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jueves, 16 de noviembre de 2023

El futuro es imparable

https://www.youtube.com/watch?v=06o-EYH9svs 

 

Paradoja de Fredkin: cuanto más similares parecen dos opciones menos debería importar la decisión, pero más difícil elegir entre ellas. Como resultado, a menudo pasamos la mayor parte del tiempo en las decisiones que menos importan.

 

 

 

A estas alturas de la película, es que da igual. Ya no cabe discutir sobre el BIM, sobre si es bueno o malo, sobre sus ventajas o desventajas. El tiempo para discutir ya pasó, y se decidió que sus ventajas superaban a sus desventajas. Ahora, el BIM es lo que va a ser y es ya indiscutible. Hay que reconocer cuándo se ha perdido, y seguir adelante.

Así que toca aceptar el BIM y sacarle el máximo partido. Y para ello hay que entenderlo verdaderamente. Ahí es donde falla la mayoría de las personas, y es lo que quiero explicar.

El BIM es modelar en el ordenador lo que se quiere construir. Antes del BIM, o se hacían maquetas de lo que se quería construir o se dibujaban planos (PLANOS, es decir, superficies planas) en los que, con criterios de interpretación ampliamente divulgados y aceptados, se representaban las ideas que se querían transmitir. El BIM no hace eso, y hay que asumirlo.

Repinto, el BIM no es hacer planos. Es hacer un modelo de ordenador que contiene toda la información necesaria. Lo que pasa es que las personas que han de trabajar en la actualidad están acostumbradas a que la información se transmita en planos. En el futuro, cuando esa costumbre haya desaparecido, no habrá planos porque no serán necesarios, pero hoy en día es un peaje al cambio de paradigma que hay que pagar. Así que pedimos al BIM que haga planos.

Y el BIM hace planos, pero sólo lo mejor que puede. No sólo no es instantáneo, sino que ademas carece de los convenios de dibujo. Los convenios de dibujo son reglas de representación adoptadas con los años por las cuales se renuncia a que lo dibujado sea exacto a cambio de que se entienda mejor la idea. El BIM, claro, no tiene convenios de dibujo porque lo que hace es reflejar el modelo que imita la realidad. De ahí que muchos planos hechos a partir de modelos BIM se vean raros, mal dibujados, difíciles de entender por lo poco agraciado del punto de vista asignado.

Así pues, lo que tiene que hacer el ingeniero del pleistoceno es adaptarse él. El BIM no se va a adaptar a hacer las cosas como se hacían antes del BIM, porque es otra cosa. Es como si antes tuviera un coche de caballos y llegaran los vehículos con motor. Sí, el caballo tiene cosas que el coche no tiene, aunque sabemos que el coche se va a imponer. El desplazamiento en coche de motor es diferente, y no tiene sentido pedirle al coche que imite lo más posible al caballo porque me haya acostumbrado al coche de caballos. Mejor hacerse cuanto antes a la conducción del coche, ¿no?

Pues eso es lo que hay que hacer. Ya sé que (hasta ahora) el lenguaje del técnico es el plano, y ya sé que estamos hechos a representar nuestro trabajo en planos. Vale. Transitoriamente, los años que sean necesarios, habrá que seguir con planos; pero entendiendo plano una superficie de papel (o equivalente). Hay que olvidarse del Dibujo Técnico, y averiguar cómo expresar las ideas con las capacidades y las fortalezas del programa BIM. Probablemente, lo que salga será muy diferente de lo que se hacía antes. Es de esperar. Pero ya no se trata de que nos guste más o menos, es lo que hay y ahora depende de nosotros que lo que consigamos nos guste.

Es el futuro y nosotros, reconozcámoslo, no lo vamos a parar. Es el dicho, «si no puedes vencerle, únete a él». Yo creo que es lo más inteligente a estas alturas. 

 

 

 

Sara Evans - Suds in the bucket 

lunes, 2 de octubre de 2023

BIM: ¿nos estamos volviendo todos majara?

https://www.youtube.com/watch?v=fTqra4YSsaM&pp=ygUSd2hhdCB3YXMgaSB0aGlua2lu

 

 

¡Ah, el BIM! Lejos quedan aquellos tiempos en los que los proyectos se hacían con ingenieros y arquitectos bosquejando a lápiz y avezados delineantes trazando en tinta china sobre papel vegetal los planos que reflejaban las ideas, los diseños y las medidas. Ahora es todo mucho más fácil: se le dice al ordenador que se quiere una ventana en tal sitio, y voilà!, aparece la ventana. Y automáticamente queda incluida la ventana en las mediciones, descontada la parte de pared que ocupa, y por supuesto en todas las vistas de todos los planos de todos los oficios pasa a aparecer esa ventana. Es fantástico, la repanocha.

Acabo de participar en un proyecto que hacen en BIM, y no me extraña que este país se esté yendo al carajo: nos hemos vuelto majaras.

Para empezar, la cosa no empezó bien: mi interlocutor ya no fue un arquitecto, sino un delineante. El delineante conocía el proyecto como nadie, y parece ser que bastaba. A su vez, él no entendía mis preguntas: «Está todo en el BIM», me decía, «allí puedes verlo todo». No había manera de hacerle entender que yo no quería ver la realidad, sino representarla de una forma esquemática que me permitiera comprenderla con facilidad. Lo mismo que un ingeniero eléctrico no quiere ver una foto del cableado del edificio, sino el esquema eléctrico. Pero bueno, cabezón que soy, al final... yo hacía los croquis, y si algo no era correcto él me advertía que eso no era así, yo lo corregía y si acertaba entonces decía que sí. Incapaz de dibujar un croquis a mano, el tío, y eso que a lo mejor era más viejo que yo. Pero tras años de usar un ordenador y dibujar con BIM, me parece a mí había perdido el oficio.

Pero todo esto son problemas de ajuste, causado por ser yo un austrolopiteco. Los ingenieros jóvenes, que se manejan con total soltura con los programas BIM, no tendrán ninguno de los inconvenientes con los que yo me he encontrado. Ahora bien...

El delineante metía todo en el BIM. El modelo BIM reflejaba perfectamente el edificio, hasta en sus más nimios detalles.

En sus más nimios detalles.

A ver si me explico.

La verdadera misión de un proyecto es expresar las ideas del proyectista, lo que quiere hacer. Esas ideas, expresadas mediante planos, memorias, cálculos y mediciones, han de estar lo suficientemente bien expresadas para que se entienda lo que quiere el proyectista (sobre todo la Administración y el cliente final) y para que una constructora pueda dar precio. A partir de ahí, cualquier duda que se tenga debe resolverse en obra, que para eso está la Dirección Facultativa de la misma. En el aspecto eléctrico, con unos esquemas eléctricos, una planta de emplazamiento de los puntos de conexión, iluminación, etc., y un estado de mediciones de suficiente aproximación a la medición final, debería ser suficiente. No es necesario meter el ordenador el recorrido de cada cable. En el aspecto estructural, la estructura puede estar definida a grandes rasgos, y luego algunos detalles especiales resueltos; unos por su importancia, y otros porque son generales y sirven de orientación para adaptarse a muchos puntos. No es necesario que en el proyecto aparezcan todas las armaduras con sus despieces y empalmes correspondientes ni todos los tornillos dibujados con sus arandelas.

Pero con el BIM no se hace eso. Se desarrollan todos los detalles constructivos, y todos son todos. Y se desarrollan todos, teniendo en cuenta las diferencias de cada uno. El modelo del ordenador es exacto y completo. Y así no hay ninguna duda.

