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domingo, 14 de abril de 2024

Espero que no sea un signo de los tiempos

https://www.youtube.com/watch?v=D8NsoN4S7IE 

 

 

—Mira esta foto y dime qué te parece.

Un aparejador me enseña una foto de una obra suya y no he podido menos que pedírsela para ponerla aquí. Si no son expertos en construcción, no hace falta que localicen lo que pasa: yo se lo explico.


Las paredes pueden ser de muchas formas. Pueden ser de papel, pueden ser de cartón yeso y pueden ser de cristal, por ejemplo. Pero lo normal es que sean de lo que en argot se denomina "fábrica", y vulgarmente "de ladrillo". La fábrica de ladrillo consiste en colocar los ladrillos unos encima de otros ajustándolos con mortero. Lo normal es que el ladrillo sea cerámico, de arcilla: el de color ladrillo de toda la vida. Pero también puede usarse, en vez de un ladrillo, un "bloque de hormigón", más o menos hueco. En ese caso la fábrica se denomina "de bloque", acostumbra a hacerse en entornos industriales porque es más barata que la fábrica de ladrillo y la estética industrial no importa tanto, y tiene un acabado más o menos como el de la foto.

En la foto se aprecian tres bandas horizontales de bloque más oscuro: el aparejador, al diseñar la pared, prescribió que se rellenaran con hormigón y se armaran una serie de hiladas horizontales separadas por cinco hiladas sin rellenar (luego el albañil separó una banda 6, pero ésa es otra guerra). Pero no está ahí el detalle.

Resulta que el albañil que ejecutó la pared de la foto... no empleó mortero para unir las piezas. Se limitó a colocar una encima de otra, sueltas. Sujetas sólo por el peso del conjunto. 

A ver. Que cualquiera sabe que las paredes se hacen con ladrillos (o bloques) y morteros. Que se coloca una línea de ladrillos, una capa de mortero y otra línea de ladrillos. Y que entre ladrillos de una misma línea se coloca también una fina capa de mortero. No hace falta saber que la línea horizontal de mortero se llama tendel y la vertical, llaga, ni los diversos tipos de muros por su nombre técnico. Todos sabemos que, salvo que se haga una pared de sillería (bloques de piedra perfectamente cortados que asientan unos con otros) e incluso en las de sillería, por las irregularidades de los sillares, se emplea un material deformable de asiento. Lo contrario es sólo apilar ladrillos. Salvo el albañil que hizo la obra.

Parece ser, me explicó el aparejador, que el albañil creyó que al pedirle una pared de bloque de hormigón y no especificarle que tenía que unir las piezas con mortero, pues eso. 

¡Pero bueno! ¿En manos de quién estamos? ¿Cómo es posible que un albañil profesional no sepa algo que es de la primera hora del primer día de primero de albañilería? Pues es posible.

Llevo tiempo pronosticando que se están perdiendo los saberes técnicos, el saber cómo hacer las cosas. Nadie me cree, todo son burlas y se me tilda de exagerado, pero un día habrá que afrontar el problema. 

 

 

The Highwaymen - Me and Bobby McGee 

miércoles, 3 de abril de 2024

Camino del abismo

https://www.youtube.com/watch?v=uWhkbDMISl8 

 

 

El lector recurrente ya se habrá dado cuenta (no cuesta mucho) de que acostumbro a quejarme por todo. Mi tesis habitual es que todo se hace cada vez peor, cada vez somos más peores técnicos, cada vez sabemos menos, etc. Cosas de la edad, es natural, y espero que la realidad me contradiga y sobre todo que aquellos a quienes critico estén dispuestos a quitarme la razón; pero ¿y si resulta que sí la tengo?

Este preludio lo motiva una experiencia que me ha ocurrido estos mismos días. Estoy diseñando una estructura y lo que mi cliente me facilita, a modo de especificación, es la barandilla de límite. En concreto, me facilita un estudio realizado por nada menos que todo un señor doctor arquitecto sobre esa barandilla. Al leer ese estudio se me cayeron los palos del sombrajo, como suele decirse.

