lunes, 23 de febrero de 2015

Cuando ya no es mi proyecto



Hace unos años, me encargaron un cálculo. Se iba a hacer una "remonta", se iba a construir una planta adicional encima de un edificio ya construido. En realidad no era una remonta al uso, porque el edificio se iba a ampliar... ¿cómo se lo digo? por arriba, claro, dos plantas; también hacia el norte, hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste. Y hacia abajo, se le iba a hacer un sótano que no tenía. Y hacia dentro: íbamos a construir en el interior del patio de luces, aparte de, por supuesto, excavar debajo del patio para que también llegue al sótano.

Y, no hace falta decirlo, con la gente dentro.

Además, había muchos condicionantes, muchas dificultades extra. Conducciones que rodeaban el edificio, la necesidad de adaptarse a una geometría imposible, problemas de cimentación, cambiando los huecos de los ascensores de sitio y de tamaño, incluyendo nuevas instalaciones... vamos, lo normal. 

El reto lo superé, y fue divertido. Conseguí cumplir todos los requerimientos de los arquitectos. Tuve que inventarme algunas soluciones nunca probadas antes, pero yo lo veía claro y se dieron por buenas.

Hasta que se valoró todo. Parece ser que el presupuesto se disparaba, con lo que alguien sugirió tirar - por etapas- el edificio viejo, y hacerlo como una obra nueva. Así que me devolvieron el cálculo para que lo rehiciera.

Aun así, el tema seguía teniendo su miga: como he dicho, el edificio se demolía por etapas, y seguíamos teniendo las conducciones exteriores, algunos problemas de cimentación,... Suficiente para no aburrirse. Aunque ya no era lo mismo, se lo confieso.

El caso es que parí las soluciones que necesitábamos, la manera de demoler y excavar, la conexión con las partes no demolidas, esas cosas. Y del resto, del edificio nuevo, se encargó CYPE: uno modeliza con el programa la geometría propuesta por los arquitectos, el programa calcula, genera los planos y da los esfuerzos para comprobar mi cimentación, y a otra cosa, mariposa.

Como además ya estaba escarmentado de la fase anterior, no puse especial celo en la parte de CYPE; ítem más, estaba convencido que el edificio volvería.

Un día, me enteré que el edificio no iba a volver: lo estaban construyendo. En lo que respecta a la excavación y la cimentación, la constructora había tenido sus propias ideas,y juntamente con el arquitecto técnico y el arquitecto habían sustituido mis propuestas por otras. Me hicieron algunas preguntas, pero calé rápido la situación: iban a hacer lo que les diera la gana, no valía la pena luchar por mis ideas; no en esta ocasión. Estas cosas, a veces pasan. Tras lo cual, ¿saben qué les digo? Que me da igual lo que hagan. No es mi edificio, no es mi proyecto. Como mucho, es un proyecto del CYPE. Sí, quizás digan que lo construido es lo que yo he proyectado, pero yo no lo siento así. No lo proyecté yo, lo hizo CYPE. La parte en la que yo puse cacumen decidieron hacerla de otra manera. No es mi proyecto, así me siento.

No sé si me entienden.




John Denver - Rhymes and reasons

martes, 17 de febrero de 2015

Mi muro me desliza




Imaginemos que tenemos que diseñar el típico muro de contención de tierras:


El buen calculista busca el muro más barato que no falle. ¿Cómo puede fallar, un muro? De 4 maneras posibles.

En primer lugar, puede romperse. Poder, puede. Que el muro se rompa es un problema serio, y el calculista, para empezar, dimensiona el fuste del muro para que no se parta: sección de hormigón, acero y a otra cosa.

El segundo fallo es que el muro vuelque. Tal cual, sin romperse (sabemos, por el párrafo anterior, que no va a romperse). Los muros no han de volcar, es indiscutible. Así que se le dimensiona una zapata al muro.

El tercer paso es que el terreno no se hunda debajo del muro. Puede ocurrir que el muro se hunda, así a lo bestia, pero si ocurre y no lo hemos construido en una ciénaga pantanosa, lo más probable es que nos hayamos sobrado en las dos etapas anteriores. Así que el fallo más probable es que el terreno falle porque el muro tienda a volcar y la presión que ejerza en el punto donde tendería a bascular sea excesiva. Como el muro, ya se ha dicho, no va a volcar, sólo tiende a volcar, el efecto en el terreno es que hay una zona con una presión más alta. Y esto es lo que el calculista comprueba.

