miércoles, 26 de julio de 2023

Mis versículos favoritos XVII: la escena de la puerta

https://www.youtube.com/watch?v=RKJur8wpfYM 

 

 

El Libro del Génesis, el primero de los libros de la Biblia, es una caja de sorpresas. Muchas de sus historias son de las más conocidas de todos los tiempos: la costilla, la manzana, el arca de Noé, Sodoma y Gomorra... También los personajes principales, Adán y Eva, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José. Sin embargo, muy poca gente va más allá de los relatos famosos, no digo ya una lectura detenida, reflexiva, completa. Es una lástima, porque como digo, en el libro hay pasajes maravillosos.

Por ejemplo, la escena de la puerta.

No es una escena muy conocida; de hecho, sólo se lee en la liturgia el viernes de la XIII semana del tiempo ordinario cada dos años. Y no se lee completa, sino sólo el principio y el final:

Sara vivió ciento veintisiete años. Murió Sara en Quiriat Arba, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a hacer duelo por Sara y a llorarla. Después Abrahán dejó a su difunta y habló así a los hititas: «Yo soy un emigrante, residente entre vosotros. Dadme un sepulcro en propiedad, entre vosotros, para enterrar a mi difunta».

Después Abrahán enterró a Sara, su mujer, en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán.

Gen 23, 1-4.19

No se nota, pero falta algo: los versículos 5-18 y el 20. Y ahí está nuestra historia.

Esta escena ocurre con Abraham ya mayor, convertido en un próspero mercader que sin embargo vive fuera de su tierra de origen, recordemos que era caldeo de Ur y que se trasladó a vivir a Canaán, en la otra punta del mundo (de entonces). Y, como pasa en tantos sitios, no importa lo integrado que esté Abraham, el tiempo que lleve allí, para los lugareños de origen el otro siempre es un extranjero. Abraham cuenta con un enorme prestigio entre sus convecinos, que sienten que Abraham es una persona especial, alguien bendecido por su dios. Es rico y sus rebaños pastan en el territorio, pero es un extranjero. No tiene los mismos derechos que ellos. Y, como extranjero, no es dueño de tierras. Un extranjero es siempre una persona de paso.

Y Abrahám sabe que es extranjero, él mismo lo reconoce. Pero no quiere estar de paso. Quiere ser uno de ellos. Para eso necesita un terreno en propiedad, ¿y qué mejor excusa hay que la de un terrenito para enterrar a su mujer? Así que hace lo que se hace en esos casos: acude a la puerta de la ciudad. Esto no se dice explícitamente, porque en la cultura de ese tiempo no hacía falta: todos los asuntos comunes se trataban públicamente en la puerta, donde se reunían los ancianos (los sabios). Y también se deducirá más adelante.

El caso es que la operación es toda una exhibición de gestión oriental. Veamos:

Los hititas respondieron a Abrahán: «Escúchanos, señor; tú eres un príncipe de Dios entre nosotros. Entierra a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará un sepulcro para enterrar a tu difunta».

Hay que advertir, de entrada, que no es que los habitantes de Hebrón fueran los hititas que asociamos al imperio de Anatolia, es que en la antigua tradición israelita así llamaban a los habitantes originales de Canaán.

Y obsérvese lo que he escrito antes: los hititas (llamémoslos así) respetan mucho a Abrahán. Por lo tanto, cualquiera de ellos le cederá gustoso el sepulcro que desee, faltaría más.

Pero de lo de integrarse y ser uno de ellos, ni hablar. Sigue siendo un extranjero.

Toca a Abraham dar él el siguiente paso. Había empezado exponiendo su situación de extranjero y su problema como viudo reciente, y la respuesta que tenía había sido cortés pero no era la que necesitaba.

Abrahán se levantó, hizo una inclinación ante la gente del país, los hititas, y les habló así: «Si realmente queréis que entierre a mi difunta, escuchadme y suplicad en mi nombre a Efrón, hijo de Sojar, para que me venda la cueva de Macpela, que es suya y se encuentra en el extremo de su campo. Que me la venda al precio completo, ante vosotros, como sepulcro en propiedad».

