domingo, 30 de mayo de 2021

Mis versículos favoritos IX: Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob

https://www.youtube.com/watch?v=NzUMfVpugq4 

 

El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac".

Gen 28, 13

 

Supongo que por repetitivas, dos de mis expresiones favoritas del Antiguo Testamento son "oráculo del Señor" y "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob". Para entender el porqué de esta última, nos falta contexto. El de la antigüedad.

En el pasaje que traigo a colación, Dios se presenta a Jacob; su carta de presentación es que Él es el Dios de su padre y de su abuelo. ¿A qué viene esto?

La clave es que en aquella época había muchos dioses. Uno podía tener unos dioses, y sus vecinos otros. Era normal que el adorador tuviera alguna pequeña escultura o representación de su ídolo, y era a esa figurilla la que identificaba el dios o los dioses de uno. Estas figurillas se pasaban de padres a hijos si el hijo mantenía como su dios al dios al que adoraba su padre. Pero de Yahvé no había figuritas (ni las hubo hasta hace menos de 2000 años). ¿Cómo se presenta alguien que, además, no tenía nombre? Pues más o menos así, un "chaval, yo soy el Dios de tu padre, y el de tu abuelo".

Por cierto, cuando Jacob tuvo que huir de Labán con Lía y Raquel (como conté en la historia de cómo casar a una hija fea), ésta se habían llevado consigo los ídolos que adoraba su padre. Labán le persiguió, y cuando le alcanzó, la clave de la acusación fue que si se había ido con buena intención, "¿por qué me has robado a mis dioses?" (Gen 31, 30). Jacob lo negó, y le propuso que registrara su tienda a ver si los encontraba. Raquel, la ladrona, se sentó encima de ellos, y le dijo a su padre: "no se tome a mal mi señor el que no pueda levantarme en su presencia, pero me sucede lo que a las mujeres suele suceder" (Gen 31, 35). Y, claro: no los encontró.

Insisto, en una época en la que había múltiples dioses y representaciones (por no mencionar el politeísmo y la costumbre de tener un dios en casi cada fenómeno natural), la frase "yo soy Dios" no tenía sentido. "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob" sí.

Y ya sé lo que me van a preguntar: ¿cómo se presentaba Dios a Abraham? Al principio, simplemente, le hablaba. Más tarde usó las expresiones "Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra" (Gen 15, 7), o "Yo soy Dios todopoderoso" (Gen 17, 1). Pero, por lo general no había presentación: se conocían.


 

 

Gabriel Fauré - Cantique de Jean Racine op. 11 

viernes, 28 de mayo de 2021

El castigo de Missila

 https://www.youtube.com/watch?v=mNLqKrWe5T0

 

 

Escuchaba, al terminar el artículo anterior, el maravilloso concierto de Shostakovich que les proponía como pieza de acompañamiento, y mientras me deleitaba en la música mis pensamientos empezaron su tren recordando qué profesores he tenido que emplearan libros; luego, de que los mejores que he tenido no los han empleado, y entonces caí en la cuenta: no es que no los emplearan, sino que sus enseñanzas no las recuerdo con un libro. ¿Empleó el Gálvez algún libro? De texto, creo que no; los muchos libros que empleó eran obras de Literatura, no en vano es lo que enseñaba. El Emiliano, sin duda no empleó libros. Ni el Chino, el Watussi o el Panzas; pero el Mol, el Polifemo, el Caballo o el Guapo... de éstos no estoy tan seguro. Probablemente sí los emplearon, pero mis recuerdos son de ellos enseñando en la pizarra; el libro, imagino, sería un texto de apoyo. De consulta adicional.

Mis profesores de inglés, el Delgado o el Perico, me enseñaron muy poco. Empleaban libros, y es de los libros de los que me acuerdo. En estas estaba cuando pensé que casi todo el inglés que aprendí en la escuela lo aprendí con la señorita Missila, y la señorita Missila no empleaba libros.

Mis pensamientos seguían fluyendo, y recordé que con la señorita Missila también empleábamos libros. Por eso digo que lo que me ocurre es que no recuerdo a mis profesores buenos con libros.

Y pensé en la Missila. El primer pensamiento, ya no puedo evitarlo, es que tardé tal vez 40 años en caer en la cuenta que no se llamaba Missila, sino Miss Sheila. Jajajá. Pero tengo otro recuerdo más de ella.