Por eso digo que nos estamos volviendo majara. 

En la construcción de un edificio no participa sólo el proyectista. También está el director de las obras, el arquitecto técnico que supervisa la ejecución, la empresa constructora con sus técnicos de gabinete, el jefe de las obras, el encargado, los capataces, los oficiales y los peones. Todos ellos, en mayor o menor medida, aportan su conocimiento y su pericia. No es necesario, en el proyecto, definir muchas cosas, indicar cómo se hacen o resolver muchas otras: ya aportarán todos los demás lo necesario para salir del paso (y si no, sin duda se preguntará al proyectista, por ejemplo si éste introduce una técnica o un material novedoso del que el equipo de obra no tiene experiencia).

Con el BIM la obsesión del proyectista es resolverlo todo él, y con ello está renunciando al gran caudal de conocimiento que aportarían todos los demás. Con razón a las constructoras les encantan los proyectos en BIM: como si les sirvieran las naranjas peladas. A cambio, todo el estrés pasa al proyectista, que carga con más del que le corresponde.

El problema - aquí pienso como ingeniero proyectista- es que el proyectista se ha excedido en su encargo. Se le encargó un proyecto, y el BIM es mucho más. Aunque se le hubiera encargado un modelo BIM: lo que tendría que entregar el proyectista es un modelo BIM tosco, con muchas indefiniciones, muchas "colisiones". Suficiente para hacerse entender, y que luego resuelvan otros esas indefiniciones y esas colisiones. Porque lo que se le paga al proyectista es un proyecto, los honorarios son de un proyecto, y el plazo que se le da es el de un proyecto. Normal que al proyectista no le salgan los números, y que además le surjan cien mil reclamaciones porque se ha olvidado de definir tal o cual detalle. Un ejemplo prototípico de lo que pasa cuando los que ofertan un trabajo no son los que lo hacen. Supongo que tarde o temprano las direcciones de los estudios de arquitectura y de ingeniería se plantearán por qué sus proyectos con BIM les arrojan tantas pérdidas.

Esto se debe en parte a la demagogia que existe en torno a los proyectos: ¿cómo vas a entregar el proyecto sin tener resueltos todos los detalles? El cliente pensará que el proyecto está mal, está incompleto, y exigirá al proyectista que lo haga bien y completo. Y quien dice el cliente dice, en muchas ocasiones, el revisor, la Administración o, sobre todo, el jefe del proyectista cuando lo tiene. Llegados a ese punto, el proyectista debe decir que sí, que él es capaz de desarrollar esos detalles, pero que eso requiere un tiempo X que se le ha de conceder y un coste Y que se tendrá que abonar. Que si la otra parte está dispuesta, él encantado. Si no lo hace, se tiene merecido lo que le va a caer. Que una cosa es un proyecto ejecutivo y otra un proyecto "de taller". 

Con el BIM se están haciendo, hoy, proyectos de taller. Y los vendedores de los BIM alardean "fíjate qué calidad de proyecto, qué diferencia con los proyectos ejecutivos que hacías hasta ahora". Ha de ser consciente, entonces, el vendedor de BIM que está vendiendo un proyecto de taller, y no venderlo al precio de un proyecto ejecutivo. Pero, claro, lo que el cliente está dispuesto a pagar es el coste del proyecto ejecutivo, no más. Este malentendido es el que genera muchos de los problemas.

La visión de un ingeniero del pleistoceno, eso sí. Próximo a la extinción. Suerte para los vendedores de BIM que no es mi opinión la que importa.

 

 

 

Dierks Bentley - What was I thinkin

 

lunes, 26 de diciembre de 2022

Cómo piensan las máquinas

https://www.youtube.com/watch?v=n7wSH05Q3KA 

 

 

Se habla mucho, últimamente, de la inteligencia artificial. IA, en la jerga. Conseguir que una máquina piense es un largo camino.

En el principio, los primeros programas, tenían un esquema sencillo, directo: si esto haz tal cosa, si no haz tal otra. Fue la base de la programación. Y el resultado fue una máquina que decidía por sí misma qué hacer.

Es decir, pensaba. Pero pensaba poquito: un programador tenía que haber previsto con anterioridad todas las situaciones a las que se iba a enfrentar y asignado las instrucciones.

Y ¿saben? En realidad no hemos avanzado mucho más. La evolución está en las condiciones que necesita para la orden SI. Por ejemplo: 

— Una máquina expendedora de bebidas: SI las monedas introducidas son legales Y la cantidad es correcta O SI la tarjeta electrónica tiene el saldo suficiente, ENTONCES suministra la bebida. 

Una lógica sencilla. El paso siguiente es que la máquina contemple tantas condiciones que nos dé la impresión de que piensa. Por ejemplo:

— Una máquina que juega al ajedrez: contempla todos los movimientos posibles de todas las piezas hasta una profundidad de, pongamos, 20 jugadas, establece cuál de las situaciones finales es más favorable para el jugador máquina y elige el movimiento que conduzca a esa situación.

Claro, la potencia de cálculo necesaria para este ejemplo era, hace unas décadas, inimaginable. Y como las órdenes no estaban (aparentemente) escritas de antemano, la sensación era que la máquina analizaba realmente la posición, pensaba y optaba por una continuación. 

También la habilidad computacional ha avanzado una burrada en este tiempo, no sólo la fabricación de ordenadores. No fue tan fácil como suena, enseñar a jugar al ajedrez a una máquina. Pero se hace. 

Y la lógica es la misma: una a una, la máquina irá comparando posiciones y ejecutando la orden SI: SI la posición A es mejor que la posición B, ENTONCES elige la posición A y descarta la B, de lo contrario descarta la posición A y elige la B. Hecho esto, compara la resultante con la posición C, y así una y otra vez.

¿Y cómo se hace la comparación? Pues con unas reglas sencillas: tener más piezas, piezas más valiosas, posiciones con mayor movilidad, etc.

Es una simplificación, pero es la esencia de cómo "razona" una máquina. Lo mismo para jugar al ajedrez que para llenar una caja de galletas o conducir un vehículo. Para saber cuándo mover un brazo robótico y cuándo pararse, seleccionar un artículo o lo que se quiera. Es interpretar una situación y actuar en consecuencia, pero al final todo es tomar decisiones SI.

Existe otra forma de "pensar": razonar, que es establecer relaciones causa-efecto.

El problema es que estemos abandonando el pensamiento de relaciones de causa y efecto por el de comparaciones con situaciones parecidas, que es lo que hace una máquina. ¿Y por qué es peligroso? Pues porque si pensamos como las máquinas, entonces las máquinas serán mejores que nosotros pensando.

"¡Qué tontería!", dirá. Seguimos empleando el método causa-efecto como nuestro sistema de elección, no por las comparaciones. Yo no estaría tan seguro.

De entrada, le diré que cada vez más ingenieros "calculan" las estructuras por comparación. Porque comparar es mucho más fácil y cómodo que razonar. Y, como calculamos como las máquinas, las máquinas son mejores que nosotros calculando. Era de esperar, y es lo que ocurre.

Seamos conscientes y no bajemos la guardia.



Pearl Jam - Justh breathe (versión de Shay Bailiff)

jueves, 5 de agosto de 2021

¿Es el BIM un verdadero cambio de paradigma?

https://www.youtube.com/watch?v=BBMcgREgyXU 

 

 

Respuesta: sí, lo es. El BIM es la herramienta clave para que las máquinas tomen el control. Es la quintaesencia de la renuncia del control por parte de los calculistas, y tras ellos vendrán todos los demás.

