lunes, 30 de noviembre de 2015

Los Sucesos de Noviembre

Vamos a por la décima canción de los Beatles; avisé que serían 12 y que estarían por orden alfabético, así que hay que saltar de la letra I... a la P. Lo siento, he tenido que descartar canciones bestiales como I wanna be your man o Long tall Sally, de la primera época y hoy injustamente olvidadas, himnos como I want to hold your hand o Let it be; también Magical Mistery Tour o Mother Nature's son, por citar sólo unas pocas. Porque la décima es Paperback writer. ¿Y por qué? Pues porque es corta, rápida, brutal.Porque es imposible no tararearla. Y porque si la oye, mañana también la tarareará. Porque ningún grupo hoy podría componerla. Sólo tocarla.

Por cierto, se aceptan apuestas sobre cuáles serán las dos canciones que faltan. A ver si las adivina.


Dentro de cinco años nadie recordará con detalle este noviembre, ni siquiera que a mediados de mes yo siga yendo en mangas de camisa y los domingos a la playa (esto del cambio climático lo quiero tratar en otra entrada). Como mucho, nos acordaremos de París, algo sobre lo que también quiero escribir mas no ahora, pero de lo que tenemos que denominar "los Sucesos de Noviembre", todo en mayúsculas, me temo que se nos irá olvidando sin que extraigamos las enseñanzas que la experiencia nos ofrece en cada ocasión. Por esto quiero escribir estas líneas, pues tengo la esperanza de que me sirvan de memoria cuando esto sea una historia... del pleistoceno.

Ahora bien, para entender el mes conviene saber lo del 29 de octubre en Hostalets de Pierola; la historia completa pueden leerla en diversos medios que viven de la información, como por ejemplo en elpais.com. Les resumo: se han encontrado huesos fosilizados de un mono desconocido que parece ser que vivió por estos lares hace tres millones de años, y este mono tiene de particular que tenía la articulación del codo ya como los homínidos actuales; esto le confiere un carácter de "eslabón perdido" en la cadena evolutiva y por lo tanto tiene especial interés. Pues bien, resulta que en la rueda de prensa que siguió a la presentación pública del hallazgo, y tras la explicación de su importancia que hicieron los científicos principales, el reportero enviado por el hipersubvencionadísimo - y ya saben por gracia de quién- diario Ara (ningún medio lo identifica, pero ya les digo yo que son ellos, y si dudan lean la crónica del Ara) preguntó, totalmente en serio, si del hecho de que la mona apareciera en Cataluña y no en "España" se podía deducir que españoles y catalanes descendemos de monos diferentes.

En pocas palabras: la mitad de los catalanes creen que venimos de monos diferentes. Sí, ya sé, cuesta de creer, pero todos estamos de acuerdo que no se manda al tonto del pueblo a cubrir una presentación científica. Se supone que era un periodista (con título universitario superior, por lo tanto) de los de más luces de la redacción. Y que una redacción es un lugar donde se sabe lo que está pasando en todo el mundo, digo yo. No hablamos de un paleto de Solsona.

Lo que quiero decir es que podemos decir que la mitad de los catalanes cree que Mas no es corrupto, que la secesión es buena, que los catalanes de verdad no somos españoles, que los parados de Badalona y l'Hospitalet los tienen oprimidos y colonizados y que los españoles nos roban, pero yo ya prefiero decirlo así: creen que venimos de monos diferentes. Si usted habla con dos catalanes cualesquiera, casi seguro que uno de ellos lo cree.

Sin embargo, como el sistema electoral nuestro le viene muy bien a los de CiU, porque hace que el voto del paleto de Solsona valga cuatro veces el nuestro barcelonés, en nuestro Parlamento son mayoría los que creen que venimos de monos diferentes. Y esto explica los Sucesos de Noviembre. Empezamos.

Cuando se instituyó la composición del Parlamento, se eligió como presidente del mismo a la inefable Carmen Forcadell, quizá la más fanática de todos los diputados, CUP incluida. Ya que fanatismo es, según el DRAE, "apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas". Al instante, la coalición del Astuto, Convergencia con ERC y un grupo de "independientes" como la misma Forcadell (aceptemos pulpo como animal de compañía) presentan una solicitud para que el Parlamento se declare independiente de las leyes españolas. Y de sus tribunales, además. La idea era que se aprobara al día siguiente, pero ahí intervinieron los otros partidos.

La respuesta del PP y de C's la relaté en mi entrada ocaixa o faixa: el trámite tenía que cumplir los pasos estipulados en el reglamento de la cámara y no podía ir tan deprisa. Esto, Forcadell, no se lo esperaba: también hay normas catalanas y no se las podía saltar.

Aunque lo hizo, si bien la cosa no fue tan rápida como quería. Pero lo hizo, y el 9 de noviembre el Parlamento de Cataluña proclamó lo que se suponía que era la declaración de independencia con respecto a España. Lo que pasa es que, para entonces, ya no era lo mismo. Haberla proclamado en octubre tenía su aquel, su puntito de épica, el llegar al Parlamento y proclamar por las buenas que a partir de ahora aquí sólo mandan ellos. Pero no, resulta que el reglamento está por encima y el reglamento dice que hay que esperar. Y se esperan unos días. Y, claro, el 9 de noviembre, pues como que ya no había entusiasmo. Entre que la proclama no lo decía con mucha claridad, y que se había tratado casi como un asunto del día más, pues que nadie se lanzó a la calle a proclamar su alegría. Nada de algaradas, ni coches sonando las bocinas; ni un triste contenedor quemado. NI fiesta en los coles, ni nada de nada. El día que se tramitó, cada uno se dedicó a lo suyo como cualquier otro día. Hubo gente que ni se enteró. ¿Así se proclaman las independencias?