Las cartas sobre la mesa. No quiere sólo un sepulcro prestado para enterrar a Sara, quiere uno en propiedad. Y no uno cualquiera sino uno que ya le echado el ojo, propiedad de Efrón.

Pero mantiene las formas: sigue apelando a la comunidad hitita, para que le apoye y consiga (la comunidad) que Efrón le venda la cueva. No que se la ceda, sino que se la venda.

Efrón estaba sentado entre los hititas. Efrón, el hitita, respondió a Abrahán de forma que lo oyesen los hititas y cuantos entraban por la puerta de la ciudad:

Resulta que... Efrón está delante. Abrahán ha empleado un circunloquio para hacer más cortés, más tragable su petición. Pero no engaña a nadie, desde luego no a los hititas.

«No, señor mío, escúchame: te doy el campo y te doy también la cueva que hay en él. Te la doy en presencia de mis paisanos; entierra a tu difunta».

En otras palabras: que no le vende la cueva. Le cede el sepulcro e incluso el campo que lo rodea, pero no hay venta.

¿O sí? Efrón se encuentra entre la espada y la pared, no puede conservar el sepulcro sin ofender a Abrahán (algo que no quiere hacer). Su respuesta es añadir, al sepulcro, el campo completo. Es mucho más de lo que pedía Abraham, él sólo quería la cueva que había en un extremo. Y aunque Abraham había dicho que pagaría el precio completo (es decir, lo que pidiese el vendedor, sin rebajas), no tengo claro la jugada de Efrón, si busca ganar lo más posible o si intenta que el coste disuada a Abraham. 

En cualquier caso, está claro que Abraham no puede aceptar que sea un regalo. A estas alturas de la negociación, se huele que la broma no le va a salir barata.

Abrahán hizo una inclinación ante la gente del país y habló a Efrón de forma que lo oyese la gente del país: «Escúchame tú, por favor: yo te doy el precio del campo, acéptalo y enterraré allí a mi difunta».

Efrón contestó a Abrahán: «Señor mío, escucha: el terreno vale unas cuatrocientas monedas de plata. ¿Qué es eso entre nosotros dos? Entierra, pues, a tu difunta».

Abrahán accedió a la petición de Efrón. Abrahán pesó para Efrón la plata de que éste había hablado en presencia de los hititas: unas cuatrocientas monedas de plata de curso entre mercaderes. Y así el campo de Efrón en Macpela, frente a Mambré, el campo con la cueva y todos los árboles dentro de sus linderos, pasó a ser propiedad de Abrahán, en presencia de los hititas y de cuantos entraban por la puerta de la ciudad.

Ha habido venta. Y no ha sido barata: los exégetas afirman que en aquel tiempo esa plata era una cantidad enorme. En aquel tiempo las monedas no eran cosa corriente: la gente normal solía hacer sus transacciones basándose en el trueque, y eran los mercaderes, los comerciantes de grandes distancias, los que sí manejaban las monedas.

Y Abrahán no solo es rico: es también hombre de palabra y acepta el precio exigido sin protestar. En la tercera entrada de esta serie (en este enlace) expliqué la teoría actualmente aceptada de los tres redactores del Génesis: está claro que el redactor de este pasaje es el sacerdotal, de ahí la detallada descripción del trato, el campo, la cueva y todos los árboles que estaban dentro del campo. Un contrato legal.

Y entonces Abrahán enterró a Sara, como se nos cuenta en misa. Con un detalle adicional, un último versículo:

Y así el campo con la cueva pasó de los hititas a Abrahán como sepulcro en propiedad.

Gen 23, 20

¿Qué importancia tiene este pasaje en el Génesis? Porque, los estudiosos están de acuerdo, el relato en sí es mucho más antiguo que el Génesis, era uno de los mitos históricos de los israelitas. Pero los judíos no rendían culto a los muertos, se les enterraba y ya está, a otra cosa. Tampoco sirvió de base a futuras reclamaciones de propiedad, en ningún momento de la Biblia se insinuó siquiera algo por el estilo. ¿Entonces?

