miércoles, 30 de octubre de 2013

Chicago, fibra de carbono y acero


Chicago, Illinois

Siguiendo la interestatal I-90, del lago Erie se pasa al lago Michigan; en la punta sur del lago, Chicago. Conviene parar en Chicago y no seguir bordeando el lago, porque si no, llegaríamos a Zión, en las afueras, y allí... Digamos que esa ciudad es de las pocas que se planearon antes de fundarla, y la fundó un locuales llamado John A. Dowie, que venía de Escocia y Australia y era un forofo de la bandera inglesa, y planeó la ciudad con esa forma. Pero no le llamo loco por eso, sino porque fundó una "iglesia" (Y Estados Unidos es el sitio ideal para ello) que, entre otras cosas, se distinguía por afirmar... que la Tierra era plana. Si les interesa, pueden leer una historia al respecto en http://www.cabovolo.com/2008/05/la-gran-mentira-de-la-tierra-redonda.html.



Nos habíamos quedado en el cálculo de los refuerzos de fibra de carbono cuando la sección tiene armadura a tracción y además queremos tenerla en cuenta. El problema principal radica en que normalmente la sección ya está sometida a cierto momento flector (menor que el que tendrá después del refuerzo, por supuesto), por lo que entendemos que el acero ya está solicitado… y, lo que se nos olvida a menudo, también el hormigón está solicitado. Como el incremento de flexión es un además, es vital saber cuál es la situación anterior al refuerzo.

Pues bien, le parecerá una tontería, pero usted no sabe cuál es la situación anterior al refuerzo (si la sabe, obviamente no necesita seguir leyendo). Me explico: la norma le dice cómo calcular la sección de acero necesaria para resistir un esfuerzo, y cómo comprobar que una sección resiste un esfuerzo.  Por ejemplo, la norma le dice que para 15 m·t ha de poner 15 cm². Pero usted tiene sólo 9 m·t, con la norma sólo sabrá que necesitaba 9 cm² y que puede resistir 15 m·t, pero no le dice cuánto se han estirado sus 15 cm². Y no tiene porqué aplicar una regla de tres, porque, recuerde, la norma se basa en que el hormigón va a alcanzar una cierta compresión que, mecánicamente, equivaldría a que, hasta una cierta profundidad, estuviera al límite que usted le admitiría. Y si el esfuerzo es inferior al límite, ¿porqué cree que el hormigón se va a poner al límite pero sólo hasta una profundidad menor? Ajá. Es necesario algún dato más, y aquí es donde aplico mis teorías.

Verán, lo primero que hago es calcular la sección final, reforzada, para el esfuerzo final. Si recuerdan, con sólo acero las incógnitas son tres, la tensión en el hormigón, la cuantía del acero y la profundidad de la fibra neutra, y sólo hay dos ecuaciones, igualdad de fuerzas e igualdad de momentos, y la norma dice: quite usted una incógnita, suponga que el hormigón está al límite. Con fibra tenemos una incógnita más, la cuantía de la fibra, y seguimos con las mismas dos incógnitas, así que necesitamos una suposición más. Y ésta va a ser que, además de poner el hormigón al límite, vamos a poner el acero al límite. Como sabemos la sección que tenemos de acero, haciéndolo trabajar a la tracción máxima sabremos su cuantía. Y ya sólo hay dos incógnitas y dos ecuaciones, es fácil, se reduce a una ecuación de segundo grado para saber la cuantía de la fibra , que será Uf=Ucx*df-Us-­­raiz((Us-Ucx*df)²-Us^2-2*Ucx*m+2*Us*Ucx*ds), siendo Ucx 0,85fcd·b o sin el 0,85, como usted prefiera.

Conocida la cuantía de la fibra, la profundidad de la fibra neutra es x=(Us+Uf)/(0,8*Ucx).

Sin embargo, saber la cuantía de la fibra no es suficiente. Porque, así como en el caso de situación "sin" usted decidía cuánto se iba a estirar la fibra, ahora no puede tener esta alegría. La fibra se estirará en proporción a lo que se estire el acero. Sabemos cómo acabará de estirado el acero, pues lo hacemos trabajar  al límite, pero hay que tener en cuenta que partíamos de un cierto estiramiento inicial. Necesitamos saber cuánto se había estirado el acero antes, con el esfuerzo previo y la situación sin fibra. Procede entonces determinar la situación que aceptaremos como inicial, pero ¡ojo! va a tener que ser compatible con la que queremos que sea situación final. ¿Qué quiero decir con esto? Pues, por ejemplo, que si en la situación inicial usted decide que el hormigón ya empieza al límite, ¡no puede seguir cargándolo!

En este punto, establezco una nueva hipótesis: la fibra neutra es la misma en ambas situaciones, ni el hormigón ni el acero están a tope. Fíjese, es muy importante que esté de acuerdo porque ya no será mi hipótesis, será la suya. Conocida la posición de la fibra neutra, la tracción en el acero es Mi/(ds-0,4*x), con lo que usted sabe el estiramiento. Imaginemos que es un 1 por mil, y que la distancia de la fibra de carbono a x es 1,2 veces la del acero. Entonces, esto equivaldría a suponer que la fibra, si se hubiera colocado antes y no trabajara, estaría estirada al 1,2 por mil. Bien. Ahora hay que dimensionar la fibra, pero primero he de desdecirme. Le he dicho que sabía cuánto se había estirado el acero, porque lo hacía trabajar al límite. Pero… ¿es necesario? Pensemos que la fibra, colocada, es mucho dinero. Si usted hace trabajar al acero al límite elástico, al 2,2 por mil, en la situación final sólo se estiraría 1,2 por mil, y a la fibra sólo la dejaría trabajar con un estiramiento del 1,44 por mil. ¿Es usted estúpido? Está claro que la cosa no acaba aquí.

El próximo día discutimos el dimensionamiento.

domingo, 27 de octubre de 2013

Sábado noche en Toledo, Ohio


Toledo, Ohio

En mi mocedad me chiflaba John Denver. Una de las canciones que cantaba este hombre era, para mi divertimento, Saturday Night in Toledo, Ohio, la cual, de hecho confío que esté usted escuchando ahora. La canción era alegre, pero en aquella época yo solo me quedaba con lo de "saturdey nay in Tulido Ojaio", la verdad es que no me preocupaba de qué iba la canción. Y tiene su miga: a mediados de los sesenta, un músico, Randy Sparks, pasó un fin de semana allí... y escribió la canción, en la que cuenta que en Toledo, Ohio, lo que uno puede hacer es sentarse en un banco, en el parque, y ver crecer la hierba. Por el día, porque por la noche las sombras se hacen con todo y la gente desaparece y ya no se la ve más; sólo un par de camioneros de Great Falls, Montana, y un vendedor de algún sitio que nadie conoce intentan pasar la noche allí. A solas. La canción, caro está, era de corte humorístico, y el músico la estrenó en Los Ángeles; en aquel concierto estaba John Denver (en realidad, John Deutchsendorf, pero el mismo Sparks le sugirió que se cambiara el apellido a "Denver"), y éste fue el que la grabó.  Por cierto que los habitantes de Toledo no estaban muy contentos y criticaron a Denver, pero éste dijo que "él era sólo el mensajero", que el autor era Sparks.

