miércoles, 28 de octubre de 2015

O caixa o faixa

Day tripper, de octubre de 1965, es la típica canción Beatle del periodo Help!-Rubber Soul. Una música insuperable y una letra ininteligible: a lo largo de estos 50 años han sido muchos los intentos de saber de qué va esta canción. El problema es que a los Beatles, ya en su momento, se les preguntó hasta la saciedad, de ésta y de todas las demás canciones. Que si esto, que si lo otro, que si qué quieren decir con que, que si no creen que tiene un poco de… Cuando te están haciendo entrevistas el día entero (tipo Notting Hill) y ves que tanta gente le da tanta importancia a lo que para ti no tiene, la letra de una canción pop, terminas diciendo cualquier chorrada para no morirte de asco. Y, claro, la chorrada más grande es la que termina publicándose, y… llega un momento en que los Beatles mienten más que hablan, y ya es imposible saber de qué van en realidad sus canciones y si tienen mensajes ocultos y todas esas cosas. 

Day tripper es una de ésas. Por lo que le recomiendo con que no se obceque sobre si va sobre una prostituta alemana o sobre una turista británica que coge un ferry o sobre una calientapollas o sobre qué más da. La música es excelente, desde el primer punteo de guitarra con el que empieza la canción. Y, a fin de cuentas, el pop está lleno de canciones con letras chorronas; pero bien interpretadas y con músicas excelentes, de ésas hay muchas menos. Como Day tripper.


"O caixa o faixa" es una típica expresión catalana (al menos de la zona del Vallés), no sé si en desuso ahora o que sólo la usan las personas ya con cierta edad. El sentido de esta expresión ("O caja o faja) lo captamos cuando la empleamos para describir ese momento en el cual, tras un más o menos largo noviazgo (por eso digo que es de personas de ya una edad) la novia o el novio le plantea al otro que ya vale, que ya hay que casarse o dejarlo. También se emplea en el ámbito industrial textil, con esta interpretación de o seguir a fondo y en serio o dejarlo. 

Viene esto a colación de lo que han hecho el PP y C's en el Parlamento catalán: han retrasado la declaración de independencia. Ahora tenemos que esperar hasta quizá el 10 de noviembre. ¡Y yo que me hacía ilusiones con que hoy mismo se declarara, como estaba anunciado!

Y es que llega un momento en que uno está ya harto hasta el desborde de todo este rollo del prusés y de que nos vamos a declarar independientes y de que ya veréis que bien será, que ahora follamos poco porque somos bajitos y feos pero con el noupaís tendremos bellas huríes a nuestra disposición, claro que sí. Y yo ya tenía ganas, por fin había llegado el momento de caixa o faixa. Y han venido estos desnortados del PP y C's a prologar los días del blablablá, cuando parecía que los otros se habían decidido e iban a dar el paso...

Es que no hay derecho, hacerle esto a uno. ¿Qué tengo que hacer? ¿Seguir esperando a que se cumplan los plazos y anuncien aquello? Oiga, que llevamos así años y años, todos los días. Que esto no hay quien lo aguante. Que yo quería ver a qué se atrevían en realidad los de aquí, cómo iban a responder los de allí y cómo se iba a achantar quien fuera. Y me dicen ahora que por unos formalismos, que me espere unos días más... ¡Vamos, hombre!

O caixa o faixa! Pero, sobre todo, dejémonos de jueguecitos y de peloteos.

Manga de independentistas de salón, ya les va bien cualquier retraso en el momento de retratarse. Y los otros, unos descerebrados todos, por no darse cuenta de que están jugando con ellos. Hasta la chica con menos sesera del Vallés (y eso es decir mucho) sabe que hay un momento que hay que decirle al novio que caixa o faixa. Pero, por lo que se ve, éstos no.


sábado, 24 de octubre de 2015

Soldar o atornillar

 Come together. Tal vez lo mejor de los Beatles vino al final; creo que en esta canción todo lo que les he dicho en las anteriores de lo fresca que sonaría ahora huelga repetirlo. Cuarenta y seis años después, ésta es quizás la canción que más suena de los Beatles. Y gusta a todos los jóvenes de ahora. Como siempre. Por algo será.


"Soldar es malo. No soldar es peor".
Fernando Mora

Nunca entendí qué quiso decir mi profesor, Fernando Mora, con eso de soldar. Si bien es cierto que él no era profesor de estructuras, sino de máquinas. Lo que pasa es que fue mi mejor profesor, y mis profesores de estructuras los peores que he tenido en la vida: unos y otros son excelentes ejemplos de que es mejor que los profesores universitarios tengan una vida al margen de la Universidad; más aún, que lo de dar clases sea algo secundario en su trayectoria profesional, casi que lo hagan "pro bono". Y es que yo no sé si en otras carreras, como Derecho o Medicina, no conviene que sea así, pero en Ingeniería lo mejor es que los profesores sean ingenieros, hayan trabajado de verdad como ingenieros y sigan trabajando como ingenieros al margen de la enseñanza.

A lo que íbamos. La frase citada la he repetido muchas veces. Hablamos, por supuesto, de la estructura metálica. ¿Es mejor soldada o atornillada?

Inciso: para todo lo que sigue, debe tenerse en cuenta que los avatares profesionales me han hecho especializarme en lo que nadie más quiere o puede masticar. No hago grandes edificios, estructuras espectaculares de esas de las que luego se alardea; de hecho, lo cierto es que cualquier despreciaría las cosas que yo hago, son difíciles, mal pagadas y no tienen títulos o descripciones rimbombantes. En otras palabras, mis trabajos profesionales son "los marrones" que nadie quiere. Pues bien, comprenderán que es lógico que estos encargos no los ejecuten empresas punteras, sino piratas cuyo amor por la calidad de su propio trabajo es... perfectamente descriptible.

Retomo el hilo.

El primer impulso es proyectar las estructuras soldadas. Para la norma, las soldaduras son un chollo: resisten siempre. Lo que los autores de las normas no saben es que la vida no es como las normas la pintan. Y las soldaduras no son como ellos se creen. Hasta el punto de que el mejor argumento a favor de las estructuras atornilladas es ver una estructura soldada.

A la mayoría de los calculistas, este tema no les preocupa; supongo que ejercen su legal derecho a suponer que las estructuras se las construyen bien y, que si no es así, no es cosa suya. A mí, en cambio, siempre me ha preocupado, y a lo largo de los años he ido haciendo acopio de experiencias con soldaduras y con tornillos. Guardo incluso cordones de obras mías, cortados por la mitad. Arandelas, tuercas y tornillos.

Y por eso les digo que el mejor argumento a favor de las estructuras soldadas es vivir un montaje atornillado.

Mientras escribo, voy recordando experiencias y fotografías de mis archivos. Tengo para parar un carro, así que no les voy a aburrir con ninguna; me morderé las ganas. Porque de lo que se trata aquí es de discutir qué opción es favorable.

Lo primero que ha de decirse es que hay muchas ocasiones en las que soldar no es una opción. Ahí está claro. También las hay en las que atornillar no es una opción, como son las estructuras tubulares. También está claro. 

En segundo lugar: las soldaduras en taller salen bien por definición. Esto no es una verdad de fe y he vivido casos en los que los problemas, muy gordos, han venido de que el trabajo en taller no ha sido correcto; al respecto, mi consejo para todo calculista es que se lea los capítulos de la norma que hablan de las tolerancias, de la fabricación en taller y del montaje, y que proyecten teniendo en cuenta lo que dicen.

El tercer hecho a tener en cuenta es que el herrero es su enemigo. Por muy buena relación que tenga con él. Siempre que pueda, hará lo que le dé la gana, y las más de las veces la cagará. Por lo tanto, sea muy claro y diga las cosas con mucha claridad antes de que sea demasiado tarde. Si tiene ocasión de hablar personalmente con la empresa de calderería (algo que las más de las veces no va a pasar, porque a nadie se le va a ocurrir que ese contacto sea interesante), explíquele su proyecto y los puntos clave. Lo que nos lleva al cuarto apartado.