Entiéndase: no es que el estudio estuviera técnicamente mal. No hay ningún error técnico: ¡si hasta emplea un programa de cálculo de estructuras para calcular la barandilla! Sí, el famoso Cype. Luego emplea otro programa de cálculo para calcular las chapas de anclaje al piso y luego otro para los tornillos de anclaje. Tres programas de ordenador, nada menos. ¡Como para estar mal resuelto!

Lo que pasa, dejando de lado que un arquitecto (peor: un doctor arquitecto) tenga que recurrir a 3 programas de ordenador para una simple barandilla, es que además  el informe es tan malo que no vale. Porque el arquitecto (perdón, doctor arquitecto) no empleó el sentido común, no pensó lo que estaba haciendo. Se limitó a aplicar la normativa a rajatabla y a analizar un tramo de barandilla como si fuera la única cosa en el universo. Y resulta que no es lo único en el universo, que hay más elementos, y que hay más cosas que las mínimas que establece la normativa. Así que su estudio está muy bien en un mundo ideal, pero no tiene aplicación práctica y no responde a lo que su cliente necesitaba. Salvo que el título de doctor en arquitectura lo regalen a cualquiera (no creo), el mozo (voy a presumirle juventud) tiene una capacidad demostrada. El hombre aceptó el encargo, por lo que se vio capacitado. ¿Entonces?

Los fallos que cometió el arquitecto (perdón, doctor arquitecto) no son achacables a un ordenador. Los programas que empleó resolvieron lo que el arquitecto les introdujo. No hay que darles más vueltas, el arquitecto no pensó. Él, sin duda, alegaría que no le advirtieron, que no le dijeron, que no... Da igual: el doctor arquitecto era él, y él tenía que haber pensado en lo que no pensó. Tal como yo hice cuando me dieron su informe. 

Pues bien, esto es cada vez más corriente. Los técnicos piensan cada vez menos. Llega un momento en el que no se trata de tener más o menos conocimientos, sino de sentido común. De imaginación (la capacidad de tener en la mente lo que aún no existe). De pensar, caramba. Y esto, se lo digo de verdad, cuanto más joven es el técnico menos piensa; y luego, cuando un anciano ingeniero les revela todo aquello que ni se les  habría ocurrido surgen los murmullos de admiración y los disimulados intentos de tocar el borde de nuestras vestiduras, pero no es eso lo que queremos. No buscamos reconocimiento ni adulación, sino que ellos hubieran hecho bien su trabajo. Que nos demostraran que podemos descansar, que quedamos en buenas manos.

Los fallos del arquitecto son típicos en un principiante. En un chaval que empieza, no en un doctor arquitecto. Sí, ya sé que les canso con la matraca de siempre, pero qué quieren que les diga. La realidad que me encuentro me reafirma en mi convicción de que vamos camino del abismo.



Blondie - Hanging on the telephone


 

jueves, 21 de marzo de 2024

El ingeniero, la constructora, el error y el dilema

https://www.youtube.com/watch?v=PaEJtodoh5c 

 

 

El ingeniero ha sido contratado por una constructora para que le ayude en la ejecución de una obra.

El ingeniero descubre un error en el proyecto e informa a la constructora. No informa a la Dirección Facultativa ni a la Propiedad, porque la constructora no le ha contratado para que la puentee. Lo más correcto sería que la constructora avisara a la DF del error, pero ¿y si la constructora guarda el informe en el cajón y se calla? ¿Debe el ingeniero saltarse el conducto reglamentario?

Imaginemos que la constructora decide callar porque el error no comporta un peligro y además le beneficia. Por ejemplo, que se obliga (y paga) apuntalar una zona que no es necesario apuntalar, o compactar un terreno que ya está compactado. La constructora va a realizar (y cobrar) un trabajo que no es necesario. O supongamos incluso que es un error en las mediciones o en los presupuestos, que redunda a favor del contratista (si no fuera así el contratista no callaría).

