miércoles, 27 de junio de 2012

Las promociones futuras

Ayer estaba hablando con una estudiante de 4º de ICCP. 23 años, estudió con el plan ESO, pero por lo demás buena alumna. Le llevó dos años pasar 1º de carrera, pero ahora va lanzada a por el título.

El caso es que ella me contaba que los del curso siguiente, 3º, todavía iban con un plan de estudios de 5 años y título de ingeniero; pero los de 2º ya van "por Bolonia". Y de ellos hablábamos. Ella decía que era algo escandaloso. No es que estuvieran mal preparados (en realidad, han tenido una formación similar a la suya), sino que en la Universidad les estaban abriendo la barrera. Se refería a que para ella y todos los demás, 1º y 2º fueron cursos durísimos, en los que se hacía una criba en el alumnado brutal. Y sin embargo, con el plan Bolonia que tenían que hacer las cosas en cuatro años, estaban:
1º) comprimiendo las asignaturas;
2º) haciendo "evaluación continua", que consistía que la asignatura cuatrimestral se examinaba en tres veces, cada examen con un temario ridículo;
 3º) y que los profesores, compadecidos de los pobres alumnos que (me decía que decían) no habían tenido tiempo para madurar el temario - las clases estaban muy recientes-, habían rebajado el listón y ahora era facilísimo aprobar.
Y me daba dos pruebas: Una, que su hermano, no especialmente más lumbrera que ella, se había sacado 1º de Industriales (el mismo temario en primero, en cualquier caso) "con la gorra", y sobre todo que no había habido criba en primero y en segundo seguía una horda de estudiantes. ¡Ah, para mí eso es señal incontestable de que algo pasa!

He hablado con un profesor de Arquitectura y no sabe de ninguna medida especial; aunque alega que él no sabe, porque da clases en cursos superiores. Sí que nota que los alumnos, en general, le llegan muy mal preparados. Pero él los aprueba igual, porque si cometen faltas de Ortografía, no saben expresarse o no saben resolver sistemas de ecuaciones... no es cosa de su asignatura. Él examina de estructuras, no de matemática colegial.

Por cierto, que la moza en cuestión, para ilustrarme del nivel que va detrás suyo, me decía: "Imagínate, en la Selectividad una de las preguntas de castellano era:
El hombre es el único animal que ..... dos veces en la misma piedra.
¡Y el 45% de los chicos no supo qué palabra iba ahí!".

Escribo lo que me contaron; cualquier opinión mía está entre paréntesis. El que quiera pensar, que piense.

martes, 26 de junio de 2012

Las Matemáticas son un idioma

(Profesor): Si usted tiene una manzana, y consigue otra manzana, entonces tiene dos manzanas.
(Alumno): ¿Seguro? ¿Porqué?
(Profesor): Pues está claro, a ver, si usted tiene una manzana y consigue otra manzana más, entonces tiene dos manzanas.
(Alumno): Pero si usted ha dicho que tengo una manzana…
(Profesor): Sí, pero si tiene una manzana y consigue otra, entonces lo que tiene son dos manzanas.
(Alumno): Perdone, pero no veo porqué. ¿Cómo sabe que tengo dos manzanas? Tengo una y consigo otra, nadie ha dicho nada de dos manzanas.
(Profesor, gritando, rojo como un tomate): ¡PUES PORQUE UNA MÁS UNA SON DOS!
(Alumno): Ah, claro.

La realidad es que si uno tiene una manzana y consigue otra manzana, entonces tiene dos manzanas. Pero la manera de explicar esta realidad es mediante las matemáticas. Que uno más uno son dos es matemáticas, se quiera o no. Y en los idiomas latinos se expresa con un "1+1=2"; no sé cómo se expresará en japonés, arameo o marciano, pero estoy seguro que se expresará de alguna forma. Total, que uno más uno sean dos es la realidad, ¿no? Quiero decir, es así no importa dónde ni cuándo. Aquí y ahora, o hace tres mil años en el planeta Zybekrgs.

