domingo, 29 de marzo de 2020

Mis versículos favoritos IV: saciado de días


Antecedentes, introducción: esta entrada. 


Expiró, pues, Abraham y murió en buena ancianidad, viejo y saciado de vida, y fue reunido con su pueblo.

Gen 25, 8

La traducción de la CEE, la actualmente vigente por lo tanto, dice "en buena vejez, anciano y colmado de años"; es lo mismo. Pero me gusta más la primera, por la expresión "saciado de vida". 

En estos días de coronavirus, de una tasa espantosa de mortalidad entre las personas más ancianas, con Holanda aconsejando a España e Italia que no intenten curar a los ancianos y a los débiles para no saturar los hospitales, conviene que hagamos una reflexión sobre la muerte, los ancianos y vivir. Y este versículo del Génesis viene que ni pintado. Porque refleja una filosofía de vida que ya no es la corriente, pero sin embargo, ¿por qué no?

Abraham murió viejo, muy viejo. El versículo anterior nos informó (estos versículos son de la fuente P, para los que siguieran la información que di en mi anterior entrada) que tenía 175 años. Lejos, desde luego, de los casi mil de los Matusalén, Noé y compañia (y había una explicación teológica a esto, quizá luego la cuente), pero muchos. Y muere. Pero como muere viejo, muere saciado de vida: ha vivido suficiente, no necesita más. En esas condiciones morir no es malo, al contrario. Y esto contrasta con la filosofía actual, en la que buscamos prolongar la vida lo más posible. Cueste lo que cueste, y a menudo sin pedir su opinión al más interesado. Una opinión que no me extrañaría que fuese que el interfecto no teme ya a la muerte. 

Los ancianos saben que lo son. Lo saben perfectamente, y saben que hay que morir. Todos ellos han enterrado a sus antecesores, y a muchos de sus amigos, parientes y conocidos. En su mundo cada vez hay menos caras de las de su mundo, casi todos son "recién llegados". El miedo a la muerte que tienen todos los adultos no es por el posible dolor del tránsito, sino por la tremenda tristeza que da pensar en el escenario de los que quedan atrás. El dejar viuda, huérfanos desvalidos, sin medios. El joven es alocado porque aún no tiene quien depende de él, pero los adultos sí los tienen, y ven las cosas de distinta manera. En cambio, los ancianos ya no tienen esas ligaduras. Sus hijos son ya mayores y hace años que se baten por sí mismos, y los nietos no son cosa de ellos. En cuanto al cónyuge, quien lo conserva... Bueno, seguro que lo han más que hablado. 

Volviendo al versículo del Génesis, para ellos había 3 tipos de muerte. La primera era la muerte temprana. Era obvio que aquello no era el curso natural de las cosas, luego morir antes de tiempo lo asociaban a un juicio de Dios. Malo. La segunda muerte, la muerte de Abraham, era la buena muerte. Y no era un drama morir anciano, todos lo asumían como algo natural. Y por último, estaba la mala muerte:
"Su hermano murió, y sólo me queda él. Si le ocurriera una desgracia en el viaje que vais a emprender, hundiríais de pena mis canas en el reino de los muertos".
Gen 42, 38 

El nieto de Abraham, Jacob, tuvo 12 hijos. Pero sólo 2 fueron con Raquel, la mujer que él amaba (a su otra mujer, Lía, con la que tuvo 6 hijos, no la quería, pero su suegro, la noche de bodas con Raquel le dio el cambiazo - la costumbre de la época es que la novia iba con velo hasta la oscuridad de la tienda- y quedó legalmente casado con ella). Esos hijos fueron José y Benjamín, y Raquel murió en el parto de este último. José, el primogénito y durante años único hijo de su verdadera mujer era su favorito, y por envidia los otros hermanos lo vendieron  - o se lo robaron cuando lo iban a hacer- a unos mercaderes, e hicieron creer a su padre que había muerto. Años después, José, convertido en gran visir de Egipto, fuerza a sus hermanos - ignorantes de su identidad- a que si querían grano tenían que volver a Egipto con el pequeño Benjamín. El viejo Jacob, cuando le plantean el tener que llevárselo, se desespera y pronuncia las frases del versículo. Es la mala muerte, morir viejo pero lleno de pesares y tristezas. Claro que sabían que los cadáveres se pudren en las tumbas (y el texto de la CEE dice abismo, no "reino de los muertos"), pero la idea es ésa.