Sin embargo, aunque el tiro parecía de fogueo sí había sido un tiro. Y el Estado respondió. Había tenido tiempo para prepararse bien, y la respuesta (respetando también los tiempos reglamentarios, por descontado) llegó de la manera más sencilla: el Tribunal Constitucional declaró por unanimidad que aquello no podía ser. La novedad esta vez vino en que se acompañó con una notificación concreta a 21 personas, y que hace poco el PP reformó la ley para que desobedecer al TC significara ir a la cárcel por la vía rápida. Los políticos catalanes, faltaría más, respondieron muy chulos por boca de la portavoz del gobierno que ellos se ciscan en las notificaciones del TC. Aunque no habían contado con que una de las notificaciones sería para Pere Sol, y por ahí se hundió todo. Pero no adelantemos acontecimientos todavía. Estábamos en que se había proclamado la independencia, pero nadie había hecho caso: la vida seguía.

Y si la vida seguía, había que nombrar un presidente del gobierno local, un "Muy Honorable". Convergencia insistía en que el Muy Honorable era el Astuto o nadie más, pero necesitaba los votos de la CUP. Cuando la declaración se conoció en una reunión del gobierno en funciones, algunos consejeros, los que en realidad sí saben que venimos todos del mismo mono, saltaron contra Mas. ¿Cómo se podía haber hecho esa concesión a la CUP a cambio de anda, sin firmar nada? Mas estalló y les acusó de no querer que él repitiera como Muy Honorable. La bronca pública no pasó de ahí, y durante los días siguientes todos vimos como el Astuto se arrastraba por los suelos mendigando a la CUP. Y el vaso se desbordó cuando, en discurso en la tribuna parlamentaria, prometió todas las burradas que quiere la CUP. La CUP dijo que no, Mas volvió a su casa y las aguas subterráneas se movieron.

¿Qué fue lo que pasó? No lo sabemos todavía, pero nos lo podemos imaginar. En ese momento, el panorama es que el Parlamento se había declarado en rebeldia con un evidente nulo respaldo popular, que el Estado había advertido a los 21 nombres clave que los iba a inhabilitar como no recularan, que tocando a Pere Sol habían parado en la práctica cualquier proceso ilegal, que se hablaba de suspender la autonomía y de gestionar en Madrid la economía catalana (lo que supondría cortar el chorro de dinero que se escapaba en la partida de hospitales y centros sanitarios). Además, habían convertido el tema catalán en monotema en España, no se hablaba de otra cosa y el resultado era que estaban mejorando las expectativas de Rajoy para las generales: cuanto más Cataluña, mejor para el PP. Increíble, ¿no?

Pues así era. Rajoy, para no cargar en solitario con la responsabilidad de cargarse una autonomía (¡y qué autonomía!), había invitado al del PSOE a apoyarle. El del PSOE, que no podía decir que apoyaba a Cataluña, dijo que sí a Rajoy, pero para no cargar en solitario con la responsabilidad de ser el que apoyó al tío del PP que se cargó una autonomía (¡y qué autonomía!), le dijo a Rajoy que contase también con Rivera. El de Podemos protestó porque quería que le invitasen a él también, y entonces Rajoy se encontró con un filón: todo el mundo tuvo que pasar por la Moncloa, y resulta que a la salida tenía que dar una rueda de prensa contando lo que habían hablado y cuál era su postura. Es decir: todo el mundo tuvo que retratarse. ¿Quién iba a decir que apoyaba a Cataluña? Claro, nadie. Pero además tenían que decir qué proponían ellos.  Aquello parecía el beso de la muerte para los que siempre han nadado y guardado la ropa. Esas ruedas de prensa revelaban lo peleles que eran algunos (a los que no nombro). Para más inri, resulta que todo el mundo pasa a estar de acuerdo con Rajoy, que Rajoy representaba a toda España y que era un líder sólido al que todos seguían. Vaya, la postura de fuerza le convenía a Rajoy. Que es posible que, por él, se hubiera achantado como hace siempre y dicho que "es sólo una proclama, esperemos a ver si hacen algo independiente"... Pero, como iba bien para las elecciones, había que ser un bulldog. Y con un Madrid bulldog estaba claro que la broma se había acabado.

Otro dato es que se hizo público que Aguas de Barcelona se trasladaba a Madrid. Que lo había hecho justo antes de las elecciones pero que no se sabía. AGBAR se sumaba a una lista enorme de ricas empresas que se largaban. ¿Qué estaba pasando aquí?

Pues precisamente una de esas empresas es Grífols, una de las más significadas a favor de la independencia. Se larga a Irlanda; primero, la puntita nada más, pero ya verán como acaba irlandesa del todo. Y resulta que hay algo que saben hasta los del mono catalán: el Astuto tiene un puesto garantizado en Grífols-Canadá. Un puesto honorífico, claro, de esos de quedarte en casa que ya mandaremos los cheques; porque Mas sólo ha trabajado en la privada una vez en su vida, cuando veinteañero se metió en la empresa familiar. La hundió, y cuando quebró su padre lo colocó de recomendado en Convergencia, y hasta ahora. Así que en Grífols saben que tendrá una tarjeta de visita de nueve líneas, y que no hay que pedirle que fiche. Que no tendrá despacho, vaya. 

Pero Canadá sí tiene tratado de extradición con España, así que Mas no puede largarse sin antes un trato con el gobierno. Y de momento no hay trato, así que ha de ser presidente o nada. Porque la nada, para él, es la cárcel. De ahí que el Astuto se arrastrara ante la CUP delante de todos. Es decir, que por sus votos el gobierno iba a hacer lo que quería la CUP. 

Para que sepan cómo las gasta las CUP, tras los atentados de París el Ayuntamiento parisino proyectó sobre la fachada del ayuntamiento los colores de la bandera francesa, ya ven, y la CUP saltó (en twitter) protestando: "¡Esto no es solidaridad! ¡Los colores de una bandera imperialista!". 

Vamos, que estoy seguro de que los teléfonos no pararon de sonar. Me imagino a todos los pequeños empresarios y terratenientes de todas las comarcas, "a quién conoces tú que pueda llamar en Convergencia", "qué estáis haciendo, os habéis vuelto locos", "que esto de la independencia era de coña, tú, que el objetivo era negociar más dinero"...

Y para colmo de males, el viernes por la noche (es el 13 de noviembre), los atentados de París. De repente, el mundo, que por fin estaba mirando lo que pasaba en Cataluña (aunque la opinión del mundo no era la deseada, todo hay que decirlo), deja de mirar a Cataluña. ¿A quién le importa ahora, lo que pasa en Cataluña? Vamos, que se había declarado la independencia y nadie hacía ni puto caso.