Yo tendría 7 años, no creo que 8. Supongo que me pillaría hablando en clase, el caso es que me castigó. El castigo habitual, por eso digo que sería una falta menor como hablar en clase. A continuar la clase de rodillas, delante de todos, donde el entarimado de la pizarra.

Lo que hizo que se me grabara en la cabeza el episodio no fue el castigo en sí. Ni fue la primera vez, ni la última, ni yo era el único. Era, ya digo, habitual. No, lo singular del caso fue que a los pocos minutos se acabó la clase. Y como yo había estado demasiado poco rato castigado, Miss Sheila me obligó a acompañarla a su clase siguiente y pasar allí el castigo. Lo que me dolió, insisto, no fue el estar de rodillas, sino estar castigado delante de otros niños. Que no eran mis compañeros, puede incluso que eran de un curso superior (porque recuerdo que hubo que subir escaleras). Menuda vergüenza pasé. No sé si aprendí la lección o sólo aprendí a que no me volvieran a pillar, pero desde luego nunca se repitió.

Imagino que la mayoría de los lectores se escandalizarán con el relato del castigo. Un niño de 7 años al que se le obliga a una clase de rodillas delante de todos. Maltrato infantil, expulsión de la maestra, apertura de diligencias. Todo eso. Pero no. En aquella época un castigo así ni se comentaba en casa. Para empezar, porque lo mejor que podría pasar es que el padre de uno observara que si no queríamos estar de rodillas mejor no hablásemos en clase; pero lo más probable es que se nos tildara de borricos irredentos, se nos impusiera algún castigo adicional y se nos obligara a pedir perdón a miss Sheila. En aquella época (y ahora me viene a la mente el término "uso de razón", que era opinión general que a los 6 años un niño ya la tenía), el castigo era la consecuencia de un acto negativo, y con ellos los niños aprendían ambas cosas: lo que está bien y mal, y que cada uno ha de asumir las consecuencias de sus actos. Si yo no estaba dispuesto a asumir el castigo, entonces lo que debía hacer era no cometer la falta.

Y, fuera de este recuerdo que me ha traído Shostakovich y un encadenado de pensamientos en un rato de meditación, aquello no me dejó ningún trauma psicológico; si mato a alguien no lo emplearé como excusa.

El pasaje que les propongo en esta entrada no es de Shostakovich sino de Max Bruch, más desconocido aún. ¿Por qué no lo escuchan mientras reflexionan sobre si estamos mejor o peor?



Max Bruch - Concierto para violín nº1, 2º movimiento

miércoles, 26 de mayo de 2021

A vueltas con el Chino

https://www.youtube.com/watch?v=l2bENbIb-4w 

 

 

Me ha llegado un comentario sobre el artículo del otro día del Chino, que me hacía notar que en la Facultad de Derecho los exalumnos del Chino tomaban apuntes en clase sin problemas y los demás condiscípulos se las veían y deseaban para seguir el ritmo de los profesores. Lo cito porque en mi Escuela de Ingeniería también pasaba, y durante toda la carrera, hasta el final, mis compañeros acudían a mí al terminar cada clase para que les completara sus apuntes: sabían que yo había recogido todo lo que se hubiera dicho.

A mí el Chino me dio clase varios años, y no me queda ningún trauma de sus métodos, pero ahora sí que me suena el sufrimiento del principio, hasta que me ponía a la altura.

En mi época, había tres saltos en la vida escolar aparte del obvio de cambiar de 1 maestro a múltiples profesores. El primero de ellos era dejar el lápiz y pasar al bolígrafo; los otros dos era el salto de la cuartilla al folio y el tomar apuntes. El salto al folio lo tengo como un hito, hacia los 11 años, cuando un profesor nos decía que en la Universidad se escribía en folios y teníamos que empezar a acostumbrarnos. Era una señal de la complejidad creciente de la asignatura: la cantidad de información que se nos iba a impartir era demasiada para recogerlas en las pequeñas cuartillas. Y también el tomar apuntes. Porque antes de eso, o bien el profesor o maestro explicaba una y otra vez el asunto, o bien escribía en la pizarra y nosotros copiábamos (esto también lo hacían muchos profesores en la universidad, y me río al recordar a algunos compañeros, más torpes, clamando que no borrase aún la pizarra que no les había dado tiempo a copiarla), o bien nos dictaban (inolvidable el Güe, mi profesor de matemáticas en bachillerato, o el catedrático de Tecnología Mecánica en 4º de carrera: increíble, pero cierto). Que el profesor, simplemente, empezara a hablar y que los alumnos intentáramos apuntar lo que decía porque ésa iba a ser nuestra fuente de conocimiento... Al principio cuesta.