Cuarto apartado: cuando proyecte o calcule, localice los puntos clave y márquelos. Indique en los planos las soldaduras importantes que cree que serán difíciles de ejecutar y acote que se sometan a control especial. Si una soldadura puede hacerse en taller pero también in situ, marque su preferencia; mi técnica al respecto es recuadrar una nota que dice que todas las soldaduras se harán en taller excepto las indicadas, y marcar las que se hacen in situ - si son muchas, no marco las obvias. Diga siempre el tipo de tornillo, DIN931 o DIN933, ISO4014 o ISO4017, por ejemplo; si quiere tornillos especiales, identifíquelos. Tenga en cuenta que el herrero, salvo que se le advierta muy claramente, siempre pondrá IS4017; por eso yo calculo siempre con ISO4017 pero en planos pido ISO4014: es una seguridad adicional que vale cuatro perras y me da pie a echarle la bronca al herrero, y esto último es una bala que conviene tener en la recámara cuando se afrontan los montajes.

Lo más difícil cuando se proyecta con tornillos son las chapas de testa: resulta que no se fabrican como se diseñan. Porque las chapas se diseñan planas, y al soldar los perfiles, se deforman. Esto hace que no haya contacto pleno. También puede ocurrir que los perfiles no se corten a 90 grados, o que en el momento de soldarlos en taller la chapa no esté del todo perpendicular al perfil; esto hace que las placas, en el montaje, no se enfrenten paralelas. Además, es difícil que en el momento del montaje lleguen como se diseñan. Puede que calcule las superficies de contacto como granalladas y lo prescriba así en planos, y luego se encuentre que se las han pintado. Puede que las granallen y no las pinten... y le lleguen a obra con una capa de calamina. Si usted es un fan de los tornillos pretensados, sepa que aquí se la juega. Mi consejo es que huya de los pretensados; si no tiene más remedio, intente que el cortante entre con el mínimo tratamiento posible, marque visiblemente en los planos lo que quiere que se haga, remarque que se han de conservar protegidas hasta el montaje... ¡y advierta de esto a todos los que pueda! Ítem más, cuente a todos sus experiencias con las chapas alabeadas y pida que se sea especialmente cuidadoso en ese aspecto. 

En lo que respecta a las soldaduras, intente que todas las in situ sean de suelo o verticales. Jamás pida una soldadura de techo in situ; si no le queda más remedio, marque con claridad que se ensayará esa soldadura. Busque todas las soldaduras in situ que crea que son difíciles de hacer o que las hará el chaval.

Inciso: las soldaduras en taller suelen salir bien porque las hace un soldador con más conchas que un galápago que lleva 40 años soldando. El hombre puede girar las piezas para que sean siempre de suelo, se ilumina la unión, se fuma un pitillo antes de soldar (me gusta que no suelden nerviosos), y si duda levanta la mano y acude el encargado del taller. En obra, ese soldador tan bueno está en el taller soldando otros encargos; al montaje ha ido un montador, soldador ocasional, o un chaval que está aprendiendo. O peor aún, un marroquí que en realidad es médico y suelda con un ojo en el cogote por si aparecen los de Inmigración. Si la soldadura se ha de hacer a nueve metros de altura, subido a un cesta y forzando un poco la espalda, les aseguro que el viejo y experimentado soldador, con problemas de próstata y una tripa de miles de cervezas, no subirá: mandará al chaval o al marroquí. Fin del inciso.

Estas soldaduras que se harán de esas maneras, lo primero que tiene que hacer es calcularlas con esto en mente. En mi caso, nunca las hago trabajar a más de 1.000 kg/cm2; si no lo consigo, busco otro diseño. Esto último suelo extenderlo a todas las soldaduras in situ, aunque tengo cierta flexibilidad si las veo fáciles de hacer.

El problema intrínseco con las estructuras atornilladas es que es muy difícil que salgan como en papel. La empresa de montaje ha de ser muy buena y trabajar con mucha precisión. Esto es muy caro, y aunque el cliente lo pague, el montador tiende a ahorrarse el coste de la precisión. Para que se hagan una idea de lo que puede pasar, les contaré una anécdota. Se trataba de una estructura metálica industrial, un forjado colaborante a 4,5 m de altura. Dos líneas de pilares y jácenas IPE400 de pilar a pilar. La unión jácena-pilar se hacía con chapas de testa. Yo no la proyecté ni viví el montaje, porque me llamaron cuando aparecieron los problemas: cabezas de tornillos en el suelo. Aün no se había colocado la chapa colaborante, con lo que no había cargas. ¿Qué estaba pasando? Mi primera instrucción, en obra, fue mandar comprobar todos los tornillos ya colocados. Resultó que casi todos los de las chapas de testa citadas estaban rotos, sujetos sólo por la pintura; los que habían encontrado antes era porque aún no habían pintado. Sin entrar en detalles, había dos causas posibles: la primera, que la llave dinamométrica con la que apretaron los tornillos estaba mal tarada. Esa llave desapareció y jamás pude verificarla. Y la segunda opción es que los pilares estuvieran unos milímetros desplazados, o que se montaran con unos minutos de desplome, o que las jácenas fueran unos milímetros más cortas, o que la cimentación se hubiera hecho unos milímetros más allá... algo que hiciera que las jácenas no encajaran en la separación entre placas de pilares: el montador atornilla una unión, y luego, dándole caña a la llave, consigue el contacto en la placa opuesta. Este encaje se hace forzando los tornillos, y se partieron. En cadena, en que rompa uno rompen todos los demás de la unión, ya saben. ¿Cómo se podía haber evitado? El calculista había diseñado pórticos rígidos, en esas uniones habría flexión y cortante (más la tracción por un montaje no de relojero); sobre el papel, su proyecto era irreprochable. Podría decir que a mí no me habría pasado, porque suelo diseñar con otros criterios, pero quizá sí; ya digo que su diseño parecía correcto.

Por todo esto, mi opinión es que es algo que tiene que valorar el calculista. No existe una regla tajante. Empero, me atrevo a dar algunas recomendaciones.

El primer criterio tiene que ser el tamaño. Si la obra es grande, varias plantas, varios vanos, muchas toneladas de acero, lo mejor es soldar. Hay muchas soldaduras y se soldará muchos días, por lo que los herreros desplazarán a soldadores con experiencia (al gordo prostático no, pero al menos serán tíos con kilómetros a sus espaldas). Habrá una partida de control de calidad que podrá destinar a ensayos, y podrá ensayar e inspeccionar cuando todavía quede mucha obra por hacer; al segundo error, el soldador se pone las pilas. En cambio, si la hace atornillada los errores de montaje (las tolerancias existen) irán acumulándose e invalidando las uniones atornilladas. Si suelda, los errores de montaje se pueden poner a cero, porque para soldar no hace falta que los perfiles estén en contacto. Otro inconveniente de las uniones atornilladas es que no son instantáneas: siempre le dirán que están todavía sin ajustar, sin apretar, sin repretar, sin pretensar,... excusas de todo tipo. He estado en obras donde se han dado excusas alargando los plazos hasta que la Dirección deja de interesarse por esa unión y se deja sin terminar (se lo digo de verdad). Sobre todo, en este tipo de estructuras los fallos de las uniones atornilladas no tienen arreglo, porque no son desmontables por todo lo que ya han montado a continuación. Una soldadura, en cambio, se puede quitar y volver a hacer sin desmontar el resto de la estructura.

En cambio, si la estructura es pequeña ocurrirá todo lo contrario. En ese caso, lo mejor es atornillar. Por todos los argumentos dados, vueltos del revés.

Un segundo criterio es la calidad que usted prevea que va a haber en la ejecución. Puede que sea una estructura para placas solares sobre la azotea de un bloque de pisos; en ese caso, hay una constructora más grande detrás y el jefe de obra también exigirá calidad al calderero. O puede que sea una chapuza para una comunidad de vecinos: ahí, el precio se impone y usted no va a tener ninguna autoridad. Si duda de la calidad, piense en si las soldaduras las podrán hacer bien. Si no lo tiene claro, diseñe con tornillos. La razón es muy sencilla: si una soldadura no se puede hacer bien, usted tampoco la podrá inspeccionar bien. Las uniones atornlladas se pueden inspeccionar siempre.