Lo cierto es que no sólo Sara fue enterrada allí. También Abraham, su hijo Isaac y su esposa Rebeca, y el hijo de estos, Jacob, y su esposa Lía. ¿Raquel? No, Raquel no. Raquel murió tras el parto de Benjamín y fue enterrada en el camino de Efratá, hoy Belén, y Jacob marcó su tumba con una estela.

El sepulcro fue famosísimo: se conservan columnas precristianas en él, prueba evidente de que hace milenios que se le considera un lugar santo. Hoy hay una mezquita sobre él (prueba adicional de que Hebrón no está ahora donde estaba entonces, pues no se enterraba a la gente en la ciudad, el campo estaba alejado), y es también un lugar especial para los mahometanos. Está celosamente guardado y, es comprensible, no se pueden hacer excavaciones arqueológicas.

Pero si no tenía interés como santuario porque no se daba culto a los muertos, y no se usó como argumento de propiedad, ¿qué interés tenía? Para los judíos, estaba clarísimo:

Dios prometió a Abraham y sus descendientes la tierra de Canaán. Esa tierra iba a ser suya. Y, desde luego, Abraham y los patriarcas vivieron en Canaán. Pero Abraham era extranjero: vivía en Canaán, pero esa tierra no era suya. La cueva de Macpela sí. Y allí se cumplió en ellos la promesa: reposaron en una tierra que sí era suya.


Un detalle curioso: Jacob murió en Egipto, y el Génesis lo cuenta así:

Luego les dio estas instrucciones: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela frente a Mambré, en la tierra de Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas».

Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos. 

Gen 49, 29-33

La verdad es que es enternecedor cómo mueren los patriarcas. 

 

 

W. A. Mozart - Misa de réquiem: Dies Irae

martes, 25 de julio de 2023

Pensamientos tras las elecciones

«En el futuro inmediato lamentaremos no habernos centrado en lo importante».

 

Anteayer fueron las elecciones. Y se cumplió el tópico: ganaron todos. Unos, porque ganaron. Y los que perdieron, porque en realidad fueron los verdaderos ganadores: si no se repiten elecciones estas navidades, el gobierno lo formarán los partidos que perdieron.

Lo primero que me llama la atención es la pérdida de la inocencia global. Hace 4 años, en 2019, se nos hacía impensable que los comunistas estuvieran en el gobierno y que los bilduetarras y los separatistas catalanes fueran los socios parlamentarios que lo sostuvieran. Tan impensable se nos hacía, que Sánchez se desvivía (en campaña) por negar que pactaría con ellos: que si no podría dormir, que si quiere se lo repito veinte veces, que si clarísimo que fue delito y que conmigo se van a enterar y que no indultaré y todo eso. Pactó, repitió los pactos todas las veces que quiso, indultó, eliminó el delito de sedición, rebajó la malversación, pervirtió los estamentos que tuvo que pervertir, etc., y el resultado es que ahora a nadie le espanta el que haya comunistas en el gobierno y que los separatistas vascos y catalanes partan el bacalao: ahora a la fiesta se va a unir la tropa de Puigdemont, y lo único que nos preguntamos todos es el precio que se les pagará por sus votos, nos pica la curiosidad por saber la forma en que se amnistiará a Puchi. Hoy, en 2023, estos partidos han sido blanqueados hasta el punto de que son ellos los que dictan qué partidos son demócratas y quiénes no. Y los socialistas no tenían ningún empacho en reconocer públicamente que pactarían con los antaño prohibidos. Hasta el punto de que, en estos días de cábalas y quinielas, todos los medios dan por sentado e indiscutible que el PSOE pactará con Sumar (que yo sepa: Podemos, Izquierda Unida, Más País, En Comú Podem, Compromís, MES, Chunta Aragonesista et altres), ERC, Bildu, PNV, BNG y Junts. Como detalles menores, hace un mes el PSOE le arrebató a los de Puchi la alcaldía de Barcelona, que ya daban por ganada (el famoso «Que us bombin a tots!» soltado al encajar el golpe), y les echaron de la Diputación de Barcelona; los de Puchi se lo van a cobrar. Como segundo detalle menor, ERC gobierna en minoría en Cataluña, con un apoyo soterradito de los socialistas: a partir de ahora, ERC podrá contar los diputados socialistas como suyos, y pasa de estar en minoría a tener una potente mayoría.