Y el cuarto modo de fallo es el deslizamiento. Como suena. El muro, que no se rompe, no vuelca y no se hunde en el terreno, puede deslizar. Desplazarse en horizontal. Claro, nadie quiere que su muro coja las de Viladiego y acabe en el mar, así que, en rigor, ha de comprobarse esta posibilidad. Y de esto quería hablar.

Desde tiempo inmemorial, los muros de contención de tierras se han calculado según el saber y entender de cada cual. La norma del 61 establecía lo que empuja la tierra, lo que aguanta el terreno y pare usted de contar: calcule como sepa. Por suerte (¿cinismo?), el Código Técnico de la Edificación reparó esta carencia y ha regulado cómo hacer los cálculos de comprobación. Y, de pronto ¡oh, cielos! en la mayoría de los casos el principal problema de los muros es el deslizamiento. Quiero decir, un muro que no rompe, o vuelca y no se hunde, comprobado según el CTE, todavía falla por deslizar. Y falla por mucho. Viaja, por lo que parece (cinismo, de nuevo).

Para mí, éste es uno de esos casos en los que la norma se ha pasado siete pueblos de conservadora. Primero, porque parece que minora en exceso la cpaacidad del terreno de oponerse al deslizamiento. Y, en segundo lugar: ¿tan serio es el problema?

Todos tenemos claro que no puede consentirse que el muro vuelque o que se rompa; ni siquiera un poquito. Que se hunda, entre usted y yo, a mí me preocupa menos. ¿Y qué si el muro desciende un par de centímetros? A fin de cuentas, los terrenos suelen ser un poco muelles, cuanto más se los comprime más fuerza hacen: el muro no va a aparecer en Nueva Zelanda.

Si el muro no es muy alto y la zapata corta, es cierto que un hundimiento pequeño con un cierto giro se convierte en un desplazamiento visible en la cabeza, pero... aunque se se mueva 15 cm: ¿qué más da, si de ahí no pasa y no hay ningún daño? A veces, claro está, según lo que haya encima de las tierras, ese desplazamiento sí genera un daño, en cuyo caso es lógico ser riguroso con el hundimiento: dos o tres centímetros, no más.

Pero luego está el deslizamiento. ¿De cuánto estamos hablando, en concreto? Es obvio que el muro no se va a desplazar tal cual los 15 cm, pero es que la norma no permite ni 1 mm de desplazamiento. Y, caray, si se permitiera, qué se yo, esos 2 o 3 centímetros que se permiten de asiento a la cimentación, el comportamiento del terreno sería muy diferente y pienso que que el daño muro arriba no será tan importante: el terreno se esponjaría un poco, eso sería todo. Y si el fallo no causa un mal grave (algo que debe valorar el calculista), no es necesario ser tan tiquismiquis. Vamos, digo yo.

Esta reflexión viene al hilo de que estamos en 2015. El CTE lleva ya 8 años entre nosotros, ya quedan pocos calculistas que dimensionen los muros a pedal sin usar un programa, y menos aún que sean de los "viejos", de los pre-CTE, que se escandalicen por el sobredimensionamiento que impone el deslizamiento. No queda mucho hasta que nadie sepa que hubo un tiempo en el que el deslizamiento no era el factor predominante; en breve, nadie se avergonzará de los zapatones a los que nos obliga el CTE: los veremos normales.

Y hacia ese mundo vamos.






Boston - More than a feeling  (versión de Mike Masse, con Jenny Oaks Baker)

martes, 3 de febrero de 2015

XLIX Superbowl: hasta el rabo todo es toro




El pasado domingo se jugó la 49ª Superbowl entre los New England Patriots, campeones de la AFC, y los Seattle Seahawks, de la NFC y ganadores de la del año pasado.

A priori, no había un favorito claro. Por hacer un símil europeo, los Patriots serían un Real Madrid, equipo con historia, respeto y talento en ataque indiscutible, y los Seahawks un A.C. Milan, una defensa imbatible y una calidad que le proporciona un contragolpe letal.

