miércoles, 26 de noviembre de 2014

El Guerrero del Antifaz



En los años de mi niñez, me chiflaba el Guerrero del Antifaz. Sí, ya sé que no está bien que lo diga y que lo políticamente correcto es decir que yo era un fan del Capitán Trueno, pero es que no es verdad. El Capitán Trueno me gustaba, claro, pero me gustaba más el Jabato, y éste muchísimo menos que el Guerrero. Recuerdo perfectamente que con seis y siete años me sabía los primeros números de memoria, y en los recreos me abrochaba la bata por el cuello como si fuera una capa y jugaba a espadachines con los compañeros (sí, en aquella época para jugar con espadas bastaba con cerrar el puño y agitar el brazo; la espada la veíamos todos, solo que para herir había que clavarla hasta el mango).

Sin embargo, mi afición por el Guerrero decayó con el número 35.

Hoy, muchísimos años después, sigo sosteniendo la misma opinión: a partir del 35, el Guerrero del Antifaz pierde toda su magia y se transforma en un tebeo infumable. Los 34 primeros números, en cambio, son magistrales.

La historia del Guerrero comienza cuando un reyezuelo árabe, Ali Kan, rapta a la esposa del conde de Roca, sin saber que ésta se había quedado embarazada. Tiene un hijo y él cree que es suyo, y lo educa como tal. Con 20 años el mozo es el paladín de las huestes musulmanas, pero la madre no soporta verle matar cristianos y le cuenta la verdad. En ese momento Alí Kan irrumpe y mata a la madre; el guerrero hiere a Alí, y escapa. Acude al conde de Roca y le cuenta su historia, pero éste duda. El Guerrero decide entonces que capturará a Alí Kan para que confiese, aunque el conde termina por creerle. El problema es que, como hijo de Alí Kan, mató a muchos cristanos, y decide taparse la cara con un Antifaz. Y la serie comienza con el conde de Roca contándole esta historia en confidencia a la bella hija del conde de Torres, su vecino.

Bien, los primeros  números nos muestran los intentos del guerrero de capturar a Alí Kan. Y el combate es el lógico: Alí es poderoso, tiene una fortaleza y un pequeño ejército. Además, los mejores soldados de Alí Kan reconocen al guerrero y no le tienen miedo. El Guerrero es relativamente inexperto, y las pasa canutas. Sobrevive, claro, pero no vence. Y le capturan muchas veces, aunque, justo es reconocerlo, cada vez es más difícil. El conde de Roca, mientras tanto, no se queda quieto - lleva años combatiendo a Alí- y ficha al joven conde de los Picos, pretendiente de la condesita de Torres, para que le ayude. Éste, fuerte y ávido de triunfos, consigue conquistar la fortaleza de Alí Kan justo cuando iban a matar al Guerrero. Herido, el Guerrero se retira unos días a descansar con su padre (aunque nadie sabe porqué son amigos). En éstas, Alí Kan había conseguido huir y se encuentra a Olián, al cual había mandado pedir ayuda cuando le estaban asediando la fortaleza. Olián es el equivalente al de Picos; con el conocimiento de Alí Kan, reconquista la fortaleza; envalentonado, deja a Alí con sus soldados para que termine la reconquista - el de Picos, con los suyos, seguía sin rendirse en el palacio interior-, y marcha al frente de su hueste a, ya de paso, conquistar el condado de Torres. Resumido, esto es lo que pasa en los cinco primeros números, porque pasan muchas más cosas. No está mal, ¿verdad? El dibujo, además, va mejorando en cada número, y en el quinto es ya excelente.

Sigo: Olián asalta el castillo de Torres, pero cuando va a capturar a la condesita aparece el Guerrero. Luchan, Olián pierde, pero sus oficiales deciden que por si acaso, y capturan al guerrero, levantan el asedio y se retiran a la fortaleza de Alí Kan, que ya ha capturado al de Picos. Estando allí, el Guerrero se escapa y libera al conde de Picos, y entre los dos consiguen reconquistar la fortaleza - también ayuda que el conde de Roca, de nuevo, estaba asaltándola desde el exterior. Olián y Alí Kan escapan, claro.



