sábado, 17 de febrero de 2018

Canela en rama




Voy a escribir una serie (breve, de tres) artículos sobre EE.UU. y su querencia por las armas, ante la tibia reacción en ese país por el tiroteo escolar de esta semana. Como estamos en Cuaresma, tiempo religioso que precede a la Semana Santa, he pensado acompañar los artículos con marchas procesionales sevillanas; pero mientras las escuchaba he llegado a la conclusión de que música tan soberbia no puede dejarse caer así como así. Una glosa es necesaria.

Aviso: el contenido de este artículo es de carácter religioso. Si esto no es lo suyo, no siga leyendo.

La primera pieza, que acompaña a este artículo y que usted debería escuchar mietras lee, es "Virgen del Valle". 

Mi tío Pepe era de la cofradía del Valle. Y algunos de sus hijos, mis primos. Hábitos morados (puede que no sea ése el nombre exacto del color, quizá "cárdeno", no sé).  Sale el Jueves Santo por la tarde.

La pieza es de las más populares y seguro que figura en todas las recopilaciones de marchas sevillanas. Lo que pasa es que las grabaciones no le hacen justicia, porque les faltan dos elementos fundamentales.

A partir de aquí me baso en recuerdos personales. De niño estuve varias veces en Sevilla, en Semana Santa; no son actos para niños. Luego volví de joven, y eso fue en 1983. Hace 35 años, vaya. Desde entonces no he vuelto, y ahora... ahora me temo que ya no tengo edad para volver. Porque para disfrutar la Semana Santa en Sevilla hay que estar en forma (y contar con un grupo dispuesto a ello). 

Muchas personas dicen que han estado en Sevilla en Semana Santa. Y será verdad, pero no significa que hayan vivido y sentido lo que es. Yo he estado en el Museo del Prado. Y en Louvre, en el British Museum, en el Kunsthistorisches Museum de Viena, en los de Berlin, Munich... en tantos que muchos ni los recuerdo. Casi seguro que en ellos he estado toda una mañana, pero sólo una mañana. ¿Ustedes creen que dedicando una mañana al Louvre se ha visitado el Louvre? ¿Creen que se conoce el Louvre o se ha disfrutado de lo que el Louvre puede ofrecer? Pues es lo que le ocurre a la mayoría de las personas con la Semana Santa de Sevilla. Tuve un amigo, muy capillita en Zaragoza, que se fue de luna de miel a Sevilla a propósito. ¿Qué tal?, le pregunté a su vuelta. Fenomenal, me contestó, las he visto todas. En primera fila. El muy inútil había alquilado sillas en la carrera oficial y allí se las zampó todas, de la primera a la última. Como creer que recorriendo El Pueblo Español en Montjuic se conoce España.

El primero de ellos, es el runrún de la gente. El ruido. Es inevitable. La gente guarda silencio, escucha, pero aun así hay un runrún de fondo que lo llena todo. Oir la grabación, sin oir el rumor de las personas cercanas, sin estar apretado en medio de una bulla, intentando mantener el contacto con los acompañantes a la par que intentando progresar hacia una posición mejor o, sin más, una postura más cómoda... debe de ser como ver fuegos artificiales por televisión. No es una experiencia completa.

El segundo de ellos es el silencio. Escuche la música. Fíjese en los tambores. Tocan muy bajito, de fondo. Llevan un ritmo acompasado que evoca... Ahora le explico.

El momento cumbre en una procesión es, diría, la entrada en su iglesia titular. Terminan, y por ello dan todo lo que les queda. Si les queda un gramo de fuerza, lo gastarán entonces.  Los pasos en Sevilla son muy grandes, y las puertas de las iglesias no suelen serlo. Entrar una obra de arte de 2.000 kg que mide tres metros y medio por una puerta que hace tres metros cincuenta y cinco (números dados como ejemplo) no es fácil. Cuente que la obra de arte la meten cincuenta personas empujando a la vez, ninguna de las cuales ve por dónde va, y que a duras penas escuchan la voz del capataz. El capataz está fuera, pero él tampoco ve bien: el paso es demasiado grande, demasiado alto. La puerta es curva quizá, y puede pegar en varios puntos. O el atrio es estrecho y hay, por lo tanto, dos líneas de puerta. Tampoco ve los laterales. Tiene, eso sí, unos ayudantes, uno en cada esquina, que intentan indicarle cómo va la cosa por su lado. Pero no tiene margen de error, y cuando los cincuenta costaleros arrimen el hombro y se muevan...

El mejor sitio para ver ese momento es pegado a la puerta. El público, por supuesto, no puede entrar en la iglesia. Habŕa quien lleve horas guardando el puesto, habrá quien haya llegado con la cabecera de la procesión, habrá quien llegue en ese momento. Todos luchan por mantener la posición, progresar hacia la puerta.  Bien, si usted consigue acercarse lo suficiente, se quedará callado. Como todos. Escuchando. ¿Y qué oirá? Puede que la voz del capataz: "Manuel, ¿me oyes? Esta levantá va por...¡A ésta! ¡Izquierda atrás!" Pero el sonido clave es... el arrastrar de las alpargatas de los costaleros en el entarimado. Porque para entrar a la iglesia, como es normal, hay que subir unas escaleras. Pero la procesión no sube escaleras, así que éstas se salvan con un entarimado de madera ¡Ah, pisar ese entarimado! No sabe nadie que no sea cofrade lo que es pisarlo. Es la señal de qe ha terminado, que por fin se ha llegado. ¡Qué sensación más dulce es pisarlo, se lo aseguro! Y qué diferente de la del principio de la procesión, cuando pisarlo significaba todo lo contrario, el vamos allá, el por fin estamos en la calle que anhelará todo cofrade desde que terminó la procesión del año anterior.