Ciertamente, lo más ético sería que la constructora avisara a la DF, pero ¿y si no lo hace? ¿Debe el ingeniero realizar un acto inapropiado - saltarse el implícito deber de secreto en la información que le pasa a la constructora- para precisamente perjudicar a la constructora? En mi opinión, no. Perdería a su cliente y le perjudicaría, y todo por beneficiar a un tercero (la Propiedad) que ha cometido el error de contratar a una DF no tan atenta como el ingeniero. El juicio ético de avisar o no a la Propiedad le corresponde hacerlo a la constructora, no al ingeniero.

Ahora bien, ¿y si el error afectara a la seguridad? ¿Y si la estructura proyectada fuera insegura?

Lo primero es entender porqué iba la constructora a no avisar del error.

Tal vez el trabajo está ya muy avanzado y la Propiedad no va a pagar deshacerlo y hacerlo correctamente. Pensemos que se ha excavado el túnel y los trenes son demasiado grandes, como ha pasado en este gran país. Recuerdo la reforma de un hospital, todas las medidas me daban que no iba a caber el despacho de un médico, advertí numerosas veces, pero la constructora no trasladó el aviso y el despacho del médico terminó siendo más un armario que un despacho. Y hubo que achaflanar una esquina para poner la puerta al bies y que cupiera (no se abría del todo). O tal vez simplemente la Propiedad no va a pagar la corrección, o sí la pagaría pero sólo si era derrotada en una pelea a muerte en el pozo de los lagartos de fuego. Y la constructora no tiene ganas de pelear a muerte porque ya tiene suficientes peleas con ese cliente en la agenda.

Pero, claro, lo que está en juego es la seguridad. Sí, eso con lo que en teoría no se juega.

Dicho esto, hay que asegurarse de que la constructora entiende el error y lo que significa, e insistir en que avise a la DF. 

Si esto no funciona (y en realidad aunque funcionara: hay que hacerlo antes) hay que reflexionar un poco sobre nuestra actuación. ¿Tan grave es el error? Las más de las veces no lo es, pero nos pierde nuestras ganas de parecer mejores que la DF. O la merma de la seguridad no es tanta como para montar un escándalo.

Pensemos, por ejemplo, en una tienda de muebles (tradicional, no un IKEA) o un concesionario de coches. Son tiendas con una gran superficie. Las normas asignan una ocupación por metro cuadrado que difícilmente se alcanza, más bien jamás. El proyecto ha dimensionado unas medidas de protección contra incendios suficientes para la ocupación real, pero insuficientes para la teórica que manda la normativa. Y el ingeniero lo sabe. Puede que no haya sido lo querido por la DF, pero es el resultado.

O que según el proyecto se alcanza un coeficiente de seguridad estructural de 1,8 cuando en realidad es 1,55. El mínimo normativo es, pongamos, 1,50, así que aun así se cumple la norma. O se alcanza sólo 1,49, no cumple por poco.

En mi opinión, si la constructora decide no informar a la DF el ingeniero ha de callarse. Que quede constancia de su aviso, y ya está.

Imaginemos que el error es grosero y la pérdida de seguridad es importante, pero sin alcanzar el nivel crítico. Que no va a ocurrir el desastre, pero ni de lejos la Propiedad va a tener el nivel de seguridad que esperaba. Y que a pesar de que la constructora ha sido informada, ésta decide no avisar.

O imaginemos que el error es tal que el desastre es casi seguro . En este último caso, si la constructora no quiere avisar lo mejor que puede hacer el ingeniero es dejar de tenerla como cliente.

¿Qué ocurre si en estos dos últimos supuestos no hay contacto posible entre la DF y el ingeniero? Pongamos que la obra se desarrolla en el extranjero, en Vietnam o en Chile. Ahí no hay nada que hacer, el ingeniero debe dejar constancia de que comunica a la constructora (a persona responsable) el error detectado, y no hay más que hacer.