Así pues, aparte de las muertes tempranas tenemos dos muertes: la del anciano que muere "saciado de vida" y la que muere  con penas y tristezas. Es triste la del que vive y muere con pesadumbres, pero ¿la del que muere saciado de vida? ¿No debería ser motivo de alegría? Vale que no se haga una fiesta, pero debe estar orgulloso aquel que consiga que sus padres mueran felices.

Ahora, piense cada cual si puede estar o no orgulloso.





Mozart -Vesperae Solennes de Confessore KV 339. Laudate Dominum

Mis versículos favoritos III: Imagen y semejanza



Antecedentes, introducción: esta entrada.
Entradas previas, partes I y II de ésta: aquí y aquí.

Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra". Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.
 Gen 1, 26-27

Muy poca gente, entre la que ha leído la Biblia de manera amateur o haya escuchado su lectura en las misas, se habrá dado cuenta de que existen en el libro del Génesis dos relatos de la creación. Dos relatos, y distintos. El primero es el famoso de los seis días "y al séptimo descansó". El segundo es el de los nombres de Adán y Eva, y que Eva la formó Dios de la costilla de Adán. Ambos son conocidísimos, pero es curioso que pocos caigan en la cuenta de que son dos relatos y no uno solo.

La realidad es que poca gente sabe algo más que un poco sobre el libro del Génesis. Y debería asombrarnos, porque se supone que el Génesis es uno de los libros capitales de nuestra fe. ¡Que no es el libro de Nehemías o de Ageo, caray!

Pero así somos.

Según tengo entendido, los exégetas de la Biblia opinan que el Libro del Génesis tiene 3 "autores", aunque como posiblemente esos "autores" son colectivos (al menos dos de ellos), se les denomina "fuentes".

Al primero de esos autores se le conoce como "el Yavhista" (o fuente J), y es un tipo absolutamente genial, irrepetible. Escribió, se cree, hacia el año 950 a.C. y es cierto que, cuando uno sabe cqué debe buscar, en la mayoría de fragmentos es muy fácil saber si lo ha escrito él o no. El J escribe como quien cuenta un cuento. El relato de la costilla de Adán, por ejemplo, es suyo. El de la serpiente y la fruta prohibida, o el de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Si usted abre el Génesis al azar y el pasaje le engancha al instante, no hay duda. Es del J.

La segunda fuente es el Eloísta (fuente E). Se supone que es un autor, pero que nombra a Dios de una manera distinta (Elohim en vez de Yahvé). A mí me cuesta más reconocerlo, pero sí que tiene un modo propio de acercarse a las cosas. Cuando Dios se dirige a un personaje en sueños, el texto es de la fuente E: si fuera de la fuente J, simplemente Dios aparecería por la puerta, porque el Dios del J es antropomórfico. El yavhista escribe en un mundo podríamos decir que casi sin religión, sólo con creencias y costumbres. El eloísta, que escribe unos 200 años después, ya tiene una visión más elaborada. Con todo, en muchos fragmentos hay que saber más cosas para diferenciar qué ha escrito el J y qué el E. Y hay pasajes que son un lio, porque es como si nos estuvieran contando una historia dos personas a la vez.

Y luego está la fuente P, la fuente sacerdotal. Está chupado reconocer qué texto es de esta fuente. Es la más tardía, unos 200 años posterior a la fuente E. Es decir, en torno al 540 a.C. Aquí ya hay una religión establecida, y una casta sacerdotal, y una literatura previa. Entonces lo que ocurrió es que esa casta sacerdotal, en sus templos, en sus cenáculos, posiblemente se transmitieron internamente su propia interpretación de los relatos. De la tradición antigua, de las fuentes J y E y de las tradiciones que estas fuentes no recogieran. Pero, además, incluye siglos de meditación sobre esos relatos. Meditación y sobre todo depuración. Los textos P son por lo general muy aburridos (las listas de naciones y de descendientes, por ejemplo "los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Sefó, Gaetam y Quenaz"), y a menudo parece obsesionado con los años (¡esas edades increíbles!). Pero también tiene textos muy interesantes precisamente por lo estudiados que están, mejorados hasta lo imposible.