Para mí, ese arrastrar, ese sonido de la madera, ese caminar de todos los costaleros a la vez, me lo evocan los tambores.

Y si usted está suficientemente cerca, y está atento, y sabe qué tiene que percibir, oirá todo eso. Olerá el incienso, el aroma de las velas que han pasado, la cera derretida que lo rodea todo, las flores del paso. Y el azahar. Y sentirá la presión. La presión física de las personas que le rodean, sí, pero también la expectación. La atención de todos los asistentes, porque va a ocurrir algo mágico que quizá no vivirán una segunda vez. Esa expectación está en el aire, la siente. La oye en el silencio. Y cuando cree que por fin empiezan... suena una saeta. ¿Quién la canta? No lo sé. Puede que alguien que haya convenido el acceso al balcón de enfrente con los dueños de esa casa, que haya avisado al cetro de la cofradía de sus intenciones. O puede que sea un espontáneo, que haya conseguido acercarse (hasta donde haya podido acercarse) y canta con la fuerza que le da su devoción y, quién sabe, su desesperación.

Y quizás a esa saeta le siga una segunda, de otra persona. Incluso una tercera. Si va usted como turista, "typical spanish". Pero si entiende usted lo que está pasando, notará el fervor. La religiosidad es, en algunas personas, cosa muy simple. Sin boato, sin ceremoniales ni extraños ritos. Sin palabras largas, sin plantearse los misterios. Hay personas sencillas, sin estudios, sin formación. Que no saben desentrañar los entresijos de los textos sagrados, y que sin embargo entienden lo básico. Que Jesús, un hombre honrado, justo, que no hacía daño a nadie. Al que los poderosos prendieron, torturaron y condenaron. Al que le hiciero cargar su propia cruz camino del calvario para allí acabar con él definitivamente. Y su Madre le acompaña en ese trance y asiste impotente. Que no puede hacer nada y llora. El saetero sabe todo eso, y llora. Le llora a jesús, compadecido. Le llora a su Madre, compadecido también, o le pide que haga algo, no como madre del hombre sino como Madre de Dios, no sé.  Lo que cante en su saeta.

Y el pueblo, la gente, usted y todos los que estarán con usted, escucharán con atención.

Mi abuelo Julio, contaba mi madre, decía que el objeto principal de las cofradías semanasanteras es llevar al menos una vez al año la imagen de Dios y de la Virgen a aquellos que jámas irían a verlas. Por eso salen a la calle. Quién sabe si en el camino de la procesión algún desalmado de ésos que jamás pisarían una iglesia se cruzará con la imagen del nazareno y, siquiera por un instante, piense en Él, y quién sabe si fruto de ese instante... El cofrade nunca sabrá si esto ocurre o no, pero sólo por la posibilidad de que sí ocurra debe intentarlo. Y, cada año, las cofradías salen a las calles.

Pues todo esto es lo que no atrapan las grabaciones. ¿Cómo podrían? Pero si usted ha estado allí y mantiene sus recuerdos, esta música se los evocará. Y disfrutará en ello.



Cada año, miles de personas viajan a Sevilla para conocer o disfrutar de su Semana Santa. Sí, ya sé que es lo más que pueden hacer, como los turistas que viajan a África o a Indochina. Pero si usted tiene deseos de conocerla lo más que pueda, permítame unos consejos.

En primer lugar, la Semana Santa es un hecho religioso. Si no es usted creyente, no siga leyendo. Para usted, la Semana Santa no son más que ritos etnológicos con un fuerte componente de espectáculo callejero y una indudable belleza plástica. Para los que sí lo son, usted se ha quedado sólo en el envoltorio. Podrá ser un gran experto y saberlo todo, pero será como la persona que ve a dos enamorados besarse.

En segundo lugar, la Semana Santa sevillana es lo máximo. Así que no se puede empezar ahí. Antes de ir a Sevilla hay que estar enseñado, hay que aprender en otras semanas santas. La sevillana es tan intensa, tan rica en matices y sensaciones, que si no está preparado se las va a perder.