A partir de ahí, las andanzas del Guerrero se convierten en aventuras, persiguiendo a Alí Kan, Olián intentando capturar a la condesita de Torres (de la que también está enamorado el Guerrero), y todo eso. En una de estas, el Guerrero y su padre, que han formado un dúo, caen prisioneros de Harúm. En la sala de torturas, Harúm mata al conde de Roca: un nuevo enemigo para el Guerrero, solo que no le va a durar mucho. Es el número 14, y en el 15, en Guerrero conoce a tres colosos, los hermanos Kir (el mayor se llama Osmin), que por razones que nunca se dicen también luchan contra Harúm. Los cuatro asaltan el castillo, pero los Kir son cogidos - Osmin sólo más o menos, sí pero no. Cuando peor le va a Osmin aparece el Guerrero, rescatan a los otros dos y salvan a Aixa, la hija de Harúm - que se había enamorado del guerrero y le había liberado una de las veces que Harúm le había capturado-, y el Guerrero mata a Harúm. Estamos en el número 17 y el dibujo alcanza su cénit.

Vengado el padre, los argumentos pierden un poco. Se forman dos tramas paralelas: por un lado, Hamed Zenete, un sobrino de Harúm le hereda e intenta recuperar a Aixa - de la que se enamoran los dos Kir pequeños. Por el otro lado, Olián consigue raptar a la condesita y la lleva a su fortaleza. El guerrero lucha contra las huestes de Hamed cuando sabe de lo de Olián, y junto con Osmin acude a su rescate. Eso le llevará hasta el capítulo 29 (le cuesta muchísimo), y acabará con la condesita rescatada y Olián gravemente herido. Mientras tanto Hamed ha coseguido recapturar a Aixa, y el guerrero y los Kir se lanzan de nuevo a su rescate. Las pasan realmente canutas, pero matan a Hamed, Aixa es la nueva reina y los Kir pasan a ser sus oficiales principales; fin del número 33.


A todo esto, el tema de Alí Kan ha quedado inconcluso; a estas alturas, se ha convertido en el jefe de una banda de salteadores (con el sueño de recuperar su reino), con apariciones ocasionales. En el número 34, el Guerrero retoma su rastro, pero aparece el hermano de Alí, Yeir, que por lo visto es un reyezuelo en Túnez, y que había acudido a ayudar a su hermano a escapar a África. El Guerrero lucha contra Yeir Kan, éste le hiere, le vence y lo lanza a un lago. Su fiel escudero, Fernando, le rescata y le lleva herido al territorio de Aixa para que le curen. Ya hemos entrado en el fatídico número 35: el guerrero se lanza a la caza de los Kan, pero estos se han embarcado, así que el héroe también se hace a la mar.

El dibujo es cada vez menos cuidado, pero no es solo eso. Las tramas se repiten, el esquema jefezuelo captura al guerrero, el guerrero lucha y le vence, una y otra vez... pero no es solo eso. Es algo que me rechina, que me rechinaba desde niño y que ya de adulto se me hizo intolerable. El Guerrero se hace a la mar... y sigue tal cual.

Quiero decir, al principio todo tenía un ambiente medieval del siglo XIII. Reconquista, reinos de Taifas, luchas a espadas, sin pólvora, cotas de malla y escudos, en contadas ocasiones unas ballestas. Sobre todo, las cotas de malla: todos llevan cotas de mallas, moros y cristianos. Los moros suelen lucir una medialuna en el pecho, los cristianos una cruz, pero casi todos llevan cota. Y, cuando se hace al mar, el Guerrero sigue llevando cota. Lucha en África, el traje lo pierde mil veces, pero siempre tiene la cota de malla. Y casco, no importa el calor que haga. Cae al mar con casco, capa, espada, puñal y cota de malla, pero el tipo bucea como si nada, nada como si volara, nada le pesa. Rodeado de marineros semidesnudos, el sigue igual, con su uniforme, su capa a veces, y su casco y su cota de malla siempre. Pero ahora, en el mar, la lucha no es a espadas, no es del siglo XIII. Los barcos, elaboradísimas galeras, parecen navíos de línea del siglo XVIII, con múltiples cañones muy manejables y precisos. Los cañones están por doquier, aunque nunca aparecerá un arcabuz: se lucha con cañones, espadas y flechas. Y el Guerrero, que en teoría nunca había visto el mar, es todo un experto. Por cierto que en África sigue llevando el antifaz, aunque nadie le reconocería; supongo que se habría acostumbrado ya, porque no se lo quitaba nunca.

Por supuesto, a estas alturas el Guerrero es invencible. Luchará contra cuatro o cinco tiburones, buceando con capa, casco ¡y cota de malla! y les vencerá sin parpadear, como si lo hiciera todos los días. Y no es todos los días, porque otras veces son leones, cocodrilos, gorilas, pitones,... lo que toque.

Me dirán que son exigencias de las series de tebeos, que eso a los niños les da igual y que lo miran con los mismos ojos. Pero yo creo que no: de niño, a partir de ese número ya no me gustó tanto. Me siguió gustando, claro, tampoco Mortadelo y Filemón están siempre contra el gang del chicharrón y sin embargo siguen gustando, pero ya no era lo mismo: aunque pequeño, para mí el nivel había dado un bajón tremendo.