Además de estas tres fuentes principales, hay multitud de adiciones y retoques posteriores hechos por vaya usted a saber quién, y fragmentos enteros (sobre todo, en el relato de la historia de José) que los exégetas no tienen nada claro de dónde salen o quién los escribió.

Y el primer relato de la creación es de la fuente P. Sí, el que empieza con "Al principio creó Dios el cielo y la tierra" y que incluye los versículos qie inician esta entrada. Como buen texto P, cada palabra importa. Y el texto insiste mucho en dos ideas: que Dios creó al hombre (lo dice 3 veces), y que lo hizo a su imagen (también 3 veces).

Es decir, no puede haber dudas: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza.

Ahora se trata de entender qué es eso de "a su imagen" y por qué. 

Que lo de la imagen no es el parecido físico es obvio, pues incluye al varón y a la mujer, por no hablar de las diferencias entre todos. No, eso va por otro camino. Y es bastante fácil de entender, sólo hay que cambiar el foco de lo que estamos mirando. No se trata de que Dios nos creara como imagen suya, sino de que somos imagen suya. Si usted va al despacho oficial de un cargo público importante, a una sala de juicios, a un salón de plenos de ayuntamiento,... seguro que ve en algún punto destacado la imagen del Rey.  del dictador de turno, si hablamos de una dictadura: recuerde las clásicas estampas de manifestaciones "espontáneas", en las democracias vemos a grupos que enarbolan la bandera del partido, como queriendo decir que ellos son los representantes de ese partido, y en las dictaduras vemos la imagen del sátrapa de turno; de nuevo, con la misma intención. Y lo mismo en las iglesias y en tantos lugares: la imagen del santo, de la Virgen o un crucifijo. Adoramos a estas imágenes, aunque sabemos que son sólo tallas o esculturas; pero las adoramos por lo que representan. Y en los salones públicos, la imagen del Rey que preside lo que nos indica es que el presidente está actuando como representante suyo. Pues en la antigüedad pasaba lo mismo, era frecuente que el rey enviara una escultura suya (ante la que incluso había que realizar las reverencias como si estuviera el mismo rey). El dignatario que actuaba bajo esa escultura era su enviado, su representante.

Así que al ser nosotros imagen de Dios, lo que pasamos a ser es su representante. Somos los que actuamos en su nombre. Y dominaremos los mares, los cielos y la tierra. Pero ¡ey! no como queramos. Sino como representantes suyos. Y de nuevo ¡ey!, cuidado, porque al igual que el virrey no puede actuar como si no existiera rey que le juzgará a él por cómo le ha representado, nosotros hemos de actuar intentando ser representantes de Dios. Es decir, hemos de actuar como actuaría Dios. Porque al final, cuando Dios nos pida cuentas (y podemos estar seguros de que lo hará: son numerosísimos los pasajes de los evangelios en los que Jesús nos lo recuerda e intenta explicarnos cómo será), lo que hará será juzgar si hemos sido buenos representantes suyos o no. Si hemos actuado como Él lo habría hecho, o no. Por supuesto, al igual que el virrey del ejemplo, tenemos libertad para actuar según nuestro parecer; y así como el virrey sabio debería actuar sabiendo que deberá responder de sus actos, así nosotros.

Ahora bien: sabemos que Dios es el tipo que creó el tiempo, la materia y el espacio, y que hemos de actuar como Él lo haría. Pero ¿cómo actuaría Él? Aquí es donde tenemos que reflexionar sobre la parábola de Lázaro y del rico, y veámonos como el rico. Éste es juzgado, y no aprueba el examen. Acepta su responsabilidad y asume su pena, pero le pide a Abrahám que envíe a Lázaro a advertir a sus hermanos, para que éstos sí sepan qué tienen que hacer para evitar su destino. ¿Y qué le responde Abrahám? "Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen" (Lc 16, 29). Es decir: lo que se necesita saber está en la Biblia o Sagradas Escrituras (Moisés) y en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia (los profetas). No tenemos excusa. Si queremos saber cómo actuaría Dios, ahí tenemos todas las pistas necesarias. Es cosa nuestra si queremos saberlas o no.

