jueves, 2 de julio de 2020

Nocito




Estoy a la espera de que un constructor me pase unos presupuestos, pero no hay manera de contactar con él: está en una obra en Nocito, y ahí no hay cobertura.

¡Nocito!

Como sin duda les pasó a muchos aragoneses, en mi curso había un Nocito. Buen chaval, pero bastante tímido. Supongo que su familia provendría de Nocito. Pero en Aragón es tan común que las personas tengan como apellidos nombres de pueblos, que esas cosas no se preguntaban.

Nocito. Una obra en Nocito.

Nocito es un pueblo casi abandonado del prepirineo aragonés. Entre Guara y Monrepós, a 930 m de altura, a 23 km de Huesca a vuelo de pájaro. El típico pueblo que un par de semanas en verano multiplica por diez su población. El típico pueblo que sufrió la despoblación: según el Catálogo de pueblos y municipios de Aragón, 222 habitantes en 1920 y 199 en 1930; en 1940, 182 habitantes (se ve que hubo una guerra, y...). En 1950, 147 habitantes; 47 en 1960 y 11 en 1970. En 25 años se vació el pueblo. Y ahora que se habla tanto de la España vaciada y vacía, podemos reflexionar sobre el caso de Nocito como ejemplo del proceso que nos ha llevado hasta aquí.

En primer lugar, hay que introducir un agente que casi nadie conoce su existencia, y mucho menos su importancia en la despoblación de España: el Patrimonio Forestal del Estado (en adelante, PFE).

Aunque lo creó Franco (en realidad no, ahora me explico) el PFE es una historia que venía de lejos. ¿Recuerdan la Desamortización de Mendizábal de 1837? Pues de ahí, y de antes aún. Y es que Mendizábal desamortizó los bienes de la Iglesia, pero años antes había habido otras, e incluso las hubo tras la caída de Mendizábal. Desamortización es una palabra extraña, de poco uso. Más aún, me creo incluso que se empleó como eufemismo. Porque consistió en quitarles las tierras y los bienes a unos, para dárselas a otros a precios de saldo. Entiéndase, la idea era buena: el convento de San Wilibrordo (ejemplo inventado) tenía 2.000 hectáreas de bosques en el monte Gurruzo sin explotar, y lo que se buscaba es que los habitantes del pueblo pudieran ser dueños de esas tierras y explotarlas. Sacarles beneficios. 1837. Bueno para los habitantes, bueno para España, y a fin de cuentas aceptable para los monjes, pues como nada sacaban nada perdían. Pero, claro.

¿Qué pasó? Pues que los habitantes lo que querían era dedicarse a la ganadería y a la agricultura. Los bosques no daban gran rendimiento, así que los roturaron para tener terreno cultivable o pastos y sobre todo los pastores muy a menudo provocaron incendios para incrementar las superficies de pastos para sus ganados. Y los bosques fueron desapareciendo.

Que los bosques desaparezcan es malo, pero eso no se supo hasta que desaparecieron. Los terrenos, sin árboles, tienen muchos problemas. El viento sopla mucho más fuerte y se lleva la tierra superficial, que es la rica para el cultivo (este problema es evidente aún si usted recorre el Maestrazgo y se fija en los esfuerzos de los habitantes para conseguir retener la tierra de sus montes). Pero sobre todo no retiene el agua, y las lluvias generan torrentes y avenidas. Los que vivían en las orillas de los ríos empezaron a conocer las inundaciones frecuentes y las riadas. Y entonces supieron.

A mediados del siglo XIX ya se aceptaba que perder los bosques había sido un error y se dieron los primeros pasos para restituirlos. Pero el proceso fue lento. En 1888 se crearon las Comisiones de Repoblación: empezaba el repoblamiento llevado a cabo por el Estado. En 1926 (dictadura de Primo de Rivera) se creó el primer Plan Nacional de Repoblación Forestal; y en 1935, el Patrimonio Forestal del Estado: por fin un organismo específico para el tema. Pero en 1936 estalló la guerra y el gobierno de la República se olvidó del asunto. Pero Franco no: en 1938 ordena la elaboración de un Plan Nacional de Repoblación Forestal que elaboran y entregan en 1939 dos ingenieros de montes, y en 1941 vuelve a fundar el PFE, esta vez el PFE es de verdad.

