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miércoles, 13 de agosto de 2025

Alfred Russel Wallace

https://www.youtube.com/watch?v=dZ8z5dCzgJY 

 

 

Charles Darwin pertenecía a una familia acomodada que en la Inglaterra del siglo XIX podía vivir de rentas y dedicarse a su pasión, el estudio de la Naturaleza. Hasta el punto de que se embarcó como pasajero en el Beagle, un bergantín que realizó una expedición entre 1831 y 1836 para explorar las aguas de América del Sur, invitado por el capitán. Como es sabido, en ese viaje realizó numerosas observaciones que le llevaron a preguntarse el porqué de las diferencias entre por ejemplo, los animales de una zona y de otra. En aquella época la postura oficial es que el mundo lo creó Dios, y las especies (de animales y plantas) eran inmutables. ¿Los dinosaurios? Los destruyó en el Diluvio, qué pasa. Pero Darwin se hizo preguntas.

Y, en 1859, publicó El origen de las especies, y nuestra visión del mundo cambió. Fue un vuelco mental como sólo ha habido el de Copérnico, y todos nos reímos de los estadounidenses que aún lo niegan.

Hasta aquí, el conocimiento popular. Que no explica por qué hay más de 20 años entre el viaje y el libro, así que escarbemos un poco más en lo que pasó.

Darwin anotó sus pensamientos en un cuaderno forrado en cuero marrón, con un cierre a pestaña y 280 páginas de color crema, que etiquetó con la letra B y cabía en el bolsillo de su chaqueta, y que por supuesto se conserva (en concreto, en la Universidad de Cambridge). En ese cuaderno ya están escritas las primeras ideas de cómo concebía él la Naturaleza; de hecho, en la página 21 está la anotación Los seres organizados representan un árbol, y un primer bosquejo del árbol evolutivo: julio de 1837. Luego empleó los cuadernos C, D y E. Las dos ideas clave, para Darwin, eran:

1) Todos los hijos se parecen a los padres, los nietos a los abuelos. Las características se heredan.

2) Los hijos no son idénticos a los padres, ni siquiera a sus hermanos. Hay entre ellos pequeños cambios que provocan pequeñas diferencias.

Son, en apariencia, dos principios contradictorios: Darwin sigue dándole vueltas a la cabeza.

Se sabe, por el cuaderno D, que a principios de otoño de 1837, "por entretenerse", lee Ensayo sobre el principio de la población, de Thomas Malthus. Y le pareció muy interesante su propuesta. Muy, muy interesante: ¿y si no solo se aplicara a los humanos sino también a todo bicho viviente? A fin de cuentas, por ejemplo, un conejo suele tener 8 gazapos, un pez cualquiera deposita mil huevos. ¿Y si todos llegaran a adultos? En pocas generaciones esto sería invivible. Si no todos llegan, entonces es que hay una lucha por la supervivencia.

El cuaderno E lo empezó en octubre de 1837. Y el 27 de noviembre escribió:

Tres principios lo explicarán todo

1 Nietos parecidos a los abuelos

2 Tendencia a los cambios pequeños... especialmente en los cambios físicos

3 Gran fertilidad en proporción al sustento paterno

Ahí está: herencia, variación y superpoblación. 

En noviembre de 1859 publica El origen de las especies, como es sabido, aunque el título original era más largo. El caso es que han pasado 21 años. Curioso, ¿verdad?

Charles Lyell era un geólogo escoces 10 años mayor que Darwin. Y también tenía ideas propias que se oponían a la tesis oficial imperante. En el caso de la geología, lo establecido es que la historia de la Tierra era una serie de cataclismos provocados por el Creador, como el Diluvio; esos desastres habrían tenido un determinado propósito, buscado por quien los provocó, por ejemplo eliminar los dinosaurios o añadir nuevas creaciones (como los mamíferos). Lyell, en su obra Principios de geología, defendía que la Tierra era producto de cambios físicos uniformes (erosión, sedimentación, vulcanismo, etc.) y que esos cambios se seguían produciendo hoy en día más o menos al mismo ritmo. Que algunas especies de animales y plantas desaparecieran era fruto de esos cambios, no de la mano de Dios. Si dejamos de lado el asunto de Dios, nos daremos cuenta de que la clave de su tesis es que los cambios geológicos son continuos y más o menos con un ritmo constante. El paso de una evolución geológica constante a una evolución biológica constante no era competencia de Lyell y no decía nada, pero su obra se publicó entre 1830 y 1833 y Darwin la leyó. Él si hizo el paso.

Y lo más importante: a la vuelta de su viaje en el Beagle, Lyell se convirtió en un amigo y confidente de Darwin, y en calidad de tal está enterado de su teoría.

El tercer personaje de esta historia es Alfred Russel Wallace. Que, a diferencia de Darwin, no provenía de una familia acomodada sino todo lo contrario. El joven Wallace se gana la vida recorriendo los trópicos y vendiendo elementos decorativos, como pieles de aves, mariposas o pintorescos escarabajos. No tiene estudios ni contactos, no conoce a nadie importante en las esferas científicas y nadie le conocía a él. Era un don nadie, un coleccionista de animales disecados, un comerciante que había leído. Pero había conseguido publicar algunos artículos en una revista respetable, y uno de ellos le había interesado a Lyell.

Se da además la circunstancia de que Wallace "mantenía" correspondencia con Darwin. Digo "mantener" entre comillas, porque parece ser que Darwin le había escrito una carta, seguramente en respuesta a cartas admirativas de Wallace (que, por supuesto, había leído el relato de Darwin de su viaje en el Beagle). 

Tras cuatro años recorriendo la zona del Amazonas, Wallace se trasladó a la zona de Malasia, donde estuvo otros 4 años. En una escala en las Molucas, Wallace cae enfermo, tal vez malaria. Una noche, en un acceso febril, se le viene a la mente una idea: variación más superpoblación menos las variantes fallidas igual a adaptación hereditaria. Es decir, selección natural. 

Cuando se recupera de la fiebre, la idea todavía sigue en su cerebro. Wallace escribe entonces un manuscrito explicando su idea, y... se la manda a Darwin con una carta de presentación y con la esperanza de que si cree Darwin que el artículo es interesante éste interceda ante Lyell, al que Wallace sabe que Darwin conoce, para que Lyell consiga que lo publiquen. El paquete se lo envía en febrero de 1858, y Darwin lo recibe el 18 de junio. Wallace no sabía lo que pensaba Darwin, en esa época Darwin era un naturalista que había escrito un interesante libro sobre un viaje y otros escritos por ejemplo sobre la taxonomía de los percebes, pero nada revolucionario.

A Darwin se le cayó el alma a los pies. Llevaba 20 años con su idea  desarrollada pero no publicada, y ahora...
 