Y luego, la referencia constante a los Reyes Católicos. Resulta que la acción transcurre durante la campaña de Granada. Y esto fue lo definitivo. Todo lo demás tenía un pase, pero esto.... Que yo era pequeño, pero no tonto. Y sabia perfectamente en qué años reinaron, y que ya no había reyezuelos en aquella época, y mucho menos en la zona original, se supone que en las montañas de Alicante. Vale que la primera frase del primer número es "Durante el reinado de los Reyes Catolicos.", pero era una frase que era sólo eso, la primera frase, equivalente a "érase una vez". Y les confieso que aquello me cabreó. No había ninguna necesidad - fuera del hecho de que se escribiera en los años 40, ya me entienden- de situar la acción en esa época, el autor podría haber dicho sin problemas "durante el reinado de Fernando III el Santo", por ejemplo.

En fin, les contaré cómo terminó todo. Hacia el número 100, mi madre se hartó de que guardara tantos tebeos y los tiró todos. Para entonces yo estaba ya aburridísimo del personaje, y no me importó. Así que no sé cómo continuó la serie, cómo se resolvió todo y qué diantres hacía el guerrero luchando contra unos chinos en Asia - un número suelto que compré en un viaje en tren-.

Pero todo esto no importa. Los 34 primeros números son tan buenos que, desde mi infancia, mi personaje favorito ha sido siempre, es y será, el Guerrero del Antifaz.




Billy Oskay & Mícheál Ó Domhnaill - The Cricket's Wicket

lunes, 24 de noviembre de 2014

La mejor recepción de todos los tiempos

Sucedió el otro día, en un Dallas Cowboys - New York Giants. Los Giants perdieron, 31-28, pero eso es anecdótico: lo que pasará a la posterioridad, estoy seguro, es el pase de 43 yardas de los Giants en el segundo cuarto; la recepción de ese pase, para ser concreto. Dicen que es quizá la mejor recepción de todos los tiempos; desde luego, es increíble.

Primero, el vídeo de la jugada completa:


Ahora, el vídeo del detalle de la recepción:


Tenemos una imagen falsa de lo que es el fútbol americano. Lo que es por mí, cuanto más lo veo más me gusta. Y es engañosamente difícil de jugarlo bien, y los mastodontes que lo dominan son mucho más atletas de lo que creemos.



jueves, 20 de noviembre de 2014

Ingenieros y científicos: Henry y Faraday, el fin del mundo antiguo




Si a cualquier mameluco de los tantísimos que abundan por estos lares le preguntáramos la principal diferencia entre el mundo moderno y el mundo antiguo, si pudiera reflexionar lo más probable es que nos dijera que es la electricidad. No le falta razón, ¿verdad?

Solo que es un mameluco, y no sabría decirnos nada más. Si nuestro hombre fuera un científico, nos habría dicho: Faraday, y la electricidad. Y tiene muchísma razón. La electricidad antes de Faraday es como los aviones antes de los Wright. Tiene tanta razón que incluso (al menos, antes de la ESO), la figura de Faraday se estudiaba en el colegio.

Pero si nuestro héroe fuera un ingeniero industrial pre-ESO nos habría dicho: Joseph Henry, y la electricidad.  Y quizás hubiera añadido: Faraday era un gran tipo, sí, pero fue Henry.

Desafortunadamente, la figura de Henry no se estudia en los colegios.

Michael Faraday nació en 1791, cerca de Londres. La típica historia del herrero con diez hijos, al chaval lo coloca como ayudante de un encuadernador, el encuadernador le permite leer los libros y el chico se convierte en un gigante de la Ciencia. En medio, el padre le deja asistir (después del trabajo) a conferencias, al chico le gustan las de Humphrey Davy - el Londres de la épóca, ya saben-, traban contacto, al químico el chico le cae bien y lo toma como ayudante.

Cuando Davy muere, en 1829, Faraday ocupa su puesto y sigue las investigaciones. Abrevio: en 1820, el danés Oersted había descubierto que un alambre tiene propiedades magnéticas cuando por él pasa la electricidad (estotambién se estudiaba en el colegio, el tipo que descubrió que se le desviaba la aguja de una brújula).

