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lunes, 2 de octubre de 2023

BIM: ¿nos estamos volviendo todos majara?

https://www.youtube.com/watch?v=fTqra4YSsaM&pp=ygUSd2hhdCB3YXMgaSB0aGlua2lu

 

 

¡Ah, el BIM! Lejos quedan aquellos tiempos en los que los proyectos se hacían con ingenieros y arquitectos bosquejando a lápiz y avezados delineantes trazando en tinta china sobre papel vegetal los planos que reflejaban las ideas, los diseños y las medidas. Ahora es todo mucho más fácil: se le dice al ordenador que se quiere una ventana en tal sitio, y voilà!, aparece la ventana. Y automáticamente queda incluida la ventana en las mediciones, descontada la parte de pared que ocupa, y por supuesto en todas las vistas de todos los planos de todos los oficios pasa a aparecer esa ventana. Es fantástico, la repanocha.

Acabo de participar en un proyecto que hacen en BIM, y no me extraña que este país se esté yendo al carajo: nos hemos vuelto majaras.

Para empezar, la cosa no empezó bien: mi interlocutor ya no fue un arquitecto, sino un delineante. El delineante conocía el proyecto como nadie, y parece ser que bastaba. A su vez, él no entendía mis preguntas: «Está todo en el BIM», me decía, «allí puedes verlo todo». No había manera de hacerle entender que yo no quería ver la realidad, sino representarla de una forma esquemática que me permitiera comprenderla con facilidad. Lo mismo que un ingeniero eléctrico no quiere ver una foto del cableado del edificio, sino el esquema eléctrico. Pero bueno, cabezón que soy, al final... yo hacía los croquis, y si algo no era correcto él me advertía que eso no era así, yo lo corregía y si acertaba entonces decía que sí. Incapaz de dibujar un croquis a mano, el tío, y eso que a lo mejor era más viejo que yo. Pero tras años de usar un ordenador y dibujar con BIM, me parece a mí había perdido el oficio.

Pero todo esto son problemas de ajuste, causado por ser yo un austrolopiteco. Los ingenieros jóvenes, que se manejan con total soltura con los programas BIM, no tendrán ninguno de los inconvenientes con los que yo me he encontrado. Ahora bien...

El delineante metía todo en el BIM. El modelo BIM reflejaba perfectamente el edificio, hasta en sus más nimios detalles.

En sus más nimios detalles.

A ver si me explico.

La verdadera misión de un proyecto es expresar las ideas del proyectista, lo que quiere hacer. Esas ideas, expresadas mediante planos, memorias, cálculos y mediciones, han de estar lo suficientemente bien expresadas para que se entienda lo que quiere el proyectista (sobre todo la Administración y el cliente final) y para que una constructora pueda dar precio. A partir de ahí, cualquier duda que se tenga debe resolverse en obra, que para eso está la Dirección Facultativa de la misma. En el aspecto eléctrico, con unos esquemas eléctricos, una planta de emplazamiento de los puntos de conexión, iluminación, etc., y un estado de mediciones de suficiente aproximación a la medición final, debería ser suficiente. No es necesario meter el ordenador el recorrido de cada cable. En el aspecto estructural, la estructura puede estar definida a grandes rasgos, y luego algunos detalles especiales resueltos; unos por su importancia, y otros porque son generales y sirven de orientación para adaptarse a muchos puntos. No es necesario que en el proyecto aparezcan todas las armaduras con sus despieces y empalmes correspondientes ni todos los tornillos dibujados con sus arandelas.

Pero con el BIM no se hace eso. Se desarrollan todos los detalles constructivos, y todos son todos. Y se desarrollan todos, teniendo en cuenta las diferencias de cada uno. El modelo del ordenador es exacto y completo. Y así no hay ninguna duda.

Por eso digo que nos estamos volviendo majara. 

En la construcción de un edificio no participa sólo el proyectista. También está el director de las obras, el arquitecto técnico que supervisa la ejecución, la empresa constructora con sus técnicos de gabinete, el jefe de las obras, el encargado, los capataces, los oficiales y los peones. Todos ellos, en mayor o menor medida, aportan su conocimiento y su pericia. No es necesario, en el proyecto, definir muchas cosas, indicar cómo se hacen o resolver muchas otras: ya aportarán todos los demás lo necesario para salir del paso (y si no, sin duda se preguntará al proyectista, por ejemplo si éste introduce una técnica o un material novedoso del que el equipo de obra no tiene experiencia).

Con el BIM la obsesión del proyectista es resolverlo todo él, y con ello está renunciando al gran caudal de conocimiento que aportarían todos los demás. Con razón a las constructoras les encantan los proyectos en BIM: como si les sirvieran las naranjas peladas. A cambio, todo el estrés pasa al proyectista, que carga con más del que le corresponde.

El problema - aquí pienso como ingeniero proyectista- es que el proyectista se ha excedido en su encargo. Se le encargó un proyecto, y el BIM es mucho más. Aunque se le hubiera encargado un modelo BIM: lo que tendría que entregar el proyectista es un modelo BIM tosco, con muchas indefiniciones, muchas "colisiones". Suficiente para hacerse entender, y que luego resuelvan otros esas indefiniciones y esas colisiones. Porque lo que se le paga al proyectista es un proyecto, los honorarios son de un proyecto, y el plazo que se le da es el de un proyecto. Normal que al proyectista no le salgan los números, y que además le surjan cien mil reclamaciones porque se ha olvidado de definir tal o cual detalle. Un ejemplo prototípico de lo que pasa cuando los que ofertan un trabajo no son los que lo hacen. Supongo que tarde o temprano las direcciones de los estudios de arquitectura y de ingeniería se plantearán por qué sus proyectos con BIM les arrojan tantas pérdidas.

Esto se debe en parte a la demagogia que existe en torno a los proyectos: ¿cómo vas a entregar el proyecto sin tener resueltos todos los detalles? El cliente pensará que el proyecto está mal, está incompleto, y exigirá al proyectista que lo haga bien y completo. Y quien dice el cliente dice, en muchas ocasiones, el revisor, la Administración o, sobre todo, el jefe del proyectista cuando lo tiene. Llegados a ese punto, el proyectista debe decir que sí, que él es capaz de desarrollar esos detalles, pero que eso requiere un tiempo X que se le ha de conceder y un coste Y que se tendrá que abonar. Que si la otra parte está dispuesta, él encantado. Si no lo hace, se tiene merecido lo que le va a caer. Que una cosa es un proyecto ejecutivo y otra un proyecto "de taller". 

Con el BIM se están haciendo, hoy, proyectos de taller. Y los vendedores de los BIM alardean "fíjate qué calidad de proyecto, qué diferencia con los proyectos ejecutivos que hacías hasta ahora". Ha de ser consciente, entonces, el vendedor de BIM que está vendiendo un proyecto de taller, y no venderlo al precio de un proyecto ejecutivo. Pero, claro, lo que el cliente está dispuesto a pagar es el coste del proyecto ejecutivo, no más. Este malentendido es el que genera muchos de los problemas.

La visión de un ingeniero del pleistoceno, eso sí. Próximo a la extinción. Suerte para los vendedores de BIM que no es mi opinión la que importa.

 

 

 

Dierks Bentley - What was I thinkin

 

jueves, 28 de septiembre de 2023

Correas Z y naves de logística

https://www.youtube.com/watch?v=_zBwRDEFMRY 

 

 

Las naves de logística se caracterizan porque tienen grandes luces interiores y porque, no habiendo actividad fabril en su interior, no requieren instalaciones suspendidas o apoyadas en la cubierta. La única función de la cubierta de las naves es que la mercancía que se acumule dentro no se moje, y la de las paredes que no la roben; tan es así que no son pocas las naves logísticas que carecen de paredes. Todo lo más, es suficiente que la estructura de la cubierta pueda soportar algunas lámparas aquí y allá, y tal vez una red de rociadores de incendios, servidumbres todas ellas de peso casi despreciable. En consecuencia, es muy habitual que las estructuras de estas naves estén apuradas al máximo, para que pesen lo menos posible y por lo tanto sean lo más baratas posibles. En este apurar al máximo me he encontrado con situaciones que de no verlas no las habría creído, realmente se construyen naves enormes por cuatro perras.

El punto débil de estas naves son, siempre, los pilares. Por las carretillas, que pegan unos golpes increíbles. También los camiones, que "rozan" sin darse cuenta un pilar y se lo llevan por delante. Una estrategia es hacer unos pilares extrafuertes, no justificada su fuerza en la necesidad de soportar la cubierta o las paredes, pero otra estrategia es que haya los menos pilares posibles. Esta estrategia obliga a hacer las distancias mayores aún, correas más largas, pórticos más amplios. Y, claro, al ser todo de mayor luz, la importancia de que la estructura pese lo menos posible aumenta porque de lo contrario su peso propio se convertiría en la máxima carga que ha de soportar.