En tercer lugar, le parecerá una chorrada pero un dato, que para los conocedores es vox pópuli, para el resto es desconocido y es fundamental. En Sevilla cada cofradía sale una vez (y eso si no cancelan la procesión por lluvia, vaya preparado para asumirlo), y la procesión consta de tres partes: de la iglesia a la carrera oficial, la carrera oficial (de la Campana a la catedral), y de la catedral a su iglesia, de vuelta. La carrera oficial tiene un horario que hay que cumplir (incumplirlo obligaría a retrasar a la cofradía siguiente, que ¿cómo va a a estar esperando, en la calle, a que usted llegue?), así que el primer tramo también tiene un horario. Interno, pero horario. En cambio, hecha la carrera oficial, la cofradía es libre. Y si quiere tomarse su tiempo, se lo toma. Por lo tanto, si usted no puede o no quiere caminar, vaya a la carrera oficial. Verá un procesionar de miles, uno detrás de otro.  Si quiere verlos y puede caminar pero no trasnochar, busque a la cofradía en su primer tramo. Si le indican bien, hay puntos con mucha calidad. Pero si quiere usted disfrutar de los momentos mágicos que sólo en Sevilla encontrará, las tendrá que buscar de vuelta a sus iglesias.

Tengo entendido que esto ya no es así. Yo escribo de "antes", de cuando las cofradías (¿56?) "cabían" dentro del horario dispoible en la carrera oficial. Pero el número de cofradías ha crecido, y no hay hueco para todas. También concurre que se radican en barrios alejados del centro, a 10 km o más: les es físicamente imposible ir a la catedral. Sin embargo, y recalco que a éstas no las he visto nunca, aunque las cofradías nuevas también son sevillanas (con el nivel mínimo que esto implica), no son las procesiones de las que estamos tratando.

En cuarto lugar, aunque usted se considere en forma y preparado, no puede asistir a toda la semana. Cual viaje organizado en autobús por Europa, Barcelona Milán Venecia Viena Praga Munich Ginebra, al final uno no se entera de lo que está viendo... ni le importa. Darse un atracón y tragar más de lo que se puede digerir no es disfrutar de una comida.

Mi consejo, si usted se siente fuerte, es que aterrice en Sevilla el Miércoles Santo. Se habrá perdido muchas, y lo siento por la Amargura y la Paz, que salen el Domingo de Ramos. Si se cree con fuerzas, vaya el Martes Santo. Verá a los Estudiantes (es que mi primo Carlos es de ésta) y a la Santa Cruz, por ejemplo. Pero el miércoles tiene ya mucho para ver. San Bernardo, la de mi tío Julio, es un must. La Sed y la Lanzada. Y los Panaderos, como aperitivo. Piense que saldrá de casa a las ocho de la noche y que volverá a las dos de la madrugada o más tarde aún. Habrá visto unas cuantas cofradías, y sobre todo le habrá servido de calentamiento para lo que le espera el día siguiente.

El Jueves Santo, cuando se levante a mediodía, desayune/coma bien. Descanse y eche una siesta. Planifique el orden, busque unos momentos de descanso y salga a la calle. Empiece quizá por el Valle, es una procesión corta. O los Negritos. Porque ésas es otra: debe saber primero qué procesiones son cortas y cuáles durarán doce horas. Y cuáles rodarán siempre el centro y cuáles se iran a barrios alejados. En el caso del Jueves Santo, tranquilo, las verá. Y luego empalmará con las de la madrugá. Las que salen de madrugada. A las doce, a la una. Las más antiguas cofradías (en Sevilla las cofradías salen por orden de antigüedad: las más antiguas, en la madrugá).

Si sólo va a estar una vez en Sevilla, debe verlas todas esa noche: el Silencio, el gran Poder, la Esperanza Macarena, la Esperanza de Triana, los Gitanos y el Calvario. Olvídese de ver entrar a la Macarena, en su Basílica, por la mañana: es usted de fuera y no tiene ninguna oportunidad. O con la Esperanza, cruzando el río. Pero quizá se tope con ellas, camino de sus barrios.

Y el Viernes Santo debería ser su último día. El Sabado Santo estará demasiado cansado, habrá visto demasiadas cofradías para no ser sevillano, demasiadas emociones pendientes de asimilar. Pero el Viernes Santo no se lo puede perder. El viernes sale el Cachorro, la cofradía de mi familia, la O, la Soledad,... y la Sagrada Mortaja. Sí, si ha llegado hasta aquí, la llegada de la Sagrada Mortaja a su iglesia debería ser su principal objetivo. ¿Por qué? Pues...

Ésta es la puerta de la iglesia, según captura de google Street View:


Y le advierto: para ver la entrada sólo tendrá una oportunidad, porque sólo llevan un paso.

En este vídeo de youtube apreciará mejor el problema:


Fíjense, al final, que hay un tipo junto a la esquina de la jamba. 

Yo he estado allí. Impresiona.




Lo dicho. Canela en rama.



Marcha procesional sevillana - Virgen del Valle

martes, 13 de febrero de 2018

Hans Zimmer, Dunquerque y Elgar




He oído hoy, en la radio, que es posible que Hans Zimmer gane este año el Oscar a la mejor banda sonora por su trabajo en la película Dunquerque.

He visto la película Dunquerque. En la sala oscura de un cine es muy, muy recomendable. Es una película estupenda que intenta reflejar la enormidad de la retirada de Dunquerque. La enormidad, en todas sus facetas. Esta enormidad necesita de una sala de cine, de una pantalla gigante, de un sonido atronador, de una oscuridad total. Es triste que todo esto se perderá una vez deje de exhibirse y pase a verse sólo en la pequeñez de los hogares (cuando no en la de los ordenadores o, peor aún, las tabletas y los teléfonos móviles). Pero así son las cosas.