Lo importante es que queda bien reflejado el espíritu de la ciudad, que, como no podía ser menos, tiene el típico skyline de las ciudades norteamericanas:


¿Cómo es que una ciudad de Ohio se llama Toledo? La verdad es que nadie lo sabe. En el origen, la zona era de colonización francesa, y los franceses fundaron un fuerte más o menos ahí, pero no lo llamaron Fort Toledo. Hay quien opina que durante el siglo XVIII, en la época de cambalaches borbónicos, los españoles fundaron un asentamiento en la zona que también lo llamaron Toledo, pero yo no lo creo. Otros, en cambio, opinan que cuando se fundó la ciudad, Toledo simplemente era un nombre que estaba de moda, era fácil de pronunciar y  ¡qué caramba!, estaba libre.

El caso es que desde mozo tengo Toledo, Ohio, tatuado en la cabeza; me era inevitable una parada aquí.

Por supuesto, hay un montón de historias asociadas a Toledo, Ohio. La más curiosa es quizá la "Guerra de Toledo", entre uno de los estados de la Unión, Ohio, y un territorio, Michigan. Creo que ya conté en alguna ocasión cómo crecieron formalmente los Estados Unidos: primero, se designaba un territorio; luego, un grupo de estadounidenses - el matiz es importante- lo conolizaba, y con el tiempo esos pobladores se organizaban como si fueran un Estado y aprobaban una Constitución para ellos, necesariamente de acuerdo con la Constitución de la Unión. Entonces, pasaban a formar parte de la unión de estados, más o menos como aparece en la película "El hombre que mató a Liberty Valance", la de John Wayne, Stewart y Marvin. Por cierto, ¿saben cuál era el mayor obstáculo para ser admitido como estado? Si era esclavista o antiesclavista. Pero ésa. como se dice, es otra historia.

Bien, el caso es que Michigan quiso convertirse en Estado en 1835. Para ello, uno de los formalismos a cumplir era establecer sus fronteras. Porque, recuerden, las fronteras se marcaban antes de explorar el territorio. Y se ve que los geógrafos no hicieron muy bien su trabajo, y resultó que esas fronteras incluían una delgada franja de tierra que comprendía la ciudad de Toledo. Ohio. Ohio, claro, era ya un estado de la Unión, y protestó, vetando el ingreso de Michigan. La cosa degeneró, ambas partes armaron a sus milicias y declararon delito a los habitantes de esa franja obeceder a la otra parte...

Toledo, por supuesto, estaba en una situación estratégica, en la esquina suroeste del lago Erie. En una época y país que los medios de comunicación eran acuáticos, desde Toledo, río arriba, se llegaba al interior de Indiana y al río Ohio (y de ahí al Mississippi y por lo tanto a donde se quisiera), mientras que por el lago se iba a Buffalo. En Buffalo se estaba mejorando el canal de Erie, que iba a Albany (vaya, qué casualidades todas), y de Albany, dejándose llevar por el Hudson, se iba a Nueva York. Toledo, Ohio, era un punto clave para unir el Este con el interior del continente.

Resumiendo (aunque la historia completa está llena de detalles interesantísimos), el presidente Andrew Jackson decidió que la franja de Toledo se quedaba en Ohio, pero en compensación, a Michigan se le daba la península superior, prevista para Wisconsin, pero ya se trataría más adelante lo de Wisconsin. En términos actuales, a Michigan le tocó el gordo, pero en aquella época la gente de Michigan sólo sabía que la península superior estaba al otro lado del lago Michigan y... era tierra de indios, y en cambio Toledo era una pepita en dulce. En fin, pensaron, a lo hecho pecho, echaron a los indios de allí según su costumbre, descubrieron que la península era rica en cobre y hierro (acontecimientos no necesariamente dichos en orden cronológico), y el resto es historia y todo quedó en un pique deportivo entre Ohio y Michigan a perpetuidad; comparen ustedes con la disputa que surgió en España en esa misma época, si el rey debía ser rey o reina, la de guerras (estas, cruentas) que surgieron y la de ofendidos carlistas vascos que todavía dan mal, y quedaremos como neardentales. Como siempre.

¿Y qué les viene a la memoria cuando hablamos de la Península Superior? ¿Nadie? ¿Tan viejo soy? ¡Anatomía de un asesinato, de Robert Traver, y la película de Otto Premiger con James Stewart! ¿Qué era mejor, la novela o la película? No sabría decidirme, pero sí les aseguro que son la mejor novela de juicios y la mejor película de juicios, y no recuerdo si  acaban igual.

Y ya está. Quería hablarles de Anatomía de un asesinato, y lo he conseguido. ¡Y sin salirme de la I-90!


Y, sí, hay un montón de historias más que contar sobre todo lo dicho aquí, pero obviamente el espacio se lo tendré que encontrar otros días. Porque, les advierto, me encanta Ohio.

miércoles, 23 de octubre de 2013

¡Más fibra! ¡Es la guerra!


Desde Albany, bordeando el Lago Erie, se llega a Cleveland. Efectivamente, los comentaristas de la NBA tienen razón y no hay nada que ver en Cleveland. Pero no deja de ser curiosa la historia de su nombre como reflejo de lo que fue la creación de este país.

Cleveland se llama así porque la fundó un grupo de exploradores comandados por un general Cleveland, que le pareció que era un sitio muy apropiado, a orillas del lago. Este grupo de exploradores estaba por allí, explorando, porque los americanos se habían dado el principio de que, para quedarse un territorio, antes había que explorarlo. Y este grupo de exploradores era de Connecticut, una colonia muy pequeñita de la costa atlántica (y tan pequeñita, la había fundado un grupo de puritanos enviados desde Massachusetts, el territorio justo al norte). Era muy pequeñita porque fue un asentamiento nada más, y en seguida limitó al oeste con Nueva York - nada que hacer-, al norte con Massachusetts - menos aún-, al sur con el océano y al este con Rhode Island, más pequeña aún. Pero era una colonia de gente diferente, que lo primero que hizo - 1638, ahí es nada- fue acordar una Constitución para gobernarse, con derechos y todo, por escrito. Un puñado de personas. Muchos de los derechos que se dio en aquella Constitución, como lo increíblemente futurista de las votaciones... secretas y mediante papeletas, sigue vigente en la Constitución actual, así que si pensamos en lo que se trajinaba en Europa entonces, pareceremos neardentales. El caso es que esa colonia se declaró independiente de las demás - es decir, no subordinada-, y como era muy pequeña se otorgó el derecho a crecer hacia el oeste, y se hizo las pertinentes "Reservas de tierra". Ventajas de ser los primeros. La expansión respetaba el territorio de Nueva York, luego perdió una parte porque se la apropió Pennsilvania, otra parte Delaware, etc., hasta quedar una delgadita franja... hasta el Mississippi. En otras palabras, todo el mundo conocido en dirección Oeste. Y los indios, que se aguanten.

