventas, el escritor siempre cobra mucho menos que el músico. Algunos viven desahogados y tienen barco y todo, pero son los menos (aparte del innegable hecho de que hace falta mucho más talento para vivir de las letras que de las notas). Pues bien, con el libro pasará como con la música: primero cerrarán los libreros y tendremos que comprar en la FNAC y esos sitios.

Hablo con la librera de mi barrio. Me cuenta que paga 2.500 euros al mes por el alquiler del local. Estuve casi una hora de cháchara, y en ese tiempo sólo entró un julai despistado. ¿Ventas? ¿Qué ventas? Acaba de salir el último de "Grey" e imagino que venderá unos quince, es una librería de barrio. No tienen ayudante, no podría pagarle, y hace cuatro años que no cierra por vacaciones; doy fe. Está desesperada. 20 años allí, toda su vida como quien dice, y va cada día pensando cuánto aguantará. Me cuenta que mucha gente le pide información sobre libros, los hojea... y le dice que gracias, que se los bajarán de internet.

Yo hay cosas que me callo. No le cuento (bien lo sabe ella) que mi familia, que quizás le compraba 50 libros al año, ya apenas le compra. Y no le cuento que leemos el triple que antes. Por lo menos. ¿Cómo puede competir ella? Yo no quiero que mi librera desaparezca. No quiero depender de la FNAC para comprarme libros en papel.  Quiero que comprar un libro sea una experiencia placentera, que incluya frases amables, sensación de comunidad, algo de capazo incluso. Pero claro. Aparte de comprarle a ella los libros en papel que me compro, más no voy a hacer. Me temo que, con gran dolor de corazón, un día veré el LOCAL EN ALQUILER en la persiana de la librería. Y ese día, mi barrio estará más cerca de ser un barrio dormitorio y no un barrio vivo.

Porque ¿tiene alguna oportunidad? ¿O es un negocio que ha de desaparecer como la venta de carbón, la de hielo y tantos otros?

¿Y es así como tiene que ser?





The Doors - The end

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Escenas corrientes, América profunda


Cheyenne, Wyoming
Desde Denver, Colorado, hacia el norte por la interestatal I-25, llegamos tras 160 km a Cheyenne, la capital de Wyoming y la ciudad más poblada del Estado, con menos de 60.000 habitantes. Creo que se hacen una idea de cómo es Wyoming, pero para cruzar las Rocosas la recomendación es subir hasta aquí. Eso sí, antes del invierno: Cheyenne es la típica ciudad que alcanza los 40 bajo cero cada el invierno y que en febrero puede tener metro y medio de nieve. Así que mejor, con buen tiempo.

Durante 10 días en verano, aquí se celebra uno de los mayores eventos de rodeo del mundo, los Cheyenne Frontier Days. Sí, estamos en pleno "typical americanisch".



Si un extraterrestre hubiera estado vigilando a los norteamericanos y tuviera que dictaminar qué es lo auténticamente típico, yo creo que diría... los Walmart.

Wal Mart es un imperio de tiendas tipo "pequeños grandes almacenes", donde encontrará usted lo que necesite, con calidad "walmart". Según los días, es la mayor empresa del mundo. Y es que hay más de 11.000 establecimientos y más de 2,2 millones de trabajadores. Sus cifras económicas, mejor no citarlas aquí: son tan grandes que no podemos compararlas y darles sentido. Si ustd quiere conocer al americano medio, búsquele en el Wal Mart.

Pues bien, hay un tipo que se ha dedicado a eso. A recorrer los Wal Mart del país, y registrar aquello que le ha llamado la atención. Americanos normales, mezclados entre el americano medio. Y el resultado es... que uno no puede dejar de preguntarse cómo es posible que esta gente forme el país más poderoso de la Tierra.

Quédémonos con las fotos. Les daré la dirección de la página de entrada, y ustedes vayan mirándolas; pero les advierto, algunas de ellas pueden herir la sensibilidad del observador. Puede que incluso le marque para siempre y necesite narcóticos para conicliar el sueño y alejar esas visiones de su mente. Usted, sobre todo, repítase que son sólo fotografías de americanos normales yendo a comprar al walmart de su pueblo la compra normal. No es un evento social, digamos que van "cómodos".

Miren, haremos una cosa: voy a poner algunas fotografías, extraídas de la página, y luego deciden. Por cierto, fíjense en las sillas de ruedas (y la gente que las usa) que la cadena pone a disposición de los clientes, para que les sea más cómodo desplazarse por los pasillos. Esta realidad no aparece en las películas.