Evidentemente, Darwin estaba obligado por su honor a dar curso a la petición de Wallace. Por suerte para Darwin, Lyell sí sabía que Darwin había tenido esa idea 20 años antes, y junto con otro botánico amigo, John Hooker, encontraron una solución.

En el verano de 1858, ante la Linnean Society, Lyell y Hooker hicieron una breve presentación y luego dos personas, una representando a Wallace y otra a Darwin (que no estuvo presente, su hijo menor acababa de morir de escarlatina) leyeron el artículo de Wallace y unos extractos de los cuadernos de Darwin. Aquella presentación... pasó sin pena ni gloria: a nadie le llamó la atención.

Dieciocho meses después Darwin publicó El origen de las especies, pero ya no eran las notas de un cuaderno sino un texto pensado y repasado para ser publicado. Y ese libro fue el que desató la revolución darwiniana.

No sé qué tal le fue a Wallace después de aquello. No sé si desarrolló una amistad con Darwin o si sintió que le habían robado su idea. Tampoco puedo afirmar que Darwin hiciera lo correcto (¿se encargaron ellos de que la presentación de la idea de Wallace fuera en un foro sin repercusiones?) o siquiera qué debía haber hecho. ¿Porqué Darwin guardó su idea 20 años? ¿Se la habría llevado a la tumba si no hubiera sido por Wallace?

Pero así se escribe la Historia. Charles Darwin fue un genio que figura con letras de oro en los anales de la humanidad, y Alfred Wallace no fue nadie.

 

 

 

César Portillo de la Luz - Contigo en la distancia 

martes, 25 de marzo de 2025

Los billetes de euro (y II)

¿Hizo la lista de la entrada anterior?

A ver en cuántos coincidimos.

 

 

El billete de 5 euros es para...

 


Dante Alighieri, Italia.

 

El billete de 10 euros es para...

 


Fernando de Magallanes, Portugal.

 

El billete de 20 euros es para...

 


Miguel de Cervantes, España.

 

El billete de 50 euros es para...

 


Rembrandt, Holanda (Rembrandt se llamaba en realidad Rembrandt Harmenszoon van Rijn pero su apellido no ha pasado a la Historia).

 

El billete de 100 euros es para...

 


Antoine Lavoisier, Francia.

 

El billete de 200 euros es para...


 

Wolfang Amadeus Mozart, Austria.

 

Y el billete de 500 euros es para...


 

Ludwig van Beethoven, Alemania.

 

 

Felicidades a los ganadores.

 

Por cierto, si hubiera incluido en la lista a Grecia, éste habría sido su representante:

 



Sócrates. 

 

 

 

Nota final: sí, como representante de Francia podría haber elegido a Moliére, a Montesquieu, a Rousseau,... Pero quería un científico. Y Lavoisier es de los más grandes.

lunes, 24 de marzo de 2025

Los billetes de euro (I)

Once fueron los países de la primera tanda que adoptó el euro: Alemania, Austria, España, Francia, Finlandia, Irlanda, Italia, Portugal y el BENELUX. Esto ocurrió en 1999, que fue cuando apareció el euro (como moneda ficticia, aún no física). Antes de la aparición física en el 2002 se unió Grecia, en el 2001, pero no es un país fundador. Y con posterioridad se han unido Eslovenia, Eslovaquia, Malta, Chipre, Croacia, Estonia, Letonia y Lituania. Sí, ya sé que ha bajado el nivel y que quizá los socios fundadores no tenían en mente a esos países cuando pensaban en nuevos socios, pero hoy no quiero discutir.

Hoy traigo una pregunta: si en vez de los insípidos puentes que ilustran los billetes se hubieran empleado rostros de europeos ilustres (como se acostumbraba a hacer en España), ¿qué europeos serían? 

Éstas serían las reglas:

En primer lugar, hay 7 billetes: de 5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500. El de 500 ya no se hace, pero sigue siendo de curso legal y además se hizo.

En segundo lugar, el criterio de selección es que han de ser europeos que hayan hecho una importante contribución a aquello que llamamos civilización occidental (la nuestra). Y, además, que no generen rechazo: eso descarta a grandes guerreros de un país (que normalmente es a costa de otro país europeo), políticos y líderes religiosos (unos rechazarian a Lutero, otros a San Ignacio de Loyola). 

Un criterio adicional es que los nosotros han de ser de originales de los países fundadores; todo lo más, Grecia podría tener alguna opción, pero los otros llegaron cuando se habían definido ya los billetes, se siente. 

Y sólo un representante por país. Un país no puede tener dos representantes.

En la medida de lo posible, el representante ha de tener un rostro (real o atribuido) reconocible por la mayoría de los europeos cultos.

Dado que tenemos europeos de sobra, estas condiciones no son nada restrictivas. 

Piense el lector a quiénes habría incluido. Yo, mañana, diré mi selección.

Como criterio adicional, la asignación de valores la haré por antigüedad: el que tenga una fecha de nacimiento anterior a otro tendrá un billete de inferior valor.

 

lunes, 11 de marzo de 2024

Historias de la carrera espacial

https://www.youtube.com/watch?v=X7SvBtJuh3Y 

 

La Guerra fría, la pugna declarada y soterrada entre los EE.UU. y la URSS  produjo también la carrera espacial, algo quizás irrepetible: dos países pugnando por ser el primero en conseguir un logro que "sólo" beneficiaba... a toda la humanidad, y con unos resultados tan espectaculares que realmente han ampliado nuestra imaginación.

El caso es que esta semana se cumplen años de dos hitos cruciales, y cada país consiguió uno; juzguen ustedes cuál fue más importante.

El primero de ellos sucedió el 18 de marzo de 1965. Dos rusos, Pavel Belaiev y Alexis Leonov, pilotos militares, se subieron al misil Voskhod 2 con una misión especial: cuando alcanzan los 500 km de altura, Leonov (Belaiev está a los mandos) se mete en una cabina con una escafandra blanca que le protege de las radiaciones cósmicas y de las quemaduras de los rayos del sol, y dos bombonas de oxígeno a la espalda. Belaiev extrae el aire de la cabina y entonces Leonov abre una escotilla y sale al exterior. Es el primer paseo espacial. Durante 10 minutos se mueve por el espacio y filma la escena. Está conectado a la nave con un cable en cuyo interior hay un hilo para el enlace telefónico y un tubo de gas a presión para permitirle los desplazamientos en el espacio. El cable mide 5 m, porque tampoco hay que exagerar: lo importante es que está en el exterior y todo sale según lo planeado.

