domingo, 28 de febrero de 2016

¿Proyectar? ¡Hasta un límite!




A todos los que proyectamos nos ha pasado: un cliente nos encarga un proyecto, y quiere que todo quede perfectamente definido. En el proyecto, quiero decir. No quiere que haya partes sin resolver. Sin sorpresas. Y sí, todo esto suena muy razonable... pero ¡ay del proyectista que en ese momento no se plante y le diga la verdad al cliente!

Porque la verdad es que no todo va a estar resuelto. Que no se va a definir cada detalle del proyecto. Que el proyecto, como mucho, servirá para que el cliente, si negocia bien, pueda cerrar con el constructor un precio completo, "llave en mano".

Pero no, los proyectistas solemos ser unos lilas y le respondemos al cliente que por supuesto, que ése es nuestro estándar de calidad y así trabajamos. Que lo que nos trae va a quedar totalmente definido en nuestro proyecto. Nos merecemos todo lo que nos pasa.

Y se lo digo yo, que en varias ocasiones he recibido felicitaciones por lo claro y completos que son mis planos y muchas cosas se han ejecutado sin yo enterarme o sin dirección facultativa porque el constructor no tenía ninguna duda y todo salía como estaba previsto. ¿Porqué no soy millonario, si tan buenos son mis proyectos? Pues por eso mismo: porque el número de horas que termino dedicándoles a esos proyectos es escandaloso. Lo que explica de paso el que yo sea muy caro y sin embargo esté sólo un par de peldaños por encima de la indigencia.

Perdón. Si usted no es un proyectista, llegado a este punto de mi discurso todavía no sabrá de qué le estoy hablando. ¿Acaso un proyecto no debe definir en su totalidad aquello que proyecta? ¿Qué es eso de que tenga lagunas y cosas que no se definen? Pues esto es así, incluso si el proyecto es de un submarino nuclear. Ítem más, aunque no he proyectado nunca un submarino nuclear (la ley me lo impide), me atrevo a afirmar que en los proyectos de los submarinos nucleares mi afirmación es más válida que nunca.

¿Cree usted que un novelista empieza a escribir su novela sólo cuando la tiene perfilada en su cabeza desde la primera hasta la última letra? Claro que no: tiene una idea y se pone a escribir. Puede que no la escriba por orden, no sé. Pero él se pone, y ya se le irán ocurriendo cosas y maneras de decirlas. Y en la construcción de algo ocurre lo mismo: muchas cosas ya se resolverán sobre la marcha, cuando haya que resolverlas.

Pero esto nosotros no lo sabemos explicar, y desde luego no en el momento en que deberíamos hacerlo, antes de contratar. Y, claro, hay clientes que creen que sí. Que el proyecto ha de definir todo. Y si encuentran algo que no está definido, a) reclaman su definición, y (lo peor) b) consideran que su definición ya está incluida en los honorarios del proyecto. Que lo quieren por la patilla, vaya. Más aún, hay un apartado c): nos acusan (de manera directa o subliminal, pero nos acusan) de haber hecho un trabajo defectuoso por incompleto y de haberles querido colar a ellos un trabajo incompleto por completo.

Cuando llegamos a esta fase, cualquier proyectista puede asegurarlo, es un espanto. Porque no, no es cosa de un detalle que se define y listos. ¡Si sólo fuera éso! Pero es que a partir de ese momento el cliente, el proyecto, se convierte en una gota malaya (lean a Salgari). En un dolor de muelas que no se va. En un no dormir. Hasta que el cliente se canse de perseguirnos.

La cuestión es que los proyectos, por definición, se entregan incompletos. Se hacen proyectos básicos y proyectos ejecutivos. A veces el proyectista se compromete a entregar los planos de taller, pero ésa es otra guerra. El acabado del nivel "proyecto ejecutivo", que es en el que nos movemos por lo general, no ha de definir todo. Más aún: no ha de definir todo, POR LEY.

Me explico:

El Código Técnico de la Edificación, en su documento SE, capítulo 2, punto 2.1.2: planos, dice así:
Los planos del proyecto correspondientes a la estructura deben ser suficientemente precisos para la exacta realización de la obra, a cuyos efectos se podrán deducir también de ellos los planos auxiliares de obra o de taller, en su caso, y las mediciones que han servido de base para las valoraciones pertinentes.
Los planos contendrán los detalles necesarios para que el constructor, bajo las instrucciones del director de obra, pueda ejecutar la construcción, y en particular, los detalles de uniones y nudos entre elementos estructurales y entre éstos y el resto de los de la obra, las características de los materiales, la modalidad de control de calidad previsto, si procede, y los coeficientes de seguridad adoptados en el cálculo.
Es decir: el proyecto ha de tener precisión suficiente para que se pueda valorar y deducir de él todo lo necesario para terminarlo. Y de terminarlo se encargarán el constructor y el director de la obra. No el proyectista.