Pero ¿y si sí puede contactar con la DF? Por ejemplo, porque el ingeniero también va a la obra y tiene además trato profesional con la DF aparte de esta obra. ¿Debe traicionar a la constructora?

En el último supuesto, sí si el mal de la traición es menor que el mal del desastre. Si el desastre no es tan desastre, no hay muertos, no hay heridos, no se producen daños económicos significativos ni importantes perjuicios a terceros, el ingeniero se debe a la constructora que lo contrata. Sí, ha sido una chapuza, sí, el ingeniero lo sabía y ha sido parte, pero insisto en el supuesto inicial: el error no es de la constructora sino del proyecto.

En el otro supuesto, lo que puede hacer el ingeniero es aconsejar a la DF que se asegure: "¿has comprobado que...? ¿Estás seguro de que...?". Las más de las veces la DF no hará nada (¡cómo a va ser que ese ingeniero sea mejor que ella!), pero el ingeniero puede tener la conciencia limpia: ha hecho bien su trabajo, ha advertido a la constructora y se ha encargado de que la DF sea consciente de la necesidad de reestudiar aquello que ha hecho mal. Puede que se considere que ha traicionado a la constructora, pero hay que reconocer también que el deseo de la constructora de tapar un problema importante no era muy ético. Además, no solo le obligaba la cortesía profesional sino también el deber moral de ayudar a un técnico con el que se colabora. Tomase el ingeniero la decisión que tomase, razones para tomar la contraría tendría.

Son situaciones complicadas que es mejor no tener. Pero ocurren.



Chiquetete - Esta cobardía

 

martes, 24 de octubre de 2023

El buen ingeniero no deja solos

https://www.youtube.com/watch?v=rfoakeJeR1Q 

 

 

En mis primeros años como ingeniero, pongamos con 24-25 años, trabajé como director de una fábrica. La fábrica era pequeñita, pero trabajaba a 3 turnos. Salvo los técnicos y yo. Mi horario era el más especial: de 9 a 1 y de 4 a 8. 

Como ocurre a menudo con los directores de la fábrica, yo no cumplía el horario a rajatabla. Sobre todo lo de irme a las 8. Y no porque tuviera tanto trabajo atrasado cada día que lo necesitara, qué va. Era tan solo que me gustaba quedarme. Estar en la fábrica, pasearme, hablar con los obreros, observarles mientras trabajan. Digamos que, terminada mi faena diaria, dedicaba un rato a conocer. Recordemos que yo tenía 24 años, por lo que mi experiencia de la vida era limitada, y la confraternización con los obreros, que me cuenten sus historias, sus cuitas o cómo ven ellos (y viven ) la realidad me interesaba mucho.

Los obreros a mí me respetaban muchísimo, y me trataban siempre de "señor". La fábrica estaba en un pueblecito, los obreros habían sido todos labradores antes que obreros (salvo los más pobres, que no tenían tierras y con 8 años ya los habían puesto a trabajar), por descontado ninguno tenía estudios y yo era tal vez el único ilustrado al que tenían acceso. Aunque yo tuviera sólo 24 años, para ellos yo era una persona que entendía las cosas, que veía cosas que ellos no veían, que realmente sabía. Yo, por supuesto, intentaba estar a la altura que me atribuían.

El caso es que recuerdo una ocasión, ya tarde, uno de ellos, que se llamaba Vicente, me dijo que les gustaba que yo me quedara, porque cuando yo me iba ellos se quedaban "muy solos".

Ésa fue una una conversación que todo ingeniero debería tener con sus obreros.

Cuando yo me iba, los obreros se quedaban solos. Los de la tarde debían terminar el turno solos hasta que llegara el relevo de la noche, los de la noche trabajar solos en un más bien defender el fuerte, y los de la mañana entrar y aguantar hasta que a las 8 empezaran a llegar los demás. Cualquier situación que surgiera en ese periodo debían afrontarla y resolverla ellos solos. Lo que Vicente me venía a decir es que agradecían infinito mi esfuerzo en que ese periodo fuera lo más corto posible.