A aquellos que, por no ser calculistas, no tengan la perspectiva suficiente: los ordenadores se crearon para ayudar a los calculistas. En el principio, los ordenadores sólo calculaban. Cálculos aritméticos, primero, geométricos después, algebraicos más tarde. Invirtieron matrices, aunque usted no sepa qué es eso o qué trascendencia tiene. Pero así fueron las cosas, empezaron como una herramienta de cálculo. Herramienta a la que se le fue sacando provecho, eso sí: atrévase ahora a vivir sin ordenadores.

Con los años, los ordenadores, los chips, los cerebros electrónicos, han pasado a ejecutar muchas de las tareas que antes hacían personas. Pero nunca tuvieron el verdadero control: detrás siempre había personas. Siempre hubo ingenieros. 

Calcular la estructura de un edificio es un cálculo complejo. Es tan complejo que, de hecho, muchas tipologías estructurales, muchas maneras de construir un edificio, han estado ligadas a las posibilidades de calcularlas. Dicho de otra manera: usted no sabe de ningún puente curvo que no se haya calculado con ordenadores. De tablero curvo en planta, quiero decir. Sin embargo, a medida que los ordenadores han sido más potentes y se han desarrollado programas de cálculo más complejos y capaces, se han ido diseñando puentes cada vez más espectaculares. Más difíciles de calcular, también. Ahora nadie proyecta un puente de tablero recto si puede evitarlo, qué van a decir sus colegas de él como lo haga. Y con los edificios pasa algo parecido. Bien, para ambas cosas disponer de ordenadores ha sido una gran ayuda. Primero, hacían las operaciones matemáticas más farragosas. Luego iteraron y dimensionaron. Luego se mejoró la manera de introducir los datos, de crear los modelos, y se introdujeron las normativas en los ordenadores para asegurarse de que los resultados eran conformes. Las normativas cambiaron y se diseñaron pensando en que fueran ordenadores los que comprobaran la conformidad de lo que se proyectara. Se volvieron ininteligibles para los humanos, aptas sólo para los cerebros electrónicos. Hasta los planos sacaban, los ordenadores. Pero en todo el proceso había un ingeniero a los mandos.

Llegó un punto en que la informática permitió a los ingenieros crear modelos de lo que se quería, pulsar un botón y obtener los resultados. El ingeniero había proyectado sin tener ni idea de las normativas y las exigencias, sin saber si lo que había proyectado era complicado o sencillo, grande o pequeño, estético o antiestético, práctico o aparente. Y todo ello sin dejar de escuchar su sinfonía favorita de Brahms.

Creo que fue a principios de los 80, cuando aparecieron las máquinas herramientas de control numérico: es decir, tornos, fresadoras, máquinas manejadas por ordenador. Empezaba la era del CAM, la mecanización ayudada por el ordenador. Y al mismo tiempo, el CAD: el diseño ayudado por ordenador. En cuestión de segundos apareció el CAE: la ingeniería ayudada por ordenador. El técnico, con su ordenador, diseñaba la pieza y su mecanizado. En 1988 me presentaron un programa que diseñaba placas de circuitos integrados. En minutos. Poco a poco los ordenadores fueron usurpando (la palabra es un poco agresiva, pero descriptiva) las tareas de las ingenierías, y al final llegó el futuro: dado que todo podía hacerse por ordenador, hágase por ordenador a la vez. El BIM.

El BIM es crear un modelo de ordenador en el que todos aportan lo que tienen que aportar. Una reproducción informática completa de lo que se proyecta, sea un edificio, un avión o un coche de F-1.

El BIM es un cambio de paradigma en dos sentidos.

El primero de ellos, ya he escrito muchas reflexiones al respecto, es que supone la desaparición del plano como lenguaje del técnico. Ya no se hacen planos, carecen de sentido. Sólo los últimos escalones de la cadena, los obreros de la construcción, los necesitan. Ellos y los del pleistoceno que estamos camino de la extinción o aún no nos hemos adaptado. Nadie más. Y, como he declarado a menudo, al no emplear planos se pierde la capacidad de entenderlos y se evoluciona a sobrevivir sin ellos, a no necesitarlos. El BIM es la muerte del plano, y cuando esté de verdad desarrollado e implantado ya no habrá más planos.

(disculpen un momento; la mera idea de lo que escrito es para mí tan impactante que necesito unos minutos para asimilarlo).

El segundo cambio aún no ha llegado, pero llegará. No creo que ocurra en menos de diez años, pero sin duda será un hecho consumado dentro de 20. Y no será que no se ve venir, hasta un austrolopiteco como yo lo sabe y lo anuncia desde hace años.

Los programas de ordenador han ido usurpando la tarea de los ingenieros. Con su "deja, que ya lo hago yo" han terminado haciéndolo todo. Hasta el punto de que los ingenieros hemos incluso dejado de saber qué había que hacer: el ordenador iba a saberlo por nosotros. A pesar de todo, la usurpación nunca había sido completa: entre otras razones, porque había cosas que los ordenadores no podían resolver. No estaban aún desarrollados lo suficiente, también tardaron muchos años en conseguir ganar a Kasparov. Pero ya lo están. 

Veamos un ejemplo: un arquitecto diseña un edificio y le pasa su modelo BIM al ingeniero calculista para que "calcule" la estructura. El calculista pasa el modelo BIM por su programa de cálculo, el programa añade al modelo BIM la estructura y el calculista devuelve al arquitecto el modelo BIM, ahora ya con la estructura incorporada. Después del calculista le llegará el modelo al ingeniero de aire acondicionado para que repita el proceso en lo que a él atañe, al de incendios, al fontanero, al electricista, al arquitecto de fachadas, a los especialistas en suelos, paredes y otros acabados, a los carpinteros de ventanas y puertas, a todos los demás.

El primer eslabón, el más débil, el primero en caer, es el calculista. Es el más maduro, el que más ha sido usurpado por el ordenador. El que menos sabe lo que hace. El más prescindible. El que menos razones tiene para seguir existiendo: el arquitecto, con su programa de modelar BIM, en un momento dado apretará el botón de "dimensionar estructura" y se le dimensionará la estructura. El arquitecto podrá cambiar lo que quiera, y con el botón de "chequear estructura" sabrá si sus cambios son aceptables o no. No necesitará al calculista para nada.

A la desaparición del calculista seguirán todas las demás, con procesos análogos. Incluso sensaciones tan subjetivas como el confort de los usuarios serán reguladas por los ordenadores. ¿Acaso no existen ya los edificios inteligentes, que se autorregulan para el confort de los humanos que los ocupan? El BIM diseñará las instalaciones para conseguir el confort que se le establezca, no les quepa duda. Y adiós a los ingenieros que las diseñaban.

No sé si los calculistas aguantaremos 10 años. 20 seguro que no, no cabe duda. Y los demás no vendrán mucho después de nosotros.

Aunque no creo que desaparezcamos; ése es el segundo cambio de paradigma que supone el BIM: redefine la función de los ingenieros.

¿Qué haremos los ingenieros? A ver, ha de quedar claro que los ingenieros nunca desapareceremos, salvo que la humanidad vuelva a las cavernas. El ingeniero es el ingenio humano, y siempre habrá alguien que quiera discurrir. Ahora bien, el camino que marca el BIM es que el ingeniero se dedicará a inventar, a mejorar, a controlar que las cosas sean correctas, y a resolver los imprevistos. Más o menos, lo que ya hacen los ingenieros en las fábricas.