Total, conciliábulo el fin de semana en Convergencia. El tiro ha salido por la culata, no hemos conseguido nada de nada de lo que queríamos, todo el mundo nos detesta, nadie nos apoya, y nos estamos metiendo con el TC en un berenjenal de no te menees. Y esta vez estamos solos, tú, que  también han citado a Pere Sol.

¿Quién es ese Pere Sol al que el Tribunal Constitucional ha notificado que no se pase ni un pelo de la legalidad española? ¿Y qué importancia tiene? Pues resulta que Pere Sol es el secretario del Parlamento. Es el tío que tiene que plasmar en un papel los acuerdos orales de los diputados. Y hacer circular ese papel para que sea ley o lo que toque que sea. En definitiva, el Parlamento sólo dice lo que Sol escribe; si no escribe nada, como si no hubieran dicho nada.   Es un abogado al servicio de los diputados... y es un funcionario. Si no le hubieran citado, Sol habría podido tramitar todos los acuerdos y todo lo demás, y habría alegado que sólo cumplía órdenes, que no podía negarse, etc. etc. Pero con la notificación, el TC le dice que no tiene defensa. Que si sabe lo que hace, y por supuesto que lo sabe, se le juzgará por hacerlo. 

Y la importancia de dar el palo a Sol es que en su nombre se lo están dando a todos los funcionarios. Y a todos los mozos de escuadra. Ningún funcionario y ningún policía podrá argumentar que sólo era un funcionario que cumplía órdenes: se les perseguirá a todos. Ésa es la amenaza que transmite la notificación a Sol, y todos los funcionarios y policías la han captado y entendido. Seguro que los bares de funcionarios están llenas de frases tipo "a mí, me lo tendrán que decir por escrito", porque ven lo que está pasando con el juicio del 9 de noviembre del año pasado, pero además tienen miedo: no cabe duda de que muchos, ni aunque se lo digan por escrito. Y este miedo, esta negativa a colaborar, se transmite de abajo arriba. Y llega a los cargos políticos, a los directores generales, y de éstos a los consejeros. Ese sábado, los de Convergencia saben que podrán hartarse de pronunciar proclamas: no van a pasar de ahí, y eso les va a convertir en la rechifla de todos. Han fracasado, y lo saben. Su mierda de revolución no les ha llegado ni a mitad de mes, la proclama del 9 el día 14 está muerta.

Ese mismo fin de semana empezaron la marcha atrás.

El primer paso lo dio el mulá de Convergencia, Quico Homs, que como ERC dijo que ni hablar de que repitiera como diputado en BCN ha coseguido que lo nombren candidato a diputado en Madrid. Sí, el que dijo que se iban a presentar con una fórmula electoral "superimaginativa" y que todo el mundo iba a alucinar con lo astutos e inteligentes que eran. Sí, el más talibán de los talibanes de aquí, el que ahora clama (a veces) que hay que ir a Madrid a negociar aunque todo el mundo sabe que con él no se puede ni hablar del tiempo.

Pues el caso es que el mulá Homs dijo ese fin de semana que, como la CUP no ha apoyado al Astuto Líder, que la propuesta se da por retirada. Que retiran la declaración de independencia, vaya. Esto no ha pasado todavía, que yo sepa, pero nos muestra porqué buscan la independencia: en realidad no la buscan, es un artículo de negociación. Como montar una biblioteca en Solsona o un puesto para tu cuñado.

Mientras tanto, el gobierno de Madrid pinchó un poco más: el ministro de Hacienda, como Cataluña no tiene ni para pagar los sueldos de los políticos, dijo que ya no daba el dinero en sacos para que ellos(los catalanes) paguen; que les presenten a ellos (los madrileños) las facturas y ellos (los madrileños) las pagarían. Si les convencen, eso sí. Y, para empezar, hay más de mil millones del año pasado que no sabemos en qué os los habéis gastado, justificadlo por favor. Y… cuando llegó el día de pagar a los funcionarios y políticos, el Astuto dijo que haría lo que le dijeran, pero que por favor por favor por favor. Como suele decirse: "por los huevos".

En estas, que los imputados van reflexionando en sus casas y empiezan a entender el lío. La sra. Forcadell, la fanática independentista, no ha vuelto a abrir la boca. Nadie, de hecho. Todos callados. Menudos bravucones, que un tirillas con gafas les ha respondido "¿perdón, decía usted?'" y se han achantado como si el tirillas tuviera detrás a los cortacabezas del Estado Islámico.

¿Y las empresas? ¡Siguen yéndose! O crean filiales para ir preparando su particular desconexión. Es tan evidente la cosa, que ya casi toda Convergencia clama que ha sido un error, que en mala hora se les ocurrió... Por cierto que Convergencia no sobrevive a estos Sucesos de Noviembre: se cambian de nombre, a partir de ahora quieren que les llamemos Democracia i Llibertat. ¡Cinismo! Estos chicos, dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Y lo mejor, para el final. El Parlamento catalán, ante la declaración del TC, ¡ha recurrido al TC! Ellos, que declaraban que a partir de ahora les importaba un pito lo que dijera el TC, resulta que lo primero que les dice el TC les importa muchísimo ¡y eligen razonar con el TC! ¡Increíble! Pero si esto parece lo más increíble de esta historia, es porque no hemos hablado de lo que ha argumentado el Parlamento catalán: que no se puede declarar inconstitucional su declaración de independencia, porque es sólo palabras, sólo declaraciones, no son actos. Sólo palabrería inútil, vienen a decir, que no hay que tomar en serio. ¡Así se declara la independencia, cojona!

E insisten: están amparados por el derecho de expresión. La declaración es sólo una expresión de la política, dicen. Y prohibir su declaración es fascismo y antidemocrático.

Yo soy ingeniero, no estoy versado en los intríngulis del Derecho y es fácil liarme. Pero se me antoja que el derecho de expresión está limitado por lo que llamaríamos los cauces. Se pueden decir las cosas, pero en los sitios adecuados y en las formas adecuadas. Voy a poner un par de ejemplos.