El americano medio, en la tienda más normal de América.


sábado, 7 de diciembre de 2013

80 años sin la prohibición


Oklahoma City, Oklahoma

Oklahoma no llegó a ser un estado hasta el 16 de noviembre de 1907, ya en el siglo XX. Curioso, ¿no? La razón es que Oklahoma era, básicamente, territorio indio. Los iban echando de otros territorios y los iban concentrando en Oklahoma y el suroeste. Lo que nos llevaría a las interesantísimas historias de cómo los blancos consiguieron mutar el estatuto de tierras indias a un estado como los demás, pero, sinceramente, no tengo tiempo: cerraré el blog el 31 y quiero terminar el relato del viaje americano, y tengo tantas cosas que contar haciendo cola... Como, por ejemplo, el brutal alegato antisegregacionista de la canción que les he invitado a oir.

Ayer, 5 de diciembre, fue el 80º aniversario del fin de la Prohibición. ¿Hace falta especificar qué se prohibía? Por si acaso: en enero de 1919 se prohibió el consumo de alcohol en los EE.UU., la famosísima Ley Seca, y estuvo vigente durante 14 años (hubo un año de moratoria para su entrada en vigor), hasta el 15 de diciembre de 1933, pero la supresión de la Prohibición se aprobó diez días antes, el 5. 

El caso es que formalmente se considera el 5 de diciembre de 1933 como la fecha oficial. ¿Cómo es que este aniversario ha pasado sin pena ni gloria? ¿Cómo es que nadie, ningún político, ningún periodista, ningún líder social, ha considerado conveniente sacar el tema? No me parece bien; la Historia no está ahí sólo para entretenernos (no me negarán que entretiene, ¿eh?), sino que también debemos aprender de ella. Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo, dice nuestra sabiduría popular, diciéndonos que es la experiencia lo que realmente enseña. Pues si la Historia no es sino la experiencia en los otros, ¿porqué no aprendemos de ella? Supongo que porque exige un esfuerzo, nos obligaría a pensar, pero sinceramente creo que también es nuestra obligación. Aunque, tratándose de políticos, en esto quizá lo primero que haya que pedirles es que conozcan la Historia.

Y la Ley Seca, ¿qué nos enseña? Formalmente no fue una ley, fue una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos: la 18ª, que prohibía la fabricación, el transporte y la venta de bebidas alcohólicas. No el consumo ni la tenencia privada, por cierto. ¿Les suena? Tampoco la derogó una ley, sino una enmienda, la 21ª, que simplemente la anulaba. Y, sí, se pueden contar muchas anécdotas: la singularidad del proceso (de la 18ª y de la 21ª), las ratificaciones, los estados que rechazaron la 21ª enmienda y los que rechazaron la 18ª, muchos e interesantes detalles (no se derogó para todas las bebidas a la vez), pero hoy no toca. Ni siquiera que el último estado en aprobar la enmienda fuen Mississippi, en ¡1966! Por cierto que este retraso no es extraño en Mississippi, si tenemos en cuenta que aprobaron la enmienda que prohibía la esclavitud en 1995. Sí, 1995. Es Mississippi.

También podríamos reflexionar sobre el proceso de reforma de la Constitución de una unión moderna de estados y territorios, y hablar de política, o de las ventajas de configurar las constituciones de una manera o de otra, pero tampoco es el momento.

Aunque no me resisto a hacer constar que la Constitución de los EE.UU. consta, simplemente, de un Preámbulo y SIETE artículos. Plus 37 enmiendas, las 10 primeras las que les conté hace tiempo y que se conocen como la Carta de Derechos. Con una Constitución tan corta, se han apañado más de dos siglos. Creo que si algún día tengo tiempo les daré mi opinión al respecto.

No, hoy sobre lo que querría reflexionar es sobre la prohibición en sí.

En síntesis, todos estamos de acuerdo en el alcohol es mala cosa. Policías, médicos, jueces y abogados, trabajadores sociales, agentes de tráfico, víctimas de accidentes, mujeres maltratadas,... muchísimas personas podrían contarnos historias escalofriantes en las que el consumo de alcohol tiene gran influencia en lo que ocurrió. Lo mismo ocurría en los USA a principios del siglo XX, y los legisladores de allí encontraron lógico que, si tan pernicioso era, había que prohibirlo.

El problema estriba en que, consumido con moderación y consciencia - por ejemplo, como lo hago yo-, el alcohol no es ningún problema. Pero claro, no se puede establecer cuándo deja de ser moderado su consumo, con lo que no se puede prohibir un consumo excesivo. O todo o nada. Y los americanos optaron por el todo.