Y eso es lo que pasó. La Compañía de Tierras de Connecticut envió a Cleveland con un equipo de exploraciones, llegaron, vieron, fundaron, y como se aburrían mucho se volvieron al Este antes del invierno. Y Cleveland ya no volvió nunca más a Cleveland. ¿A qué?

Estábamos con lo de la fibra de carbono, en la situación "sin". Habíamos quedado que, siguiendo el mismo tratamiento que daba la norma al acero, se podía calcular la cuantía mecánica necesaria de fibra. Pero, claro, el acero llega al límite que le damos apenas se estire un 2,1 por mil, simplemente porque no da más de sí. Pero la fibra sí puede dar más, y por lo que vale es mejor que el calculista lo tenga en cuenta.

Así que entra en juego el otro límite: el hormigón no puede espachurrarse, y la norma dice que esto ocurre si llega al 3,5 por mil. Controlar esto con una hoja Excel es bastante sencillo, ya que al determinar la cuantía mecánica de fibra hemos calculado la profundidad de la fibra neutra (si no se la saben, es 2,5 veces el canto de la sección menos el flector dividido por la cuantía de la fibra, cierre paréntesis), y como mantenemos la hipótesis de Navier de que las secciones planas permanecen planas, la deformación del hormigón es proporcional a la fibra. Téngase en cuenta que el esquema de deformación en el hormigón es el triangular que dicta la lógica, el diagrama rectangular que quizá usted tenga en mente es únicamente la equivalencia mecánica (del esquema triangular) que le pide la norma que se crea.

Permítanme un momento que repita lo dicho: el diagrama rectangular es una traducción. Desde hace muchos años se emplea, para resolver mecánicamente la composición de elementos dispares sometidos a flexión, la hipótesis de que un triángulo de profundidad x y tensión máxima fm equivale a un rectángulo (enrasado por el cateto) de base 0,8x. ¿Y de tensión máxima? Bueno, ahí depende. Durante años sin cuento, la norma ha considerado que la tensión máxima es 0,85 fc, y no se plantee usted cuánto vale fm. La norma de ahora, en cambio, dice que no, que la tensión máxima es fc y por favor siga usted sin plantearse cuánto es fm. ¡Uhm, qué quieren que les diga! Supongo que será una afirmación que pueden avalar que está del lado de la seguridad, como años de experiencia demostraron que la de 0,85 lo estaba. Yo, en cualquier caso, me reservo el derecho a calcular el refuerzo de fibra de carbono empleando o no el coeficiente de 0,85.

Total, que si tienen en cuenta la deformación máxima del hormigón, probablemente encontrarán que la fibra puede trabajar estirándose no al 14 por mil que puede ni al 10 por mil que pone la norma como límite para el acero, sino quizás al 7 por mil. ¿Ha resuelto el problema? En realidad no, aún queda un fleco más: el estado límite de fisuración.

El estado límite de fisuración es otra de esas entelequias de la norma, que se calcula para saber si se cumple, y no lo que realmente es necesario. La norma pone unos límites, pero... ¿porqué? Por condicionantes de apariencia, claro, que siempre quedan feas, de estanqueidad, de durabilidad y de funcionalidad. Lo de la funcionalidad es porque el hormigón fisurado no tiene la misma inercia que el hormigón macizo y por lo tanto el cálculo de deformaciones se va al garete, pero si las deformaciones no son problema, ahora tampoco. Así que la necesidad de conservar la fisuración viene de la durabilidad: de que el hormigón no pierda su carácter protector del acero. ¡Pero en la situación "sin" no hay acero que proteger, no lo necesitamos!

Por lo tanto, en este caso el estado límite de fisuración es, prácticamente, un tocar las narices en ambientes normales. Por otro lado, para aplicar la fibra hay que emplear primero un puente adherente que se empapa en los poros del hormigón, y luego un pegamento de gran resistencia a la tracción. Es decir, el comportamiento de la cara traccionada del hormigón no es precisamente el que prevé la norma, es imprecisamente mucho mejor, así que... yo le aconsejo que no se preocupe por las fisuras.

Y con esto se resuelve la situación "sin". Es posible que quiera tener factores adicionales de seguridad, limitar por ejemplo la deformación del hormigón al 2 por mil como en compresión, lo que usted quiera. Ahí ya depende del dinero que quiera gastar.

Pero si por un casual se pretende gastar un dinero mínimo, al menos tendríamos que considerar la posibilidad de contar también con el acero que ya tiene la sección. La situación que he llamado "con".  Sin embargo, la situación "con" tiene dos problemas añadidos, la tracción del acero en la situación final y la situación del hormigón y del acero antes del refuerzo. Y no tenemos más ecuaciones, ¿verdad? Efectivamente, la cosa pinta compleja y lo es. Por lo que la desarrollaré en otra entrada.

CONTINUARÁ...

martes, 22 de octubre de 2013

Reforzar con fibra de carbono


Búffalo, New York

Desde Albany se puede seguir hacia el norte, hacia el lago Champlain; hacia el este, hasta Boston, por la Interestatal 90, o hacia el oeste por esta misma interestatal, la I-90, que tras 5.000 km llegará hasta el Pacífico. Tras Syracusa y Rochester, atravesando los otrora frondosos bosques que hoy es el estado de Nueva York y ahora es paisaje de autopista, se llega a los Grandes Lagos. A Búffalo. Es decir, a las cataratas del Niágara, no en vano están a las afueras de la ciudad. Como Canadá.

Hace poco más de diez años, para reforzar con fibra de carbono había que pedir permiso. Hoy en día, en cambio, la aplica hasta el becario más pardillo. Yo mismo, sin ir más lejos, tengo kilómetros a mis espaldas...

Y a pesar de esto, ¿sabe alguien calcular correctamente un refuerzo de carbono? ¿Nadie? ¿Silencio en la sala? Me lo imaginaba, si apenas quedan personas que sepan cómo se arma una sección de hormigón sin ordenador... Bien, pues voy a intentar aportar algo de luz sobre el tema.

Hasta ahora, usted hacía... bueno, lo que fuera que hacía. Es decir, o bien ponía fibra en exceso, o bien ponía menos fibra de la que necesitaba (pero gracias a los coeficientes de seguridad nunca se sabrá) o bien acertaba de chiripa. Yo, le advierto, no estoy totalmente seguro de lo que le voy a decir, pero si le convenzo... a mí me funciona.

Centremos el problema: tenemos una sección que trabaja a flexión y que ha de soportar un momento superior al de diseño; hipótesis previa antes de continuar es que ese momento no supera el que soporta la sección sin armadura a compresión, ¿de acuerdo? 