Otra consecuencia de ir a luces mayores es que la pendiente de la cubierta ha de ser la menor posible. Si una nave de 40 m entre pilares a dos aguas tiene una pendiente del 15%, la altura de la cumbrera está 3 m por encima del punto más bajo de la cubierta; si va al 5%, 1 m. Si hay limitaciones de la altura reguladora o se quiere un acabado estético, con peto perimetral, estos 2 m de diferencia importan mucho. 

Dentro de la estrategia de hacer cubiertas lo más ligeras posibles, una de las soluciones habituales ha sido, históricamente, colocar correas de chapa conformada en Z. Mis grandes "amigas". En una nave industrial de verdad no se suelen poner, porque a menudo ha de ir algún equipo o tuberías colgadas de las correas, y uno no sabe a priori qué correas serán las afortunadas, así que (al menos yo) proyecto las correas con una sección compacta y sobredimensionadas "por si acaso". Cuando la nave es industrial, el valor del contenido es mucho mayor que el de las correas, y en cambio escatimar en ellas es fuente segura de muchos problemas para el industrial; una vez que entiende esto, él también prefiere que las correas se dimensionen de más por si acaso. Pero en las naves logísticas se supone que no va a ir nada, ni un triste ventilador, y son pues carne de correas de chapa. Correas que, además, se ponen apurando al límite la capacidad de la propia chapa de cerramiento, faltaría más.

He tenido que revisar muchas naves de estas porque el propietario quería colocar paneles solares encima de la cubierta. Cuando me encuentro que el proyectista ha empleado correas Z...

Es asombrosa la cantidad de proyectos involucrando correas Z que están mal calculados. Y no me refiero a que las cubiertas de esas naves no admitan colocar placas solares, sino a que ya el proyecto original estaba mal.

El fallo no suele ser que el calculista "calcule" mal, sino que no se ha dado cuenta de que las correas Z son especiales. Y las calcula como si fueran perfiles IPE bajo un forjado.

El primero de los errores es no preocuparse de que la cubierta sea lo que se dice de clase estructural 2, arriostrante. Es decir, que arriostra eficazmente la cara superior de las correas, lo que implica que la componente de las cargas de gravedad a lo largo de la pendiente de la cubierta se transmite a través de la cubierta directamente a la estructura principal sin someter las correas a flexión lateral, y proporciona a la correa un apoyo rígido contra pandeo lateral torsional. Sí, todo eso debe lograr la cubierta. Lucernarios incluidos. En otras palabras, que la cubierta sujete a la correa. Si no es así, me juego el cuello y no lo pierdo a que la correa Z no aguanta. Entre otras razones, porque se diseñan para una pendiente que fácil que deba ser del 25% y en cambio se ponen en cubiertas al 5%.

El segundo error más común es (y es habitual en los cálculos de muchas correas que no son en Z) calcularlas como vigas continuas sin que sean vigas continuas. Las correas Z tienen un sistema de hacerlas continuas, pero requiere un solape. Un solape es una longitud mayor de correas, y por lo tanto algo a evitar. Otro sistema de hacerlas continuas es colocándolas en una disposición Gerber, pero eso requiere un conocimiento del calculista que tal vez no tenga (matizo: que tal vez el calculista no tuvo; en la actualidad, un calculista moderno no tengo duda de que no lo tiene). Y también requiere una cierta elaboración en el montaje; el caso es que es rarísimo ver esta solución.

No, lo habitual es que el calculista fie la continuidad a que se suelden unas a continuación de las otras en el apoyo sobre las cerchas o dinteles. Cuando, desde abajo, veo que es eso, ya sé que la cubierta está mal calculada: el calculista lo ha fiado todo a un detalle que no se puede ejecutar. Ha querido que se empalmen vigas de 2 ó 3 mm de espesor mediante soldadura en el punto de mayor tensión de la sección, con las correas apoyadas en un perfil que impide que se suelden bien, soldando en una posición en la que no se suelda bien. Si uno examina de cerca la continuidad, ¿aceptaría comprometer su patrimonio - que tendría que hipotecar si por él aceptar la unión se ejecuta la instalación y la correa parte en la primera nevada- diciendo que la continuidad está bien ejecutada y dándola por buena? Nadie que las examine de cerca las va a aceptar. Y sin duda el proyectista original no lo hizo.

Luego están, aparte, los errores del cálculo de las correas en sí. Es un refinamiento que el proyectista poco experto no tiene en cuenta, probablemente porque se confía y dedica muy poco tiempo al cálculo de la correa (o porque no sabe, claro). 

En fin, que por lo que me pagan, cuando me preguntan si sobre una nave de logística pueden ponerse placas solares y veo que son correas Z, pues ya sé que voy a decirle que no porque los refuerzos le van a matar. Yo no soy tan valiente o inconsciente como el proyectista original.

 

 

Blondie - One way or another  

jueves, 31 de agosto de 2023

Un calculista en el tramo final

https://www.youtube.com/watch?v=mCHUw7ACS8o 

 

 

 

Hace bastantes años leí que en la profesión de ingeniero se alcanza el cénit entre los 45 y los 55 años. A diferencia de, por ejemplo, deportistas, camioneros, artistas o filósofos: cada uno tiene sus picos de rendimiento y calidad en edades diferentes.

Lo habitual es que el interesado sea la última persona en percatarse de su propio declive. Los jóvenes, por su propia naturaleza estacional, tienden a burlarse de sus mayores: es normal. Lo sorprendente es que esos mayores se enfaden o se molesten por el desprecio que perciben de esos mocosos: sorprendente, porque ellos mismos también fueron mocosos y se burlaron de sus propios mayores, y los años deberían haberles enseñado esta realidad de la vida y no tomárselo entonces como algo personal; pero, bueno, así es la cosa. Y es que el declive profesional es un proceso que empieza muy lento, como el envejecimiento. Un día uno reflexiona y se da cuenta que no resiste los viajes tanto como antes, y otro reflexiona y se da cuenta que ya no tiene ni quiere los retos profesionales que tenía antes.

En mi caso, yo diría que mis mejores años fueron cuando tenía entre 40 y 50, pero es cierto que entre los 50 y los 55 también fueron buenos años; no tanto como los anteriores, pero todavía con un buen nivel. Aunque, eso sí, con un descenso evidente en esos 5 años. Lo que tengo claro es que mi apogeo profesional ya pasó.

Soy consciente de que hace tiempo que no tengo la capacidad de trabajo que tenía otrora. Ni de chiste dedico las mismas horas. En las visitas de obra me canso, físicamente. Obsoleto en lo informático, no sé usar los programas de cálculo que imperan ahora, desconozco las normas, soy como un perro viejo que ya no aprende trucos nuevos. Y algo muy desagradable: casi siempre soy ya el más viejo, y el que cuenta las historias del pasado, qué diferencia con mis años mozos que escuchaba ávido de saberes las batallitas de los que estaban ahí antes que yo.

Antes de las vacaciones se me ocurrió demostrar con datos la sensación que tenía, e hice un listado de todos los asuntos que me habían llegado en los doce meses anteriores: ninguno tenía empaque suficiente para que en mis buenos viejos tiempos los hubiera considerado dignos de mención y no sólo distracciones o agradecidas variaciones (o descansos) de los grandes proyectos que entonces llevaba. Lo cierto es que no recuerdo ningún proyecto de los últimos años que pudiera decir que tiene de verdad consistencia propia: todo son patas de banco, informes preceptivos que alguien ha de hacer o casetas de perro. Y no me importa, en absoluto. Yo ya tuve mis obras con 20 grúas, ya hice mi rascacielos, ya di mis conferencias, ya afronté grandes problemas, ya resolví los proyectos que nadie sabía resolver, ya viajé, ya enseñé a jóvenes, ya mi nombre y mi prestigio me precedió al presentarme en las obras o en las salas de reuniones. Qué caramba, estuvo bien, ya pasó, y ahora tengo una vida tranquila. Suerte de las placas solares, que son cosas sencillas y bien pagadas: mi ego no necesita revivir mis años de gloria.

El caso es que ahora ya me dedico a las actuaciones menores, ésas que da vergüenza dárselas a un calculista de verdad. Me habrían hecho feliz en la época en la que empezaba, pero ahora me divierte sobre todo el notar cuán diferente es el enfoque con que las afronto ahora. Digamos que, con el tiempo, me he desengañado y ya no aplico las normas sino mi sentido común. Me parecen muy exageradas, las normas, con tanto coeficiente, tanta precaución y tanto, dicho en plata, cogérsela con papel de fumar. Miren, lo que quiere el cliente es que su estructura no se caiga y que sea barata, no está pidiendo que cumpla las normas. Con lo que yo, que como he dicho a estas alturas sólo me dedico a cosas de pequeña importancia, me acojo a la cláusula de las normas de que en obras de pequeña importancia no es necesario ser tan estricto, y hago lo que me parece razonable. A estas alturas, mis clientes ya me conocen y confían en mí, y eso me permite ser poco convencional. Original, si se prefiere. Para mí, es una liberación.