La semana pasada estuve en una obra. No debería haber estado, porque yo sólo tenía que hacer el cálculo y de la ejecución se encargaban otros, pero había dudas sobre la idoneidad de mi propuesta de pilotaje y yo la había defendido diciendo que cuando se hicieran los pilotes yo estaría y que si surgía algún problema o algo anormal, al estar yo se detectaría y podría reaccionar en consecuencia. El caso es que cuando se ejecutaron los pilotes allí que me fui.

La obra era pequeñita, pero para mi sorpresa allí, fuera de los peones, no había nadie de la constructora. Ni encargado, ni jefe de obra ni nada. Ni siquiera se acercaron a saludarme, nada. Los peones supongo que sabrían que yo iba a ir, en cualquier caso me dejaron aparcar el coche en la obra y moverme como Pedro por su casa. En cuanto a la empresa que ejecutaba los pilotes, sí es cierto que a media mañana se acercó la responsable de la empresa para comprobar que todo estaba bien. Sólo el primer día, claro, luego ya iban solos.

Yo estuve durante la ejecución de todos los pilotes. Luego ya me da igual, el resto de la obra la hace un tonto, pero en la fase más importante, en la que más desconocimiento hay y la única que ya no tendría arreglo posible, ahí estuve. Por cierto que la responsable de la empresa pilotadora me dijo que posiblemente yo era el único técnico que ella conociera que hacía lo que yo hacía, el estar ahí presente e involucrarse.

Y se notaba, que el maquinista pilotador confiaba en mí, que le tranquilizaba que yo estuviera. A todos en general. Uno de los peones me estuvo contando, que tenía 60 años, que ya su padre había sido peón en la construcción, que en cierta ocasión hace ya años su empresa tenía que ejecutar una obra y no sabía cómo y él se acordó de cosas de su padre y se lo dijo al jefe y a éste le pareció muy buena idea y funcionó y todas esas cosas.

Yo no pude menos que acordarme de aquello que me dijo Vicente hace muchos años.



Jacques Offenbach - Orfeo en los infiernos: galope infernal

 

viernes, 29 de julio de 2022

Las vacaciones de antes

Consultando un libro de órdenes de una obra de 1982, me encuentro:


La obra se paraba desde el 30 de julio hasta el 30 de agosto. El 30 de julio era viernes, el de agosto un lunes. La visita de obra se realizó el 29 de julio, así que no puedo afirmar si eran inclusive, exclusive o sólo en uno de ellos se trabajaba.

En cualquier caso, así dan gusto las vacaciones de verano.

 

 

Chascarrillo final: terrible el aparejador (o el ingeniero director) en su última frase: "se colocará aviso escrito prohibiendo hacercarse a la zona en obras". Supongo que le pudieron las ganas de irse él también de vacaciones.

 

 

 

viernes, 1 de julio de 2022

Hasta dónde llega la responsabilidad del ingeniero

https://www.youtube.com/watch?v=AbfgxznPmZM 

 

 

Tengo un cliente que no quiere pagarme.

Entiéndase, si le genero una factura me la paga. Lo que quiere es pagarme lo menos posible. Como todos, claro. Pero éste me lo dice a la cara, y su estrategia es que le trabaje lo menos posible. Hace años llegamos a un acuerdo de que le trabajaría por administración, a tanto la hora. Tras cada cálculo o servicio de asesoría, le pasaría mi minuta con el montante de horas empleadas y el precio que fijamos por mi hora. A mí me va bien, porque me ahorro ofertar cada vez (y discutir cada vez mi minuta), y además el precio por hora que pactamos es muy bueno. Y a él le va bien, porque le trabajo rápido y bien. De hecho, repite bastante, así que doy por sentado que le va bien; ya me cambió una o dos veces, hace años, por otras ingenierías, así que debe de estar contento.

