martes, 11 de julio de 2023

El último de San Fermín

https://www.youtube.com/watch?v=cPqU4M-2y1k 

 

 

Todos los que participan en los encierros de Pamplona (y digo de Pamplona porque son los encierros por antonomasia) son unos valientes. Tal vez no todos, claro,  si contamos participar a estar en la calle que da a la plaza y nada más oír el cohete echar a correr y largarse. Pero, en general, todos los que esperan a oír la primera esquila y a la marea de corredores para arrancar lo son. Unos más que otros, pero todos mucho más que la mayoría de nosotros.

Ahora bien, hay unos pocos que son, en mi opinión, los más valientes. Y uno de ellos, el más valiente, y además creo que lo tengo identificado desde hace años.

Correr los encierros, si se tiene valor, es relativamente fácil: cuando llega el chorro de corredores, hay que sumarse. Intentar ponerse cerca del toro, aguantar unas decenas de metros y apartarse. Si te caes, mala suerte, pero es que hay mucha gente. La clave, aquí, es que haya esa gente. Ellos te animan a quedarte esperando al toro, te dan valor, te sientes protegido. Te esconden del toro, te camuflan, el toro no te ve ni te distingue aunque estés dos pasos delante suyo, el toro sólo quiere salir de ahí y que te quites de su camino. Si no hubiera esa gente, o si esa gente fueran solo cuatro gatos mal contados, ¿quién se atrevería a correr? Si en vez de correr 6.000 personas el encierro y quejarse todos de la masificación y de que no han podido encontrar hueco y que les empujaban y le molestaban hubiera solo 60 corredores en el recorrido, ¿alguno de ellos se atrevería? No, claro que no. Necesitan a la manada de corredores, y cuanto más grande mejor.

Con una excepción. Hay unos pocos corredores que no. Fíjense bien en la próxima retransmisión televisiva, y los verán. 

Me refiero, es obvio, a la primera línea. Salen los toros del toril y enfilan la cuesta de Santo Domingo. A 80 metros está la masa compacta de mozos. En que suena el cohete, la gran mayoría echa a correr. ¡Que vienen, que vienen! Pero hay una primera línea de mozos que no corre. Al contrario, lo que hace es citar a los astados. Y los esperan. Los toros echan a correr, y en esa fila quedan cada vez menos corredores. Uno a uno, todos van girándose y arrancando sus esprints. Estos mozos no se protegen entre el gentío de los corredores, no. Ellos llaman a los morlacos y esperan. Esperan hasta que no lo resisten más y echan a correr. Pero ¿y el último de ellos? Ese, en el último instante, se encuentra citando a los toros él solo. Sus compañeros, todos, se han dado la vuelta y se han largado. Sólo queda él. Un segundo más, un último cálculo de a qué distancia están y si he de largarme ya, y será su momento de arrancar. Pero, en ese segundo, sólo está él. Sólo él ha aguantado, a pie firme, mientras seis bravos se le acercan a la carrera.

Para mí, ese mozo es el más valiente de todos. 

 

 

 

Norman Greenbaum - Spirit in the sky 

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