El tercer criterio es la viabilidad de que usted pueda dirigir el montaje y hablar con el estructurista antes de empezar. Si va a ser así, puede afrontar uniones complicadas; de lo contrario, evítelas. Su elección será entonces el sistema que las evite.

En cualquier caso, sea cual sea su decisión, convierta en regla lo que he dicho en el apartado cuarto. Si lo hace, poco a poco irá habituándose a estudiar estos detalles y desarrollará el instinto de saber qué es mejor en cada situación. Aparte de que, aunque no lo desarrolle, se evitará muchos problemas en los montajes. O, al menos, será el bueno de la película cuando aparezcan.


Post Scriptum: http://elingenieroaccidental.blogspot.com.es/2016/03/la-realidad-de-las-soldaduras.html



Come together. Aunque fuera una canción horrible, que ya sé que no puede serlo, esta canción siempre estará en mis recuerdos. Verán, en mi casa, en casa de mis padres, el tocadiscos estaba en el salón. Como en todas las casas de la época, en las que había un salón para recibir visitas, niños-free. Mi casa también tenía la habitación de sólo mayores, pero al ir aumentando la población infantil hubo que desmantelar aquel salón y emplearlo como comedor: la mesa era tan grande que no cabía en ningún otro sitio. Pero la librería con el tocadiscos se mantuvo. En este tocadiscos oía yo a los Beatles, y Abbey Road era un sonido que desagradaba al resto de la población. Como pueden suponer, yo me había comprado unos cascos auriculares (de los de entonces).

En cierta ocasión vino a casa mi abuela; yo estaba oyendo el disco con los auriculares. Mi abuela, que ya les expliqué un día que nació viejita, no sabía qué era eso que llevaba en la cabeza. Y yo alucinaba con que no lo supiera, pero tengamos en cuenta que por aquella época mi abuela me había pedido que le reinstalara el tocadiscos de su casa, quería oir a la Callas, y resulta que sus discos eran de baquelita. El caso es que le puse los auriculares en la cabeza, para que supiera lo que eran. Sonaba Come Together, ya les digo, ¡y mi abuela se puso a bailar! Mi abuela nunca salió a la calle sin guantes, hasta ahí podíamos llegar, y yo la tenía delante bailando al compás de una canción de los Beatles. 

Sé que le hice (o le hicieron) una foto, y por algún sitio estará, en alguna lata. Para mí, es un recuerdo imborrable; quizá sea desde entonces que Come Together es una de mis canciones favoritas.

Y, como de costumbre, aquí una versión que demuestra que lo bueno es bueno siempre.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Ya soy máster

Esta mañana he recibido el Certificado de Correspondencia emitido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que reconoce que mi título de Ingeniero Industrial se corresponde con el nivel 3 (Máster), en España, y con el nivel 7, en Europa.

¿Cómo se quedan? ¡Soy un Máster!

Les voy a confesar una cosa: es genial, ser un máster. Desde que lo soy, no necesito gafas, mi andar se ha vuelto más elástico, y he crecido 3 centímetros. Y no sólo lo noto yo: la gente se arremolina a mi alrededor contemplándome con ojos llorosos y emocionados, y en un momento dado he sentido como alguien tocaba el borde de mis vestiduras: al volverme, he visto a una mujer arrojar sus muletas y alejarse dando volteretas y gritando de alegría. Claro que se fue escaleras abajo, con lo que puede que yo la haya empujado sin querer. Pero es que soy un máster, ¡qué caramba! Este viernes pienso ir a la discoteca más molona de Barcelona, buscar a la tía más buena y decirle: "tú, conmigo". Seguro que se viene. Y, si funciona, el domingo iré a Castelldefells, a la playa, a ver si...

Aparte de esto, no hay una gran diferencia entre ayer y hoy. Pero estoy muy contento de ser un máster. Y un nivel 7, aunque no tenga ni idea de qué significa eso. Por suerte, para eso está la wikipedia. Así que allí que me voy, y leo que hay ocho niveles de cualificación:
  • Nivel 1: Conocimientos generales básicos.
  • Nivel 2: Conocimientos fácticos básicos en un campo de trabajo o estudio concreto.
  • Nivel 3: Conocimiento de hechos, principios, procesos y conceptos generales en un campo del trabajo o estudio concreto.
  • Nivel 4: Conocimientos fácticos y teóricos en contextos amplios en un campo de trabajo o estudio concreto.
  • Nivel 5: Amplios conocimientos especializados, fácticos y teóricos, en un campo de trabajo o estudio concreto, siendo consciente de los límites de esos conocimientos.
  • Nivel 6: Conocimientos avanzados en un campo de trabajo o estudio que requiera una comprensión crítica de teorías y principios
  • Nivel 7: Conocimientos altamente especializados, algunos de ellos a la vanguardia en un campo de trabajo o estudio concreto, que sienten las bases de un pensamiento o investigación originales.
  • Nivel 8: Conocimientos en la frontera más avanzada de un campo de trabajo o estudio concreto y en el punto de articulación entre diversos campos.
Y resulta que ahora yo soy un nivel 7. No sé, a estas alturas de mi vida, creo que todo lo más, en el campo de las estructuras, sería un nivel 5, o un 6 si se trata de fardar; y eso en estructuras, en las demás cosas quizá diría un 3 ó un 4. Pero ¿quién soy yo para discutir con el ministerio?

También tendré que ponerme al día en cuestiones formales: supongo que lo correcto será presentarme como nivel 7 en Ingeniería Industrial, no lo sé; tendré que preguntar cuál es el protocolo correcto. Y es que llámenme romántico, si quieren, pero yo, la verdad, prefiero el título antiguo: Ingeniero Superior. Eso de decir que soy un 7 en ingeniería me parece muy práctico para los ordenadores y los formularios, no lo niego, pero... no termino de acostumbrarme.

Será que soy nuevo, en esto de ser 7.

Pero como soy un máster, seguro que lo supero.




La tercera canción de los Beatles es Back in the USSR. Sin discusión, una de las mejores. Abría el disco blanco, ahí es nada. Cualquier grupo puede tocarla en cualquier concierto, en cualquier momento del concierto, y la casa se vendrá abajo. Puede sonar en la radio, puede sonar interpretada por cualquier grupo, y seguirá siendo la mejor canción del programa. Digámoslo ya: puede que no sea la mejor canción de los Beatles, pero diría que es mejor canción que la mejor de cualquier otro grupo. Es una canción tan magnífica, que las versiones son excelentes. Compruébenlo, por ejemplo, pinchando aquí.

lunes, 19 de octubre de 2015

Diez minutos en la escuela pública

All togheter now es una canción partiente; si buscan una canción chorrona, ésta es la más. Y, sin embargo, ¡qué pedazo de canción! Uno la oye conduciendo, y ¡voilà! Imposible no cantarla. ¿Quién más, aparte de los Beatles, creen que habría hecho una canción tan buena partiendo de una letra tan tonta y una melodía tan sencilla?
 

Hay cerca de mi casa muchos colegios. Algunos son públicos, y los más, concertados. De éstos, algunos exigen a los alumnos el uniforme escolar, por ejemplo pantalón y polo blanco para ellos (con jersey verde, si tienen frío), y falda de cuadros y polo blanco para ellas, con jersey o chaqueta verde, si tienen frío, y abrigo cualquiera pero de tono azul oscuro en los meses más rigurosos. Aunque hay otros uniformes, hay colegios que exigen (a los pequeños) una mochila reglamentaria, otros no parece que exijan nada,... hay mucha variedad en la escuela concertada. Pero hay algo que las diferencia claramente frente a las escuelas públicas de mi barrio.

No tengo una hora fija de salir de casa; creo que he salido en todas las posibles, por esto veo lo que voy a decir. Si paso a las nueve menos veinte por la puerta de una escuela pública, no veré a nadie. Pero si paso por la puerta de las escuelas concertadas, hay un montón de niños esperando. Madres y padres también, hablando entre ellos. Por las calles que confluyen, chicos solos o niños pequeños con sus mayores achuchándoles para que se den prisa.