A estas alturas de la película, y aprovechando que ya trabajo fuera del radar... qué quieren que les diga.

 

 

 

 

Of monsters and men - Dirty paws

 

viernes, 31 de marzo de 2023

Están cayendo casas

—Han dicho que no (Máximo, general romano en la película Gladiator).

—Hay que saber cuándo se es conquistado —replica su segundo al mando. 

—¿Tú lo sabrías?

Cualquier lector del blog habrá catalogado, sin duda, a éste como una colección de jeremiadas. Siempre, claro, que el lector conozca la palabra y sepa que Jeremías fue el autor de las Lamentaciones.

Aunque me suelo quejar de muchas cosas, al final suelo tener dos o tres causas últimas de todos los males. Los piscólogos, pedagogos y psicopedagogos, que tanto mal han hecho; las computadoras, que nos están cambiando la capacidad de pensar; y, en el ámbito español, nuestra inveterada tendencia a la mala envidia (no la buena, que nos pulsa a la ambición y el deseo de mejorar, sino la que nos lleva al odio al que es mejor que nosotros o tiene más y que queramos lo peor para él). 

El caso es que llevo mucho tiempo acusando, tal vez sin pruebas, que los ingenieros calculistas cada vez saben menos. Culpo a la educación, que ya no los prepara para que ellos sean capaces de autoformarse; a las computadoras, que arrebatan al ingeniero su conocimiento y lo convierten más en un operador de ordenadores; a las normas, paridas parece que por psicopedagogos, que al convertirse en ininteligibles y necesitar ordenadores para cumplirse son cómplices fundamentalísimos en toda esta debacle. También a nuestro modelo actual de vida, que promueve la juventud eterna. En fin, da igual. 

Pero ¿y si tengo razón? Lo cierto es que una de las razones que suelo aducir para defender la idoneidad de las normas antiguas ya derogadas es la bajísima siniestralidad de los edificios con ellas construidos. Millones de edificios e intervenciones. Y muy pocos siniestros, prueba de que tiene que haber mucha confluencia de factores, normas inadecuadas, errores en los cálculos, ingenieros inexpertos, errores de proyecto, errores de ejecución, materiales defectuosos, ocupaciones o usos no previstos, para que un edificio caiga. Y, sin embargo, en las últimas fechas han caído varios edificios por Barcelona. Unos, en reformas, otros en construcción. Me entero de todo ello por noticias locales, no las recogen los medios que abarcan ámbitos mayores. Pero también pasan cuando por la razón que sea consulto prensas locales: aquí y allá, con mucha más frecuencia de la que parece. Algo que antes era realmente inusual.

¿Coincidencia? No lo creo. En mi opinión, algo tiene que ver el deterioro que creo que se produce entre los ingenieros. Cada vez somos peores, es lógico que cada vez tomemos peores decisiones.

De momento, es un goteo muy fino de casos. No es una epidemia, un problema general aún. Pero yo creo que sí se está produciendo ese goteo. Y que es una señal de aquello que vengo alertando.

Cuesta darte cuenta de que te han conquistado. 

lunes, 9 de enero de 2023

Esperando la nueva norma sísmica

https://www.youtube.com/watch?v=4Vs6xB52B3s 

 

 

No se ha publicado todavía la nueva norma sísmica NCSR-22, pero ocurrirá y no creo que haya diferencias esenciales con respecto al texto que se sometió a información pública. Técnicamente no aportar gran cosa: la principal novedad es que es la trasposición del eurocódigo, con lo que pasamos a tener la misma norma sismorresistente que los demás países europeos. Más fácil, pues, el intercambio de ingenieros y de programas de cálculo. La otra novedad que aporta es el cambio del mapa de peligrosidad sísmica, sustituyendo el de 2002 por el que estableció en 2012 el propio ministerio pero que no había entrado en vigor por el sutil detalle de que la norma de 2002 se refiere al de la norma de 2002, en vez de decir (como va a hacer la nueva) que será el que se considere vigente en cada momento, ya ven qué poco costaba haber hecho bien la norma del 2002. Claro que lo que pasaba en 2002 es que el mapa de peligrosidad sísmica en España estaba asentado como "razonable", de hecho, también podríamos tildar de "razonable" a la misma norma de 2002; a la del 2022, desde luego, me temo que no.

El primero de los puntos "no razonables" de la nueva norma es el mentado mapa de peligrosidad sísmica: la aceleración sísmica ha crecido mucho en casi toda España. Es como si se corrigiera el mapa de nevadas y ahora en Elche hubiera que prepararse para nevadas de 1,5 metros. ¿Se ha resituado España, de pronto, en la falla de San Andrés? Salvo en unos pocos lugares de España, los temblores de tierra son insólitos. En Barcelona, por ejemplo, diría que no hay un temblor perceptible por la población ni cada diez o quince años, y eso sólo por la parte más sensible de la población en los edificios más altos; desde luego, nada que deba preocupar a un ingeniero de estructuras. Y la propia realidad constata los hechos: nadie recuerda cuándo fue la última vez que un terremoto derrumbó un edificio en Barcelona, pero es que si se estudiara ese caso en seguida se descubriría que la técnica constructiva de ese edificio sería inadmisible hoy en día sin necesidad de norma sísmica. Pues ahora en Barcelona tendremos una aceleración sísmica de 0,087g y todo habrá que calcularlo de manera específica para resistir terremotos. Esto es ridículo.

El segundo punto "no razonable" está en el redactado español de la norma. Ésta consiste en un articulado, que básicamente declara que ha de aplicarse la norma y el ámbito de aplicación (es que la norma expuesta a información pública consta sólo de 2 artículos más las disposiciones adicional, transitoria y derogatoria habituales en todas las normas), y los anejos que son la traducción del eurocódigo y que por tanto desarrollan la norma. Bien, el drama está en el artículo del ámbito de aplicación: se aplica a todo, salvo que esté construido en la zona de muy baja sismicidad. ¿Qué planteaba la razonable norma de 2002? Pues eximía a lo que está en la zona de muy baja sismicidad, pero también a todo lo que no era importante, estuviera donde estuviera (la caseta del perro, por ejemplo, o el cobertizo donde se guardan las herramientas del jardín), y a los edificios normales si estaban en la zona de baja sismicidad, y también en la media si cumplían ciertas pautas, muy fáciles de cumplir, que automáticamente bastaban para dar la resistencia necesaria en esas localizaciones. Lo que hace la norma nueva, extender la aplicación de la norma a todo lo que se construya, es simplemente ridículo.

¿Y qué inconveniente hay en eso?, se preguntarán.  Pues es que no es necesario, porque hacerlo no va a aportar ninguna mejora. La estructura no va a ser más resistente o estar más preparada para resistir un sismo por hacer el estudio que exige la norma, va a estar igual se aplique o no. Por lo tanto, es un estudio superfluo. Y hacer algo superfluo es una ineficacia, no conviene.

El tercer punto tiene su origen en que la norma está pensada para las grandes obras y al extender su aplicación a todas aparecen las exageraciones. Es como si se hiciera un protocolo de pruebas médicas para tratar un cáncer de pulmón y se decidiera que ese protocolo, excelente por otra parte, se aplique en todos los tratamientos, también cuando haya que tratar una infección de garganta o un rasguño en la rodilla. ¿Verdad que sería ridículo? Pues la norma sísmica no lo considera así. Por ejemplo, el cálculo sísmico lo basa la norma en el estudio concienzudo del comportamiento sísmico del terreno (hasta una profundidad de 30 metros, creo) y de sus cualidades. Toda gran obra incluye en su proyecto estos estudios, claro, pero la inmensa mayoría de las obras no. Sobre todo, de las actuaciones en edificios que ya están construidos. Como si fuera necesario una radiografía para curar un arañazo. ¿Con qué cara se le dice a un propietario que colocar un equipo de aire acondicionado o abrir una puerta en una pared requiere que haga un estudio geotécnico de la repanocha en su finca, por si los terremotos? Como no se van a hacer esos estudios geotécnicos, el técnico que haga la actuación no podrá, en rigor, aplicar la norma sísmica. Aunque como ésta no iba a aportar nada, pues tan panchos.

Pero imaginemos que sí se dispone de ese estudio. ¿Cuál es el problema, entonces? ¡Uf! ¿Por dónde empiezo?  Baste decir que lo excesivo de la exigencia geotécnica se traslada a algunas disposiciones estructurales. Repito, como si lo que se hiciera hasta ahora no bastara.

