sábado, 29 de febrero de 2020

29 de febrero

Los romanos, bajo la égida de Julio César, establecieron que los años duraban 365 días pero que una vez cada 4 años había que añadir un día al calendario. Ese día es el 29 de febrero, y el calendario que establecieron se llama calendario juliano.

Con el pasar de los años, de los siglos en realidad, y de bastantes siglos, me temo, los astrónomos se dieron cuenta que algo iba mal. Por ejemplo, el equinocio de primavera no se producía el 21 de marzo, como debiera. Y es que la duración del año no era de 365,25 días, como se deduce del calendario juliano, sino un poquito menor. La corrección que establecieron fue que sí, que cada 4 años había que añadir un día al año... pero no cada 100 años: los años que terminaban en 00 no serían bisiestos (como debería ocurrir al ser múltiplos de 4). Con un rizo adicional: cada 400 años sí serían bisiestos. Así, serían bisiestos 1396 y 1404, pero no 1400. Y no serían bisiestos 1400 y 1500, pero sí 1600. Y el año 2000, que todos recordamos que sí fue bisiesto.

La corrección se estableció en 1582, y el nuevo calendario tomó el nombre del Papa de entonces, Gregorio XIII, que a fin de cuentas fue el impulsor/aprobador de la medida. Por eso, ese calendario se llama calendario gregoriano. 

Además, estando medido el error cometido, se decidió que se tenía que adelantar el calendario entonces vigente, el juliano, para tener en cuenta los días que ya se habían contado de más en los años bisiestos que no eran bisiestos. En concreto, en aquel momento, 10 (los siglos no divisibles por 400 desde Julio César). Porque, desde luego, el equinocio de primavera tenía que volver a ser el 21 de marzo.

Ahora viene lo más divertido. El estudio verdadero lo había hecho España (hay que tener presente que en alquel momento España era lo que los EE.UU. ahora), y fue el país que lo adoptó (además de los Estados Pontificios). De nuevo, tenamos presente que en ese momento decir España era decir el 80% del planeta conocido, pues hay que incluir el Imperio, Portugal, Brasil y sus posesiones, Flandes, Italia y las posesiones europeas, etc. Y también Francia, imagino que porque era un país católico y el calendario venía ordenado por el Papa, y porque España era en Francia como los EE.UU. en España hoy en día. El caso es que los españoles se acostaron el 4 de octubre de 1582 y amanecieron el 15 de octubre. Pero sólo ellos y los que habían cambiado: el resto de los países amanecieron el 5 de octubre, y su calendario empezó a ser diferente del español. Que Shakespeare muriera el 23 de abril de 1616, por ejemplo, no significa que muriera el mismo día que Cervantes, que murió el 23 de abril de 1616: son calendarios diferentes, y en realidad Shakespeare murió 10 días después que Cervantes.

Y lo que me hace gracia es que los distintos países terminaron añadiéndose al grupo, y eso les ha creado muchos problemas. Por ejemplo, la fecha  de la muerte de Shakespeare, o la del nacimiento de Washington, por citar un ejemplo que les afecta a los estadounidenses: Inglaterra y sus colonias hicieron el cambio en 1752. O Rusia, que lo adoptó en 1918, y eso hace que la Revolución de Octubre transcurriera... en noviembre. Porque, además, cuanto más tarde se adherían, mayor era el error que tenían que corregir. Les está bien empleado, desde luego.

No todo el planeta aplica el calendario gregoriano. Los musulmanes, por ejemplo, tienen su propio calendario. Y así les va, que el Ramadán les cae cada año en una fecha diferente. Me pregunto cómo se lo razonan ellos.
 

domingo, 23 de febrero de 2020

El español no acepta la derrota





El español no acepta la derrota jamás.

Y esto, que suena a virtud, me parece a mí una desgracia enorme.

Podría tomarse como una virtud.