El Mundo es una obra de teatro de guión no escrito, en el que cada uno de nosotros entramos como un personaje (unos, afortunados, otros, desafortunados), en el que hemos de improvisar. Cuando acabe nuestro papel, cuando el Autor opine que ya hemos terminado, valorará nuestra actuación y decidirá qué hace con nosotros, si continuamos en su compañía y compartimos las mieles del triunfo, o si por el contrario nos descarta y somos expulsados.

Eso sí, lo que nunca podremos es eludir nuestra responsabilidad por nuestros actos alegando desconocimiento. Ninguna excusa le valió a Epulón, y ninguna nos valdrá a nosotros.

Y ahora ya sabemos cuál es el sentido de la vida.





Haendel - Mesías. And He shall purifiy

lunes, 23 de marzo de 2020

Mis versículos favoritos II: La parábola del rico y del pobre Lázaro



Antecedentes, introducción: esta entrada. 

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: "Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro para que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".
Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males; por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros". Él dijo: "Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abraham le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen". Pero él le dijo: "No, padre Abraham. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán". Abraham le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto".

Lucas 16, 19-31


Desde niño me ha encantado esta historia; claro que nunca me he identificado con el rico, que no sé porqué se le ha llamado siempre Epulón. Pero con el paso de mis muchos años, la he estado reflexionando y dándole vueltas y ahora la veo distinta a cuando yo era chico. Todos somos el rico Epulón. 

En concreto hay un versículo en esta parábola que considero absolutamente fundamental. Solo que, como ya referí en mi introducción, forma parte de un cuadro de tres versículos. 

En mi próxima entrada de la serie me explico.



Vivaldi - Misa de Gloria R589. Domine Deus, Agnus Dei

sábado, 21 de marzo de 2020

Mis versículos favoritos: I El principio


 Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
Gen 1, 1

Es el primer versículo del primer libro. Es posible que "Canta, ¡oh musa!, la cólera del pélida Aquiles", quizá el mejor inicio jamás escrito, tenga más fuerza narrativa, pero no.

Y, desde luego, no se puede decir más con menos.

En cualquier caso, y para todo lo que sigue, tengámoslo claro: por decirlo de alguna manera, nos jugamos los cuartos con el tipo que creó el tiempo y el espacio.

Allá cada cual.

Y como principio, para que nadie diga que no lo sabía. 




Ya que ha salido el tema voy a plantear una cuestión acerca de la cual (no nos hagamos trampas al solitario) estoy seguro de que no hemos pensado mucho.

Los que hemos tenido una educación digamos "europea clásica", si nos piden explicar la idea de Dios lo primero que nos viene a la cabeza es la pintura de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina, La creación de Adán. Seguro. Así es como nos lo representamos.


Michelangelo [Public domain]

 
Los que hayan tenido una educación digamos "europea siglo XXI" supongo que pensarán en una figura tipo Thor de película de Marvel. Algo irreal, de mentira. Una figura de cuentos.

La cuestión no es baladí. No sé cómo define la Iglesia Católica la idea de Dios, pero pienso que el primer versículo del Génesis, el que encabeza este artículo, es suficiente. Pues bien, ¿cómo va a pensar eso un chaval cuya imagen de Dios es el Thor de las películas? Los del pleistoceno no tenemos ese problema, porque primero nos metieron en la cabeza la idea de Dios y luego estudiamos los antiguos dioses falsos, los Osiris, Zeus, Júpiter y compañía. Para nosotros, el panteón nórdico era equiparable al de Astérix, Belenos, Tutatis y los demás. Y Thor era, por lo tanto, un personaje de tebeo. Pero los chicos modernos reciben una educación diferente. Su primer contacto con la idea de dios es la de Thor, y ademñas bien se encargan los tebeos (y por lo tanto supongo que las películas) en recalcar que Thor es un dios. Nórdico, pero dios. A lo que voy es que, al no aprender desde su infancia el concepto de Dios, difícil per se, quedan contaminados. Y no creo que lo vayan a lograr más adelante..






