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miércoles, 13 de diciembre de 2023

Las mujeres y el ajedrez

 https://www.youtube.com/watch?v=GVdt3x9jdOk

 

 

Es un hecho que las mujeres no son tan buenas al ajedrez como los hombres. Que una mujer gane a un hombre al ajedrez es tan comprensible como que una mujer gane a un hombre al tenis, hay muchísimas mujeres que juegan muchísimo mejor que la inmensa mayoría de los hombres. Pero cuando nos metemos en en los niveles altos, donde los que están compiten, los mejores son varones. Todos los mejores. La mejor jugadora de la historia ha sido Judit Polgar, húngara. Oí hablar de ella cuando tenía (ella) 14 años, a los 15 consiguió el título de Gran Maestra Internacional y es la única que ha conseguido figurar en algún momento en la lista de los 10 mejores ajedrecistas del momento: ha llegado a ser la número 8. Y no hay discusión en que ha sido la mejor jugadora de la historia. 

Pero el ajedrez no es el tenis. Es un juego mental. Un jugador paralítico puede ser el mejor del mundo, no hay problema. Aquí el físico no importa, o al menos se supone que no. Tampoco hay nada en las reglas que penalice a la mujer y favorezca al varón. ¿Entonces? ¿Por qué los varones son mejores que las mujeres al ajedrez?

No se sabe. Al menos, yo no lo sé. Pero el tema no es nuevo, lleva décadas estudiándose: recuerdo haber leído un libro de los años 50 sobre el particular. Teorías hay muchas, explicaciones que uno puede querer creérselas: por ejemplo, que la tensión física que supone una partida la resiste mejor un varón que una mujer. Puede que algo haya, porque los más grandes jugadores de la historia murieron "jóvenes" (en torno a los 54 años) y por causas o con complicaciones cerebrales. Pero ¿en serio estamos diciendo que las mujeres no soportan físicamente los nervios de una partida tan bien como los hombres? Sí, claro, es posible,... pero. 

Y sin embargo, es un hecho. Una realidad indiscutible. Alguna explicación ha de tener.

El libro que he mencionado que leí (Reuben Fine, La psicología del jugador de ajedrez) era, digamos, freudiano. Era un libro de psicología, de hecho explicaba la muerte de esos grandes campeones por los efectos acumulados de la gran tensión de los campeonatos, pero lo que buscaba era saber si había algún tipo de motivación psicológica inherente al ajedrez que hiciera que esos campeones se implicaran tanto en el juego. Y su conclusión es que tenía que haberla (y, por descontado, era una motivación "freudiana"). Es decir, que el ajedrez permite como ningún otro juego una liberación de una tensión freudiana, y como esa tensión freudiana se da principalmente en los varones es normal que los varones ganen a las mujeres en este juego.

Yo... No me convence, no. Pero tampoco sé dar una explicación más convincente. ¿Es el ajedrez un juego sólo para hombres? Supongo que a la postre sí. Que las motivaciones para querer jugar y ganar, aunque no freudianas como las que apuntaba Fine, sí son más fuertes en los hombres. La competitividad, el afán de prevalecer, de machacar al rival, de dominar. El destruir el ejército del otro, la búsqueda constante de la victoria: el objeto de todos los movimientos desde el principio es ganar la partida, a diferencia de, por ejemplo, el dominó, los juegos de cartas o casi todos los juegos de mesa, en el que pasar un buen rato es a menudo más importante. Sí, algo de eso tiene que haber. 

El caso es que las mujeres no son tan buenas al ajedrez como los varones. Y la única explicación que se me ocurre es lo que he apuntado en el párrafo anterior y que se resumiría en que no se esfuerzan lo suficiente

No tengo ni idea de porqué, pero es un hecho. 

 

 

Billy Joel - As so it goes (versión de The King's singers) 

martes, 19 de septiembre de 2023

La zafiedad se pena con horca

 https://www.youtube.com/watch?v=Qy01R9CEFFs

 

 

Transcurría el mes de agosto con la atonía informativa general cuando la selección española femenina de fútbol ganó el campeonato del mundo. No había muchas más cosas interesantes en ese cálido agosto, y se hizo un seguimiento importante del transcurrir del campeonato. Campeonato que, por cierto, se estiró lo impensable en el masculino; imagino que para ayudarlo, considerarían que no tiene suficiente chicha para ganarse un sitio por sí mismo. El caso es que España se clasificó para cuartos, y fue una explosión informativa. Se clasificó para semifinales, y no se informaba de otra cosa. Se clasificó para la final, y madre mía la que se montó. Ganó, y... Sí, se proclamaron campeonas del mundo, pero para entonces eso a nadie le importaba.

Resulta que en la entrega de medallas el presidente de la RFEF decidió felicitar a una de las jugadoras estampándole un beso en los morros además de los "protocolarios" dos besos en las mejillas, una práctica que por cierto siempre he detestado y me da mucho reparo hacer. Pero volvamos al beso. El Beso.

A partir de ese momento dejé de ver las noticias en la televisión y de leer la prensa, tanto digital como escrita. No se hablaba de otra cosa. Agresión sexual televisada al mundo entero. Da igual que la agredida no le hubiera dado más importancia al asunto, la presión mediática fue tal que actualmente tiene estatus de víctima. Se presiona a la Audiencia Nacional para que Australia, donde se jugó el partido, investigue el acto por si allí fuera delito. La masa vio un beso en la boca a una joven, y no necesitó más. Bueno, sí, necesitó que unas cuantas personas espolearan al populacho, como cuando la liberación de Barrabás. Pero esto los manipuladores no van a reconocerlo. Huelga decir que, tengo entendido, las primeras o principales espoleadoras de la jauría han sido las ministras del Gobierno, Montero y cía. Y, claro.

Todos los periodistas, todos, tuvieron que pronunciarse al respecto. Si no calificaban lo sucedido de agresión y sólo decían que era una zafiedad propia de un zafio como el presidente de la Federación, eran automáticamente tildados de machistas, fascistas, xenófobos, homófobos, intolerantes y resto de calificativos de rigor. Pocos eran capaces de atreverse a ello, así que la mayoría convino. Agresión sexual, y de la peor especie. Por eso dejé de informarme, un brevísimo repaso desde lejos a las cabeceras para cerciorarme de que el monotema iba a ser El Tema una vez más, por supuesto siempre con el mismo enfoque. ¿Pa'qué seguir, pues?

A pocos leí (en verdad, creo que solo a uno) que aquí se estaba juzgando a una persona sin haberla juzgado, que eso de que se es inocente hasta que un juez lo declare culpable y todo eso nos lo pasábamos por la entrepierna, que ni derechos procesales ni nada, el acusado carecía de cualquier derecho.

Tras semanas y semanas no informándose de nada más (y mira que estaban pasando cosas, y que estaban pasando muchas cosas a escondidas que si se supiera de ellas no pasarían, vale decir lo que estaba haciendo el Gobierno mientras tanto) el presidente de la RFEF dimitió. Creo, ya digo que no sigo el tema. Creo que no va a volver a encontrar trabajo en la vida y está pensando cambiarse el nombre, operarse la cara y mudarse a Mongolia a ver si ahí... Es decir, se lo han cargado. Lo han convertido en el hombre más odiado de España.

Experiencia personal: ni se me ocurriría sacar el tema si hay una mujer delante. Pues ¿cómo no iba, entonces, a condenar de la manera más rotunda no sólo lo sucedido sino también al agresor?

Y todo por... ¿un beso en los morros a una chica que a esa edad ha recibido ya cientos de besos en la boca, sin duda muchos de ellos no solicitados? En un acto de euforia máxima, con los ánimos exaltados en grado superlativo, celebrando un campeonato del mundo, tras propinar los reglamentarios besos en las mejillas?

Bien, apliquemos entonces el principio de proporcionalidad. Robar una cartera en la calle es peor, diría. O que le roben a uno en el coche, o le desvalijen la vivienda. Es peor que le peguen a uno (o a una) un guantazo en la cara. Es peor que un patinetero te atropelle. Es peor que un jefe te toque el culo. Es peor que te encarcelen mediante un falso testimonio. Así que a todos esos, qué menos que cortarles una mano y expulsarles del país, expropiando todos sus bienes. Si se produce una agresión sexual, pongamos que alguien manosea lúbricamente los pechos de una mujer, ejecución en plaza pública. Si el manoseo se le realiza a una niña prepuberal, ejecución 2 veces en esa plaza (o una en esa plaza y otra después en otra). Si violación, ejecución del agresor y de toda su familia en 2 grados de consanguineidad. Si además de violar, mata a la mujer, ejecución en 6 grados de consanguineidad y de todos los habitantes de la población en la que estuviera el agresor censado. Digo yo, ¿no? Y, por supuesto, sin jueces de por medio. Que para algo están las redes sociales, no hay que ser un antiguo.

En algún titular leí a no sé quién que justificaba la cacería con el argumento de que el beso no solicitado era, obvio, el primer paso hacia la violencia sexual, el proxenetismo, el abuso, la violación y no sé qué más, por lo que lo mejor era, preventivamente, castigar al agresor como si hubiera cometido ya la agresión futura que cabe esperar de quien besa a una jugadora en un momento de euforia. Si aplicamos el criterio que aplica la autora, si se salta uno un semáforo, a la cárcel. Que ya sabemos, empieza uno saltándose los semáforos y termina atropellando a cualquiera, puesto de pastillas y alcohol. Claro que si uno se toma un culín de sidra... eso es lo que precede al alcoholismo, y cualquier día uno, borracho, atiza a la primera mujer que pille. Así que también ejecución en plaza pública a quien tome un culín de sidra. Si uno roba un bolígrafo en una oficina de un banco... se es un político en potencia, cualquier día desfalca 900 millones en drogas y putas. Ejecución preventiva.

¿Y si juzgamos a toda esa ralea con los mismos criterios que quieren aplicar al interfecto? Seguro que dirían que no, que qué barbaridad. Que lo que ellas declararon o escribieron o dijeron fue un calentón en un primer momento, algo dicho sin pensarlo bien. Qué casualidad, lo mismo que le ocurrió al agresor de esta historia.