A lo largo de su historia, el Ejército Español ha tenido innumerables victorias. Lo pueden confirmar moros, turcos, franceses, italianos, ingleses, alemanes, suecos,... pues no en balde pocas naciones ha habido más marrulleras que la piel de toro. Pero, en cambio, lo que apenas ha tenido son derrotas. Porque como no aceptamos jamás el haber sido derrotados, lo que tenemos son gestas gloriosas. No hace falta rememorar las heroicidades de Filipinas, Cuba o la División Azul, ni de la Guerra Civil; Zaragoza misma es ejemplo claro, pues tras la invasión napoleónica la ciudad se negó a aceptar el dominio francés. Con el resultado de que los franceses arrasaron Zaragoza como paso previo para dominarla. Sí, siempre que hemos perdido el enemigo nos ha cubierto de alabanzas. Pero...

¿Es eso una virtud? Creemos que sí, mas ¿qué ganamos con ello? ¿Qué ganó Numancia con su resistencia numantina o Sagunto con su resistencia (saguntina)? ¿La muerte de todos? ¿La destrucción de la ciudad? ¡Cuántas veces el solar patrio ha quedado arrasado por la obsesión española de no rendirse jamás!

Pero no es sólo una cuestión militar. Está tan enraizado en nuestra idiosincrasia que se manifiesta en todo momento. Por ejemplo, en la politica. En cualquier país el político que no gana unas elecciones lo deja y se va a su casa, que lo intente otro. Aquí no. Y no sólo siempre ganan todos las elecciones, sino que incluso cuando los hechos demuestran que no las han ganado los candidatos siguen, inasequibles al desaliento, presentándose una y otra vez con el mismo resultado.

Y el mismo afán que lleva al español a no admitir que ha perdido le hace, en consecuencia, incapaz de decir "vale, he perdido, lo haremos a tu manera y cuenta con mi apoyo para lo que necesites. ¿No es más normal que, por el contrario, el español rumie un "ríe ahora que puedes, que la cosa no ha acabado aún y pienso seguir trajinando para darle la vuelta a la tortilla"? ¡Cuántas veces nos consolamos con la frase de que el último ríe mejor, señal de que no se acepta la derrota!

¿Una virtud... o una desgracia enorme?




Leo Sayer -  You make me feel like dancing

miércoles, 19 de febrero de 2020

Pensar en los demás





Ocurrió delante mía.



Es un arranque de andamio de los de restaurar fachadas de lo más normalito. Barcelona está lleno.

Si se fijan, detrás del poste izquierdo se aprecia lo que es el banco de una parada de autobús. En efecto, ahí paran los autobuses. Los postes que vemos, lo que están haciendo es crear el puente para que los viajeros, al bajar del autobús por la parte trasera, pasen al fondo de la acera, donde no hay andamio.

El caso es que justo cuando yo pasaba se bajó del autobús... un ciego. Que no vio el andamio, claro. Raseando con su bastón blanco, avanzó un par de pasos y giró hacia su izquierda. El bastón, ya digo, raseando, no detectó ningún obstáculo. Y el pobre hombre se estampó contra los travesaños, uno de ellos alto, a la altura del pecho, y el otro en el muslo. Y una vez estampado, nuestro invidente se quedó alelado. ¿Qué me ha pasado, dónde estoy? Porque, a todo esto, empezó a mover el bastón, y el bastón chocaba con los postes, estaba como atascado. 

El señor que iba detrás mío reaccionó rapido y se ofreció al hombre a sacarlo de allí.

Lo que quiero decir es que costaría muy poco, a los que diseñan los andamios (o a los que escriben las normas que deben cumplir) el colocar un larguero a ras de suelo. Algo que detecten los bastones de los ciegos. 

Seguramente, a nadie se le ha ocurrido antes porque ninguno de ellos es ciego.
 

martes, 18 de febrero de 2020

El río Pearl

El río Pearl es uno de esos ríos de los que hay tantos en los EE.UU. 715 km de recorrido, en el estado de Misisipi y en la parte final haciendo frontera entre Misisipi y Luisiana. Pero ¡ah! es un río estadounidense, y eso imprime cierto carácter.