Pero el mayor drama para mí es mi cruz personal: no hay manera de hacer el cálculo sísmico sin ordenador. Sin un programa de ordenador. Si todo ha de tener un cálculo sísmico y todo cálculo sísmico requiere un programa de ordenador, para calcular (normativamente) cualquier cosa se habrá de emplear un programa de ordenador. Y creo que ya he dejado en suficientes entradas constancia de lo que opino al respecto.

Un punto terrorífico es el apéndice D del anejo 1, que establece las especificaciones relativas a los documentos de proyecto. Lo que hay que documentar. Con lindezas como «se relacionarán los elementos de la construcción que constituyen los sistemas estructurales primario y secundario (apartado 4.2.2), así como los no estructurales. La clasificación se justificará explícitamente con base en la aportación de cada sistema a la rigidez frente a acciones horizontales en cada dirección considerada, indicándose de forma explícita las medidas adoptadas para evitar la interacción entre los elementos estructurales y no estructurales», o «en las estructuras de hormigón armado, en las mixtas y en las de fábrica se indicará explícitamente y se justificará el grado de reducción de la rigidez ante acciones horizontales debida a la fisuración de los elementos». ¿Se quiere acaso que en un edificio de vivendas se haga el listado de los tabiques (elementos no estructurales), indicando de forma explícita cómo se conseguirá que no interactúen con los elementos estructurales?. Y, por supuesto, en la memoria final de obra «se justificará mediante un proyecto realizado por Técnico competente cualquier cambio que se realice respecto al proyecto inicial, incluso aquellos que supongan un incremento de la resistencia o rigidez de los elementos modificados». ¡Ay del que se atreva a modificar uno de esos tabiques! Si tenemos en cuenta que la norma abarca todo, es para salir corriendo. ¡Viva la ineficacia!

Ahora bien, no se crea que esto de la documentación necesaria va a ser un drama: probablemente, los programas de cálculo, Cype y los demás, evolucionarán y serán capaces de generar miles de páginas que respondan a esos requerimientos. Espero, por lo menos. Como queda claro que sólo se podrá calcular empleando programas, ya se encargarán ellos de resolver este escollo. Mientras no haya que imprimirlas…

Todo hasta aquí son, que conste, problemas que sólo tendremos los ingenieros. Lo que nos cueste hacer un cálculo sísmico no le importa ni al arquitecto que firme el proyecto, ni al constructor, ni al promotor, ni al usuario final. Pero ¿lo repercutiremos en la factura? En mi opinión, pocas veces podremos. Porque pocas veces los clientes entenderán la necesidad del cálculo ni la cantidad de comprobaciones que deberán hacerse. Por volver al símil médico, el del rasguño en la rodilla no entenderá la necesidad de pagar una radiografía de cuerpo completo, y si no quiere pagarla ¿va el que le cure la rodilla a pagar de su bolsillo esa radiografía que él mismo sabe que no es necesaria? Pues los ingenieros haremos lo que haría el médico: "si le preguntan, diga que sí le he hecho una radiografía". Lo que pasa es que…

Lo que pasa es que hay mucho ingeniero por ahí suelto, y los ingenieros somos capaces de ser las personas más tocanarices del mundo, y nos encanta tocárselas a los demás ingenieros. Y, claro, la norma sísmica nos da una oportunidad excelente: "¿ha tenido usted en cuenta la norma sísmica? Demuéstremelo". Por no decir que bastará una pregunta sobre un tema cualquiera (que el preguntador se habrá preparado) para poner en ridículo al proyectista: cómo ha tenido en cuenta, qué criterio ha seguido, cómo ha resuelto… Y quedará claro que el proyectista no tiene ni idea de lo que "ha" hecho. La réplica podría ser decirle al ingeniero preguntador que no toque las narices, que sabe perfectamente que todo esto de la norma sísmica es una ridiculez (entiéndase que estoy hablando de esa gran mayoría de actuaciones en la que lo es) y que se limite a cumplir con el paripé como todos, pero es una estrategia arriesgada.

En fin, en mi opinión las normas antiguas, mucho más sencillas que la que se avecina, eran más beneficiosas: por su misma sencillez, el proyectista intentaba saberlas y entenderlas, y así adquiría los rudimentos de la ingeniería sísmica. Preferible de lejos, en mi opinión, a lo que sabrán los proyectistas futuros, bregados sólo en que la norma la aplica y resuelve el ordenador.

¡Del pleistoceno!, me tildarán muchos. Sin duda. Lo triste es que tendrán razón, me temo. Ganas tengo de extinguirme ya.

 

 

Jaime Pérez Gutiérrez - La Bisi

miércoles, 2 de noviembre de 2022

La caseta multidisciplinar

https://www.youtube.com/watch?v=UFpaHMqz0nM 

 

 

Imaginemos que, en pleno campo, proyectamos una caseta. Un cobertizo para guardar herramientas. ¿Qué ingeniero ha de proyectar tal edificio? Depende.

Como hemos dicho, la caseta está en el campo. Así que es cosa de los ingenieros agrónomos: será para que el labriego guarde el arado y la azada.. Pero si el suelo no es plano, sino que es en el monte, entonces es cosa de ingenieros de montes. O no. Porque si las herramientas que se van a guardar lo son para una mina cercana, es de un ingeniero de minas. Si lo son para una carretera cercana que se está construyendo, es cosa de los ingenieros de caminos. Si no es una carretera, sino una vía férrea, es cosa de ingenieros industriales. O para un aerogenerador. Si en vez de un aerogenerador hablamos de una antena de telefonía, es para ingenieros de telecomunicaciones. Si la antena no es de telefonía, sino para el balizamiento de aviones, intervienen los ingenieros aeronáuticos. Y, como se imaginarán, si las herramientas son para construir una atarazana, un ingeniero naval. 

Ahora bien: si en vez de una caseta para herramientas el edificio es para las viviendas de los obreros que han de construir lo dicho, el ingeniero competente es el mismo que el del proyecto general. Ya sé que no es muy normal en España, en estos tiempos, construir viviendas para los obreros como parte de los trabajos de la obra, pero lo fue. Y lo sigue siendo si la obra se realiza en según dónde. Por ejemplo, en Argelia: la constructora desplaza a todo el personal a una especie de "campamento", una villa cerrada aislada que incluye además el equipamiento de asueto necesario para los bastantes meses que pasaran todos ahí encerrados. Pues bien, si los obreros están construyendo un puente, el ingenieros es de caminos; si un aeropuerto, un aeronáutico; si un puente... para ferrocarril, un ingeniero industrial. Si unos cortafuegos, un ingeniero de montes. Si una deshidratadora de alfalfa, un agrónomo. Y así todo.

Y lo mejor: si lo que van a construir los obreros es una futura urbanización de chalets y viviendas pareadas... no puede hacerlo ningún ingeniero: ha de proyectarlo un arquitecto.

Menudo guirigay, dirán. Y sí, pero es que hemos de pensar en los ingenieros como antiguos cuerpos del Estado, y por lo tanto cada uno con sus competencias y funciones. Según para qué sean las herramientas, el proyecto será de esos ingenieros o de otros. 

Esto, la legislación lo recoge con la expresión "técnico competente". Competente porque tenga autorización para hacerlo, y porque sea técnicamente capaz de ello. Y de esto quería hablar: la legislación considera que, si el técnico está autorizado, entonces sabe hacerlo. No pone en duda la valía técnica del ingeniero. Si se tiene el título, se sabe. El problema es que eso no es muy real: me juego el cuello a que casi ningún ingenieros es capaz de proyectar un edificio de viviendas -completito, ¡eh!, con su instalación eléctrica, fontanería, comunicaciones, etc.- por más que el legislador le otorgue la competencia técnica.

Lo queramos o no, los ingenieros no somos tan multidisciplinares como la ley nos considera. Ni de lejos. Pero entre saber hacer mil cosas y saber sólo cinco hay mucho entre medio. Hay ingenieros que sólo saben hacer 5 cosas, otros 10, otros 100. Los que saben 5 sabrán esas 5 cosas mejor que los de 100, pero claro.

¿Qué es mejor, ser especialista o ser multidisciplinar?

Yo, por ejemplo. Estudié con un plan ya extinto que daba una formación general, no especializada. Apta para todo y con la que apenas aprendíamos algo de nada. Luego, la vida, las circunstancias,... en mis primeros quince años de profesional toqué muchos palos. Trabajé como mecánico de reparaciones en una acería, con mi mono naranja y mis manchas de grasa, y fui director de fábrica. Proyecté instalaciones de refrigeración, de estructuras, de actividad, de incendios, eléctricas,... Construí maquinaria de muy diverso tipo, construí instalaciones industriales. Desarrollé software industrial y software comercial, trabajé con ordenadores antiguos ahora inimaginables, con miniordenadores y con microordenadores, con compatibles IBM y con ordenadores especiales no compatibles. Llevé gestiones económicas, proyectos de integración de empresas, viajé al extranjero y por España, me encargué de clientes y de proveedores, participé en el boom de los sistemas de calidad,... 