Si me preguntan a mí, si se hubiera dejado el tema en paz la "víctima" habría olvidado ya todo el asunto (de hecho, hubo que "recordárselo" para que pusiera denuncia), y el patán habría quedado como el grandísimo zafio que es. Eso es todo. Fue una zafiedad lamentable, televisada a todo el planeta, y no da para más. Pero en esta sociedad tan woke, las más locas de todas tienen el mayor poder, y por eso pasa lo que pasa.

Ahora, que las jugadoras de la selección también han salido perdiendo. A nadie le importa ya el campeonato, eso está ya olvidado. Y eso que, en los primeros días, fueron ellas mismas las que más insistieron en que se dejara de hablar del beso, que lo importante era la gesta que habían logrado. Eso, a las espoleadoras, que no les gusta el fútbol ni el deporte, les dio igual. La mayor gesta que van a conseguir en su vida, y nada. Las jugadoras, no es discutible, no son culpables de nada y han salido perdiendo. Así que, además del zafio (que va a perderlo todo), también son víctimas las jugadoras. Pero eso, a las que se han autoerigido en sus "protectoras", les da igual.

 




Alabama - I'm in a hurry (and don't know why)

 

viernes, 10 de marzo de 2023

La retirada de la camiseta de Pau Gasol

https://www.youtube.com/watch?v=PxwHjGl_f1Q 

 

 

Los Angeles Lakers han decidido, en homenaje a Pau Gasol, que ningún otro jugador llevará ya el nº 16.

Pau Gasol se convierte, así, en el primer español cuya camiseta retira un equipo de la NBA. Y no un equipo cualquiera, sino Los Angeles Lakers.

Unos pocos números para ayudar a calibrar lo conseguido.

En primer lugar, los 30 equipos de la NBA han retirado 186 dorsales de jugadores. Como todos los datos (pocos) que aportaré, son a fecha de hoy (con unas excepciones que aclararé), por lo que no se cuenta la camiseta de Lebron James que nadie duda que algún equipo retirará cuando cuelgue las botas. Además de números de jugadores, algunos equipos han retirado la de entrenadores míticos, dueños del equipo, un número en homenaje a los aficionados, comentaristas de cancha e incluso... Miami Heat, uno de los equipos más deseoso de retirar números (más acomplejado, diría yo) retiró el número de Dan Marino. No les importó que Marino no jugara al baloncesto sino al fútbol y que fuera muy anterior a la fundación de los Heat, ellos son así.

Pero 186 dorsales no significa 186 jugadores: 10 jugadores tienen retirados el número en dos equipos (por ejemplo, Michael Jordan tiene su número retirado en Chicago ¡y en los Miami Heat, aunque nunca jugó con ellos!), y dos jugadores, Wilt Chamberlain y Pete Maravich, lo tienen en 3. Maravich, otro ejemplo, lo tiene en los Pelícanos de Nueva Orleans aunque murio años antes de que se fundase ese equipo. En resumen, sólo 172 jugadores tienen el dorsal retirado. 

Como se ve, son muy pocos los que lo logran, y queda claro que no es por ganas de algunos equipos. 

Pero Pau lo tiene en los Lakers, y los Lakers son un poco más exigentes que los demás equipos. Entre otras cosas, exigen que el jugador en cuestión hubiera ganado al menos un campeonato jugando con ellos. Parece lógico, desde luego no son los Miami Heat. O los Sacramento Kings, pues de los 10 números retirados sólo 1 es de un jugador que ganó el campeonato con ellos (dos veces, en 1946 - cuando aún no existía la NBA- y en 1951). Pues bien, aplicando esta regla (y admitiendo los campeonatos de la hace 45 años extinta ABA), el número de jugadores se reduce a 91 (Chamberlain, Jabbar, Erving y Shaquille O'Neal ganaron campeonatos con dos equipos con los que tienen el número retirado). En honor a la verdad, los Lakers se saltaron esa regla autoimpuesta al retirar el número de Elgin Baylor, que se retiró justo al empezar la campaña en la que ganaron el campeonato, pero es que Baylor... sería incomprensible que no le hubieran retirado la camiseta. Hasta el punto de que nadie afea o les tiene en cuenta a los Lakers esta excepción.

Pau es uno de esos 91, pero aún hay más: los Lakers piden, además, que el jugador haya ingresado en el Salón de la Fama.

Esta condición nos deja 72 números, si consideramos que tanto Pau Gasol como Wade, Tony Parker y Nowitzki van a ingresar este verano. Esto podemos darlo por seguro, así que contémoslo. Esos 72 números equivalen a 68 jugadores, por los 4 que he dicho antes.

Pero hay más: los Lakers también exigen que el jugador haya sido seleccionado para algún All Stars ¡jugando con ellos! Esta regla puede que no sea muy exigente, es lógico que un jugador del Salón de la Fama que lleva a su equipo al título juegue al menos ese año el partido de las estrellas... con una excepción: los Boston Celtics. De los 22 números retirados de los Celtics, 21 ganaron el campeonato allí. De ésos, 18 están en el Salón de la Fama. Pero 4 de ellos no jugaron nunca el All Stars. Y se comprende: son jugadores de los años 60, cuando los Celtics arrasaban, y no había puestos disponibles en el All Stars para todos, había que hacer sitio a los de los otros equipos.

Si todos los equipos siguieran los estándares de los Lakers para retirar la camiseta, sólo 64 de ellos tendrían la camiseta retirada (4 en dos equipos, además). 33 de ellos, más de la mitad, la tendrían en Boston, Los Ángeles o Filadelfia. Bien, Pau Gasol es uno de esos 64. Nada menos. 

Por cierto: ningún equipo es tan exigente como Los Angeles Lakers para retirar una camiseta. 

 

 

 

Dr. Hook (& the medicine show) - Sylvia's mother 

lunes, 13 de febrero de 2023

Maneras de ganar

Puedo entender que en el deporte se trata de ganar. Pero hay maneras y maneras de ganar. Y la de Kansas City Chief para ganar la LVII Superbowl a Philadelphia Eagles me pareció muy, muy poco elegante.

viernes, 18 de noviembre de 2022

El Mundial de Qatar

https://www.youtube.com/watch?v=oG85zhpgmJY 

 

 

No hace falta especificar ni el deporte, ni la categoría. De cualquier otro deporte o categoría sí, pero ser la competición principal a nivel mundial por antonomasia tiene estas prebendas.

El caso es que o vivo mucho más desconectado de lo que creía, o hay - al menos en la piel de toro- un cierto boicot encubierto por parte de los medios de comunicación y quizás de todos a este mundial. En cualquier otro, tendríamos noticias hasta en la sopa y abriendo los telediarios: que si los ha recibido el rey, que si los ha ido a despedir el Líder Supremo, que si les ha deseado suerte, que si han llegado bien, que si han merendado bien, que si han dormido bien,... Nos habrían hablado de dónde se van a alojar, de quiénes son sus rivales, de dónde se están alojando sus rivales, de quiénes forman sus equipos y en qué fontanería o tahona suelen trabajar, ¡en quiénes forman nuestro equipo!...

Pero no. No sé si en las secciones de deportes de las noticias, que suelen salir en momentos en los que ya he desconectado o ya estoy sesteando, pero tampoco en los titulares de los diarios, ni se palpa emoción por las calles o se oyen conversaciones de que este año sí o tampoco y que habrían debido llevar a Golazarrieta III en vez de a Paquito. Nada.

En cambio, sí se leen artículos de opinión y "noticias" de las propias de los canales de twitter y similares, sobre boicots al mundial, de porqué no hay que verlo - y menos, ir- y todo eso. Que si los medios como consiguieron la designación, que si los métodos de construcción de los estadios, que si el país esto y lo otro (los países del Golfo Pérsico, ya se sabe). Y la RFEF, para más inri, que si siempre ha sido una casa de tócame Roque, con el mandamás actual es el patio de Monipodio a lo bestia; que la selección compita en representación de la RFEF, que es lo que formalmente hace contribuye a que no queramos saber nada de ella, por asociación.

Yo, les diré: a estas alturas de mi carrera, el mundial me importa un pito. Me han desilusionado en tantos, que ya no me queda ilusión. Pero no me parece bien el boicot. Me explico:

Qatar es una nación independiente. O forma parte de una nación independiente, no lo sé. Pero es independiente de nosotros. Nosotros no mandamos en Qatar. Por otro lado, hemos aceptado a Qatar en el concierto global de las naciones. La aceptamos y reconocemos su independencia para gobernarse con sus normas y principios. Aceptamos tener tratos con ella y le reconocemos los mismos derechos que a las demás naciones. Aceptamos a su federación en la FIFA y al hacerlo le otorgamos el derecho a organizar competiciones, incluyendo el Mundial. No damos rangos, al aceptar países y federaciones. Por lo tanto, otorgamos o reconocemos, tanto da, a Qatar el derecho a organizar el Mundial.

El mensaje implícito (o explícito) en el boicot es que Qatar no debería organizar el Mundial. Que no debería tener derecho, que no deberíamos mezclarnos con ellos. Porque, como no son como nosotros, no deberían, en realidad, tener derecho... a la existencia.

Lo que en verdad deberíamos decir (y no lo hacemos, porque no decirlo es parte fundamentalísima de ello) es que NO ES UN PAÍS WOKE COMO NOSOTROS. Y ya se sabe: para un woke, quien no es woke no debe existir, ha de ser exterminado.

 

 

Southern raised - Ghost riders in the sky 

viernes, 12 de agosto de 2022

En la muerte de Bill Russell

https://www.youtube.com/watch?v=L8JiyeunALk 

 

 

Ha muerto Bill Russell, el legendario pivot de los Boston Celtics, y la NBA ha decidido que, para honrar su figura, ningún jugador de ningún equipo llevará ya más su número 6 (salvo los que ya lo están llevando, valga la precisión). Es una medida en verdad insólita, que sin duda intenta transmitir la idea de que Bill Russell fue excepcional. Y lo era.