Este año, una vez más, se ha desbordado. Y, siendo el estado de Misisipi, pasa lo que nos imaginábamos.

Fuente: © Special to the Clarion Ledger, Mark Wakefield
 
Fuente: Rogelio V. Solis/AP

Imagine que está usted ahí, con su coche (una pickup todoterreno con un rifle detrás de los asientos) intentando llegar a donde sea, donde quiera que esté seco, y ha de cruzar este puente, localizar las carreteras.

Y que se le ha agotado la batería del móvil, o que se ha caído la cobertura, o cualquiera de esas cosas secundarias que concurren en estas situaciones.



También es cierto que el río se ha desbordado otras veces. En 1979, en la capital del estado, Jackson:
 Fuente: National Weather Service Jackson

En estos casos, siempre pienso lo mismo. Primero, en la espectacularidad de las imágenes. Pero luego, en qué habría hecho y sentido yo si viviera allí. Si el desbordamiento llegara de noche, si tuviera familia que poner a salvo.

Si tuviera que seguir viviendo después de la riada, volver a empezar sabiendo que dentro de unos años volverá a ocurrir.


domingo, 16 de febrero de 2020

Mis versículos favoritos: introducción




Nos guste o no, vivimos en una cultura judeocristiana. Es decir, somos Pueblo del Libro. Esto debería bastar para que quisiéramos saber más sobre El Libro. Pero casi nadie tiene interés sobre el libro en cuestión. Lo que me parece un error: si no conocemos la base de nuestra cultura, ¿en qué nos basaremos cuando necesitemos nuestro juicio?

Una prueba sencilla. Diez historias que todos los que tenemos una edad, una cultura, seguro que conocemos. ¿Cuántas de ellas creen que conoce la juventud actual? Hagamos la suma:
  1. El origen del arco iris
  2. El sacrificio de Isaac
  3. Las diez plagas de Egipto
  4. Sansón
  5. David y Goliat
  6. Job
  7. Jonás y la ballena
  8. La estrella de Belén
  9. Una voz que grita en el desierto (la cabeza en una bandeja de plata)
  10. El buen samaritano
Hace sólo cuarenta años, sería imposible encontrar un español, y seguramente un europeo, que desconociera una sola de éstas. Hoy, en cambio, el panorama sería muy diferente: costaría encontrar quien conociera una, no digamos ya dos.

Aunque ahora, y sólo por mi puro divertimento, voy a pensar otras diez historias; pero éstas no tan conocidas. A ver cuántas conoce (es decir, sabría relatar):
  1. Las hijas de Lot
  2. El plato de lentejas
  3. Las vacas gordas y las vacas flacas
  4. Las murallas de Jericó
  5. Urías el hitita
  6. Salomón y la reina de Saba
  7. Judith y Holofernes
  8. Susana y los viejos (¡ésta la he contado en el blog!)
  9. Zacarías, el mudo
  10. La caída del caballo
En resumen, voy a escribir algunos artículos, bajo el título de "Mis versículos favoritos", sobre breves pasajes de la Biblia. En ellos incluiré alguna reflexión, pero AVISO: será una reflexión personal, en ningún momento pretenderá reflejar una postura oficial de la Iglesia; puede que acierte, pero puede que no. En cualquier caso, lo importante es que usted también reflexione sobre el pasaje. Qué le sugiere, o por qué cree que se ha conservado ese fragmento concreto. En la mayoría de los casos, esa reflexión la he realizado ya entrado en años, no de niño o de joven. Quizá precisamente por eso elijo ese fragmento en cuestión: porque descubro un matiz que se me había pasado por alto, y a lo mejor a usted también.

Un comentario final: las tres primeras entradas forman un paquete único. Las he incluido porque, en mi opinión, encierran la respuesta a una pregunta que me he hecho muchas veces, como todos sin duda, pero que es en estos últimos meses cuando, reflexionando sobre estos pasajes, se me ha hecho claro:

¿Cuál es el sentido de la vida?
 



