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miércoles, 3 de diciembre de 2025

El libro es mejor

https://www.youtube.com/watch?v=u3xmGjr_xMk 

 

 

La otra tarde me encontré con la película "El guía", de Alfonso Cuarón, 2023. Sólo viendo la imagen del cartel supe que era un relato del mismo título de Frederick Forsyth, llevado al cine.


Hace algún tiempo, pongamos que 50 años, los autores que dominaban la escena eran Graham Greene, Morris West, John Le Carré y Frederick Forsyth. Y algún otro que me dejo (D.L.&L.C. entre ellos). Eran autores de novelas basadas en el mundo de la guerra fría y la Segunda Guerra Mundial, espías y soldados de fortuna, también otros pero sobre todo, siempre muy bien llevados, atrapando al lector hasta la sorpresa final. Los clásicos libros que de pronto uno se da cuenta de que son las dos y media de la madrugada.

Pues bien, ese año de 1975 Frederick Forsyth escribió "El Guía", un relato corto sobre un piloto que sobrevuela el Mar del Norte una Nochebuena y se queda sin instrumentos de navegación. Por decirlo al modo de los estadounidenses, si discutiéramos sobre cuál es el mejor relato corto de siempre éste estaría en la conversación. Es un relato genial, fantástico, y no puedo menos que recomendarles que lo compren estas navidades si no es que lo tienen ya.

Así que es fácil comprender que me lancé a ver la película de inmediato. Un mediometraje, 39 minutos, como corresponde a un relato corto. 

Y está muy bien.

Si no ha leído usted el libro, claro. En cuyo caso no hay color. Y no es porque cambien el final, que lo cambian.

Supongo que es porque el mediometraje es para Disney+, una especie de cuento de navidad: desde luego, el filme insiste mucho en que es la noche de Navidad y cosas de ésas, y el relato original se centra en la angustia del piloto mientras está perdido y la manera en la que se explica el asunto, después. Claro, sin sentir la angustia del perdido todo lo demás falla. Y cuida que era fácil, habría bastado con unos flashbacks en los que aparezca el piloto en las clases, con el viejo sargento instructor Norris explicando qué han de hacer a medida que el piloto lo intenta y falla. Sí, en el filme da unas pistas sobre ello, pero no funciona. No sé porqué no se centra en el piloto perdido, supongo que porque si sólo sale el piloto no se puede expresar que es Nochebuena.

En fin, un buen mediometraje. Pero el libro es mucho mejor. Dentro de 50 años alguien seguirá leyendo el relato, de 100 años entonces, pero nadie verá ya la película. 

 

 

Un chascarrillo final: la película está producida por John Travolta, quien imagino que por edad fue quien había leído el relato en su tiempo y quiso llevarlo a la gran pantalla. Como es el productor, se reservó un pequeño papel. Pero en la historia sólo participan británicos, y me temo que Travolta no logra imitar el acento británico (impagable, el del ordenanza Joe). Así que en la película... es canadiense.

 

 

Anne Chmelewsky - El guía (BSO): Fallo del compás 

viernes, 28 de noviembre de 2025

1.700 años

 https://www.youtube.com/watch?v=Xo1C6E7jbPw

 

 

¿Qué es ser cristiano? Cuando yo era un niño chico, ésa era una pregunta del catecismo. El catecismo era un librito de preguntas y respuestas que nos teníamos que aprender de memoria y que el hermano Babil nos preguntaba en voz alta mientras se paseaba por entre las filas de pupitres. Todos los niños respondíamos al unísono, imprimiendo cierto soniquete a las respuestas que todavía me taladra el cerebro.

Dicho esto, no recuerdo que se preguntara en el catecismo quién es cristiano. ¿Son cristianos los mormones? ¿Los testigos de Jehová? ¿Los adventistas del séptimo día? ¿Los miembros de la segunda iglesia anabaptistas de Whataboutcreek? ¿Los seguidores de Jackson, el telepredicador o el gurú de la secta local?