Antes de entrar en su faceta deportista, conviene resaltar su faceta de luchador contra el racismo, y en racismo era una autoridad como ya no quedan. Y es que Bill Russell nació en Luisiana en 1934; Luisiana, 1934. Es decir, él lo vivió de verdad, no la versión edulcorada que hay ahora. De hecho, su familia tuvo que dejar Luisiana en su niñez porque aquello se les hacía insoportable. No fue el primer jugador negro de la NBA, pero sí uno de los pioneros. En Boston nunca le aceptaron, porque era negro, y en respuesta Russell nunca quiso a Boston (otra cosa es su lealtad a su blanco equipo). Y en todo momento fue la voz de los negros; de hecho, su ingreso en el Salón de la Fama del baloncesto fue en 2021, porque se negó a ello antes de que los jugadores negros que le precedieron, los verdaderos pioneros, fueran reconocidos. Cuando Muhammad Alí se negó a ir a Vietnam y se requirió el apoyo de los deportistas negros, Bill fue uno de los más importantes (y el único representante de la NBA, Kareem era aún un jugador universitario). Digamos, sin más, que hay muchas anécdotas del liderazgo de Bill Russell en temas raciales.

Pero como deportista... 

Es difícil de analizar: ganó dos campeonatos universitarios (incluyendo sus últimos ¡55! partidos), luego ganó el título olímpico (1956, Melbourne, y ganando sus partidos por una media aún récord de 53,5 puntos), ingresa en la NBA y juega 13 temporadas, ganando en 11 (y en una de las 2 que no ganó, llegó a la final pero se lesionó). Sus tres últimas temporadas las juega siendo además el entrenador del equipo (por cierto, el primer entrenador negro de un equipo profesional), en una época en la que los entrenadores no tenían ayudantes, estaban solos, y por necesidades del equipo Bill jugaba todos los minutos del partido cuando llegaban los playoffs...

11 campeonatos en 13 temporadas. En 5 temporadas fue el jugador más valioso (sólo Kareem lo ha sido más veces, 6), y eso que en su época también brillaban Chamberlain, Robertson, West, Pettit y tantos otros. Como en su época no se premiaba al mejor defensor, no tuvo títulos en ello, pero los habría ganado todos.

Y, sin embargo, nadie le considera el más grande. No está en la disputa con Michael Jordan o Lebron James, por ejemplo. Es a Wilt Chamberlain, su archirrival, a quien se cita como otro "el más grande". Es obvio que el olvido en que está es debido a haber jugado antes de que se televisaran los partidos, en una época (empezó en 1956) en que la NBA era un deporte minoritario (de hecho, apenas se jugaba fuera del triángulo Filadelfia-Nueva York-Boston-Grandes Lagos, poco conocido. Pocos quedan que le hayan visto jugar, es sólo un nombre. Y en esos casos uno pregunta "y ése, ¿qué ha hecho?". Y, claro, Russell no era un hombre de grandes números. No metía los puntos, eso se lo dejaba a los otros; él se encargaba de que no se los metieran. Era el mejor defensor de todos los tiempos, pero jugó en una época en la que eso ni se medía ni se registraba. Salvo en una sola estadística: los campeonatos. En sus 13 años, sólo Bob Pettit y Wilt Chamberlain le ganaron 1, el resto se quedó con las ganas.

¿A qué jugador preferiría tener usted en sus filas? ¿Al que le iba a levantar del asiento cada noche con sus saltos y sus jugadas imposibles, o al que le iba a dar el campeonato? Fuera de Bill Russell, la pregunta es estúpida porque no hay un jugador que garantice los campeonatos, Tom Brady ha ganado 7 en 23 años y Messi 10 ligas en 18 años (y, como es harto discutible que la liga sea la mejor competición del mundo de fútbol, veamos la Copa de Europa: 4 títulos). Pero está Bill Russell, y resulta que en su caso sí tiene sentido la pregunta.

Y si, como imagino, ha respondido que quiere tener en su equipo al jugador que le dé la victoria, ¿no es acaso ese el mejor criterio para valorar a un deportista?

Pero con Russell ocurre como con el Real Madrid, que se desprecian sus títulos europeos de los años 50 porque jugaban muy pocos equipos (señal, seguidores del FCB, que la criba se hacía antes; ¿o es que no se dejaba al Barcelona participar? Son excusas de mal perdedor). No se valoraba lo bueno que era ese equipo. Y en el caso de Russell, lo que se dice es que jugaba contra bomberos, fontaneros y oficinistas.

Y no. O sí, pero ésa no era la realidad. Lo cierto es que en aquella época los jugadores cobraban poco, muy poco. Y cuando acababa la temporada, tenían que buscarse trabajos de verano para salir adelante. Si durante el verano trabajas de bombero en Cincinati, Ohio, ahora te etiquetarían como bombero; si echabas horas en el negocio de tu suegro, tendero u oficinista. Es como si ahora despreciáramos a Cristiano Ronaldo o a Messi diciendo que eran modelos, que se dedicaban al fútbol a tiempo parcial, que tenían otros trabajos para redondear sus ingresos.

También se le acusa de que jugaba en una liga con muy pocos equipos y, claro, así era muy fácil. Eran dos conferencias (Este y Oeste), con 4 equipos cada una. Al acabar la temporada regular, el peor de cada conferencia quedaba eliminado, el 2º y el 3º jugaban un playoff y el que ganara jugaba contra el campeón de la conferencia, y de ahí a la final de la NBA. Si los Celtics quedaban primeros de su conferencia, sólo jugaban la final del Este y la absoluta. Lo tenían chupado, ¿no? Y, sin embargo, nadie sabe explicar porqué el resto de los equipos no lo consiguieron. Casi nunca. La explicación que se da a esto es que los Celtics eran un equipazo, se dice. Que así cualquiera. 

Y, una vez más, no. No a todo. No eran un equipazo (aunque tenían muchos buenos jugadores). El equipo que gana, cuando es difícil ganar, acostumbra a estar formado por buenos jugadores. El Barça de Messi, sin ir más lejos. El Madrid que gana las champions, el Milán de Sacchi y Capello,... Curiosamente, en los Celtics de Russell sólo hay una constante, él. Los demás cambian, unos se van y otros llegan. Los unos no ganaron antes de que él llegara, los otros dejaron de ganar cuando se fue. ¿Coincidencia? No lo creo.

Pero es que además la idea de que siendo pocos son peores es completamente equivocada. Miremos, por ejemplo, los resultados de la temporada 1955-56, el anterior a la llegada de Russell. 8 equipos en total, 4 en cada lado. En el Este, el mejor ganó 45 partidos (de 72), el 62,5% (y quedaron campeones), y el peor, 35 (el 48,6%). En el Oeste, el mejor ganó 37 partidos (el 51,4%) y el peor 31 (un vergonzoso 43,1% de sus partidos). Pues bien, en la temporada pasada, 2021-22), el mejor de los 15 equipos del Oeste ganó el 78% de sus partidos (64 de 82), y el peor, el 24,4% (20 partidos). Es decir, ahora los malos son muy malos, los buenos muy buenos. En pocos partidos los equipos buenos encuentran un rival de peso. En la época de Russell (que empezó en una liga de 8 equipos, pero cuando se retiró eran 14), éste tenía que jugar al menos 20 partidos o más de liga contra Chamberlain, más los playoffs. Puede que el pivot de los Knicks fuera un paquete, pero un pivot ahora sólo juega seis o siete partidos contra un pivot de calidad. ¿Quién juega, en realidad, contra paquetes?

Recuerdo cuando, a finales de los 80 y principios de los 90, la NBA aumentó de 23 equipos a 27. Una estrella, Isiah Thomas, se quejó de que se estaba diluyendo el talento con tanto equipo. Que antes había equipos que conseguían reunir un quinteto impresionante, y ya no. Porque no es que haya estrellas esperando que haya equipos para jugar, el número de estrellas en un momento dado es limitado y lo que sí ocurre es que jugadores de segundo y tercer nivel disponen de plazas que antes no tenían. Si la liga de ahora (30 equipos) la redujéramos a 8, les aseguro que los 8 equipos serían impresionantes. Ganar sería dificilísimo, repetir victoria mucho más. Ganar 8 veces seguidas, 11 veces en 13 años, sencillamente imposible. Y eso fue lo que hizo Russell. Imaginen lo que habría hecho en la actualidad: 13 de los 13, seguro.

Qué caramba, cuando Russell ganó a los Lakers en Los Ángeles en el 69, el equipo angelino tenía en sus filas a Chamberlain, West y Baylor hechos unos titanes. En el equipo verde Russell estaba jugando sus últimos partidos (y tuvo que jugar más de 46 minutos por partido en los playoffs), y sólo Sam Jones (más viejo aún que Russell, y que también se retiraría al acabar) y John Havlicek (47,6 minutos en los playoffs) eran jugadores que podamos reconocer. Puede que en sus primeros años tuviera un equipazo a su lado (equipazo que no consiguió ganar en el 58, cuando se lesionó), pero que fueran mucho mejores que los demás es un mito, no una realidad. De hecho, hasta los Bulls del 96, el de Chamberlain del 67 que ganó a los Celtics se consideró sin discusión el mejor equipo de todos los tiempos.

No, la única explicación a los muchos triunfos de Russell es el propio Bill Russell. Otro no lo habría conseguido. Otro no lo ha conseguido. Así que, aclarado que los triunfos los ganó Russell, volvemos a preguntar: ¿a quién quiere usted en su equipo? 

Ha muerto Bill Russell, el pasado 31 de julio. Con él se ha ido, puede creerme, un deportista irrepetible. Nunca veremos uno semejante. Seamos conscientes.