En una situación normal, de hormigón armado, usted tiene tres incógnitas, la tracción del acero, la tensión a la que trabaja el hormigón y la profundidad de la fibra neutra. En la otra esquina, tiene dos ecuaciones, la igualdad de momentos y la igualdad de fuerzas, y una ayuda: la norma. Con la norma en la mano, realmente no resolverá el caso, pero obtendrá unas respuestas que, como mínimo, la experiencia demuestra de forma abrumadora que está del lado de la seguridad. Luego entraremos en cómo se obtienen.

En la situación de emplear la fibra de carbono, la cosa añade una incógnita más: la tracción que se lleva la fibra. La norma la admitiremos como ayuda, aunque algún listillo podría decir que al meter fibra nos hemos salido de su paraguas; pero, eso sí, sólo sirve como ayuda. Así pues, tenemos cuatro incógnitas y tres datos de apoyo. Falta uno, ¿verdad? Ajá. Ese dato lo tendrá que poner usted, y aquí es donde yo pretendo ayudarle.

Lo primero que tenemos que saber es si estamos en una situación "con" o una situación "sin". La situación "sin" es la más fácil, de hecho es muy fácil, y empezaremos por ésta, fijando así conceptos que nos valdrán para la situación "con".

La situación "sin" es la situación en la que no contaremos el acero existente como colaborante, y toda la tracción la garantizaremos con la fibra. Bien. El primer paso, por supuesto, es calcular la sección como si fuera de hormigón armado, y empleando el canto total en vez del canto útil. Esto le dará la tracción que ha de soportar con fibra. Y aquí viene su problema en estas situaciones: ¿cuánto aguanta la fibra? En el caso del acero, está chupado, dimensionamos la sección de acero para que trabaje a su límite elástico (con su conveniente coeficiente de seguridad, of course). En el caso de la fibra ¡cielos! no existe un límite elástico. Existe un límite de rotura. Puede ustd decidir que la fibra trabaja a su límite, pero no sé si sabe que la fibra se estirará un 14 por mil antes de romperse. La norma, doy por sentado que lo recuerda, no permite que el acero se estire a más del 10 por mil; claro que este límite lo pone por seguridad para el acero, dado que (dice) con un alargamiento mayor se ha de considerar espachurrado al acero. ¿Entonces?

Por otro lado, ¿qué más nos da que la fibra se estire tanto? Sí, el hormigón se fisuraría, pero si no hay acero que proteger, ¿qué más nos da el estado límite de fisuración? Y además, estamos ex-norma, ¿no?

Hombre, tampoco es eso; supongo que, si las fisuras son excesivas, la inercia de la sección cambia considerablemente y la deformación también. Y todos estamos de acuerdo en que antes ponemos treinta veces más fibra que calcular las deformaciones.

¡Ah, pero nos estamos olvidando de otro detalle: el hormigón no puede comprimirse más del 3,5 por mil! Quizás sea el momento de enseñarles una foto de una pieza de hormigón que falló por flexión, ya me dirán ustedes si por tracción del acero o por espachurramiento del hormigón:




Nota del autor: llegados a este punto, lo dejo para otro día, porque prefiero explicar las cosas con calma. Por lo tanto, 

CONTINUARÁ...

lunes, 21 de octubre de 2013

La regla de oro del ayudante


Albany, New York
En la parte "anglosajona" de Estados Unidos, no hay ciudad más antigua que Albany. La hubo, pero ya no. Y tampoco la fundaron los ingleses, sino los holandeses. Pero, en fin, ellos son así.

Albany está en el final de la parte navegable del río Hudson (sí, el de Nueva York), lo que es tanto como decir que era lo más adentro que se podía meter el hombre blanco en aquellos tiempos; a partir de ahí, empezaba el profundo salvaje, y si usted conseguía llegar luego al Hudson, el río le llevaría de vuelta a casa. Cualquier viaje que pretenda comprender a este país, obviamente, ha de empezar en Albany.

Nadie nace sabiendo. Incluso Mozart no compuso hasta los cinco años de edad. Quiero con esto decir que todos tenemos que pasar por una etapa de aprendizaje. Pero esto no significa que tengamos derecho a que se nos conisdere siempre aprendices; si, pasado un tiempo razonable, seguimos sin aprender, debemos ser juzgados y tratados en consonancia.

A lo largo de mi carrera profesional he sido ayudante y he tenido muchos ayudantes. Algunos de mis ayudantes han sido grandes colaboradores que hacían que me encantara trabajar con ellos. Otros, en cambio, me han causado más pesares que alegrías, y de esto les quiero hablar. Más o menos en la línea de una entrada que escribí hace tiempo aconsejando al joven ingeniero que empieza.

Normalmente, los ayudantes de los ingenieros suelen ser delineantes y otros ingenieros. Delineantes cada vez quedan menos, y, como todo en esta vida, los hay de dos tipos: buenos, y malos. Si le toca en suerte uno malo, ¡pues qué se le va a hacer! En el fondo, usted también tendrá parte de culpa si las cosas le van mal, ya que es obligación suya conocer el material del que dispone y sacarle el mayor partido que pueda. Tenga paciencia, mano izquierda y consiga involucrarle, y, al menos, aunque sea poco, podrá decir que tiene un ayudante que le ayuda.

Pero los delineantes son un grupo en vías de extinción, y además contratar a un ingeniero como becario es mucho más barato, así que cada vez será más probable que su ayudante sea un becario o un joven ingeniero que empieza. (¡Pssshh! Muchacho, si éste es tu caso, presta atención).

La idea, siempre, es que el joven ingeniero aprende trabajando al lado del veterano. El delineante dibujará mil escaleras, y seguirá sin saber resolver las difíciles; del becario, en cambio, se espera que dibujándolas empiece a aprender a resolverlas, de manera que luego sea él quien se las calcule antes de dibujarlas. Por ejemplo.

El problema viene cuando pasa el tiempo y el becario sigue sin aprender a resolverlas. El ingeniero veterano invierte un montón de horas (que a menudo no tiene) en explicarle cómo hacerlas, con la esperanza de que esa inversión de horas dé fruto algún día, pero si el joven no aprende... el veterano terminará por pensar que nunca conseguirá recuperar esa inversión. Que está arando en el campo equivocado, y que quizás sea mejor cambiarse cuanto antes a otro campo. Ahí, joven ingeniero, deberás estar atento: quizás es que tú no eres el campo correcto para este arado. Aunque sea tu deseo, es posible que realmente no te haya llamado Dios por el sendero de las estructuras, ¿no? En ese caso, sé valiente, pregunta a tu mentor, y si él te dice que (en su opinión) aquello no va a ser lo tuyo, acéptalo y replantéate las cosas. Hay mucho mediocre calculando estructuras, y es posible que con esfuerzo aprendas lo suficiente para ser uno de ellos, pero si crees que en el futuro te vas a arrepentir de serlo, yo te aconsejo que cambies cuanto antes.