Cuando vi la película, no reparé en la banda sonora. Formaba parte de un todo, y era el todo lo que me atronaba. Ahora que oigo la música sólo, mientras escribo este artículo (si usted pincha en el enlace del principio también podrá oirla), percibo su grandiosidad. Es una banda sonora excelente.

Pero no merece el Oscar, ni mucho menos.

Hans Zimmer es un compositor de  bandas sonoras de películas estupendo. A mí me conquistó con Gladiator, pero ha hecho muchas otras cosas dignas de reseña. Por ejemplo, El Rey León. Marea Roja me chifla, su banda sonora es maravillosa. Y alucino con Black Hawk derribado. Son películas que me gustan ori con el volumen al máximo posible.

Pero Zimmer tiene un defecto que a mí me molesta especialmente. Ya lo mencioné de pasada en este artículo de septiembre de 2013, en el chascarrillo final: Zimmer copia. A menudo, incluso a sí mismo: en muchas películas emplea fragmentos de piezas de otras películas. O eso, o a mí me suenan igual.

En el caso de Dunquerque, es Elgar la fuente de su inspiración. En concreto, la variación Enigma nº 9, "Nimrod"... que precisamente empleé como banda sonora en el artículo que les escribí ayer. Por eso, cuando hoy en la radio pusieron la pieza de Dunquerque, pensé que estaba oyendo a Elgar. Pero no, era Zimmer. He investigado en Internet y, efectivamente, Zimmer usa la pieza de Elgar como motivo musical durante casi toda la obra. Como muy bien se explica en este artículo: http://enigmathemeunmasked.../cameos-of-elgars-nimrod-in-nolans. De hecho, parece ser que la inspiración está oficialmente reconocida (como para no estarlo, claro).

En definitiva: sí, la banda sonora es realmente excelente. Como no voy a pensarlo, fan de Elgar como soy. Pero su grandeza no viene de una inspiración original. Así que yo creo que la academia americana no debería premiar este trabajo como lo mejor del año. Claro que yo no sé qué más películas compiten. A saber lo que hay por ahí.

Lo que no quita, insisto, para que les recomiende que escuchen la banda sonora. Es que es muy buena.



Hans Zimmer - Dunquerque (banda sonora de la película)

lunes, 12 de febrero de 2018

Imperativo legal



Comienza el nuevo periodo "legislativo" en Cataluña. Algunas cosas, que en otros lugares y/o momentos no se verían normales, aquí sí lo son.