Neil Young - Star of Bethlehem

 

miércoles, 2 de febrero de 2022

Los Juegos Olímpicos de 2030

Se habla estos días de la conveniencia de presentar una candidatura a la organización de los juegos olímpicos de invierno en 2030. El gobierno catalán quiere que la candidatura sea de Barcelona y los Pirineos (catalanes); si necesitan a Aragón para alguna cosa, ya se apoyarán en ellos como subalternos que serían. En Aragón se opina diferente, la candidatura debería ser Pirineos, y basarse en los pirineos de las dos regiones; que, además, trabajarían en igualdad. Por ejemplo, si la apertura es en Cataluña la clausura sería en Aragón, y viceversa.

La sensación, en Barcelona y puede que en toda España, es de perplejidad por el comportamiento del gobierno catalán: no se sabe si quiere de verdad lo que dice o intenta hundir desde dentro la opción.

Como de costumbre, mi visión ingenieril del asunto es diferente. Dejando de lado los aspectos económicos positivos de organizar unos juegos y los aspectos negativos, quién paga la fiesta y no se beneficia versus quién se beneficia de la fiesta (y el correspondiente debate sobre si ya era hora de que los que se beneficiasen se beneficiasen de algo), yo lo que pienso es que hay una pregunta previa que todos nos deberíamos formular y responder con sinceridad. Si la respuesta es que sí, adelante con los faroles, y si es que no lo mejor es que nos olvidemos cuanto antes del tema.

Y la pregunta sería:

¿Nos va a parecer bien que los Juegos se convirtieran en un aquelarre de exaltación independentistas, carteles de Catalonia is not Spain por todas partes, pitadas al himno, banderas, pancartas, performances, discursos, polémicas y todo eso?

Porque, no nos engañemos, eso es lo que habrá. Y no podremos impedirlo. Acuérdense del escorpión y la rana. Y fíjense que no hablo de los miles de millones de euros que desaparecerán (porque desaparecerán) y que no se podrá averiguar qué ha sucedido porque no lo permitirán, ese dinero apuntémoslo a gastos generales.

Si nos parece bien, si creemos que es un peaje aceptable, sigamos adelante con el debate y, si llegamos a un acuerdo positivo, luchemos por conseguir los Juegos.

Pero si por el contrario creemos que lo vamos a lamentar, entonces mejor dejarlo antes de que nos hayamos gastado demasiado dinero. Y si los independentistas protestan (que protestarán, seguro, hagamos lo que hagamos), respondámosles que con ellos no se puede ir a ninguna parte. Quién sabe, quizás haya entre ellos quien reflexione sobre ello. En cuanto a los aragoneses, ribagorzanos, pallareses y araneses que cifran sus esperanzas en que haya Juegos, expliquémosles la realidad: que tienen los vecinos que tienen.
 

martes, 28 de diciembre de 2021

El caso RW y el despido improcecedente

https://www.youtube.com/watch?v=Cne3GAB4W5I 

 

 

Es algo muy común, y ocurre tarde o temprano en la mayoría de las empresas, si no de las organizaciones. Pero suele ocurrir discretamente: no se televisa en directo, con audiencias de millones de personas y todos sabiendo que el interfecto cobra 44 millones de dólares al año por su trabajo. Así que vale la pena aprovechar lo que pasó el día de Navidad para reflexionar un poco.

EL partido estrella de la NBA ese día, y por lo tanto de la temporada, enfrentaba en Los Ángeles a los Lakers contra los Nets de Brooklyn. En el equipo de LA había dos estrellas, Lebron James y Russell Westbrook (RW), ambos en la lista de los 75 mejores de la NBA de todos los tiempos. Sí, la lista sobre la que escribí no hace mucho. Un tercer miembro de la lista, Anthony Davis, no jugó, estaba lesionado. Y en los Nets, de la lista de los 75 Kevin Durant no estaba por Covid, Kyrie Irving no estaba por antivacunas, y James Harden sí estaba. Por lo demás, el covid había hecho estragos y ambos equipos tenían un montón de jugadores de los que los americanos llamarían "just another guy", "otros". La cosa no llegó al nivel de lo que pasó el día siguiente en el Toronto-Cleveland, que los jugadores de Toronto se conocieron en el autobús que les llevó al pabellón (y no sé si se volverán a ver), pero si en el baloncesto la calidad de un jugador concreto tiene mucha influencia (véase Jordan, Michael, o James, Lebron), en estos combinados llenos de remiendos mucha más.

Bien, al terminar el tercer cuarto RW ya había logrado un triple doble. Como los americanos lo registran todo, en la categoría "triples dobles conseguidos el día de Navidad" sólo RW y Oscar Robertson tienen más de uno. Que en la época de Robertson no existían los triples dobles y por lo tanto los logró sin querer, pero da igual. El caso es que RW había logrado una hazaña. Lástima que Lebron hubiera estado sentado en ese tercer cuarto: al acabar, los Nets ganaban de 20. 

El cuarto cuarto empezó con Lebron en la pista y RW sentado: 17-0. Los ultimísimos minutos sale RW, los Lakers llegan al empate, RW se juega los tres ataques finales de su equipo, no mete una y los Nets ganan. Bueno, puede uno pensar, fue mala suerte, RW falló sus tres últimos tiros, le podía haber pasado a cualquiera. Pero no. Cualquiera que estuviera viendo el partido era consciente, y de hecho los comentaristas de televisión acabaron dando el dato: Lebron, 39 minutos, con él en pista su equipo ganó al otro por nueve puntos. RW, 36 minutos, con él en pista su equipo perdió por 23. Si en todo momento estuvo uno de los dos en pista, cosa que supongo, compartieron cancha 27 minutos. Si el balance en esos minutos en común fue neutro (la genialidad de James anuló o quedó anulada por el juego de RW), en los 12 minutos que estuvo sin RW James consiguió los 9 puntos de ventaja, en los 9 que RW estuvo solo los Nets aprovecharon para meterle esos 23 puntos extra a los que él consiguiera. ¿En 9 minutos? Demasiados puntos, lo más probable es que parte de la carga negativa fuera estando también Lebron. Es decir, que no pudo la genialidad de Lebron contrarrestar lo suficiente la nulidad de RW, y sólo cuando pudo jugar sin él tuvo opciones a enmendar el roto que causaba su compañero.

Por supuesto, la estadística +/- es sólo un dato, no tiene porqué reflejar la realidad. Está muy afectada por con quién se está jugando esos minutos, contra quién, etc. Pero en este caso sí refleja qué pasó. Se veía a simple vista. Hasta yo lo veía.

Otra defensa que se podría alegar es que el muchacho no tuvo su noche, quizá le sentó mal la cena o le dolía una muela. Pero es que no es la primera vez que le pasa. De hecho, es que le pasa muuuuchas veces. Tantas, que al final todo el mundo llega a la misma conclusión que yo: RW no juega al baloncesto. Juega a un juego con las mismas reglas que el baloncesto, pero en su deporte el objetivo no es ganar el partido sino lograr un hito estadístico. El partido pasará, la derrota se olvidará, pero dentro de 40 años seguirá contando que RW logró un triple doble. Para RW, el objetivo se cumplió. Habría estado mejor si su archirrival Harden (que lo es porque a diferencia de RW él sí se preocupa por ganar partidos) no hubiera logrado también un triple doble, precisamente gracias a que con todos los fallos de RW al final del partido Harden consiguió el rebote necesario en la última jugada, y además un triple doble con 36 puntos, no con los tristes 13 de RW. En el caso de Harden, el triple doble sí cumplió su misión de ser una curiosidad estadística que premió un buen partido. Pero esto RW no lo entiende. Y seguro que cree que Lebron, con sus 39 puntos, 9 rebotes y 7 asistencias tuvo un partido correcto pero que a diferencia del suyo no pasará a la historia, jajajá. Pero es que tienen intereses diferentes: Lebron defenderá al jugador que tira, para intentar que falle, y que otro coja el rebote; RW quiere el rebote, y lo que hace es dejar tirar al rival para estar bien situado. Y pasa lo que pasa.

En este momento todos los seguidores de los Lakers, sus compañeros de equipo, los técnicos y los dueños se hacen la misma pregunta: ¿qué hacemos con este tío? Los compañeros de equipo lo deben de tener clarísimo: que no juegue. Estamos mejor sin él. Los técnicos, en cambio, tienen la responsabilidad de sacar rendimiento a los 44 millones anuales que le pagan (les cuesta mucho más: su salario es casi su exceso sobre el límite salarial global del equipo, por lo que pagan una multa equivalente ¡al doble de su salario!). Es el jugador mejor pagado del equipo, cobra más que Lebron. Imagino que la publicidad corregirá este desajuste, pues seguro que Lebron tiene montones de contratos publicitarios y me cuesta imaginar quién quiere que RW sea su imagen de marca.

El drama de los Lakers con RW es, en realidad, el drama de muchísimas empresas, grandes y pequeñas. Desde el poderoso banco que tiene un directivo inútil, un director de zona, un director de oficina o un modesto empleado que se las apaña para cobrar sin dar un palo al agua, hasta la modesta peluquería o taller de reparación de coches que tienen un empleado o empleada a la que le pagan puntualmente pero a la que no consiguen sacar el más mínimo rendimiento. ¿Qué hacer? En España existen dos opciones; en los EE.UU., en el caso de RW, tres: como es un deportista profesional, pueden traspasarlo. Endiñárselo a otro equipo. El problema es que a RW ya lo tienen calado en todas partes, y nadie lo quiere. Y si nadie lo quiere es difícil endiñarlo. Es difícil convencer a alguien que le pague 44 millones a alguien que no quiere que juegue en su equipo. Sí se entendió el año pasado que Washington lo fichara, porque lo que hizo fue cambiar a un jugador (Wall) que cobraba una morterada pero que siempre estaba lesionado, por otro (RW) que también la cobraba pero que al menos jugaba. Fue discutible, pero entendible. Lo que nadie entendió, hace unos meses, fue que lo ficharan los Lakers. Y ahora tienen lo que se han buscado.