Así, en el primer cuarto los Patriots dominaron y tuvieron la pelota, pero el cuarto acabó 0-0: la defensa de los Seahawks conseguía anular lo suficiente al ataque, pero el ataque de los Patriots era tan bueno que no perdían la posesión. Fue una lucha de trincheras.

En el 2º cuarto, los Patriots consiguieron un touchdown: 7-0 con la patada adicional. Como corresponde, la pelota volvió a los Seahawks... y en pocos minutos empataron. Un equipo era una boa constrictor, y el otro era una cobra. En ese momento estaban 7-7  y quedaban 2 minutos para el descanso; el balón lo tenía la boa. Y la boa lanzó un ataque demoledor, una exhibición de poderío, y aplastó a la cobra: 14-7 y les habían sobrado 30 segundos. ¡Ay, amigo! ¡La cobra empató en esos 30 segundos! 14-14, y al descanso.

En el 3er cuarto  el balon lo tiene quien empezó el partido defendiendo, y ésos eran los de Seattle. Un chut de campo, 14-17, y un touchdown, 14-24, diez arriba. Todavía queda mucho partido, pero 10 puntos se le remontan a los Dolphins, no a Seattle. Aunque sean los Patriots. Lo intentan una y otra vez, y nada. Hasta que a mediados del 4º cuarto consiguen un touchdown (21-24) y luego otro más: 28-24. Quedan escasos minutos y lo que parecía imposible había ocurrido.

Claro que... tras este último touchdown, los Seahawks tienen el balón y ya sabemos que son unos fenómenos. Se lanzan en tromba, como es de imaginar, y quedando ni medio minuto para el final están a poquísimas yardas de lograr el touchdown de la victoria. Tiempo muerto. La cara de los Patriots, aún no vencidos formalmente, es un poema. Y entonces... el error. Los Seahawks fallan el pase decisivo, los Patriots lo interceptaron. ¿Por qué se arriesgaron a un pase, que es una jugada en la que se puede perder el balón? No se sabe; quizás se veían ya ganadores y se confiaron. Es como sí en la final se consigue un penalti en el minuto 90 y se falla. Claro que puede pasar, pero...

Sin embargo, hasta el rabo todo es toro y el partido no ha acabado, quedan unos 30 segundos. Hay tiempo para un milagro, con el agravante de cierto detalle técnico: el balón se había recuperado prácticamente en la zona de marca de los Patriots.

Resulta que hay una manera de "perder el tiempo" en estos casos: el jugador que recibe el balón, si hinca la rodilla en tierra no se le puede placar, y consigue que pase el tiempo sin arriesgar la posesión. Pero para hincar la rodilla en tierra hay que estar en el campo, y el quarteback de los Patriots... no lo estaba, tan cerca de la línea de gol habían llegado los Seahawks. El equipo no cabía en una yarda, así que no podían hacer eso. Tenían que jugar la pelota, y los de Seattle iban a tener una oportunidad. La tensíon estaba al límite. Y entonces se produjo el segundo error del partido.

En el fútbol americano, los dos equipos se situan enfrentados a los lados de una línea imaginaria en la que se coloca el balón (en la mano de un jugador, eso sí). Cuando el árbitro pita, los jugadores pueden cruzar esa línea y la jugada empieza. Pero no antes; hacerlo sería una salida nula, y se penaliza. Y eso fue lo que pasó. Los nervios de un jugador fallaron y saltó antes de tiempo: es falta y se penaliza avanzando (o retrocediendo, según la óptica del equipo infractor) 5 yardas. Y el jugador era de Seattle. ¿Se dan cuenta? Ahora el balón está 6 yardas dentro del campo y el quarterback cabe: rodilla en tierra y fin de partido.

Y entonces, el tercer error: los Seahawks perdieron las formas y estalló una tangana. Fea manera de perder el campeonato, qué quieren que les diga. ¡Pensar que 30 segundos antes todos creíamos que iban a ganar! Hasta el rabo, todo es toro.

Los New England Patriots, campeones.





Honey Ryder - Years from now (original de Dr. Hook)