En serio, resumo mucho más porque la vida de Faraday y la electricidad son dos temas que dan para muchísimo. En 1831 Faraday descubrió que moviendo unos imanes generaba electricidad. Cómo lo hizo es muy curioso: primero, aplicó el descubrimiento de Oersted, y enrolló un cable (un alambre) en torno a un anillo de hierro, y pasó electricidad por ese cable. Como era de esperar, se eneraba un campo magnético en el anillo. Enrolló otro cable en el anillo... y apareció electricidad en ese segundo cable. En realidad, no era tan fácil, pero Faraday era un lumbrera. La electricidad sólo aparecía al conectar el primer cable a la batería y al soltarlo. En situación estable no pasaba nada. Ergo, lo que producía electricidad era la variación del campo magnético. Y como era un lumbrera, montó una rueda de cobre que giraba entre unos imanes e hizo girar la rueda: aparecía la corriente eléctrica. Lo cual es una absoluta genialidad, porque si conectaba usted la rueda a un motor de vapor, obtenía una corriente eléctrica de verdad, nada que ver con la que se disponía entonces en los laboratorios, siempre a partir de pilas químicas que daban lo que daban y duraban lo que duraban. Básicamente, Faraday había descubierto el generador. Lo cual es genial, porque a partir de entonces... se podían mover las agujas de los imanes. Claro, porque en aquel momento la electricidad no servía para nada: ya que no había electricidad, no había nada que funcionara con electricidad. Y, recuerden, en aquel momento con la electricidad sólo se conseguían calambrazos y desviar limaduras de hierro.

Pero esto era Europa. En 1797, seis años después de Faraday, había nacido en Albany, Nueva York, Josep Henry. Por supuesto, de nuevo tenemos la tipica historia: muy pobre, muchos hermanos, lo colocan de ayudante en un taller. Solo que en este caso, era un relojero.No había libros. Lo que pasa es que Henry era un pillete, y en una pillería topó con unos libros y le gustaron. Decide que eso promete, vuelve a una escuela y estudia. Y se hace ingeniero. En 1826 es ya profesor en la academia de Albany. Sabe del descubrimiento de Oersted, y se dedica a investigarlo. Es posible que descubriera el principio de inducción electromagnética antes que Faraday, da igual: Faraday fue el primero que lo anunció, para él la gloria. Henry era ingeniero, y él buscaba otra cosa. Buscaba que aquello sirviese para algo.

En 1825, años antes que Faraday, William Sturgeon, británico, había (por hobby) enrollado 18 vueltas de alambre en una barra de hierro en forma de herradura y descubierto que al pasar la corriente por el alambre el hierro funcionaba como un imán (leo en la wikipedia que consiguió levantar 4 kg de peso), y lo llamó "electroimán"; creo que arrasaba en las ferias de los condados (es broma, no lo sé). Henry se metió por ahí, pero lo hizo mejor. Mucho mejor. Bobinó el alambre muchísimas vueltas, y separó cada vuelta de alambre con seda, para que la electricidad no pasara directamente sin rodear a la herradura. En 1831 su electroimán levantó 300 kg en una exhibición en Princeton; a finales de año, 1.000 en Yale. Ahora empieza a servir la electricidad para algo... si hubiera electricidad.

Pero Henry no se paró en los electroimanes. O, mejor dicho, hizo algo más. Ideó un dispositivo que tenía un electroimán. Una corriente eléctrica generaba un campo magnético que movía una palanquita de hierro. Y esa palanquita hacía un ruidito porque golpeaba una campanita. Si la corriente era intermitente, la palanquita golpeaba de manera intermitente. ¿Alguna vez ha oído un timbre?

Claro, había un problema. Si el electroimán está a dos metros de distancia, la cosa funciona. Pero si está a seis kilómetros, necesitas una corriente brutal. Dede luego, fuera del alcance de la época. Solo que aquí nos encontramos con un ingeniero como la copa de un pino que se saca un conejo de la chistera. Muy sencillo hoy, pero si no es usted ingeniero eléctrico, seguro que no se le ha ocurrido. 

Verán, Henry inventó también el relé. Al relé llega una corriente pequeñísima, pero suficiente para mover una palanquita que era a su vez un interruptor. Este interruptor cerraba un segundo circuito por el que circula una corriente más intensa, y así podía hacer lo que quisiera. Por ejemplo, podía llevar un alambre de una ciudad a otra, poner a un tipo de dedos ágiles a accionar un interruptor en una ciudad y que sonara un pequeño tic en el otro lado del tendido. Aquí entra en juego una particularidad de Henry: el tipo pensaba que toda la humanidad debía beneficiarse de todos los avances técnicos, y no patentó nada. Entonces, un listillo que andaba por allí y que no pensaba igual, un tal Samuel Morse, se apresuró a patentar la idea. Como pasa siempre, mucha gente instaló entonces "telégrafos pirata". Morse pleiteó contra ellos, y ellos adujeron que, a fin de cuentas, Morse no había sido el verdadero inventor, sino Henry. Claro que los jueces dijeron que sí, pero que la patente era de Morse. Y Morse ha quedado para la Historia como el inventor del telégrafo; justo es reconocer que también aportó algunas buenas ideas, como el codigo y, ¡qué caramba!, el orignal usod e los electroimanes de Henry, verdadera esencia del telégrafo. Por cierto, ya se imaginan que el invento de Bell (que tampoco fue suyo), el teléfono, tampoco habría existido sin los electroimanes de Henry.