En realidad, es una pregunta bastante fácil; al menos desde nuestro punto de vista: cristiano es quien la iglesia católica. Y la iglesia católica dice que cristiano es quien acepte lo que se acordó en el Concilio de Nicea. Concilio que, por cierto, se celebró el año 325. Hace precisamente 1.700 años.

Así que los católicos son cristianos, los ortodoxos son cristianos, los coptos, los luteranos, los calvinistas, las tropotocientas ramificaciones de luteranos y calvinistas,... siempre que se ajusten a ese concilio. En que empiezan con afirmaciones tipo "Jesús no era en realidad Dios", nuevos profetas, el libro de Mormon o zarandajas de esas, se acabó. 

La cosa de aquel concilio empezó con Arrio. Arrio era un presbítero (= cura) de la diócesis de Alejandría que opinaba que si el Hijo había sido engendrado por el Padre, necesariamente hubo un tiempo en que el Hijo no existía y por lo tanto y resumiendo el Hijo no era Dios, o no tan dios como el Padre. El obispo, que casualmente se llamaba Alejandro, se reunió con Arrio y los presbíteros que le seguían (arrianos, en el futuro), y acabó excomulgándoles. Como era común en la época, envió la notificación del hecho a las demás diócesis y cuando llegó a Costantinopla el emperador, Constantino, decidió que había que reunir a todos los obispos y tratar bien el tema, no sólo en Alejandría. Y aunque la mayoría de los asistentes eran del lado griego del imperio, la reunión de Nicea se convirtió en la primera asamblea de próceres mundiales para discutir un asunto. Vale que el mundo era para ellos más reducido de lo que entendemos ahora, pero somos herederos de su cultura y el modelo que estableció se convirtió así en nuestro modelo.

En verdad, con el Concilio de Nicea cambiaron muchas cosas, que sólo se percibieron tiempo después. Algunas casi anecdóticas, como el calendario eclesiástico y la fecha de la Pascua (se encargó al obispado de Alejandría, que era el que tenía los mejores astrónomos, que la fijara); pero otras, más mentales, muy peligrosas: por ejemplo, el carácter oficial de la religión. El concilio lo había promovido Constantino, dio el apoyo logístico necesario, asistió a las sesiones y se involucró en que se llegaran a decisiones. Otro aspecto importante (muy importante) para los católicos fue que las decisiones del concilio no tenían marcha atrás, un papa no podía cambiarlas.

Y sobre todo, el credo niceno. Cuyo redactado traducido se sigue recitando hoy en todas las misas del mundo. 1.700 años después, y sumando.

Que, por supuesto, el hermano Babil nos hizo aprender a todos los niños de memoria. 

 

 

Yves Montand - Les feuilles mortes 

sábado, 22 de noviembre de 2025

El abad, el superior y Pedrillo

https://www.youtube.com/watch?v=yEbaeLv-aOo 

 

 

Un cuento de mi infancia. No sé si sería tradicional antes, tristemente ya no lo es ahora. Signo de los tiempos, me temo.

El caso es que no recuerdo bien el cuento. Ni su título, ni su planteamiento ni su desenlace. Pero sí recuerdo el meollo del nudo. Vamos allá.

La historia versa sobre un monasterio en la Edad Media. Los monjes han acogido a Pedrillo (no recuerdo el nombre, pero éste me vale), muchacho despierto pero travieso: todos los monjes le quieren, pero sus trastadas les exasperan.

El monasterio está regido por un abad con fama de sabio. Un buen día, Pedrillo encuentra al abad todo alterado y al preguntarle el porqué de sus nervios éste le cuenta que ha recibido un aviso de que le va a visitar el superior de la orden, que tiene fama de ser muy exigente, y seguro que le buscará las cosquillas para pillarle en un renuncio. Pedrillo se ríe, y le dice que no se preocupe, que él le sacará del apuro.