En segundo lugar, hay que hablar de mantras. Estas elecciones, de lo que han ido, es de qué mantra se imponía al otro. Porque, a mi derecha, con calzón oro y 70 kg de peso, estaba el mantra de que no se puede pactar con los filoetarras y separatistas vascos y catalanes. La mitad de la parroquia confiaba en que ese mantra se impondría, y la derecha ganaría las elecciones. En la izquierda, en cambio, con calzón azul y 130 kg de peso, estaba el mantra de que los de la derecha eran la ultraderecha de 1933 y que se avecinaba la mayor distopía que se le ocurriera a nadie. Como se sabe, ganó el mantra de la izquierda, el miedo a que gobernase la derecha fue mayor a la repulsión que provocaba el que gobernasen los filoetarras y separatistas. O más bien no, porque sí hubo más votantes del mantra de la derecha que del de la izquierda, pero ha habido suficientes votantes del mantra de la izquierda para que sea la izquierda la que gobierne. Ya que a los votantes de ese mantra se les unen, lógicamente, los filoetarras y separatistas.

Pero es que era de esperar: hasta el principal partido de la derecha se ha pasado la campaña clamando que no hay nada peor que gobernar con el otro partido de la derecha. En vez de decir que el otro partido no es el demonio, que tienen ideas tan aceptables como las demás y que en lo sustancial están de acuerdo o casi de acuerdo en la mayoría de temas.

Por cierto, y saliéndome un poco del hilo, ¿qué mosca le ha picado a los del PP con los de Vox? ¿A qué tanto encono en no juntarse? ¡Si los votantes de uno y otro son intercambiables, los mismos que un día podrían votar a unos en otra ocasión lo podrían hacer a los otros! Yo creo que la explicación es el origen de Vox: son los que tenían conciencia en el PP, los que no aceptaron la contemporización de los cuadros, el que se transigiera con muchas cosas. Los que no entendieron que se votara en contra de una ley pero luego no se derogase cuando se pudiera. Los que acabaron no pudiendo compartir partido con los maricomplejines peperos. Y, claro. Juntarse con ellos... ¿cómo les miras a la cara?

Volviendo a lo que estaba, es asombroso cómo la idea de que gobierne Vox es inaceptable, y de que gobiernen los comunistas, los filoetarras o los separatistas no. La misma pertenencia, uno puede alardear de ser de izquierdas, pero no de derechas. Eso ha de callarse, no alardear.

Otra idea que me ronda es que me parecía que el PP no sabía, realmente, quién era su enemigo. O tal vez sí, lo que es aún peor. Se han pasado la campaña atacando al sanchismo. Diciendo que hay que eliminar el sanchismo, y que sin Sánchez el mundo será maravilloso. La realidad es que Sánchez es el PSOE y el PSOE es Sánchez, Sánchez no es un usurpador que ha birlado el cargo de mandamás a la persona que en realidad el partido querría. Sánchez ha hecho toda su carrera vital en el PSOE. Es lo que produce el PSOE. Conoce en lo profundo a su partido. El sanchismo es el PSOE en el poder, no hay más. A mí la impresión que me ha dado en la campaña es que el PP era, aunque no lo dijera, el PSOE bueno, mientras que el partido de Sánchez era el PSOE malo.  Vota PP y haremos lo que habría hecho el PSOE, pero bien, que por eso somos el PSOE bueno. Si se mira así, los peperos no son unos maricomplejines, son los mismos socialistas del otro lado pero los buenos. Cuanto más lo pienso más me convence.

