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domingo, 12 de febrero de 2012

Nespresso

Tengo un amigo que es bebedor de whisky. Y es sorprendente, si usted lo viera, porque no se ajusta para nada a la estampa que usted tiene del bebedor de whisky; pero es porque usted tiene una idea equivocada de lo que es un bebedor de whisky.

Mi amigo bebe whisky porque le gusta el whisky. Saborea el whisky. Su ideal de turismo es recorrer Escocia e Irlanda conociendo nuevas destilerías y tastando sus líquidos. No bebe whisky por beber, ni se bebería cualquier cosa sólo por tener la etiqueta whisky. Su consumo es totalmente moderado porque necesita que lo sea para calibrar plenamente la experiencia. Como él dice, nunca verás a un bebedor de whisky borracho. A uno de cerveza, sí. Pero a uno de whisky, no.

En cierto modo, yo soy bebedor de café. Me gusta el café. Pero tomo muy poco. En las mañanas frías tomo el requemado que me sirven en un bar o el brebaje que dan las máquinas de autoservicio, pero todos los que me rodean saben que nunca lo llamo café sino "bebedizo" o incluso "brebaje"; y lo hago porque es una bebida caliente que me da un respiro antes de entrar de lleno en la tensión del trabajo.

Tampoco suelo tomar café en restaurantes y bares, fuera de las tardes calurosas de verano después de comer: mi madre me contó hace años que en su juventud los viajantes de comercio, en las más calurosas horas de la tarde se tomaban un café solo e hirviendo para combatir el calor, y yo no sé porqué es pero funciona, refresca más que el café con hielo.

De hecho, antes prácticamente sólo tomaba café cuando lo hacía yo, en mi casa, en una cafetera de verdad, un café finamente molido natural, nunca torrefacto ni mezclado, apagando el fuego un instante antes de que el café comenzara a hervir... todo eso. También, además, requiero tomarlo en un rato de sosiego, de manera que pueda recrearme en él y paladearlo debidamente.

Así que, como se imaginarán, cuando hace años Nestlé sacó su idea "Nespresso" (que fabricaba desde 1986) y puso en todos los canales a George Clooney, yo consideré que aquello lo podían llamar como quisieran, pero que no era café. Y, por supuesto, que a mí nunca me verían tomar uno.

Hoy después de comer me he tomado un café. Un Capriccio, si conocen las tipologías de Nespresso. Y les voy a decir una cosa. Si no fuera Nespresso, no me lo habría tomado.

Sí, porque yo tenía cafeteras en casa, pero no las ponía para tomarme apenas un sorbito de café. Tampoco soy de hacer café a capazos, guardarlo y recalentar el que quiero en cada momento. Y como no tomo café más que en circunstancias preparadas, tampoco le salía a cuenta a mi mujer ponerse una cafetera para ella sola.

Así que un día compramos una cafetera Nespresso, y desde entonces. No sé si nos queda alguna cafetera en algún armario, pero sí que ya no tenemos café de cafetera. Ahora, cuando queremos tomar un café simplemente vamos y lo tomamos, no dependemos de que haya más gente que quiera. Tardamos unos 30 segundos en tenerlo listo y no hay que limpiar nada más que la taza (muy de vez en cuando la cafetera, pero tan de vez en cuando que no cuenta). La pereza ya no es una razón para no tomar café. Incluso nuestra prima, que tiene unos minutos antes de trabajar cerca de casa, sube más y se toma un café, puesto que ya no es molestia.

Así que quizás sea caro (33 céntimos la taza), puede que no tenga la calidad del auténtico café ritual que me servía años ha, pero... es la diferencia entre tomar y no tomar. Antes de Nespresso, simplemente hoy no me habría tomado un café.