Llega el superior y visita el monasterio. Después del refrigerio se aparta con el abad a una cámara a charlar con él, y entonces le dice que ha oído que tiene fama de sabio y que quiere ponerle a prueba para comprobar esa afirmación. Para ello le hace tres preguntas:

—¿Dónde está el centro de la Tierra?

    ¿Cuánto dinero valgo yo?

    Y ¿Qué estoy pensando que es cierto y no es verdad? 

El abad medita unos segundos y entonces le responde:

—El centro de la Tierra está debajo de vuestros mismísimos pies, pues que siendo la Tierra redonda todo punto marca el centro.

    Valéis 29 monedas, pues a Nuestro Señor lo tasaron en 30 y todos nosotros valemos menos que Él;

    Y lo que estáis pensando que es cierto y no lo es es que estáis hablando con el abad, pues yo no lo soy.

En esto el falso abad se quita la capucha del hábito y se descubre que no es el abad sino Pedrillo, que se ha hecho pasar por él.

El superior reconoció el ingenio y la picardía del abad y del muchacho, y se marchó complacido de allí.

 

 

Una vez escrito hasta aquí entro en internet y encuentro que hay un cuento muy parecido: "El abad y los tres enigmas". No es como yo lo he contado, las preguntas y respuestas son un poco diferentes, también el entorno, los personajes y sus motivaciones,... en fin, los cuentos los personaliza cada uno como quiere. Lo que es seguro es que este cuento se está perdiendo. No se ha perdido del todo porque todavía queda algo en internet, pero en la práctica, como si estuviera ya erradicado.

Y es que ya ni se cuentan cuentos a los niños ni estos leen cuentos. El lema de ahora parece ser que donde haya una play o un teléfono con internet, que se dejen de cuentos. 

 

 

Donna Summer - I feel love

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Una sutil diferencia

Cuando yo era chico, y de esto creo que ya he escrito en alguna ocasión, los chavales hacíamos colecciones de cromos.  

© Quino 

Ahora también se hacen, pero en mi infancia las colecciones, aparte de la de la primera división de fútbol, eran culturales. Por ejemplo, recreando batallas históricas, o animales del mundo, países, banderas, uniformes, qué se yo. Y ahora son de fútbol, pokemon y juegos de rol. Yugio, creo que se llaman. No estoy muy puesto en lo de ahora, pero creo que se entiende lo que quiero decir. Y sí, en aquella época se hacían colecciones de cromo para casi cualquier cosa, y también había muchas colecciones infantiles y sin pretensiones: por ejemplo, recreando películas (la colección de cromos de Bambi está indeleblemente grabada en mi cerebro).

La cuestión es que antes había un entorno... "culturizante". Los niños tenían que aprender cosas. Historia, geografía, ciencias naturales, técnica, lo que sea. Y era un juego, se aprendía jugando. Pero se buscaba que aprendieran.

Supongo que es una de esas sutilísimas diferencias entre la época de mi infancia y la época actual que tal vez explican la diferencia entre los chicos de una época y de otra. 

viernes, 10 de octubre de 2025

Jiras

https://www.youtube.com/watch?v=YJwFz0Egin4 

 

 

Cuando la gente del espectáculo se va de viaje y en cada parada ofrece una actuación, eso se denomina gira. Habitualmente esa gente del espectáculo confía en regresar al punto de partida, y si es inteligente habrá intentado que el viaje tenga un recorrido lo más redondo posible, para minimizar las distancias de los desplazamientos; imagino que de ahí vendrá el que el "giro" se llame gira.

Una jira, en cambio, es una comida o merienda campestre con amigos o con la familia. Si el padre grita «¡Familia, nos vamos de gira!» quiere decir que la familia va a emprender una tournée en la que probablemente el padre exhiba a sus 5 hijos cantores. Pero si grita «¡Familia, nos vamos de jira!», lo que quiere decir es que ese día se van a comer al campo y los 5 chicos pueden explayarse subiéndose a árboles, tirando piedras o jugando al fútbol (a menudo, las tres cosas).