Claro, uno de los problemas de hoy en día es que, habitualmente, con los ordenadores y los programas de cálculo, el ayudante consigue disimular su incompetencia, pero el veterano suele notarlo: el ayudante no tiene "chispa". En tiempos, el calculista que empezaba con 22 años (yo cobré mi primer cálculo con 21, estando todavía en 5º), con 25 ó 26 años tenía ya suficientes horas como para volar solo o saber que no lo iba a hacer, pero ahora el joven cumple 30 y más, y gracias al CYPE aparenta. Y, sin embargo, pienso que el ayudante se engaña a sí mismo. Que él mismo se da cuenta que no puede competir en la liga de su ingeniero senior, que todavía le necesita para que le supervise. Cree el treintañero que él es todavía joven, que está aprendiendo, no sé qué piensa. ¿Cree acaso que el cálculo de las estructuras es una disciplina tan compleja que necesita años y años de estudio y que su veterano es un caso especial de precocidad?

Es posible que lo que tengamos, simplemente, sea un ejemplo de lo que produce el deterioro de la educación. La Universidad - y previamente la escuela-, realmente, nunca ha enseñado al ingeniero el conocimiento que necesita, pero antes sí que le preparaba para buscar ese conocimiento. Y le preparaba tanto con conocimientos básicos como con su actitud. Así, cuando  apareció un señor por la puerta y nos preguntó si le calcularíamos unas vigas pretensadas, Fernando y yo, insultantemente jóvenes, le dijimos que sí, como no existía internet nos compramos la norma de las estructuras pretensadas EP, y aprendimos a calcularlas; no fuimos pidiendo que nos enseñaran. El veinteañero actual, en cambio, y dejando de lado que el pánico que sentiría por no tener una persona delante que le guíe y -quizá más importante aún- le quite la responsabilidad le impediría tener una puertra abierta, espera que su "maestro" le enseñe todo. Y por todo entiendo que incluso ha de ser el maestro el que se estudie la norma - aún no conozco un ayudante que se haya leído una norma de estructuras, para qué si el maestro ya sabe lo que dice-, le explique con tanta paciencia como haga falta las singularidades del cálculo de pretensados y además le corrija el trabajo final. Como esta diferencia la he advertido en muchas personas de mi tiempo y de antes del mío, y en muchos jóvenes, tengo que colegir que la diferencia debe estar en la formación. Y como los profesores universitarios, aunque no sobrevivan fuera de la Universidad, sí es cierto que dominan la materia que imparten, he llegado a la conclusión que la carencia que tienen los jóvenes es de actitud: no se les ha preparado para ser adultos responsables, me temo, sólo jóvenes malcriados.  

Volviendo al tema inicial, lo primero que suelo explicarle al joven que va a ser mi ayudante es que él está para ser mi ayudante, no yo el suyo. Aceptaré enseñarle, porque me interesa para que llegue a ser él quien haga mi trabajo mientras yo me dedico a otras cosas, pero no soy su ayudante. Yo no estoy para corregirle ni los planos ni los textos, por ejemplo. Y, le digo, lo primero que no acepto son faltas de ortogafía: yo soy su jefe, no un corrector ortográfico. No me ha de presentar nada que no haya repasado él, y si encuentro fallos que él debería haber encontrado en su repaso me cabrearé, le explico. Y, sin embargo, el ayudante seguirá enseñándome los planos o los escritos, preguntándome si "ya" me parecen bien, y yo seguiré encontrando errores que habrá cometido porque ni se fija ni se repasa su propio trabajo. Es asombroso cómo la idea de repasar lo que uno mismo hace no cala en los jóvenes ingenieros, así que, querido lector, si eres tú uno de ellos, por favor, júrate a ti mismo que no volverás a presentar nada que no hayas repasado y corregido hasta la perfección. Recuerda, tu jefe no es tu ayudante. No es a él a quien has de pedirle ayuda.
Ahora bien, es posible que, aun siendo expertos, cada uno de nosotros se tenga que ver en alguna ocasión en el papel de ayudante de otro, por la razón que sea. Y ahí, muchacho, no importa lo veterano que uno sea, todos los que en un momento dado hemos de ayudar a otra persona tenemos una regla clave, absolutamente vital y que supedita a todo lo demás, la regla de oro del ayudante. Y grábatela en lo más profundo, no la olvides jamás:

Jamás, jamás, escuches que te digan "Menuda ayuda".

Porque significa que a la postre no has sido de ayuda, y si no has sido parte de la ayuda es que eres parte de las complicaciones. Sí, el resultado final es que contigo se ha perdido tiempo en explicarte, tiempo en que desarrolles, tiempo en repasar lo que has hecho y tiempo en decidir que lo que has hecho lo has hecho mal y que mejor el otro se apaña sin ti. Que pases un buen día.

Créeme, a mí me ha ocurrido en suficientes ocasiones, en ambos lados de la frase, y te aseguro que tan malo es para el uno como para el otro. Si eres muy, muy jovencito, la cosa tiene un pase. Pero, por favor, si te tienes suficiente respeto a ti mismo y te consideras ya destetado, haz lo que sea, pero jamás llegues a que te tengan que decir eso.

Yo creo que recuerdo todas las veces que me lo han dicho. No te digo más.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ni se publicita ni se escarmienta


Existe una página web, UAAAP_Código técnico, en la que técnicos del Ministerio de Fomento responden a dudas sobre el Código Técnico. Dado que, por ejemplo, el CTE no habla de las galerías de tiro bajo rasante, es lógico que quien las proyecte quiera consultar cómo deben aplicarse las directrices del CTE en ese caso.

Casualmente, el 14 de octubre se planteó lo siguiente:
Posted: 14 Oct 2013 11:55 PM PDT
Me ha surgido una duda calculando con el CTE y me gustaría saber si me la pueden solventar. Considerando la carga de nieve según CTE-SE-AE , punto 3.5.1. (página 11 en mi caso, es el segundo párrafo), dice así: "3. Cuando la construcción esté protegida de la acción de viento, el valor de carga de nieve podrá reducirse en un 20%. Si se encuentra en un emplazamiento fuertemente expuesto, el valor deberá aumentarse en un 20%." Tengo entendido que la norma está redactada en consonancia con el Eurocódigo; pero sin embargo, el Eurocodigo dice exactamente lo contrario, al afirmar en EN-1991-1-3:2003 , punto 5.2. (página 20 en mi caso): Table 5.1 Recommended values of Ce for different topographies: Windswept topography: flat unobstructed areas exposed on all sides without, or little shelter afforded by terrain, higher construction works or trees. Ce=0,8 Normal topography: areas where there is no significant removal of snow by wind on construction work, because of terrain, other construction works or trees. Ce=1 Sheltered topography: areas in which the construction work being considered is considerably lower than the surrounding terrain or surrounded by high trees and/or surrounded by higher construction works. Ce=1,2 ¿Cuál de las dos consideraciones es la correcta?
Respuesta
En relación con su consulta le informo de que, en efecto, la redacción del punto 3 de SE-AE 3.5.1. está equivocada y que debería ser conforme con la tabla 5.1 del punto 5.2 de Eurocódigo nº 2, norma UNE-EN 1991-1-3:2003. Donde dice “reducirse en un 20%”, para el caso de construcción protegida de la acción del viento y “aumentarse en un 20 %”, para emplazamiento fuertemente expuesto, debería decir “aumentarse” y “reducirse”, respectivamente.
Es decir: la norma de acciones (CTE SE-AE) está completamente equivocada en un artículo, y los técnicos lo reconocen... en 2013 y porque una persona lo pregunta. Y se reconoce así, casi sin publicidad ni oficialidad, y que se sepa tampoco hay consecuencias dentro del equipo de legisladores. La impunidad de la Administración, ya se sabe. 