Una característica adicional de esos profesores y de esa época era la ausencia de libros de texto. La verdad es que muy pocos profesores míos utilizaron libros de texto: por supuesto, se usaba en Inglés; pero no siempre en Literatura, lo que es curioso si pensamos que los libros de Literatura incluyen los ejemplos de redondillas, cuartetos y serventesios, pero me viene a la cabeza el Panzas, y con el Panzas no había libro: todo lo dictaba. Lo que por cierto tenía su aquél, porque recuerdo (y siempre lo haré) que el ejemplo que puso de "tetrástrofo monorrimo alejandrino o cuadernavía" (esto es, una estrofa de cuatro versos de 14 sílabas y rima AAAA") era en castellano antiguo y no conseguí aprendérmelo.

Da que pensar, esto de los libros de texto. Aparte de los hacedores de estos libros, ¿quién más está a su favor? Los niños no lo creo: seguro que prefieren no cargar con ellos (aquí he de precisar mi circunstancia personal: vivíamos a 3 km del colegio, comía en mi casa y los cuatro desplazamientos diarios los hacía, como la mayoría de los niños, andando) Los padres de los niños, que los han de comprar, tampoco: por lo que a ellos respecta, es problema del profesor si necesita un libro. Y los profesores tampoco deberían: si se saben la asignatura, ¿para qué necesitan el libro?

Sí, es una cuestión de comodidad. Para el niño es más cómodo, pues no ha de tomar apuntes y trabajarlos; y para el profesor también, es obvio.

El problema estriba en los libros. Si los libros fueran exigentes, pongamos con una letra apretada, frases complejas, léxico variado, con muchos textos de apoyo para los alumnos que aporten información extracurricular, con muchos problemas no resueltos para trabajar en casa, todo eso, los libros serían elementos valiosos. Pero la tendencia es la opuesta: letra de ogro, frases sencillas, vocabulario básico, información mínima. Ninguna dificultad. Y los libros fijan el nivel.


La imagen que incluyo es una página del libro de Ciencias de mi bisabuelo. Si la leen, sonreirán: habla del calórico, y explica que aparte del calórico que se mide con los termómetros cada cuerpo tiene un calórico oculto, que no se sabe qué es o para qué sirve, pero que los cuerpos sueltan cuando se derriten. Y esto sólo en el primer párrafo; si uno reflexiona, toda la página es un chorro de información que tenía que asimilar el alumno de 15 años. Y todo el libro es así. La información que he soltado en las tres líneas daría, en un libro del siglo XXI, para una página completa, sin duda con algunas imágenes que ayuden a asimilar la idea.

Existen profesores aún que no dejan que los libros de texto les marquen el ritmo. Se les reconoce fácil, porque en la reunión con los padres a principio de curso suelen insistir en la necesidad del esfuerzo y del trabajo diario. Y no a los alumnos, que supongo que sí, sino a los padres: han de explicar a los padres que el sufrimiento que van a ver en sus hijos es por su bien. Pero estos profesores son una minoría. No sabría decir cuántos padres se alegran al descubrir que los profesores de sus hijos son de ésos, pero... creo que también son minoría.

Es sintomático el que mis hija, en la carrera de Medicina, empleara un amplio catálogo de subrayadores fosforitos y lápices. Como todo el mundo sabe, en Medicina, como en Ingeniería, no se emplean libros de texto. Pero hoy en día tampoco apuntes: ocurre que los "apuntes" de la asignatura son ya archivos electrónicos que están disponible en las webs de las facultades y que el alumno se ha de descargar; no tiene sentido tomar notas en clase, y lo que se hace es seguir la explicación del profesor con los apuntes ya escritos y formateados por el mismo profesor.

Antaño había una palabra para lo que estamos creando: malcriados.