A veces, cuando hago una oferta por escrito, introduzco una claúsula que dice que pasado un tiempo tras la entrega de mi trabajo (generalmente dos semanas en fase de proyecto, una semana cuando estamos en fase de obra), los planos se considerarán completos y aceptados si no ha habido ninguna reclamación en ese tiempo. Pasado el cual, lo que me pidan es un extra. Más que nada, como salvaguarda para la pelea que llegará cuando nueve meses después me diga "oye, que lo estamos ejecutando y nos tendrías que decir cómo hacemos el...". Pero esto no siempre funciona.

Como chascarrillo: esta semana me han venido con unas historias de algo que dibujé... en 2014.

¿Qué podemos hacer? Pues, lo primero, andar con ojo avizor: hay que detectar cuándo una petición es excesiva y reaccionar rápido. Porque al cliente los pies hay que pasárselos al instante. E intentar convencerle de que está equivocado. De que no hay que definir todo en el proyecto, que no es necesario. ¡Pero es que suena tan bien! Y es muy difícil rebatir algo que suena tan bien. Sin embargo, es fundamental. Hay que parar esas peticiones.

Así que, llegado el momento, toca hacer pedagogía. Explicar al cliente que el encargo es un nivel ejecutivo, que el trabajo entregado está en un nivel ejecutivo, y que él (el cliente), en el estadio actual, no necesita más. Que esté tranquilo, que todas esas indefiniciones que él (el cliente) ve no existen, porque se resuelven de forma inmediata cuando llegue el momento verdadero de resolverlas.

Y en esta pedagogía, agradezco que el Código Técnico lo diga tan clarito. Razón por la cual escribo este artículo, para que no se me olvide y por si a alguien le aprovecha también.






Haendel - Lascia ch'io pianga (Rinaldo)

viernes, 26 de febrero de 2016

Diversidad funcional






Antes, existían los ciegos. Los sordos y los tullidos, que podían ser porque les faltara una o dos piernas, una mano, etc. Cuando yo era niño, era muy común que los tullidos tuvieran la edad correspondiente a veteranos de guerra. De guerra civil, entiéndase. Estos tullidos era normal verlos trabajando en puestos sencillos: los vigilantes de aparcamientos, bedeles y ujieres, y el tipo que avisa en la carretera que hay que parar porque las obras han limitado el tránsito a un único carril. Recuerdo al respecto, por cierto, la primera vez que nos paró un tipo normal, entero: mi padre se enfadó, porque entendía que esa persona tenía que ser capaz de hacer algo más que estar ahí, quieto, con la señal de stop, era un desperdicio de mano de obra.

En aquella época, la ONCE que creó Franco tenía una cobertura limitada y los tullidos debían trabajar para vivir. Sin ir más lejos, mi zapatero remendón, el de la calle Moneva, tenía una pata de palo. Pero llevaba su propio negocio, sin luces ni oropeles - aquello parecía una cueva-, pero suficiente.
También había una escuela para niños sordos, "La Purísima". Que era para niños sordos yo lo sabía porque así se anunciaba a la entrada. Eran sordos.

Y los subnormales eran subnormales.

Con el tiempo, los ciegos dejaron de ser ciegos y pasaron a ser invidentes. Los inválidos y tullidos se convirtieron en minusválidos. También los subnormales. Pero minusválido significa que se es menos válido. Y no se trata de que un ciego sea en general menos válido que una persona con todas sus facultades en plenitud, sino de que es un término peyorativo: conlleva una carga negativa.

Otra opción fue llamarles discapacitados. Se tenía discapacidad visual, discapacidad auditiva, etc. Con los pertinentes grados.

Pero parece que el término también ofendía. Y ahora ya no se dice discapacidad. Se dice diversidad funcional.

Entiendo por ellos que los ciegos, ahora, son diversos funcionales. Si te falta una mano, tienes una diversidad funcional. Si no te falta la mano no, lo que tienes es la mano.

Lo importante es que diversidad funcional no conlleva ningún significado negativo, todo lo contrario: sugiere riqueza, por aquello de la variedad. Los demás no somos diversos, sólo tenemos una opción. Son ellos los que tienen diversas maneras de funcionar. Todo ello sin renunciar a los beneficios y deferencias que se les ceden, faltaría más, porque una cosa son las palabras y otras los hechos.