Si los técnicos se habían percatado del error hace tiempo (el redactado actual ya es así en la versión borrador de 2005), deberían haberlo corregido: la última corrección de erratas de ese documento que conozco es del 23 de abril de 2009. ¿No se dieron cuenta antes? Imperdonable. ¿Se dieron cuenta después? Si no lo anunciaron, y parece que no: imperdonable. Y si no se habían dado cuenta antes, imperdonable.

Eso sí, no apliques por tu cuenta y riesgo el sentido común a la norma y hagas lo contrario de lo que dicen, porque te ejecutarán en plaza pública.

En fin, llueve sobre mojado. El hormigón se salió del CTE, el acero se salió del CTE, y el ladrillo y la madera siguen dentro porque realmente son materiales secundarios; sólo quedan dentro el apartado de las acciones y los cimientos. De los cimientos nos podemos quejar lo que queramos y más, pero también es cierto que hay mucha buena voluntad ahí. Pero lo de las acciones... Imperdonable. Y lo malo es que es una norma que cada vez tiene menos fiabilidad. De hecho, tiene tan poca que sería mejor que se derogara y se estableciera como ley única y verdadera el Eurocódigo, ¡qué caramba!

Vamos, digo yo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Leer este blog alarga la vida


Sí, sí, que se lo digo yo. Que leer este blog prolonga sus días en la Tierra. Y no solamente vivirá más, sino que leerlo con atención contribuye a fomentar la paz mundial y retrasa la aparición de los primeros síntomas de Alzheimer, por no decir que contribuye a la supervivencia de ciertas especies de arácnidos de las selvas amazónicas y, ¡qué caramba!, ayuda a reparar los primeros síntomas INVISIBLES de las caries. Como lo oye, oiga.

¿No me cree? ¿Va a acusarme de charlatanería? Un momento, por favor: ¿tiene usted alguna prueba de que sucede lo contrario a lo que yo afirmo? ¿Sabe de alguien que haya muerto antes de cuando tenía que morir por leer mi blog?

Normalmente yo no suelo decir estas cosas, pero viendo que los señores de Signal no solamente lo dicen sino que además lo publicitan en las cajas de sus productos...










lunes, 14 de octubre de 2013

¡Es un viejo!


Hará unos seis meses, fue elegido nuestro Papa actual, Francisco I. Y, caray, si damos crédito a lo que refleja la prensa, el hombre ha asumido el cargo con una energía desbordante; sirva como botón de muestra un artículo de ABC sobre una entrevista que hizo otro medio al Papa: http://www.abc.es/sociedad/20131002/abci-entrevista-papa-repubblica-curia-201310012040.html.

De hecho, en casi la mayoría de los artículos que se escriben sobre el Pontífice se puede detectar una cierta sorpresa del escribiente sobre la energía que imprime el Papa a sus opiniones, la ilusión con que afronta los retos y el vigor que, en definitiva, tiene.

El Papa tenía 76 años cuando lo eligieron. Sin embargo, dirige la quizá más vasta y numerosa organización mundial (no sé si en China vive más gente o la Commonwealth es más extensa, pero para mi propósito no importa), y está día sí y día también en el punto de mira de multitud de medios y millones de personas.

Conozco a ingenieros mucho más jóvenes que, sin embargo, son despreciados por los ingenieros veinticinco años menores, precisamente ¡por viejos! Y no sólo a ingenieros. Conozco a muchas personas que se las ha dado por acabadas, simplemente por tener ya cierta edad. Y no niego que cuando el cuerpo está en plena forma la mente trabaja mejor, pero... que uno no pueda ya correr los 110 m vallas no significa que sea un cero a la izquierda. Así que si un ingeniero (y cualquier persona) decide que él no se acaba a los 65 años, que todavía puede aportar... ¿quién soy yo para decirle que su tiempo pasó y que ya no nos ayuda?

Cuando veo al Papa (y al anterior, y al anterior...), lo que veo es a una persona de más de 75 años que nos está demostrando que las personas no se acaban a los 70, ni mucho menos.

Así que un poco más de respeto para nuestros mayores.


domingo, 13 de octubre de 2013

Quiero un cursus honorum


En el Ejército, antes de ser general has de ser coronel, y antes capitán, y antes.. Hay una carrera militar, en cada peldaño el militar ha pasado por todos los grados inferiores y, aunque parezca que ya no las recuerde, el más brillante general se ha chupado antes muchas guardias.

Es lógico, ¿no? Lo mismo ocurre en muchos otros ámbitos, hasta el mismo Papa de Roma tiene detrás incontables horas de confesionario. De hecho, lo contrario nos escandalizaría. Que se le diera a alguien el grado máximo sin pasar por los mandos previos, quiero decir.

Rajoy nació en 1955. Con 24 años ganó plaza de registrador de la propiedad. Sería en 1979 o 1980. A finales de 1980 terminó la mili. En octubre de 1981 fue elegido diputado en Galicia.

Rubalcaba nació en 1951. La wikipedia no dice cuándo, pero entiendo que a finales de los 70 sacó plaza de profesor en la Universidad. A partir de 1983 parece ser que se integró en el aparato político/administrativo. En 1988 se le nombró secretario de Estado.

Zapatero nació en 1960. Se licenció en 1982 y entre 1982 y 1986 fue ayudante de Derecho Constitucional en la Universidad. Desde 1986 es diputado. Mediante prórrogas consiguió no hacer la mili.

¿Ven por dónde voy? Como mínimo, da que pensar. Por ejemplo, nuestros dos últimos presidentes, a los 26 años empezaron a calentar asientos de diputados. La pregunta que todos nos hacemos, obviamente, es si ésa es la carrera personal que debe seguir un presidente del Gobierno.

Yo, lo confieso, creo que no. Me parece bien que los lideres políticos conozcan las interioridades de los partidos políticos y la Administración, pero llegado el momento de votarles, de elegirles, me gustaría saber qué más han sabido hacer, qué tal les ha ido en otros desempeños de la vida. Actualmente, lo único que sabemos es un capacidad para perdurar y medrar dentro del Partido, y... 

La verdad, lo que necesitamos es un cursus honorum. Como en la República de Roma. Los romanos, además de antiguos, eran unos tipos que no despreciaban una buena idea porque se le ocurriera al contrario, y así, poco a poco, juntaron un puñado de buenas prácticas. Una de ellas era el cursus honorum. Les explico.