Esta pauta de actuación es más normal de lo que pensamos. Durante muchos años, en nuestro país estuvo prohibida la pornografía, por el bien moral de las personas. La fabricación, importación, transporte y venta de drogas también está prohibida. El tabaco. Incluso el alcohol tiene unas curiosas limitaciones: no se puede ver en un anuncio a los actores bebiendo, por ejemplo. Las bebidas destiladas no pueden publicitarse en eventos deportivos, diría, y así muchos otros ejemplos. La lidia y el boxeo no están prohibidos, pero no pueden asistir niños y creo que hay limitaciones a su retransmisión. La fecha de caducidad en los alimentos, o los edificios sin aislamiento térmico y acústico a gusto del legislador, pueden ser también ejemplos de prohibiciones que se nos imponen "por nuestro bien".

Hay muchas cosas que prohibimos  porque creemos que son perjudiciales para la salud de las personas (o de quienes las rodean). También los americanos lo hicieron. El resultado fue que no se redujo la práctica, y en cambio floreció un circuito ilegal, el crimen organizado y unos productos de tan mala calidad que esos sí eran dañinos para la salud. Cuando los legisladores vieron qué estaba pasando, decidieron que tenían que ser más estrictos y gastar más y más dinero en hacer cumplir la prohibición; cuando estalló la crisis del 29, el gasto implicado era tal que era moralmente inaceptable. Finalmente, un político se convirtió en el paladín de los antiprohibicionistas, y arrasó en las elecciones del 32. Sí, Franklin Delano Roosevelt.

De hecho, la idea de la Prohibición no era nueva en los USA. En 1851 se prohibió el alcohol en Maine (duró 5 años) y en 1853 en Vermont (cincuenta). También en otros estados se había intentado antes de 1920, y con el mismo éxito.

Ahí se lo dejo. Reflexione qué habría hecho usted. Toda prohibición tiene argumentos a favor y en contra, plantéeselos. Sea serio y riguroso, y luego sea consecuente.

Y, ya puestos, piense también en prohibiciones en las que se está pensando para un futuro: sin ir más lejos, los coches de más de diez años, que parece ser que son nocivos para la salud.

lunes, 6 de febrero de 2012

Réquiem por Megaupload

Desde luego, estos días se ha hablado mucho sobre Megaupload. ¿Tenían, derecho, no tenían derecho? ¿Qué pasará ahora? ¿Quién será el siguiente? o ¿qué era realmente Megaupload?

Yo, que de pirata tengo más bien poco, reconozco que he bajado cosas con megaupload unas cuantas veces. No muchas, sólo unos capítulos de mi serie favorita que me perdí en su momento y que me compraré cuando salgan (que yo creo que sí) en DVD. Moralmente yo no me considero un pirata, el contenido se emitió públicamente, yo quise verlo pero no lo conseguí y cuando ellos lo permitan yo regularizaría mi situación. En el interín, usé Megaupload. Y como ahora se habla mucho de ellos, pues he indagado por internet para enterarme qué era eso.

Megaupload era, en principio, un sitio donde almacenar archivos. Sin más. Como un guardamuebles o alquiler de trasteros, pero con archivos digitales. Tiene sentido: hoy en el despacho queríamos archivar un expediente de 66 gigas. Mucho espacio. E imagino que en proyectos de investigación universitarios y en megaproyectos tecnológicos con modelos computerizados con elementos finitos se gasta muchísimo más espacio; espacio que los servidores de los sitios donde están no pueden permitirse. Y Megaupload tenía más que mucho espacio. Tenía millones de gigas. Así que uno podía alquilar unos bytes y guardar en sus ordenadores la información. Megaupload, por supuesto, te daba una clave para poder acceder a esos archivos. Tú y tus colegas de proyecto.
Otra fuente de ingresos de Megaupload era por la publicidad. Tenía mucho tráfico, y generaba muchos ingresos. Y luego había gente que pagaba algo para tener un acceso mejorado, "Premium". 

Por otro lado, si algo que estuviera almacenado allí generaba mucho tráfico, Megaupload recompensaba económicamente al almacenador; éste recibía una comisión y así se le incentivaba para que consiguiera más cosas que interesaran a la gente. El almacenador, sin conocimiento de Megaupload, colocaba la clave de acceso en otras páginas web (como seriesyonkies), que eran las que generaban tráfico para megaupload. Y, por cierto, estas webs también "subvencionaban" al aportador de la clave por el tráfico que lograra, y más si era el primero en conseguir ese contenido. Los aportadores de información, claramente, se lucraban. Aunque no tanto como Megaupload, al igual que no come lo mismo una hormiga y un elefante.

