jueves, 18 de junio de 2020

Trato de favor

El otro día escribí el artículo "El artº 100.2", acerca de cómo los políticos catalanes presos están recibiendo un trato de favor en mi opinión escandaloso, aunque como esto es Cataluña y "son de los nuestros", aquí no pasa nada.

Hace cuatro días trasladaron a una de ellos, a Carmen Forcadell, a la prisión de Wad-Ras, porque ella lo pidió. No sé si es normal que sean los presos los que elijan sus cárceles, pero en fin. Por cierto que una letrada de la administración de justicia me explicó la razón de que solicitara el cambio: la juez de vigilancia penitenciaria adscrita a Wad-Ras es más proclive a las ideas independentistas que la de la prisión en la que estaba antes y que sin embargo "le caía más cerca de casa".

El caso es que ahora ha conseguido que le den otro permiso, de nuevo acogiéndose al artº 100.2. En el caso de Forcadell, como tiene más de 65 años, no es un permiso de trabajo. No. En su caso es un permiso de 12 horas al día cinco días a la semana, fuera de la cárcel... para cuidar de su madre.

Ya lo saben: si cometen un delito y les condenan a 11 años y seis meses de cárcel, pidan permiso para cuidar de sus ancianas madres: les darán doce horas al día. A la cárcel, sólo a cenar, dormir y desayunar, y justito. El único requisito previo para ello, no hace falta decirlo, es ser un político catalán. En concreto, "uno de los nuestros".

Trato de favor, se llama a esto. Escandaloso trato de favor.

Y aquí no pasa nada. Esto es Cataluña, y aquí estas cosas quedan impunes.

sábado, 13 de junio de 2020

Marcha atrás en el túnel





La N-260 es una carretera nacional, pero "no" es una carretera nacional, si usted está pensando en una carretera ancha, de largas rectas y anchos carriles, ésta no es su carretera. Y menos aún el tramo del que voy a contar una historia.

La N-260 va de Portbou a Sabiñánigo; en línea recta, no llega a 300 km. Por carretera son más de 500. En el Pirineo, ya se sabe, no se va por donde se quiere sino por donde se puede.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que el tramo más espectacular de la carretera es el congosto del Ventamillo, entre Seira y Castejón de Sos. Una obra maestra de la ingeniería de la posguerra, un perfecto ejemplo de lo que se puede llegar a conseguir si se tienen suficientes prisioneros de guerra. Lo que pasa es que lo espectacular, cuando se ha pasado muchas veces, se convierte en algo secundario si, como yo, se está en esa carretera sólo para pasar al otro lado.

El tramo tiene un túnel. Este túnel, hay que precisarlo, no es de los modernos. No. Es de los antiguos. Excavado directamente en la roca. Más de una vez, en el otro sentido, toco la bocina antes de encararlo: está a la salida de una curva, y el que viene desde Campo no tiene apenas opción de verme. Ésta es la boca norte:


La boca sur, por la que iba yo, es más fácil, porque tengo un mínimo tramito recto antes de entrar.

El caso es que ahí iba yo, a todo trapo con mi Focus, y cuando llego al túnel veo las luces de un camión por la otra boca. Y no calculé bien. Creí que cabríamos los dos, y adentro que me metí.

En realidad sí cabemos dos coches en el túnel, pero no a la salida, por la trazada de la curva que he dicho. Cabemos dos en el interior, ya acostumbrados a la oscuridad y pasando con cuidadito uno al lado del otro, despacio. Pero en ese momento no pensé como el camionero. Y es que los camiones gestionan el túnel de otra manera, como luego me di cuenta:



El camión me echó las luces, sí. Y pitó. Pero yo pensé que era un miedica, que ya me ha pasado recorrer el congosto detrás de un camionero nuevo en el congosto. Hasta que ví que él venía hacia mí, y que yo... no tenía dónde meterme.

Y paramos los dos. Yo me bajé del coche (justamente tenía el chaleco reflectante en el asiento del copiloto), y entonces entendí.

El camion ha de circular por el centro, por la altura del túnel. Los dos no íbamos a caber, y él no podía echar marcha atrás. Tendría que ser yo.

Y no estoy orgulloso, pero recorrí el oscuro túnel marcha atrás. Hasta el apartadero que hay antes de la boca sur, donde me pude echar a un lado.

No hay que ir nunca marcha atrás en los túneles, y menos en estos estrechos y negros como el tizón, pero ¿qué iba a hacer?



The Beach Boys - Sloop John B (versión de Josh Turner Guitar & friends)

sábado, 6 de junio de 2020

Múnich, 1999




El día de feria había sido duro; parece mentira, pero son jornadas agotadoras. De pie, caminando, visitando, teniendo conversaciones. Un café de máquina, un sandwich, una comida rápida, una mala digestión, 10 horas sin parar, tensión constante, atento a todo. A lo mejor comí con un holandés de inglés incomprensible (como el mío) o con unas portuguesas o con un comercial italiano al que le quería comprar una máquina; en las ferias se ha de estar abierto a todo tipo de contactos, más en una época sin google en la que la red son las personas que uno conoce. Es normal que al terminar la jornada saliera a cenar, quizá a divertirme.

Íbamos tres. Conmigo venían dos comerciales, John, cuyas raíces australianas concordaban con sus ojos azules y su perfecto cabello, y un peruano.

En aquellos tiempos, los negocios se hacían con traje y corbata, y una feria en Alemania no era una excepción. Lo normal, imagino, es que a la noche dejara la chaqueta y la corbata en el hotel, no creo que me cambiara de pantalones y desde luego no de zapatos. Los otros, ejecutivos de ventas internacionales, quizá se hubieran cambiado y se hubieran puesto algún elegante polo; en cualquier caso, creo que todos íbamos correctísimos pero también aptos para sentarnos en cervecerías a saborear alguna jarra o a comer codillo y chucrut. Ha pasado el tiempo y no me acuerdo bien.

Pero sí que cogimos el metro, pues la zona de negocios no era la zona de ocio nocturno. Y ahí íbamos los tres, habiendo validado nuestros billetes, bajando al andén.

La policía en Alemania iba de verde, diferente de aquí. A simple vista los tomaríamos por guardias de seguridad de una empresa privada; como fuera, no les hicimos caso y pasamos a su lado.

Y de pronto nos dimos cuenta de que habían parado al peruano. Nos detuvimos y le esperamos, y un minuto después se nos unió y continuamos. Pero comentamos lo que había pasado.

Le habían pedido la documentación.

No sé si el peruano se había licenciado en Económicas en Estados Unidos, pero era de una acomodada familia de Lima y tenía un MBA del IESE. Por descontado, imagino que ganaría más que yo. Sé que vivía en un chalet en una desahogada urbanización, flotilla casera de coches, esas cosas.

Pero sus rasgos eran andinos.

Iba caminando correctamente vestido, hablando con dos acompañantes caucásicos también correctamente vestidos, en una ciudad que celebraba una feria internacional.

Pero sus rasgos eran andinos, y la policía le paró. Para nada en particular, no estaban parando a la gente ni pasaba nada, pero a él le pararon y le pidieron los papeles.





Manu Chao - Clandestino