Hasta que decide volver: no cabe por la escotilla. ¿Por qué no? Porque su traje, ante la ausencia de presión exterior, se ha hinchado como un globo. En la carrera espacial muchos de los retos que se resolvieron ni siquiera se sabía que se iban a afrontar, les pasaron cosas que a nadie se le ocurrió que les pasarían. Y ésta fue una de ellas. Yo no sé si en aquella época hacían los cascos de las escafandras herméticos con respecto a los trajes, me da a mí que no. Tampoco estoy seguro de que deban serlo, porque si la presión en el interior del traje es la misma que la del exterior, no tengo claro que el cosmonauta (es ruso) pueda generar la presión necesaria para expirar; aparte de que por muy hermético que sea el cierre del casco con el traje, siempre habría aire en el interior del traje. El caso es que, poco a poco, el traje se hincha. Hasta el punto de que los guantes se le salen de las manos y las botas de los pies. Y pierde el control del cable.

Peor aún, el Voskhod 2 sigue viajando por el espacio y queda poco para entrar en la zona nocturna: Leonov corre además el riesgo de quedarse a oscuras. ¿Houston, tenemos un problema? Los dos cosmonautas deciden no avisar a la base y operar por su cuenta, se les acaba el tiempo. Leonov abre una válvula que hay en su traje para expulsar el aire que hay en su traje. Corre el riesgo de quedarse sin oxígeno, pero si no lo hace su muerte es segura. A medida que se descomprime el traje... Leonov empieza a notar que él también se descomprime. Uy, uy. Ha de ser rápido: tira del cable y se mete de cabeza en la cabina. ¡Ay, la cosa estaba pensada para meterse por los pies! ¡El cable se va a quedar fuera y la escotilla no cerrará! De alguna manera, Leonov consigue girarse dentro del recinto y recoger el cable. Luego confesó que ese día perdió 6 kilos por el sudor: los esfuerzos que tuvo que hacer fueron tales que su temperatura corporal subió rápidamente (me lo creo: el cuerpo humano no se diseñó para esas circunstancias), y el sudor le empaño el cristal del casco impidiéndole ver lo que hacía. Cerrada la escotilla empiezan a meter oxígeno en el habitáculo, pero la humedad y la alta temperatura crean un entorno muy inflamable, de máximo peligro. Al final lo consiguen y los dos cosmonautas regresan a la Tierra... y cuando tienen que entrar en funcionamiento los motores de propulsión inversa el sistema automático falla.

No se había hecho nunca antes, pero los dos cosmonautas no tienen otra que encenderlos de manera manual. Y, como sabemos por la película Apolo XIII, han de tenerlos encendidos un tiempo preciso: si es poco tiempo rebotarán en la atmósfera, si es mucho entrarán a demasiada velocidad y el Voskhod 2 se destruiría. Lo consiguen, pero no tienen ni idea de dónde aterrizarán. ¿Donde aterrizan? En Siberia. Fuera, en el exterior, la temperatura era de -25°. Y una vez abiertas las escotillas ya no pueden cerrarse de nuevo. Por suerte, los dos cosmonautas eran rusos (rusos de campo y de la época, quiero decir). Una estación de radio de Alemania Oriental capta los mensajes (cifrados) de socorro y un equipo de rescate aterriza a 9 km y esquían hasta allí. Cuando los encuentran, los calientan, pero... ¿cómo los sacan de allí? ¿Cómo los llevan a lugar seguro? El rescate no ha terminado: construyen una cabaña (choza) para los dos héroes, que deben pasar allí la noche. Al día siguiente, por fin se resuelve todo. Todo que, huelga decirlo, se mantuvo en secreto. Oficialmente, todo resultó a pedir de boca. Y tres meses más tarde, el 3 de junio, hubo un nuevo paseo espacial. Pero esta vez era el norteamericano White.

Que se tapen los problemas que ha habido y la brillante forma (o heroica, o lo que quieran) de solucionarlos no siempre es una gran política. La segunda efeméride lo acentúa.

El 16 de marzo de 1966 (un año después del paseo de Leonov) son los americanos los que se apuntan un tanto. Y un tanto curioso. El artífice, en esta ocasión, es Neil Armstrong (sí, el que pisará la luna). Ese día se lanzó desde Cabo Kennedy el proyectil Agena y, 100 minutos después, la cápsula Geminis 8 en la que viajaban Armstrong y David Scott en persecución del Agena. Armstrong consigue seguir la ruta del proyectil y alcanzarlo y acoplarse a él a las 23 horas y 15 minutos. Es el primer acoplamiento de la historia de la astronáutica. Es fácil imaginar la explosión de alegría en el centro de control de vuelo en Houston, lo hemos visto mil veces en películas, pero en esta ocasión la alegría dura poco: Armstrong avisa que los cohetes de estabilización de la cabina no responden a los mandos y se ha visto obligado a separar el Geminis 8 del Agena. Habían estado fuera de contacto con la NASA y habían tenido que decidir ellos qué estaba pasando y cómo actuar, y Armstrong (comienza su leyenda) tomó todas las decisiones correctas.

Finalmente, emprendieron el regreso a la Tierra (uno de los objetivos secundarios de la misión era probar la reentrada controlada en la atmósfera), y una hora después son recogidos sanos y salvo flotando en el océano. Sí, la misión ha fallado, pero la experiencia ha sido muy enriquecedora y supone el primer paso para la creación de las estaciones orbitales. Ahora estamos acostumbrados y no nos asombra, pero es cierto: el primer intento del primer paso salió mal. ¿Y qué? No se rindieron, siguieron intentándolo y lo demás es historia. Y una historia pública: pueden leerla en la web de la NASA.

Eso sí, unos y otros, Leonov y Belaiev y Armstrong y Scott, se comportaron como los héroes que fueron. Las hazañas de los pioneros nunca se contarán lo suficiente.

 

 

Stanley Myers - Cavatina

 

 

 

jueves, 16 de marzo de 2023

Bessemer (II)

Hace algunos años publiqué una entrada sobre Bessemer (pinchando aquí).

El porqué de mi admiración por Bessemer y la importancia que tuvo Bessemer para el desarrollo tecnológico de la humanidad podríamos explicarla con un simple dato:

Antes de Bessemer, producir cinco toneladas de acero requería un día. ¿Con Bessemer? Quince minutos. 

viernes, 2 de septiembre de 2022

Los 50 españoles más importantes de la Historia

https://www.youtube.com/watch?v=jeCy_L02bFY 

 

 

¿Quiénes serían? ¿Con qué criterios? ¿Por qué 50?

¿Por qué 50? Porque menos es demasiado injusto, buscar un número redondo menor (¿los 25?) obligaría a dejar fuera nombres que tienen que estar, y un número redondo mayor (¿los 100?) metería a nombres que no deben compartir categoría con algunos de los 50. 

