viernes, 28 de mayo de 2021

El castigo de Missila

 https://www.youtube.com/watch?v=mNLqKrWe5T0

 

 

Escuchaba, al terminar el artículo anterior, el maravilloso concierto de Shostakovich que les proponía como pieza de acompañamiento, y mientras me deleitaba en la música mis pensamientos empezaron su tren recordando qué profesores he tenido que emplearan libros; luego, de que los mejores que he tenido no los han empleado, y entonces caí en la cuenta: no es que no los emplearan, sino que sus enseñanzas no las recuerdo con un libro. ¿Empleó el Gálvez algún libro? De texto, creo que no; los muchos libros que empleó eran obras de Literatura, no en vano es lo que enseñaba. El Emiliano, sin duda no empleó libros. Ni el Chino, el Watussi o el Panzas; pero el Mol, el Polifemo, el Caballo o el Guapo... de éstos no estoy tan seguro. Probablemente sí los emplearon, pero mis recuerdos son de ellos enseñando en la pizarra; el libro, imagino, sería un texto de apoyo. De consulta adicional.

Mis profesores de inglés, el Delgado o el Perico, me enseñaron muy poco. Empleaban libros, y es de los libros de los que me acuerdo. En estas estaba cuando pensé que casi todo el inglés que aprendí en la escuela lo aprendí con la señorita Missila, y la señorita Missila no empleaba libros.

Mis pensamientos seguían fluyendo, y recordé que con la señorita Missila también empleábamos libros. Por eso digo que lo que me ocurre es que no recuerdo a mis profesores buenos con libros.

Y pensé en la Missila. El primer pensamiento, ya no puedo evitarlo, es que tardé tal vez 40 años en caer en la cuenta que no se llamaba Missila, sino Miss Sheila. Jajajá. Pero tengo otro recuerdo más de ella.

Yo tendría 7 años, no creo que 8. Supongo que me pillaría hablando en clase, el caso es que me castigó. El castigo habitual, por eso digo que sería una falta menor como hablar en clase. A continuar la clase de rodillas, delante de todos, donde el entarimado de la pizarra.

Lo que hizo que se me grabara en la cabeza el episodio no fue el castigo en sí. Ni fue la primera vez, ni la última, ni yo era el único. Era, ya digo, habitual. No, lo singular del caso fue que a los pocos minutos se acabó la clase. Y como yo había estado demasiado poco rato castigado, Miss Sheila me obligó a acompañarla a su clase siguiente y pasar allí el castigo. Lo que me dolió, insisto, no fue el estar de rodillas, sino estar castigado delante de otros niños. Que no eran mis compañeros, puede incluso que eran de un curso superior (porque recuerdo que hubo que subir escaleras). Menuda vergüenza pasé. No sé si aprendí la lección o sólo aprendí a que no me volvieran a pillar, pero desde luego nunca se repitió.

Imagino que la mayoría de los lectores se escandalizarán con el relato del castigo. Un niño de 7 años al que se le obliga a una clase de rodillas delante de todos. Maltrato infantil, expulsión de la maestra, apertura de diligencias. Todo eso. Pero no. En aquella época un castigo así ni se comentaba en casa. Para empezar, porque lo mejor que podría pasar es que el padre de uno observara que si no queríamos estar de rodillas mejor no hablásemos en clase; pero lo más probable es que se nos tildara de borricos irredentos, se nos impusiera algún castigo adicional y se nos obligara a pedir perdón a miss Sheila. En aquella época (y ahora me viene a la mente el término "uso de razón", que era opinión general que a los 6 años un niño ya la tenía), el castigo era la consecuencia de un acto negativo, y con ellos los niños aprendían ambas cosas: lo que está bien y mal, y que cada uno ha de asumir las consecuencias de sus actos. Si yo no estaba dispuesto a asumir el castigo, entonces lo que debía hacer era no cometer la falta.

Y, fuera de este recuerdo que me ha traído Shostakovich y un encadenado de pensamientos en un rato de meditación, aquello no me dejó ningún trauma psicológico; si mato a alguien no lo emplearé como excusa.

El pasaje que les propongo en esta entrada no es de Shostakovich sino de Max Bruch, más desconocido aún. ¿Por qué no lo escuchan mientras reflexionan sobre si estamos mejor o peor?



Max Bruch - Concierto para violín nº1, 2º movimiento

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