  • El partido que obtiene más votos y más escaños es ninguneado. Como si no existiera. Los supremacistas dan por hecho que el Parlamento, al igual que las calles, será siempre suyo y actúan en consecuencia.
  • Cuando se reúne por primera vez la cámara, se nombra una "mesa de edad": el diputado más viejo y los más jóvenes. Esta mesa de edad preside y coordina la primera votación, que es elegir al presidente del parlamento. Los cargos de la mesa de edad son rutinarios y protocolarios, y no deben tener ninguna trascendencia: han de ser una anécdota de ese día, nada más. Dio la casualidad de que los tres eran de ERC, algo que también tenía que haber sido anecdótico, pero esto es Cataluña. La mesa de edad, en vez del protocolario y neutro discurso de apertura, hizo un discurso político partidista. Se enfrentó a los diputados del partido mayoritario (de la minoría mayoritaria, todos los partidos son minoritarios aquí), y "interpretó" reglas. Esta interpretación de reglas, además, salvo que se cambien expresamente, van a formar parte de las reglas.
  • El reglamento de la cámara dice que se puede votar por delegación cuando se está en el hospital, gravemente enfermo, o de baja de maternidad, cosas así. Los letrados del Parlamento, que se entiende que están ahí precisamente para esto, emitieron un informe que decía que estar en la cárcel no justifica que se vote por delegación. Pues bien, la mesa de edad decidió que les daba igual el informe de los letrados, que ellos eran más chulos que nadie y que "interpretaban" que sí se podía. Y lo autorizaron.
  • Se formó la Mesa titular del parlamento, y por supuesto es con mayoría supremacista. Aunque no tuvieron mayoría de votos en las elecciones ni de diputados, en la Mesa tienen una mayoría absoluta. Gracias a Podemos, que se abstiene de cualquier tema: sin la oposición de Podemos, los supremacistas sí tienen mayoría frente a los legales, y como para ellos 1 voto de más es suficiente para imponer cualquier cosa, pues imponen todo.
  • Curioso, lo de Podemos: lo permite todo, por omisión. Si dice que no a algo, eso no se hace. Así que todo lo que se hace es porque ellos quieren, luego que no me vengan con milongas de que ellos no son supremacistas. Los supremacistas dominan la mesa del parlamento porque los de Podemos han querido, que si se hubieran negado no habría sido así.
  • El nuevo presidente del parlamento ha pronunciado el tradicional discurso: al igual que Forcadell, él también dice que será presidente de todos y blablablá. Con el lazo amarillo en la solapa, eso sí. Y con ciertas frases en el discurso que son... supremacistas. Oyéndole, todos hemos entendido. Los legales van a estar solos, en el Parlamento: jamás la mesa dirimirá a su favor, en ningún tema.
  • Como es de esperar, la mesa retorcerá el reglamento para conseguir lo que ellos quieran. 
  • Y, a todo esto, el circo sigue: grandes lazos amarillos en los sitios vacíos, por los que están huídos en Bélgica o en la cárcel, e incluso en la tribuna de invitados, porque hay un tipo en la cárcel que ha declarado que se arrepiente de todo y que pasa de la política pero que ellos siguen contando como de su bando. Por cierto que han pasado días desde el pleno, y los lazos ahí siguen. Es curioso, porque cuando los del PP pusieron unas banderas españolas y catalanas en los sucesos del 6-7 de septiembre, en que abandonaron el pleno una diputada de Podemos se levantó presurosa a retirarlas. Y según confesó luego, tirarlas a la basura. Y es curioso porque revela el distinto tratamiento que se da a este tipo de símbolos protesta: los supremacistas no los soportan y ven correcto y loable el retirarlos, y los constitucionalistas los respetan y se aguantan.
  • Claro que esto último no llama ya la atención a nadie: al terminar el pleno, los supremacistas cantaron Els Segadors. Los constitucionalistas se pusieron de pie en silencio, en señal de respeto. TV3 pidió explicaciones a Arrimadas, la líder de Ciudadanos, por no haber cantado sus diputados el himno (Arrimadas respondió que le da un poco de miedo el que una televisión pública se dedique a controlar quién canta y quién no el himno), y se han escrito muchos artículos protestando porque no cantaran, y tachándolos de no-catalanes (es la única explicación lógica para ellos). Es curioso que cantaran el himno al acabar el pleno (no sé de ningún país que lo haga), pero mucho más si lo comparamos con lo que hacen los supremacistas cuando sueña el himno de España. Pero es que ya estamos acostumbrados a el doble rasero de los indepes.
  • Los supremacistas (e imagno que los podemitas) juraron acatar la constitución "por imperativo legal", añadiendo a continuación cada cual la coletilla que quiso. 
Por imperativo legal. Y se quedan tan frescos. ¿Jura usted acatar la constitución española? Sí, por imperativo legal. ¿Qué significa esa coletilla? ¿Jura usted acatar o no? Olvídese del imperativo legal, nadie le obliga a usted: si no quiere, no jure. Ya, pero es que si no juro no tengo el puesto y no cobro. Ya, qué le vamos a hacer, así son las cosas. Si quiere usted el puesto y la pasta, ha de jurar. Pues bueno, juraré. Pero por imperativo legal. Ya estamos.

En primer lugar: esto de jurar la constitución española viene de antes. De cuando se hizo la constitución. En aquellos años muchos políticos eran "preconstitucionales". Con antecendentes, vaya. No estaba de más el comprobar que habían renunciado a sus orígenes franquistas y acataban los nuevos principios demócratas, la constitución. Era tranquilizador, agradable. Pero eso era entonces. Porque ahora, jurar acatar la constitución y las leyes no tiene sentido. ¡Ay de aquel que no cumpla la constitución y las leyes! Ahora mismo, estamos obligados todos, este acto sobra.

En segundo lugar: cualquier coletilla es una chiquillada. Puede que el acto no tenga mucho sentido, pero si se hace, se ha de hacer como un hombre. Y, contradicciones al margen, estas coletillas no dejan de ser un cruzar los dedos, un intento de engañar al otro, una mentira para evitar las consecuencias de ser consecuente, una prueba, sin más, de la falta de hombría de cada uno. Que, por cierto, ese otro acepta la coletilla pero no se llama a engaño, no. Lo que pasa es que aplica lo dicho en primer lugar y lo deja pasar, piensa "me da igual la coletilla, tú cumplirás o a la cárcel". Pero sí, a veces nos molestan estas tonterías, proque parece que nos quiere tomar el pelo a todos nosotros. Y a mí no me gustan que me tomen el pelo. Yo, si fuera el otro, respondería a cada chiquillada con otra: "lo siento, tío, pero hasta que no recites la fórmula sin coletillas no te doy por bueno el juramento. Y deprisita que hay más memos como tú y no tenemos todo el día". Estoy seguro de que la ley me autoriza a no aguantar bromitas de estas. Claro que esto es Cataluña, y el otro... lo más seguro es que también ha usado la coletilla de marras.


Lo de Maragall, el presidente de la Mesa de Edad, lo dejo para otra ocasión. Que lo merece.




Elgar: Nimrod (variaciones enigma)

domingo, 11 de febrero de 2018

La memoria de los proyectos





Formalmente, y salvo indicación en contra en el Pliego de Condiciones, en caso de contradicción el orden de preferencia de los documentos de un proyecto (y dejando aparte a la D.F., máxima autoridad) es: planos, medicio­nes y presupuesto, pliego de condiciones y memoria. Es decir, frente a lo que digan los demás documentos, la memoria no sirve para nada. En la práctica, de hecho, se construye prescindiendo casi absolutamente de la memoria.