Da igual, lo más grande de Henry tampoco es el telégrafo. Porque el tipo seguía dándole al coco. Sabe hacer electroimanes y que muevan cosas. ¿Y si lo que mueven es una rueda que gira? ¿Recuerdan el "invento" de Faraday? Pues lo mismo, pero en el orden inverso: en vez de mover mecánicamente una rueda entre polos magnéticos para obtener electricidad. Henry usó la electricidad para activar unos polos magnéticos que hacian moverse una rueda.... obteniendo trabajo mecánico. Ni más ni menos que el motor eléctrico. Y, más o menos, tal como se sigue estudiando en las escuelas de ingeniería con el nombre de "motor de jaula de ardilla".

Y es casualidad: Henry construye su invento (un primer prototipo) en 1829 y lo describe en 1831. Ese mismo 1831 Faraday consigue generar electricidad a la inversa que Henry. Y digo que es casualidad, porque (creo) nadie sospecha que Faraday estuviera al tanto de los avances de Henry.

Podría contar muchas más cosas de Henry (también de Faraday), pero no se trata de eso. Se trata de dos tipos que hicieron los inventos decisivos, y a la vez. Uno, un científico, descubrió cómo generar electricidad. El otro, un ingeniero, inventó el motor eléctrico, que es en definitiva lo que le da uso a la electricidad (también vale para iluminar bombillas, pero ésa es otra historia). Y la electricidad, estamos todos de acuerdo, es lo que diferencia el mundo moderno del antiguo.

En cualquier caso, eso podría haberle respondido Wolowitz a Cooper: el científico descubre la electricidad, pero ese descubrimiento no vale para nada sin el ingeniero que inventa qué hacer con esa electricidad.



This Land Is Your Land - Sharon Jones & the Dap Kings

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Wolowitz, los ingenieros y los científicos (2ª parte)




Continuando con Wolowitz, los ingenieros y los científicos, tratamos de saber qué diferencia (positiva) hay entre los ingenieros y los científicos. La primera pista nos vendría ya durante la carrera, con la respuesta del catedrático de Transportes a nuestro delegado de clase ante una reclamación: "para un ingeniero, no hay nada imposible; y, si no, haber hecho Físicas". Esto pasó en 4º; al acabar 5ª me incorporé a la mili, a un cuartel muy especial (algún día quizás cuente batallitas de eso) cuyo lema era: "lo difícil se hace, lo imposible se intenta".

Y luego está el hecho diferencial (no la virtud) de que los científicos, de la observación de la Naturaleza, deducen las leyes que la rigen, y los ingenieros, del conocimiento de esas leyes, generan la Técnica, que es su aprovechamiento.

Venga, digámoslo ya: no son los científicos los que sacaron la hombre delas cavernas, fueron los ingenieros. No fueron los Tales de Mileto, Pitágoras, Anaximandro y demás sabios los que crearon el bienestar alcanzado por la antigua Roma ni su abrumadora superioridad técnica sobre los demás pueblos, y el dominio español sobre el Oceáno Pacífico no se basó en la teoría heliocentrista de Copérnico. No fueron científicos Kay, Watt o Bessemer, y si mira usted por la ventana verá un prodigioso avance técnico con respecto a 1914, mientras que la ciencia no ha avanzado de igual manera. Y si es perspicaz, captará incluso los increíbles avances desde 1964. ¿Tanto salto cree que ha dado la ciencia en estos últimos 50 años? Y es que la Técnica avanza siempre, porque cada vez que un ingeniero discurre una manera mejor de hacer las cosas todos nosotros avanzamos con él. ¿Cuántas patentes y modelos de utilidad se registran al año? ¿Cuántos avances científicos?

Por supuesto, nada más lejos de mi intención que desmerecer a los científicos; de hecho, acabo de borrar un par de párrafos que escribí hace unas semanas y que, releyéndolos ahora, he preferido eliminarlos. Sonaban hirientes, como si les acusara de no aportar nada. 