¿Y los ingenieros especialistas?  De nuevo, los calculistas somos el futuro en el presente. Trabajaremos de asesores cuando nos requieran, apareceremos cuando surjan problemas, cuando haya accidentes o imprevistos, y sobre todo buscaremos los márgenes, las cosas que los ordenadores aún no saben hacer. ¿Qué caramba!, ¿acaso no hay en las tripulaciones de los grandes vuelos un "ingeniero de vuelo"? Uups, ya no: los ordenadores terminaron sustituyéndoles.

No sé lo que nos deparará el futuro, pero estoy seguro de que dentro de muchos años, cuando echemos la vista atrás, veremos la implantación del BIM como un hito señero en el camino que habremos recorrido.




Así somos - Lágrimas negras



lunes, 26 de julio de 2021

¿Es el plano el lenguaje del técnico?

https://www.youtube.com/watch?v=HAKnWi15ycs 

 

 

Hace muchos años participé, como perito experto, en un juicio de patentes. El asunto era importante, y en consonancia no dictaminaba yo solo, sino que éramos tres  los ingenieros. Resumiendo, el juicio versaba sobre que una parte acusaba a la otra de estar vulnerando patentes de la primera. ¿Lo estaba? Para eso había que precisar qué era lo que estaba protegiendo la patente. Y ahí radicaba parte de nuestro problema: los planos de la patente no se correspondían al 100% con la memoria. Digamos que la parte acusada vulneraba o los planos o la memoria, no recuerdo. Yo era, con mucho, el más joven de los tres ingenieros, y en un momento de los debates el más veterano sentenció: "el lenguaje del técnico es el plano".  Decidimos que la esencia de la patente eran los planos y que en ellos nos teníamos que centrar.

Puede que alguno se escandalice, ¡cómo va a tener preferencia el plano! Pues la tiene, y así está establecido: en un proyecto, en caso de contradicción la preferencia la tienen, por este orden, los planos, las mediciones y presupuestos, el pliego de condiciones técnicas y, por último, la memoria.

Pasaron los años, y yo he seguido pensando que el lenguaje del técnico es el plano.

Yo, no hace falta decirlo, soy un ingeniero del pleistoceno. Soy de una época en la que había planos. Ahora que están desapareciendo, ¿qué?

Me ocurre cada vez con más frecuencia que, sea por taras genéticas o por incompetencia, las partes con las que trabajo, arquitectos y constructores, son cada vez más reticentes a plasmar sus ideas en planos. Y me cuesta un mundo entenderles. Me envía el arquitecto un modelo BIM (la palabra clave), un modelo tridimensional de su proyecto, y no puedo. O me envían los talleres sus modelos tridimensionales de la estructura, para que se los apruebe. 

Cuando un arquitecto me da un proyecto para calcular, lo primero que tengo que hacer es entenderlo. Y para entenderlo, lo disecciono. Lo divido en sus plantas, examino cómo se relacionan en vertical, todo eso. Pero en un modelo tridimensional esto no existe, es un todo. Ha de ser trabajo mío el extraer de ese modelo las vistas en planta y en alzado,y tener cuidado de no dejarme nada que pueda influir. Es trabajo mío. Antaño era del arquitecto, él dibujaba las plantas, las fachadas y los alzados. Ahora ya no, y no creo que sea para ahorrarse el arquitecto el coste de hacerlo pasándomelo a mí (aunque puede que sí). No, creo que es porque los calculistas modernos ya no necesitan tampoco los planos: meten el modelo 3D del arquitecto en sus programas, y ya calculan ellos por él.

Así que, por esta parte, soy un ingeniero del pasado, dirán ellos. Un ingeniero que aún entiende lo que calcula, quiero responder yo.

En el sentido contrario, cuando el ingeniero es el generador de planos, ocurre lo mismo. Ya todo se calcula con modelos tridimensionales, y los resultados del cálculo son eso, modelos 3D. ¿Quién quiere planos? Pues yo, porque sigo pensando en planos. Y necesito planos para comprobar que mi idea se ha desarrollado bien. Pero nadie más.

Hace unos años hablaba con una constructora. Estaban enamorados del BIM. Su capacidad para generar listados de mediciones. El BIM les permitía gestionar la obra con mayor facilidad.

El otro día entregué un proyectillo, una pasarela que tenía seis escalones en un tramo de su recorrido. Después de explicarle los planos a la arquitecta, me dijo que le parecía todo muy bien, pero que si no tenía unas perspectivas (vistas 3D, decía ella) para que se entendiera todo. Dio la casualidad que sí las tenía, porque el programa las había generado pero yo había descartado el plano porque para mí no aportaban nada y estaba en la montaña para reciclar. Lo recuperé, y con ese plano todo lo demás le dio igual.

Sencillamente, esa arquitecta ya no tenía la capacidad de vislumbrar la estructura sólo con plantas y alzados.

Al día siguiente, en otra obra, el taller me pide que le apruebe "los planos" antes de ejecutarlos. Los talleres modernos tienen dos características, cada vez lo veo más claro, y cuanto más modernos y a la última más acentuadas las tienen.

La primera de ellas es que necesitan que la dirección de la obra le apruebe los planos que ellos mismos se generan a partir de los planos que les da la dirección de la obra. Y no importa que me enfade y avise desde el primer día de que yo no reviso nada, que ellos construyan y si resulta que no es lo que yo quería ya me oirán. Es una causa perdida. No sé qué pasa en los talleres, pero ya no quedan técnicos con los redaños suficientes para asumir ellos la responsabilidad de su propio trabajo. Y es el signo de los tiempos.

La segunda característica es la aversión al plano. Son incapaces de dibujar. Absolutamente. Gracias a los ordenadores, ya no saben. Bien, eso lo tengo asumido, les pasa incluso a los arquitectos e ingenieros más jóvenes que yo. Pero en el caso de los talleres, su modelo 3D lo es todo. Y es lo que me envían. 

Por ejemplo, hace poco entregué una estructura. La estructura era muy, muy sencilla, y sólo hice un plano en A-3 en tamaño original; la cosa no daba para más y el cálculo me ocupaba medio folio. Bien, el taller hizo un modelo 3D de mi estructura ¡y me envió el modelo para que lo aprobara! Yo les respondí que no, y que si querían que me enviasen un plano. Que por fuerza coincidiría con el mío, ya he dicho que aquello era tan sencillo que no daba para más. Al final tendré que aprobar su modelo 3D, porque ellos no van a generar ningún plano, no van a fabricar hasta que yo lo apruebe, el cliente no tiene tiempo de que ellos se bajen del burro y no me compensa meterme en más discusiones.

Otro ejemplo, especialmente sangrante, fue uno en que la constructora decidió cambiar toda la estructura; yo les dije que podían, pero que yo no la iba a rediseñar. Así que contrataron a una ingeniería, que hizo el rediseño, y para ahorrar no le encargaron las uniones: ya se las resolvería, gratis, el taller que ejecutara. La ingeniería me pasó los planos y sus cálculos, y bueno. Pero luego el taller quiso que yo aprobara sus uniones. No hay problema, les dije, denme los planos que los miro. No me los dieron. Y tampoco me dieron el modelo 3D, porque no lo harían hasta que yo no aprobara sus uniones. ¿Qué me dieron? Páginas y páginas de anexos de cálculos generados por el programa IDEA (en el programa IDEA uno hace un modelo tridimensional de la unión y el programa calcula). Y querían que con esos anejos de cálculo yo supiera cómo iban a hacer las uniones. Y no conseguí, jamás, ni un simple croquis.