En cierta ocasión una jira dio lugar a una fotografía que luego se convirtió en famosa (y por lo tanto infiero que, a estas alturas, ya desprotegida de los derechos de propiedad):


Y es que de ese grupo de amigos, con el devenir de los años y sin que a ninguno se le hubiese pasado por la cabeza en el momento de la foto, salieron algunos de los hombres y mujeres más poderosos de España. A ese grupo se le conoció, entonces, como "el clan de la tortilla". 

Un grupo de amigos y/o familiares, unos manteles o mantas a guisa de manteles, unas fiambreras con tortilla de patatas, aceitunas, unas bolsas de patatas fritas, quizás unas pechugas empanadas,... Una jira como Dios manda. 

Una jira es también lo que se narra en la novela El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio (una de mis novelas favoritas): unos jóvenes que van a pasar un domingo al campo, en un ribazo del Jarama. Por salir de la ciudad, más que nada.

Es cierto que antes había una palabra, despectiva, para referirse a los que participaban en las jiras: domingueros.  Era un apelativo que había que soportar, como coste de la jira.

Y es que antes se iba de jira. El domingo en la ciudad es monótono cuando no se tiene el dinero suficiente para pagar por el ocio (ir al cine, a un Parque de Atracciones, al fútbol, qué sé yo). Y para salir de la monotonía, qué mejor que irse a comer fuera. Al campo, donde los chicos pueden estar a sus anchas sin los rigores que imponen los restaurantes, y donde la ausencia de etiqueta permite a los mayores relajarse. Sí, ir al campo a comer es una opción excelente.

El campo no solía estar muy lejos y no vale la pena perder el tiempo desplazándose. Media hora, una hora a lo sumo debería sobrar para llegar a algún sitio adecuado. Además el sitio no tiene muchas exigencias: cerca de una carretera accesible, con alguna sombra y con algo de terreno horizontal, y que no dé mucho el viento. Si hay una fuente cercana, miel sobre hojuelas. A partir de ahí, todo son mejoras.

Pero hoy ya nadie sale de jira. Tal vez por eso la palabra ha caído en desuso y usted no la conocía.

¿Por qué? 

En primer lugar, muchas personas tienen ya segunda residencia. La jira no deja de ser un recurso de clase media baja: con coche y material de picnic, pero sin segundas residencias o dinero para hotelitos o restaurantes. 

En segundo lugar, las familias tienen cada vez menos hijos. Una jira de una familia de hijo único no es ni de chiste tan divertida como una jira con una familia de 5 hijos y la abuela. Los niños cada vez juegan menos en juegos de ejercicio físico y más en juegos con equipos electrónicos. O ligados a una pantalla. Es lo opuesto al espíritu de las jiras.

Además, nos hemos vuelto muy señoritos. ¿Comer en el suelo, mal sentado, con hormigas llegando hasta la tortilla, comida fría y bebida tibia? ¡Cá! Ya no se bebe agua de la fuente ni se come sentados en el suelo con un mantel: hay que ir con mesa de camping, silla de camping, nevera de camping, etc. Por lo mismo, uno ya no acepta hacer sus necesidades alejándose un poco, hasta ahí podíamos llegar.

Otra razón es el exceso normativo. ¿Y si está prohibido? ¿Y si nos ponen una multa? ¿Y si el campo tiene amo y nos echa o nos denuncia? En muchos sitios se ha prohibido que allí se acuda a la brava, sin instalaciones sanitarias ni seguros de responsabilidad civil del propietario (no vaya a ser que a alguien le pase algo y demande al propietario del campo), o se exige que el propietario del campo se responsabilice de lo que allí pase (por ejemplo, que no se encienda fuego). Hay muchas trabas. Como ejemplo, en el entorno de Barcelona sí es común que grupos de sudamericanos realicen jiras. Y, claro: los ayuntamientos no quieren. Porque suelen ser grupos numerosos, que ponen música muy alta, a menudo en espacios muy solicitados (las playas, puntos oficiales de barbacoa,...). 