Pero lo cortés no quita lo valiente, y Wolowitz podría haberle respondido a Cooper que los científicos hacen descubrimientos, mientras que los ingenieros inventan. Como diría Cooper si fuera al revés, unos "encuentran" cosas que ya estaban ahí, esperando que alguien las conociera, y los otros crean de la nada.

Esta diferencia se aprecia claramente si comparamos a un gran científico y a un gran ingeniero que vivieron en los mismos años y que trabajaron en los mismos campos. El científico, Michael Faraday. El ingeniero, Joseph Henry. El escenario, el mundo antiguo y el mundo moderno, y de verdad.

En la próxima entrada les cuento esta historia.




The Beatles - Back in the USSR (versión de Popdudes)

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Un problema nacional



Cae en mis manos una hoja de ejercicios de Matemáticas. Traduzco el enunciado del primer problema:
De los números del 1 al 80, clasifica en un grupo los que sean múltiplos de 3 y en otro los que sean múltiplos de 5. Puede ser que hay que pertenecen a los dos grupos, entonces ponlos en los dos grupos.

La respuesta, por supuesto es:
3: 3 6 9 12 18 21 24 27... 75 78
5: 5 10 15 20 25 30... 75 80
No critiquen la sintaxis del enunciado, mi traducción es literal. La cuestión es que es una hoja de ejercicios de 1º de la ESO. Lo que antiguamente era 7º de EGB, y más antiguamente aún 3º de bachillerato. A la edad en la que hace años se hacían multiplicaciones y divisiones de polinomios, se calculaba el cubo de una suma y se resolvían ecuaciones de segundo grado y sistemas de dos ecuaciones lineales con dos incógnitas. Ahora, los alumnos de 12 y 13 años se entretienen en escribir en una hoja todos los números divisibles entre 3 del 1 al 80.

Y, a pesar de todo, existe fracaso escolar y se ve necesario la recuperación de los exámenes de septiembre.

¿Nadie ve nada equivocado aquí?

Mi profesor de Matemáticas en aquella edad era "el Emiliano". Y les aseguro que el Emiliano de ninguna manera iba a ponernos a escribir en una hoja todos los números divisibles entre 3 del 1 al 80. ¿Éramos más listos? O, mejor formulado, ¿teníamos capacidad para ser más listos? Sin duda, los chicos de ahora tienen la misma capacidad para ser listos que los de hace años. ¿Entonces? En mi opinión, a los chicos de ahora no se les estimula tanto.

Claro, el profesor de Matemáticas de 1º de ESO me dirá que tiene que plantear esos problemas porque el nivel de sus alumnos es el que es. Que le llegan así de primaria. Me está diciendo que le eche la culpa a los maestros de primaria, por no estimular lo suficiente a los chicos y tenerlos pegando circulos rojos separados de los cuadrados verdes.

Yo no digo que los de primaria no tengan culpa; al contrario, les considero directamente culpables del nivel con que terminan los alumnos la educación primaria. Sí, son culpables directos. Se escudarán en que la Consejería de Enseñanza esto y lo otro y que "muchos padres...", que las editoriales de los libros de texto... Excusas de mal pagador. La Consejería, "muchos padres...", las editoriales, serán también responsables, no digo que no, pero está claro que los primeros son ellos.

Pero el profesor de ESO también. ¿Porqué no eleva su nivel? Cuando yo estudiaba, había cursos y/o profesores que suponían un salto muy grande con respecto al año anterior, eso lo sabíamos todos - o lo descubríamos rápidos-; y cuando tocaba, había que hacer un esfuerzo adicional para ponerse al nivel exigido. Y ahora un profesor debería hacer lo que cree en conciencia que debe. Y si ha de subir el nivel, que lo suba. Si tiene un nivel tan bajo, por favor, no eche la culpa a los anteriores: está enseñando en el nivel que cree que debe enseñar.

Y en este tema no hay que acusar sólo a los enseñantes. ¿Qué hay de las editoriales, por ejemplo? ¿Todos los que intervienen y pueden opinar creen que ése es el nivel correcto?

En definitiva, ¿quién marca el nivel? ¿Puede ser que en la escuela de la calle tercera resuelvan ecuaciones y en la de la calle cuarta separen números pares e impares?

Y luego está el pueblo llano. ¿Es posible que no nos demos cuenta del bajísimo nivel de la Enseñanza? ¿Es posible que nadie crea que es uno de los problemas más importantes del país? ¿Que cada día el daño es mayor e irreparable? Esto es como una tubería que pierde agua, cuanto más se tarde en reparar más agua se habrá perdido.