Vivaldi - Misa de Gloria R589. Gloria in excelsis Deo

jueves, 12 de marzo de 2020

Para entretener la espera mientras viene la muerte




Sé que el título es macabro, pero es que ésa parece la sensación, estos días, en la calle: el coronavirus se nos va a llevar por delante a todos, y por alguna razón están vaciándose los estantes de los supermercados. Primero, el papel higiénico, el arroz, la pasta. Poco a poco, todo lo demás. ¿Porqué? No lo sé. Supongo que es algún tipo de histeria colectiva, pero como no la tengo no sé identificarla. Por alguna razón, alguien cree que van a faltar productos, o que se va a quedar encerrado en su casa sin salir una buena temporada y le conviene hacer acopio de lo que sea. Pero es la conversación general: "¿nos hemos vuelto locos?".

Y se podría hablar de política, de cómo están gestionando o siquiera liderando la situación, pero paqué. 

Lo que pasa es que esto nos suena. No a lo del ébola (que, por cierto, hay que ver lo que decían el PSOE y Podemos entonces, cuando iban contra el PP, y lo que están haciendo ellos ahora que están al cargo), a lo del SARS o a lo de la gripe aviar que nos iba a matar a todos. No. Me refiero... a las películas de zombis.Y mejor aún a las novelas de zombis, que siempre eplican mucho mejor lo que pasa que las películas. Es inevitable pensar, por ejemplo, en Soy leyenda: un virus que llega a la ciudad (en la película, Manhattan; en la novela, Los Ángeles), va contaminando a todos, etc. etc.

Por eso quiero aprovechar la ocasión para recomendar una de las mejores, en mi opinión, novelas de zombis: Diario de una invasión zombi. La primera novela, sensacional. La segunda algo peor, la tercera riza demasiado el rizo, lo normal en estos casos. Pero la primera es muy, muy buena, y la segunda también es buena.

El autor se llama J.L. Bourne. Y la obra reune todos los tópicos: extraño virus en China, opacidad primero de las autoridades, la enfermedad se va extendiendo, confinamiento de la población, acopio de víveres, etc. 

Por cierto: el protagonista oficial es un militar que decide no acuartelarse como le han ordenado (es decir, deserta) y esa decisión le salva. Pero en todo el proceso tiene un compañero que es quien de verdad le va a ir salvando el culo todo el rato: su vecino. Y la clave del éxito es que él es militar y sabe prepararse para el combate y la supervivencia, pero el vecino es... ingeniero. Que piensa como un ingeniero, faltaría más.  

Pues eso. Si al final vamos a morir todos o como mínimo vamos a pasar unos cuantos días aislados, intentemos entretenernos en la espera. Leamos la saga Diario de una invasión zombi.






Nirvana - Smells like teen spirit

domingo, 8 de marzo de 2020

Leones, hienas y licaones

 



Como todo el mundo sabe, las leonas son las cazadoras y el león macho se come la parte del león. Los leones macho sólo duermen, comen y disfrutan, mientras las leonas hacen todo el trabajo. Pero hay algunos datos que no todo el mundo sabe.

Fuente: Wikipedia

Los leones macho suelen pesar más del doble de las leonas. También cazan, salvo que su concurso no sea necesario. Por ejemplo, si quieren cazar un búfalo y hay machos allí, los machos acostumbran a ser decisivos, por razones obvias. Y si quieren cazar elefantes o hipopótamos, o hay machos colaborando o la cosa está realmente difícil. Mientras que si quieren cazar un pequeño facuóquero, una leona se basta y sobra. Pero, además, lo normal es que los machos no estén allí. Porque el macho tiene otro trabajo: patrulla el territorio. Lo recorre, lo marca para que otros machos no entren, y si encuentra a alguno ha de matarlo o expulsarlo. O ser él el muerto o el expulsado. Y es que a la manada le va la vida en que no entren otros machos: si un macho "de fuera" consigue expulsar al macho local  - o cuando llega, el macho local está lejos-, lo que hará será matar a todas las crías. Sólo sobrevivirán las hembras adultas o adolescentes. Los machos adolescentes, desde luego, o huyen rápido o también los matará. Como la vida de los leones es finita, cuando el macho ya no tiene el vigor de antaño es corriente que el recién llegado le gane. Así pues, las leonas necesitan un macho que tenga el vigor suficiente para defender a sus crías.