La pregunta, en este caso, es: si la memoria no tiene trascendencia, ¿por qué preocuparse por ella?

Bien, las leyes obligan a que haya una memoria y a que ésta tenga un cierto contenido. La estructura ha de cumplir determinados requerimientos, y este cumplimiento se ha de probar demostrándolo en la memoria. Fuera de eso, sí, la memoria de un proyecto no tiene vida propia.

No, eso no es verdad. Lo correcto es decir que la memoria no tiene vida propia a corto plazo. Si la memoria es correcta, su vida es a largo plazo, porque dentro de un proyecto, la memoria es lo que su nombre indica. Su memoria. Y esto es así porque cuando el proyecto sea historia, será la memoria lo que realmente nos informe del proyecto. He trabajado con más de un proyecto de hace más de treinta años antes. Y con proyectos antiguos de terceros, también, y con otros no tan antiguos . De hecho, a veces un proyecto de hace cuatro años hecho por uno mismo es, en la práctica, casi tan desconocido como un proyecto de los neardentales. A veces, incluso un proyecto del año pasado. ¿Porqué hicimos algo? ¿Qué condicionante había o que intención teníamos, que ahora no recordamos? Y es normal: cuando acabamos un trabajo, reseteamos el cerebro y pasamos al siguiente.

Pues bien, siempre el documento más útil, de largo, ha sido la memoria – cuando ha existido-, ya que incluía los datos fundamentales: qué y cómo se proyectó, y con qué capacidad de carga.

Así pues, la buena práctica debe ser que la memoria un proyecto se redacte pensando en los que tendrán que consultar el proyecto en el futuro. Por lo tanto, la memoria ha de seguir el siguiente esquema:

1) Identificar la estructura, y si la memoria es una separata, la actuación general.

2) Identificar la normativa que se aplica:

2.1) La de obligado cumplimiento

2.2) Las otras normativas que subsidiariamente se hayan aplicado (y no hay que incluir otras normas que legalmente sean vigentes, si no son de aplicación en este proyecto, como tampoco citamos el Código de Comercio).

3) Una descripción de la estructura. Y, a ser posible, una descripción verdadera. Así sabremos, cuando llegue el momento, si se han hecho modificaciones a posteriori o, si han pasado muchos años y las soluciones tecnológicas que se emplearon ya no son actuales, podremos identificarlas. A los más jóvenes puede que les cueste creerlo, pero los materiales, aceros y hormigones, los perfiles, los prefabricados y todo en general vienen y se van.

4) Muy importante: hay que describir qué cargas se han considerado, qué hipótesis, qué coeficientes y qué combinaciones. Y esto hay que hacerlo pensando que dentro de quince años hay que entender este proyecto concreto, intentando que realmente el lector entienda qué cargas hemos contado. Por ejemplo, no aporta gran cosa listar las densidades de las fábricas según la norma; lo verdaderamente útil es indicar que las fachadas exteriores se han contado a 860 kg/m.

5) Hay que explicar el cálculo que se ha hecho. No es necesario detallarlo (aunque es de agradecer), pero si se ha hecho alguna simplificación o consideración no obvia, debemos indicarlo; especialmente, en elementos no incluidos en las normas o cuyas formas están muy alejadas de las canónicas (verbi gratia, hay algunos encepados que…)

(Por supuesto, hay que incluir también los distintos apartados obligatorios por imperativo legal).

En definitiva:

La memoria ha de decir para qué cargas y cómo se ha calculado la estructura; no ha de ser una mera enumeración de obviedades, verdades del barquero y artículos normativos.

Y si cree que es un trabajo que no vale la pena, le daré una razón para que lo haga bien: es muy posible que, si hay una segunda parte en esta historia, le llamen a usted.




Victor Manuel - Quién puso más

sábado, 10 de febrero de 2018

El draft de 2003




El traspaso de Dwyane Wade de los Cleveland Cavaliers a Miami Heat me ha recordado lo bueno que fue su draft, el de 2003.

El deporte profesional americano funciona sobre la base de los drafts: cada año los equipos eligen por turno a los nuevos jugadores que se quieren incorporan "al oficio". El de la NBA, hace años, era de un porrón de rondas, pero ahora ya es de sólo dos, así que cada año seleccionan a 60 jugadores. Lo que no quiere decir que todos debuten, y mucho menos que hagan carrera.

EL caso es que, cada año, el draft despierta un interés enorme. Incluso llega a alterar  (y nadie se avergüenza de reconocerlo) el desempeño de los equipos en los partidos: llegan a querer perder, para estar mejor colocados en el draft: eligen primero los peores equipos. Es obvio que hay años buenos y malos, como los vinos; pero en general pasa como con las cosechas: casi todas son normales,  sólo que a unos les va mejor que a otros. Pero no es eso lo que les quita el sueño. No, es la posibilidad de que se repita el draft de 1969.

Insisto, los drafts, en general, no son determinantes. Si hay buenos jugadores, saldrán elegidos por unos u otros, pero el destino de un equipo no está, casi nunca, en el draft. Lo que pasa es que ha habido excepciones a esa regla, y eso es lo que quieren todos los equipos: que les pase a ellos.