¿Con qué criterios? Atendiendo a los méritos de cada uno, faltaría más. Las razones para que esté Goya no tienen nada que ver con las razones para que esté Felipe II, por ejemplo. He intentado abrir el abanico lo más posible y meter, en cada subcategoría, sólo a unos pocos, así que muchos se han quedado fuera no porque no merecieran estar, sino porque en su categoría ya había demasiados que lo merecían aún más. Pensemos, sobre todo, en artistas como Manuel de Falla o descubridores como Jiménez de Quesada o Hernando de Soto; sin escarbar más, tampoco menciono a ningún prohombre de los siglos XVII y XVIII.

Y, por fin, ¿quiénes serían?

Un primer bloque lo forman 5 nombres que eran españoles pero no lo sabían, porque en aquel momento el mundo se estructuraba en romanos y no romanos:

- Viriato

- Séneca

- Trajano

- Adriano

- Marcial

El segundo bloque, lógicamente, lo forman reyes. 8. Los, en mi opinión, más importantes reyes de la Historia de España, puestos por orden cronológico:

- Recaredo

- Don Pelayo

 - Sancho III el mayor

- Fernando III el santo

 - Isabel, la Reina Católica

- Fernando, el Rey Católico

- Carlos I, nieto de ambos

 - Felipe II

El tercer bloque podría llenar una lista de 50: exploradores, conquistadores, jefes militares... La he reducido a 9:

- Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid

- Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán

- Vasco Núñez de Balboa

- Juan Sebastián Elcano

- Hernán Cortés

- Francisco Pizarro

- Pedro de Valdivia 

- Miguel López de Legazpi, en representación de todos los descubridores no nombrados, y

- Blas de Lezo, en representación de todos los grandes militares no nombrados.

El cuarto nombre son artistas, que tras una fuerte criba se han quedado en pintores y escritores, y sólo he podido reducir a 6 pintores y 8 escritores:

- Goya

- Velázquez

- Murillo

- Zurbarán

- Picasso

- Dalí

- Miguel de Cervantes

- Lope de Vega

- Pedro Calderón de la Barca

- Francisco Quevedo

- Luis Góngora

- Baltasar Gracián

- Gustavo Adolfo Bécquer 

- Benito Pérez Galdós 

13 personalidades, a saber:

5 médicos:

- Averroes, médico y filósofo en la España musulmana

- Miguel Servet, descubridor de la circulación menor de la sangre

- Fco. Javier Balmis, médico que llevó la vacuna de la viruela a todo el imperio español

- Dr. Ferran, médico e inventor de importantes vacunas

- Santiago Ramón y Cajal, que no necesita información adicional

4 ingenieros y arquitectos:

- Isaac Peral, inventor del submarino

- Juan de la Cierva, inventor del autogiro

- Eduardo Torroja, ingeniero de estructuras

- Antonio Gaudí, arquitecto

y 4... pensadores:

- Bartolomé de las Casas, sacerdote clave en el Descubrimiento de América 

- José Ortega y Gasset, filósofo

- San Ignacio de Loyola, en representación de todos los santos

- Santa Teresa de Jesús, en representación de todas las santas

Llevamos 49, falta uno. Y ese puesto, al ser la lista mía y hacer lo que yo quiera, se lo reservo a...

- Ruy López.

Que usted no lo conozca no es raro: es del siglo XVI. Pero sepa que su nombre se recordará siempre y en cualquier lugar del planeta. Allá donde una persona sepa de ajedrez. Debería bastar decir que es el primer nombre asociado al ajedrez, el primer teórico "mejor jugador del mundo", uno de los pocos que ha dado su nombre a una apertura. Pero por si eso no fuera suficiente, digamos que hasta que se desarrolló la variante del dragón de la apertura siciliana se consideraba que si las blancas empezaban con 1 P4R., tenían la partida ganada. Porque así empezaba la apertura Ruy López, también llamada apertura española, o también partida española, y esa apertura daba una ventaja tal que mal debían hacerlo las blancas para no ganar. Y era una apertura muy sencilla: 1 P4R P4R. 2 C3AR C3AD. 3 A5C. Ruy López es la prueba indiscutible de que en el siglo XVI España dominaba el mundo en todos los ámbitos. Y el ajedrez se divide en anterior a Ruy López y posterior.

 

¿Podría haber reducido esta lista a, pongamos, 10? Sí, podría, aunque cometería 40 injusticias. Y sería la injusta lista de los 10 españoles más importantes de entre los más importantes de la Historia. Que, en mi opinión, serían: los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, Elcano, Cortés, Cervantes, Velázquez, Goya y San Ignacio de Loyola.  

 

Antes de terminar...

Como he dicho, esta lista es mía y puedo hacer lo que me dé la gana, y lo que hago es dar un nombre adicional. Como un áccesit.

Con doble trampa, además, porque no es un nombre, son dos. Y no son dos personas reales, son:

- Don Qujote y Sancho Panza

Convendrá conmigo que ese par ha de estar, por fuerza, en cualquier lista de los españoles más importantes de la Historia.

 

 

 

Manuel de Falla - El sombrero de tres picos. Danza del molinero (a la guitarra)


miércoles, 31 de agosto de 2022

Mijail Gorbachov

Ha muerto Mijail Gorbachov. Impacta la noticia, porque no era un cualquiera sino un hombre que hace que uno se pregunte cuándo volverá a haber alguien como él. Cambió el mundo, y lo hizo en sólo 6 años. Lo que pasa, el problema, es que para entender lo que significa hay que saber cómo era el mundo antes de 1985. No se puede explicar, en realidad: nos quedaríamos cortos, hay muchas más cosas de las que podríamos decir. Pero lo cambió. No hay comparación entre antes de él y después de él.

Es curioso que durante su mandato sus interlocutores fueran Ronald Reagan (luego, George Bush), Helmut Kohl, Margaret Tatcher, Francois Mitterrand. Den Xiao Ping en China, aunque entonces China no pintaba nada. Incluso Felipe González, en España. Y es curioso, porque uno compara los mandamases de entonces con los de ahora, y... menuda comparación. Y me falta un nombre muy importante de su época: Juan Pablo II. Si lo comparamos con Francisco... mejor me callo. Pero es cierto que fue una gran fortuna que los grandes cambios de Gorbachov los peleara - o los trabajara- con esos estadistas. 

Sólo mandó seis años, de 1985 a 1991, pero le bastaron. Es uno de los grandes nombres del siglo XX. Y sin un muerto.
 
Irrepetible. 

 

martes, 16 de agosto de 2022

Blasco de Garay

https://www.youtube.com/watch?v=q8AuPWZNxpY 

 

 

Mi enciclopedia infantil no hablaba bien de Blasco de Garay: decía que debía su fama al error de un erudito, un tal Navarrete, que en 1825 creyó que Garay había inventado la navegación a vapor en el siglo XVI. La cosa, sin embargo, es más compleja.