El primero de ellos sería una multinacional. Pongamos Volkswagen. Pongamos que el presidente de Volkswagen España va por libre y se descuelga con unas declaraciones en las que reniega de la compañía madre y declara que a partir de ese momento Volkswagen España hará lo que le dé la gana; por ejemplo, fabricar coches de Opel. Volkswagen Alemania, es fácil imaginarlo, le dirá al mandamás de Volkswagen España que ya está tardando en retractarse o se va a la calle con una demanda de cagarse la perra. Imaginen entonces que el mandamás de Volkswagen España protesta ¡en público! diciendo que él sólo se estaba expresando y que Volkswagen Alemania era una empresa fascista que estaba coartando su derecho a expresarse. Cualquier juez le dirá al presidente de Volkswagen España que si quería (expresar su deseo de) fabricar coches Opel en vez de Volkswagen, lo que tenía que haber hecho era ir a una reunión en Alemania y, en privado o con el círculo de presidentes de las filiales de Volkswagen, expresarle al  presidente absoluto su deseo. Ahí está su derecho a expresarse. Y si al salir de la reunión no está de acuerdo con lo acordado, debe tragar o largarse. Todos de acuerdo, ¿verdad?

El segundo ejemplo mucha gente no lo sabe, y lo explico para explicar hasta qué punto el derecho de expresión se respeta si se ejerce en el cauce adecuado. Durante el servicio militar, un recluta puede quejarse de la instrucción, de la línea que sigue el Ejército o de que el teniente Sánchez no le trata como debe ser. El recluta puede, y no le pasará nada, siempre que siga el conducto reglamentario.

Cada mañana, la tropa forma. Se pasa lista y revista, y el cabo primero pregunta al pelotón si alguien necesita visita médica; por ejemplo, porque se haya puesto enfermo por la noche. Y también pregunta si alguien quiere hablar con el capitán. Acto seguido, rompen filas y cada uno se va a su puesto, quedándose los que quieren ir a la enfermería y los que quieren hablar con el capitán. El primero les pregunta, uno a uno, qué tema quieren hablar. Si lo puede resolver él, lo resolverá, y si no, lo pasará al suboficial que toque. Éste hará el mismo proceso, y así hasta el capitán. O el coronel, si se tercia.

Además, hay un medio seguro de llegar hasta el capitán o el coronel: consiste en insistir que el tema es privado. Esto puede ser. Por citar casos que conozco, yo tuve un compañero que se hacía pis en la cama y otro que contrajo una enfermedad venérea incurable y muy contagiosa. Ambos se licenciaron antes de tiempo. Yo mismo, en mi tiempo, hablé con el capitán y le pedí permiso para abandonar el país (haciendo la mili). El capitán escuchó mis motivos, le parecieron bien y me dijo que eso no lo podía aprobar él, pero que tramitaría el permiso a instancias superiores.

Pues bien, un soldado puede, en un modo educado, quejarse al capitán de lo que quiera. Otra cosa es que el capitán no le haga caso, pero si el soldado ha sido correcto y bienintencionado, no sufrirá represalias.

Pero si el soldado se salta el conducto reglamentario y cuelga en la entrada de su garita un cartel que diga que a partir de ahora se cisca en lo que diga el Ejército y que dejará pasar sólo a quien le dé la gana, me temo que el argumento de su derecho a la expresión y que el cartel es sólo una expresión tendrá un recorrido muy corto.

(Corresponde ahora que traslitere la situación del Parlamento catalán a estos ejemplos, pero no es necesario).

Hoy, el mes de noviembre ha acabado y queda claro que la declaración de independencia tiene menos validez que la expresión "este año el Zaragoza ganará la liga". Nadie hace caso, nadie se acuerda ya de esta estupidez, y a los declarantes se los ha tragado la tierra. Ya ven qué poco ha hecho falta para que se echaran atrás, ni 155 ni gaitas. Uno puede preguntarse: ¿acaso no previeron estas cosas? ¿No se prepararon? Pues no y no, por lo que parece.

Y así acaban los Sucesos de Noviembre. Ha resultado todo una farsa urdida por unos gañanes tan inútiles que era imposible que aquello llegara a algo. Y podemos estar seguros de que no ocurrirá nada hasta dentro de, por lo menos, treinta años. Hasta que de estos gañanes no quede ni uno.

Ahora sólo falta que los catalanes que creen que son de monos distintos se den cuenta de lo que está pasando. Lamento decir que eso no ocurrirá jamás, pero nos hemos reído con estos Sucesos.

Para terminar, les contaré una anécdota de finales de noviembre. En el momento más crítico de las farmacias, cuanto más se hablaba que entraban en quiebra. Hablo con una farmacéutica de Barcelona, propietaria de su farmacia. Persona, por lo tanto, que creemos ilustrada y con criterio para discernir lo que está pasando. La pincho con el tema de que no cobra y le pregunto si cree que algún farmacéutico habrá votado a Mas. Pues ella misma, sin ir más lejos. Y me argumenta: ¿a quién, si no? Y me explica que lo que pasa es que Madrid tiene tirria a los catalanes por lo de la independencia, y que retiene el dinero porque se ha enfadado. Reconoce, sí, que al Govern le ha faltado previsión, pero esa es toda su queja. Quizá esto explique muchas cosas, incluyendo lo lumbreras que son los líderes de estos tíos.

En fin. Este es mi relato de los Sucesos de Noviembre, que muchos querrán que caigan en el olvido. Me pregunto si  extraeremos lecciones de ellos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

La sombra de los gigantes

In my life es de Rubber Soul. Y Rubber Soul...les contaré una historia: Rubber Soul me lo grabé en Cádiz, un familiar mío lo tenía y me lo copié. En una cassete, claro, que así eran como se hacían las cosas en aquella época. De vuelta a casa, descubrí que algo había ido mal durante la grabación y sólo se había grabado un canal. Hoy en día esto, aparte de imposible, no tendría importancia, pero los Beatles grababan en dos o cuatro pistas, más o menos como si usaran dos micrófonos. Y sólo se me grabó el que tenía los instrumentos base y las voces de acompañamiento. Total, que cuando oía estas canciones sólo oía la base. El resto se oía muy bajito, al fondo (pueden comprobar este efecto si las escuchan con auriculares). Y esto era más acentuado en Wait, Girl e In my life. El efecto que tuvo fue que me pirraba la base melódica, y en segundo lugar, cuando tiempo después pude oirlas completas, quedé anonadado por lo bien que sonaban.