Si los nuevos talleres, los más modernos y vanguardistas, ya no usan un plano ni aunque les vaya la vida en ello, ¿tiene todavía vigencia el lema sobre el lenguaje del técnico? Es obvio que no: el técnico, en el futuro, ya no va a hablar mediante planos, y estos tiempos aciagos son la transición hasta que desaparezcamos los del pleistoceno y queden sólo los jóvenes. ¿Es bueno, es un avance?

Sí, sí que lo es. Supongo que sí. El lenguaje del técnico va a ser el modelo 3D, eso es todo. Lo importante es que el técnico tenga un lenguaje. Que haya técnicos que necesiten expresarse, no solo operadores de ordenador.

Y mi problema es que estoy, claramente, obsoleto. Era algo que tenía que pasar.




Jorge Cafrune - No soy de aquí


sábado, 30 de enero de 2021

Ni BIM ni leches: a martillazos

https://www.youtube.com/watch?v=TPhCsiXVF80 

 

 

Recientemente se ha construido una pasarela que he proyectado. La pasarela iba a 17 m de altura y medía unos 70 metros. Dos metros y medio de ancho, algo más de alto, techada, lo normal.

Diseñada con Tekla, también el entorno. Los métodos más modernos de cálculo y todo eso. Para la ejecución se contrató a una empresa de una corta lista dada por mí de estructuristas selectos: gente que por su calidad y envergadura podían acometer esta obra con garantías, nada de chapuceros.

Convendría explicar que la dificultad de la obra residía sobre todo en la dificultad del montaje, que por las exigencias del entorno sabía que iba a ser muy complicado; pero tampoco hace falta, basta decir que todo lo preví en el proyecto y que éste incluía todos los trucos pensados por mí durante meses para que el montaje fuera sencillo. Y es que para mí un montaje sencillo es garantía de que la cosa queda bien hecha, que los montadores de los edificios no son relojeros.

La fase de preparación del montaje contó con todo mi apoyo:ya en el día en el que expliqué la obra a las constructoras que licitaron les hablé de montaje, de los problemas que habría, de las soluciones que había previsto, el sentido de las indicaciones en mis planos,... Otro tanto hice con la adjudicataria, cuando formalmente volví a explicar el montaje en la primera reunión de arranque de obra; también cuando visité el taller para examinar la marcha de los trabajos, y en general siempre que tuve ocasión.

El primer sábado de montaje ya me di cuenta de que algo iba mal: habían colocado unos topes, fundamentales en la estructura final pero que les había explicado clarísimo que se tenían que poner al final. Ellos me dijeron que no, que no los estaban poniendo. Lo que estaban haciendo era aprovechar que la grúa estaba subiendo los soportes para a la vez subir los topes y no tener que subirlos luego a mano. Los topes pesarían 5 ó 10 kg a lo sumo, pero iban atornillados, así que tras mucho protestar acabé cediendo. Eso sí, les explique una vez más el sentido de esos topes y lo importante de que se pongan al final. Sí señor, lo que usted mande, señor, etc.

El siguiente sábado elevaban el primer tramo de pasarela. Examino antes los soportes, y no han quitado los topes. De nuevo, recordatorio: se han de quitar, no se puede montar el tramo con los topes puestos y todo eso. Y de nuevo no se preocupe señor, blablablá.

No quitaron los topes. Como ustedes imaginarán, dos grúas de 400 toneladas manejando a la vez un tramo de 3 metros de largo que ni siquieran ven, dirigidas por radio por un operario que sólo ve desde lejos los soportes,... Claro que los topes impidieron que el tramo se pusiera en su sitio. Como les había advertido.

¿Desatornillaron los topes? ¡Qué va! Si la estructura no entra, se saca el mazo y a golpes que por mis muertos que entra. 

Tanto proyecto, tanto Tekla, tanto BIM, tanto diseño por ordenador en 3 dimensiones, tanta planificación, y al final encajan la estructura a martillazos.

Pero no se vayan, aún hay más. El siguiente sábado, cuando se montó el tramo siguiente.

Porque sí, los topes seguían allí.

Por descontado, entre sábados mi cólera fue terrible. Y les advertí que para el montaje del siguiente tramo debían quitar los topes antes de montar. Que ya había quedado claro que su sistema patatero no funcionaba y que yo, como siempre, tenía razón. Y se me prometió que por supuesto jefe, así se hará jefe, ya saben.

La primera jugarreta fue que ese sábado empezaron antes de ahora. Si los montajes se hacían a las 10, ese sábado empezaron mucho antes. Cuando llegué habían empezado, yo ya no tenía tiempo de inspeccionar nada, pero sí que ví desde abajo que los topes seguían puestos. Pedí explicaciones sobre porqué empezaron antes de que yo llegara, pero eso no tenía arreglo. Lo de los topes, me dijeron, que no me preocupara, que estaban atornillados y los tornillos flojos, y que los apartarían llegado el momento.

No quitaron los topes, claro. Sacaron el mazo, e intentaron encajar el tramo a martillazos.

A esas alturas yo estaba intentando no perderme.

Cuando se dieron cuenta de que no iba a entrar ni a martillazos, a alguien se le ocurrió desatornillar los topes. Y entonces...

Resulta que no pudieron. Por lo que me contaron, alguien los había atornillado con una llave dinamométrica y una fuerza brutal, y no había forma de desatornillarlos, los operarios no tenían las herrramientas adecuadas y todo eso. Yo les había prevenido muchas veces durante la obra sobre no apretar en exceso los tornillos, que los quería apretados con la fuerza normal de la mano de un hombre, pero el aparejador me dijo que creía que el que los había apretado era aquel operario al que le dije las veces anteriores que se desatornillaran los topes y que ese operario, cabreado conmigo, decidió apretarlos para que fueran indesatornillables.

Al final consiguieron desatornillar los topes. Pero no los que yo había diseñado para colocar después, sino los otros, los que tenían que estar fijos. 

Por no hablar de otros fallos. Por ejemplo, al haber colocado el segundo tramo antes de que yo lo inspeccionara, me di cuenta de que unas piezas que debían venir soldadas del taller no estaban soldadas, y ya no se podían soldar. Tiene su guasa, porque cuando estaban montando ese módulo me di cuenta de que estaban poniendo las piezas al revés, y se les ordenó montarlas bien... y aquel sábado comprobé que no las habían desmontado y montado correctamente. Y que estas piezas en concreto, al planificar los trabajos, el estructurista solicitó que se las cambiara por otras, porque esas piezas si se soldaban en taller se manejaban muy mal y yo le expliqué porqué tenían que ir soldadas...Por no hablar de fallos más gordos que tuvieron, aunque esos sí se corrigieron a tiempo (con martillos y sopletes, por supuesto).

En fin. Mi lista de talleres selectos es ahora mucho más corta. Pero lo que yo quiero decir no es eso. 

Se trata de que este proyecto fue BIM. Todo el mundo alardeó de lo BIM que se era, de lo diseñado completamente por ordenador en 3 dimensiones que estaba todo y lo directo que iba desde mi ordenador hasta las máquinas que cortaban las piezas, sin que tuviera que haber manos humana que rediseñaran nada. Y en el momento de la verdad, hay montadores que montan piezas al revés, montadores que se "olvidan" de soldar, que aprietan los tornillos puede que con mala intención, y sobre todo montadores y estructuristas que se niegan a seguir las instrucciones del ingeniero incluso aunque quede patente que el sistema de ellos no funciona. Pero ey, BIM.