Por otra parte, cuando los leones macho llegan a la adolescencia, tienen un nuevo peligro: el macho titular acabará matándolos o expulsándolos. No así las leonas adolescentes: éstas tienen su tranquilidad asegurada. Y si el joven león tiene suerte y sólo lo expulsan, tampoco ha de celebrarlo: va a vagar solo, confiando en que no lo encuentre nunca ningún león adulto, y cazar solo. Joven, solo, sin experiencia. Lo tiene complicado.

Por suerte para el joven león, si ha sido un buen año para la manada es probable que hayan sobrevivido más leones machos de su quinta y el león padre los haya expulsado a todos a la vez. En ese caso, los hermanos forman lo que se llama una coalición. Y estarán juntos toda su vida. Si se convierten algún día en leones titulares de una manada, lo serán todos los hermanos a la vez. Eso les aportará grandes ventajas, porque si en todo lo que he mencionado ponemos varios leones macho en vez de uno, la situación cambia. Si esa coalición llega a un territorio donde el león titular es uno solo o una coalición de menos leones, lo tienen más fácil. Y si una coalición ha de defender un territorio, también. Y lo mismo para cazar.

En cualquier caso, son los machos los que se están jugando el tipo, así que, si se piensa, comer el primero (comer lo mejor y en cantidad suficiente) es un precio pequeño por la labor vital que desempeñan. 

El caso de las hienas es diferente. En las hienas, la hembra es más grande que el macho, y los clanes de hienas los dirige una hembra. Estos clanes tienen todo un escalafón, que puede resumirse en hembra dominante, hembra lugarteniente, resto de hembras, crías y los machos. Los machos son los últimos. A menudo, una hiena solitaria se incorpora a un clan. Si es un macho, su lugar será el último, por debajo de todos. Pero si es una hembra, su lugar será el último... de entre las hembras. Estará por encima de todos los machos (es curioso cómo este desprecio se produce, sin duda de manera no deseada, también en el idioma español: hay leones y leonas, pero no hienas y hienos; siempre "las hienas").

Fuente: Wikipedia


En las hienas, esto del escalafón es importante. Porque determina a rajatabla el orden en que se come y la cantidad que se come.

Como ya he dicho, las hienas hembra son más grandes que las hienas macho. Más fuertes, más rápidas, más salvajes. Pero son más pequeñas que las leonas (aunque una leona no suele pesar más del doble de una hiena).

En la sabana, los grandes enemigos de las hienas manchadas son los leones. Nadie más. Pero es que los grandes enemigos de los leones (aparte de los leones macho  para los otros leones macho) son las hienas. La cosa funciona así:

Una hiena siempre vence a los guepardos, aunque éstos sean varios. Una hiena siempre vence a un leopardo solitario (el caso común). Si por la razón que sea hay dos leopardos (por ejemplo, porque son los días en que machos y hembras están cortejándose), se necesitan dos hienas. Una leona vence a una hiena, pero dos hienas vencen a una leona (mejor si son tres). Las leonas, a menudo, van en grupo, pero las hienas también. Como los grupos de hienas suelen ser más numerosos, lo habitual es que si hay suficientes hienas, éstas venzan a las leonas.