Verán, en la antigua Roma los distintos cargos tenían nombres romanos como cónsul, pretor, edil, cuestor, tribuno, y así los que quieran. Lo más de lo más era ser cónsul, se elegían a dos por un periodo de un año y además le daba nombre a ese año; como chascarrillo, los años los empezamos el 1 de enero porque en cierta ocasión eligieron a uno para que les sacara del lío que se les había convertido Numancia y el hombre decidió que, para ello, no podía esperar al Marzo tradicional para empezar su periodo de cónsul, y lo adelantó al 1 de enero. Le fue bien, y desde entonces.

El caso es que ser cónsul era lo más. Era tan más que los mismos romanos regularon que no cualquiera podía ser cónsul. No, no, no. Entre otras cosas, primero el cónsul debía probar su valía en otros menesteres. En todos los otros menesteres, concretamente. Tenía que recorrer completo el cursus honorum. Y el cursus honorum era la carrera hasta el consulado. Regulaba las jerarquías, los periodos y las edades (por favor, lean el artículo de la wikipedia, aunque es un resumen), y TAMBIÉN LAS CARENCIAS, después de ciertos puestos, había que esperar unos años para optar al siguiente.

Tampoco estaba mal que regulaba la salida de los más altos, los pretores y los cónsules. Así, al acabar el pretorado se era propretor, que daba cierto mando en plaza, y al acabar el consulado se pasaban cinco años de procónsul, que equivalía a gobernador de provincia (como nuestros presidentes autonómicos, vaya).

Y, teniendo en cuenta que en aquella época todos los cargos se obtenían por elecciones (no es el momento de acordarse de los ni cincuenta años de deterioro de un sistema que duró quinientos), había que hacerlo bien desde el principio. En los cargos militares y civiles, en los de fiscalización del gasto y en los de gastadores.

En fin, lo dejo; ya me entienden. No sé porqué no se aplican aquí buenas ideas como ésas; a mí, al menos, me gustaría. Porque una alternativa es lo que tenemos ahora, y la verdad, ¿ustedes están contentos?

miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Proyecta usted con hormigón? ¡Usted es un delincuente!



"Cuando los forjados tengan un peso propio mayor que 5 kN/m² o cuando la altura de los puntales sea mayor que 3,5 m, se realizará un estudio detallado de los apuntalados, que deberá figurar en el proyecto de la estructura."
No lo digo yo, lo dice la vigente EHE-08 en su artículo 68.2. Los popes de la patria en esto del hormigón decidieron que así debía hacerse, y ésta, por lo tanto, es la ley. Y me huelo que usted es un delincuente. Leamos la ley con más cuidado, a ver qué dice.

Y, más o menos, dice que si el forjado tiene un peso propio mayor que 500 kg/m² o la altura de los puntales sea mayor que 3,5 m, usted, como proyectista, tiene que incluir en su proyecto un estudio detallado del apuntalamiento. No una mención genérica tipo "se apuntalará con puntales apropiados a distancias validadas por el suministrador de los puntales y se realizará el desapuntalamiento según indique la D.F.". No. Usted tiene que hacer un estudio detallado. Establecer qué puntales se colocarán, dónde se colocarán, calcularlos, comprobar que lo que los soporte aguante, establecer el calendario de desapuntalamientos, etc. Todo eso. De lo contrario, usted está incumpliendo la ley.

Claro que siempre tiene la posibilidad de unirse a mí en la banda de proscritos que acabaré formando, que cualquier día veré pasquines con el precio puesto a mi cabeza.

Y es que, perdóneme el legislador,es una prescripción estúpida y no pienso cumplirla. La estupidez, claro está, radica en que se le pida este proyecto al proyectista. He hecho muchos proyectos detallados de apuntalamiento, pero siempre actuando como calculista del constructor y de común acuerdo con el jefe de obra. Los he hecho porque a veces un apuntalamiento estándar sería un desastre, y el jefe de obra (o yo, si estoy por allí) se lo ha temido a tiempo y ha preferido ir sobre seguro. Ningún problema. Pero pedirlo en fase de proyecto...

Para empezar, el proyectista no sabe cuándo se construirá el edificio ni quién lo va a construir. Tampoco sabe qué plan tiene el jefe de obra, cómo va a organizar el tajo, qué pastillas (si es grande) va a hacer y en qué orden, qué plazos tendrá, qué plazos querrá cumplir,... Y, mucho menos, qué gustos tiene en materia de apuntalamientos, puede que prefiera a Pepito y el proyectista haya previsto puntales de Paquito, por ejemplo.

Quiero decir, no tiene ningún sentido que se haga en la fase de proyecto. Si el legislador quiere que no sea el jefe de obra quien decida el plan de apuntalamiento, que obligue a la dirección facultativa a que prepare ese proyecto; por lo menos, la D.F. sí sabe quién va a ser el constructor y cuándo se va a construir, y qué planes tiene el constructor, y qué ritmo se pretende llevar, y todas esas cosas. Al menos, la D.F. puede hacer un proyecto que tenga visos de realidad. Pero ¿el proyectista? ¡quiá!

Si al menos la norma hablara de un estudio básico... Pero no, eso les parecía poco. Tenía que ser un proyecto detallado. Y, ya ven, la avaricia rompe el saco. Por pedir tanto, no se va a hacer nada. Se seguirá (se sigue, de hecho) igual que siempre.


En determinadísimas ocasiones me he encontrado con que algunos elementos, por sus peculiaridades, pedían a gritos que en el proyecto se incluyeran prescripciones sobre su apuntalamiento. Y en proyectos de rehabilitación (justamente, nada que ver con la EHE), muy frecuentemente. Y las he incluido, faltaría más. Pero no por que me obligara la norma, sino porque yo lo creí necesario.

Incluyendo sandeces en el redactado de la norma, lo único que consiguen es que, haciendo del monte orégano, se le dé el mismo carácter de sandez a casi todo lo que se dice. Y que conste que tampoco ha de ser así. Quizás lo que ocurre es que hace muchos años que los popes legisladores ni hacen proyectos ni pisan las obras, y así salen las normas que salen. ¿No creen?

domingo, 6 de octubre de 2013

Bessemer


Dicen que en España se inventa poco; es posible. Desde luego, lo que vemos a diario es que inventar no compensa; en cualquier caso, no se recompensa lo que vale.

Por ejemplo, todos tenemos delante el caso de Bessemer. Sí, es cierto que murió riquísimo, pero cada ciudad y cada pueblo tendría que tener su plaza principal, o al menos su mayor avenida, dedicada a honrar la memoria del gran Bessemer. Y, sin embargo, no es así. Al contrario, para las masas legas y estultas, el olvido; me atrevería a decir que sólo algunos ingenieros pre-CYPE sabrían decirnos quién fue este monstruo al que tanto debemos. Si incluso la enciclopedia infantil que leía de niño, el DIME QUIEN ES, dedica apenas 16 líneas a nuestro héroe, para qué les voy a contar las cuatro ideas que le recuerda la Wikipedia.