También, y no es un cambio baladí, ha habido cambios constructivos: antes las carreteras lindaban con el campo, no con un terraplén o una valla. De manera que cualquiera, en cualquier momento, podía parar y salirse de la carretera. Parece mentira, pero las carreteras modernas no invitan a parar: invitan a no detenerse. Así que salvo que uno conozca el destino, pues no. Antes, en cambio, uno veía una zona que podría estar bien, se detenía y dejaba el coche en algún acceso próximo. Por lo mismo, antes las carreteras atravesaban los pueblos y se conocían multitud de parajes y andurriales.

El caso es que me da la impresión de que cada vez menos familias salen de jira. Que se ha convertido en un entretenimiento del pasado.

Lo que sería una lástima, en mi opinión. 

 

 

Barbarito Díez - 20 años 

lunes, 25 de agosto de 2025

Le plein, s’il vous plaît

Estos días estoy yendo a una obra para entrar en la cual hay que registrarse en una caseta de 1,80x1,80 que se puso a la entrada. Una mesa, una silla y el aire acondicionado y nada más. El portero (no el barraquero, porque no es un peón de la obra sino de una contrata de seguridad) está ahí, todo el día, solo. Con lo que aprovecho cuando llego y cuando me voy para darle un par de minutos de conversación y hablar de alguna cosa.

Es un comportamiento que acostumbro a tener. Pero que no todo el mundo tiene. Precisamente, volviendo de la obra me acordé de una anécdota que me contó un jefe que tuve hace muchísimos años. 

Mi jefe entonces, también entonces joven y alocado, era de los que conducían por el desierto, corría rallies y el Dakar salía de Francia y atravesaba el Sáhara, y en un viaje con él me contó esta historia.

En el interior de Argelia, bien dentro del desierto, se encuentra el macizo de Ahaggar. Para él era un lugar de aislamiento absoluto, lo más realmente lejos de la civilización que uno podía irse. LLegar allí es como la peregrinación a esos monasterios tibetanos en las novelas y cómics. El caso es que en cierta ocasión llegó a una gasolinera de ésas que hay de vez en cuando en el desierto, porque haberlas haylas ya que tiene que haberlas y no te las puedes saltar. Y, por descontado, cumplió el rito: se bajó del coche, saludó cariñosamente al gasolinero, éste le contó que le recordaba de haber pasado por allí el año anterior, tomaron té juntos, charlaron largo y tendido, etc. Lo de la gasolina ya vendría después, la parada iba a durar las horas que hicieran falta.

En estas que llegó otro todoterreno, se acerca el gasolinero, y el conductor baja la ventanilla, le da la llave del depósito y le dice: «Le plein, s'il vous plaît». Sube la ventanilla y se queda dentro del coche, con el aire acondicionado (no hace falta describir su necesidad).

Y el moro pensó: «¿Ah, si? ¡Pues ahí te quedas!». Y no le sirvió. Hasta que pasado el tiempo, el conductor del todoterreno entendió.

 

sábado, 18 de enero de 2025

Me he acordado de Weisser

https://www.youtube.com/watch?v=8soQkubMk1g 

 

 

Poco después de caer el muro de Berlín y la reunificación alemana tuve que colaborar con un ingeniero ossie llamado Weisser. Viajando no recuerdo si de Dresde a Leipzig o a Chemnitz (en la época de la RDA, Ciudad Karl Marx) paramos a comer en un pueblo de camino, no recuerdo el nombre pero sí que el primer plato era "sopa del día", una sopa de tomate con nata montada por encima, riquísima. El caso es que no había sitio relativamente cerca del restaurante, y Weisser subió el coche a la acera de la plaza y lo aparcó allí. No molestaba a nadie, íbamos a estar poco tiempo, era una población pequeña...  