Las escuelas concertadas abren las puertas a las nueve menos diez. Los niños entran (los de educación infantil con sus padres) y se dirigen a las clases. En alguna ocasión he pasado a las nueve menos un minuto y he podido ver algún aula por su ventana: los niños han llegado, se han puesto la bata y se están sentando en sus pupitres. A las nueve en punto comienzan las clases.

Es muy raro ver niños de esas escuelas por las calles después de las nueve menos diez, salvo en las calles más inmediatas; y con una cierta sensación de premura, además.

Mucho más a menudo paso por las escuelas públicas. A partir de las nueve menos diez empiezan a acumularse las familias en las puertas. De nueve menos diez a nueve, veo alumnos por las calles. A las nueve abren las puertas y los niños se dirigen a las clases.

A veces he pasado claramente después de las nueve, y me sigo encontrando con alumnos retrasados.

Hace años, M. me contó el caso de su hija; ella sale de casa a las siete, y el padre de la pequeña la dejaba en el horario de acogida a las ocho, porque trabajaba en Barcelona pasadas las nueve. Pero una temporada el hombre estuvo en paro, y pudo llevarla, como es lógico, a las nueve. He de decir que el compinche de M. es un campeón, y a las nueve menos diez estaba siempre en la puerta de la escuela; a las nueve la niña entraba (al patio del colegio, ¡eh!), y él se iba a tomar un café con leche a un bar cercano donde leía la prensa deportiva. Pues bien, lo normal es que luego del café+prensa, al salir a la calle, aún se cruzara con compañeras de su hija, que aún no habían llegado. Y sus madres, tan panchas. M. se escandalizaba de que esas niñas entrarían cuando las demás ya estuvieran sentadas, alterando el orden: era obvio que la maestra no podría poner la velocidad de crucero hasta ¿las nueve y media?

En la escuela concertada imparten al menos una hora más cada semana, sólo por este detalle mañanero. Aparte del valor educativo del concepto de puntualidad y de qué significa empezar a las nueve. ¿Ustedes creen que esto no tiene consecuencias en el resultado final?

No me suena saber de quejas de la enseñanza concertada sobre la enseñanza pública. La enseñanza pública nunca para de quejarse de la enseñanza concertada. La odia. Quiere que desaparezca.

Es fácil saber por qué: no resiste comparación.

domingo, 18 de octubre de 2015

Los Beatles en 12 canciones



En un artículo pasado les conté que, de siempre, he catalogado a los grupos de música moderna en categorías, y que siempre tenía cinco o seis que estaban por encima de los de primera. Eran de categoría especial, decía. Estos fuera de categoría no han sido siempre los mismos, pero siempre, siempre, he considerado a los Beatles los números uno. El problema con los Beatles es que han pasado cincuenta años, y entre que muchos ya no los conocen, y los que los conocían ahora, por mor de la edad, las consideran canciones ñoñas, ahora son sólo "un grupo muy bueno que hubo una vez". Sic transit gloria mundi y todo eso, qué le vamos a hacer. Pero eso no significa que no debamos oirlos.

Yo les confesaré una cosa: con los años han ido cambiando mis canciones favoritas de los Beatles; las que me volvían loco de chico ya no me emocionan (tanto), y en cambio canciones que desprecié entonces ahora me parecen maravillosas.

Volviendo a lo que les decía de que los Beatles son de categoría especial, intenten escuchar canciones de hace 50 años: casi todas suenan viejas, viejísimas. Imagínenlas en las radios, en los discobares, en las bandas sonoras de las películas de Hollywood,... el tiempo no pasa en balde. Sin embargo, un puñado enorme de canciones beatlelianas sonarían ¡frescas! Hasta el punto de que hasta las versiones de sus canciones arrasan.

Pues bien, del porrón de canciones excelentes de los Beatles he escogido 12, que les voy a recomendar por orden alfabético; pinchen en los enlaces que les pondré en los próximos artículos, y disfrútenlas: descubrirán que, en efecto, los Beatles merecen mucha más atención de la que les estaban dando.

¿Que por qué las traigo en orden alfabético? Bueno, supongo que podría ordenarlas por mi preferencia, pero... sólo en teoría. No puedo decir que una me gusta más que la otra, y aunque pudiera, quizá dentro de un año ese orden ha cambiado. Y también podría ponerlas por fecha de aparición; tratándose de los Beatles, es lo habitual. Pues es preciso por eso que no quiero hacerlo así: me parece más fresco, más divertido, ordenarlas "mezcladas", una del 64, una del 69, una del 66...

En cualquier caso, aquí va mi primera elección: All my loving. Es una canción de 1963, una de las primeras, cuando eran muy jóvenes aún. Podríamos decir que es una de sus canciones ñoñas, y sin embargo... pedazo de canción. Sigue entrando como la seda. Más aún, les diré una cosa: si se ponen a tararearla mientras hacen sus abluciones matutinas, seguro que sonríen y se mecen al compás. Y es imposible escucharla sin llevar un poco el ritmo, siquiera con los hombros. Sí, eran muy jóvenes, sus letras eran muy simples y la música poco elaborada; pero esos tíos tenían algo, algo que los convierte en los mejores de siempre; y All my loving lo tiene.

Y, ya que estamos, una versión (se hacen miles de cada canción de los Beatles, por algo será): https://www.youtube.com/watch?v=gYjLAObvaw4


    viernes, 16 de octubre de 2015

    Mujeres de los 50




    Cuando yo era chico, era habitual que las mujeres no trabajasen. También era habitual que las mujeres trabajasen, ¡ey!, que siempre ha habido muchas mujeres trabajando. Cuando yo era chico, era normal que las mujeres que trabajaban fueran maestras o enfermeras, despacharan en los mercados o en las tiendas y comercios, o se dedicaran a tareas profesionales del hogar y afines, como limpiadoras, costureras, peluqueras, pedicuras, etc. Y al mundo del espectáculo, claro. No era habitual, en cambio, que fueran abogadas, médicos o arquitectas, aunque alguna había. Aparte de las secretarias, no solían estar en puestos administrativos: no las veías detrás de los mostradores de los bancos, y si iba a la policía o a cualquier oficina, no atendían mujeres. Y mucho menos metidas en política. No recuerdo mujeres trabajando en Correos. Y sí recuerdo a muchas mujeres que no trabajaban.

    Ahora, todo el mundo lo sabe, es diferente. Es muy normal encontrar a mujeres en casi todos los ámbitos laborales (no suele haber muchas en los andamios), y lo que ya no es habitual es que la mujer no trabaje; de hecho, si no lo hace suele ser porque no puede, está en paro. Hoy hay que ser muy, muy pudiente, para que la mujer se quede en casa.

    Cabe preguntarse, al menos yo lo hago, cuándo comenzó esta incorporación masiva de las mujeres. Por descontado, los sociólogos son como los historiadores, y siempre encontraremos alguno que afirme lo que le paguemos que afirme, con lo que tenemos tantas teorías como gente dispuesta a pagarlas. Así que si buscamos respuesta en los sociólogos, vamos apañados. Por esta razón, yo tengo mi teoría, a ver qué les parece.

    Verán, llevo bastantes años trabajando. He conocido a muchas mujeres. Y salvo las que trabajaban en los ámbitos que he dicho al principio, no me he topado con ninguna que se jubilara hace años. En cambio, conozco a muchas que están ya ahí. Con los sesenta ya bien cumplidos, mirando cómo les queda la pensión y si pueden empezar a jubilarse parcialmente. Echo la vista atrás, recordando las compañeras, clientes y proveedoras que he tenido, y diría que las más mayores no pasan de los 65. Pienso en los que ya se han jubilado, e intento recordar a qué se dedicaban sus mujeres: o no trabajaban, o eran maestras; casos excepcionales son los de alguna arquitecta. Y ¡por favor!, no recuerdo a ninguna ingeniera. Pero es que no me suena ahora haberme topado con ninguna ingeniera que pase de los... ¿52? Que seguro que las habrá, pero no abundarán mucho, me temo. Arquitectas y arquitectas técnicas sí, bastantes incluso; eso, he de reconocerlo. Pero ingenieras no. Y que además se dediquen al cálculo de estructuras, creo que la más mayor que conozco (insisto, yo), creo que tiene 41. Claro que quizá esto se debe a que yo no soy muy sociable. 