Marqué en planos que dejaba una holgura de 18 cm para que el montaje fuera sencillo, y acaban metiendo las piezas a martillazos.

Y es que la estulticia humana es como la vida: siempre sale adelante. Sí, el BIM es una gran cosa, dentro de unos años no comprenderemos cómo se pudo construir antes sin BIM, pero todo tiene dos caras. La cara bonita del BIM nos la venden constantemente; de la cara fea nadie habla. Y la cara fea es que gracias a tanto BIM, tanto diseño por ordenador y tanto cerebro electrónico que piensa por nosotros personas que no piensan por sí mismas pueden acceder a estas tareas. Al igual que ya no necesita usted sumar si tiene una calculadora al lado, ya no necesita usted entender la estructura si tiene un ordenador que la entiende por usted. Usted sólo tiene que operar el programa, dicen. Pero como al final han de intervenir personas en el proceso, podemos dar por seguro que cada persona que intervenga logrará mostrar su estulticia e incompetencia.

Y luego acaban montando la estructura a martillazos.




Danny Frank - Quién será


sábado, 3 de junio de 2017

A propósito del Tekla y los programas de ordenador




Escribía en mi articulo anterior acerca del Tekla y los programas BIM. Decía que no me gustaba el Tekla, como también he dicho en otras ocasiones que no me gustan los programas de cálculo (no quiere decir que no los use), y mientras lo escribía me dí cuenta, reflexionando sobre las cosas que no me gustaban del programa BIM, lo que no me gustaba de los de cálculo.

Con el Tekla, el operador (ya no puedo llamarlo delineante) monta un modelo de la estructura. Y cuando termina, pulsa una tecla y ¡voilá! se generan los planos y las mediciones. Hasta entonces, nada, tensa espera. Quiero decir, uno pierde el placer (a veces), el control, la satisfacción siempre, de ir montando el proyecto, verlo crecer y evolucionar de una idea embrionaria a un paquete completo de planos y mediciones que permitirá a unos semianalfabetos construirlo según mis deseos. En la delineación clásica, uno va supervisando el proceso de dibujo, corrigiendo errores, y muy a menudo captando problemas de diseño y recalculando la estructura: muchos de los fallos del técnico, todo aquello que no había pensado o en lo que no había caído, se ven cuando se dibujan. Al delinear, hay que pensar lo que se está dibujando. Y es este segundo pensamiento el que permite hacer la corrección.

Pero con el Tekla, el operador genera de golpe un porrón de planos (muy feos y áridos, todo quiero decirlo, que el Tekla en este aspecto deja mucho que desear), y... no es fácil encontrar los fallos cuando lo que se revisa no es un plano sino un paquete de 50. La única manera es estar junto al operador mientras éste trabaja (menuda ganancia, entonces), pero tampoco: porque el operador va haciendo cosas, montando un modelo mediante el aburrido proceso de rellenar los farragosos cuestionarios en que consiste el programa, y así mal se supervisa y se repiensa la problemática de la obra.

Pues bien, me he dado cuenta de que con los programas de cálculo me pasa lo mismo: cuando uno introduce una estructura compleja, hasta que no da al botón de analizar no sabe si la estructura funciona o no. Y luego tendrá que ir elemento a elemento, viendo si infradimensiona o sobredimensiona, y no sabe si tocando aquí obtendrá un efecto allá...Muy diferente del sistema clásico, en el que el técnico reducía en pasos sucesivos la estructura a subestructuras cada vez más simples, y al resolver estas subestructuras simples una a una va, ni más ni menos, resolviendo poco a poco la estructura completa. Que es el procedimiento que todavía seguimos (yo, al menos) al predimensionar, y que ya veremos (yo no) cómo lo harán dentro de unos años, cuando los del pleistoceno ya no estemos y los titulares de entonces no sepan predimensionar.

Así que sí, en el fondo es eso. Los programas complejos de cálculo me hurtan el placer (a veces), el control, la satisfacción siempre, de ir resolviendo poco a poco, por mí mismo, la estructura. Que es lo que me gusta de mi oficio, qué quieren que les diga. 



Nat King Cole - Adelita

Tekla: formando tontos




Estos meses he participado en algunos proyectos que se han desarrollado con el sistema BIM. El sistema BIM lo define la wikipedia como:
El modelado de información de construcción (BIM, Building Information Modeling), también llamado modelado de información para la edificación,1 es el proceso de generación y gestión de datos de un edificio durante su ciclo de vida2 utilizando software dinámico de modelado de edificios en tres dimensiones y en tiempo real, para disminuir la pérdida de tiempo y recursos en el diseño y la construcción.3 Este proceso produce el modelo de información del edificio (también abreviado BIM), que abarca la geometría del edificio, las relaciones espaciales, la información geográfica, así como las cantidades y las propiedades de sus componentes.
Desde tiempos remotos, el diseño de los edificios ha partido de ideas de los técnicos, que éstos explican a sus delineantes, y que los delineantes plasman en planos que ellos dibujan. Los planos son rayas, líneas, arcos, rellenos,... dibujos en una hoja de papel o equivalente y que una persona con pericia puede a su vez interpretar, entender la idea del técnico, y construir esa idea. El sistema se puede informatizar, claro: los planos ahora se dibujan por ordenador, usándolo como un tablero electrónico; los cálculos, las mediciones, las descripciones... todo es susceptible de informatizarse. Pero el esquema básico se mantiene.

LLega un momento en que los programas de ordenador mejoran tanto que permiten cambiar este esquema. El cambio principal lo tenemos en que el ordenador ya no es un tablero electrónico que dibuja líneas y arcos, sino que recibe directamente las intenciones del técnico: vigas y columnas, tuberias, muebles, paredes, embaldosados, pinturas,... Ya no se dibuja algo que representa una puerta: directamente, se le marca al ordenador que ahí va una puerta. El ordenador ofrece muchos modelos de puerta, y se elige uno. Y el ordenador se encarga de todo lo demás: aparecerá en su sitio en todos los planos en los que deba, se tendrá en cuenta en las mediciones y el presupuesto, se despiezará su carpintería, se tendrá en cuenta su comportamiento al fuego... Ya nos podemos olvidar de la puerta. Más aún, si alguien quiere moverla o eliminarla, el ordenador se encarga. Todos tranquilos: es el BIM.

En el caso de las estructuras, el proyecto tradicional incluía un paso que los demás oficios tenía una importancia pequeña, y que en la estructura es la parte del león: el cálculo. Bien, del cálculo por ordenador y su evolución ya he hablado muchas veces en este blog, así que no me extenderé. De momento, los programas de cálculo evolucionan unos (CYPE, TriCalc,...) hacia generar ellos mismos los planos de estructuras, en un camino que no tiene futuro, y otros hacia transmitir la información a un programa "de dibujo" que sea propio del BIM. Es decir, conectarse con el programa que modela el edificio o proyecto. Es el camino correcto, porque llegará el día en que ambos programas se fusionen y al modelizar el edificio ya evalúe las cargas que ha de soportar y genere la estructura soporte. Sí, no es culpa mía si los calculistas tenemos tanto futuro como los aparcacoches de los bingos.

El caso es que, como decía al principio, he estado colaborando con dos proyectos BIM. Y es el futuro, pero en ambos casos mis sensaciones han sido negativas. ¿Por qué?