Claudio Monteverdi - Vísperas de la beata Virgen: V: Deus in adjutorium meum intende

jueves, 13 de febrero de 2020

Toda una vida (de 4.600 millones de años)





Me encanta CosmoCaixa, y no pasa año sin que vaya al menos una vez. Pero no voy por las novedades, voy para fijarme mejor en cosas que en otras visitas se me habían pasado por alto. O para, delante de los elementos expuestos, tener reflexiones nuevas que no había tenido hasta entonces. Un ejemplo de esto último es el tubo que representa la edad de la Tierra. Creo que nadie le presta nunca atención, y desde luego no encuentro fotos en Google; alguna he encontrado, en la que se le ve de lejos, al fondo, pero...

Supongo que el nulo éxito del tubo se debe a la falta de espectacularidad (es taaaan largo que ocupa muchos pasillos y espacios, no se aprecia en su conjunto desde ningún sitio), y sobre todo a que nadie se da cuenta de lo asombroso que es. Porque carecemos de sentido de la magnitud: se nos escapa.

Miles de años: se nos escapa comprenderlos. Miles de millones de años.... ¡puf!

El profesor de la Universidad Estatal de Arizona Kip Hodges propone, para hacernos una idea de lo que supone la vida de la Tierra, una escala en la que cada año equivalga a 60 millones de años de la Tierra. Estaríamos hablando, entonces, de en torno a los 76 años: una vida humana. Y eso sí nos lo podemos imaginar. 

Veamos entonces cómo sería la vida de la Tierra.

La Tierra nacería, como todos, en el momento 0 de su existencia. Esto es fácil. Al año de edad la Tierra ya era un bebé rollizo y lleno de lorzas: se había completado el proceso de condensación de los materiales que giraban en torno al Sol y tenía ya el tamaño de ahora. Uno o dos meses después, ya tenía atmósfera (de dióxido de carbono, vapor de agua, azufre, metano, etc.). Pero  en lo que respecta a la vida no ocurriría nada hasta que fuera un adolescente, quizá con doce años: aparecerían las primeras formas de vida y, unos meses después (en nuestro calendario) aparecen bacterias que empiezan a procesar el oxígeno: empieza una explosión de vida... de bacterias. 

¿Y luego? Más bacterias. Y más. Y más. Hasta que la Tierra cumple... 65 años. Hace 700 millones de años, en realidad: aparecen los organismos pluricelulares. Ya no están solas las bacterias. La Tierra se ha pasado toda su vida, desde los 12 hasta los 65, sólo con bacterias. Pero cuando ya se ha jubilado empieza lo bueno.

O no. Cuando aparecen los dinosaurios, la Tierra tiene 72 años. Y el primer simio aparece hacia mayo o junio ¡del último año de vida! (para facilitar las cosas, supongamos que esa vida se acaba un 31 de diciembre). Lo primero parecido a un humano empieza a erguirse la última semana, y el homo sapiens aparece hacia las cinco de la tarde del 31. La agricultura, hacia las 10 de la noche. Colón descubre América hacia las doce menos cuatro minutos, y la Luna se pisó 26 segundos antes de la media noche. Cinco segundos antes de que acabe, sonando los cuartos, ¡España gana el mundial de fútbol!

Recapitulo: la Tierra se la pasa viviendo sólo con bacterias hasta los 65 años. Y los hombres aparecemos unas siete horas antes de morir.

Me encantan este tipo de comparaciones: hay que reflexionarlas, pero nos ilustran muy bien la insignificancia relativa de todo lo que nos parece importante.

 


Roberto Carlos - El gato que está triste y azul

lunes, 10 de febrero de 2020

Un grano de arroz en el espacio





Siempre me ha interesado mucho la astronomía. Y dentro de su amplio campo, lo que más me ha interesado ha sido saber el cómo (el cómo saben, me refiero) y los púlsares y los cuásares. Estrellas, galaxias y agujeros negros están bien, no lo niego, pero los encuentro ¿cómo decirlo?... sencillos. En cambio, los púlsares y los cuásares no dejan de asombrarme preguntándome cómo es posible.