Nada, en la vida de Garay, es en realidad seguro. No se sabe cuándo nació, se cree que hacia el año 1500, ni cuando murió, se habla de 1552. Se cree que era de Toledo, que sería de familia hidalga, esto último, aparte de por su rimbombante apellido, por la anécdota de que tuvo que empeñar su espada por hambre.

Lo cierto en Garay es que presentó un arbitrio al rey Carlos I. Ya conté en mi entrada anterior que gracias al libro "Un imperio de ingenieros" conocí qué era un arbitrio: una propuesta, que si salía bien podía acarrear un beneficio al arbitrista. Y la propuesta de Blasco de Garay era... barcos movidos por ruedas.

Retraigámonos a 1538: la batalla de Préveza. Como todos sabemos, "la más alta ocasión que vieron los siglos" fue la batalla de Lepanto, el año 1571. Sorprende un poco lo retrasado de la fecha, ya que españoles, venecianos y turcos llevaban décadas combatiendo entre sí; la explicación fue la batalla de Préveza. Para definirla, baste saber que Lepanto fue la repetición de Préveza, pero con los errores bien aprendidos. Entre ellos, que el mando absoluto lo han de tener los españoles y que a los venecianos hay que ponerlos en posiciones en las que no puedan escaparse y tengan que pelear. Pues en Préveza los españoles descubrieron que los venecianos, aparte del compromiso de colaborar con el resto de coaligados (España y el Papado), tenían la orden secreta de no hacer nada que pudiera perjudicar a la Serenísima, y perder barcos en una batalla era perjudicarla. En Lepanto, por si acaso, además llenaron las galeras venecianas de soldados españoles. Por si acaso.

¿Pero qué pasó en Préveza? En el siglo XVI los barcos de guerra básicos eran las galeras y los galeones. Los galeones eran grandes, capaces de estar bien artillados y con abundancia de tropas dentro. Pero sólo iban a vela. Las galeras, en cambio, tenían remeros (galeotes). Eran más ligeras, no tenían tanta artillería, pero eran mucho más maniobrables. Sobre todo si no hacía viento, que condenaba a los galeones a la quietud y los convertía en presas fáciles de las galeras. Tanto en Préveza como en Lepanto, para atacar al turco España, Venecia y el Papado habían formado un Liga a la que aportaban medios, barcos, soldados y marineros, mandos y dineros (España, siempre la mitad, Venecia un tercio y el Papado un sexto; tengamos presente que Venecia era la principal afectada de la expansión de los turcos e iba perdiendo gradualmente todas las posesiones que había ganado en la época de los bizantinos). En pocas palabras el caso es que la flota de la Liga trabó combate con la flota turca en Préveza, y que en un momento dado, que se paró el viento y los galeones españoles quedaron inutilizados, por razones sobre las que existen disparidad de criterios las galeras venecianas se acobardaron y se largaron, dejando a los galeones españoles inmovilizados. Es un resumen muy simplificado, claro está, y baste decir que no nos fue bien. Aunque en la batalla se produjo una de las defensas más heroicas de la Historia de España.

Resulta que en un momento dado se habían quedado retrasadas tres naves, paradas sin viento, con dos galeras del Papa con ellas, y el turco Barbarroja lanzó 50 galeras contra ellas. Las dos galeras papales fueron abordadas, y dos de las naves incendiadas. Quedaba una, inmóvil. En esa nave estaba el capitán vizcaíno Machín de Munguía, con una compañía de soldados viejos (veteranos) españoles, unos 200 arcabuceros y unos 100 coseletes (infantería que acompañaba y protegía a los arcabuceros y que llevaban coraza y pica). Se llegan a juntar unas 85 naves turcas en torno suya, cañoneándola; como no lograban hundirla, la abordaron, y los españoles... se dejaron abordar. Y cuando tuvieron a los turcos a bordo, les dieron las del pulpo. Los turcos se retiran e invitan a Munguía a rendirse a cambio de grandes partidos y mercedes del Sultán. Munguía responde que él ya tiene señor al que servir, que no va a rendirse y que va a defender la nave hasta la muerte. Ante tal respuesta, se dedican a cañonearla. La nave es un cascajo, pero al caer la noche los españoles, muchos de ellos vascongados y con conocimiento de las artes del mar, reparan la nave, achican sin parar el agua que los está hundiendo, y con una pequeña vela que consiguen izar se largan de ahí. 13 galeras descubren la maniobra y se lanzan en su persecución, pero les llega el rumor (incorrecto) de que se acercaba la armada española, y dan media vuelta. Los españoles escapan y por último al cabo de 5 días consiguen llegar a Corfú, donde se había refugiado la flota de la Liga, que les daba ya por hundidos.

La batalla de Préveza ocurrió en 1538, y después de ella seguir con la Liga era una tontería; hicieron algunas escaramuzas para salvar el honor de los jefes, y poco más (también, la toma y defensa de Castelnuovo, pero ésa sí que es otra historia, de la que valga como aperitivo la entrada de wikipedia, y un pequeño detalle: entre los españoles que defendieron la plaza estaba... Machín de Munguía. Tras la caída de la plaza y hecho prisionero Munguía, Barbarroja volvió a ofrecerle el entrar al servicio del Sultán, Munguía volvió a negarse... y no les quedó otra que decapitarlo). En definitiva, hasta la caída de Chipre (veneciana), no volvería España a atender los ruegos de la Serenísima.

Por cierto que en Préveza aprendieron una enseñanza que encontraron fundamental y que aplicaron en Lepanto: hay que combatir siempre teniendo al enemigo entre nuestra flota y tierra. Porque ocurre que muchos marineros, viéndose en peligro, cuando no perdidos, y con la costa cercana, abandonan los barcos en barcas y esquifes. En Préveza fue suerte que entre nuestras tropas había gente avezada en las cosas de la mar y en el oficio de marinería y conseguían manejar los barcos.

Pero volvamos a Blasco de Garay.  1539. Estaba claro que las naos y galeones, en ausencia de viento (o con viento desfavorable) tenían un serio problema de movilidad. Y las galeras no eran la panacea: los galeotes ocupan mucho espacio, requieren mucho, y, obvio, su esfuerzo no puede ser sostenido. Además, la maniobra de la ciaboga era lenta y amplia. Y a Blasco de Garay se le ocurre que si las naves llevan dos ruedas laterales con paletas, accionadas a través de árboles desde el interior, todos los problemas antedichos desaparecerían. Eleva su arbitrio de una máquina “para hacer caminar las galeras y grandes embarcaciones, aun en tiempo de calma y sin velas” a Carlos I, y éste le cede algunas naves para sus experimentos (y le promete mercedes si los resultados son positivos).