Después de comer nos subimos al coche para reanudar el viaje, y ¡zas!: había una multa en el parabrisas. Unos cinco euros, al cambio, creo recordar. Barato, porque aparcar en un garaje en Barcelona o en zona azul nos habría costado más. Pero Weissar se quedó chafadísimo: "Tendré que volver aquí otro día a pagar la multa".

Creo que ya había contado esta anécdota de Weisser, pero quería traerla a colación para mostrar el carácter de Weisser, que supongo el del alemán oriental medio hace 30 años (porque, al fin y al cabo, fue el único ossie que conocí en profundidad, tampoco quiero alardear de cosmopolita). ¿Y por qué? Porque esta mañana me he acordado de Weisser. Weisser, ya lo he dicho, era ingeniero, y en su día le pregunté cómo funcionaba el mundo comunista; en concreto, a modo de ejemplo, si al terminar la universidad cada uno trabajaba donde quería o si el Estado le indicaba a cada uno dónde tenía que trabajar. Sí, ahora les suena a risa, pero entonces nosotros (yo al menos) no teníamos mucha información sobre cómo era la vida al otro lado del telón de acero y tenía a uno de ellos delante que me lo podía contar de verdad.

Resulta que al acabar su periplo universitario fue la propia universidad la que le encontró un trabajo: sus profesores le recomendaron que trabajara en cierta empresa. Estatal, por supuesto: todas lo eran. Insisto, le recomendaron. Él podía decir que no, me dijo, pero entonces tendría que buscar trabajo por sí mismo. Fuera del sistema (esto último no me lo dijo, pero lo sobreentiendo). 

Total, que aceptó el trabajo; ¿por qué no iba a hacerlo? Probablemente era un buen trabajo dentro de lo que habría disponible, y sin duda mejor que el que habría encontrado si lo hubiera buscado por sí mismo. 

¿Y por qué me he acordado hoy de Weisser? Pues porque he leído que la ministra de Sanidad (la cual no creo que merezca pasar a la posterioridad) quiere que los nuevos MIR, al acabar su residencia trabajen 5 años para el sistema público sin poder trabajar de manera privada.

Los años MIR son duros. El médico acepta vivir en otra ciudad (algunos tienen la suerte de no cambiar), trabajar como un mulo en condiciones que pocos trabajadores aceptarían y cobrar bastante poco, pues a fin de cuentas el Estado le está formando como especialista y esa formación es parte de la contraprestación. El periodo dura 4 ó 5 años, depende de la especialidad, pero al terminar el médico es libre: puede elegir dónde vivir y qué trabajo tener (entiéndase). Y ahora la ministra dice que en los primeros cinco años no podrán trabajar de manera privada, que sólo podrán trabajar para ellos. En pago por la formación recibida, esto es. 

¿Acaso le han pagado demasiado al médico durante el MIR, que consideran que aún les deben 5 años de sus vidas?

Hay además muchas dudas prácticas que no se han aclarado. Los aspirantes eligen plaza MIR por turno tras un examen durísimo. Supongo que la nota de ese examen regirá también para la elección de la plaza privada, no creo que al terminar el MIR reciban una carta que les indique cuál será la plaza en la que trabajarán los siguientes 5 años. ¿Y si resulta que el médico eligió la especialidad porque tenía un buen número, pero frente a los de esa especialidad lo tiene de los peores y sólo le ofrecen plazas donde no quiere ir? ¿Y si eligió por la ubicación de la plaza? ¿Y si ha formado una familia o establecido relaciones que quiere mantener?

Si el médico es bueno, termina los 6 años de Medicina con 24, 1 año de preparación del MIR, 5 de residencia y luego 5 de trabajo en la sanidad pública, es libre para rehacer su vida a los 35. Hasta entonces pertenece al Estado.  

Vale, es posible: lo mismo le pasa a los militares, por ejemplo, que van cambiando de destino. Pero a los militares se les paga correctamente desde el principio, y el estilo de vida está claro desde el principio. Y, sobre todo, los militares pueden (se les permite, esto es) desarrollar una actividad privada si quieren.