Por ejemplo: leo (aquí a partir de aquí) que han medido que el púlsar J0030 tiene una masa 1,4 veces la de nuestro Sol, un diámetro de 26 km y un periodo de rotación de 4,87 milisegundos. Este púlsar se encuentra a 1100 años luz, no aquí al lado, y... ¡caray! 4,87 milisegundos significa que da 205 vueltas por segundo. Una estrella, oigan. 

Por cierto  que el periodista comete un error clásico: dice en su artículo que el diámetro del J0030 es de 15 km, cuando debería haber dicho el radio.

He dicho al principio que me apasiona el cómo lo consiguen los astrónomos. Medir una bola de 26 km que está a 10.000 billones de kilómetros. Es como medir una pelota de 2,6 mm a mil millones de kilometros. Chupado, ¿no? Que gira 205 veces por segundo. 

Pero lo que más me divierte es lo del diámetro. Como sé la masa del Sol, no me cuesta nada calcular la densidad del púlsar: 3x1017 kg/m³. Dicho así no parece mucho, pero si nosotros tuviéramos esa densidad... bien, multiplique su peso por 3, piense que en vez de kilos son toneladas y multiplíquelo por cien mil millones: ése sería su peso. Si pesa usted 70 kilos, allí serían 21 billones de toneladas. No 21 millones, 21 billones.

Se lo diré de otra manera: el grano de arroz que aquí en la Tierra pesa 27 miligramos (y al que le supongo una densidad de 0,6), allí pesaría (entiéndase: tendría una masa) unos 14 millones de toneladas. Un grano de arroz, 14 millones de toneladas. 

El problema para entender estos números es la magnitud: no nos hacemos una idea de cuánto son 14 millones de toneladas, pero reducir el objeto tampoco le ilustraría: no sirve decir que un piojo pesaría un millón de toneladas, porque usted no concibe el peso real de un piojo. Tampoco sabemos qué distancia son mil millones de kilóometros. La explicación es que siendo nosotros finitos no podemos concebir el infinito (ésta es una razón para nuestra incapacidad de entender la idea de Dios). Y, para nuestra pequeña magnitud, un salto de escala como el que plantean los púlsares se antoja bastante a nuestro infinito: nos cae demasiado lejos.






Novo amore - Carry you
 

viernes, 7 de febrero de 2020

El esfuerzo oculto





En la vida hay una serie de verdades de las que no se suele ser consciente a pesar de su universalidad. Algunas de mis favoritas son:

  • Nada es tan fácil como parece
  • Todo cuesta más de lo que se cree

y en especial:

  • Todos tendemos a pensar que aquello que no sabemos hacer es fácil

En mi caso personal hay algunas cosas que hago razonablemente bien y gracias a ello me gano la vida. Pero, como era de esperar, esta última verdad es la causa de gran parte de la tensión a la que estoy sometido. Les contaré un ejemplo.

En una industria había una máquina muy vieja (llevaba 50 años funcionando) y que estaba muy deteriorada. Pasaba también que la máquina era muy grande, 15 m de altura, y sustituirla suponía un cambio muy importante en la fábrica: era un cambio que debía aprobar la Dirección, supongo que el consejo de administración. Como el consejo de administración no baja al barro de las fábricas que tienen desperdigadas por lo largo y ancho de este mundo, había que hacer un informe para los ejecutivos, en los que se explicara la situación. Así que me encargaron el asunto. Coja usted un avión, venga a esta fábrica cuando pueda, mire y ayúdenos. Pero ¡cuidado!, no se explaye usted en un farragoso estudio técnico, que estos ejecutivos ni entienden de los detalles técnicos ni tienen tiempo ni interés en saberlos.