Las primeras pruebas se hicieron en Málaga, en 1539, 1540 y 1542, y sirvieron para subsanar algunos defectos. Y el 17 de junio 1543 se monta la gran prueba en el puerto de Barcelona. Tendrían que haber asistido el rey Carlos y el príncipe Felipe (luego, Felipe II), pero por problemas de agenda no asisten ellos sino sus representantes, entre ellos el tesorero Rávago. Quedémonos con este último nombre.

En el puerto barcelonés está la nao Trinidad, con 200 toneladas de grano, poca broma, a la que le han acoplado las ruedas de Garay.

La comisión, en la que había marineros expertísimos, acreditó que la nao navegó más rápido que las naves normales, recorriendo 3 leguas en una hora y haciendo ciabogas mejor que las galeras. Pero a Rávago, que había sido hostil al proyecto desde el principio, no le convenció, e informó al Rey que mejor se olvidase del asunto, por complicado, costoso y tal vez peligroso. Carlos I, qué se le va a hacer, otorgó algunas mercedes y una única dotación económica a Garay, y se aparcó el asunto. El ingenio de Garay se desmontó, no había planos, Garay no explicó a nadie cómo hacerlo funcionar (además, desde el exterior sólo se veían las paletas)... Vamos, que lo que se montó en el barco no se sabe a ciencia cierta.

Tras esta historia, no le fueron bien las cosas a Garay. Pasó necesidad, empeñó su espada, acabó solicitando que se le concediera algo "por amor de Dios" y, desengañado, muere en la pobreza.

¿Cuál era la clave del invento de Garay? ¿De verdad movió el barco con la fuerza del vapor? 

Navarrete era un estudioso de los archivos de Barcelona y encuentra, referido al experimento de Garay, la mención de "una gran caldera de agua hirviendo". Casemos esto con el peligro que veía Rávago de que "había mucha exposición a que estallase con frecuencia la caldera", y con menos información que esta  los neohistoriadores catalanes afirman que las pirámides las construyeron los catalanes.

Aunque... Rávago estuvo en el Trinidad. Y en su informe del 22 de junio a Carlos I no habla de ninguna caldera. Un exceso de celo de los historiadores, achacable quizás al Romanticismo imperante. A fin de cuentas, también todos los mitos catalanes se los inventaron un padre y un hijo, a mediados del siglo XIX, fingiendo que habían encontrado documentos originales.

En mi opinión, puede que un crédulo historiador crea posible que en 1540 un ingeniero desarrollase la tecnología del vapor y la aplicase a escondidas a un barco de la época, pero ningún ingeniero, ningún conocedor de las complicaciones tecnológicas, lo creería por un segundo. Esto no es como hacía mi viejo profesor de Estadística, que cuando las demostraciones matemáticas se embrollaban escribía el resultado final diciendo "esto, se coge, se opera y sale todo". No, hay muchísimos problemas que se han de resolver antes de mover un barco por vapor.

¿Entonces? ¿Qué inventó? Está claro que las ruedas se movían desde el interior por medios mecánicos: fuerza bruta, fuerza de personas accionando cigüeñales (puede que ése, el cigüeñal, fuera el gran secreto de Garay). ¿Y qué salió mal? Supongo que la estimación de las personas necesarias. Supongo que pensaría que 4 personas podrían mover 100 toneladas, y se encontraría que no, que necesitaría muchas más. Que las personas se cansasen antes de lo previsto, yo qué sé, seguro que fueron cosas de esas. El rendimiento del invento, en definitiva. Quizás (ni idea) se inspiraría en algún relato de que en China o los sumerios o alguien en la antigüedad había tenido barcos que navegaban por paletas, y no caería en la cuenta de que sería en ríos tranquilos, no en mar abierto, y se haría ideas equivocadas. Ya digo, no sé de dónde le vino la inspiración o qué tenía en mente. Y tal vez Rávago se diese cuenta de que sí, la música sonaba muy bien, pero en la práctica no era viable por agotamiento.

Pero ¡ey!, en 1539 un ingeniero español, Blasco de Garay, construyó barcos movidos por ruedas de paletas. Alucinante. No es la imagen que teníamos de los muy brutos, ¿verdad?




Antonin Dvorak - Canciones que me enseñó mi madre

 

lunes, 15 de agosto de 2022

Un imperio de ingenieros

https://www.youtube.com/watch?v=WI7YCYR4EyM 

 

 

Durante la pausa de la comida en una visita a obra en Valencia aproveché para dar un paseo por el barrio. Encontré una librería (a punto de cerrar, era la hora de comer); entré, ví rápido un libro que pensé que podría gustarme y sin pensármelo mucho lo compré (ya a oscuras). El libro se titulaba "Un imperio de ingenieros", rezando el subtítulo "una historia del Imperio español a través de sus infraestructuras", y eran sus autores Felipe Fernández-Armesto y Manuel Lucena Giraldo. Cuando lleguen las vacaciones de verano lo leeré, pensé. Y a la cartera.

Llegadas las vacaciones, llegó el momento. ¿Fue un acierto comprarlo o una pérdida de dinero?

Fue un gran acierto.

El imperio español fue especial, único. Antes y después que él hubo imperios asombrosos, pero fueron imperios territoriales. Imperios donde podías ir con relativa facilidad de una punta a la otra, y aunque fueran extensísimos no había entre extremos las distancias que sí se daban en el español. Hablo, claro, de imperios preindustriales. También hubo imperios extensos, como el portugués, el inglés o el holandés, pero eran imperios "costeros": de las costas y de los puertos clave no salían. Sólo el español penetró en los territorios. Y no (sólo) con ánimo de explotarlos, sino también de desarrollarlos. Porque esa fue otra característica que los imperios costeros de su época no tuvieron: al igual que hicieron los romanos, modelo de imperio para aquellos españoles, ellos incorporaron los territorios a su monarquía, para ellos tan súbditos del rey eran los peninsulares como los no peninsulares.

Y para esa asimilación, los ingenieros resultaron fundamentales.

El libro, que cuenta todas estas cosas, es entretenidísimo. Supongo que en las próximas entradas traeré a colación cosas que cuenta, pero ahora quiero, a modo de introducción, referirme a dos detalles de cómo era, en la Edad Moderna, la profesión de ingeniero en España.

Según estudios, en el siglo XVI había 4 categorías de "ingenieros": teóricos, artistas, soldados y ejercientes.

Los teóricos en realidad no eran muy ingenieros: eran científicos y gente de despachos, no personas de obra.

Los artistas son lo que ahora llamaríamos arquitectos. Para ellos, la belleza del resultado era importante.

El tercer grupo, los soldados, son los ingenieros militares y navales. Gente que construye barcos, que mejora cañones, que prepara defensas o levanta puentes.