    En definitiva, las mujeres que llegaron en masa a los oficios poco habituales diría que son... del 50, como muy mayores. Más del 51 y del 52; las del 55, yo diría que definitivamente buscaban trabajo todas. Son éstas las quintas que, llegado el momento, no se conforman con quedarse en casa y plancharles las camisas al marido: retrasan sus matrimonios, salen, viajan, quieren trabajar y trabajan.

    Así que, si uno echa cuentas y les da una carrera, parece que es a la muerte de Franco cuando cambiamos en este tema.

    No será por casualidad, creo que también para entonces deja de ser habitual el tener muchos hijos. Lo que me lleva a un último pensamiento: una mujer podía tener, fácil, cinco hijos, cuatro, seis. Entonces eran enfermedades corrientes el sarampión, la varicela, paperas, escarlatina, rubeola; cada niño, mínimo, tres de éstas, seguro. La sanidad no era como ahora: estas enfermedades se pasaban en cama, dos, tres semanas, las que hicieran falta, el médico venía cuando podía, el practicante también. Y al acabar un niño una enfermedad, otro la cogería. En medio, las gripes, que también encamaban a los niños una semana. Un amigo mío tuvo hepatitis: 40 días en casa. Un compañero de clase y vecino, tuberculosis: no recuerdo bien, pero muchos días. Si hacen cuentas, verán que cada año una mujer iba a perder unas cuantas semanas por esta razón. Aparte, la vida no era como ahora: un puré de patatas no era abrir una bolsa de Maggi, ni un gazpacho abrir un brick, y las legumbres había que ponerlas a remojar la noche antes. Los congeladores eran pequeños y eran raros los envases, no se solía congelar comida. No había microondas, la comida no se sacaba de la nevera y se calentaba. La compra no se hacía en un hipermercado para una semana, quince días o un mes: casi había que ir cada día al mercado y hacer cola en los puestos. Los suelos se fregaban a mano, de rodillas, y no había lavavajillas. En general, todas las tareas del hogar eran más trabajosas y se hacían más lentamente. El mantenimiento del hogar y el cuidado de la familia requería muchísimo tiempo: era obvio que la mujer que se quedaba en casa no estaba de brazos cruzados.

    Que la mujer se incorporara al trabajo supuso (o al revés, los hechos que enumeraré permitieron lo primero) que las familias fueran más pequeñas, que las casas se llenaran de electrodomésticos que hicieran más fácil las tareas del hogar, que las comidas se resintieran y se industrializaran, que las medicinas más vendidas sean el paracetamol y el ibuprofeno, que los niños coman en el colegio y pasen las tardes solos en casa... Y, como una espiral que se muerde la cola, cada vez pasamos más tiempo trabajando, cada vez hay menos hijos, cada vez hay más robots en las casas, cada vez...

    El corolario de todo esto es que si ahora llegan a la jubilación las mujeres que se incorporaron en masa al trabajo, el ritmo de generar jubilados va a dar un salto importante. A ver qué tal lo hace, la hucha de las pensiones.




    The Pretenders - Hymn to her

    martes, 13 de octubre de 2015

    Una rareza del agua que no sabía y una que no sabía por qué




    Hacía tiempo que no escribía ninguna entrada del grupo "Conocimiento inútil". Ya saben, esas píldoras de conocimiento curioso, quizá divertido de leer, pero que, la verdad, saberlo no cambiará nuestra vida.

    Y, sin embargo, los ingenieros estamos llenos de conocimientos que entran en esta categoría. Son conocimientos que nosotros pensamos que nos hacen adorables, el alma de todas las fiestas y la auténtica razón por la que hombres y mujeres buscan nuestra compañía; la verdad, desconozco porqué no nos llevan bajo palio por las calles. Por otro lado, los que nos tratan nos tildan (les he oído) de pedantes insoportables... No sé qué pensar.

    El caso es que hoy voy a contarles dos peculiaridades del agua; una de ellas ya la conocen, pero estoy seguro de que no sabían la razón. Y la segunda me atrevo a decir que ni siquiera saben que es un fenómeno extraño, ya que es su característica más evidente.

    La primera: el agua sólida (el hielo) es menos densa que el agua líquida (el agua a secas, si se me permite el juego de palabras). Sí, ya sé que esto usted lo sabe: el hielo flota. También sabe que es una peculiaridad del agua, porque los objetos se dilatan (aumentan su volumen) al crecer la temperatura, y se contraen (disminuyen su volumen) al decrecer la temperatura. Y sabe que estas variaciones de volumen (ergo, de densidad) son muy pequeñas; sin embargo, en el caso del hielo el aumento de volumen por la solidificación es muy importante.

    Sí, usted sabe todo esto. Pero no sabe porqué es. De ser así, siga leyendo.

    Lo primero que hay que entender es que el estado líquido, en realidad, es un estado intermedio entre el sólido y el gaseoso. Esto lo sabemos todos, la verdad, así que suprimo el párrafo que había escrito en el que describía este punto intermedio.

    En el estado sólido, las moléculas están "empaquetadas", cada una en su sitio. En la mayoría de los sólidos, el empaquetado se produce con una distribución en filas y columnas; a esto, los químicos la llaman "cristal". Cuando el cuerpo gana energía (medible como temperatura), las moléculas, con esta energía, diríamos que vibran pero sin apenas moverse de su sitio. Si la energía (temperatura) sigue aumentando, las moléculas acaban por salirse de su puesto en el cristal y empiezan a rodar unas sobre otras: estado líquido; y si sigue recibiendo energía, acaban por perder la ligazon entre ellas y se mueven con libertad: estado gaseoso. Si lo que hace es perder energía, el proceso es el inverso: primero condensa y luego solidifica. En el paso de líquido a sólido, el liquido "cristaliza". Las distancias intermoleculares en los cristales son menores que las existentes en el estado líquido, porque, por decirlo de alguna manera, en su vibración, las moléculas, al "salirse" de su puesto en el cristal, chocan con las moléculas de al lado, y este choque es un empujón que, en definitiva, lo que hace es separar a una mólecula de las que tiene al lado. Por eso el sólido es más compacto que el líquido. 

    Pero resulta que existen excepciones: por ejemplo, el agua. En el estado sólido, las moléculas de agua sí cristalizan, pero lo hacen adoptando una configuración de filas y columnas muy peculiar, que en realidad deja muchos huecos. Pues bien, cuando el hielo empieza a fundirse y las moléculas empiezan a salirse de su sitio en el cristal, lo que hacen es lo mismo que a escala macroscópica: rellenan los huecos que hay en los cristales. Y el resultado es el conocido: el hielo tiene sólo el 90% de la densidad del agua. 

    De rebote, ya sabe porqué la densidad máxima del agua se obtiene a los 3 grados centígrados: entre los 0 y los 3, la vibración de las moléculas tiene el mismo efecto que cuando agitamos ligeramente un recipiente con material granular: la agitación lo compacta. Lo vemos fácil cuando rellenamos un bote de azúcar o de Nesquick. A partir de los 3 grados, es como si agitáramos en exceso el bote, como nos pasemos agitando (como a los 100 grados), acabaríamos con Nesquick hasta en el techo.

    Lo segundo que les había dicho es un fenómeno que es más extraño aún que el mayor volumen del hielo. Verán: el agua... ¡es líquida! Quiero decir, es líquida ¡y no debería serlo! Debería ser gaseosa. En condiciones normales en la Tierra, por supuesto. Por su sencillez y bajo peso molecular, las moléculas de agua deberían estar sueltas como los gases: el nitrógeno pesa mucho más que el agua. El oxígeno, O2, es evidente que pesa más (la molécula) que el agua, H2O. El sulfuro de hidrógeno, SH2, que pesa muchísimo más que el agua y que conserva la misma estructura que el agua, es una gas. El agua debería ser gaseosa. ¿Entonces?