Insisto en que la máquina seguía funcionando. Aparentemente no había razones para jubilarla. Y la máquina era básica para la fábrica, pararla significaba parar la fábrica. Y no bastaba con repararla, se quería achatarrarla. La decisión no podía ser caprichosa.

Al cabo de un mes les envié el informe. En el acuse de recibo me agradecieron de manera especial lo claro y bien explicado que estaba todo. Y es que soy bastante bueno en este tipo de trabajos. Ahora mismo, por ejemplo, tengo tres encargos de este tipo encima de la mesa.

Sin embargo, por alguna razón, todo el mundo cree que estas cosas me las ventilo en un plisplás. Como los informe son 5 ó 10 páginas que se leen en 5 minutos, como los problemas y las soluciones se exponen desprovistas de artificios y dificultades, como si fueran cosas sencillas… y, sobre todo, como la otra parte no sabe hacer fácil un informe sobre un tema complejo, siempre creen que son cosas que me ventilo en media mañana. Siempre.

Ya saben, como el relato del técnico, la fotocopiadora y el tornillo (una variante del cual pueden leer aquí).




Scissor sisters - I don't feel like dancin'

martes, 4 de febrero de 2020

Botón de muestra

Se ha presentado el Plan Director Urbanístico Metropolitano de Barcelona. Los colegios oficiales de arquitectos, de economistas, de ingenieros de caminos y de ingenieros industriales han declarado que el plan tiene deficiencias muy importantes (en realidad, una: que está diseñado con un criterio "ecologista" y la realidad de una ciudad es mucho más compleja). Y han decidido, los cuatro colegios, crear una comisión intercolegial para afrontar el tema.

La comisión está formada por el decano del Colegio de Economistas, Anton Gasol; el decano de Ingenieros Industriales de Cataluña, Josep Canós; el vicepresidente de la Agrupación de Arquitectos Urbanistas, del Colegio de Arquitectos, Robert Juvé; el miembro de la junta rectora y presidente de la comisión de Conocimiento del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Jordi Julià; y Agustí Jover, que oficia como secretario de la comisión.

Hasta aquí, la noticia.

¿Se dan cuenta?

Los cargos importantes de colegios importantes plus una persona que no importa su cargo, pero que tiene suficiente prestigio y/o influencia como para formar parte de una comisión de este nivel. Ninguno de ellos se llama Pérez, García o Gómez. Ni Atorrasagasti, Betancor, Buil o Ferreiro. Son 100% catalanes, descendientes de burgueses 100% catalanes.  

Y eso, aquí, no tiene nada de extraño. Lo extraño sería que no fuera así. Porque la abrumadora mayoría de apellidos entre la población en general en las provincias catalanas y los apellidos entre la población que corta el bacalao tienen muy poco en común.

¿Cataluña, tierra de oportunidades? ¡Já!

sábado, 1 de febrero de 2020

Lo que usted ignora sobre el reciclaje. Conclusión.