Estos enfrentamientos entre depredadores de la sabana no suelen terminar en muerte sino en huida del perdedor (salvo las crías, que no pueden huir ni defenderse, y se las mata por si acaso). Lo normal es que si no hay nada por lo que luchar, el que tiene las de perder rehúye el enfrentamiento; pero si una parte ha cazado, entonces hay algo por lo que luchar. Si un leopardo o unas leonas han cazado un ñu, puede aparecer un grupo de hienas que quiera aprovecharse. O si el ñu lo han cazado las hienas, sean las leonas las que lo quieran. Por lo general, como nadie quiere recibir una herida que lo incapacite para cazar otra presa, suele bastar una exhibición de poderío y dentadura, algo que sirva para que el bando perdedor calibre las fuerzas a las que se ha de enfrentar; además, el bando fuerte suele aplicar el principio de que a enemigo que huye, puente de plata, por lo que la cosa acostumbra a acabar en retirada antes de que todos se hagan demasiado daño. Pero dado que hienas y leones comen las mismas presas (incluyendo animales que mueren de viejos, de enfermedad o de hambre o sed) y vive en los mismos espacios, los enfrentamientos son frecuentes. Y, como he dicho, lo normal es que ganen las hienas. 

Salvo que haya leones macho. Si los hay, la cosas cambia. Porque un león macho vale por varias leonas, y por lo tanto se necesitan bastantes hienas para superarlo. Y si es una coalición de leones machos, lo normal, se necesitan muchas más hienas. Y un clan tan numeroso no es frecuente. Aunque llega a haber clanes de 80 hienas y las coaliciones suelen ser de 2 ó 3 leones, raramente de 4 ó 5, clanes tan grandes son difíciles de mantener: el territorio ha de ser feraz en demasía, y la hembra dominante ha de ser extraordinaria. Las hienas se pelean a menudo entre sí, y la hembra dominante se pasa el día batallando con los otros 79, recordándoles su lugar y defendiendo su parte de león. Con lo que tenemos que, en realidad, cuando los leones macho se ganan el jornal es después de la caza, cuando han de defender lo cazado frente a las hienas. Esto, por descontado, también es válido cuando las cazadoras son las hienas y la manada de leones quiere lo cazado, o nadie ha cazado y el elefante ha muerto de viejo; como sea, se trata de la comida.

Por cierto que cuando hay leones macho implicados, aquello del enrfentamiento sin sangre no rige. Al león le gusta que quede claro que ése es su territorio, y es demasiado rápido, fuerte y poderoso para que la hiena o el leopardo huya sin más. Como además al león macho le gusta matar "por si acaso" (por si acaso tienes crías que crecen, por si acaso algún día no estoy, por si acaso algún día te comes un animal que me gustaría comerme yo), lo mejor que se puede hacer es, cuando se sabe que hay un león macho, largarse corriendo; otro día será. Hay que ser muchas hienas, tener mucha hambre, para enfrentarse a los leones macho.

Viéndolo así, las leonas cazan y comen. Los machos, si están también cazan, pero sobre todo defienden. Lo cazado, y también a las leonas y a las crías. Y si han de arrebatar comida a las hienas, también. Y son los que se juegan el cuello, los que acostumbran a morir.  La contrapartida es llevarse la parte del león; pues vale. En el caso de las hienas, las hembras se llevan la parte del león... simplemente, porque pueden.

Pero de todos los animales de la sabana mis favoritos son los licaones (o perros salvajes africanos). Los licaones son de la familia de los perros, pero no son perros (los lobos sí son perros, o mejor dicho: los perros son lobos). Y no se pueden adiestrar; pero, aparte de eso, podemos considerarlos como perros. Salvajes, eso sí.

Fuente: Wikipedia
 
Las jaurías de los perros salvajes son diferentes de las de los leones y las hienas: en ellas mandan un macho y una hembra. Son la pareja alfa, y no importa quién de ellos dos consiguió antes el grado alfa y quién lo obtuvo en cuanto que consorte.

Los perros salvajes son más bastante más pequeños que las hienas, no digamos ya que los leones. Pero los grupos de perros se comportan de manera diferente a los de leones y hienas: se ayudan todos entre sí. No hay uno o una que coma más, mejor, antes. Todos comen. De hecho, cuando hay crías se queda siempre un perro de guardia, vigilando las crías, y los cazadores, a su regreso, le llevan comida también al guardián. Donde en los otros clanes hay luchas, disputas y expulsiones, en los perros todo es armonía. Como si los perros supieran que cuantos más fueran y mejor se lleven, mejor para todos. Y es cierto que necesitan ser muchos. Han de sobrepasar ampliamente en número a la hienas para vencerlas  - expulsarlas o defender su comida-, y realmente muchos para defenderse de las leonas (de los leones macho es pedir un imposible). Como no es frecuente que las jaurías sean tan numerosas, lo normal es que los licaones pierdan.