Si usted ha entendido que es así, entenderá que el cuadrado de la suma de dos números es la suma de los cuadrados de los números más el doble producto de los números [(a+b)²=a²+b²+2ab]  es algo que es cierto en todo tiempo y en todo lugar, de hecho es cierto independientemente de que se sepa o no. Y lo mismo pasa con el teorema de Pitágoras, con la fórmula del área de un cuadrado o con el logaritmo neperiano (o no neperiano) de 1, que es cero.

Y además es así no importa en qué modo se exprese, con qué caracteres o medios. Es lo que tienen las matemáticas, vaya.

Y esto es porque (en mi opinión) las matemáticas no son una ciencia. Un día escribí en este mismo blog algo así como que "la ciencia es la explicación de la naturaleza": la Física, la Química, la Zoología y la Antropología, por citar sólo cuatro, son ciencias porque nos explican las cosas; la Ley de la Gravitación Universal nos explica cómo funciona la atracción de la materia, por ejemplo. Pero las Matemáticas no nos explican las cosas: nos las dicen. Son las herramientas "idiomáticas" que necesitamos para entender la naturaleza: cuando Newton formula su Ley de la Gravitación lo hace empleando el idioma matemático; no puede hacerlo de otra manera. Lo dirá en latín, en inglés o en francés, pero siempre usando una expresión matemática. Lo que ocurre con las manzanas lo puedo decir en castellano o en inglés, y sonará distinto, pero siempre lo habré hecho en el idioma matemático.

Así que aprender matemáticas no es como aprender una ciencia; no se trata de descubrir cosas, sino de saber cada día más de ese idioma. Y entonces podrá expresar más realidades: si yo viajo a la China profunda y como extrañas comidas chinas de substancias que jamás he visto u oído hablar, no podré ni saber qué estoy comiendo si no sé chino, ni mucho menos contarlo. Pues con las matemáticas ocurre algo parecido: el niño que "sabe sumar" en realidad lo que sabe es expresar el hecho de la suma, y sabrá que si tengo 453 manzanas y consigo 218 más tengo 671 manzanas, gracias a que ya conoce lo suficiente de matemáticas. Y cuantas más matemáticas sabe uno, más sabe expresar la realidad: sabrá el interés compuesto, las leyes probabilísticas de la ruleta o cómo dividir una tarta; incluso, si además sabe la física necesaria, cuál es el momento flector en una viga biempotrada sometida a carga uniforme.

Y es que si no supiéramos sumar uno más uno, tampoco entenderíamos porqué tenemos dos manzanas. Por lo mismo que quien no sepa suficientes matemáticas tampoco entenderá porqué un granjero que necesite un beneficio de 3.000 euros tras la venta de 1.000 kg de patata, teniendo en cuenta que sólo conseguirá que le acepten el 60% de las patatas y que por cada kilogramo que venda tendrá que pagar 2 euros en concepto de comisión, deberá vender las patatas a siete euros. Le faltará conocer un idioma que exprese esa realidad de manera que la pueda entender. Al igual que en la televisiva serie "Numb3rs" un matemático ayuda al FBI a resolver crímenes, simplemente porque él consigue explicar matemáticamente lo que está pasando.

La Matemática es una asignatura en general "árida"; nos chocaría la estampa de un aula de alumnos ávidos de que se les enseñe más y cuanto antes, o escuchando embelesados al profesor. Pues yo creo que gran parte de la culpa la tiene el que el profesor no haya sabido transmitir a sus alumnos, desde el principio, que las Matemáticas son un idioma que nos revela la parte oculta de la realidad, la que no conocemos si no aprendemos su extraño pero maravilloso idioma. El profesor tiene que hacer hincapié con el hecho de que lo que va a enseñar es la traducción a un idioma inteligible de lo que realmente está ocurriendo.

Lo que nos lleva, de paso, al proyecto SETI. Pero esto lo desarrollaré otro día.

miércoles, 13 de junio de 2012

A propósito de los maestros

El otro día critiqué, además de al sistema educativo español, al colectivo de profesores en general (seamos progresistas: y profesoras). Criticar es fácil, y criticar cosas genéricas es más fácil aún; así pues, hoy quiero profundizar sobre una realidad que no aparecía en el cuadro idílico de mi entrada referida, pero de la cual estoy seguro de que la mayoría de los profesores es plenamente consciente.