En fin, In my life, 3 de diciembre de 1965, 50 años ahora. Es una canción preciosa. Y la letra, aun siendo una canción de los Beatles del 65, tiene mucha más carga de profundidad de la que uno se espera. Pero eso les animo a que lo descubran ustedes solos.




Me topo con una ingeniosa tabla que revela que Dirk Nowitzki, a sus 37 años, sigue siendo un fenómeno. Resulta que promedia más de 17 puntos por partido, y a esa edad no es moco de pavo, sólo lo han conseguido estos panolis:




Totals Totals Totals Totals Shooting Shooting Shooting Shooting Per Game
Player Season Age G FG FGA PTS FG% 2P% 3P% FT% PTS
Kareem Abdul-Jabbar* 1984-85 37 79 723 1207 1735 .599 .600 .000 .732 22.0
Kareem Abdul-Jabbar* 1985-86 38 79 755 1338 1846 .564 .565 .000 .765 23.4
Kareem Abdul-Jabbar* 1986-87 39 78 560 993 1366 .564 .565 .333 .714 17.5
Dirk Nowitzki 2015-16 37 16 103 197 274 .523 .531 .500 .911 17.1
Karl Malone* 2000-01 37 81 670 1345 1878 .498 .499 .400 .793 23.2
Karl Malone* 2002-03 39 81 595 1289 1667 .462 .464 .214 .763 20.6
Karl Malone* 2001-02 38 80 635 1399 1788 .454 .456 .360 .797 22.4
Michael Jordan* 2002-03 39 82 679 1527 1640 .445 .450 .291 .821 20.0
Dominique Wilkins* 1996-97 37 63 397 953 1145 .417 .458 .293 .803 18.2
Michael Jordan* 2001-02 38 60 551 1324 1375 .416 .426 .189 .790 22.9
Fuente: basketball-referencie.com. Para ver la tabla completa: http://bkref.com/tiny/FZZOj

Jabbar, Malone y Jordan, con el irrelevante añadido del patético Wilkins. y ahora, Nowitzki. Sólo 5 nombres: está claro que es algo muy difícil de conseguir. Por dar un dato, Wilt Chamberlain, a los 35 promedió 14,8 puntos por partido, y 13,2 a los 36. Lo de Chamberlain tendrá toda la explicación que quieran, pero muestra que, visto lo dificil de conseguirlo (por una causa o por otra, o por simple falta de talento), lo de Nowitzki es de traca.

Pero lo que a mí me ha llamado la atención de la tabla es otra cosa.

Verán, en más de una ocasión he manifestado que soy un fan de Jabbar y que Jordan nunca me ha entusiasmado; por supuesto, reconozco que fue un grandísimo jugador y que ganó sus seis campeonatos teniendo a su lado a un equipo del montón (no nos engañemos, Pippen era bueno pero es el clásico buen jugador que encontramos en cada equipo del montón como "jugador franquicia"; otra cosa es que el míster del equipo sí era un fuera de serie y eso sí marcó las diferencias), pero es como con Lebron James: hay algo que hace que no lo proclame como el mejor de todos los tiempos.

Yo creo que lo que me tira para atrás de Jordan son sus siete primeros años, cuando los Bulls eran Michael y los Jordanaires; sutil referencia de la época, por cierto, a que Jordan era más un vendedor de zapatillas, las Air Jordan, que eran lo joven, lo contestatario y rebelde frente a las Converse de Magic, Bird y resto de vacas sagradas de la NBA de entonces. No sé, Lebron, al menos, en su cuarto año llegó a la final con un equipo de pena, y O'Neal, al tercero; Duncan, Jabbar y Bird ganaron el título en su segundo año, y Magic en su primero (aunque éste con truco, pedazo de equipo tenía el muy canalla). Y, sí, en los 90 dominó el juego como no se ha visto otro igual, pero en mi cerebro los 80 le pesan mucho.

Pues bien, en los 80 tanto Jordan como Wilkins se hartaron de meter puntos. Metían más que nadie, pero no ganaban. Y no ganaban porque metían muchos puntos, sí, pero es que hacían muchos tiros. Y sólo metían la mitad (Wilkins, ni eso). Los equipos que les ganaban lo que hacían era seleccionar más los tiros. Que los haga el que los va a meter, vaya. Se puede decir que Jordan jugaba en un equipo tan malo que no tenía más remedio que tirar él, que le defendían dos y tres contra uno, y que sus promedios no son tan malos si se comparan con los demás de la NBA. Que vale, que sí, pero a mí todo esto me suenan a excusas de mal pagador.

Por ejemplo, la tabla del principio. Jordan, con 38 metió 22,9 puntos por partido. Y con 39, 20. Está muy bien, claro que sí. Además, se había pasado 3 años retirado del baloncesto. Puede decirse que volvió bajo de forma, viejo y fondón; pero también puede aducirse que al no jugar con 35, 36 y 37 años se evitó todas las lesiones que casi todos los jugadores tienen a esos años, tras sus largas carreras. En fin, lo único seguro es que no sabemos cuántos puntos habría metido si hubiera jugado con 37, que es de lo que va hoy la estadística.

Pero los promedios de tiros de Jordan no son muy espectaculares: metió el 41,6% y el 44,5%, respectivamente. Con 38 metió 551 de 1324 y con 39 679 de 1529.

Miremos los que hizo Abdul-Jabbar. Con 39, sólo tiró 930 veces: metió 560, el 56,5%. Con 37 años metió el 60% de los tiros que lanzó, y con 38 también el 56,5%. Con 37 metió 22 puntos por partido; con 38, 23,4, más que nadie con 37 cumplidos. Como todos, con 38 Jabbar sería sólo una sombra de lo que fue en su plenitud. Pues si ésta es la sombra...

Yo ya sé que soy del pleistoceno. Pero en aquella época sí teníamos mamuts de verdad, y no los panolis que rondan ahora por aquí.