Y una persona que ha perdido los ojos, se llame como se llame, es ciega y merece una atención especial.

Yo no me considero un monstruo. Tampoco quiero faltarle al respeto a nadie ni insultarle o hacerle sentir desgraciado. Pienso que ciegos, sordos, tullidos, inválidos y las personas con discapacidad psíquica, por citar algunos casos y de alguna manera, son personas tanto como cualquiera de nosotros. Merecen tanto respeto o más, y hemos de ceder ante ellos y tener atenciones especiales que les hagan la vida más fácil. Estoy en contra del aborto porque se detecte que el niño nacerá ciego, sordo, sin brazos o subnormal: ¿y qué, si es más feo que otros, o no tan listo o no tan ágil? ¿acaso no es una persona - pues ya la vemos en una pantalla y hemos descubierto que no tiene manos, qué enfermedades tiene o qué capacidad tiene su intelecto- con derecho a que no la maten? Simplemente, no creo que les beneficie que no se llamen a las cosas por su nombre.
Tampoco creo que hace cincuenta años los tullidos se sintieran mal porque les dijeran que eran mancos o tullidos, ni los ciegos porque sus padres le digan a otro "mi hijo es ciego" o "se ha quedado ciego".

Pero éste es otro de los signos de este tiempo. No podemos llamar a las cosas por su nombre, hemos de decir "mi hijo tiene una diversidad funcional" o "ha adquirido una diversidad funcional". 
Escrito sin ánimo de ofender.


Shocking blue - Never marry a railroad man

martes, 9 de febrero de 2016

Cosas de ingenieros





Almuerzo con otros ingenieros (superiores, entiéndase). Es inevitable tener La Charla, ya saben, "antes", "ahora", "nosotros"... Pero hoy uno de ellos dio un punto de vista que no había oído nunca:

Antes, los ingenieros sabíamos algo de todo. Y teníamos a los ingenieros técnicos, que sabían un montón. Muchísimo más, pero de lo suyo. Eran auténticos especialistas, lo que pasa es que si los sacabas de su terreno en seguida se echaban atrás, yo de eso no sé. 

Entonces alguien decidió que no podía ser que los ingenieros técnicos supieran más que los ingenieros superiores, y decidieron especializar a los ingenieros superiores. Los convirtieron en superespecialistas, y ocurrió lo que a los técnicos: no sabían del resto.

Y ahora han decidido volver atrás y formar, de nuevo, ingenieros generalistas.


Post Scriptum:


Tengo una reflexión al respecto, relacionada con los nuevos títulos de grado. La carrera de Ingeniero Superior Industrial, como la de Ingeniero Técnico Industrial, no existen formalmente; lo que hay son estudios "de grado" (4 años) y "de máster" (creo que 1 año) que se supone que equiparan, grado a técnico y máster a superior. O viceversa, a los superiores nos equipararon a los máster y a los técnicos a los grados. Da igual.

El caso es que el ilusionado estudiante que se matricule en un grado ha de saber lo que hace. He oído por ahí que existe un grado concreto que al terminar uno no queda habilitado para proyectar, sino que debe hacer un máster; parece ser que ése es el recorrido digamos auténtico para ser (en el sentido de saber) un ingeniero superior. En la línea de lo expuesto al principio, es un grado que da una formación generalista y que en definitiva exige una carrera de 5 años. 

Los demás estudios de grado, entonces, son estudios de técnico. Antes, tras el título de técnico (que requería de sólo 3 años de carrera) se hacía el curso puente (mínimo 1 año) y se entraba en 4º de superiores. Es decir, el curso puente suplía lo generalista que se había hecho en los 3 primeros años y que el técnico, al especializarse, había dejado de lado, y luego venían los 2 últimos cursos, también generalistas. Ahora entiendo que esos 3 años adicionales quedan reducidos a 1, supongo que porque el grado ya tendrá parte de lo generalista que antes soslayaba el técnico. Bueno. No digo que no funcione. Me temo que muchos no harán el máster, si tras el grado ya pueden trabajar "de lo que les gusta", no sé. También he de decir que antes, el técnico tenía muchos conocimientos en lo suyo de lo que carecía el superior; quien mucho abarca poco aprieta, ya saben. Ahora no será así, tendremos técnicos con algo más de conocimiento generalista, y técnicos con ¿dos veces algo? más de conocimiento generalista. Veremos si funciona. Si a la sociedad le va mejor este nuevo modelo, quiero decir. 