Eso sí, primero, y como documento de apoyo fundamental, tienen que acceder a este documento (si quieren pueden guardarlo en el ordenador y acceder desde ahí; lo importante es que lo lean - al menos el principio).

www.xtec.cat es un servicio web del departamento de Educación del Gobierno de Cataluña, con material de apoyo a profesores y alumnos. Uno de los recursos que aporta es el documento que les he pedido que abran. Es el tema 11 del "libro" de la asignatura que antes se llamaba "Ciencias Sociales", de cuarto de primaria, pero dirigido a "nouvinguts", es decir, "recién llegados". Aquellos niños que se incorporan al sistema educativo nuestro: norteafricanos, sudafricanos, sudamericanos, chinos, pakistaníes, ucranianos, sin duda; ya no sé si se incluye también a neocelandeses, canadienses, finlandeses, austriacos... (y por si me surge algún ultramontano, no, a los niños que vienen del resto de España no se les considera "recién llegados", ni suelen necesitar apoyo especial para su adaptación, fuera de un esfuerzo suplementario por parte del chico, y no acostumbran a tener problemas -salvo posibles casos puntuales, que de todo tiene que haber en la viña del Señor-).

Lean, por favor, al menos hasta la página tres. El libro está en catalán, pero creo que lo entenderán con bastante facilidad; "Encercla les lletres" quiere decir "Rodea con una circunferencia las letras". Es un libro de cuarto curso. Para niños de nueve y diez años, quizá más si son "recién llegados".

¿Cómo se les queda el cuerpo?

Profesores experimentados nos explicarán que el nivel tiene que ser ése, son niños que "no han sido escolarizados". Bien. Es posible. Es posible que sean niños que apenas sepan las letras. Y se les admite, directamente, en cuarto curso, porque no es correcto que estén con los niños de cinco años, que son los que rodena las letras y escriben muy, muy despacito, palabras sueltas que leen en libros de diez palabras por página.

Normal, entonces, que el grupo general de cuarto se retrase. Toca pagar a todos por no marginar a ese recién llegado.

En los primeros años de escolarización de mi hija mayor, de 24 niños en la clase 8 eran de origen extranjero. A tercero pasaron cuatro que aún estaban aprendiendo a leer (lamentablemente, alguno era español, pero es que sus padres pasaban del bajo aprendizaje de su chico, muy despierto por lo demás - y eso que eran ricos-). Pero es que en tercero les pusieron en su clase a dos hermanos mellizos (chico y chica) chinos, dos años mayores que ellos pero que acababan de aterrizar. Ninguno de los dos chinos hablaba más que chino, y el profesor (un jienense sexagenario, por lo demás muy buena persona y buen maestro), pues tampoco hablaba chino. Hasta aquí, vale. Pero es que los dos chicos no atendían en clase, armaban follón (se comprende, si están encerrados horas en un aula y no entienden ni jota), y el chico, un grandullón, se dedicaba a aporrear a los demás niños mientras el maestro hablaba. Y que si quieres arroz. Tras una protesta de las madres, la dirección convino en separar a los dos hermanos. La cosa sólo mejoró un poquito, pero la otra sección también quedó deteriorada. Me parece que no acabaron el curso en el centro, con gran alivio de todos.

Pues bien, yo pienso que si viene un chaval sin escolarizar, sin conocer nuestro idioma o con las carencias que tenga y que le impidan seguir el ritmo normal de la clase, no debe incorporarse a la clase. Si no sabe leer, aunque tenga doce años lo que ha de hacer es aprender a leer, no ir a sexto. Así que se crean clases especializadas en recién llegados, donde de manera acelerada se les enseña todo lo que no han aprendido hasta entonces, idioma incluido. Si han de hacer un esfuerzo especial, se siente, más lo hacen sus padres. Y sólo cuando estén en condiciones de tener el nivel medio de los integrados -aunque para ello tengan que seguir esforzándose más que los niños de aquí-, sólo entonces, repito, han de incluirse en los colegios normales.