En fin, hay sociedades en las que mandan los machos, sociedades en las que mandan las hembras, y sociedades que no distinguen entre machos y hembras a la hora de mandar, y manda una pareja. Éstas últimas viven en armonía y nunca son sus enemigos los de su misma especie.

Los que más peligro corren de extinción son, no hace falta decirlo, los perros salvajes. 





Simple minds - Kick it in

lunes, 2 de marzo de 2020

Conduciendo el taxi





Cuando estuve en Chicago compartí habitación con un neoyorquino que se llamaba Jim. Jim Gordon. Alto, rubio, con gafas de pasta... seguro que se lo imaginan. Como además vestíamos traje, a menudo le llamaba Comisario Gordon. No es de extrañar.

Por cierto que con esto de los trajes hubo un detalle que me llamó mucho la atención: todos los norteamericanos vestían la chaqueta con un corte (me refiero a un corte en la parte inferior del faldón trasero), mientras que los europeos llevábamos chaquetas de dos cortes o de ninguno. Y no había excepciones a esta regla, por ninguna de las partes. Cosas de la moda.

Jim Gordon era un tipo franco y abierto. Recuerdo que en cierta ocasión, al caer la tarde, llegó y me dijo "mis sentimientos pueden resumirse en un ¡whoammmm!": estaba cansadísimo.

Y es que el idioma inglés es así. Como no tienen real academia que lo regule, no hay entidad reguladora y es, como dicen por aquí, 'can Pixa'. Al final, la autoridad la tienen los diccionarios. El Cambridge, el Collins, todos esos. ¿Pero qué da autoridad a un diccionario? Podría pensarse que la precisión y claridad de sus definiciones, pero con norteamericanos de por medio, lo importante es el número, no la calidad. Lo importante es tener muchas palabras registradas. Más que los demás. Quizá por eso el inglés es de los idiomas con más palabras, pero lo que sí es consecuencia es que aceptan palabras nuevas en seguida. El concepto de neologismo es desconocido para ellos, y si aparece la web Google, el primer diccionario que incorpore la voz googlear gana. El chorro de nuevas palabras es constante, que a competitivos nadie gana a los americanos, y si no aparecen nuevas webs algo han de hacer. Y una de las cosas que hacen es inventar palabras partiendo de sonidos. Por ejemplo, el gutural sonido 'yawn'. Es el típico sonido de victoria, de haberlo conseguido, del austrolopiteco que no reacciona articulando un ¡sí! o un ¡bien! o algo por el estilo cuando se marca el gol de la victoria; si prueba a gritar ¡yawn!, entenderá lo que digo. Pues bien, lo que hacen los diccionarios es recoger 'yawn' como palabra válida, y a partir de ahí un yawnido es decir (en voz alta, se supone) 'yawn'. Por eso pueden montar la frase "el bárbaro profirió un poderoso 'yawnido'".  

Pero volvamos con Jim Gordon.

No recuerdo cuál de los dos fue, supongo que fui yo. Pongamos que sí. Salgo del cuarto de baño tras vomitar en el retrete (por la razón que sea), y Jim me dice que he estado "driving the taxi". Conduciendo el taxi. No, no, he estado vomitando, intento aclararle. Pero él me explica. Es una expresión neoyorquina, que hace referencia a la cara y gesto habitual de los taxistas de allí, que agarran con fuerza el volante con ambas manos (muévase al mismo tiempo las dos manos, como Cary Grant cuando conduce un coche en las películas de Hitchcok) y se ponen a gritarle al mismo volante como si estuvieran vomitando. 

Todo esto viene a cuento de que llevo unos días con una sonora tos seca que hace que la gente se vuelva por la calle, flemas, malestar general,... Pero no pasa nada: en Urgencias, tras preguntarme si había estado en China, en Italia o en Irán, decidieron que era un catarro normal (6 años de carrera y 4 años de residencia) y no el coronavirus.

Y también he estado conduciendo el taxi. Era un tipo genial, Jim Gordon.





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