Como decía, las dos opciones en España son aguantarse o echarle. Su madre, su abuela y ¡ay! la Administración Pública sostendrán la tesis de que lo que hay que hacer es hablar con él, conseguir reengancharle, darle una oportunidad más. Pero eso no funciona. Cuando un empresario se plantea qué hacer con un empleado es porque ha intentado sacarle rendimiento por todos los medios, lo ha probado todo. Y ha terminado dándose cuenta de que no es el empresario o la empresa el problema, es el trabajador. Como, ya lo he dicho, la Administración Pública siempre piensa que no es así; supongo que piensa que es suficiente que el trabajado cumpla su horario y no es necesario que además tenga un cierto rendimiento.

Aguantarse no siempre es una opción. En el caso de RW y los Lakers, es cierto que económicamente no irán a la ruina por su causa, pero no se trata de eso sino del coste de oportunidad: el año que viene Lebron será un año más viejo, y lo que está haciendo RW es, visto así, desaprovechar un año suyo. En el caso de las empresas, si éstas son grandes el impacto de esta persona se difumina y toca resignarse: poco a poco, la empresa se va pareciendo a la Administración Pública, llena de trabajadores que cobran pero no trabajan. Aunque ¡cuidado!: no basta sólo con pagarle. Como oficialmente el trabajador es inocente, hay que darle un trabajo que le guste; lo contrario sería acoso laboral. No se le puede meter en un despacho vacío en un sótano y decirle que no se preocupe en hacer nada, que ya le mandarán los cheques a casa. Cornudos y apaleados. Claro que la mayoría de los casos son en mi sector, pero es que conozco delineantes que con el tiempo se convierten en exasperantemente lentos, o poco cuidadosos, o cometen muchos fallos constantemente, o requieren mucha supervisión, muchas correcciones. También ingenieros que no saben, que no aportan, que generan mal ambiente y consiguen llevarse las loas y nunca las reprimendas. Jefes de departamento que son un lastre para el mismo pero que gracias a grandes ayudantes los departamentos cumplen su función... Cuando un delineante, por ejemplo, entra en la barrena de que nadie quiere que trabaje en su proyecto... no hay nada que hacer. O al sótano o a su casa, por favor.

Y, por supuesto, en el caso de las pequeñas empresas, la opción no es sostenible: muy mina de oro tiene que ser la empresa para que no importe el tener trabajadores que les cuesten dinero pero no contribuyan a generarlo. El problema se acentúa en estos casos porque el empresario acostumbra a encontrarse todos los días con esa persona y ese encuentro es un restriegue diario del triunfo del trabajador por la cara del pagador. Cornudos y apaleados.

La segunda opción es echarlo. En España la figura se llama "despido improcedente". Si el trabajador no ha cometido ningún fallo disciplinario y si tiene la cualificación requerida para su trabajo o no lo había ocultado, sólo se podría alegar para despedirlo de manera procedente el que no consiguiera adaptarse a los avances tecnológicos a pesar de la formación que se le proporcionara (y si hablamos de despedir a un camarero vago o de una peluquera descuidada ya me dirán), la empresa se estuviera reorganizando objetivamente o se estuviera hundiendo, precisamente lo que se quiere evitar. Así que lo habitual es querer cortar por lo sano y aceptar pagar la indemnización. Sí, cornudos y apaleados, pero al menos sólo una vez. Lo que pasa es que en muchos casos... la indemnización supone también la ruina, según el sueldo y la antigüedad del trabajador.

En Estados Unidos, esta opción del despido es más fácil: es inmediata. Desagradable, pero inmediata. Y cabe preguntarse qué beneficia más al trabajador, si el despido libre americano o el penalizado español. El problema del sistema español es que la protección tiene el efecto secundario de que se es reacio a contratar. Por si las moscas. Estoy seguro de que los jóvenes encontrarían empleo con rapidez si sus contratadores supieran que, si fuera necesario, pueden despedirlos sin costes excesivos. Y los mismos americanos explican que esa misma desprotección que tienen les beneficia porque si les echan de un empleo encuentran otro por la misma razón. Y, la verdad, nadie quiere despedir a buenos trabajadores, a gente que se gana su salario. Visto así, no hay que tener miedo al despido libre: si el trabajador se gana el jornal, el empresario no querrá echarle si puede evitarlo. Por supuesto que hay casos de abusos: a una ingeniera amiga mía la despidieron porque la mujer del jefe pensó mal o no se fiaba de su marido (no lo sé pero ésa es otra historia), y hay jefes cuya conducta raya en lo punible penalmente, pero no es algo mayoritario (como tampoco son mayoritarios los empleados lamentables, que conste). En fin, es una especulación: no lo sabemos, porque no va a pasar.

Otro aspecto de la cuestión es cómo afecta el empleado tóxico al resto del equipo. En el caso de RW, está claro: pierden el partido, pierden todos. Y con las pérdidas, el desánimo y la temporada se va al garete. Si RW fuera un jugador del montón, de los que no se recuerda el nombre, la cosa se resuelve mandándole al fondo del banquillo a agitar las toallas, pero cuando se es el cuarto jugador por salario y se es miembro de "la lista" y se ha traspasado a 3 jugadores importantes por él, el resultado del equipo depende en gran parte de su rendimiento. En el caso de las empresas suele ocurrir lo mismo: si estamos hablando de un delineante en una ingeniería importante, se puede disimular: es un delineante "libre", no es parte de un equipo de trabajo sino que presta apoyo puntual a los demás. Casi siempre en encargos poco importantes y que no tienen una fecha de entrega. Pero si estamos hablando de un director de proyectos en esa misma ingeniería entonces es más difícil de disimular y su impacto es mucho mayor que su sueldo (también lo es en el caso positivo).

En mi opinión, lo mejor que pueden hacer los Lakers es despedir a RW, pagarle su supercontrato y a cambio explicar públicamente los motivos del despido. Por denigrante para RW que pueda ser. Que digan que se equivocaron, que RW no es buen jugador de equipo, que han descubierto que va a lo suyo y todo eso. Mientras sea cierto, no me parece mal: RW se lo habrá buscado, y se lleva la pasta. Quizás RW (y algún otro jugador que hay así en esa liga) aceptara una sustancial reducción de salario a cambio de que esa información no se hiciera pública, de hecho lo inasumible es el sueldo de RW, no su actitud: para eso basta con no alinearle. En cualquier caso, mantenerle en la plantilla no va a hacerle ningún buen al equipo porque el jugador es lo que vulgarmente se dice "un cáncer", no por mal compañero (que es lo habitual en estos casos) sino porque él juega a otra cosa.

En el caso de las empresas la cosa no está tan clara. Pensemos en los bancos y las reducciones de plantilla tan bestiales que han hecho. Podrían haberlas hecho sin coste para los empleados, y es un caso en que los empleados sí estaban ganándose el sueldo. También puedo pensar en ciertos empresarios, a los que no les pongo cara ni nombre pero que seguro que sí conocen la Policía, la UDEF y ciertos periodistas... Es verdad: no puede ser libre del todo, en el sentido de que ha de haber una legislación o un sistema que vele por lo justo en tan espinoso asunto. Pero el trabajador tiene que ser responsable de su trabajo, y si no cumple, si no llega a un mínimo, se tiene que poder hacer algo. Y como ya he dicho, creo que también sería beneficioso para todos los trabajadores: con menos protecciones se corre mejor y se llega más lejos.



Human nature - White Christmas

lunes, 20 de diciembre de 2021

NBA y récords

https://www.youtube.com/watch?v=-JUte2PHo6s 

 

 

Ha batido hace unos días Stephen Curry el récord de triples acumulados en la NBA. Dado que aún le queda mucha carrera por delante y que el tipo es muy bueno, no cesan las especulaciones de hasta dónde llegará y los elogios hacia él y su marca, frases tipo "registro estratosférico", "marca que nadie batirá", cosas así. 

La NBA, como cualquier deporte americano, está lleno de marcas y registros. Hasta el punto de que algún chaval tendrá el récord de más partidos con más de 10 puntos, 5 rebotes, 6 asistencias y 2 robos o tapones en menos de 15 minutos cometiendo menos de 3 pérdidas y botando el balón menos de 100 veces antes de los 21 años y tres meses.

En Europa conocemos bien el ansia estadounidense. Lance Armstrong estaba obsesionado con el Tour de Francia, pero no con ganarlo, sino con ganarlo más veces que nadie. Ése era para él el reto. Y le daba igual el resto de carreras, por eso no nos caía bien a ningún europeo. Y no nos caen bien los deportistas que es precisamente lo que quieren ganar algo más veces que nadie. Los tenistas europeos, esos tres tenistas que ya saben, quieren ganar, pero porque quieren ganar el torneo que están jugando. No compiten por los récords, por ser el que ha ganado más; eso es una obsesión de los medios americanos que se contagia a los europeos por la debilidad intelectual de los nuestros.

Nos vamos americanizando, también en esto. Qué le vamos a hacer.

Por suerte, los récords tienen una cosa genial es sí mismos: cada vez son más difíciles de batir. Porque pensamos que tiene que haber un límite, una barrera física que no podemos saltar, y cuando un récord se bate el asombro es general: ese hombre (o mujer) ha logrado lo que nadie había logrado antes. Y cuando pasan los años y un récord no se bate su prestigio se agiganta.

Pensemos en el récord por excelencia, el récord más importante de todos: el de los 100 m lisos. El actual lo estableció Usain Bolt el año 2009, 9,58 segundos. ¿Lo batirá alguien? ¿Por mucho? Y ese récord ¿será a su vez batible? Tarde o temprano la respuesta será no. De momento es un tal vez, y eso hace que nos alegremos el día que alguien lo consiga.

Y si no es el velocidad, piense en el de salto de altura. O de longitud. O de lanzamiento de peso o jabalina. Quizá algún día nazca un portento físico que entrene como nadie antes y consiga lanzar la jabalina a más de 104 m, el récord que estableció un alemán del Este en 1984, antes de los controles de dopaje y con el modelo antiguo de jabalina. Puede que ese portento llegue a 110, pero ¿y a 130 m? ¿A 150? 