La fiebre data de lo que pasó en 1969. Los dos peores equipos, Milwakee Bucks y Phoenix Suns, echaron a suertes con una moneda quién elegía primero. Ocurría entonces (y me temo que es el dato que cada año se le olvida a todo el mundo) que aquel año se podía elegir a Kareem Abdul Jabbar. Milwakee ganó la elección, ese año tuvieron el segundo mejor récord de la liga y llegaron a las semifinales. El equipo que el año anterior había sido el peor. Pero es que el año siguiente, el segundo de Kareem, ganaron el campeonato. Y los dos años siguientes fueron subcampeones. Efecto Kareem. La suerte del draft. Por cierto que los Suns eligieron a Neal Walk, que tuvo números correctos pero que pronto desapareció en la papelera de la Historia de la NBA.

Lo de Kareem no se volvió a repetir, pero ha habido aproximaciones: en 1974 Portland eligió a Bill Walton, que les ganó el campeonato en 1977. En 1978 los Celtics eligieron a Larry Bird (¡en sexto lugar!); Bird se incorporó un año más tarde, en 1979, pero en 1981 les llevó al campeonato. Y luego a otros dos. Y en 1979 los Lakers eligieron a Magic Johnson: haciendo pareja con Kareem Abdul Jabbar, ese año ganaron el campeonato.  Y mientras fueron pareja, ganaron 4 más. En el caso de Bird, es cierto que el tipo fue el líder del equipo y que la mejora que tuvieron en su primer año fue histórica (fueron, además, el mejor equipo del Este), pero hay que reconocer que en el draft de 1980 eligieron a Kevin McHale y ficharon a Robert Parish, todo ayudaba. Y con Magic también, los Lakers montaron un equipazo.

Podría añadirse a esa lista el draft de 1981: los Detroit Pistons eligieron a Isiah Thomas, que les dio tardes de gloria y dos campeonatos, en 1989 y 1990. Pero la espera fue de 8 años: el éxito no fue, por tanto, por el draft sino por la hábil política del club durante esos años.

Y luego está el drat de 1984. Se le suele considerar el mejor de la historia, y argumentos no le faltan. Veámoslos.

En primer lugar, se presentaba el entonces segundo Michael más famoso de los EE.UU. tras Michael Jackson: Michael Jordan. La NBA, además, vivía de la fama de Bird y Magic, ambos con los equipos que los habían elegido en el draft, así que todos los equipos buscaban e el draft el jugador que les hicera codearse con aquellos Celtics y Lakers (y los Sixers, pero ésa es otra historia). Lo que pasa es que en aquella época seguía vigente el criterio de buscar un nuevo Jabbar, y los primeros en elegir fueron los Rockets de Houston, que no eligieron a Jordan sino a un pivot nigeriano (pero que había liderado a la Universidad de Houston, lo conocían bien) llamado Akeem Olajuwon. Y fue una excelente elección: en el segundo año les llevó a la final. La perdieron, como perdería cualquiera ante esos Celtics de Bird, pero eso fue mucho más de lo que hicieron el resto de los jugadores del draft. Y, por si fuera poco, les dio dos campeonatos. Vale que fueron en su décima y undécima temporada, pero el tipo que lo hizo lo consiguieron en el draft. 

El deshonor lo tuvo Portland, que quería otro Walton y eligió en segundo lugar a Sam Bowie. Todavía se ríen de ellos.

El segundo gran nombre de ese draft fue Michael Jordan. Salió el tercero, y ganó 6 campeonatos. Pasa que empezó a ganar en su séptima temporada, y en las primeras temporadas el equipo no hizo nada digno de mención ni contaba para nada. Aunque  todos sabemos que el problema no era Jordan sino que el resto de jugadores no eran Jordan... ¡qué quieren que les diga! A mí me llaman la atención los tíos que llegan de chaval a un equipo y éste pega un estirón descomunal y, reconociendo todo lo bueno que era Jordan, ése no fue el caso.

El draft incluyó otros dos grandes nombres: John Stockton, elegido el 16ª, y Charles Barkley, el 5º. Stockton no ganó campeonatos, pero llevó al equipo a dos finales, y es sin discusión uno de los mejores bases de la historia. En Utah es su tótem, el mejor que han tenido nunca. Y, por cierto: es el jugador que más partidos ha jugado jamás con un mismo equipo. Y Barkley... bueno, el tampoco ganó ningún título y sólo llevó a su equipo a una final, pero es quizás el mejor jugador que nunca ha ganado el campeonato. Y si los ochenta fueron la década de Magic y Bird, los noventa fueron la de Jordan y Barkley. (chascarrillo: el ala-pivot Barkley medía 1,98, lo mismo que el escolta Jordan, solo que uno se fajaba con los más grandes y fuertes del otro equipo y el otro no). Podría escribir muchas cosas sobre Barkley (por ejemplo: parece ser que su altura real era... 1,93), pero hoy no va de eso. Quizá otro día.