Y luego, cosas que pasan, me encontré establecido como calculista de estructuras. Precisamente uno de esos campos en los que todos los ingenieros tenemos competencias y por lo tanto deberíamos ser competentes. Y no sólo los ingenieros: también los arquitectos. El caso es que lo que me encontré fue un mundo de especialistas: todos eran especialistas en estructuras, y sabían un montón. Y yo ahí, con mis nociones generales y poco más pero con una vitola de "experto" que a mi pesar proclamaba mi aspecto de ingeniero "con experiencia". La experiencia, ya se sabe, no hace a alguien experto sino experimentado, que no es lo mismo.

¿Saben qué pasó? Que los especialistas de estructura con los que me batía el cobre carecían de cualquier experiencia o conocimiento fuera de su campo de trabajo. Digamos que sabían construir casetas, pero no sabían nada de las herramientas que iban a guardarse ni lo que hacía el cliente con esas herramientas. Y yo no sabía mucho de casetas, pero sí de todo lo demás.

Para más inri, en los años que habían pasado desde mi instrucción el mundo había cambiado. Yo aprendí a calcular estructuras a mano, no existían programas para calcularlas. Pero cuando entré en el sector, ya existían esos programas. De repente, el cálculo propiamente dicho de una estructura no lo hacía el ingeniero, sino una máquina. Por descontado, aquellos expertos en estructuras manejaban esos programas mil veces mejor que yo (que ni sé emplear el Cype), pero la habilidad en sí de calcular estaba dejando de ser necesaria. Bastaba con saber lo que se hacía. Y como yo entendía los problemas del cliente mucho mejor que los expertos de estructuras y preveía el uso futuro también mucho mejor, y me había visto en muchos fregados en los que un ingeniero de estructuras jamás se mete, pues se pueden imaginar: encontré mi hueco, y aquí sigo. 

Soy, por lo tanto, un firme defensor del ingeniero multidisciplinar. Si es necesario, ya se buscará luego los especialistas que necesite. Insisto, el multidisciplinar no sabe mucho de nada, sólo un poco de muchas cosas. 

Nado contracorriente, me temo. Quizá, sólo quizá, sea porque los jóvenes de ahora carecen de algo fundamental que yo sí tuve: conocimiento de más cosas. Sin conocimiento de más cosas, no cambian. Ni ellos se atreven, ni otros se lo piden. En mi opinión, una mala política, pero ya no es cosa mía.  




The Chicks - Not ready to be nice

 

martes, 30 de agosto de 2022

Se acerca el terremoto de los terremotos

Ya terminó, el pasado 29 de julio, el periodo de alegaciones públicas de la futura norma sismorresistente NCSR-22. Como debe hacerse, me la he descargado, impreso y leído. Son varios cientos de páginas, así que reconozco que no me la he impreso toda y menos aún no me la he leído toda. Lo suficiente, empero, para quedarme con la copla.

Se va a promulgar en algún momento de este año. Y entrará en vigor el día después, quedando exentos las obras y proyectos encargados con anterioridad y que se empiecen (las obras) en un plazo inferior a dos años.

Los pelos como escarpias. El verdadero terremoto va a ser la propia norma.

Ya sabía, porque lo tengo desde el 2012, que cambiaban las zonas sísmicas. A peor, si me preguntan: Barcelona pasa a tener una intensidad sísmica alta, cuando la última vez que un edificio sufrió en Barcelona daños por terremoto fue... no recuerdo cuando, pero seguro que la construcción de tal edificio hoy sería impensable. Hace siglos que los edificios que se construyen en Barcelona son suficientes para resistir los sismos de Barcelona y no veo la justificación para construirlos aún más sólidos, pero...

Lo de siempre: los que legislan y regulan se llenan la boca de sostenibilidad, pero llegado el momento de la verdad a ellos les importa un pito.

Y si miran el apéndice F del anejo 5, que versa sobre cómo calcular las zapatas, se les caerán los palos del sombrajo.  Ya ni una zapata podremos calcular por nosotros mismos. 

miércoles, 24 de agosto de 2022

Mantisas

https://www.youtube.com/watch?v=S-Xm7s9eGxU 

 

 

Dudo que cualquiera que haya vomitado la escuela en los últimos, pongamos, 30 ó 35 años sepa lo que es la mantisa. Y dudo de que cualquiera que haya obtenido el título de ingeniero en estos 30 años lo sepa, tampoco.

Lo noto en mis contactos profesionales con otros ingenieros. La mantisa es algo fundamental, porque es lo que para un ingeniero calculista como yo es despreciable. No despreciar la mantisa supone complicarse la vida innecesariamente, hasta el punto de requerir ordenadores para ayudarles. Como los ordenadores no desprecian las mantisas, los ingenieros terminan creyendo que son importantes, más incluso que lo que no es mantisa, y la cosa degenera en un círculo vicioso.

La mantisa es la parte decimal de un número puesto en notación exponencial. Todo número puede expresarse como una parte entera menor de diez, una parte decimal (la mantisa) y 10 elevado a una determinada potencia. Por ejemplo, el número 789,2564 se puede expresar como 7,892564 x 100, o lo que es lo mismo, 7,892564 x 10², también escrito (sobre todo en calculadoras) como 7,892564E02. La mantisa del número no es la parte decimal real (2564), sino la de la notación exponencial, 892564. El buen calculista despreciaría la mantisa, se quedaría con que el número en cuestión es 700 "y pico". No necesita más precisión. Sabe que es más de 700, y menos de 800. Si es una pieza que pesa esos kilos, si su grúa puede levantar 800 kg podrá con ella, y si sólo levanta hasta 700 no; como de lo que se trata es de saber si la grúa puede levantar la pieza o no, la respuesta del ingeniero que desprecie las mantisas es rápida. No pierde el tiempo en establecer la mantisa. Y lo mismo hizo el ingeniero que estableció lo que podía levantar esa grúa, pues seguro que si levantaba 800 kg podría también levantar 810. Pero esos 10 kg son la mantisa, y los despreció.

Ochenta y tantos. El tantos no importa, o no importa demasiado. Los ingenieros no necesitan una gran precisión, sino el orden de magnitud. El "ochenta y".

Para un ingeniero, digamos, antiguo, la mantisa se desprecia; no porque no se pueda calcular con precisión, sino porque no afectará a la decisión final (si la grúa ha de levantar o no la pieza) y en cambio complica las cosas. Y las mejores decisiones se toman cuando se simplifica, no cuando se complica.

Los ingenieros jóvenes, su pecado original es que no tienen el concepto de mantisa. Al no tenerlo, no saben que es una (la) parte despreciable del número. Al no saberlo, no la desprecian. Al creerla importante, la calculan. Calcular con números decimales es laborioso (4x20 es rápido y se hace de cabeza, 4,23x23,1 es lento y requiere papel y lápiz o una máquina que haga el cálculo). Al involucrar cálculos lentos, se recurre al ordenador. Recurrir al ordenador crea dependencia, y a la larga el ingeniero se convierte, por un lado, en un simple operador del ordenador, y por el otro pierde el conocimiento de lo que está haciendo. Normal que cuando coincide en obra con un ingeniero antiguo se maraville de lo rápido que éste resuelve los problemas que se planteen y la seguridad con la que adopta las decisiones que tome.

Por no mencionar las ridiculeces a las que les lleva el considerar las mantisas; estoy, por ejemplo, repasando un proyecto de no me importa qué ingeniería (y que ni se ha molestado en disimular que ha puesto lo que directamente escupe el programa CYPE), y veo que dimensionan zapatas de 110x110 cm de largo, con barras Ø16 de 212 cm de largo, tanto arriba como abajo, con un enano de 53x53 que además ni siguiera está centrado con el pilar porque el eje del pilar está a 25 cm del borde de la zapata... Queda claro que la ingeniería en cuestión no ha aplicado, al resultado del ordenador, ningún ajuste fruto de la sapiencia ingenieril, puede que porque no les pagaran para ello pero yo diría que porque quien lo ha hecho no la tiene. 

Esta última expresión que he empleado me parece interesante: a los resultados del ordenador el ingeniero ha de darles un tratamiento posterior, no puede (no debe) escupirlos como el ordenador se los escupe a él. Para ese tratamiento, lo que el ingeniero necesita es sapiencia ingenieril. La sapiencia es como la experiencia: si no se practica se acaba perdiendo. Pero nos hemos acostumbrado, las ingenierías se han acostumbrado, a dar por bueno lo del ordenador y no hacerle ninguna cocina posterior, y pasa lo que pasa.