Volviendo a la NBA, el récord por excelencia es el de puntos totales, que Kareem Abdul Jabbar estableció en 38.387. Jabbar se retiró en 1989, y desde entonces nadie ha llegado aún a esa marca. Se dice que Lebron James lo conseguirá (está por ver, de momento yo soy incrédulo), aunque si no es Lebron será otro otro día, es cuestión de tiempo. El récord caerá. Pues bien, recuerdo que en cierta ocasión le preguntaron a Kareem sobre ese asunto (seguro que se lo han preguntado miles de veces, mi recuerdo es de una), si no le iba a sentar mal perder el título de máximo anotador. Y él dijo que no. Que él no ve los récords como logros individuales, sino como logros de todos. Como marcas que se consiguen superar. Que él ha conseguido llegar hasta una cifra, y que confía en que haya más gente que lo consiga y que consiga llegar a cifras más altas aún. Al igual que todos nos alegramos cuando Usain Bolt corrió los 100 m lisos en menos tiempo del que necesitamos nosotros para correr 20. Y tiene razón. No hay que obsesionarse con ser el poseedor de un récord, hay que alegrarse porque se consiga batir una marca que parecía un límite para el ser humano. Es increíble, la carrera de Djokovic, lo que está logrando. No tiene que importarnos que bata récords de Nadal. Como dijo Indurain cuando Armstrong parecía que iba a ganar más Tours de Francia seguidos que él: que él (Indurain) no pensaba subirse a una bicicleta para impedirlo.

Volviendo otra vez a la NBA, hay algunos récords  que lo son de verdad y que no creo que se batan jamás. Hay muchos récords, incluyendo el de más rebotes ofensivos en una serie de 5 partidos de playoffs, todos los que se quieran, pero en realidad sólo hay unos pocos que son récords de verdad. Otro aspecto a tener en cuenta es que los récords han de ser marcas que de manera consciente o inconsciente se quieran batir: nadie se obsesiona con ser el jugador que más rebotes ofensivos atrapa en una serie de playoffs de 5 partidos, lo que un jugador quiere en un partido de playoffs es ganar el partido, y si atrapar rebotes ofensivos contribuye los intenta atrapar. No es un récord que se quiera batir, si se bate es de casualidad. Este matiz es importante, porque hay jugadores que se obsesionan con los récords y las estadísticas. El ejemplo más claro es Russell Westbrook y su obsesión por el récord de triples dobles, una marca de Oscar Robertson el cual estableció la marca a posteriori, sin saberlo: en su época no existía el concepto de triples dobles, y fue años después de haberse retirado cuando se revisaron sus partidos y se descubrió lo que había hecho. Pues bien, Westbrook jugó sólo para conseguirlos. No para ganar partidos. Y eso desnaturaliza el juego, desde el momento en que no todos los jugadores juegan a lo mismo, no todos creen que el partido lo gana el equipo que más puntos mete. Westbrook competía para un cierto resultado estadístico (y mi opinión, más detallada, al respecto, la pueden leer aquí).

Los grandes récords de la NBA, de en mi opinión más fáciles a más difíciles, son:

1) El récord de puntos de Abdul Jabbar. La carrera de Abdul Jabbar, por longeva, nos tenía a todos asombrados. Ahora son multitud los que llegan a 20 años de carrera, Lebron lleva 19 y los que le quedan. También los jugadores envejecen mucho mejor que antes, y la prueba es que constantemente se baten récords de "el más viejo...". Lo que, por cierto, nos lleva a asombrarnos de lo bueno que era Jabbar de joven. Este récord se batirá, es cuestión de tiempo.

2) Los 17 tapones de Elmore Smith en 1973: ya va para los 50 años de la marca, y ahí sigue. Ese récord tiene su gracia: antes no se contaban los tapones, nadie se preocupaba por ello. Aquella temporada se empezaron a mirar pero los jugadores aún tenían los tics antiguos y se producían, como siempre, muchos tapones. En la tercera jornada o así Smith consiguió 17... y de pronto todo el mundo se dio cuenta de que había que evitar ser taponado. Y desde entonces. Pero este récord se batirá, y quizá antes del de Jabbar, aunque nadie lo haya hecho en 50 años. De momento, ya se ha llegado a 15 en varias ocasiones.

3) Los famosos, famosísimos, 100 puntos de Chamberlain. Este récord no tengo claro que se bata: en los muchísimos miles de partidos, creo que más de 65.000, que se han jugado en la NBA nadie ha llegado al 80% de los puntos que llegó Chamberlain aquel día, fuera de una ocasión en la que Kobe Bryant metió 81. Y son poquísimos los partidos en los que se llega a 70. Insisto, se han jugado miles y miles de partidos y nadie se ha acercado aún. Pero quizá algún día veamos algún jugador que lo consiga.

4) Los 11 campeonatos de Bill Russell. Esto todo el mundo tiene claro que nadie igualará; yo no estoy tan seguro. Durante décadas, el record de Fangio pareció imbatible. A mí me pareció imbatible. En los últimos 20 años ya ha habido dos pilotos que lo han hecho migas. Así que quién sabe. Claro que... aparte de sus compañeros de equipo y época, sólo Robert Horry llegó a 7 campeonatos. Es decir, se ha acercado al 64% de su marca. Claro que Horry jugó 16 temporadas y Russell 13: visto así, Horry ganó en el 44% de sus años y Russell en el 85%. Ésa sí que es una marca que nadie batirá. O sí: Lebron James lleva jugadas 10 finales, puede que algún día salga un Curry o un Lebron en un equipo tipo Warriors del 2017 (o Celtics de los 60) y nos dé una sorpresa. Algún día. Y el que lo bata sería el jugador perfecto, y su marca sí que no se batiría ya más.

5) Los 55 rebotes en un partido, de Chamberlain. Desde el 83, en cierta ocasión un jugador llegó a 35. En sólo una ocasión, entre tantísimos miles de partidos. Y se quedó lejísimos de Chamberlain. La marca de Chamberlain parece una chorrada, pero no la va a batir nadie. Y con esta marca empezamos las marcas que nadie batirá jamás.

6) Los 50,4 puntos de media de Chamberlain en una temporada y los consiguientes más puntos totales, más partidos de 50 puntos, etc. Jordan, en la 86-87, cuando sólo jugaba a meter puntos y no a ganar partidos, logró 37,1 puntos por partido. No llegó al 74% del registro de Chamberlain. Puede que alguien, una noche, bata los 100 puntos de Chamberlain. La media en una temporada podemos estar tranquilos que nadie la batirá jamás. Salvo que cambien el juego.

7) 48,5 minutos de media por partido. Récord de Chamberlain, quién si no. Si pensamos que un partido de NBA dura 48 minutos... ¿cómo lo hizo? Pues porque en toda la temporada sólo estuvo sentado 30 minutos en total. Y se jugaron partidos con prórrogas, claro. Creo que todos tenemos claro que este récord sólo se batirá si deciden cambiar la duración de los partidos a por lo menos 60 minutos y vuelve a aparecer un fenómeno físico como Wilt.

8) 112 rebotes de equipo en un partido. Lo tienen los Celtics desde el día de Nochebuena de 1960. Actualmente los mejores equipos atrapan menos de 50 rebotes de media por partido. 112 rebotes significa que al menos se fallaron 112 tiros en ese partido, más los que atrapara el otro equipo más los que se fueran fuera. Si se suman los tiros que sí entraron, ¿cuántos tiros hubo en ese partido? Respuesta: los Celtics metieron 61 de 146 tiros de campo, y los Pistons 42 de 118; aparte, los primeros metieron 28 de sus 34 tiros libres y los segundos 22 de sus 27. ¡Los Pistons cogieron 60 rebotes! Este récord sí que no se batirá aunque cambien el juego.

 Chascarrillo sobre el récord de rebotes: de los 20 partidos con más rebotes de un equipo, 12 son de los Celtics de Russell, 7 de los Filadelfia de Chamberlain y 1 de los Knicks en 1960. El último partido en entrar en esa lista se jugó en 1965. Y sólo en dos de esos partidos hubo prórrogas.

El récord de Jabbar se batirá porque es el récord que persiguen todos. El de Smith, porque ya se ha llegado muy cerca y es un récord de una noche: basta que una noche un jugador especial tenga un partido especial ante el equipo apropiado (igual que los récords de atletismo que se baten con "liebres"). El récord de los 100 puntos, puede que también y por la misma razón que el de Smith. Aunque lo cierto es que todos lo han intentado y en tantos miles de partidos no han conseguido acercarse ni al 80%. La media de puntos en una temporada no sé qué decir, quién sabe el monstruo que puede aparecer en el futuro. El récord de Russell tal vez, de nuevo porque es una marca que todos quieren batir. Pero los demás récords... su mera marca disuade a cualquiera de intentarlo. 112 rebotes, un equipo, en un partido.

 

 

Michael Jackson - They don't care about us

lunes, 1 de noviembre de 2021

Los 75 de la NBA

https://www.youtube.com/watch?v=6vOUYry_5Nw 

 

Está en la mentalidad de los estadounidenses. Hacen listas, ordenan, priorizan. Hace muchos años trabajé para una empresa norteamericana; era una época en la que aún no se había producido la globalización, y eso funcionaba en los dos sentidos: ellos aún no se habían globalizado. Quiero decir, por lo tanto, que tenía muchos comportamientos estadounidenses. Y una de las primerísimas cosas que me enseñaron fue que cada día debía empezar redactando una To do list, una lista de las cosas que tenía que hacer ese día. Les encantan las listas, no conciben que no las haya.