Pero el estudiante ha de ser consciente. Que salvo que opte por el grado ése de marras, va a estudiar lo que es Ingeniería Técnica, y luego si quiere hará la equiparación a Superior. Porque a mí me parece que no, que van engañados. Que les dicen que es Ingeniería, y lo honesto sería decirles que es Ingeniería Técnica. A lo que les equiparará el grado.


 



Duncan Dhu - Esos ojos negros (versión de Versonats)

domingo, 7 de febrero de 2016

Asientos



Para el lego, un asiento es un mueble para sentarse y también una plaza en un medio de transporte, en un recinto de reunión, etc.

Para los estructuristas, el asiento es el descenso que tienen los materiales cuando se cargan. Sobre todo, los cimientos.



En el sector de la construcción, el más valiente de todos, rayando en lo temerario, suele ser el propietario; para él, todos somos unos exagerados.

Y el más cobarde, sin discusión ni duda posible, es el geólogo. Es el tío más cagado de todos los que intervienen en el diseño y la construcción de una estructura. Mi problema empieza cuando las leyes le otorgan a este miserable un poder espantoso, pues lo que él dice es Ley y no se le puede discutir, y la Ley dice que este tío tiene que echar su cuarto a espadas. Me explico.

Un geólogo es barato. La partida del geólogo suele ser alta si se compara con la del calculista y la dificultad del trabajo y responsabilidad, pero es cierto que el geólogo, a diferencia del calculista, tiene muchos gastos. Así que puedo afirmar que los geólogos son baratos. Además, como en todas las profesiones, los hay buenos y los hay malos, y los buenos suelen ser más caros que los malos. Casi siempre se contrata a los baratos: a los caros sólo se llega la primera vez tras muchos desengaños. Y cuando uno conoce a un geólogo bueno, descubre que sale mucho más a cuenta que los baratos, pero... no solemos ser los calculistas los que escogemos geólogo.

Bien. Geólogos los ha habido siempre, pero en mi juventud no era habitual contratarlos; tenían que ser obras con mucho dinero. Hasta el punto de que la norma estaba preparada para no tener que contratarlos, y no sólo lo autorizaba sino que además daba pautas sobre cómo actuar sin ellos y medios para soslayarlos. Ahora bien, como todos saben, con el advenimiento de los ordenadores los calculistas han ido perdiendo su conocimiento, y una de las áreas en las que ha perdido capacidad es en el saber sobre el suelo. Poco a poco, el calculista exigía cada vez con más frecuencia un estudio geotécnico previo, que le digan cuánto aguanta el terreno; atrás quedaron los tiempos en que cuando yo calculaba una casa preguntaba dónde era, y más o menos decía "¿Allí? Pues voy a hacer que el terreno trabaja a 4 kg". Y me quedaba tan pancho (aunque el tiempo me ha dado la razón, ya que nadie me ha demandado). En cualquier caso, era evidente que no tardaría en llegar una ley que estableciera como obligatorio el estudio geotécnico previo firmado por un geólogo. Esa ley llegó y se llama Código Técnico de la Edificación y, como expliqué no recuerdo cuándo, el paso de los años hace que nos parezca inconcebible que no sea así.

El caso es que, si hay cimiento, hay que tener un geólogo que diga cuánto aguanta el suelo. Y aquí la hemos liado, porque geólogos y calculistas no vamos a la par, no formamos equipo. Lo normal es que el promotor contrate a un arquitecto o a un ingeniero, y por otro lado a un geólogo. Luego el arquitecto o el ingeniero contratará al calculista; lo normal es que entre éstos sí haya relación, es una contratación libre y uno siempre intenta tener su equipo. Pero el geólogo no. Más aún, el geólogo interviene antes que nadie. Le dicen "se va a construir cinco plantas y dos sótanos", y él se apaña. Ninguno dice que esperará al calculista para saber qué necesidades hay, no. Ellos se lanzan, hacen un estudio, facturan y adiós muy buenas. Con suerte, el calculista no querrá hablar con ellos y menos trabajo, porque esas charlas no se las pagan.

Por otro lado, está el detalle de que el geólogo no sabe quién va a calcular, qué se va a hacer en concreto. No sabe si se puede fiar de los que vienen detrás de él. Así que se cubre en salud. Pero eso se lo calla, claro. Además, su papel es muy técnico y sólo lo entenderá el calculista. Y una vez el calculista haga su trabajo, cualquier queja irá contra el calculista, no contra él. Y ya he dicho que los calculistas cada vez saben menos de geotecnia, así que le es muy fácil al geólogo engañarle.