Esto de la mantisa es una señal: desde hace ya bastantes años, los ingenieros salen muy flojitos en matemáticas. Puede que yo también saliera más flojo que mis antecesores, pero me atrevo a asegurar que la diferencia con los modernos es abismal. Ocurrió, con las matemáticas, lo mismo que con la lengua: ¿para qué esforzarse en saber y en no cometer errores, si los ordenadores se encargarán de que esté bien? En el caso de la lengua, la idea de partida es que, habiendo autocorrectores, ¿qué importancia tiene mecanografiar bien, saber las reglas de ortografía, si se acentúa o no 'estáis' y dónde o si 'paraguas' ha de llevar diéresis o no. Tampoco es importante la caligrafía, tener buena letra, porque son las máquinas las que escriben de verdad. Y así constantemente. Al final, el deterioro del dominio de la lengua ha tenido y tiene consecuencias, todos hemos percibido muchas de ellas. Montones de escritos técnicos parecen escritos por el Tarzán o un indio comanche de las películas. Pues con las matemáticas ocurre lo mismo. Y, siendo las matemáticas una herramienta esencial para el ingeniero, el menor conocimiento de ellas está acarreando un descenso en el nivel de estos.

Ceteris paribus, por supuesto.

 

 

Éric Satie - Gymnopédie nº 1 (lento y doloroso) 

domingo, 24 de julio de 2022

¡Vaya errata en el Código Estructural!

Prólogo:

Todo texto escrito es susceptible de tener erratas. En la Antigüedad, antes de los ordenadores, los texto se revisaban para localizar las más de éstas. Si una postrera revisión localizaba alguna otra, se publicaba lo que se conocía como Fe de erratas; para los nuevos, explicaré que solía consistir en una hoja con los avisos de las erratas localizadas, que solíamos guardar dentro del libro en cuestión. Ahora esto ya no se hace, pues se supone que los correctores ortográficos automáticos son perfectos, y pasa lo que pasa.

En una norma técnica puede haber erratas. Se supone que son tipográficas, pero pueden afectar al contenido. ¿Y entonces?

Entonces hay que discernir el tipo de errata. El error puede ser en un precepto de carácter administrativo o procesal (por ejemplo, que en vez de exigir 3 muestras se exijan 33), en cuyo caso no hay mucho que hacer, si se exigen 33 qué le vamos a hacer, porque si dudamos de eso, cuando exija 6 también podemos creer que el número correcto es 3. Pero el error puede ocurrir en un precepto técnico, como el caso que traigo a colación. ¿Y entonces?

Y entonces, nada. La norma no tiene nada que decir. Cuando en un precepto técnico la norma se equivoca, el técnico ha de hacer caso omiso de lo que dice la norma. Porque la obligación del técnico es saber. Saber la Técnica. Da igual lo que diga el texto, el técnico ha de corregir por sí solo la errata y el error. Lo que es, es, aunque la norma diga otra cosa.

Lo cual es, en estos tiempos, pedir un imposible, porque los técnicos apenas sabemos ya. Pero ésa es otra milonga.

Y aclarado esto, veamos la errata de marras.

 

No es moco de pavo. Desde siempre, existe una esbeltez máxima por debajo de la cual no es necesario contar el pandeo del elemento. Tradicionalmente, ese valor era 35. Las nuevas (ahora ya caducas) normas de ordenador sustituyeron ese valor por una complicada fórmula (mi entrada al respecto: 2013/07/limite-35.html), y el nuevo Código Estructural ha optado por una fórmula, pero sencilla:

 

Si se fijan: 

La cuantía mecánica nunca será negativa; si no hay es cero, y si hay es positiva. Por lo tanto, B nunca será menor que 2; que propongan 1,1 como valor por defecto es, pues ridículo.

Y es que es una errata. Si consultamos lo que dice el Eurocódigo, fuente de inspiración del Código Estructural, y lo consultamos en inglés por si las moscas, aparece:


Queda clarísimo que el CodEst es traducción del Eurocódigo, al menos en este capítulo. Y queda claro que el Eurocódigo dice:


Ni copiar saben.

Espero, al menos, que los que escriben los programas de ordenador, que son en la práctica los que se han de mirar la norma (los ingenieros sólo ejecutamos programas) sí detecten el fallo.


 

viernes, 1 de julio de 2022

Hasta dónde llega la responsabilidad del ingeniero

https://www.youtube.com/watch?v=AbfgxznPmZM 

 

 

Tengo un cliente que no quiere pagarme.

Entiéndase, si le genero una factura me la paga. Lo que quiere es pagarme lo menos posible. Como todos, claro. Pero éste me lo dice a la cara, y su estrategia es que le trabaje lo menos posible. Hace años llegamos a un acuerdo de que le trabajaría por administración, a tanto la hora. Tras cada cálculo o servicio de asesoría, le pasaría mi minuta con el montante de horas empleadas y el precio que fijamos por mi hora. A mí me va bien, porque me ahorro ofertar cada vez (y discutir cada vez mi minuta), y además el precio por hora que pactamos es muy bueno. Y a él le va bien, porque le trabajo rápido y bien. De hecho, repite bastante, así que doy por sentado que le va bien; ya me cambió una o dos veces, hace años, por otras ingenierías, así que debe de estar contento.

Lo que pasa es que la cosa ha degenerado y su obsesión es que emplee el menos tiempo posible en resolverle las cosas. Por ejemplo, hace años que no le entrego algo acompañado de una memoria escrita. Fuera el tiempo de escribir memorias. Luego, su objetivo fueron los planos. Los menos posibles, lo más sencillos posibles. Y si vale con un croquis a mano mejor que un plano, venga el croquis. En cierta ocasión, recuerdo, me envió un correo electrónico con una fotografía adjunta y un "llámame y te cuento". Le llamé y me explicó el problema que reflejaba la fotografía, en la misma fotografía croquicé con rotuladores la solución, la escaneé y se la envié. Dos semanas después le envié la minuta, y fin de esta historia. Ni planos, ni nada. Como he dicho, a mí el precio por hora me va muy bien, y es posible que si hubiera empleado más tiempo en resolver el asunto (haciendo planos) él habría encontrado excesiva la minuta de la ingeniería invertida en ese problema.

El proyecto en el que le estoy trabajando últimamente es una demolición en un edificio de viviendas: demolemos la planta 2ª en su totalidad, y así la planta 1ª queda con doble altura, a mí que me registren.

El dato de partida es que acometió el proyecto a la brava; es decir, sin mí. Con un arquitecto, y adelante. Cuando llega el momento de demoler la estructura de la planta 2ª, les entra el temor: las fachadas se están aguantando en esa planta 2ª, los pilares interiores quedarían con doble altura y podrían pandear, esas cosas. Y entonces me llaman: esto estamos haciendo, esto nos encontramos, cómo seguimos. Todo, por supuesto, a golpe de llamada telefónica, respóndeme ya. Yo tengo mi autoestima, y todas las veces le digo que tranquilo, que lo pensaré y que ya le responderé. Y me tomo mi tiempo; no para resolver las dudas que me plantea él por teléfono, sino para entender la actuación en su conjunto. Así, le voy proyectando cosas que él ni se ha planteado, pero que son importantes; y, desde luego, ni caso de las soluciones que él me propone a sus problemas y que quiere que le confirme. Cada problema lo analizo como lo analizaría un ingeniero especializado en el tema, no como un gestor que llega allí y ve algo: tenemos ojos distintos y enfoques distintos. Luego, eso sí, nada de planos, que ya veo el percal: unos croquis con rotuladores, fotografía de móvil y whatsapp o escaneado y correo electrónico. Dibujos sencillos. No es lo que me gusta pero en esta actuación en concreto es lo que toca.

Hasta que el cliente dijo basta. Literalmente: "¡Basta! ¡No calcules nada más!". Que ya se apañaba él a partir de ese momento.

Y ése es el punto: ¿puedo desentenderme de lo que haga (o deje de hacer) a partir de ese momento? Si aquello se cae y el juez le pregunta si no contó con un especialista que le asesorase, acto seguido me preguntaría a mí que porqué no le advertí del peligro que corría.

En concreto, el corte vino cuando le iba a explicar lo que tenía que hacer en las otras plantas ante el cambio de situación (porque pasaban ciertas cosas). Mis recomendaciones, si las ejecutaba, iban a mejorar el comportamiento del edificio y el nivel de seguridad. Pero ejecutarlas costarían dinero, y él no tenía ese dinero. Como él pensaba que la seguridad ya era suficiente (ahí discrepamos, pero...), no quería ni asumir el coste de la ingeniería adicional.