El ingeniero del pleistoceno

I feel fine... esa primera nota, ese riff inicial... es una canción de finales del 64, una de tantas del chorreo de singles que en aquella época producían los Beatles y justo antes del LP Beatles for Sale; Beatles for Sale es un disco que me gusta mucho, pero no tiene ninguna de las canciones señeras, y eso se aplicó a casi todas las del momento, como I feel fine. La metieron en el LP A collection of Beatles Oldiest (que yo tenía/tuve/tengo en algún lugar en cassete), que era una recopilación de canciones de los singles, empezándo con el increíble She Loves You; de nuevo, I feel fine pasaba desapercibida.

Las canciones de los Beatles mejoran con el tiempo. Hace más de 50 años de I feel fine,y no cabe duda: hoy, arrasaría. Como se aprecia, por ejemplo, en esta versión.



El otro día me llamó un gachó al que de ciento a viento le he hecho algún proyectillo, casi siempre racks de instalaciones. En este caso me llamaba por uno de hace unos años; el rack pasaba por encima de una nave y ahora estaba estudiando ampliar la nave. Quería quizá encargarme ese estudio? No, quería saber si yo tenía secciones de cómo era esa nave, para ahorrarle el buscarlas.

No tenía secciones, pero como manteníamos una buena relación desde hace muchos años (una época en la que sí solía trabajar conmigo) aproveché la ocasión para charlar. Le reproché que ya no me encargaba nada, que todo se lo daba a otros ingenieros. Además era así, cuando tenía un proyecto grande se lo pasaba a otro ingeniero; luego, una vez hecho el proyecto, a veces me pasaban a mí el rack de enlace de las instalaciones con el resto de edificios de su cliente. Las migajas, para que me entiendan. Pero eso me daba opción a ver cómo trabajaba el otro. Y, les seré sincero, al ver su trabajo uno entiende porqué no me pasan a mí esas cosas: los otros trabajan en 3D, crean modelos de la estructura completa del edificio y luego le dicen al software que genere 200 planos con todas las perspectivas, todas las secciones y alzados, detalles en cuatro vistas, los despieces, las mediciones,... espectacular. Yo, cuando veía esos planos, intentaba ponerme a la altura y dibujaba en 3D (¡en Autocad!) la estructura que me encargaban, pero ni de lejos. En dos o tres planos tenía todo lo mío. Las migajas, ya les digo.

Total, que le reprocho que antes construíamos los edificios sin tanto plano, ni perspectivas ni leches, y me respondió que justamente ese día su cliente le había hecho la misma reflexión; y aún más, le había dicho que la cosa se empezó a torcer cuando el proyecto del 2002, que fue con el que mi gachó empezó a pasarle los planos con todos los detalles, los alzados, las plantas, etc. A partir de ese proyecto, se fueron acostumbrando a los trabajos detallados y ahora no conciben que no les hagan modelos 3D.

Lo bueno es que recuerdo el proyecto del 2002. Lo hice yo, y fue el primero que le hice. Y el último grande, además. Recuerdo que la constructora subcontrató la estructura metálica a un taller, y este taller tenía un acuerdo con una chiquita (ingeniero técnico) que en esas situaciones les iba por las tardes al taller... y les dibujaba la estructura en 3D. Se resolvía todo, me daban los planos completos y cuando yo los aprobé pulsaron un botón y se generaron todos los planos de despiece. El montaje, salvo un accidente con muerto y unos problemillas con soldaduras y con uniones atornilladas, fue como la seda.

Y ésa es la historia. En el 2002 yo estaba en la vanguardia tecnológica (bueno, unos pasos atras, pero mis proyectos eran de lo mejorcito). Ahora son los otros, los que me hacen parecer un ingeniero del pleistoceno. 

El pleistoceno, por si no lo recuerdan, es el Paleolítico. Acabó hace 12.000 años. Conoció a los neardentales, los mamuts, los uros, los tigres dientes-de-sable, los mastodontes y animales de ese estilo. En aquella época, a los ingenieros no nos exigían perspectivas ni modelos 3D.

Hace tiempo que me siento como un ingeniero del pleistoceno. Trabajo con un método que los jóvenes, sin dudarlo, calificarían de extinto: intento entender el problema, conocer la norma, imaginar un modelo estructural, prever consecuencias de mis decisiones, todo eso. Uso los ordenadores, claro, pero para afinar cálculos, obtener números exactos y, en líneas generales, confirmar mis suposiciones iniciales: antes de introducir un modelo predimensiono, y si el ordenador no confirma razonablemente mi predimensionado, sospecho y repaso. Los jóvenes, en cambio, introducen un modelo complejo y completo en el ordenador, éste escupe datos y planos, y firman los planos. ¿Conocer la norma o la estructura? ¿Para qué? No lo necesitan: tienen un ordenador.

Y el colmo es que sus estructuras las entregan más rápido, con más detalle y más completas que las mías. Y lo peor de todo: sus cálculos son más seguros. Pandeos, uniones, comprobaciones normativas mil, deformaciones, combinaciones de cargas, torsiones,... sus programas tienen en cuenta todo y calculan todo. Lo que dice el ordenador está bien y no necesita retoques: si dice 4 de 25 o una IPE360, no hace falta nada más. Yo, en cambio, he de considerar un factor de inseguridad en mis cálculos y quizás aumente la IPE360 o ponga más 25, "por si las moscas".

Ya les digo: mucho más rápido, mucho más detallado, mucho más todo. Entienden la palabra de moda, BIM: ellos son BIM, yo... soy del paleolítico.

Y esto alcanza a todo lo que se hace con ordenadores, que ahora en el cálculo de estructuras es todo.

Hay más: no tengo ganas de aprender nuevos métodos, de evolucionar y adaptarme. Puede que sea como los neardentales cuando llegó la cuarta glaciación: les cogió demasiado cansados y dejaron de luchar. Notaron que su tiempo había pasado y que el mundo ya era de los jóvenes cromagnones. ¿Por qué no quiero aprender? Primero, porque ya no soy la esponja que era a los veinte años. En aquellos años yo estaba en la vanguardia tecnológica. No solo utilizaba los medios más modernos, sino que colaboraba en su desarrollo. Y los que trabajaban conmigo estaban boquiabiertos con lo evolucionado (sigo el símil) que estaba yo. Con los años esa brecha se fue cerrando; a los treinta todavía estaba por delante, pero menos. A los cuarenta podía sentirles en el cogote. Y poco a poco me alcanzaron y siento que ahora soy yo el que va por detrás... y les veo alejarse.