Dimitri Shostakovich - Concierto para Piano y orquesta nº2 2º movimiento: andante

lunes, 24 de mayo de 2021

La no-guerra de Vietnam

https://www.youtube.com/watch?v=Tdq4iilT-Js

 

 

Una reflexión sobre porqué perdió Estados Unidos la guerra de Vietnam: pues porque para ellos no fue una guerra. 

Quiero decir, Estados Unidos nunca declaró la guerra a Vietnam del Norte. 

Esto es algo sabido por todo el mundo, yo mismo lo sabía desde hace tantos años que ni recuerdo, pero no ha sido hasta el confinamiento que nos obligó el gran cantamañanas que no he entendido lo que eso supuso. En otro artículo contaré más de mi renovado interés por la guerra de Vietnam. 

La declaración de guerra de un país a otro es un acto formal. Estados Unidos no la declaró, y formalmente sólo ayudaba a Vietnam del Sur en su guerra contra Vietnam del Norte. Para Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, el formalismo de declarar una guerra no significaba nada, pero Estados Unidos era (y sigue siendo) un país formal. Y en un país formal las formas importan, y tienen consecuencias.

La consecuencia de no declarar la guerra es que, no estando el país en guerra, no rigen las leyes de guerra.

Por ejemplo: los soldados, alistados por obligación, seguían haciendo sólo el servicio militar, y durante el periodo establecido. Como no había guerra, no se podía extender el periodo de servicio. Y al acabarlo el soldado era devuelto a su casa. Cuando el soldado estaba entrenado, cuando ya no era un recluta.  Cuando ya se convertía en un buen combatiente. Porque aún había más: puesto que era un periodo limitado, lo que se decidió fue que cuando le quedara poco tiempo de servicio, sesenta días o menos, ya no iría a Vietnam. ¿Cómo van a mandar a un soldado al que le quedan quince días de mili? O a un sargento al que le quedan quince días de contrato. O los enviaban de vuelta, si el tiempo de no ir les llegaba estando allí. Es comprensible, ¿no? A fin de cuentas, ellos no estaban en guerra. Claro que eso habría que preguntárselo a los que se quedaban. A los oficiales que les quitaban a los más experimentados y se los sustituían por reclutas recién llegados de Fort Benning. La política se extendió también a los oficiales, y tenientes y capitanes volvían a casa, ya que tampoco se podía extender el periodo de servicio de los oficiales. El efecto de esta medida fue devastador: piensen en unidades de soldados a los que les quitan su oficial de referencia y les asignan uno nuevo, recién llegado. Para más inri, como no había guerra no se podía llamar a los reservistas ni sacar unidades de la Guardia Nacional.

Como chascarrillo, el reclutamiento en el ejército de Vietnam del Norte duraba 5 años. Pero sólo formalmente, claro. En la práctica duraba todo el tiempo, y era universal de verdad porque alcanzaba a toda la población. 

 

 

Peter, Paul and Mary - Rock my soul 

domingo, 23 de mayo de 2021

Recuerdos del Chino

https://www.youtube.com/watch?v=PWUChqDaQ24 

 

 

En mi colegio, en aquella época, era normal que a algunos profesores se les conociera por el apodo. Un buen apodo convertía al profesor en leyenda. Y uno de los mejores apodos, una de las grandes leyendas de mi época, era el Chino. Para los alumnos de cursos menores que aún no lo habían tenido, saber que en los cursos superiores había profesores como el Chino helaban la sangre. Y el paso al primer curso en el que se tenía al Chino era el verdadero paso de pequeños a mayores.

El Chino impartía Geografía e Historia. Sobre todo, Historia.

Quizá parte de la popularidad del Chino era que su nombre verdadero tenía las cinco vocales y sólo 7 letras. Pero eso sería sólo una parte. No, la clave del Chino eran sus clases. Todas con el mismo esquema.