Se cumplen 75 años de la NBA, y han hecho una lista de los 75 mejores jugadores que ha habido a lo largo de estos 75 años. Era de esperar, pues a su pasión por las listas hay que añadir su manía de clasificar, de establecer quién es mejor que quien. Cada año las ligas celebran sus All-stars, en los que eligen a los mejores de ese año; y también eligen a sus Hall of Famers, lo que vendrían a ser los mejores de todos los tiempos; me parece que el país está lleno de salones de la fama, porque cualquier cosa los tiene. Baste decir que hay una categoría en la que participan muy pocos, creo que unos 45 a lo largo de 250 años, y se apañaron para crear su "salón de la fama" especial: el monte Rushmore. Que cualquier día esculpen una montaña más.

Hacer una lista de los 75 mejores deportistas de los últimos 50 años es muy difícil: de hecho, ni ellos lo han conseguido, porque está formada ¡por 76 jugadores! Cada año eligen a 24 jugadores para su partido de las estrellas (y normalmente eligen a 27 ó 28), y nunca saben elegirlos sin polémica, cada año hay un montón de ausencias clamorosas y de elecciones discutidísimas, de esas que nadie entiende qué hace ése ahí. Pues si no nos ponemos de acuerdo para elegir los 24 de ese año, ¿cómo elegir los 75 de 75 años? En realidad sería facilísimo, pues cada año eligen (como no podía ser de otra manera, tratándose de ellos) al mejor de cada año, e incluso a los 5 mejores de cada año (y a los 15 mejores). Pues bien, los 75 mejores deberían ser los mejores de cada uno de esos 75 años. Claro que algunos jugadores han sido los mejores más años que otros - señal de que quizá eran muy buenos- y ha habido años con muchos jugadores muy buenos frente a otros que no los había apenas. Y creo que lo que intenta la lista es precisamente paliar esa anomalía. Un error, si me preguntan, pues por lo general los jugadores muy buenos terminan consiguiendo algún entorchado de esos, y pocas veces esa lista no elige al mejor (excepción clamorosa, Russell Westbrook, y no clamorosa Bob Mcadoo); pero eso se puede resolver eligiendo, en los años en los que el ganador repetía, al siguiente del mejor quinteto de ese año sin premio. Esto último tendría la ventaja de que el mejor quinteto se elige desde siempre y el mejor del año no.

¿Qué diferencias arrojaría el método mío? Habría muchos pioneros. Jugadores que descubrieron que se podía saltar para tirar, el bloqueo del tiro o tirar con el balón por encima de la cabeza para impedir el tapón, pero que desconocían el "pick and roll", las estrategias de defensa, los bloqueos a los defensores, los cortes por la zona... Son jugadores que en comparación con los de ahora saldrían a la cancha apenas habiéndoles explicado las reglas del juego cinco minutos antes. Jugadores que no conocerían la alimentación correcta, que no tendrían ni las zapatillas ni las camisetas de hoy, ni los entrenamientos físicos. Las oportunidades de hoy en día. También es verdad que no tendrían las presiones de hoy en día. En contrapartida, faltarían muchos jugadores modernos, de los últimos 40 años. Pero es que habría que preguntarse - yo lo haría si conociera la lista, porque reconozco que ¡no la he visto!- si todos los nombres del final son realmente tan buenos como para compartir lista con los Jordan, Kareem o Russell. No creo que hubiera muchas más diferencias, pues raro sería que alguno realmente bueno tuviera que dejar su sitio a un pionero: para que así fuera, el jugador no solo no tendría que haber sido nuinca el mejor de ese año sino que además no hubiera estado en el mejor quinteto de ese año o que lo hubiera estado pero que ese año también hubiera otros jugadores de calidad similar - no seleccionados ya para esta lista- delante suya. Es decir, que no sería tan bueno.

Y es que elegir una lista de los mejores es ridícula. Hay comparaciones que no se pueden hacer, como si es mejor soldado el hoplita ateniense, el soldado español de los Tercios o el marine norteamericano. Una lista de los 75 mejores ciclistas desde el final de la Segunda Guerra Mundial sería ridícula. Lo mismo la de los mejores futbolistas, tenistas o lo que se quiera, y existen lo son.

Pero está en el carácter norteamericano, el hacer estas listas. Y también el, a partir de ahora, indicar que tal jugador "está en la lista". Como si eso nos convirtiera en indignos de tocar las puntas de sus vestiduras. Esta lista habría que tomarla como un divertimiento, un pasatiempo. Lo que no me gusta es que para ellos es su monte Rushmore del baloncesto, y querrán que la consideremos como tal.

 

 

Glenn Miller - In the mood

martes, 7 de septiembre de 2021

Deportistas sospechosos

https://www.youtube.com/watch?v=l0DjrXDBJnU 

 

 

En mi anterior artículo deportistas-antideportivos.html glosaba la figura del deportista antideportivo y cómo en algunos deportes son más propensos a los comportamientos antideportivos. En general, decía, los deportes individuales no presentan este problema.

Lo que no quita para que haya comportamientos sospechosos. Algunos, quizá demasiado.

Tomemos como ejemplo el partido de tenis entre Garbiñe Muguruza y la checa Barbora Krecjikova. Iba ganando Muguruza, y la checa se retiró al vestuario acompañada por su entrenador y un médico o un fisio, no sé bien. Allí estuvo 8 minutos; fuera, en la pista, Muguruza esperaba. Cuando regresó la checa se renaudó el partido; pero fue del todo diferente: la checa arrasó.

¿Qué pasó en el vestuario? No se sabe. ¿Qué razones alegó la checa para ir al vestuario? No sabría decir. Parece ser que explicó, tras el partido, que no podía respirar, que empezaba a sentirse mareada, sin fuerzas. Y que por eso se fue al vestuario. Allí se repuso, por decirlo de alguna manera.

¿Es sospechoso? En mi opinión, como mínimo es inadmisible. Es como si un ciclista, a mitad de puerto, ordenara que se parase la carrera, que estaba cansado, se fuera él a descansar mientras los demás siguen esperando, y cuando regrese llegase con energías renovadas (por decir lo menos). Oiga, no es admisible. El boxeador que está recibiendo de lo lindo, y pide un receso. No es admisible. El corredor de maratón, que pierde y pide un descanso. Por mí, como si tiene fiebre: la competición es en ese momento y ha de ganar quien en ese momento esté mejor.

No entiendo que el reglamento admita estas cosas; ya tienen tiempos en los partidos para recuperar el aliento; si necesitan algo más, se siente muchísimo pero no.

Y un tema aparte sería lo que de verdad pasó en el vestuario. Para empezar, los jugadores de tenis, en los partidos, tienen a los entrenadores en la grada por una razón: así son las reglas, el entrenador no está a pie de pista aconsejando. Y digo esto por no explicar mis sospechas de lo que realmente pasó allí dentro.

A propósito de esta historia recuerdo, hace muchos años, cuando Arancha Sánchez Vicario ganó un Roland Garros ante Steffi Graf, en aquel momento la dominadora del tenis femenino. Lo que recuerdo es que en un momento dado Graf se retiró corriendo al vestuario y volvió poco después. Graf perdió el partido y el título, y en la rueda de prensa posterior afirmó que se había retirado al vestuario por, digamos, cuestiones femeninas. ¿Era una excusa para quitar méritos a la española, el aducir que físicamente ella no estaba al máximo? Pues no lo sé, pero lo señalo porque Graf perdió el partido. Si la checha hubiera perdido, su excusa de que estaba mareada y que por eso se retiró sonaría lógica. Si está hecha migas, es normal que pierda. Y si Graf hubiera remontado el partido suyo tras el vestuario, también habríamos sospechado de qué pasó en el vestuario. O, como mínimo, habría quedado feo.

Casualidad o no, en el tenis tenemos también a otro deportista que no termina de convencerme: Novak Djokovic. Que es fama que en los partidos que va perdiendo se retira un par de minutos al vestuario. Parece ser que lo hace para romper la concentración del adversario, senerarse él un poco y cortar el ritmo físico del rival; no quiero pensar que haya algo más, porque Djokovic es muy bueno y no debería necesitar nada más. Pero es muy feo, muy feo. Por cosas como estas Novak no es, para mí, un campeonísimo como Federer o Nadal sino un simple jugador sucio y marrullero con muchos éxitos en su palmarés. Allá él.

 

 

Bruce Springsteen - Point black

martes, 10 de agosto de 2021

Deportistas antideportivos

https://www.youtube.com/watch?v=9gJhbYhgc3c 

 

 

Lo ocurrido en la prueba de maratón de los Juegos de Tokio da qué pensar. 

Para que conste: el francés (no viejo) Morhad Amdouni (conste su nombre para mayor oprobio), al llegar al punto de refresco de los 2/3 del recorrido, en vez de coger su botella de agua y continuar, pasó derribando todas las botellas que había preparadas y se quedó la última; así, los demás corredores no podrían hidratarse.

No todos los deportes se basan en un comportamiento angelical, de novela de caballería, y causar daño al rival también es parte de la estrategia de muchos: en el ajedrez hay que comer las fichas del contrario, y éste no puede alegar que al hacerlo están reduciendo sus opciones de victoria. Y el boxeador que pierde no puede quejarse de que el otro le esté propinando mamporros y que habría ganado si el otro no le hubiera atizado hasta dejarlo K.O. Sin embargo, hay límites a lo que se puede hacer. Algunos de estos límites están en las reglas, otros no. Pero que no estén no significan que no existan: mandar unos matones a romperle las piernas a tu rival antes de una competición, como se ha hecho en el patinaje en los EE.UU., está mal. Clavarle un cuchillo en la espalda a Mónica Seles para que no gane a Steffi Graf, como hizo un seguidor de la Graf en Hamburgo tampoco se puede. Vale, de acuerdo, estos son casos extremísimos y por lo tanto aisladísimos, pero conviene reflexionar hasta qué punto es lícito causarle un perjuicio al rival para ganar.