Y en segundo lugar, porque ponerse a aprender algo nuevo lleva consigo un cambio de estado. De status, si lo prefieren. Y no estoy seguro de querer cambiar mi status.

Por último, tengo una razón más poderosa quizá que las anteriores, pero también más difícil de explicar salvo que ustedes también sean neardentales.

Verán, lo cierto es que yo no he recibido una formación en estructuras, apenas las cuatro nociones que nos enseñan a todos los ingenieros industriales. Puede que la razón sea porque en aquel tiempo bastaba con eso. Con una docena de reglas se calculaban la mayoría de las cosas normales. Había que saberse las normas, pero eran normas sencillas. La norma de acciones eran unas pocas páginas, todas ellas muy claras; la norma de estructura metálica (la MV-103) se resumía en tres fórmulas y cuatro conceptos, y la de hormigón era ás elaborada, pero tampoco demasiado. Lo importante era entender la estructura, cómo iba a trabajar, qué tenía que soportar. Con operaciones aritméticas se hacía un cálculo suficiente. Con algo de experiencia muchas estructuras se podían resolver a ojo, y conozco a bastantes que así lo hacían. Por supuesto, si uno se enfrentaba a algo difícil era mejor ampliar conocimientos, o dejárselo a los especialistas, que los había.

Cuando llegaron los ordenadores, no pasaba nada, porque yo estaba ahí. Sabía programarlos y los programaba. Pero un programador solo no puede competir con un batallón de programadores que se dedica a ello en exclusiva, y llegó un momento en que los programas comerciales eran a) mejores que los míos, y b) muy buenos, sin comparar. Desde entonces no tenía sentido el emplear programas propios, y todos nos pusimos en manos de los programas comerciales. Quizá por eso, porque los cálculos de verdad los hacían los programas, las normas de estructuras también cambiaron. Ya no eran normas para que las trabajen las personas, sino los ordenadores. El resultado fue que no sólo son incomprensibles para las personas y que no podemos aplicarlas sin ordenadores, sino que se ampliaron hasta lo indescriptible. Ahora, para calcular una unión atornillada hay que hacer unas setecientas comprobaciones. Y eso incluye multitud de fenómenos que uno antes no tenía en cuenta.

Al final, lo que pasa es que uno ya no puede calcular una estructura con los cuatro criterios de siempre: hay muchas más cosas que tener en cuenta, cosas que el ingeniero del pleistoceno desconocía o despreciaba. Y el resultado, tras años de intentar aplicar el método antiguo a las normas nuevas, es que termina calando la sensación de que uno, en realidad, ni sabía ni sabe. Que uno, antes, era un inconsciente, y las estructuras no se caen porque Dios es bueno.

Pero no es necesario soltar lágrimas por los ingenieros del pleistoceno: no pasa nada con nosotros en particular, porque estamos aquí y seguiremos estando hasta que llegue el definitivo mutis por el foro. En cuanto a la Ingeniería del Pleistoceno, como concepto y forma de entender y ejercitar la ingeniería, también se extinguirá a medida que lo hagamos nosotros; pero esto también será un proceso natural, la evolución técnica de la sociedad. Igual que ya no concebimos que no haya telecomunicaciones, ni conexión global de todos los ordenadores del mundo, y con ordenadores nos referimos a todo lo que acabe teniendo un procesador matemático: acabarán estándolo todos los teléfonos, los televisores, las cámaras fotográficas si aún existen, los vehículos, las cámaras de vigilancia y los termostatos de las casas (estos dos conceptos se integrarán en uno), casi cualquier máquina que no sea puramente mecánica. Hoy es anacrónica la regla de cálculo, y en breve lo será el lápiz y el papel. Y esto no significará que la sociedad vaya a tener peores ingenieros por el avance técnico. Nunca ha ocurrido en la Historia y no reo que vaya a ocurrir ahora; en cuanto a la ingeniería de estructuras, lo único que cambiará será que los verdaderos ingenieros, los que de verdad sepan resolver las estructuras y cómo funcionan, serán de silicio y no de carbono. De carbono, como mucho, serán las máquinas que emplearán los ordenadores para que los manejen.

El caso es que yo soy ya un ingeniero del pleistoceno. Y la prueba, me temo que definitiva, es que ante el empuje de los jóvenes, mi única defensa es decir que no nos entusiasmemos tan rápido con esos métodos tan novedosos, porque un burro con un ordenador sigue siendo un burro.

Aunque, por otro lado, si usted está de acuerdo con esto último... creo que es porque usted también es un poco del pleistoceno.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

En camisas de once varas

Hey Jude. De todas las canciones de la serie de los Beatles, ésta es la que todo el mundo podía garantizar que iba a figurar. A todo el mundo le gusta. Y aunque hay muy pocas canciones de 1968 a las que no se le noten los años, a ésta no. Por eso todo el mundo hace su propia versión y la cuelga en Youtube: la seguimos cantando. Y no quedan mal, sino al contrario. Por ejemplo, esta versión.




Ando estos días muy preocupado; el lunes comienza una obra que me han pedido que lleve, y yo no soy la persona idónea: estoy en una de esas situaciones en las que uno dice "maldito sea el día que dije que sí". Y no me puedo negar a llevarla, porque también hice el proyecto. 

Aquel día me preguntaron si podía calcular una cosilla. He calculado otras parecidas antes, y no le vi ninguna complicación. Luego, metidos en harina, sí. Verán, yo soy un ingeniero industrial de corte generalista. Tengo nociones de bastantes cosas, pero no sé de nada en profundidad. En otras palabras, puedo resolver problemas sencillos en muchos campos, pero no problemas complicados. El caso que me preocupa ahora es uno de esos. Complicado, muy complicado. ¡Ni siquiera debían haber buscado un ingeniero industrial!