Por desgracia, tengo para mí que el problema ya no tiene solución, porque los maestros de ahora ya han sido educados así. Como la tubería, que llega un momento en su deterioro que ya no tiene reparación. Solo que en el caso de la enseñaza, no podemos sustituir a los maestros. No, por lo menos, hasta que todos, y quiero decir todos, seamos conscientes de lo cuesta abajo que vamos y el compromiso por resolverlo sea pleno y de todos. No lo veré, ¿verdad?




Carly Simon -  You are my sunshine


lunes, 10 de noviembre de 2014

El Muro de hace 25 años



Ayer, 9 de noviembre, se cumplieron 25 años de la caída de l Muro de Berlín. A una parte importante de la población, lo del Murod e Berlin no les significará nada; otros, en cambio, exclamarán cosas del tipo "¡Cómo! ¡25 años ya! ¡No puede ser, qué barbaridad, cómo pasa el tiempo!". Yo me temo que soy de los que pedirían un recuento.

Mi primer intento serio de ir a Berlín es de cuando pretendía hacer mi proyecto fin de carrera. Quería hacer un restaurante giratorio sobre una torre, y me habían dicho que en Berlín había uno y que fuera a verlo. Pero resulta que en aquel momento yo estaba haciendo el servicio militar, y la cosa no era tan fácil. No po dinero, pues yo trabajaba ya de antes, sino por el hecho de estar en la mili. Verán, no era cuestión de tener días de permiso: es que uno no puede abandonar el país, podría ser prófugo. Así que tocaba pedir al coronel un permiso especial para el viaje. Joven e impetuoso, lo solicité.

En el interín,las cosas en el cuartel se me complicaron. Había llegado a un pacto con un teniente, por el cual él me libraba de la instrucción y yo le calculaba una casa a su cuñado. Él me libró de la instrucción, y yo me dediqué a darle largas (para que luego se diga que la mili no es una escuela de la vida). Él me arrestó y yo me ví metido en un lío. Había aprobado el cursillo de cabos y el ascenso era inminente, pero al mismo tiempo quedó libre una plaza de imaginaria y me presenté voluntario. Al hacerlo renunciaba a ser cabo y a todos los permisos y pases de fin de semana, pero me permitía (me permitió) esquivar a mi teniente los ocho meses que me quedaban. Pero, claro, cuando me llegó la autorización para ir a Berlín tuve que rechazarla.

El caso es que no pude hacer ese viaje hasta el verano de 1990. Todavía existía Alemania del Este, pero la frontera estaba abierta. Y como ese año sí tuve vacaciones, allí que me fui.

He de reconocer que mi llegada no fue muy espectacular. Venía en un tren de Praga, por supuesto llegaba a Berlín Este, y era muy temprano. Mucho. Nada abierto en la estación. No problema, me tumbé en un banco y me eché a dormir. Al cabo de un rato, me despierta un policía con un perro asesino con bozal. Batida en la estación. Junto con una banda de vietnamitas, me echan de la estyación. A la puta calle. Por cierto que fue la primera vez que ví vietnamitas, supongo que por ser un país comunista es lógico que estuvieran en uno.

Ahí me tienen, vagando por las calles de Berlín Este. Por fin abre una cafetería. Yo, como occidental, era rico, lo había descubierto al entrar en el Este, pero no lo sabía al salir de España, y mis billetes de marcos eran enormes para el Este. Pago, y me dan el cambio: un montón de marcos. Ya puedo coger el metro y pasar al Oeste, de nuevo al mundo libre. Donde descubrí otra jugarreta de los orientales: me habían dado el cambio en marcos orientales. No los aceptaban en el oeste. Me fijé con detalle en las monedas y, en efecto, eran de la DDR. En fin, cosas que pasan. Aunque si mi llegada a Berlín no fue la de un marajá que va a pedir la mano de la hija de otro marajá, mi salida sí fue de verdad humillante. Cómo no, también por Berlín Este; aunque antes, en el Oeste,... no, mejor no lo cuento.

¡Yo les estaba hablando hablando del muro! Aquel verano del 90 el muro todavía estaba allí. La parte más urbana se había demolido, pero el original medía 160 km; quedaba mucho muro. Tanto que, desde el centro, me di un paseo por su trazado. En un determinado punto estaba solo, nadie cerca, y el muro tenía un roto tremendo. No recuerdo si aproveché un bolo de hormigón para romper un fragmento que estaba a punto, creo que no. Lo que sí hice fue llenar mi mochila de cascotes. Muchos, 11 ó 12. Quería llevar uno a cada uno de mis 8 hermanos, otro para... no recuerdo, pero cogí muchos. Luego, en el hotel, los envolví en papel de periódico, los puse en la bolsa de ropa para lavandería que tienen todos los hoteles y desde ese momento mi maleta pesó un quintal.