Evidentemente, esos cursos "puente" han de ser rápidos, exigentes y duros. Nada de tener al niño con diez años rodeando con circunferencias las letras de la palabra "Catalunya" ni que Catalunya (que no sabrá bien qué es) se divide en "comarcas" (que tampoco sabrá bien qué son) y que la capital del Barcelonés es Barcelona. Y los defensores y las defensoras de los derechos de los niños y las niñas y los que y las que defienden que a los niños y a las niñas no hay que apretarles sino dejarles jugar (juegos no sexistas, pacifistas y antifascistas, se entiende),... pues que se aguanten.

Ítem más, me da en la nariz que los padres de esos niños recién llegados también verán con agrado que a sus hijos se le forme intensivamente, en vez de tener a los chicos aburridos rodeando letras (a ritmo de seis a la hora).

Estoy seguro de que todos, absolutamente todos (salvo los cretinos ya aludidos),saldríamos ganando con el cambio. ¡Si no fueran porque los políticos no quieren enojar a los cretinos antedichos...!

Claro que, la pregunta que me harán es... "muy bien, hemos visto el nivel de cuarto para recién llegados y se nos ha caído el alma al suelo, pero... ¿cuál es el nivel normal de cuarto curso? A ver si resulta que es, más o menos, el mismo".

Interesante pregunta, no hay duda. Otro día la respondo.




jueves, 7 de junio de 2012

El dilema "John Starks"


John Starks era un jugador de la NBA, de los Knicks de Nueva York. Un escolta bajito, no consiguió ser elegido por ningún equipo, pero bueno, los Warriors lo ficharon como fondo de banquillo, no cuajó y lo echaron, jugó en la CBA (una NBA de tercera división) y en la WBL (otra tercera); un día, los Knicks lo llamarón para probarlo (para ser fondo de banquillo) y, probando con ellos, se lesionó. Los convenios obligaban al equipo a echarlo antes de una fecha límite, si para entonces estaba sano. No se curó a tiempo y se lo tuvieron que quedar.

Starks era un jugador peculiar, el típico negro de 1,90, chulón y de baloncesto callejero. En la universidad tampoco es que estuviera en el equipo, formaba parte de un grupo que simplemente tenía que estar disponible por si alguien del equipo verdadero se lesionaba o se le suspendía, y los partidos los veía en la grada. Se metió en líos de robos, lo echaron, fue a otra universidad, allí algo hizo que estuvo unos días en la cárcel, luego lo expulsaron por fumar cannabis, se metió a trabajar en un supermercado y luego se matriculó en otra univerisdad, a ver si por lo menos terminaba los estudios, luego pasó a otra (la cuarta ya),… se hacen una idea del perfil de jugador que les digo, ¿no?

Y, sin embargo, en Nueva York se reveló como un crack. Ciclotímico quizás, capaz de grandes noches y de las peores noches; pero bueno, es N.Y. y allí siempre se está bajo los focos, todo se amplifica. Es el sitio ideal para tener los quince minutos de gloria. Y Starks aprovechó la oportunidad.

Un día, Michael Jordan, cansado de ganar, se retiró del baloncesto. Equipos que habían sido machacados por él aprovecharon la oportunidad. En el Oeste, los Houston Rockets de Olajuwon; en el Este, los Knicks con Pat Ewing a la cabeza… y Starks a su lado.

Así que llegaron la serie final de la NBA. A mi derecha, Olajuwon y un plantel de jugadores guerreros, conocedores de su papel en el equipo, y un gran entrenador, Rudy Tomjanovich. A mi izquierda, Ewing, un entrenador mejor aún, Pat Riley, un puñado de gladiadores, y John Starks.