    Para comprender lo que pasa, hay que entender antes cómo se forma el enlace entre el hidrógeno y el oxígeno. El oxígeno tiene ocho electrones; 2 en la primera capa y 6 en la segunda. Por razones que no vienen al caso, los átomos son más estables cuando tienen 2 electrones en la primera capa y 8 en las demás; el caso es que el oxigeno "busca" tener 8 electrones en la segunda capa. El hidrógeno es un átomo pequeño, y comparte su electrón con un átomo poderoso como el oxígeno. Es el H2O, el agua. Sin embargo, hay un dato adicional: los átomos de hidrógeno no ceden totalmente el electrón al átomo de oxígeno, y éste extiende su atracción de electrones a los átomos de hidrógeno que están "combinados" con los otros átomos de oxígeno. Esta atracción secundaria no es tan fuerte como la primera, no arrebata los hidrógenos a los otros oxígenos, pero tiene un efecto "pegajoso". Sí, eso, podríamos decir que el átomo de oxigeno se convierte en pagjoso y se pega a las moléculas cercanas de agua. Esta es la causa de que los átomos de agua no estén tan sueltos como en los gases, y se manifiesta como líquida. Y, por cierto, en la molécula de H2S, aparentemente igual, el átomo de azufre busca los dos electrones del hidrógeno para su tercera capa, ya más lejos del núcleo. Esto hace que no tena tanta atracción como el átomo de oxígeno, y no se produce ese efecto pegajoso: el H2S es gaseoso.



    Duncan Dhu - Casablanca

    lunes, 12 de octubre de 2015

    Pueblos y vírgenes



    Un catalán es, más o menos, como un aragonés: los dos dan los buenos días en la escalera. Pero la sociedad catalana es muy diferente de la aragonesa. Y uno de los días en que esa diferencia es más palpable es el 12 de octubre.

    Cada 12 de octubre, los zaragozanos (y con ellos los aragoneses) salen a la calle y ofrecen flores a la Virgen del Pilar. Como salen muchos, se forma una cola, y es cola tiene un recorrido preestablecido y un horario. Para entretener la espera, muchos de los que esperan cantan y bailan. Las jotas inundan el ambiente. Y todos, con trajes regionales; y los de fuera, con los suyos.

    Esto, en Barcelona, se me hace inimaginable.

    En primer lugar, el folklore. El aragonés es muy rico, el de Ansó es diferente al de Mezalocha, y el aragonés se enorgullece de esta variedad. El catalán no. En Cataluña se quiere uniformizarlo todo, todo ha de ser según el canon (canon, por cierto, que estableció no sé quien; que es inventado, quiero decir). El resultado es que no me parece una región rica, en este aspecto. No habría variedad en los trajes, y me temo que tampoco en los bailes. Sardanas, a ritmo de chistus, dulzainas y tamboriles. ¿Y las canciones? La verdad es que no lo sé, no sé cuál es la canción popular catalana; no me suena, haber oído ninguna. ¿Cantarían habaneras, a la Virgen? Lo dudo. Vamos, que pienso que sería algo bastante aburrido. La única diversión, desde luego, sería la que aportaran los de fuera: los aragoneses, por ejemplo.

    Lo de los trajes se me hace especialmente curioso. En Aragón, cuando yo era chico, los trajes procedian de los arcones. Abuelas y tías guardaban mantones, faldas, calzas; mi hermana, por ejemplo, creo que llevaba un mantón del siglo XIX. Aparecían también viejos chalecos y cachirulos. Ahora yo no sé qué porcentaje procede de El Corte Inglés, pero cada vez hay más y más variedad, y cada cual cuenta que el suyo tiene un origen perdido en el alba de los tiempos. Aquí, en cambio, nada. Existe el icono del payés con blusón, faja y barretina, y punto. Nada más. Nunca he oído hablar a nadie de que tenga un antiguo traje de su bisabuelo, mucho menos que su bisabuelo fuera payés.

    Pero la razón principal de que no me imagine una ofrenda en Barcelona es lo secularizada que es esta sociedad. No tengo ni idea de cómo es la Virgen de la Mercé, y me atrevo a asegurar que la gran mayoría de los barceloneses tampoco lo saben. No hay zaragozano que no sepa cómo es la Virgen del Pilar, y diría que aragonés tampoco. La Virgen del Pilar forma parte de la cultura aragonesa; la Mercé hace muchos años que desapareció de la catalana. La fiesta de Barcelona se llama La Mercé y se celebra el 24 de septiembre, pero me temo que ahí acaba todo. El nombre y la fecha, ni siquiera mantienen el nombre oficial de "fiestas en honor de" que persiste en Zaragoza y en todos los pueblos aragoneses. Aquí nadie llevaría flores a la Virgen de la Mercé, porque a nadie se le ocurriría.

    Por cierto, la popularidad de la Virgen de Monserrrat en Cataluña no tiene nada que ver con la Virgen; para ellos, es un símbolo político, no otra cosa.

    Aparte, claro, el hecho de que los secesionistas interpretarían tal ofrenda como un acto españolista y a) la prohibirían, b) la denigrarían pública y constantemente, y c) acosarían al que la hiciera y moverían cielo y tierra para que no lo lograra. Aquí, las cosas se entienden así.



    Police - Every breath you take (Alexey Glazov & Natasha Zvereva)

    domingo, 11 de octubre de 2015

    ¿Hace la tecnología a los expertos?




    Leo en elconfidencial.com un artículo de un tal Garicano sobre cómo afecta la tecnología a los expertos, parece ser que continuación de otro. Distingue Garicano entre tecnologías de la información y tecnologías de la comunicación, y viene a decir que gracias a las tecnologías de la información un no-experto se puede convertir en un experto - su corolario es que los expertos ya no son necesarios-, y gracias a las tecnologías de la comunicación los expertos pasan a regentar imperios - su corolario es que ahora los expertos tienen nuevas oportunidades. El ejemplo que pone para la primera afirmación es la de un novato abogado que recibe un caso; hace 30 años, necesitaría la guía de un experto sobre cómo llevar el caso, antecedentes, etc., mientras que ahora, gracias a Internet, el novato tiene a su alcance toda la información que le proporcionaría el experto: ya no le necesita. En su ejemplo, dice que si el abogado novato sabe buscar bien, en media hora habrá resuelto todas sus dudas. 

    Cuando paré de reir, seguí leyendo; pero este hombre había perdido para entonces toda credibilidad a mis ojos. No sé si los juicios los gana el bufete que tiene la banda más ancha, pero sí sé que un ingeniero novato, con todos los ordenadores del mundo, no puede hacer lo que un ingeniero experto. Aunque desde luego me parecería admirable que un ingeniero novato se atreviera con más de lo que puede morder. Como si en la web estuviera cómo hacer las cosas; puede que haya recetas de cocina, pero no mucho más. Y no basta saber recetas para ser un gran cocinero.

    Si es que cuanto más lo pienso... Sólo un memo puede creer que las tecnologías de la información pueden sustituir a los expertos. Bueno, él no lo dice así; dice que "eliminan gran parte de la ventaja de los expertos". Sin embargo, me da en la nariz que él mismo, si tuviera un aneurisma preferiría que su neurólogo tenga al menos 25 años de experiencia de trabajo con cerebros más que 25 años de experiencia en navegar por internet, y lo mismo si se enfrenta a un juicio que le puede acarrear veinte años de cárcel. ¿Qué pretende, entonces? La cosa se enreda, cuando le leo, en el mismo artículo, su conclusión; creo que no le he entendido bien, pero me parece que es que hemos de cambiar la educación: no hemos de enfocarnos en enseñar información, sino el manejo de las tecnologías de la información. Ya que, como dice a título de ejemplo, la tecnología va a memorizar ríos y reyes mucho mejor que el alumno. Ya digo que quizá no le capto, pero ¿está recomendando que no se enseñen ríos y reyes, y por extensión toda la información que se ha de memorizar y que un ordenador va a hacer mejor? ¿Las tablas de sumar y multiplicar, incluidas? Y lo digo a posta: un ordenador siempre sumará y multiplicará mejor que nosotros; ¿por qué aprender, entonces?