Bessemer. La mera mención de su nombre debe hacerse sólo entre susurros, indignos como somos de pronunciar su nombre. Bessemer.

Bessemer era un ingeniero, evidentemente un ingeniero de antes del CYPE. Nació en Gran Bretaña en 1813, y durante la guerra de Crimea inventó (¡qué raro!) un proyectil que giraba durante su trayectoria, lo que le confería un alcance y una precisión inimaginable hasta entonces. A partir de ahí, la Humanidad dejó de existir tal y como la conocemos. Bueno, quizá el hecho de que su madre fuera francesa también tuviera algo que ver.

Sí, porque resulta que el invento atrajo el interés del emperador de Francia, Napoleón III, que le invitó a establecerse en Francia, donde le financiaría sus experimentos. Porque había un pero en lo concerniente a su proyectil, algo parecido a lo que les conté en la historia de Urban: los cañones explotaban al disparar su pepino, la presión explosiva que necesitaba era muy superior a lo que los cañones de fundición podían resistir.

Verán, en aquella época (y desde los dos mil años anteriores), el material estrella era el hierro.  El hierro era el metal común más duro y resistente que se conocía. Se obtenía calentando mineral de hierro con coque (si no le interesa especialmente, es un carbón limpiado, para entendernos) y caliza, y el material obtenido se denominaba "hierro fundido" o "fundición". Era barato y duro, pero relativamente frágil, un golpe fuerte podía partirlo. No se ría, sepa que aun hoy su casa está llena de elementos de fundición.

La clave estaba en el carbono que aportaba el coque: mucha cantidad. Así que a veces se intentaba rebajar el contenido en el hierro fundido... mezclándolo con más mineral de hierro. El oxígeno que también aportaba el mineral se combinaba con el carbono del hierro fundido generando CO, que es gaseoso y se desprendía formando burbujas. El resultado era un hierro casi puro, que se denominaba "hierro forjado". El hierro forjado era mucho más resistente, y aguantaba los golpes fuertes sin partirse, con dos peros: uno menor, era bastante blando. Y uno brutal: era caro. Esto era evidente, ¿no?

Perdónenme un momento y permítanme que hable con propiedad. El material base no era "hierro fundido" estrictamente, sino "arrabio".  Pero, bueno, para ustedes, tanto da.

Ahora bien, resulta que existía (y existe todavía) algo a medio camino entre el arrabio y el forjado, y que era más fuerte que el primero y más duro que el segundo: el acero. El cual se conseguía a partir del hierro forjado, añadiendo los ingredientes precisos. Y, claro, el pero en este caso era el triple de grande: si el hierro forjado era caro, el acero era carísimo. Lo que se traducía en que era muy escaso, y sólo se empleaba para fabricar espadas.

Bessemer no sabía nada de la fabricación del hierro, pero si ése era el problema... Él era un ingeniero, y estamos en 1854.

El tipo le da al cacumen, y llega a la conclusión que de lo que en realidad se trata es de eliminar el carbono del hierro fundido a un coste moderado; y el modo más fácil y barato de añadir oxígeno al arrabio para quemar con el carbono del hierro fundido no es emplear más mineral de hierro, sino ¡el aire! Claro que... ¿añadir aire no enfriaría el hierro fundido y lo solidificaría? Pues...

El hombre empieza a experimentar, y descubre que no, que el aire quemaba el carbono (y, de paso, la mayor parte de las impurezas), y el calor de la combustión AUMENTABA la temperatura de hierro. Lo había conseguido: fabricar acero a un coste bajísimo. O quizá no.

En 1856 Bessemer anuncia los detalles del método, y los industriales siderúrgicos rompen en vivas a su efigie y se apresuran a invertir sus enormes fortunas en construir "hornos altos" para fabricar acero a lo bestia. Y entonces ocurre el desastre: el acero es de pésima calidad, no vale para nada. Y ruge la acusación: Bessemer, estafador.

Bessemer no entiende nada, pero vuelve a los experimentos. Y ¡cielos!, descubre que con su método no se puede emplear mineral que contenga fósforo, porque el fósforo permanece y hace que el metal resulte quebradizo (chascarrillo: los radiadores clásicos se hacen con hierro fundido ¡enriquecido con fósforo!). Y, por una de esas casualidades, en sus experimentos Bessemer había empleado un mineral de hierro que no tenía fósforo. Claro que a estas alturas, ningún industrial quería saber nada del embaucador. ¿Fin de la historia?

No, todavía no. El tipo no se amilana, consigue dinero prestado y en 1860 instala su propia acería en Sheffield; importa mineral sin fósforo de Suecia y empieza a vender acero de alta calidad a un precio de risa. Se forra. Hacia 1870 se descubre cómo resolver el problema del fósforo, y esto abre la puerta al empleo de los vastísimos recursos de mineral de hierro que hay en Estasdos Unidos (allí, claro, no salía a cuenta llevar hierro de Suecia), y Bessemer es ennoblecido en 1879 y muere, rico y famoso, en 1898. Ahora sí, fin de la historia. Ya saben quién es Bessemer. El hombre que sacó a la Humanidad de la Edad de Hierro y la introdujo en la Edad del Acero. Ni más, ni menos. Y sólo obuvo, a cambio, fortuna y un transitorio reconocimiento popular.

Y es que, oiga, le dé las vueltas que le dé, vivimos en la era del acero. Mire usted donde mire, el acero ha sido la clave. Y no es sólo que el acero permitió las construcciones que conocemos (intente recordar cómo eran los edificios pre-acero), los transportes (de hecho, la brutal expansión que tuvo el ferrocarril entonces fue gracias a que se pudieron hacer los raíles de acero), o lo que usted quiera. Es que incluso, lo que usted diga que no es de acero... se ha fabricado con acero. Vaya a la fábrica que quiera, elimine los elementos de acero... y no quedará una máquina.

No, en serio. ¿Cuál cree usted que es el invento más importante de la Historia? El reloj de muelle, las gafas o el pararrayos son grandes inventos, sí, pero no los pondríamos en la lista. El ascensor de Otis nos parece genial, pero más de la mitad de la humanidad vive sin él. ¿La imprenta? Diría lo mismo pero con mucho más de la mitad, pero aquí he de reconocer el punto, indudablemente ha de estar (aunque tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo: después de Guttemberg se precisaron muchos inventores más para sacar verdadero provecho a la idea... ¿han oído acaso hablar de Koening?); también la esterilización y la vacuna de la rabia de Louis Pasteur, aunque no lo tengo tan claro en el caso de la bombilla de filamento de Edison. Sí pondríamos a la máquina de vapor de Watt. Tsai Lun (el papel), John Kay o Carl Benz también tuvieron inventos geniales, no les digo que no, pero... ¿alguno ha cambiado la Edad en la que vive la Humanidad? Sólo Bessemer, ¿verdad?

Pues eso. Somos unos ingratos. Y también unos incultos, si se me permite decirlo.