Lo que pasa es que la cosa ha degenerado y su obsesión es que emplee el menos tiempo posible en resolverle las cosas. Por ejemplo, hace años que no le entrego algo acompañado de una memoria escrita. Fuera el tiempo de escribir memorias. Luego, su objetivo fueron los planos. Los menos posibles, lo más sencillos posibles. Y si vale con un croquis a mano mejor que un plano, venga el croquis. En cierta ocasión, recuerdo, me envió un correo electrónico con una fotografía adjunta y un "llámame y te cuento". Le llamé y me explicó el problema que reflejaba la fotografía, en la misma fotografía croquicé con rotuladores la solución, la escaneé y se la envié. Dos semanas después le envié la minuta, y fin de esta historia. Ni planos, ni nada. Como he dicho, a mí el precio por hora me va muy bien, y es posible que si hubiera empleado más tiempo en resolver el asunto (haciendo planos) él habría encontrado excesiva la minuta de la ingeniería invertida en ese problema.

El proyecto en el que le estoy trabajando últimamente es una demolición en un edificio de viviendas: demolemos la planta 2ª en su totalidad, y así la planta 1ª queda con doble altura, a mí que me registren.

El dato de partida es que acometió el proyecto a la brava; es decir, sin mí. Con un arquitecto, y adelante. Cuando llega el momento de demoler la estructura de la planta 2ª, les entra el temor: las fachadas se están aguantando en esa planta 2ª, los pilares interiores quedarían con doble altura y podrían pandear, esas cosas. Y entonces me llaman: esto estamos haciendo, esto nos encontramos, cómo seguimos. Todo, por supuesto, a golpe de llamada telefónica, respóndeme ya. Yo tengo mi autoestima, y todas las veces le digo que tranquilo, que lo pensaré y que ya le responderé. Y me tomo mi tiempo; no para resolver las dudas que me plantea él por teléfono, sino para entender la actuación en su conjunto. Así, le voy proyectando cosas que él ni se ha planteado, pero que son importantes; y, desde luego, ni caso de las soluciones que él me propone a sus problemas y que quiere que le confirme. Cada problema lo analizo como lo analizaría un ingeniero especializado en el tema, no como un gestor que llega allí y ve algo: tenemos ojos distintos y enfoques distintos. Luego, eso sí, nada de planos, que ya veo el percal: unos croquis con rotuladores, fotografía de móvil y whatsapp o escaneado y correo electrónico. Dibujos sencillos. No es lo que me gusta pero en esta actuación en concreto es lo que toca.

Hasta que el cliente dijo basta. Literalmente: "¡Basta! ¡No calcules nada más!". Que ya se apañaba él a partir de ese momento.

Y ése es el punto: ¿puedo desentenderme de lo que haga (o deje de hacer) a partir de ese momento? Si aquello se cae y el juez le pregunta si no contó con un especialista que le asesorase, acto seguido me preguntaría a mí que porqué no le advertí del peligro que corría.

En concreto, el corte vino cuando le iba a explicar lo que tenía que hacer en las otras plantas ante el cambio de situación (porque pasaban ciertas cosas). Mis recomendaciones, si las ejecutaba, iban a mejorar el comportamiento del edificio y el nivel de seguridad. Pero ejecutarlas costarían dinero, y él no tenía ese dinero. Como él pensaba que la seguridad ya era suficiente (ahí discrepamos, pero...), no quería ni asumir el coste de la ingeniería adicional.

En mi opinión, el ingeniero no puede desentenderse del todo. Porque hay un pacto implícito: si el cliente estuviera cometiendo una burrada muy gorda, el ingeniero ha de avisarle aunque no se le haya pedido consejo. Es lo mismo que si en un ascensor un pasajero me pide mi consejo u opinión como ingeniero y yo se la doy: tengo responsabilidad. Si le digo que puede meter los dedos en el enchufe sin problema, que lo del calambrazo es un bulo, y él me hace caso porque yo soy ingeniero, soy responsable. Y si veo que él va a meter los dedos en el enchufe, he de avisarle aunque simplemente esté en su casa como vecino tomando un café. Es lo mismo que si comentara que está mezclando dos medicamentos que son incompatibles (esto no lo dice porque no lo sabe). Yo, ingeniero, tampoco lo sé y no tengo obligación de avisarle. Pero si hay presente un farmacéutico o un médico con conocimiento, sí debe, tiene responsabilidad civil.