Reciclajes aparte, el verdadero problema de los residuos es la basura. Empleo el término más coloquial, para que se entienda. En los hogares hemos separado el vidrio, lo metálico, el papel, el cartón y los plásticos. Lo que nos queda es la basura. El desecho, lo que ya no tiene utilidad. Y es un problema, porque es muuuuucha cantidad, complicada desde el punto de vista higiénico y sanitario, sin aprovechamiento aparente, y muy molesta. La solución tradicional es su acumulación en vertederos. Pero eso tiene algunas aspectos negativos.
  1. En primer lugar, se necesita un vertedero. Eso no siempre ocurre: por ejemplo, Beirut durante sus años de guerra. El vertedero titular de la ciudad estaba a no sé si unos 40 km, pero desde luego los camiones no iban a ir. Lo que hizo la ciudad no deja de tener su ingenio. En primer lugar, compactó su basura para que ocupara el mínimo espacio posible, la fue envolviendo en plástico para contener el problema higiénico y de olores, y la fue acumulando donde tenían sitio. Luego echaron arena encima, y hoy es una de sus playas.
  2. El vertedero no puede estar lejos. ¿Saben lo que cuesta acarrear la basura hasta allí? Y es que piense que es un dinero que se gasta... en la basura. Es dinero a la basura en toda su exactitud.
  3. Cuando un vertedero se llena (y se llenan) hay que hacer otro. Por no entrar en detalles, dos palabras: una pasta.
  4. Los residuos, dejados a su albur en el vertedero, tienen algunos subproductos que pueden ser hasta peligrosos. Los lixiviados, para empezar. Se generan muchísimos lixiviados, y éstos hay que recogerlos, canalizarlos y tratarlos. También se genera metano y otros gases. Otros inconvenientes: los olores y las gaviotas. No hablo del impacto ambiental, porque hasta los ecologistas reconocen que es una necesidad ante la que hay que conceder algunas licencias.
  5. Para aumentar la vida del vertedero, hay que compactar la basura. Eso se puede hacer de dos maneras: en una instalación pre-vertedero, o en el vertedero. En el vertedero se hace chafándola al depositarla (con una maquinaria de un importante coste, or cierto). En fin. Y en una instalación pre-vertedero, que tiene sentido porque así ahorramos también en transportes y reducimos los lixiviados que se producirán... pues hace falta dinero. Significa tener un pre-vertedero cerca. Y ese pre-vertedero tiene una capacidad máxima de tratamiento. Y sus propios problemas.
Si no queremos acumular la basura, la única alternativa es deshacerse de ella. Eliminarla. Y como no tenemos desintegradores de materia ni vamos a enviarla a universos paralelos, la única manera que tenemos de destruirla es quemarla. 

¡Oh, sí, las malditas incineradoras!

¿Hay algo que tenga peor prensa?

Y, sin embargo, desde el punto de vista ingenieril son la solución perfecta. Se extrae la energía que tiene la basura, e incluso se pueden aprovechar las cenizas para cementos y otros materiales (como moquetas aislantes, por ejemplo. Un ejemplo que cito porque yo lo apliqué hace muchos años en un desarrollo de una).

De hecho, hacia el año 2000, en las plantas de residuos en las que colaboré en Italia, trabajando con empresas alemanas, tanto los italianos como los alemanes lo tenían clarísimo: lo mejor que se podía hacer era quemar la basura. Sacar todo lo que no arda (loza, cascotes de obra, metales, vidrio), y quemar lo que queda. Es energía, qué caramba. Vale que el papel no tenga el mismo calor específico que el carbón, pero en serio: qué más se puede hacer con una botella o un periódico que se ha tirado a la basura? ¿Es alguien consciente del proceso y el coste del proceso necesario para extraer valor de ese periódico o de esa botella? Y, a fin de cuentas, es un combustible del que se extrae su energía. Recuerden si no el caso de Västervik que les conté al principio de la serie.

¡Ah, pero están los humos! ¡Contaminan! ¿Contaminan? Será si queremos. Con una chimenea adecuada, esa contaminación puede reducirse a un mínimo ridículo. Quiero decir, técnicamente es un problema resoluble. Conviene explicar, para quien no lo sepa, que una chimenea no es sólo para canalizar los humos a donde no molesten: su interior está recubierto de productos que reaccionan con el azufre y el nitrógeno que contienen los humos, formando un polvo (por ejemplo sulfuro de calcio) que cae y se recoge en la base. Con una chimenea adecuada, los gases salen razonablemente inertes. En cualquier caso, lo importante es saber que hay soluciones técnicas y que, desde luego, se aplican.

En resumen, la raiz del problema es que el sector de los residuos no es glamuroso. Esto provoca que nadie quiera saber de él, y al no saber se dicen muchas tonterías. Hay mucho populismo, es muy fácil decir que no y exigir que (otros) extraigan valor de aquello que tiramos a la basura. Pero en este tema, casi en más que en ningún otro, hay que decirlo: les están engañando, y deben dejar trabajar a los técnicos.Ellos saben lo que hay que hacer.




The Beatles - Revolution 1