 

Quién sabe, tal vez Sánchez no pueda comprar todos los votos que necesita y haya entonces repetición de elecciones. Da igual, mientras ser de derechas sea algo reprobable, vergonzoso, machista, maltratador, explotador y potencial paseador nocturno de probos trabajadores cuyos cadáveres dejaría abandonado en las cunetas, y ser de izquierdas sea ser progresista, alguien que quiere que el país avance, alguien que defiende los derechos de las personas, de los pueblos, de las lenguas y de los países, un auténtico ser de luz, pues qué quieren que les diga. Mientra media España piense que la otra media es su enemigo.

 

lunes, 17 de julio de 2023

Mentiras y no mentiras

https://www.youtube.com/watch?v=T7cv510fSIk 

 

 

«Populismo es prometer una cosa que sabes que no puedes cumplir con el propósito de obtener una ventaja».

 

 

Ha causado estupor, cuando no reflexión, la declaración de Pedro Sánchez en su entrevista en Onda Cero, que le preguntaron que porqué mentía tanto y respondió que él no mentía, sólo "cambiaba de opinión". O rectificaba, que según dicen es de sabios. Y citó ejemplos de otros gobernantes que habían hecho cosas parecidas. Mentía, claro, porque algunos de esos gobernantes no habían dicho lo que él decía que habían dicho, y porque las cosas no fueron como él las contó. Pero a estas alturas de la película no le llevamos las cuentas de sus mentiras, así que no se lo reprochamos más.

La reflexión es si cambiar de opinión no es mentir. Pongamos que prometí que iría a visitar a cierto pariente este verano, y que no voy a visitarle. ¿Mentía cuando lo dije? Si en aquel momento sabía que no iba a ir, sí. Si en verdad tenía intención de ir, pero luego personas que influyen en mí me hacen ver la conveniencia de no ir y cambio de opinión, por ejemplo, entonces no; lo que pasa es que en ese caso mi palabra habrá quedado comprometida, y se podrá decir de mí que no soy un hombre de palabra, que no cumple lo que promete. Pero no que sea un mentiroso.

Pero en este caso la reflexión no puede ser esa, porque omite un dato fundamental: que estamos hablando de Pedro Sánchez. Si todas las veces que ha hecho lo opuesto a lo prometido se debe a cambios de opinión, este hombre cambia de opinión con una frecuencia y velocidad tremenda. Puede pedir una ensalada y cuando se la traen decir que no, que quiere un gazpacho. Pero no es solo eso. Cualquiera de nosotros, cualquiera de los gobernantes que citó como cambiantes de opinión, pasa un mal trago cuando reconoce que hace lo contrario de lo que dijo que haría. Felipe González cambió de opinión respecto a la pertenencia de España en la OTAN, y bien que se arrepintió de haber defendido la no pertenencia. Pero Sánchez no. No siente el más mínimo pudor en "cambiar de opinión". No da explicaciones al respecto. No pide perdón, no reconoce que ve las cosas de forma distinta, ni siquiera reconoce que antes hubiera dicho otra cosa, para él lo dicho en el pasado es algo perdido ya en la nebulosa de los tiempos, algo que no existe. No se siente comprometido por sus palabras anteriores. Y siempre, siempre, el "cambio de opinión" le permite conservar más tiempo el poder. Hasta el punto de que, y esto es el sentir general, los "cambios de opinión" no se ven provocados por un verdadero cambio de opinión, sino por un ¿cómo decirlo? "cambio de qué le interesa más opinar".

¿Mentía, pues, Pedro Sánchez? Pues sí y no. No mentía en tanto en cuanto él de verdad creía lo que decía: no iba a pactar con Podemos (cambió de opinión horas después de cerradas las urnas), no iba a pactar con Bildu, la ley del sólo sí es sí es perfecta, lo del octubre del 17 fue un intento de golpe de estado, no se va a rebajar el delito de malversación, no va a haber indultos, no se van a adelantar las elecciones,... Lo que pasa es que Pedro Sánchez opina lo que las personas que él necesita que le apoyen quieran que opine. Si necesita los votos de los españoles, opinará lo que opine la mayoría. Si necesita los votos de ERC, lo que quieran ellos. Y si no necesita los votos de nadie, entonces hará lo que le apetezca, haya dicho lo que haya dicho. Y así siempre. Es una mentira andante. 