    Este debate no es tan ridículo como parece: conozco a muchos ingenieros que no aplican casi ninguna norma ortográfica, para ellos ya se encargan los ordenadores. Muchos no se preocupan de teclear bien las palabras: el autocorrector, ya saben. Hay ingenieros que no tienen ni repajolera idea de dibujar. Calculistas que no saben hacer una división o una multiplicación de cabeza. Que no saben hacer una suma, si es de tres cifras. Y que les cuesta una suma de dos números de dos cifras. Y una resta, mucho más aún. Les aseguro que es cierto. Y son ingenieros calculistas, como yo (sobre el papel). ¿Para qué aprender lo que las máquinas van a saber mejor que nosotros? Pues ahora un tal Garicano escribe recomendando que se haga eso.

    Y encima, después de semejante perla, el tío termina con un párrafo en el que dice que ha escrito un trabajo académico sobre esto, citando a un compañero coautor de Princeton; eso sí, nos advierte que sus trabajos "son en inglés" y que son de un nivel "avanzado". Que no los consultemos, vaya. Que nos creamos lo que dice, porque es un trabajo universitario. Somos tontos, ¿verdad?

    He escrito varios artículos sobre cómo los ordenadores han conseguido que los ingenieros desconozcan las normas que han de cumplir: los ordenadores se encargan. También les vengo citando estos ejemplos que acabo de escribir. Pues miren, cuanto más lo pienso más casos concretos recuerdo. Esto es real, esto está ocurriendo ya. Así que recapitulemos:

    1) Los ordenadores no convierten a nadie en experto. La experiencia y el aprendizaje de la experiencia convierten a la gente en expertos. Hay que vivir experiencias, y aprender de ellas. Los ordenadores son herramientas. Se puede adquirir experiencia empleando un bisturí y se puede adquirir experiencia empleando ordenadores; ni el bisturí ni el ordenador convierten a alguien en experto.

    2) Que los ordenadores sepan hacer algo mejor que nosotros no es razón para no aprenderlo. Es una idea absurda. ¿Que alguien sepa algo mejor que nosotros es razón para no aprenderlo? También el maestro sabe sumar mejor que el alumno... vaya, se pueden poner tantos ejemplos absurdos...

    3) Una idea subliminal y muy extendida: los alumnos no deben memorizar. Reflexione y recordará cuántas veces le han venido a decir, más o menos, lo mismo. ¿Hay alguna razón para ello, aparte de la anterior? Y, sin embargo, muchas personas están de acuerdo.

    4) Las universidades están a reventar de idiotas. Tenga siempre esto presente, cuando alguien aporte un origen universitario como aval de sus ideas.

    Leo en la wikipedia que Garicano es "catedrático y director de departamento en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (London School of Economics)". Miedo me da que alguien crea que hay que hacerle caso por serlo.



    Orquesta Mondragón - Viaje con nosotros

    jueves, 8 de octubre de 2015

    Las imposibles correas Z


    (la canción hippy por excelencia, ¿no creen?)

    Acostumbra el calculista accidental a toparse más a menudo de lo que querría con naves que tienen correas Z en la cubierta. Y es porque, en opinión de este calculista, las correas Z son como los abejorros: es imposible que vuelen, pero lo hacen. Y las correas Z es imposible que se sostengan, pero ahí están. Con el paso de los años, mi incredulidad se ha mantenido, pero mi tolerancia se ha multiplicado por mil: hace doce años, por ejemplo, obligué a una empresa a gastarse un montonazo de euros para sustituir unas correas Z que, en mi opinión, no valían; hoy he dado por buena una cubierta con correas Z a las que además quieren poner encima placas fotovoltaicas.

    La única condición que pido para aprobar las correas Z es… que no me pidan explicaciones ni demostraciones.


    Hagamos, por ejemplo, una demostración en un caso prototípico: una cubierta, obviemos el viento pero pongamos 40 kg/m² de nieve y 10 kg/m en las correas debido a instalaciones suspendidas. La cubierta es una chapa grecada, 8 kg/m², y la separación entre correas es de 1,80 m. El faldón de cubierta tiene una pendiente de 6°, y la separación entre pórticos es de 8 m. Por simplificar, las correas son biarticuladas.

    ¡Ah!, además las correas se ponen en el sentido correcto: subiendo.
    Nota: como BLOGGER no me acepta las letras griegas, les daré una tipografía especial.

    La carga vertical, mayorada, que tiene cada correa es: 1,35x(1,8x8+8)+1,50x(1,8x40+10) =153,24 kg/m, he supuesto que la correa pesa 8 kg/m, una ZF.225.2.5. Esta carga está desviada 6° respecto del eje Y; la carga proyectada en los ejes X e Y es:
    • En el eje X: 153,24xseno(6)=16,0 kg/m
    • En el eje Y: 153,24xcos(6)=152,4 kg/m
    Hasta aquí, todo muy fácil. Pero resulta que los ejes X e Y no son ejes de simetría, y no son ejes principales de inercia de la sección, por lo que las fórmulas habituales no son de aplicación, se han de emplear fórmulas más complejas. Para hacer el cálculo habitual, se ha de pasar a los ejes z y h , que me disculparán si denomino 1 y 2 respectivamente. Estos ejes tienen una orientación a que depende de cada sección, y los prontuarios dan el valor de la tangente. En nuestro ejemplo, 0,304 (a=16,91°). De esta manera, las cargas proyectadas son:
    • En el eje 1: -16xcos(16,91)+152,4xseno(16,91)=29,0 kg/m
    • En el eje 2: 16xseno(16,91)+152,4xcos(16,91)=150,4 kg/m

    Ahora que ya tenemos las cargas proyectadas en los ejes correctos, calculamos los momentos flectores:
    • En el eje 1: 29x8²/8=232 m·kg
    • En el eje 2: 150,4x8²/8=1.203,2 m·kg

    Y la tensión en la correa es entonces: 232x100/10,6+1.203x100/64,1=4.065 kg/cm²; obviamente, la correa rompe. Y sin embargo, aunque me he inventado los números del ejemplo, ésta es la correa que se pondría o incluso una más pequeña, ya que 1.203x100/64,1=1.876 kg/cm²; quiero decir, no la que pondría yo, que conste, sino la que pondría… digamos el fenicio que la pone.

    Yo suelo explicar a todo el mundo que estas correas funcionaban bien hace muchos años, cuando las cubiertas de las naves tenían mucha pendiente; de hecho, la pendiente ideal para estas correas es precisamente el ángulo a de su sección, en este caso 17°. Pero como ahora vamos a cubiertas con mucha menos pendiente, estas correas no son las idóneas; yo siempre pongo C.

    Mi problema es que una cosa es lo que yo calculo y otra lo que veo. Y lo que veo es que estas correas están en todas partes y siempre aguantan. Me las he encontrado que según mis cálculos están a 10.000 kg/cm², y ellas sin enterarse.

    ¿Entonces? Alguna explicación tiene que haber, ¿no? Pues claro que la hay: que no es la correa la que sostiene la cubierta, sino la cubierta la que sostiene a la correa. Las chapas o los paneles de cubierta (o las uralitas, en las antiguas) siempre se apoyan en varias correas. Pues bien, en su plano estas chapas son indeformables; pueden pandear si la compresión es importante, pero no van a tener deformación por flexión en su plano. Por lo tanto, la carga proyectada en el eje 1 es absorbida por la cubierta, no por las correas; éstas sólo han de resistir la carga en el eje 2, que ya vemos que da una tensión admisible.

    La siguiente pregunta que yo me hago es: la carga que absorbe la cubierta, ¿a dónde va? El panel no va de pórtico a pórtico, a menudo no va de cumbrera a canalón; tampoco va a ser el canalón quien la absorba ni el remate de la cumbrera. ¿Entonces? Pues lo que tiene que ocurrir es que la carga sí va por la correa y no por la cubierta como he dicho antes; solo que ahora hemos de considerar la correa indeformable en el plano de la cubierta, lo que equivaldría a una inercia en el eje 1 infinita.