En mi opinión, el ingeniero no puede desentenderse del todo. Porque hay un pacto implícito: si el cliente estuviera cometiendo una burrada muy gorda, el ingeniero ha de avisarle aunque no se le haya pedido consejo. Es lo mismo que si en un ascensor un pasajero me pide mi consejo u opinión como ingeniero y yo se la doy: tengo responsabilidad. Si le digo que puede meter los dedos en el enchufe sin problema, que lo del calambrazo es un bulo, y él me hace caso porque yo soy ingeniero, soy responsable. Y si veo que él va a meter los dedos en el enchufe, he de avisarle aunque simplemente esté en su casa como vecino tomando un café. Es lo mismo que si comentara que está mezclando dos medicamentos que son incompatibles (esto no lo dice porque no lo sabe). Yo, ingeniero, tampoco lo sé y no tengo obligación de avisarle. Pero si hay presente un farmacéutico o un médico con conocimiento, sí debe, tiene responsabilidad civil.

Así que hice lo que creí que debía hacer: analicé cómo quedaba todo a partir de ese momento, y le escribí un escueto correo a mi cliente explicándole porqué creía que era mejor que me dejara actuar en las otras plantas y que sin embargo sí reconocía que, sin esas actuaciones, aquello me parecía que no se iba a caer aunque no sabría decirle el nivel de seguridad que tendría. ¿Por qué lo hice? Pues porque me pareció que quedaba claro (y escrito) que a partir de ese momento yo dejaba de intervenir. Si pasa algo, podré demostrar que sólo me consultó para un tema puntual y de manera no presencial, que me mantuvo ajeno a la globalidad de la actuación y que conscientemente decidió prescindir de mi asesoramiento y seguir según su criterio.


Y sin rencor: hoy me ha llamado por otro asunto.

 

 

The Chicks - Travelin' soldier




miércoles, 8 de junio de 2022

La exactitud de los números

https://www.youtube.com/watch?v=PiLKkwZdZtg 

 

 

Uno de los nuevos principios educativos en España es que a los alumnos no se les evaluará numéricamente: el esfuerzo y la progresión de los alumnos se calificará como insuficiente, suficiente, etc. No hace falta decir que los profesores (al menos la mayoría) seguirán empleando números, pero se reservarán esos números para ellos. Pero necesitan los números: si un examen tiene N preguntas y el alumno contesta bien a X, regular a Y y deja Z en blanco, el profesor traducirá los números que acabo de dar a números evaluables, realizará operaciones aritméticas y obtendrá un valor que, según él, resumirá el desempeño del alumno en el examen. Como no podrá dar ese número, tendrá unas tablas para ayudarse a situar el número en el rango de calificaciones posibles y voilà! Que puede que luego altere la calificación por estimaciones suyas del comportamiento del alumno, su actitud general o su progresión perceptible, eso puede ser. Pero de momento no será así.

 

Ahora bien, imaginemos que la nueva ley triunfa y se convierte en el nuevo estándar durante décadas. De acuerdo con el espíritu de la ley, el profesor no hará recuento del resultado del examen: lo corregirá y anotará la impresión que le ha dejado, si le ha parecido un examen de sobresaliente o de suspenso.  Pues ¿dónde estaría escrito que un 9 es un sobresaliente, un 5 un aprobado y un 4 un suspenso? Perdida la costumbre de asignar valores numéricos, las calificaciones acabarían siendo por la sensación que dejan. Ponderada esta impresión con el desempeño general (y la ponderación no sería un proceso matemático, pues ha de tener perspectiva de género), se obtendría la calificación. ¿Podría discutirla luego el alumno? No, no podría. O sí, pero sería un para gustos los colores. Bueno para el profesor, pero también malo: no podría defenderse de las acusaciones de "me tiene manía". Es lo que tendría que el profesor pusiera las notas que le dieran la gana según sus percepciones.

 

Esta animadversión a la exactitud que aportan los números no se da sólo en el ámbito educativo. También en la ingeniería. ¿En la ingeniería? Sí, en la ingeniería. Pondré un ejemplo.

 

Los morteros técnicos. Antaño, cada fabricante de un mortero informaba de las características de su producto. Su resistencia a compresión, su adherencia en el hormigón y en el acero, etc. O daba un valor que consideraba suficiente: "más de 40". Pero llegaron las nuevas normas, y las nuevas normas lo que dijeron es que los morteros se catalogarían en R1, R2, R3 y R4, y que para cada categoría el mortero tenía que aguantar al menos tanto y tanto: si era R3, digamos, "más de 15". A partir de entonces, todos los fabricantes modificaron la información que daban: su producto era R3, y pasaba a aguantar "más de 15". De hecho, seguía aguantando más de 40, pero eso se lo callaban.

 

¿Y? El resultado es que cuando hay que elegir un mortero técnico, todos son iguales. Todos tienen los mismos valores. Yo podría elegir el que aguanta más de 40 sobre el que aguanta 20, pero como ambos informan sólo que son R3 y que en consecuencia aguantan más de 15, no puedo. Supongo que sólo es cuestión de tiempo que los fabricantes empiecen a rebajar la calidad de sus morteros para que aguanten 20 en vez de más de 40. Y no creo que eso sea bueno.

 

No es un detalle, es el signo de los tiempos. En otras ocasiones me he quejado que la ingeniería de estructuras ha abandonado (obligada por las normas) el conocimiento de a qué tensión están trabajando los materiales. Aplicar la norma a rajatabla nos hace diseñar estructuras que "cumplen" o "no cumplen". Antaño el técnico calculaba la tensión en un punto y decidía si le era suficiente o no. Ahora, y con la inestimable ayuda de los ordenadores, el calculista ha perdido ese saber. Y poco a poco está perdiendo el control de los números; casi parece que llegará un día en que el ordenador se limitará a informar al proyectista de que la estructura diseñada es "suficiente" o "insuficiente". O resiste de manera sobresaliente, jajajá.

 

Supongo que la aversión a los números se está imponiendo como un hecho cultural. Ante la incapacidad que estamos desarrollando para entenderlos, prescindamos de ellos.

 

 

 

 

Carrie Underwood - Two black cadillacs

viernes, 11 de marzo de 2022

El precio del acero

Al precio que está ahora el acero, vale la pena estudiar las estructuras con cuidado y conseguir que pesen lo mínimo posible.

A la velocidad a la que están cambiando los precios del acero ahora, no vale la pena estudiar las estructuras con cuidado y conseguir que pesen lo mínimo posible, porque comprar ya el acero compensa el ahorro en peso que se pudiera lograr.

Con los precios que están alcanzando el acero ahora, una vez calculadas las estructuras y cotizadas por los talleres muchos clientes se están echando atrás en sus inversiones.

Esto es una locura.

domingo, 26 de diciembre de 2021

El viejo proyecto

https://www.youtube.com/watch?v=Zlot0i3Zykw 

 

 

Mi cliente quiere saber si puede colocar placas fotovoltaicas en la cubierta. Como información, tiene los planos del proyecto del edificio, redactado en 1973. No hay más documentación, así que lo que hago es recalcular el edificio para saber si resistiría añadir el peso de las placas fotovoltaicas.

Me encantan los planos de proyectos hechos a mano. Cuando el proyectista decidía por sí mismo, sin una norma que le obligara a disposiciones que no compartiera y mucho menos programas de ordenador que le dicten la solución.

Y así uno se encuentra esta sección de zapatas:


Vemos que la zapata tiene, como armado, una parrilla inferior de barras Ø8 cada 15 cm. Con la norma actual habría que haber puesto una parrilla Ø12/15x15, pero además exigiendo patilla en los extremos, 30 cm más por cada lado, así que la longitud de las barras sería de aproximadamente 2,50 m (la zapata mide 2x2), y las barras pesarían el triple.

Y, sin embargo, la zapata está ahí. Han pasado casi 50 años y no ha aparecido ninguna patología asociada. ¿La gran diferencia entre las normas de 2021 y las de 1973? Que las de 2021 no paran de hablar de sostenibilidad.

Pero la cosa no acaba ahí. ¿Qué hormigón se empleó en 1973? un H-175. ¿Cuál se emplearía ahora? Un HA-25, que requiere mucho más cemento que el de 1973. Cemento que requiere un porrón de energía para fabricarlo. Sostenibilidad.

Pero la cosa no acaba ahí. ¿Han visto el hormigón de limpieza? No, no lo han visto porque no aparece. No se colocaba. Años después, la norma requirió que se colocara una capa de hormigón pobre para situar bien las armaduras, 5 cm. La función de este hormigón es que los separadores de las armaduras no se  coloquen directamente sobre el terreno sino sobre una capa lisa y nivelada, lo que garantiza una colocación correcta. Eso sí, esos 5 centímetros luego se subieron a 10; se conoce que con 5 cm no bastaba aunque varias décadas habían demostrado que sí.