En primer lugar, mi colaboración en el diseño ha sido mínima. En el primero de ellos, un día me vinieron con la idea general, y aporté un predimensionado suficiente para que siguieran desarrollando esa idea. Tiempo invertido: unos minutos de presentación, charla insustancial y exposición del proyecto, unos minutos para que me expliquen qué querían de mí a esas alturas, y unos tres minutos en describirles de palabra un sistema estructural y unas dimensiones  aproximadas. Con eso se apañaron y modelizaron su edificio. Supongo que el proyecto evolucionaría, participarían más personas, no lo sé: no me tuvieron al corriente. 

Unos meses después, me vinieron con que la cosa tiraba para adelante y querían que me reafirmara en mi predimensionamiento y les explicara cómo resolver algunos detalles. Aquí sí que tuve tiempo y pude hacer cálculos, pero no hice mucho más. Luego me pidieron que les enviara algunos detalles de estructura para ellos ver cómo querría yo hacerlos, pero ya se encargarían ellos de dibujarlos.

Y fin. No sé si volverán cuando estén en la fase de obra, y no sé si quiero que lo hagan. El proyecto, no lo he dicho, era de un laboratorio de I+D. Pero no se me puede tener en cuenta como parte del equipo de proyecto, pienso yo. Y no lo pondré en mi currículum.

El segundo proyecto era mucho más complejo, y es comprensible que se gestionara peor desde el punto de vista del BIM. Como era más complejo, tuve que emplear programas de cálculo mucho más potentes, de ésos en los que modelizas el edificio completo, le das a un botón y a los dos minutos el ordenador escupe dónde hay que reforzar y dónde se está sobrado. Luego, el programa transmitía el modelo al programa Tekla, que es ya un programa BIM. Y un operador del Tekla se encargaba ya de todo lo demás, fin de mi participación.

A mí no me gusta el programa Tekla. Sin embargo, a los tontos les encanta. Porque genera perspectivas del conjunto de la estructura. Esas perspectivas no valen para medir ni para construir, por lo que en el método clásico de los proyectos no se hacían, pero dan una idea de lo que se quiere hacer. Los listos, viendo las plantas y los alzados no necesitamos la perspectiva, pero ya digo que los tontos sí. Así que a los tontos les encanta el Tekla, y no se puede discutir con tontos.

Tampoco me gustan los planos que genera Tekla, pero entiendo que es una cuestión de gustos, y que el programa tiene todavía mucho margen de mejora: también los copistas medievales pueden decir que prefieren sus iluminados a una página escrita con una máquina de escribir. He de asumir, una vez más, que soy un ingeniero del pleistoceno.

Pero lo que más me impresionó del programa Tekla es lo que permite: permite que un tonto "dibuje" la estructura metálica.

Dentro de las artes clásicas de la delineación, la delineación de la estructura ha sido un arte completa en sí misma, en especial la estructura metálica: para dibujar estructura metálica el delineante tenía que ser ducho en estructura metálica, no valiendo de nada la experiencia en otro tipo de planos. Y una de las mayores dificultades del dibujo de la estructura metálica es la concepción espacial. Si el delineante no tiene la pericia necesaria, el técnico - o el programa de ordenador- debía croquizar lo que el delineante debía dibujar, en este caso casi "calcar", pero si tenía oficio, bastaba con que el técnico explicara la solución: el proyectista la entendía, se la imaginaba en la cabeza y podía dibujar las plantas, alzados, secciones y despieces necesarios.

Esta misma habilidad de imaginación espacial servía para detectar los problemas y proponer soluciones, chequear lo dibujado, etc.

Pero esta habilidad conceptual no sólo se obtiene por nacimiento: se ha de desarrollar con la práctica; si no, se atrofia.

Pues bien, con el Tekla no se necesita. Con Tekla no hay que imaginar nada; uno modeliza un elemento, y el elemento aparece íntegro en la pantalla, incluyendo su interacción con los demás. El operario puede acercarse, girar la vista,... no tiene que imaginar. No tiene que esforzarse. No tiene que tener ninguna habilidad para imaginar objetos en el espacio. Es genial, ¿verdad?

Es genial. Ahora cualquiera puede dibujar estructura metálica.

¿Saben que pasará?

Que serán los tontos los que dibujen la estructura metálica. Los listos, que siempre escasean más que los tontos, se dedicarán a cosas para las que aún no valgan los tontos.

¿A que es genial?



Christina Perri - A thousand years

jueves, 30 de junio de 2016

Mide con micrómetro, marca con tiza, corta con hacha



Llega a mis manos un ejemplar de una revista de nuestro sector; quiero decir, especializada en el cálculo de estructuras. He leído (o intentado leer) los artículos, y… Soy un ingeniero del pleistoceno. Puede que el último en activo, además.

Verán, hay varios artículos en la revista. Uno de ellos lo escribe Fructuós Mañá, un gran calculista, ya jubilado. Es un artículo que se lee de corrido, que incluye perlas como por ejemplo cuando explica que para muchos arquitectos la cimentación no forma parte del edificio, porque el proyecto ha de atender a las funciones, al estilo y a las proporciones, y en consecuencia la cimentación es algo que ya resolverá el que haga la estructura. Es cierto: nadie, cuando ve una casa, salvo que sea del gremio, se interesa lo más mínimo por los cimientos, al igual que nadie se preocupa por el tipo de soldadura de las conexiones del chip de su teléfono móvil. Sin embargo, los estructuristas sabemos que si fallamos en los cimientos, nada va a tener arreglo.

Otra idea muy interesante del artículo es que, cuando llegan las patologías, cada técnico tiende a buscar la causa (y la solución) en el ámbito de su competencia, de lo que sabe.

Lamenta, en definitiva, que las profesiones se hayan ido superespecializando, pues se están perdiendo las personas con un saber general y una visión global de los proyectos y de los edificios. Porque, como concluye, construir es algo más que la simple sucesión del trabajo de especialistas.

Pero, como les decía, hay más artículos en la revista. Y éstos los escriben ingenieros más jóvenes que yo, que tienen muchos títulos debajo de su firma y muchos cargos universitarios. Y ¿saben qué pasa? Que no entiendo los artículos. Son, en mi opinión, una hueca exhibición de saber, en el que "explican" cómo resolver complejos problemas con ordenadores y programas de cálculo. Son artículos en los que una estructura es una matriz expresada con notación indicial, y que tras leerlos uno, como mucho, es consciente de que a) hay problemas muy difíciles, ahí fuera, y b) suerte que estos tipos tan listos han hecho programas tan geniales que los resuelven por nosotros.

Normal que me sienta un ingeniero del pleistoceno.

Alguna vez he escrito sobre mi profesor de estructuras de la carrera. El peor profesor de nada que he tenido jamás. Ese tipo se pasó todo el curso escribiendo matrices con notación indicial; nunca dibujó el esquema de una estructura. Se relacionaba con nosotros como una computadora (de las de entonces, con las de ahora las estructuras ya se las modeliza mediante esquemas gráficos y son los programas los que se encargan de generar las matrices). Y al acabar el curso yo no había aprendido apenas nada. Y lo poco que aprendí no fue gracias a él, que incluso cuando nos enseñaron el método de Cross (habría sido un delito no hacerlo) tuvo que venir un ayudante; el profesor titular volvió días después, cuando ya había acabado el "desagradable" capítulo del Cross.

Pues los articulistas son como ese gachó.