    Todo esto puede ser así, pero hemos de considerar que la cubierta es parte del elemento resistente; que hace un todo con las correas, por así decirlo. Y aquí aparece un problema, si usted se pone muy quisquilloso: demostrar esta vinculación. Demostrar que la chapa no va a pandear, que en caso de sismo mantiene el comportamiento solidario, qué se yo. Imagine que es un panel y el otro está encabronado con usted: justifique la colaboración de la chapa exterior del panel. Ahora imagine que la cubierta es de uralita, con las fijaciones que tenía y el deterioro que tiene, que menudas cubiertas he llegado a ver.

    Pues resulta que todo esto está muy bien, pero no termina de cuadrar: que la cubierta colabore con la correa no resuelve el problema, porque la carga en la dirección Y, que no la absorbe la cubierta y se la traga la correa (en esto estamos todos de acuerdo), se descompone en las direcciones 1 y 2 y se nos va al garete. Tiene que haber algún efecto más, pero ¿cuál? Insisto en la idea: la cubierta absorbe todo lo que sea necesario en su plano y nada en el perpendicular. Quizás la clave está en "todo lo que sea necesario": la carga en el eje Y, que he dicho que no la absorbería la cubierta, se puede descomponer en dos ejes no perpendiculares, X y 2; simplificando, que desde el principio podemos descomponer la carga original en los ejes X y 2; la carga en el eje X aceptamos que de alguna manera queda anulado por la cubierta, y a la correa sólo se le pide la componente 2; y el mismo truco para la torsión por la excentricidad del plano de aplicación de la carga en la correa: aparece una componente X en el plano de la cubierta, también excéntrico con respecto al cdg de la correa, que anula este efecto torsor.

    Como ven, todo es cuestión de darle un enfoque no oficial al asunto; a fin de cuentas, las estructuras trabajan como se piensan. Pero, insisto, no me pidan la demostración de que los remaches pueden transmitir la carga, que la carga se transmite de una chapa a la otra, etc.

    Por cierto, un corolario: los tirantillos nunca son necesarios. Y tampoco afecta a las correas que estén en una cubierta inclinada: si las correas Z aguantan, las correas normales con más razón, ¿no? La verdad es que sí, con los criterios oficiales sólo han de aguantar su propio peso y las acciones del montaje hasta que esté terminada la cubierta; luego, se tiene sola.

    Ya que estamos con estas cosas, un chascarrillo: hace unos años se me pidió que examinara la estabilidad de un edificio. Visité el edificio, y al llegar a la última planta me encontré que la cubierta se había medio caído. Era una cubierta de teja sobre estructura de madera, y las vigas de madera se apoyaban en la pared medianera. Hacía unos años habían demolido el edificio contiguo para edificar, y al hacerlo la medianera se había movido. Tanto que las vigas de madera perdieron el apoyo; es posible que tuvieran el extremo podrido y no necesitaran mucho; el caso es que se habían separado de la pared y habían caído. Sin embargo, no llegaron al suelo porque las sujetó la propia cubierta. Que, les repito, era de tejas. Recuerdo que, cuando lo ví, me impactó mucho, y he rebuscado en mi archivo de fotos a ver si tenía alguna en la que se viera bien el efecto. Mi chasco es que no, casi todas son "desde fuera", en concreto desde fuera de la habitación en la que se había caído la cubierta. Aporto entonces una foto, que no se si sé ve bien: vemos la puerta marrón por la que accedí, imagino que con mucho cuidado y pegado a la pared, las dos vigas más caídas, si se fijan verán dónde estaba en la pared el apoyo original de una de ellas y... en fin, que no se cayeron. Uno de esos casos en los que uno no sabe qué está soportando a qué.






    Jefferson Airplane - White rabbit

    domingo, 4 de octubre de 2015

    Elogio de Maigret




    Cuando era chico, no me gustaban las novelas de Maigret. Las encontraba aburridas. No había acción, el crimen no estaba claro, y al final el detective no reunía a todos en un salón y desgranaba lo que había pasado y cuáles eran sus deducciones.

    El tiempo pasó, llegaron nieves y vendavales y un día, ya mayor, volví a leer un libro de Maigret. Y de pronto, descubrí que me gustaba. Ítem más, que los que antes me gustaban ahora no querría leerlos.

    Desde entonces suelo leer las historias de Maigret. Pero, como que, aunque muchas, son contadas, me las raciono. No las busco y las devoro; no, lo hago entre lectura y lectura, en plan descompresión. Cuando uno lee a Tucídides y a Juvenal unos días y otros a Thimosenko y tratados sobre la resistencia del hormigón, entre una cosa y otra ha de leer algo más liviano, ¿no? Yo lo cierto es que no leo a Juvenal ni tratados sobre el hormigón, pero sí que lo que leo suele considerarse un ladrillo por la mayoría de los lectores. Y, ya saben, entre ladrillo y ladrillo algo ligero. A veces es una novela "clásica" (es decir, escrita hace 150 años, por ejemplo), a veces es una novela de ciencia ficción, a veces un "thriller" moderno y a veces, que ya digo que me las raciono, una novelita de Maigret.

    Las de Maigret son las que más me gustan. Ahora tengo a mitad un thriller cuyo título no recuerdo y cuyo autor tampoco, que es un petrecol de cientos de páginas, y no resiste comparación con Simenon. Y eso que el protagonista también es un comisario francés de la Policía Judicial, pero no es lo mismo. La gota que ha colmado el vaso ha sido el crimen que se cometía: ¿atroz? Eso es quedarse corto. Era un asesino en serie especialmente sádico. Pero es que el thriller anterior que leí, sobre el que luego se ha basado una exitosa serie de televisión, también tenía como malo a un asesino en serie ultra sádico. Este último, por ejemplo, era una pareja (cuando muere el padre le reemplaza el hijo, además) que llevaba innumerables años viviendo de lo siguiente: secuestraba a mujeres a poco de parir, las mataba y les quitaba el nonato (o si no estaban a punto de parir las mantenían con vida hasta entonces) y lo vendían en el mercado negro. Se sacaban una pasta, e iban moviéndose por todos los States manteniendo un esquema, como toda su vida vivían en negro oficialmente no existían, etc. etc. hasta que topan con la forense equivocada.

    ¡Caray qué complicado y qué truculento! Y, además, necesitan cuatrocientas páginas para contarlo. Simenon, en cambio, no. Se comete un crimen, y punto. Y en cien paginitas está todo resuelto. Simenon no necesita algo espectacular para enganchar al lector. Tampoco desribirlo todo hasta la extenuación ni meter tramas secundarias. Alguien muere, Maigret investiga, encuentra las amantes de todos, descubre el motivo, luego al asesino, y le atrapa (casi siempre). Fin. ¿Tonto? Quizás lo parezca, pero engancha.

    No sé, quizá la defensa de los escritores modernos de thrillers sea el mismo Simenon: escribió antes que ellos, luego eso ya estaba ahí. Ellos se han visto obligados a retorcer los casos, a buscar el más insólito todavía; porque, para todo lo demás, ya está Simenon. Ya digo, no sé. Puede.

    El caso es que hay dos cosas que me gustan sobremanera. Una, que no se extiende. A buen entendedor pocas palabras bastan, y siento como si Simenon como tal me tratara. 

    Y la segunda y principal, que me encanta cómo escribe. Porque quizá no lo parezca en un primer vistazo, pero cada obra es un lienzo en el Simenon nos cuenta cómo era la vida en aquel momento. Las fichas para llamar por teléfono, las esperas bajo la lluvia, el médico de cabecera, los coches, las estaciones de servicio, las conferencias, los aeropuertos, las cervecerías,... Y, sobre todo, la moral de la sociedad. Es como los decorados en las películas: están ahí, forman parte de la película, y si uno se fija en ellos advierte muchas más cosas de lo que sería el argumento principal. Me encanta cómo escribe Simenon.

    Me encantan las novelas de Maigret.





    Terence Trent d'Arby - Seven more days