Olajuwon y Ewing eran dos fenómenos, y estaban en su mejor año. Retirados Abdul Jabbar y Moses Malone, viejo y caduco Parish, bisoño O'Neal, Robinson aún curtiéndose,… eran los dos reyes del mambo. Los dos grandes pivots de la competición, los dos perros más grandes de la pradera. En 1984 se habían disputado la final universitaria, con victoria para Ewing. El choque en la final de la NBA prometía.

¿Quién era mejor de los dos? En general, se considera que Olajuwon demostró ser mejor que Ewing. Pero sólo un poco mejor; no desequilibró totalmente la serie. Pero bueno, si sumamos que los guerreros de Houston estaban más cohesionados que los de Nueva York, estaba claro que iban a ganar. ¡Ah, no, falta el factor Starks!

Starks desequilibraba todo. Fue la estrella de Nueva York, el que, anulado Ewing, metía los puntos. Tuvo tres buenas noches y tres victorias, y tres noches en las que no fue suficiente, y tres derrotas (por siete, cuatro y dos puntos). La serie quedó 3-3, faltando el partido decisivo en Houston. El que lo ganara ganaba todo.

Y Starks… ¿Qué hizo Starks? En los tres primeros cuartos del partido, jugó mal: metió 2 tiros de diez intentos. Amigo, elegiste una mala noche para cagarla. Por suerte, quedaba el cuarto cuarto.

¡Je! En el cuarto cuarto, Starks metió… cero de diez intentos. Total, 2 de 18. Y los Rockets fueron campeones. En la peor noche de la vida del pobre John.

Recuerdo el partido. Lo vi en directo (no en vivo, por TVE) y lo tengo grabado. Y a medida que, viéndolo, se hacía patente que con él la iban a cagar, yo pensaba: ¿mejor sentarlo, o no? Desde entonces me he hecho muchas veces esta pregunta, no aplicada a este caso en concreto sino a todas las demás ocasiones en las que ha pasado algo parecido.

Cuando tu estrella, el tío que os ha llevado hasta allí, falla en el momento decisivo, ¿qué haces? ¿Decides que estamos juntos para lo bueno y para lo malo, y o triunfamos contigo o nos hundimos contigo, o le dices "tío, gracias por los servicios prestados, pero tú ahora no eres el tío que necesitamos, así que saldrán otros a ver si alguno nos saca de ésta"?

¿Actuamos como si no nos importaran las personas y sacamos "a los que en ese momento estén mejor"? ¿O decimos que la victoria no importa más que el respeto a las personas?

Riley mantuvo a Starks hasta el final. Empezaron el cuarto cuarto perdiendo de tres, y acabaron perdiendo sólo por dos puntos. Una canasta. Diez veces, en ese cuarto, Starks se la jugó él, y las diez veces falló. Una que la hubiera metido, habrían sido (quizá) campeones. Pero falló hasta el último segundo. 

Añadamos a ésto que, en el partido anterior y perdiendo de 2, Starks tiró un triple en el último segundo. Si hubiera entrado, habrían sido campeones. Pero Olajuwon taponó el tiro. ¡La de críticas que le cayeron al pobre John por no haber metido aquel triple! Pero Riley no. Riley siempre confió en él: 
Pat Riley, then head coach of the New York Knicks, was quoted as saying:

“All the critics and the naysayers that looked hard at that and criticized the fact that John was still in the game don’t and did not, take into account that we would have never gotten to Game 7 if it wasn’t for John. In Games 4 and 5, he had double-digit fourth quarter performances. In Game 5, without him getting 11 points in the fourth quarter, we wouldn’t have won. In Game 6, he had 16 points in the fourth quarter. He was really, really playing well in fourth quarters, making big shots and making big plays.”