Pedro Sánchez es la encarnación del desprecio a la verdad y a la palabra dada, son conceptos que para él no tienen ningún valor. El problema es que es el presidente del Gobierno, nuestro mandamás, y se quiera o no marca estilo. EL resultado final es que en España, a estas alturas de la película, la verdad cotiza bajo y nadie aprecia menoscabo en el honor de nadie que el segundo no cumpla lo que dijo que cumpliría. Ésta sí es una degradación moral que debería importarnos. Importarnos mucho.

 

 

 

Pablo Milanés - De qué callada manera (versión de Magos & Limón)

martes, 11 de julio de 2023

El último de San Fermín

https://www.youtube.com/watch?v=cPqU4M-2y1k 

 

 

Todos los que participan en los encierros de Pamplona (y digo de Pamplona porque son los encierros por antonomasia) son unos valientes. Tal vez no todos, claro,  si contamos participar a estar en la calle que da a la plaza y nada más oír el cohete echar a correr y largarse. Pero, en general, todos los que esperan a oír la primera esquila y a la marea de corredores para arrancar lo son. Unos más que otros, pero todos mucho más que la mayoría de nosotros.

Ahora bien, hay unos pocos que son, en mi opinión, los más valientes. Y uno de ellos, el más valiente, y además creo que lo tengo identificado desde hace años.

Correr los encierros, si se tiene valor, es relativamente fácil: cuando llega el chorro de corredores, hay que sumarse. Intentar ponerse cerca del toro, aguantar unas decenas de metros y apartarse. Si te caes, mala suerte, pero es que hay mucha gente. La clave, aquí, es que haya esa gente. Ellos te animan a quedarte esperando al toro, te dan valor, te sientes protegido. Te esconden del toro, te camuflan, el toro no te ve ni te distingue aunque estés dos pasos delante suyo, el toro sólo quiere salir de ahí y que te quites de su camino. Si no hubiera esa gente, o si esa gente fueran solo cuatro gatos mal contados, ¿quién se atrevería a correr? Si en vez de correr 6.000 personas el encierro y quejarse todos de la masificación y de que no han podido encontrar hueco y que les empujaban y le molestaban hubiera solo 60 corredores en el recorrido, ¿alguno de ellos se atrevería? No, claro que no. Necesitan a la manada de corredores, y cuanto más grande mejor.

Con una excepción. Hay unos pocos corredores que no. Fíjense bien en la próxima retransmisión televisiva, y los verán. 

Me refiero, es obvio, a la primera línea. Salen los toros del toril y enfilan la cuesta de Santo Domingo. A 80 metros está la masa compacta de mozos. En que suena el cohete, la gran mayoría echa a correr. ¡Que vienen, que vienen! Pero hay una primera línea de mozos que no corre. Al contrario, lo que hace es citar a los astados. Y los esperan. Los toros echan a correr, y en esa fila quedan cada vez menos corredores. Uno a uno, todos van girándose y arrancando sus esprints. Estos mozos no se protegen entre el gentío de los corredores, no. Ellos llaman a los morlacos y esperan. Esperan hasta que no lo resisten más y echan a correr. Pero ¿y el último de ellos? Ese, en el último instante, se encuentra citando a los toros él solo. Sus compañeros, todos, se han dado la vuelta y se han largado. Sólo queda él. Un segundo más, un último cálculo de a qué distancia están y si he de largarme ya, y será su momento de arrancar. Pero, en ese segundo, sólo está él. Sólo él ha aguantado, a pie firme, mientras seis bravos se le acercan a la carrera.

Para mí, ese mozo es el más valiente de todos. 

 

 

 

Norman Greenbaum - Spirit in the sky