Les pondré ejemplos.

En cierta ocasión teníamos que construir con un sótano. El geólogo había dicho que encontraríamos agua a 50 cm de profundidad. Ocurre que treinta años antes, sin geólogos, se había cosntruido el edificio de al lado, también con sótano, y yo lo había visitado. Ese sótano no tenía suelo de hormigón: era la tierra, de verdad se lo digo. Y estaba a tres metros de profundidad, luego agua ninguna. Llamé al geólogo para perguntarle cómo explicaba eso... y me confesó que cuando hizo su estudio estaba lloviendo. Normal que en la calle hubiera agua, ¿no?

En otra ocasión también tenía que excavar un sótano. El muro más gordo que he puesto en mi vida, un metro de espesor con unos puntales ciclópeos. Aquello era una obra de titanes. Para más inri, el muro era continuación de otro muro del siglo XIX que estaba hecho como se hacían los muros en las huertas y jardines en el siglo XIX. Mi solución valía una fortuna; el encargado de la obra se negaba a hacerlo, decía que estábamos locos. Al final, el constructor y promotor me lo planteó bien claro: a simple vista se veía que me había pasado tres pueblos. Yo también lo veía, pero le expliqué que con el estudio geotécnico que me había dado no podía hacer otra cosa: aquello era una ciénaga, y era un milagro que el edificio de catorce plantas que había al lado se estuviera sosteniendo. El informe del geólogo daba, para el parámetro clave, un valor "entre 3 y 28". Yo estaba obligado a coger el 3, lo que él tenía que hacer era no aceptarle al geólogo una imprecisión semejante. Es como si yo le dijera que en una viga había que poner "entre 3 y 28 barras de 25 mm". ¿Porqué aceptarle al geólogo lo que a mí no? El geólogo, por cierto, era el mismo que el del ejemplo anterior - casualidad- y, requerido al efecto, afinó más, y con un valor de 23 ya salió un muro normalito.

El ejemplo clásico es cuando se actúa en un edificio existente y el geólogo dice que el terreno es una porquería y que no aguanta nada. Pero el edificio está ahí y ni una grieta, oigan. Y haces números y el terreno trabaja, de verdad, a cinco veces más de lo que dice el geólogo que puede aguantar. Y llamas al geólogo, y él dice que él de eso no sabe, que él ha hecho sus números y que le sale lo que le dice. Y no hay quien le baje del burro.

En fin, el caso es que a los geólogos se les paga muy poco y no se les da mucha información. Si la cagan por temerarios, se les cae el pelo, así que se curan en salud. Lo que no está escrito. No es extraño que, si creyéramos a los geólogos, construimos sobre poco menos que arenas movedizas en las que no puede entrar ni la excavadora de la obra.

Llegados a este punto, me creerán si les digo que no pocas veces decido no hacer caso del geólogo (mis problemas con la Ley son otra historia).

Un ejemplo: antes de ayer pasé por una obra que hice hace unos años. La cimenté con una losa. Según el geólogo, la losa aguantaba 5 kg; para cargas mayores había que pilotar. Yo sabía que pilotar allí era una ruina, y mi losa tenía que trabajar a 6 ó 7 kg: ningún problema. Y aquí es donde interviene el tema de los asientos. El geólogo había dicho que la carga máxima era de 5 kg porque los asientos serían de 25 mm, lo habitual. A mí no me preocupaban los asientos: la losa, mientras no se partiera, podía hundirse lo que quisiera; seguro que no aparecería en Calcuta. Para empezar, los coeficientes de seguridad del geólogo eran enormes: no iba a ser para tanto. Además, el terreno, una vez hundido, no recuperaría su nivel si cesaba la carga. Y sobre todo: la losa no iba a  aparecer en Calcuta, como digo, con lo que tarde o temprano el terreno iba a aguantar los 6 kg que le pedía. Se lo expliqué a los ingenieros clientes, que se extrañaron, pero me creyeron. Y ahí sigue, justo donde la construyeron.