Yo, qué quieren que les diga, comprendo a los que digan que lo tienen claro y que lo importante es la victoria, pero… estoy con Riley. Starks, tú les llevaste hasta el último partido de la final, y no iban a proclamarse campeones sin ti. Lo siento por la noche que tuviste, pero creo que Riley hizo lo que tenía que hacer.

martes, 5 de junio de 2012

Hasta aquí hemos llegado


Cuando tenía 11 años (en realidad fue cuando todavía tenía 10, debido a lo atrasado de mi nacimiento), mi profesor de Matemáticas era Emiliano Gurpegui, "El Emiliano". He de precisar que yo iba con el plan de EGB, no con el anterior de Ingreso y Bachillerato, pero sí es cierto que El Emiliano sí era un profesor de Bachillerato. Todos lo eran, de hecho, ya que el Bachillerato había estado vigente en ese curso hasta apenas unos años antes y aún lo estaba para los cursos superiores. Más aún, varios de mis profesores daban clase también en los cursos de todavía entonces bachillerato (y yo volví a tenerlos cuando llegué hasta allí).

El caso es que durante dos años, El Emiliano fue mi profesor de matemáticas; puedo citar a los demás de aquellos años, pero con el recuerdo de uno me basta para lo que quiero decir.

Las matemáticas que estudié yo entonces con diez, once años, están a años luz de las que estudian los chicos ahora. Conceptos como las leyes de Morgan, los Grupos Abelianos, el binomio de Newton (¡el binomio de Newton!) o los polinomios son, actualmente, cosas desconocidas a esas edades. Ítem más, me atrevo a decir que el alumno medio termina la Enseñanza Secundaria Obligatoria sin estudiar estas cosas que, ya digo, yo acometía a los once.

Si pensamos que en aquellos años mi padre clamaba contra la EGB y el paso atrás que en su opinión acarreaba, y que ya circulaba el chiste del labriego y el saco de patatas que todavía ronda por ahí (el de la comparación entre planes de estudio; la EGB sería la enseñanza reformada de 1970)… ¿a qué viene quejarnos ahora?

De hecho, algunos de mis profesores de aquel año nos advertían de que más adelante sería más duro y nos exigían un salto desde la infancia de quinto curso: clases tipo conferencia, tomar apuntes, escribir en hojas tamaño folio… Más aún: creo que ninguno de los profesores (salvo el de Inglés) utilizó el libro; quizás el de Geografía e Historia (el MiniPanzas, porque era el hermano pequeño de El Panzas - y este seguro que no usaba el libro). El Emiliano, por supuesto que no. Y esto último es algo que, viéndolo con perspectiva, se comprende perfectamente: aquellos profesores, con el ritmo del Bachillerato aún reciente, despreciaban por completo los nuevos libros y el sistema educativo que tenían que impartir y preferían seguir haciéndolo a su manera.

Años después tuve algún amigo que había empezado Bachillerato pero que, debido a que iba un curso adelantado a su edad (cosas de la época), le había obligado a repetir, y el curso que repetía ya era de la EGB. Pues este amigo, que conoció de primera mano los dos sistemas - el mismo curso, con uno y otro- dice que no había color. Y eso que eran los mismos profesores.

En esas que estamos ahora. Todos somos conscientes que el nivel formativo ha bajado hasta cotas que creíamos inalcanzables. Y tras años y años de reformas, arreglos y reestructuraciones, todos sabemos por experiencia que la cosa no mejorará. No nos engañemos, irá a peor. Tampoco pienso que sea culpa de los profesores: he hablado con muchos, y todos vienen a decir lo mismo: cada año, con "el material" que les llega intentan obtener el mejor resultado posible.

Esto último - hago un inciso- me hace pensar que la culpa está en la educación pre-escolar; todos los profesores y maestros me dicen que el nivel que les traen los chavales es muy bajo y que ellos, viendo que no conseguirán cumplir el currículum que tienen asignado, rebajan también sus exigencias. Y que apechuguen los siguientes. Nadie se planta, nadie dice que ningún niño aprobará su asignatura sin tener los conocimientos que él considere básicos. Al contrario, incluso si le suspendiera el niño podría seguir su carrera estudiantil sin mayor problema. Y los maestros de los primeros años se quejan de que tienen veinticinco niños por clase (algo que nunca fue un problema para muchos), que patatín y que patatán. Finalmente, la culpa es de los padres. Como si los padres exigiéramos que el nivel de estudios de nuestros hijos no fuera tan alto.