Duraban una hora. Tras entrar y rezar (una costumbre de la época, aunque fuera sólo un santiguarse, todos de pie) se sentaba en su silla y decían "estudien". No hacía falta nada más. Todos, en silencio, sacaban sus apuntes y los estudiaban. Así veinte minutos. A los veinte minutos el Chino volvía a hablar, con un escueto "cierren los libros". Y entonces dos alumnos tendrían que recitar la lección. De memoria, sentados en el pupitre (o de pie en el pupitre, no recuerdo). ¿Qué alumnos? En principio, elegidos por el profesor. Pero antes de elegirlos hacía una pregunta: "¿hay algún voluntario?". Ésa era la clave. Uno podía presentarse voluntario para recitar la lección. ¿Qué razón habría para tal cosa? Dos: la primera, presentarse voluntario permitía al alumno elegir el momento y la lección, haberla preparado de antemano. Y la segunda: si el alumno ya había tenido que recitar con anterioridad y por no haber estudiado hacía un papel bastante pobre, presentarse voluntario daba la oportunidad de enmendar la plana. Eso era importante, porque la nota se basaba en el examen y la ocasión en que se había tenido que recitar la lección. Dado que todos los alumnos, tarde o temprano, íbamos a ser interpelados, no era extraño que hubiera voluntarios. Lo que para todos los demás significaba bala esquivada.

La tercera parte de la hora era también la más temible, por su importancia y dificultad: el Chino impartía la siguiente lección. La dificultad estribaba en que no se empleaba ningún libro de texto o de apoyo, había que tomar apuntes. Y el Chino no dictaba. No esperaba a que los alumnos tomaran nota de lo que decía, no se cuidaba de que no se perdieran detalle. No, él hablaba. Eran los alumnos los que tenían que esforzarse; de la bondad de las notas que se tomaran en clase dependía todo. Luego, ese mismo día sin falta - y esto era algo que se aprendía por la experiencia- había que pasar los apuntes a limpio, cuando aún se tenía la memoria fresca. Había que reescribirlos con buena letra, porque las notas en clase solían resultar ilegibles a los dos días. Y había que estudiarlos. Primero, porque al día siguiente uno podía ser el elegido, y en segundo lugar porque la cantidad de información era tal que era imposible afrontar un examen pretendiendo estudiarse todo en un par de días.

No hace falta explicar porqué un profesor como el Chino sería imposible hoy en día. En primer lugar, no había libros de texto. Intolerable. En segundo lugar, exigía esfuerzo al alumno. Y no esfuerzo como un profesor de gimnasia. EL alumno tenía que esforzarse en tomar notas en clase por sí mismo; reescribirlas en su casa por la tarde, estudiarlas (no memorizarlas, pero casi), declamar delante de todos, con el posible ridículo al reconocer que no se sabe. Estudiar hechos. Fechas, batallas, nombres, lugares, información; todavía recuerdo que las cuatro plantas textiles son el cáñamo, el yute, el lino y el algodón y que los cuatro orígenes del carbón son la turba, el lignito, la hulla y la antracita. O el silencio en clase: se estudiaba en silencio, se mantenía el silencio mientras los compañeros recitaban, y cuando el Chino hablaba no había tiempo para hablar los demás. Era un profesor, no un colega: a sus clases no se iba a resolver traumas o problemas familiares; se iba a aprender, y también a prepararse para lo que entonces era el exigente mundo universitario.

Pero, sobre todo, el Chino suspendía. Y suspendía para septiembre, y si era necesario se repetía curso. Si un alumno había llegado, no se sabe cómo, a los cursos del Chino sin tener el nivel necesario...

El aspecto capital de la cuestión es que el Chino era un profesor de la época del bachillerato. De cuando la primaria llegaba hasta 4º y luego seguían seis cursos de bachillerato. Años 60. En los setenta se implantó la EGB y el BUP, y aunque el Chino (creo) sólo daba clases en el bachillerato (el BUP), daba igual: el material, los alumnos, le llegaban de la EGB. A medida que el material perdía calidad, los profesores fueron rebajando a su vez su nivel de exigencia al alumno. Cuando llegaron profesores que no habían impartido antes de la reforma no había ningun problema: no eran exigentes. Cuando llegaron profesores que habían sido educados en la EGB, pongamos a partir de 1983, la cosa entró en barrena. No sé cómo fue la convivencia entre estos últimos y los primeros, pero seguro que ambos grupos se alegraron cuando llegaron las jubilaciones.

Y eso que el binomio EGB/BUP se considera ahora el epítome de la dureza, para los formados con la LOGSE, no digamos con los planes educativos que haya en el futuro.