He tenido muchas discusiones con los geólogos, y he tenido que saltarme muchos estudios. Y siempre explico lo mismo: los geólogos hacen sus estudios pensando que allí van a construirse edificios de pisos. Y no siempre es así. He tenido que calcular el entoldado de la terraza de un bar (que a menudo se atornillan directamente al baldosín de la acera, que lo sepan), el pivote de una barrera, farolas, carteles publicitarios y de inicio de obra, vallas de separación, contenedores para echar la basura,... casi de todo. Y convendrán conmigo que no es lo mismo pedirle al terreno que soporte una carga de 200 toneladas de un edificio que quiero que dure 100 años sin que se agriete ninguna pared, que aguantar una papelera, que sólo le pido que aguante la patada de alguien; si un coche se la carga, pues ya se pondrá otra. Pero no hay manera, los geólogos tratan los dos casos igual. Se lo aseguro. 

Cualquier calculista estará de acuerdo en lo que digo: cuando dicen que en la capa "R" no se puede cimentar nada, y se niegan a darle una resistencia de siquiera 0,2 kg, que muchas veces es más que suficiente.

Y todo es por un tema de asientos. El geólogo siempre piensa que lo que se va a construir es un edificio de pisos y que tiene cargas muy grandes actuando durante muchos años. Estudia cómo se comporta el terreno en esas condiciones y qué carga produce un asentamiento que él cree que es razonable. En edificios de pisos, además, esos asientos los marca la ley, con lo que se nos priva a los calculistas de establecer el asiento que queremos que soporte el edificio, pero es que hay millones de situaciones en las que la ley, o no sabe, o no debería meterse. Y, claro, los geólogos, por si las moscas, se ponen en lo peor: edificios de muchos pisos.

Y el problema es que luego no hay quien les haga rectificar. Porque consta lo que han dicho, y no es seguro retractarse. Algunas veces lo he conseguido, pero ¡menudos paripés he tenido que montar para salvar la cara del geólogo! 

Recuerdo un caso especialmente sangrante. El cálculo no era mío, pero da igual. Era una explanada donde se acumulaba material, y se quería poner un tejadillo de chapa para que no se mojara. En cada metro cuadrado se acumulaban 8.000 kg de producto, amén de que por allí circulaban trailers constantemente. Del tejadillo no colgarían ni bombillas, con una chapita de 0,7 mm de espesor que aguantara la nieve ya valía.

El geólogo indicó pilotes de 14 m de longitud armados hasta el final, por si los terremotos. Incluso un murete de contención, por allí cerca, había que pilotarlo.

El calculista calculó, la constructora presupuestó, y la Propiedad, asustada, me pidió opinión. El calculista había hecho un trabajo muy malo, pero lo del geólogo era de traca. Le explico al calculista sus errores y los del geólogo, y el calculista me dice que el proyecto ya lo tiene la administración y que él, sin retractación formal del geólogo no puede hacer nada. Por lo que me contó, era un ingeniero con mucha experiencia en juicios, y por lo que yo le calé, muy poca en calcular estructuras, pero en fin. El caso es que el tío intenta que el geólogo entre en razón, y nanay. La Propiedad me presiona, y hablo yo directamente con el geólogo, y éste me dice que no. Que hay que pilotar. Yo le explico que si ese terreno es tan malo, hay que mejorarlo para que puedan circular los camiones y el suelo bajo los palets no se hunda, pero que el tejadillo jamás de los jamases necesita pilotes. De hecho, es un alivio para el terreno donde se ubiquen los pilares del tejadillo, porque allí no habrá palets, que cargan mucho más. Y nada. Erre que erre y que no cambia nada.

No sé cómo acabó aquello, pero... hace poco me he encontrado otro estudio del mismo geólogo. De una obra parecida, y fechado un par de semanas después de nuestas discusiones... y recogía punto por punto todos mis argumentos. El muy canalla se había dado cuenta de que yo tenía razón, pero no me lo había reconocido ni había asumido sus errores. 

Si las cosas se hubieran hecho con lógica, primero yo habría calculado el tejadillo. Luego le habría dicho al geólogo las cargas que quiero aguantar, incluyendo el apilamiento de palets y el tránsito de camiones. El geólogo habría hecho su estudio y, antes de emitirlo, habría hablado conmigo. Habríamos discutido sus análisis y visto cómo enfocar las cosas, y el geólogo habría firmado, al final, un estudio que se ajustaría a la realidad de lo que se iba a hacer.

O si al menos el geólogo hubiera entendido que un tejadillo de chapa es un tejadillo de chapa, que las cargas son una birria y que no importa si un pilarete asienta 3 cm (que no iba a ocurrir, salvo en su mundo imaginario, pero bueno), pues seguro que habría dado un resultado más razonable.

Pero la ley no cubre todos los casos y, fuera de las situaciones canónicas, es normal que resulte ilógica. Hay personas, como yo, que anteponemos la lógica a la ley, pero somos pocos. Y el resultado son historias como ésta que he contado.