En mi opinión, la culpa es de dos partes. Los primeros, todos los psicólogos, educadores profesionales, terapeutas, representantes sindicales (¿qué cojones pinta el personal administrativo y de servicios en los consejos escolares y universitarios?), ¿he mencionado ya los psicólogos y educadores profesionales?, y sobre todo los políticos. Todos los que ven los toros desde la barrera, que le gritan al torero lo que tiene que hacer y lo que no, el público en la grada que le chilla al boxeador qué ha de hacer para que el otro no le pegue y le ordena que le pegue ya un gancho de derechas que lo tumbe. Todos los que dicen que saben cómo hay que educar a un niño, a dos y a siete a la vez si hace falta.

Y, los segundos, todos los demás, por habernos callado ante las estupideces dichas por los primeros, como toda la corte ante el traje nuevo del emperador, ¡qué van a pensar de nosotros si les decimos que están equivocados! Y en especial, todos y cada uno de los maestros y profesores. Los que ven, año tras año, cómo el sistema falla, y no hacen nada. Profesores que no exigen que se les respete y se les escuche, que no imponen un temario  y un nivel de aprobado, profesores que piensan que este año tampoco y que se tendrán que aguantar un año más… Sí, profesores, no me vengan con excusas diciéndome lo que yo digo, que me es muy fácil criticar al torero desde la barrera. Llevan ustedes años y años culpando a todos los demás, a los padres, a los niños, a los planes de estudio, a los políticos, a las leyes, a los profesores que tenían los niños antes de ustedes,… a cualquiera, antes que reconocer que cada año deciden que no van a hacer su trabajo como creen que deben sino como buenamente (esto es, sin meterse en problemas) pueden.

Lo triste del caso es que los maestros de ahora ya han sido educados con los planes lamentables, inframínimos. Ya no quedan Emilianos ni Panzas, Moles ni Galveces. Si ya ni el minero sabe extraer minerales, ¿qué más da la herramienta que le demos? Así es que la Educación no necesita una Reforma, sino una Revolución. Y eso no va a ocurrir, no en este país mientras nos gobernemos nosotros.

Pero es que este tema es de importancia capital. Ya es tarde, y cada vez lo será más; al menos, todavía quedan personas que recuerdan que más exigencia era posible; ¿cómo los que queden van a creer, cuando los otros falten, que hay que mejorar la educación si es la que ellos han recibido?

No, es el momento de plantarnos y decir HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO. Y decirles a los psicólogos que vuelvan a los agujeros de los que salieron y a los profesores que basta de lágrimas de cocodrilo y que se pongan inmediatamente a hacer bien su trabajo. Y si un profesor se lo toma en serio y decide que aprobará sólo el que valga, ¿qué le ocurrirá? Seguramente, que personas mayores (el director de la escuela, los padres,...) acudirán a protestarle: cómo se le ocurre pedir que no comentan faltas de ortografía, que los problemas tengan que pensarse, que tengan que desarrollar ideas, que ejercitar la memoria, que relacionar ideas... ¿Y no serán capaces de razonar con estas personas, de explicarles porqué es bueno lo que hacen, mejor para los chavales?

Es posible que haya "víctimas colaterales". Que aquellos chicos que, según dicen, boicotean la labor del profesor e impiden que la clase avance sean reducidos a pulpa por el intelecto más desarrollado del maestro. Cabe dentro de lo posible. Pues si ése es el precio que se ha de pagar, que se pague. La inmensa mayoría saldrá ganando.

Pero no pasará nada. Porque la clase educadora tiene dos formas de hacer bien su trabajo: aquella que, cuando se jubilen, aprecien el fruto que la simiente que sembraron ha generado, y aquella otra con la que, cuando se jubilen, dirán ¡al fin he conseguido jubilarme! La del trabajo duro y valiente, o la del trabajo discreto y sin buscarse problemas. Pues yo pienso que en nuestra sociedad hace tiempo que el esfuerzo dejó de ser un valor, y los profesores van a optar por la segunda opción. Como vemos cada día.