Y el cuarto grupo, los ejercientes, son los técnicos especialistas: niveladores, constructores, fundidores, relojeros, etc.

Como se intuye (y conté en una entrada hace años), los ingenieros descendemos, sobre todo, de la rama militar de la profesión. Y es lógico, ya que los ejércitos eran la mayor entidad organizada y la que tenía necesidades que resolver de manera expeditiva. Si había que construir un campamento, fortificar un perímetro o atravesar un río, la sociedad podía tomarse su tiempo para llevarlo a cabo, pero el ejército no. De ahí que en su seno se encontrase a los ingenieros. Pero lo importante es que ya entonces estaba la ocupación de ingeniero reconocida como tal, por más que el acceso no estuviera reglado.

Y una cosa que no sabía: los arbitristas, los que proponían arbitrios. Leo en el diccionario de la RAE que un arbitrista es una "persona que propone proyectos o soluciones quiméricos, especialmente en el ámbito de la política y la economía", claramente una degeneración de su significado original (y que el DRAE recoge como segunda acepción). Pero en la Edad Moderna el arbitrista era otra cosa: era un ingeniero (o no necesariamente) que proponía un arbitrio: una idea, un plan, un proyecto. Si la Corona, el Cabildo o quien fuera aceptaba acometerlo, y si tenía éxito, utilidad o beneficio, al arbitrista se le daba una merced, una ganancia. No hacía falta que fueran inventos, como las patentes actuales: si uno traía un proyecto (en ese momento, una ocurrencia) de un silo para el grano, una toma de agua para poner una fuente en la plaza Mayor o el trazado de un camino a alguna ciudad distante, por poner ejemplos, si conseguía convencer a las autoridades y luego hacerlo realidad, el proyectista (o sus herederos) recibía el premio correspondiente. Y yo me alegro de que así fuera.

Esto de los arbitrios, por cierto, me ha hecho comprender mejor la vida de un ingeniero sobre el que tratará una de mis próximas entradas: Blasco de Garay.

En definitiva, que yo sea un rollazo explicándome no significa que el libro no sea ameno e interesante, y recomiendo encarecidamente su lectura. En verdad, el dominio técnico de España en aquellos siglos es evidente, y fue causa necesaria para el mantenimiento del imperio. Un imperio, repito, como no ha habido otro.

Para terminar quiero recomendar la presentación que se hizo del libro en la Fundación Rafael del Pino (ya que el libro fue una iniciativa suya vehiculada a través de su fundación): https://frdelpino.es/video-frdelpino/un-imperio-de-ingenieros/. Da gusto oír a los dos autores.

Lo dicho, todo ingeniero que se precie debería leerlo. Siquiera para saber que una fanega era un rectángulo de 576 estadales cuadrados, información utilísima para quien sepa lo que es un estadal y que el libro dice: cuatro varas. La vara, explica también, equivalía a 3 pies. O a 4 palmos, como prefiera. Lástima que aquí comete el libro su error, cuando en el apéndice de unidades pasa éstas a unidades métricas, se nota que son hombres de letras y no les salta el error a los ojos: dicen que la vara son 0,835 milímetros, cuando querrían decir 0,835 metros o 835 milímetros. Lo que en definitiva nos lleva a decir que una fanega eran aproximadamente 0,64 hectáreas.

 

 

Ashley McBryde - A little bar in Dahlonega

 

viernes, 15 de julio de 2022

A Churruca le ha llegado su hora

https://www.youtube.com/watch?v=OGkBW3Ni4UY 

 

 

Cuando era niño, en casa teníamos dos tortugas de agua en una palangana verde; nos encantaba jugar con ellas. Sus nombres eran Nelson y Churruca. Yo era chavalín, tendría 5 años, 7 el hermano más mayor, y como eran de agua, insisto, estaba claro que esos tenían que ser sus nombres.

En el barrio de la Barceloneta hay dos calles importantes que van de mar a mar, del puerto a la playa. La del almirante Cervera, y la del almirante Aixada. La de Cervera es más importante, es la que vehicula el tráfico. A la mitad de la calle de Cervera hay una calle semipeatonal, muy ancha (parámetros de la Barceloneta, un barrio con un urbanismo muy especial), que la comunica con la plaza del mercado, la plaza principal del barrio. Esa calle está dedicada al almirante Churruca.

A Cervera ya le quitó Colau la calle, no porque fuera franquista sino porque si hubiera vivido en la época de Franco, "lo hubiera sido". Durante la pandemia del covid, de tapadillo tras el escándalo público que supuso lo de Cervera, le cambió el nombre a la del almirante Aixada, siendo ahora Emilia Llorca Marín. Llorca (1948-2009) era una vecina del barrio, líder del movimiento vecinal que estaba en contra de la gentrificación del barrio. Y ahora le toca el turno a Churruca: le van a quitar la calle para dársela a Miquel Pedrola.

Del almirante Churruca, uno de nuestros mejores marinos y nombrado almirante a título póstumo tras su muerte en la batalla de Trafalgar, no hace falta decir mucho: cualquier español de bien debería conocerlo. En la otra esquina, Pedrola: nacido el 22 de junio de 1917 y muerto en el frente el 8 de septiembre de 1936, con 19 años y dos meses de edad. ¿Para qué le dio tan corta vida? Pues se lo pueden imaginar, para poco: ser militante del POUM. En todo lo demás, seguro que fue como cualquier españolito de a pie.

Me dirán, y es cierto, que Pedrola fue vecino del barrio, y Churruca no. Aduciré yo, en cambio, que hay vecinos del barrio que lo fueron durante más años que no tienen ni una triste placa que les recuerde como sí tiene Pedrola, y que si el mérito de Pedrola fue ser miliciano del POUM (y ya sabemos qué supuso eso aquel verano en Barcelona), con la placa de recuerdo que hasta ahora tenía ya iba bien librado.

Uno, con méritos indiscutibles para merecer calle en cualquier población de España. El otro, sin haber hecho nada digno de recuerdo en su vida y, si me apuran, habiendo tenido al final una actitud cuando menos cuestionable. ¿A quién elegirían? Aunque la pregunta correcta es a quién creen que elegirían los gobernantes que tenemos? La respuesta a esta última pregunta, me temo, la sabemos todos.

Cada ciudad puede nombrar a sus calles como le plazca, faltaría más. Pero echo de menos un poco más de altura de miras, alguien que diga que a los hombres hay que valorarlos por quienes son, no por dónde nacieron. Y si los habitantes de la Barceloneta consideran (el global de Barcelona, seguro que de esto ni se entera) que es más digno del homenaje que representa una calle un pollo de 19 años que no hizo nada en su vida antes que el almirante Churruca, es misión de los gobernantes explicarles que no, que hay más cosas en la vida que las que pasan delante de sus ojos. El habitante de la Barceloneta puede ser localista, y a fe que muchos lo son, pero el gobernante ha de ser cosmopolita.