Pero la cosa no acaba ahí. Esa capita de hormigón pobre solía ser un H-50. Con el transcurrir de los años subió a H-80, y luego a H-100. Actualmente es H-150.  

Esto es contribución a la sostenibilidad, señoras  y señores. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Otro detalle curioso: la solera de la nave: 15 cm de hormigón con un mallacito superior Ø3/15x15. Sobre 15 cm de zahorras, ya ven. Les aseguro que esa solera no presenta más patologías de las habituales en las soleras modernas. De nuevo, sostenibilidad.

En fin, hay muchos detalles que son diferentes de la práctica habitual. Y me ha sido agradable volver a encontrármelos, cansa un poco ver proyectos en los que el calculista mata moscas a cañonazos porque se lo dice la norma o, simplemente, porque le es más cómodo hacer un trabajo basto que un cálculo afinado. Y nadie se queja.

En cualquier caso, no era la cimentación lo que me preocupaba a mí, sino la estructura. Tenía dos opciones: podía hacer la comprobación empleando los modernos métodos de cálculo, o replicar lo que hicieron en 1973 (ayudado por un ordenador, eso sí). Huelga decir qué camino elegí.


Lo primero era comprobar las correas. Si estuvieran holgadísimas, todo iba a entrar. Pero ¡oh, cielos! La sección de la correa no es moderna. Así que toca calcular sus parámetros geométricos. Chupado, hay prácticas que nunca se olvidan. Además la correa es de chapa plegada, así que hay que estar atento a la disposición de los lucernarios. Al final, la correa no entra. No entra con toda la cubierta llena de placas fotovoltaicas, pero ¿y si no estuviera toda? La ventaja de la práctica: en unos minutos identifico la disposición que es admisible.

Pero visto que las correas no están pensadas para admitir la sobrecarga de las placas, es de presumir que tampoco lo estará la estructura inferior. Y aquí aparece un problema: me juego el cuello y no lo pierdo a que calcularon las cerchas en vano único y deformable, y al ser varias cerchas seguidas no se puede hacer esa suposición. La cosa tiene su importancia, porque en el cálculo original todo el cordón inferior está traccionado, ya que despreciaban el desplazamiento horizontal de los apoyos, y cuando hay varias cerchas seguidas y soldadas unas con otras este desplazamiento no se produce; y esto lleva a que el cordón inferior tiene unos tramos comprimidos. Pero el mayor problema de las cerchas es que están proyectadas con dobles angulares. Aquí el calculista moderno comete siempre un error, considera que la barra son dos angulares, y no es así: hay dos barras, y cada una es un angular. No es lo mismo.

Ya que estaba haciendo la comprobación a la antigua, decidí hacerlo hasta el final: calcular la esbeltez de los angulares, su coeficiente omega, etc. Y así localicé todos los puntos de fallo y de manera inmediata la solución más sencilla.

En fin, una manera divertida de pasar la mañana: más aburrido será redactar el informe final y las recomendaciones. No, en serio: estuvo bien volver a calcular a la antigua. Lástima que ese conocimiento se esté perdiendo. Porque estoy seguro de que los chicos de ahora apenas saben entender las tablas de los angulares, y menos aún sacar de la tabla de la norma el valor del coeficiente omega. 

Ahora las cosas se hacen de manera diferente. Ahora las cosas las hacen los ordenadores.

 

 

Taylor Swift - Red

 

domingo, 5 de diciembre de 2021

El vuelco del muro del túnel de Tarrasa

https://www.youtube.com/watch?v=bpNw7jYkbVc 

 

 

Se ha volcado un muro de contención de tierras en la línea de FGC en la entrada de Tarrasa:


La verdad, me sorprendió porque yo trabajé en la prolongación de esa línea y allí se mataban moscas a cañonazos.

Para entender mejor qué ha pasado en realidad hay que verlo desde el ángulo opuesto:


¡Ah, ahora se explica todo mejor! ¿No lo ven? 

El túnel.

Vamos por partes.

En primer lugar, ésta es una obra seria. De envergadura, de las que no se encargan cantamañanas. Con un estudio geotécnico concienzudo.

En segundo lugar, el muro no se ha partido. Si se fijan en la foto, la sección del muro se ve íntegra y la coronación mantiene la línea recta. El muro, lo que se dice el muro, ha aguantado perfectamente.

¿Entonces?

Entonces, dos opciones: o se ha partido en su unión con su cimentación, o la cimentación ha volcado. Que se parta en la unión con la cimentación es posible, pero es casi imposible, sobre todo porque mucho antes de partirse volcaría; muy burro hay que ser, y aquí no creo que lo fueran, para diseñar una unión que se parta antes de volcar. Además, antes de partirse el muro deformaría mucho, y esa deformación debería en principio reducir el empuje del terreno: el muro habría fallado desde el punto de vista estructural y desde cualquier punto de vista, pero no habría partido. Que la cimentación vuelque, en cambio, es mucho más probable: ¿qué creen que fallaría antes, el hormigón armado o la arcilla? Pues eso.

La cimentación del muro puede ser de dos formas: horizontal (una zapata corrida), lo normal, o vertical, una prolongación del muro exterior que se hinca en el terreno hacia abajo. Esto último no parece que sea, porque no volcaría. Así que probablemente tenga una cimentación tipo zapata. Hacia la vía, hacia las tierras o hacia ambos lados, no lo sé. Probablemente, sólo hacia las tierras, quizá un poquito apenas hacia las vías.

Cuando la cimentación es una zapata hacia las vías es muy difícil que el muro vuelque, precisamente porque las tierras que empujan el muro también pesan sobre la zapata y contribuyen a estabilizar el conjunto. 

La verdad es que podría llenar páginas sin fin especulando sobre lo que podría haber pasado, y serían sólo eso, especulaciones. No tengo ni idea, ni sé cómo era el muro ni cómo estaba armado ni las características del terreno ni si de verdad se construyó como se proyectó (se sorprenderían las burradas que los constructores cometen cuando son avariciosos y no tienen la calidad como principio). Pero sí sé una cosa: hay un túnel. 

Insisto, lo que voy a decir es una especulación y no tengo ningún dato que me apoye; en realidad, es lo mismo que diría si estuviera en el bar tomando una ración de gambas con mi cuñado y dieran la noticia por la tele.

La ingeniería que diseñó la línea se concentró en el túnel. Todos sus esfuerzos  y su análisis del terreno se enfocaron al túnel. Y, resuelto el túnel, quedarían los flecos, los muros exteriores. Pero los muros exteriores son cosas sencillitas, las resuelven los becarios. El ingeniero sénior echaría un vistazo, sí, pero si era una ingeniería normal casi seguro que estarían fuera de plazo y el hombre estaría intentando resolver mil cosas a la vez. Y no miraría el geotécnico con la suficiente atención, y no se daría cuenta de que había un asunto latente, y que a su ayudante se le había pasado el tener en cuenta algún otro aspecto, y cosas por el estilo.

Y ¡ey!, tampoco salió tan mal la cosa, pues el muro llevaba suficientes años en funcionamiento. Lo que pasa es que esto último, en el caso de los muros, no es excusa. Porque el terreno, cuando se contiene, no se comporta como lo imaginamos. Creemos que sabemos, pero no sabemos. En realidad, el terreno no empuja. O sí empuja, pero empuja poco. Pero cuando empuja de verdad, algo que a veces hace, entonces átate los machos porque hay que contener muchas toneladas. Y eso es lo que debió haber previsto el ingeniero sénior. Que el terreno iba a empujar mucho más, que se iba a producir un círculo de rotura mayor del que se considera en los muros, que iba a volcar porque no estaba rompiendo ese círculo de rotura.

Imagino que ahora esa ingeniería va a tener que dar explicaciones. No sé si el ingeniero sénior las dará, porque quizás esté ya jubilado. También tendrá que darlas la ingeniería que revisó los cálculos (porque en estas obras los cálculos de una ingeniería los revisa otra ingeniería), y desde luego no me gustaría estar en el pellejo del responsable de ninguna de las dos, ni de los ingenieros que hubieran participado. Pero estoy seguro que lo que más lamentan los dos ingenieros es lo que he dicho: que debido a estar concentrados en el túnel, no prestaron la suficiente atención a los muros de fuera.

Lo digo porque a mí me ha pasado en infinidad de ocasiones, resolver lo difícil me ha tapado las dificultades ocultas de lo fácil, y lo dice el refrán, sabiduría de toda la vida: 

El diablo está en los detalles.

 

 

Joan Jett & the Blackhearts - I hate myself for loving you