El caso es que el del 84 fue un gran draft. Tanto que reavivó la fiebre por los drafts, sólo que ahora no se buscaba al nuevo Jabbar sino al próximo Jordan. Y, aunque no ha habido otro Jabbar, sí es cierto que ha habido otro Jordan: apareció en el draft de 2003.

Después del del 1984 hubo drafts que trajeron grandes jugadores. Algunos drafts, de hecho, prometieron (como el de 1992), pero luego no cumplieron. Y dos drafts cumplieron más allá de lo esperado, el de 1996 y el de 1997. 

El de 1996 incluyó a Kobe Bryant, cinco campeonatos con los Lakers. ¡Pero es que salió elegido el 13º, y además por los Hornets! Los Hornets no valoraron lo que habían elegido y 5 días después lo traspasaron a los Lakers. En general ese draft se considera muy bueno porque incluyó a muchos buenos jugadores, pero no dio la gloria a ningún equipo salvo a los Lakers. Eso sí, los títulos de los Lakers llegaron cuando ficharon a Saquille O'Neal como estrella con Bryant como segunda banana, así que a mí no me parece un draft extraordinario, uno de esos por los que arruinar la temporada. 

En cambio, el de 1997 sí lo fue. Por desgracia para todos los demás, sólo un equipo se lo olió: los San Antonio Spurs. Que eligieron en primer lugar a Tim Duncan. Al segundo año, éste les dió el primero de sus cinco títulos. Tim Duncan es el Stockton de San Antonio. Aparte de Duncan, el draft no dio mucho más de sí salvo Billups, que lo eligieron los Pistons. Pero el campeonato de Billups tardaría siete años en llegar, y Billlups, buen tipo, no fue nunca un jugador dominante. El caso de Duncan es de estudiar, pero entre que san Antonio es uno de los mercados más pequeños de la NBA, que el tipo es tímido de narices y que el juego del equipo era todo menos showtime, ganaban pero nadie sabía nunca cómo lo habían hecho... 

Pero el draft por excelencia fue el de 2003. Ese draft prometía, y cumplió. Mucho más de lo esperado, en mi opinión. Y, curiosamente, fue bastante parecido al de 1984. 

El primer elegido fue Lebron James. Nada que objetar. Ahora, el chico estaba un poco verde, sólo tenía 18 años, así que se comprende que tardara cuatro temporadas a llevar a su equipo a las Finales. Claro que el equipo era malísimo salvo él, y los Spurs de Duncan se lo comieron con patatas. Que luego les haya dado el título en 2016, todos lo sabemos, no es cosa del draft.

El segundo fue Darko Milicic. ¿Quién? Sí, Milicic. Lo eligieron los Pistons, y aquel año... ganaron el título. Y el chico no tenía aún 19 años (le faltaban días). Pero no se engañen: Milicic no tuvo absolutamente nada que ver. Los Pistons eran un buen equipo antes de elegirle (tuvieron la opción por cosas de traspasos). Ya digo, el chaval jugó 4,7 minutos de media en 34 partidos: los minutos de la basura, se llaman. Sus registros fueron paupérrimos y, al igual que con Bowie en el 84, las risas  y el bochorno de Detroit aún duran.

El tercero fue Carmelo Anthony. No sé porqué no fue el 2º. En fin, durante los primeros años había mucho interés en saber quién iba a ser mejor, si James o él; hace años que todos sabemos que era James. Anthony ha resultado ser un buen jugador, pero nada más. Uno de tantos buenos jugadores que ha habido y va a haber. Uno de tantos que jamás ganará ningún campeonato.

El cuarto fue Chris Bosh. Lo eligieron los Raptors. Con él ganaron muchos partidos, pero nada más. Se hartó y se fue.

Y el quinto fue Dwyane Wade. Mi hombre.

Lo eligieron los Miami Heats. Tres años después eran campeones y Wade el MVP de las Finales. Lebron sólo había conseguido llevar a los Cavs un año a la segunda ronda de los playoffs. Por comparar.

Claro que... lo de siempre. Las lesiones, algunas importantes, le impidieron brillar los años siguientes. Wade se recuperó, aunque ya no volvió a ser el mismo. 

En 2011 las cosas cambiaron en Miami: llegaron Lebron y Bosh, y jugaron cuatro finales seguidas ganando dos. ¿El mérito? De Wade, sin duda: Lebron y Bosh querían irse de sus equipos, hartos de no ganar, e ir a jugar con Wade les parecía una idea estupenda. No fue Wade el que dejó a su equipo para ir con Lebron, sino al revés. Así que la elección que hicieron en el draft de 2003 dio tres títulos a Miami.

En 2016 Wade se fue de Miami, por una cuestión de orgullo que no de dinero. Jugó un año en su Chicago natal, una jaula de grillos, y luego en Cleveland, reclamado por su amigo Lebron. El otro día volvió a Miami. Y el público lo recibió con la gran ovación que merecía.

Dwyane Wade es el Stockton de Miami. Y yo soy un superfan. Wade ya está viejo, tiene 36 años, pero espero que aún les dé tardes de gloria. Es una leyenda, y hemos de aprovechar los últimos partidos que aún podemos verle.

Y, sí, por Lebron y por Wade, el draft de 2003 fue un draft excelente.





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