El Chino no era, como podría desprenderse de mi descripción, un profesor especialmente duro, de hecho bastaba con prepararse medianamente su asignatura para aprobarla. Es cierto que el alumno que no la trabajara o que se la dejara para la víspera del examen lo tenía chunguísimo, pero ¿no es eso lo mínimo que deberíamos exigirle a un profesor? Si su asignatura puede aprobarse sin esfuerzo, ¿por qué no exige un poco más? ¿No beneficiaría al alumno? 

Hoy, todo lo que representaba el Chino se ha ridiculizado como primer paso, luego denostado y por último erradicado. El profesor exigente. El método. El conocimiento, los datos. Respecto a esto último, primero se atacó el conocimiento de los datos concretos: fechas, nombres, reyes, batallas, lugares. Pasaba a estudiarse un estado general de las cosas en una época dada, la descripción general de la sociedad. Como si eso fuese la Historia. Luego  lo que se hizo fue quitar la Historia del currículo. En Cataluña, por ejemplo, se empieza la Historia en 1875 "porque así se puede profundizar más en la Historia reciente". No es que no sepan quién fue Recaredo o el duque de Lerma, es que no se sabe quiénes fueron los visigodos o los Austrias. Y en Geografía no me extrañaría que ocurriera otro tanto.

¿En serio creemos que hemos salido ganando con el cambio?

Y ¿tiene arreglo la cosa? Yo creo que no. Como sociedad, hemos perdido ya la capacidad de darnos cuenta del error. Así como un político jamás hará campaña diciendo que subirá los impuestos a los que les voten, ninguno se presenta diciendo que suspenderá a sus hijos. Aunque, eso sí, los impuestos sí los subirán; pero de momento no se ha conseguido que alguno quiera suspender a los hijos de sus votantes. Los padres no queremos que nuestros hijos suspendan, faltaría más, y colectivamente nos hemos vuelto una sociedad de madres, que decimos pobrecito chico, cuántos deberes le ponen en el colegio, es inadmisible porque el chico lo que tiene que hacer es jugar y divertirse (llamativo que nunca se diga que el chico lo que tiene que hacer es leer o recibir formación complementaria, como arte o música). Nuestra sobreprotección, el querer salvarlos de cualquier rigor o dificultad, es a lo que nos lleva.

¿Se nota la caída en el nivel de educación? Pues no puedo hablar por los demás, porque yo apenas me relaciono con otras personas, pero en la ingeniería sí se nota. Desde hace bastantes años, los ingenieros son peores. Y los delineantes también son peores. No sé qué relación tiene esto con la enseñanza de la Historia, pero es que lo de la Historia, lo del Chino, es sólo la excusa para plantear este tema. 



 Celine Dion - My way

sábado, 22 de mayo de 2021

La élite de la Administración

https://www.youtube.com/watch?v=KjLmEJl5YqM 

 

 

En mi anterior entrada me reía por no llorar de que Sánchez alardee que su política se basa en un plan para el 2050. A treinta años vista.

Imaginemos, por un instante, que la cosa fuera en serio...



Hace algún tiempo leí en la web Agrodigital el nombramiento del director general de los derechos de los animales y su currículum (en este enlace).

La Dirección general de derechos de los animales se encuadra en el ministerio de derechos sociales y Agenda 2030. Sí, el del coletas, el que no ha pegado un sello en labores de su ministerio; posiblemente, porque lo importante en su ministerio no es trabajar, sino estar. Cobrar, saben. Y un director general cobra mucho, y tiene muchas prebendas. Por alguna razón que se me escapa, en España necesitamos (y lo necesitamos ya) una dirección general que se encargue de los derechos de los animales. Por lo tanto, necesitamos un director general de derechos de los animales y, como no podía ser de otra manera, se ha buscado al mejor.

El elegido es escultor. Es decir, ha estudiado Bellas Artes, rama Escultura. Como suena. Pero ¡ey!, su formación se completa con un curso que hizo el sindicato Comisiones Obreras en Madrid de formador en posicionamiento y manejo de redes sociales.

Una vez detallado el capítulo de su formación, su experiencia laboral... Dejémosla en penosa. Pensemos que es un currículum vitae publicado por su ministerio, hinchado a más no poder y con las palabras más rimbombantes que han encontrado, y aun así vemos que ha sido "responsable de mantenimiento de tiendas on line" (no se detalla qué tiendas han sido, así que imagino que tendrían la complejidad de un quiosco de pipas). También que ha elaborado campañas de comunicación y sensibilización y de captación de socios (¿pegó octavillas por las calles?). Y "Elaboración de material gráfico".