Tengo montones de anécdotas relacionadas con el terreno y con las leyes, y quizá algún día cuente algunas. Y siempre pienso lo mismo. La ley no se entera, y a los que hacen las leyes habría que explicarles algunas cositas, que parece mentira.



 Dvorak - Sinfonía del nuevo mundo (1er movimiento)

miércoles, 3 de febrero de 2016

Me llamarán carca




Cambio de canal, en el típico momento de después de comer echado en el sofá. Algún telediario en no recuerdo qué cadena. Empezaba un nuevo tema, que la locutora anuncia: la primera generación de niños transexuales. Seguí haciendo zapping.

Un vistazo a noticias en internet y hablan de no se qué niños transexuales, creo que se operan y todo eso.

No tengo nada contra los homosexuales, de hecho algunos de mis mejores amigos lo son, y comprendo que todos tenemos impulsos de muy variado tipo. Claro, lo que nos distingue de los animales es que sabemos imponernos a los impulsos: nos contenemos, aunque nos lo pida el cuerpo. Por ejemplo, hay muchas personas que, si leyeran esto, tendrían un impulso "irrefrenable" de partirme la cara. Pero no son animales, se contienen y tan solo me cubrirían de vituperios en los comentarios (que a la cara se callarían es otra cosa, es cuestión de que no tengan güevos). En el caso de los homosexuales, uno podría esperar que contuvieran sus impulsos, pero la intimidad es la intimidad y a nadie nos debería molestar lo que mi vecino y su novio hacen de puertas adentro; de puertas afuera, son educados, amables, serviciales, honrados y de fiar, y discuto con ellos como las personas razonables que son. Preferiría, eso sí, que fueran dos veinteañeras hetero salidas que necesitaran que les hiciera pequeños arreglos domésticos, pero también podría ser peor: dos macizos hetero salidos que le hicieran pequeños arreglos domésticos a mi santa. Así que no me quejo, son de los mejores vecinos que tengo.

Pero lo de los transexuales me parece otra cosa. Por lo que entiendo, son personas que no se sienten a gusto con su cuerpo. Que su cuerpo les desagrada muchísimo, y que quieren que les cambien el cuerpo vía operaciones y química. Parece ser, también, que la diferencia conmigo y con que yo quiera ser más joven, más guapo, más cachas, más alto, más agil, con más rabo y más sex-appeal, y más negro y más estrella de la NBA es que yo he aceptado que soy un escuchimizado representante del solanar patrio y ellos y ellas no lo aceptan y sufren por ello. Sufren mentalmente; que además sufran físicamente es una consecuencia de su comportamiento al no aceptar su realidad.

Es decir, tal y como lo veo el resumen es: que no les gusta su realidad, su cuerpo. Que ese desagrado no lo saben manejar. Que en vez de que un loquero o psicólogo les enseñe a aceptar la realidad, quieren que los médicos les traten y les operen para cumplir sus deseos y tener el cuerpo que quieren tener. Y además quieren que nosotros corramos con los gastos.

Cuando ví las noticias que les he contado, mi reflexión fue que esto es algo que se veía venir. Que, tarde o temprano, iba a pasar. Porque enseñamos a nuestros niños que primero es el placer, luego el deber. Que cada uno debe liberar al niño que lleva dentro, que el control, la exigencia y el esfuerzo es sólo si uno quiere. Somos una sociedad que lo quiere todo hecho y pagado. Y ya, además. 

Somos unos decadentes. Esto tenía que pasar.





Scott Mckenzie - San Francisco

lunes, 1 de febrero de 2016

El primer caballero




Estos días Estados Unidos va a volver a ser objeto de atención.

Una de las razones es la Superbowl, la final de fútbol americano. Este año tendrá a los Broncos de Denver (con el histórico Peyton Manning como quarterback) frente a los Panthers de Carolina (del Norte, son de Charlotte). Yo, claro, quiero que ganen los Broncos, les he visto morir en la orilla demasiadas veces como para no querer que esta vez lo consigan, pero me temo que los Panthers les van a pasar por encima: tienen un equipazo, una máquina de fútbol, y este año les está saliendo todo.

Pero sobre todo, lo será porque empieza el proceso de primarias presidenciales. Hoy, el caucus (congreso) de Iowa; luego, las primarias de New Hampshire, y a partir de ahí el resto de los 50 estados y los territorios.