Hasta aquí, aparentemente todo banal. Megaupload no sabía qué había en esos archivos ni si su mera existencia era legal o no. Su uso era responsabilidad del almacenador. Megauload le daba la clave solamente a él; si luego el almacenador compartía la clave con seis millones de personas o no era cosa suya.

Bueno.

Esto es como si yo tuviera un hotel. Alquilo las habitaciones, y además tengo máquinas de autoservicio (bebidas, sandwiches, cafés,...) por todos los pasillos. La gente viene y alquila una habitación. Vienen con maletas, y de vez en cuando entran y salen. Ni tengo porqué saber qué hay en las maletas ni saber qué hacen dentro ni qué hacen fuera. Yo no soy responsable de eso.

Hay otros que vienen sin maletas o con maletas muy raras. Y que entra mucha gente a esa habitación. Por ejemplo, porque allí están haciendo una demostración de productos de Avon o presentando una nueva línea de zapatos a mayoristas.  O incluso han alquilado una suite y la utilizan para realizar entrevistas de trabajo. Todo perfectamente legal. De hecho, como además vendo bebidas y café, estos clientes me interesan más que los de las maletas.

Pero es que hay algunos que alquilaron una habitación y vinieron sin maletas. Sólo trajeron una chinita de 12 años que se quedó en la habitación. Desde entonces no para de subir gente a esa habitación. Llegan de uno en uno, están quince minutos y se van. No me compran tabaco porque es ilegal, pero sí preservativos. Y el chorreo de gente es constante. El que trajo la chinita viene muy poco, y por lo que sé la chinita no ha vuelto a salir. Y cada vez tengo más habitaciones para chinitas, que las máquinas de autoservicio echan humo; tan es así, que le voy dando una pequeña comisión al de la chinita.

Por cierto, que si cualquier día leyera cualquier periódico vería, en las páginas pares y en las impares, que en mi hotel hay chinitas sumisas a quince euros.

¿Puedo decirle al juez que yo no sabía qué pasaba en la habitación y que no tenía ni idea de que se usaran las habitaciones para eso? Yo pensaba que eran turistas... Oiga, la ley y los leguleyos dirán lo que quieran y el dueño del hotel saldrá libre, pero mi juicio ético yo ya me lo he hecho (y coincide con el de usted).

Pues el de megaupload igual. Es imposible que ese tío no supiera qué se guardaba en sus servidores (que son archivos digitales, por favor) ni la gestión que se hacía con ellos. Es imposible del todo que él no supiera que cada segundo había miles (o millones) de personas viendo películas gratis almacenadas en sus servidores. Y una cosa es un usuario corriente y moliente que quiere ver "Tiburones de acero" (gran película, por cierto) que no hay manera de verla de forma legal, y otra cosa es Megaupload. No es lo mismo un niño de diez años que ve un episodio atrasado de Pokemon o Mickey Mouse y otra cosa es un negocio organizado de semejante escala. Aunque "la industria" y la SGAE quieran meter en la cárcel a ambos.

Por lo que respecta al futuro, no me preocupa. Cuando era joven, me grababa canciones de la radio en cintas de casette. Luego tuve amigos que tenían los discos originales - yo yambién - y nos los intercambiábamos para grabarlos. Cuando se pudo, me descargué música con Napster. Luego apareció el Emule, el Torrent y luego con Megaupload directamente te bajabas las discografías completas. En dos meses tendremos algo que dejará a Megaupload en tablillas de mármol, y si no al tiempo.

De todas formas, que lo sepan: hace un rato me he descargado de internet 75 obras de Isaac Asimov para leerlas con mi lector electrónico. ¿Porqué lo he hecho? Pues realmente, dado que ya las he leído y que además las tengo (seguramente todas) en papel comprado legalmente, lo he hecho por lo que apunté una vez: porque si no, para mí, esos relatos se perderían. Yo no lo veo (en mi caso) como pirateo, sino como  copia para conservación de ejemplares adquiridos previo pago. Ya sé, ya sé, pero tampoco es para tanto: ¡no es como si me hubiera encendido un cigarrillo!

Así que tengamos las cosas claras: el malo no es el fumador sino la tabacalera que pone vaya usted a saber qué, y en este caso, el malo es Megaupload.

Post scriptum: el uso de megaupload para proyectos "legales" es teórico y suposición mía. Es posible que sólo fuera de aplicación en casos contados o incluso que no hubiera ni un solo caso real. Al igual que nadie se alojaba como turista en el "Saratoga"  o el "Riviera" de Castelldefells y resto de establecimientos dedicados a la prostitución.