Y el PFE de Franco empezó a repoblar los bosques, y empezaron los problemas.

Sí, porque como he explicado antes, los habitantes de, por ejemplo, Nocito, lo que necesitan son pastos y terrenos cultivables. No bosques.

En teoría, el PFE iba a ir bien. Su manera de trabajar era establecer consorcios con los propietarios de la tierra. El propietario se comprometía a ceder la tierra y se quedaría los beneficios de la explotación de la madera. El Estado tendría derecho a recuperar el coste de la inversión (el bosque), pero eso sería cuando se pudiera. Y la tierra... ¡ay, amigo!: pasaría a ser nominalmente del Estado. Ya lo era de facto, pues se empleaba en un bosque propiedad del Estado, y también adquiría el Estado el derecho a edificar en ella, así que se inscribía en el Registro de la Propiedad a nombre del Estado.

¿El problema? Que la gente no quería colaborar. Prefería seguir explotando el terreno con lo que necesitaba en ese momento, no esperar a que crezcan árboles y se monten aserraderos y acaben llegando perras. ¡Estos campesinos...!

¿El problema, ahora de la gente? Que el régimen de Franco era una dictadura. Es decir, que ante la ausencia de colaboración se ordenó la colaboración.

Volvamos a Nocito. Mediados años 40. 

En los años 40, como mínimo en la primera mitad, los habitantes de los pueblos vivían mejor que las clases bajas de las ciudades: no serían ricos, pero entre huertos y gallinas conseguían lo necesario para subsistir. Pero poco a poco se fue dando la vuelta a la tortilla. Y en las ciudades la situación mejoró: los trabajadores tenían sueldos más o menos fijos (por lo tanto esperanzas, planes, ilusiones). Festivos y domingos libres. Viviendas cómodas (comparadas con las rurales). Electricidad, agua (en Nocito el agua corriente llegó en 1977). El clima, incomparablemente mejor, que en Nocito el invierno es muy largo y muy frío. Los hijos iban a la escuela (los mayores también podían, había escuela de mayores) y tenían acceso a médicos y hospitales.

La vida, en cambio, era mucho más dura en Nocito. Faltaba el maestro, el practicante, no digamos médico o farmacéutico. En Nocito, los hombres y las mujeres estaban condenados a ser siempre lo mismo. Los hombres, a sacar el sustento de la tierra y los animales. Las mujeres, a servir a los hombres. Y eso, si encuentras con quién casarte. Y si te casas con el hijo heredero o eres éste; de lo contrario, tienes un problema. Normal que muchos emigraran a buscarse la vida en otro sitio, aunque sea en pueblos más prósperos, en casa de personas más prósperas que necesiten criadas o empleados. Para colmo de males, en 1954 hubo una epidemia de sarampión y tres jóvenes murieron en tres meses. El golpe moral fue enorme: seguro que en muchos hogares se plantearon que había que irse.

Y además está el PFE. Ahí, presionando para que abandonen las tierras y poder plantar ellos sus bosques.

La puntilla vino cuando en 1961 y por necesidades del PFE se abrió una pista que llegó hasta Nocito. Hay que decir que hoy en día, según Google Maps los 25 km que hay entre Arguís, a pie de la autovía, y Nocito se recorren... en 43 minutos. Así que imaginen. Creo que antes, que sólo se podía viajar en mulo o a pie, Huesca estaba a 14 horas (parece ser que 9 por un atajo). Normal que se murieran de sarampión: cuando llegase el médico al que avisaran, el mozo estaría ya para cerrarle los ojos.

La pista, ya digo, fue la puntilla: ahora se podía ir y venir. Y esto es muy importante, porque la familia podía abandonar Nocito e irse a Huesca o Zaragoza y volver en verano o cuando sea la cosecha. Y cuando fuera. Es decir, mentalmente no abandonaban el pueblo. Como sabemos ahora, cuando esto ocurre la vida es aún más dura para los que se quedan, y el goteo se convierte en chorro. Más aún cuando la pista por la que se iban servía para volver temporalmente: todos veían cómo les iba a los que emigraban. Para empezar, mejores ropas, algo nada desdeñable. Los chicos iban a la escuela. Las mozas accedían a un mercado mucho más variado de novios. Todos contaban cómo estaban mejor en la ciudad, vente tú también Pepe, Ramona.