Además, el Estado tiene el monopolio de autorizar a trabajar: el médico sólo puede especializarse con el MIR, el médico que no realice el MIR es un médico general (no 'de Familia') que sólo puede acceder a ciertos tipos de trabajo. Si sale adelante el cambio, es un trágala. Tengo mis dudas que con esta medida aumente el número de médicos (cuya escasez mueve a la ministra a esta propuesta), aunque obviamente reducirá el número de médicos disponibles en la medicina privada (y por ello probablemente les permita cobrar más); desde luego, no hace más atractiva la profesión de médico.

¿Y si el médico renuncia? ¿Pierde acaso el poder trabajar de lo que es? Si coge la baja, ¿le computa el tiempo de baja como tiempo trabajado? ¿Podrá acogerse a reducciones de jornada por cuidado de hijos u otros familiares? Si su jefe le acosa, ¿ha de aguantar los 5 años?

Para las personas de izquierdas, los ciudadanos han de servir al Estado, no el Estado a los ciudadanos. Así que para una ministra de izquierdas, su propuesta es lógica, lo raro es que no exija que sea con efectos retroactivos. 

No sé si saldrá adelante. Si la ministra fuera del PSOE, no cabe duda de que se comprarían los votos necesarios y luego el Tribunal Constitucional dictaminaría que la propuesta es constitucionalísima, pues no está expresamente prohibida en la Constitución  y si lo está seguro que no se refería exactamente a este caso concreto. Pero la ministra no es del PSOE sino de los socios, así que no creo. 

En cualquier caso, si se hace realidad estaremos un paso más cerca de la sociedad de Weisser. 



Plastic Bertrand - Ça plane pour moi

viernes, 10 de enero de 2025

Meat Loaf

https://www.youtube.com/watch?v=KSTIsZULYmY 

 

 

Meat Loaf era un tipo curioso. Cuando surgió, en una época en la que la escena estaba dominada por figurines como John Travolta y bailarines como John Travolta, recuerdo el asombro que nos producían los primeros videoclips de un tipo enorme, gordo, grotesco, que decía llamarse Meat Loaf, 'cacho carne' para burlarnos.

Rápidamente lo catalogué como heavy metal. En el grupo de la música que no me gustaba, en cualquier caso. 

Pero, claro: Bat out of hell. 

 

Bat out of hell tenía una estética heavymetalera, sin duda la portada del disco lo era, pero por dentro era sonido Steinman, el compositor (lo pone abajo en la portada). Y el sonido Steinman era el sonido de Bonnie Tyler, su mujer (de Steinman, no de Meat Loaf), y Bonnier Tyler me gustaba (como a todos, claro). Por otro lado, el juego de palabras del título me divertía: podía significar "murciélago salido del infierno", pero también "bateado -por expulsado- fuera del infierno" (en realidad es una expresión que se traduciría como 'como alma que llega el diablo', pero eso entonces yo no lo sabía). Así que le di una oportunidad, y me gustó, ya lo creo que me gustó.

Sigue gustándome Meat Loaf. Pero cuando se tienen muchos más años que entonces, uno percibe las cosas de manera diferente. Hoy, para mí, Meat Loaf era un tipo sensible pero que no podría ajustarse a un mensaje en X. Los cantantes de entonces, sin duda también todos ellos tipos sensibles, se expresaban con canciones, pero con 3 minutos tenían de sobra. Para Meat Loaf 9 eran pocos. Y sus canciones eran tremendamente complejas, nada de un ritmo básico, un buen riff y un estribillo. Versos muy largos, ritmos cambiantes, ora acelerados ora pausados, ora un piano ora sonido heavy...

Hoy Meat Loaf no se desenvolvería en X, pero es que sus canciones tampoco triunfarían. Son demasiado largas para los gustos actuales.

Como yo no voy con los tiempos, a mí me gusta. Quizá es que me caen bien los tipos que elaboran pensamientos que no se expresan con cuatro palabras.

 

 

  Meat Loaf - Dead ringer for love