Pero con los gobernantes que tenemos ahora, ¿qué otra cosa cabría esperar? Ya llevaba yo tiempo intrigado en porqué no estaban quitándole a Churruca su calle.

Somos un país que prefiere que sus referencias sean hombres como Miquel Pedrola antes que Cosme de Churruca. Dentro de cien años los barceloneses se preguntarán quiénes fueron esos Rubianes, Pedrola y Llorca que tienen calles tan significadas, y también cómo es que no tienen calle los almirantes Cervera, Aixada y Churruca, y se asombrarán de nuestra mezquindad.

Y el siguiente será Gravina, seguro. Cuando les digan quién fue y que tiene calle, bocacalle de la calle Pelayo. Hasta ahora se ha salvado porque la calle se llama "Gravina", no "Almirante Gravina" (porque formalmente no fue almirante, sino capitán general de la Armada), pero el día menos pensado algún sedicioso lo descubre y...

En fin, hace muchos años de cuando teníamos aquellas tortugas. Otros tiempos, en los que hasta los más pequeños conocían y respetaban el nombre de los héroes. 

 

 

Neil Young - Star of Bethelehem 

domingo, 13 de marzo de 2022

Nacional complejo de inferioridad

https://www.youtube.com/watch?v=Ae829mFAGGE 

 

 

No ha habido gran varón en armas vivo,

Que no fuera en las ciencias eminente,

Bárbaro de nación, Lacio, ni Argivo.

Exceptuando a la Lusa, solamente;

Ni digo sin vergüenza que el motivo

De que en ellas no salga uno excelente,

Es el tenerse en menos verso o rima;

Que quien no sabe el arte, no le estima.

 

Por eso, y no por falta de ventura,

Portugueses Virgilios no hay, ni Homeros;

Y hasta no habrá, si ésa dura,

Eneas con piedad, ni Aquiles fieros.

Mas de todo es peor, que la natura

Tan ásperos los hace y tan austeros,

Tan rudos y de ingenio tan escaso,

Que poco o nada se les da del caso. 

Luis de Camoens - Los Lusiadas (canto V, 97-98)

 

Escribí hace algún tiempo una entrada sobre el alemán Bessel (disponible aquí), en la que no podía dejar de maravillarme del número de genios que había en Alemania a finales del siglo XVIII y principios del XIX, comparado con el número de pares que teníamos en nuestro país. Una diferencia tan amplia tenía que tener, sin duda, una explicación.

 

Unos años antes había escrito una entrada sobre Heisenberg (disponible aquí), también alemán, y en la que se producía el mismo resultado: la diferencia entre los científicos alemanes y los científicos españoles, en esta ocasión a principios del siglo XX. Y me preguntaba:

¿No deberíamos estudiar qué provocó semejante constelación de genios en Alemania e intentar que aquí nos acerquemos un poco? España ha dado 0 nobeles de física, 0 de química y 2 de medicina; los alemanes, en estas tres ramas suman 85.

Nunca he leído una explicación convincente. Por razones que desconozco, los perezrevertes de turno acostumbran a echar la culpa al catolicismo español, a los curas y a que en el momento clave nuestros gobernantes eran unos inútiles descerebrados. No sé por qué, no me lo creo. Pero tantas veces se ha repetido, que es ya un lugar común. Y aunque a nivel personal cada uno de nosotros cree que es lo mejor del mundo y que con él rompieron el molde, en lo colectivo tenemos un complejo de inferioridad de aúpa. No es que seamos bajitos y enclenques frente a los robustos nórdicos y teutones, es que somos cerriles y ellos abiertos; pacatos, y ellos liberales; cortitos, en suma, y ellos genios. Ingeniería alemana, y no hace falta decir más, qué tíos, esos sí que saben hacer las cosas.


Este complejo de inferioridad no es solo español, es también portugués: en los versos que inician el artículo, Luis de Camoens se lamenta de que no haya poetas que glosen las glorias portuguesas, carecen de Virgilios y de Homeros, y concluye que es una pescadilla que se muerde la cola: no tienen poetas porque al pueblo se le da un ardite la poesía, y al no conocerla ni siquiera la echa de menos.

 

Y, sin embargo...

 

Sin embargo, conviene releer la entrada que escribí sobre los hombres extraordinarios (disponible aquí) y fijarse en la conclusión:

Un griego, un tunecino (pre-Islam), dos italianos, un español, un portugués, un mongol y (si lo incluimos) un corso. ¿Alguien nota un patrón aquí? Caray, no sé qué pinta un mongol en esta lista y quizá sea la excepción que salva a todos los pueblos, pero no puede ser casualidad. No sé qué decir al respecto, salvo que ya que hoy en día se mira la Historia desde una perspectiva ex-Mediterráneo estoy seguro de que se aducirán múltiples razones que en realidad no son sino excusas por parte de las demás naciones que no han conseguido aportar jamás ningún nombre a la lista.


Pero estoy seguro de que no es casualidad. Algo debe haber en nuestro carácter, en nuestra manera de afrontar la vida, no sé qué, algo que hace que, a veces, surjan entre nosotros alguno los hombres más extraordinarios de la Historia de la Humanidad.
Sí, Alemania ha dado una pléyade de científicos e inventores, pero no han dado descubridores. Por uno bueno que podamos citar de aquel mundo (digamos, por ejemplo, el noruego Roald Amudsen), nosotros tenemos cien. Tenemos tantos, que a muchos ni los valoramos: Andrés Urdaneta descubrió cómo navegar por el Pacífico norte a mediados del siglo XVI, lo que permitía volver de Filipinas por el Pacífico. ¿Alguien sabía siquiera la existencia de Urdaneta? Pues a los alemanes se les ha de caer la baba cuando leen las historias de nuestros descubridores y deben de pensar ¿porqué de entre nosotros no ha salido nadie que quisiera saber qué había más allá del horizonte?

Podemos fijarnos también en las artes: es verdad que están por delante de nosotros en lo que se refiere a Música, pero también que están muy atrás en Pintura o Literatura. Aunque cuando la Cinematografía era un arte no les veíamos ni su estela.

Somos distintos. Ni mejores ni peores. Son buenos dando soldados, y también generales. Y nosotros somos buenos dando generales y soldados; aunque nuestros soldados son distintos a sus soldados. Y nada de esto es culpa de haber tenido unos curas u otros hace trescientos años.

En suma, las naciones somos como las personas. Todos hermanos, pero cada uno diferente a su manera. No nos disgustemos por eso. 
 
 
 
ZZ Top - Gimme all you lovin'