Finalmente, casi todos vendieron sus tierras al PFE y emigraron. En 1970 quedaban censadas 11 personas. En 1980, 7; imagino que esos 4 se murieron en esos años.

En 1977, aprovechando una tala en los montes, el PFE trajo una canalización de agua, para que el vecino que quisiera se conectara a la red, y montó el alcantarillado. Pero, a esas alturas... ¿para qué? (por cierto, creo que aún quedan un par de casas sin conexión, sacando el agua de un pozo). La electricidad había llegado al pueblo en 1926 (una electricidad rural, "de esas maneras", pero electricidad), hasta que la turbina de la central hidroeléctrica se rompió en 1960 de manera irreparable, y estuvieron sin electricidad hasta finales de 1972 que se instaló la central que les sirve aún. ¿Saben cuándo llegó el teléfono? En 1992 se puso en un molino a 12 km Y en 1993 se instaló, ya en el mismo pueblo, un radioteléfono en la casa del guarda del Parque Natural. ¿No les he dicho al principio que en Nocito, en 2020, aún no tienen cobertura los móviles? ¿Qué esperaban, sino que se fueran?

Eso sí, conviene decirlo: es verdad que los emigrados no abandonaron Nocito. Fueron volviendo, a temporadas. Y hoy Nocito no es un pueblo abandonado como tantos, devorado ya por la tierra o la selva que lo reclama. Y espero no que no lo sea nunca. 

Hoy en día la vida sigue siendo dura en Nocito. A la pista de 1961 se añadió en 1986 la que les lleva a Arguís y que he mencionado antes, que les acerca aún más a Huesca, pero una hora de trayecto no se le quita ni a Carlos Sainz. Y servicios... ¿para qué hablar? ¿Qué cree usted que tiene un habitante de Nocito y que usted catalogaría de imprescindible?

Pero ¿qué futuro tiene Nocito? Si damos con una solución para Nocito, tal vez la España vacía tenga también arreglo.

Para empezar, mi constructor en Nocito. ¿Qué está haciendo? Imagino que construir alguna casa. Y es que hay gente que está volviendo. Y gente que está viniendo, franceses creo, que buscan una alternativa a sus orígenes.

Los niños. Primer problema. Escuela en Aineto, pero los niños no pueden ir y venir todos los días, y desde luego no en invierno. Pasan allí la semana escolar, allí se los cuidan. ¿Ustedes creen que eso es plato de gusto?

No sé. Parece que hay personas que quieren vivir allí. Necesitan como mínimo tres cosas: comunicaciones por carretera, telecomunicaciones y escuelas cercanas. Luego, cuando lleguen más personas, ya se verá cómo se mejora. 

¿Y porqué hemos de apoyar a los que quieren vivir en Nocito, si como país nos es más barato y eficiente que vivan en Huesca o Zaragoza? Pues por lo mismo que apoyamos a las manifestaciones culturales minoritarias, a las asociaciones de pocos miembros, a los partidos políticos minoritarios, a los que no tienen sustento y en general a todos los que necesitan ayuda. Porque en esta sociedad nos ayudamos los unos a los otros.

Por otro lado, hay que darles oportunidades de hacer lo que quieran para generar sus medios de subsistencia. Allí no hay en realidad tierras cultivables, así que se tendrán que basar en la ganadería, la madera y sobre todo y lamentablemente, el turismo. Por lo que yo soy partidario de no ponerles trabas, no sé qué nos importa a los de la ciudad lo que hagan ellos allí, si jamás iremos a verles. Si quieren criar corderos, que los críen, y si han de talar algunos árboles para generar el espacio que necesitan, que los talen.

Lo importante es que hay que entender Nocito, los muchos Nocitos que tenemos, para entender de verdad el drama de la España vacía.



Por cierto, en 1971 el PFE desapareció y en su lugar se creó el ICONA, hasta que el sistema autonómico y el traspaso de competencias se cargó el ICONA y cualquier Plan Nacional de Repoblación Forestal que hubiera. 




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