Yo es que ya no soy de esta época, me temo. Perdí el tren de los tiempos. Con todo, tengo una pregunta que hacerles: si esos problemas son tan serios y se necesitan tan complejos modelos informáticos para resolverlos, ¿cómo lo hacían antes? Porque los edificios no se caen nunca (bueno, alguno alguna vez, pero siempre porque es muy antiguo y ha sufrido ocho guerras e incendios, o porque en su momento se construyó mal, rayando en lo delictivo). Me dirán, tal vez, que es que antes los coeficientes de seguridad eran mayores… y sin embargo es fácil reconocer una estructura de hace cincuenta años porque todo es más ligero, más esbelto, con menos cimiento, con peor hormigón, peor acero y menos armado. Y con menos controles en las obras. ¿Cuándo es mayor el coeficiente de seguridad, antes o ahora? La verdad, probablemente, es que la respuesta es la del primer artículo: estos superespecialistas con sus superespecializados programas de cálculo no se han dado cuenta de que en los edificios hay muchas más cosas que también intervienen en el comportamiento de todo, no sólo la estructura.

Aparte, hay un dato que es incontestable: la obra es la obra. Quiero decir, la obra es el mundo del "mide con micrómetro, marca con tiza, corta con hacha". Uno puede hacer el modelo computerizado definitivo en el que refleja hasta el último detalle de la realidad, y luego vendrá el paleta analfabeto y hará lo que le parezca. Y suerte si se parece a lo que se había computerizado. Esto pasa tantas veces, y tanto más cuanto más exacto es el modelo, que uno se plantea si no es mejor trabajar a la antigua, con modelos simplificados y consideraciones fruto de la experiencia, y no perder tanto tiempo en los modelos informáticos en los que confiamos.

Ahora bien, es cierto que los calculistas sabemos cada vez menos de lo nuestro, por lo que si queremos proyectar algo complicado de verdad necesitaremos los programas de ordenadores, y éstos sí que mejoran a la velocidad del rayo. En un círculo vicioso, más usamos las máquinas, menos sabemos nosotros. Y estos artículos, lo que hacen, es mostrarnos a nosotros lo poco que sabemos nosotros, lo mucho que necesitamos a las máquinas.

Nos muestran cuan antiguos somos. En mi caso, del pleistoceno. 




Rickie Byars - Oyaheya

viernes, 4 de julio de 2014

A propósito de mi placa base



Sigo rumiando lo del programa de ordenador. Se me ocurrió hacer una prueba, con la misma placa. Hice un porrón de simulaciones, siempre con las mismas cargas y cambiando únicamente el momento flector en sentido z.

Por poner tres ejemplos de los resultados:

1) Con un momento flector de 0,5 m·t:

 Resulta que la capacidad resistente de la placa es de 0,46 m·t.

2) Si el momento flector es de 5 m·t:

La placa tiene más capacidad, puede resistir 4,17 m·t.

3) Si el momento flector que actúa es de 50 m·t:

Efectivamente, la placa resiste más: su capacidad resistente alcanza las 21,66 m·t.

¿Qué nos quiere decir? Pues una de estas opciones:

a) Las placas base son como algunos supervillanos, que son más fuertes y más grandes cuanto más les pegan. La capacidad de la placa de resistir flexión depende de la flexión que actúe; cuando desaparece, desaparece también la capacidad resistente. Si le hubiera modelizado una carga de 500 m· t, mi placa habría podido resistir, digamos 100 m·t. Pero eso no quiere decir que la placa las pueda resistir si actúan 100.

Esta opción, que no descarto como verdadera, conlleva la demostración de que yo ni entiendo ni sé de estructuras; hasta ahora, pues, no he sido más que un charlatán con suerte. ¿Y usted?

La segunda alternativa es obvia:

b) Algo está mal.

Ese "algo" puede ser:

b1) El ordenador calcula mal. Los procesadores y coprocesadores hacen operaciones erróneas. De nuevo, no es una opción descartable, pero permítanme que la descarte totalmente; cualquier alternativa es mucho más lógica.

b2) El programa calcula mal. Y esto puede ser por dos razones:

b2.1) El analista que diseñó la rutina de cálculo se equivocó o no sabía de estructuras.

b2.2) El programador que escribió el código se equivocó.

Echarle las culpas al programador no me parece lo más razonable, porque lo que es seguro es que ésa es la parte del proceso que se prueba. El programador no pondrá en tela de juicio el método de cálculo que le dice el analista, pero ambos, sin duda, someterán al código a una batería de pruebas que detectarán cualquier error de escritura del código.

El analista, el que sabe de estructuras, ése puede equivocarse. Y también puede que no sepa lo suficiente de estructuras; en este caso, que no supiera interpretar la norma. Puede ser, los programas se corrigen y se  mejoran. Lo que pasa es que el analista se juega su futuro, y la empresa que comercializa el programa se juega su existencia; por lo tanto, ambos se preocupan de que, lo que hacen, lo haen bien. Y en este caso, bien significa conforme a las normas. Lo que no tienen claro no lo hacen. Por ejemplo, el programa que empleo no sabe calcular placas base redondas.

Una tercera opción:

b3) La norma está mal. En este caso, el Eurocódigo. Sí, también las normas evolucionan y, aunque no lo dicen, se corrigen y se mejoran. Y sí, hay normas execrables: el español Código Técnico de la Edificación en todo lo que afecta a las estructuras, sin ir más lejos.

Lo que pasa es que una cosa es el CTE, que todos sabemos que es una basura sin ninguna credibilidad y por lo tanto lo aplicamos con pinzas, y otra los Euródigos, que entendemos hechos por gente que no es española y por lo tanto digna de nuestra total confianza.

No sé, si es un fallo de la norma, ¿cómo es que no se ha corregido? ¡Que esta norma la aplican los alemanes, los suecos y los holandeses, por amor de Dios!

Pero si las opciones b1 y b2 las descartamos y la opción b3 también, sólo nos queda la opción a: yo no tengo ni repajolera idea. ¿Y usted?, le pregunto de nuevo.

Con todo, la moraleja es lo más grave. No importa demasiado que no sepa calcular placas base o que el programa no sepa o que la norma lo diga mal. La pregunta es ¿qué más? ¿Qué más cosas no tengo ni idea de cómo funcionan, o mi programa calcula mal, o la norma dice mal? Lo confieso, no me he estudiado la norma. Como explicaba en el penúltimo párrafo de esta entrada, todos confiamos en que los programas sí se han estudiado las normas. Así que no tengo ni idea de qué se está haciendo mal y mucho menos cúando se me está colando un gol. De nuevo, ¿y usted?

¡Bah, desengañémonos! Todo esto no prueba sino que, al menos en lo que a los ingenieros de estructuras se refiere, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ. Cualquier lector de novelitas de Asimov y similares sabe que en el mundo futuro los robots, los ordenadores, los cerebros electrónicos y demás avances cibernéticos se encargarán de multitud de tareas de nuestra vida; nosotros, simplemente, somos los primeros y estamos pagando el pato de serlo.

Por cierto, que cuando ya los ordenadores lo controlen todo y no haya hombres que calculen a mano, no habrá tampoco normas. ¿Para qué? A fin de cuentas, los ordenadores no harán modelos de nudos y barras, sino modelos de elementos finitos. Y no necesitarán las abstracciones, métodos y simplificaciones de las normas. Algo bueno tenían que tener, caramba.

Pero mientras tanto, ya lo ven, yo sufro. Porque soy un antiguo que escucha estas canciones. Supongo que se habrán dado cuenta: ¡calculo con toneladas!


Toda una vida - versión de María Dolores Pradera