Quizá sea un buen momento para recordar lo que es un caucus. En la mayoría de los estados la selección de candidatos es del tipo votación en urnas, lo que se llaman primarias; pero en unos pocos, y Iowa es el ejemplo más famoso, la selección no se hace así, sino que la gente de las por lo general pequeñas comunidades se reune en asambleas (por ejemplo, en la iglesia del pueblo o en el gimnasio del colegio), y discuten sobre a quién votar. Más o menos, hay muchas variantes de caucus, pero el esquema básico es ése: usted no lleva el voto en un sobre desde su casa, sino que se reune con sus vecinos, discuten y luego votan.

Desde hace tiempo, más de un año en realidad, los candidatos llevan pateándose el barrio, debatiendo, hablando, dando conferencias de prensa, actos, promocionándose. Nada de encerrarse en una cueva, parapetarse en un trono tras una corte y un partido. Cuando llegue el momento, se sabrá todo sobre todos, no hay tema que rehúyan. Y, a diferencia de lo que en España la izquierda también llama "primarias", aquí el Partido no apoya descaradamente a un candidato. Al contrario, éstos se montan su propia estructura sin involucrar al aparato, y no es raro que empiecen una veintena de candidatos. Ocurre, sin embargo, que las primeras primarias hacen de filtro y en poco tiempo reducen la lista a unos cinco por partido, luego cuatro...

Ésa es una de las claves por las que Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur, entre otros estados, son importantes: son las primeras elecciones antes del "supermartes" (un día en el que sevotan un porrón de delegados). De momento, a Iowa han llegado 18 candidatos republicanos. A medida que vean sus fracasos, muchos se irán retirando... pero lo más seguro es que digan a quién apoyan. Si esto ocurre, el mentado acostumbra a ganar el apoyo que haya conseguido el retirado, y a menudo también las donaciones que éste iba a recibir. Gracias a este apoyo inesperado, no es raro que la campaña dé un vuelco; de hecho, suele haber vuelcos, a medida que nos acerquemos al final y los que se retiren hayan ganado más delegados que traspasar.

Así que es importante empezar fuerte en Iowa y en NH. Y por eso vemos a un Donald Trump exaltado, ultraliberal, ultraconservador, ultranacionalista: no está hablando para el votante medio, sino para el votante republicano que suele votar en las primarias. Y éste suele ser el más republicano dentro de los republicanos. Así que habla para ellos. Ha de ser muy religioso, porque los ultrarreligiosos votan en las primarias republicanas. Y así sucesivamente. Tiempo tendrá, si gana la nominación, de centrarse y moderarse. También, por lo mismo, candidatos secundarios se trabajan mucho estos estados primeros, necesitan empezar muy fuertes. Por eso Hillary no arrasa en las encuestas de estas primeras primarias.

Este año, que yo sepa, sólo hay un candidato negro. Que no irá muy lejos, por cierto. Antes solían empezar bastantes, y alguno aguantaba unos meses; supongo que al aparecer Obama las ansias de un líder negro se habrán satisfecho. O quizás es que se han dado cuenta de que, salvo que sean Obama, no tienen nada que hacer; pero me extrañaría, porque la mayoría de los candidatos no espera ganar, sólo difundir un mensaje y que el programa del candidato final recoja un poco sus ideas.

En cambio, hay varios candidatos latinos. Y otros, que no son latinos pero aportan una esposa latina. Esto suena a chiste, pero es verdad, y además son candidatos con posibilidades. Con posibilidades, por cierto, por el hecho de incorporar un toque latino. Y el que no lo aporte, o chapurrea español o me temo que va a ser tildado de snob de Nueva Inglaterra. Desde hace unos años, ya se sabe, en campaña hay que apretar manos, besar niños y decir "hola, cómo estás".

Este año el favorito de los republicanos es Donald Trump; el de los demócratas es Hillary Clinton. La cosa no está clara, porque si Trump no gana la nominación, Hillary arrasará frente a cualquier republicano, pero si Trump gana, entonces muchos demócratas creen que Hillary no le ganará y puede ser que apoyen a otro.

Por último, un chascarrillo. El principal favorito es Hillary Clinton. Y no está claro el protocolo, en ese caso. La mujer del presidente siempre ha sido "la primera dama", "the first lady". Pero ahora no saben cómo llamarán a ¡cielos! el expresidente Bill Clinton. Me parece que será "the first gentleman", "el primer caballero", pero claro, suena ridículo. Aunque tanto como lo de primera dama, si me permiten dar mi opinión. Así que en el pecado tienen la penitencia.

En cualquier caso, ¡Viva Las Vegas!




Elvis Presley - Viva Las Vegas