Lo triste del caso es que, al legar a casa, no los repartí. Alguno, a los más mayores, creo, pero la mayoría de mis hermanos eran jóvenes y decidí guardárselos para cuando se independizaran. El tiempo pasó, 24 años, yo lo olvidé, y nunca los dí. Aún los tengo, perdidos en algún rincón de mi casa, dentro de una bolsa de plástico blanca y quizás envueltos en hojas de un periódico alemán de 1990.

Pues bien, les confesaré una cosa. También, parte de la verdadera razón por la que no los repartí y por la que los tengo olvidados no sé dónde. Aquella tarde, en Berlín, no me dí cuenta; luego, al llegar a casa, sí: son fragmentos normales de hormigón. Normales y corrientes, de los que es por completo estúpido guardarlos. Nada indica que sean del Muro, pueden ser de cualquier muro de cualquier lugar. O, si nos ponemos trascendentes, pueden ser de cualquier Muro de cualquier lugar. Y son sólo fragmentos, sin más. No valen la pena.


No volví a Berlín hasta 1998. En esa ocasión ya tenía un guía, un alemán oriental. Pero todo era distinto.

Quizás algún día les cuente esa historia.




Somewhere Over the Rainbow - Israel Kamakawiwo'ole




domingo, 2 de noviembre de 2014

Bécquer



31 de octubre, Halloween. Ya saben, murciélagos, calabazas, disfraces de brujas del bosque para ellas y de La noche de los muertos vivientes para ellos. No en vano la cultura estadounidense ocupa un lugar predominante en nuestros hogares, en el centro del salón y con la atención de las principales horas del día que dedicamos a "la cultura". Halloween mola, vende (digo yo, porque todos los supermercados se decoran dos semanas antes) y si no eres prohalloween eres un carrozón o un sieso. Y además resuelve la papeleta a muchísimos maestros sobre qué hacer para entretener a nuestros hijos en Octubre.

No obstante, en general no nos apasiona Halloween. Salvo como excusa para disfrazarnos - siempre es divertido- , no le vemos la gracia. Claro que todo esto se debe a que lo que sabemos de Halloween es lo que nos cuentan las series y películas americanas; truco o trato, casas adornadas y disfraces. Un año pasé Halloween en Chicago, y había fiestas en casi todas las casas, y la gente acudía disfrazada y se lo pasaban pipa. La gente de verdad. Era un día de fiesta popular, de la que celebra la población, no era una fiesta ordenada por el ayuntamiento del lugar, como pasa por aquí mucho más a menudo de lo que creemos.

Por supuesto, en público todos lamentamos la invasión cultural y la pérdida de nuestras tradiciones. Nos sentimos ridículos si nos declaramos ilusionados por la fiesta de Halloween y lamentamos el que la cultura americana nos invada.

El problema, en general, es que no sabemos cuál es nuestra cultura que nos está sustituyendo la americana.

Los cultos citan a Zorrilla. Don Juan Tenorio. No en balde, es tradición la representación de la obra el 1 de Noviembre: wiki:Representaciones de Don Juan Tenorio. Es, hay que reconocerlo, una obra incardinada ya en nuesra cultura: aunque usted no ha leído la obra y seguramente no ha asistido a alguna representación, sabe el argumento o algunas partes cuando menos.  Y no es verdad, dulce amor, etc., etc.

Yo, sin embargo, soy de Bécquer. De Gustavo Adolfo, por si algún lector es de la ESO. Y el 1 de Noviembre, de todas todas, lo que procede es releer sus leyendas. El monte de las ánimas, por ejemplo. No hay relato más aterrador, se lo digo por si a usted le causa alergia leer a un escritor de verdad, pero le encantan las historias de miedo o de muertos. O El miserere. O Los ojos verdes. Se lo digo de verdad. Estos días, lea a Bécquer. E intente apagar la luz para dormir, si es tan valiente. Yo las leí cuando era pequeño, y todavía me despierto gritando.

En fin, es lamentable que Bécquer sea un autor ya olvidado (¿será porque ya no circulan sus billetes?), porque pienso que, en español, es de lo mejorcito que ha existido. Pero imagino que esto no es sino un signo más de estos tiempos en los que la ignorancia campea por doquier. En cualquier caso, yo poco más puedo hacer que recomendarles a Gustavo Adolfo Bécquer. Léanle. Y con más razón estos días, si de verdad no le gusta Halloween.



Larry Bagby - Counting my lucky stars