Y, para liarlo más, la constructora que lo ejecutará es pequeña, generalista y chapucera. Se ha llevado la obra porque el cliente no solicitó mi opinión, de haberlo hecho le habría aconsejado que buscara a una constructora especialista. Si lo hubiera hecho, yo estaría más tranquilo. Pero no.

El proyecto lo hice el año pasado. Me había olvidado de él. Estos días se está mirando con lupa, como es lógico, y van saliendo fallos. Unos, los está viendo - y denunciando- la constructora; otros, los estoy viendo yo en el cálculo. ¿Porqué los cometí? Sin duda, por ignorancia, por hacer varios proyectos a la vez con prisas, y por algo que los calculistas conocen muy bien: la presión del cliente para que salga algo pequeño. Que si sólo tenemos tantos euros, que si "¿no puede ser menor?", que si a fin de cuentas, que si cómo va a ser eso,... ¡Cuántos cálculos los hemos modificado o apurado en exceso porque al cliente le parecía excesivo! 

Ya sé que suena ridículo, como si uno fuera al médico y este le dijera que tiene cáncer de pulmón, usted le dijera que cómo va a ser eso, que sólo puede aceptar gripe, bronquitis todo lo más, y usted le dice que bueno, que escribirá que es una bronquitis. Pues estoy seguro de que no soy el único que alguna vez ha hecho esto. Conozco incluso a un calculista que dejó de calcular porque no soportaba la presión para cambiar... seis miserables tornillos, de M16 a M12.

En mi caso, cuando tenía el proyecto avanzado fue cuando me dí cuenta que aquello me sobrepasaba. No sé porqué no renuncié entonces. Supongo que porque nunca renunciamos: como ingenieros, no vamos a reconocer que de algo no sabemos. A fin de cuentas, en aquel momento eso era sólo papel. No era real. Ahora lo va a ser, y estoy que no sé en qué agujero meterme.

Porque no se trata de que se aplique algo que no he hecho nunca y tenga miedo de quedar como un pardillo. No. Es que se va a construir algo que no sé calcular ni supervisar su construcción. Y que puede fallar al instante, no si pasa algo cuasiimposible dentro de 30 años.

Para acabar de liarlo más, ni siquiera podré estar a pie de obra. Ni pasarme todos los días, porque ¡qué casualidad! estoy con una punta de trabajo, todo el mundo me está pidiendo atención. Como para desaparecer.

No sé qué voy a hacer. Lo afrontaré, claro, lo intentaré hacer lo mejor que pueda, y trataré que no se me note lo nervioso que estoy. Pero ni siquiera sé todos los fallos que he cometido en los cálculos. No sé cómo va a ir todo, cómo me voy a llevar con el equipo de la obra, cómo lo van a afrontar ellos, demasiados interrogantes.

La descripción exacta es: hecho un manojo de nervios.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Las líneas de 5 m


Get back, claro. La sexta canción tenía que ser Get back. Verán, hay tres grupos de listas de lo mejor de los Beatles: las que incluyen Get back, las que incluyen Let it be y las que incluyen ambas.

Desde su publicación, 11 de abril de 1969, Get back ha figurado siempre, y con todo merecimiento, entre las canciones estrella de los Beatles. Entre las canciones estrella de todos los tiempos, en realidad. Y, ya ven, 46 años largos y sigue sonando y los grupos de todo el mundo la siguen eligiendo para tocarla. Incluso hay quien la adapta al estilo mariachi.

Es curioso que esta canción sea de la época en la que los Beatles ya no eran un grupo sino cuatro músicos que grababan juntos; siempre me he preguntado porqué en esas situaciones suelen crearse tantas obras maestras. Pero es cierto: aunque oyéndolos nadie lo diría, en Get Back apenas se hablaban. Quizá sea cierto que el verso "get back to where you once belonged" ("vuelve a donde perteneciste en otro tiempo") iba dedicado de Paul a Yoko. Con toda la intención.


Miden 5 m y están separadas 12 m. Me refiero a las líneas discontinuas de separación de carriles en las autopistas y autovías. Los ingenieros, ésta es nuestra maldición: acumulamos un porrón de conocimientos que no sirven para nada. En fin…

Esta medida de las líneas es en carreteras con velocidad superior a 100 km/h; entre 60 y 100 km/h han de ser de 3,5 m y 9 m de separación, y si es menor ya son de 2 m con 5,5 m de separación. Esto es porque lo importante no es la longitud de la línea, sino el efecto óptico que produce la velocidad. Por eso las de las autopistas miden más que un coche; se aprecia lo grandes que son si usted para o se está incorporando a poca velocidad. Mientras que si va muy rápido, notará que líneas se juntan y que el hueco se hace más y más pequeño. Señal de que se debe aminorar.

De todas maneras, voy a intentar encontrarle una utilidad a esta tontería. Es posible que recuerde mi artículo (http://elingenieroaccidental.blogspot.com.es/2012/07/consejos-para-un-conductor.html) sobre las distancias de seguridad. Le venía a decir que usted, como mínimo, necesita 0,8 segundos desde que sus ojos ven la causa de frenar hasta que su cuerpo reacciona activando el freno. Y eso, si está en forma y concentrado. En cualquier caso, le aconsejo que lo vuelva a leer antes de seguir.

Bien. Supongo que en autopista circula usted a los canónicos 120 km/h. Para pasarlo a metros, como un kilómetro son mil metros y una hora tiene 3.600 segundos (no se ría, hay mucha gente que no lo sabe), hacemos 120x1000/3600=33,3333 m/s. En un segundo recorre usted 33,3 m.

Sigo. Usted tiene que dejar con el coche de delante la distancia que le permita reaccionar. Pongamos que se da 9 décimas de margen, o, mejor aún, 1 segundo, no discutamos por una décima de segundo más o menos. En ese segundo recorre 33,3 m; si usted ve siempre dos líneas y dos huecos entre el coche de delante y el suyo, entonces está dejando 34 m de separación. Por lo tanto, la distancia de seguridad.

Moraleja: deje siempre, con el coche de delante, al menos dos líneas y dos huecos. Si no los ve, es que se está pegando demasiado: o le adelanta ya, o frena.

Por cierto: no sé si se lo preguntaba, pero miden 10 cm de ancho. Las líneas discontinuas. Ya le digo que es una maldición.