El primer "deporte" que me viene a la cabeza es la F-1. En general, los pilotos son deportivos, pero... los campeonísimos comen aparte: varios campeonatos se han ganado con el campeón yendo al empezar la última carrera a "accidentar" el coche del rival, aceptando incluso que ellos mismos queden accidentados. Luego se dice que ha sido sin querer, guiñan el ojo y se proclaman campeones. Qué casualidad, el piloto que mejor ha pilotado durante el año, precisamente en la última carrera tiene un accidente en la primera curva y precisamente el damnificado es su mayor rival (y no otro), y este accidente sólo ocurre los años en los que el campeón se asegura el campeonato si el rival no gana la carrera... Todos sabemos que es mentira que ha sido sin querer y que sería mentira si hubiesen dicho "sin querer... evitarlo", porque lo han provocado a conciencia. Si la organización pudiese decidir que en estos casos, accidentes en los que no hay duda de que los ha provocado el que sale favorecido, se le quitasen a éste los puntos de su mejor carrera, seguro que no habría esos accidentes. Prueba obvia de que no eran tales. Pero no, y de hecho la F-1 como deporte ha degenerado tanto que a veces estos campeonísimos provocan accidentes que podrían tener consecuencias muy serias, hablo dela muerte del otro. Y es que a menudo pilotan sin respetar a los demás, y si el otro se accidenta, la culpa fue suya por no apartarse o por estar en la trazada que quería seguir el campeonísimo.

En motociclismo las cosas son distintas, tal vez porque todos los pilotos se han caído en alguna ocasión y saben que tirar al contrincante es excesivo. A veces ocurre, sí, pero suele ser un accidente de verdad. Y cuando la temeridad del beneficiado lo ha provocado... sí, es una conducta antideportiva, pero ha surgido en el calor de la pelea, no es algo premeditado como la F-1.

El escalón siguiente al motociclismo es el ciclismo. Aquí, claramente, que un ciclista tire al otro es un accidente, y lo de los sprints... Es como una falta en fútbol, está mal y se penaliza, pero no hay intención de provocar un accidente, sólo de que el el rival no adelante. De hecho, es algo que sólo ocurre (y sólo a veces) en ese momento, es fruto de la tensión de los sprints.

El ciclismo tiene, eso sí, algunas cosas poco caballerosas sobre las que siempre se discutirá. Atacar cuando el rival está haciendo sus necesidades no se considera correcto. En cambio, si pincha o tiene una avería yo creo que sí (aunque hay quien dice que no, suele decirlo en casos específicos en los que el damnificado es su favorito). A veces un equipo renuncia al avituallamiento para atacar cuando los otros están comiendo: tampoco me parece mal. Como si han pasado mala noche o están doloridos de una caída: se siente. Ahora bien, lo que no se hace es lo que ha hecho el mentado Morhad Amdoun: impedir que los otros corredores se avituallen.

En general, en los deportes individuales no hay ocasión de tener actitudes como las del nuestro francés (no viejo). En los deportes de equipo, sin embargo, es posible que algunos tengan como objetivo anular a la estrella rival y lleven su empeño demasiado lejos.  Lo habitual es que estos coequipiers sean broncos, duros, pero no antideportivos: comenten las faltas reglamentadas y reciben las sanciones reglamentarias, todo entra dentro del deporte. Y las lesiones suelen ser accidentales, no hay mala intención.

Excepción a esto podrían ser el fútbol y el baloncesto profesional. Con mucho dinero de por medio, la tentación de extralimitarse puede ser muy fuerte. En estos dos deportes algunos jugadores son demasiado imprudentes y no les importa si causan daño. Por ejemplo, la patada de De Jong a Xabier Alonso en la final del Mundial de Sudáfrica:

El árbitro consideró (imagino) que al ser una final del mundial era comprensible la virilidad del juego holandés y sólo le sacó la tarjeta amarilla. Bueno, vale: si no fuera una final del mundial yo habría apoyado que la policía se lo llevase detenido y se le aplicase el código penal. Y al árbitro, por connivencia al tolerarlo.

Y luego están los que van a posta a lesionar a la estrella rival. Que los hay; no muchos, pero los hay. ¿Qué se puede decir de esta gente? Me viene a la cabeza, y es otro ejemplo, el caso de un jugador de la NBA que reconoció, años después, que lesionó a posta a Kobe Bryant en un partido. Y jugadores que ponen el pie cuando el otro salta para que caiga sobre su empeine. 

O la antideportividad de los San Antonio Spurs, que enviaron a su fondo de banquillo a provocar un altercado con la estrella de los Phoenix Suns sabiendo que los árbitros expulsarían a todos los implicados. 

Pero lo cierto es que hay muchos partidos cada semana y estas actitudes son anecdóticas, no sirven para mancillar a ambos deportes.

Hay otros casos de conductas antideportivas llevadas al límite: la Ryder Cup de golf cuando se juega en los USA, la Copa América cuando la organizan ellos... pero eso es como cualquier partido de cualquier cosa que se dispute en cualquiera de las numerosísimas "calderas" turcas, griegas, yugoeslavas, italianas, españolas, brasileñas, argentinas,... Es el público, más que los deportistas. No siempre es como en el ciclismo, donde todo el público anima a todos los corredores (he de contar dos excepciones excepcionalísimas: en una Vuelta a España, cuando la gente echaba cubos de agua a los corredores en las subidas para refrescarles, en los Picos de Europa al líder, Eric Caritoux, le echaron un cubo de agua... con piedras dentro; y por aquellos años, en un Giro de Italia que iba escapado Juan Fernández con opciones de ganarlo... alguien del público lo tiró a una zanja).

Volviendo a Morhad Amdouni, espero y deseo que la respuesta de la IAAF sea ejemplarizante: estas actitudes, mejor cortarlas de raíz. Que pague él por todos los daños que se producirían si no se escarmentara en su cabeza.

Y, además, el tío era tonto: algo más adelante había otra mesa con más botellas de agua.



 

La Bullonera - Baile de la canastera

miércoles, 9 de junio de 2021

Los mercados pequeños de la NBA

Ganar el campeonato de la NBA es muy difícil. Sólo uno lo consigue cada año, y si miramos con una perspectiva de décadas vemos que apenas un puñado de equipos gana campeonatos. Por ejemplo, los Hawks lo ganaron ¡el 58!, y los famosos Knicks de Nueva York ganaron 2, uno en 1970 y el otro en 1973. Hace casi 50 años. Portland, Milwakee o Washington también remontan su título a los años 70. Los Sixers de Filadelfia ganaron el último en 1983. Abundan también los equipos que nunca lo han ganado. Phoenix, por ejemplo, con más de 50 años en la competición, o los equipos de Utah, Denver o Indiana.

Nada de esto, sin embargo, importa a la mayoría de los aficionados de estas ciudades. Para ellos, el simple hecho de tener equipo en la élite, que haya partidos, que vengan los Lakers o los Celtics a jugar a sus ciudades, es más que suficiente. Si además el equipo tiene una buena temporada y se juegan buenos partidos en los playoffs, genial. Pero es un extra, no una frustración el no pasar de ahí.

Pero no todos los aficionados piensan igual. En todas las ciudades hay seguidores que piensan que sus equipos han de ganar el campeonato. Que lo exigen, y que se enfadan cuando no lo consiguen. Esto es comprensible cuando el seguidor lo es de ciertos jugadores: de los últimos 40 campeonatos, 24 los han ganado Magic Johnson, Michael Jordan, Tim Duncan, Kobe Bryant y Lebron James (que aún podría ganar más), 16 el resto. Esos 5 jugadores se han llevado el 60% de los títulos, así que sí, es comprensible que el seguidor de su equipo dé por sentado que al menos ese año van a llegar a la final. Lo curioso es cuando el seguidor frustrado lo es de uno de esos equipos que todos sabemos que no van a ganar. Por ejemplo, los Utah Jazz.

Habitualmente, los Jazz son un equipazo. Consiguen muchas victorias, y es normal que jueguen los playoff. Pero no ganan. Hace 20 años llegaron dos veces seguidas a la final, y nunca hubo duda sobre el resultado. Y sin embargo abundan los aficionados que exigen al equipo que gane el campeonato. Y, claro, cuando ven que no se lamentan. La excusa más habitual es que ellos son un mercado pequeño.

Esta misma excusa se utiliza en casi todas las ciudades. Incluso en las que tienen varios títulos en las vitrinas. Hasta en San Antonio se lamentan de que ellos son "un mercado pequeño". San Antonio es la 7ª ciudad de los EE.UU. por población. En Phoenix ocurre otro tanto. Son un mercado pequeño: la 5ª ciudad de los EE.UU. Sólo por detrás de Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Houston. A pesar de todo, la idea cala y se acepta. Aunque Nueva York es el primer mercado, y no gana desde el 73. Los de Brooklyn no han ganado nunca. Filadelfia (6ª ciudad), ya he dicho que desde el 83, y Chicago sólo ganó con Michael Jordan. No ganan desde el 98. Por redundar en la idea, desde su último título los Knicks han jugado 2 finales, Brooklyn otras dos y los Sixers una. Chicago, ni ha vuelto ni se les espera.

Es decir, ser un mercado grande ni siquiera facilita llegar a la final.

En realidad, lo que se quiere decir con eso de ser un mercado pequeño es que la ciudad no es atractiva para las estrellas de este deporte. Y ahí sí tienen razón. No en el eufemismo empleado para no reconocer que viven en una ciudad fea de narices, sino en que ésa es la razón.

Claro que ¿qué esperaban? Si usted tiene 25 años y el dinero le sale por las orejas, ¿dónde preferiría vivir, en Salt Lake City con los mormones o en Los Ángeles o Miami? ¿Qué se le ha perdido a nadie en Oklahoma City o en Indianápolis? Pues eso.

Y esto sí es verdad. Llevo un rato intentando recordar qué estrellas han elegido ir a uno de esos "mercados pequeños" en las últimas décadas, y salvo un bicho raro como Pau Gasol y algún otro, es muy infrecuente. Algún caso hay (Nowitzki, por ejemplo) en que la estrella acepta renovar con el pequeño mercado, pero es mucho más habitual que ésta salga por patas en que pueda. Lo cierto es que casi todos los equipos forman sus plantillas con jugadores que no pueden elegir, por contrato, o con jugadores descartados por otros equipos.