Insisto: estamos hablando de todo un Director general de un ministerio del gobierno de Sánchez.

Un gobierno que entre sus prioridades (fue de los primeros nombramientos) están los derechos de los animales, hasta el punto de que crea una Dirección general. Y que nombra a este impresentable para semejante puesto.

 

 

Sí, el mismo gobierno que ha trazado el plan de lo que vamos a ser dentro de 30 años.

 

 

Raphael - Yo soy aquél

viernes, 21 de mayo de 2021

El camelo 2050

https://www.youtube.com/watch?v=aXzVF3XeS8M 

 

 

Es posible que sea delito lo que opino de Sánchez, por lo que no lo escribiré. Pero ahora está en boca de todos, tras el varapalo de las elecciones madrileñas. Y es que quiso recuperar la imagen, presentando su "Agenda 2050"; o "España 2050", no lo sé porque no le he prestado atención. Sólo al hecho de que proclame que su política se basa en lo que ha de ser España en 2050.

Este tío es tonto del culo. Treinta años. En los tiempos que corren, 30 años es una enormidad. Hace 30 años no teníamos internet ni ordenadores en las casas particulares, los teléfonos móviles no se sacaban de las cabinas de los camiones o de los turismos de los ricachones. La Unión Europea era un Mercado Común de 12 países. Gorbachov mandaba en la URSS. El coche eléctrico era ciencia ficción. Los bancos prestaban el dinero al 20% y las hipotecas podían estar al 13%. Se leía en libros de papel y se escuchaba la música en vinilos y CD. EL VHS era el rey del salón y sacar 24 fotografías costaba una pasta. Escribíamos cartas y los profesores escribían con tiza. En los coches el aire acondicionado, la dirección asistida o los airbags eran extras muy caros... En fin, teníamos pesetas y frontera con Francia. 

Pero no hace falta hablar de estos tiempos postcontemporáneos. Hace 900 años, en Aragón reinaba Alfonso I; reinó 29 años. En esos años conquistó Ejea y las Cinco Villas, Zaragoza, Tudela, Tarazona, Calatayud, Daroca,... Todo el Aragón que hay bajo los Pirineos, vaya. Incluso le sobró tiempo para irse a invadir Andalucía. En esos 30 años Aragón cambió como la noche y el día. Hace 800 años reinó en Castilla Fernando III. En sus 30 años de reinado sacó a Castilla de la meseta y conquistó Andalucía salvo el reino de Granada y algunas pequeñas taifas, que las remató su hijo Alfonso. No hay comparación entre la Andalucía de 1220 y la de 1250.

Y el cambio no es sólo en España. Hace 700 años, 1320, el gobernante que dijera cómo iba a ser la Europa de 1350 años después se habría cubierto de gloria, pero de la que huele. La peste negra, ¿recuerdan? Y el que lo hubiera en 1420, hace 600 años... En 1429 apareció Juana de Arco, y la Francia que estaba a punto de desaparecer tras 100 años de paliza tras paliza de los ingleses dio la vuelta a la tortilla y en unos años les habían expulsado a su isla. En 1440 se inventó la imprenta. En 1453 cayó Bizancio, el saber emigró a Italia y comenzó la Edad Moderna. Hace 500 años, pongamos 1517, Lutero era un monje agustino y católico, los aztecas hacían sacrificios humanos y nadie había oído hablar de los incas, España no tenía ningún asunto en Europa... y el Sol giraba alrededor de la Tierra.

1920-1950. ¿Hay que seguir? Nadie sabe cómo será la sociedad dentro de 30 años.

Lo más chistoso del asunto es que hablamos del tipo que a su socio político principal lo nombró vicepresidente de su gobierno y, para que tuviera una cartera, ministro de "Agenda 2030". El socio es famoso entre otras cosas porque se pasó toda su etapa de vicepresidente viendo series de televisión en el sofá de su casa. Si no son capaces de formular propuestas para el 2030 ¿van a serlo para dentro de 30 años?

A mí se me caería la cara de vergüenza. Porque está claro que cree que los tontos del haba somos nosotros y que no nos damos cuenta de lo que pretende.

 

 

Taylor Swift - Love story