Así que hice lo que creí que debía hacer: analicé cómo quedaba todo a partir de ese momento, y le escribí un escueto correo a mi cliente explicándole porqué creía que era mejor que me dejara actuar en las otras plantas y que sin embargo sí reconocía que, sin esas actuaciones, aquello me parecía que no se iba a caer aunque no sabría decirle el nivel de seguridad que tendría. ¿Por qué lo hice? Pues porque me pareció que quedaba claro (y escrito) que a partir de ese momento yo dejaba de intervenir. Si pasa algo, podré demostrar que sólo me consultó para un tema puntual y de manera no presencial, que me mantuvo ajeno a la globalidad de la actuación y que conscientemente decidió prescindir de mi asesoramiento y seguir según su criterio.


Y sin rencor: hoy me ha llamado por otro asunto.

 

 

The Chicks - Travelin' soldier




jueves, 16 de diciembre de 2021

El túnel de Glorias

No acostumbro a coger el coche por Barcelona ciudad por motivos personales; ya se han encargado Colau y sus secuaces de que prefiera no salir de mi barrio. Por motivos profesionales es otra cosa: no queda más remedio.

El túnel de Glorias es uno de los orgullos urbanísticos de la hégira de Colau. No es que el proyecto fuera de ellos, de hecho creo que el proyecto original se escribió con caracteres cuneiformes sobre tablillas de madera, pero tras más años de obra de los que estuvo en pie en tambor anterior se empieza a ver la luz al final del túnel. Y yo he pasado un par de veces por ahí. Luz, lo que se dice luz... muy bien. Cómo se nota que es un túnel recién estrenadito. Pero...

El firme del túnel parece que lleve 30 años y que todos los días circulen miles de vehículos de gran tonelaje. ¡Madre del Amor Hermoso! Y cuando paso por ahí no puedo dejar de pensar en qué diantres habrá pasado, pues es evidente que quien ha sabido ejecutar el túnel sabe hacer un firme de calzada en condiciones. Y sólo se me ocurren dos explicaciones.

La primera es que, por razones presupuestarias, cuando llegó el momento de ejecutar la calzada ya no tenían dinero para pagar a trabajadores competentes y tuvieron que echar mano de los indocumentados que encontraran por ahí, y que los problemas vinieran de una mala ejecución por parte de la constructora. Es cierto que la obra ha tenido en todo momento problemas de presupuestos, sobre todo porque el proyecto era muy muy malo y no previó la cantidad de imprevistos que surgieron. A lo que, en defensa de la ingeniería que redactó el proyecto, cabría decir que apenas tendría presupuesto para hacer los estudios necesarios, pero también es cierto que ellos debían saber dónde se metían por el dinero que se metieron. Ya sé que las constructoras tienen muy mala fama en estos asuntos, pero la verdad es que en un caso como éste yo me inclino a favor de ellas y en contra del ayuntamiento. A las constructoras, como diría un arriero, las han puteado pero bien. Lo del ayuntamiento raya en el abuso ilegal, y casi que al otro lado de la raya. Así que si llegado el momento del firme la constructora se hubiera quedado sin dinero por los diversos imprevistos y atrasos, seguro que habría pedido más al ayuntamiento. Y habría sido el ayuntamiento quien lo hubiera negado.

La segunda posible explicación es que no dieran plazos para ejecutar bien el firme. Me imagino la escena: "venga, acabad ya, recogedlo todo y listos que inauguramos en dos horas". Montones de chapuzas se han cometido por hacer las cosas deprisa, y las que se cometerán. Bien podría ser ésta una de ellas, aunque cueste creerlo en una obra de esta magnitud. De nuevo, la culpa es del ayuntamiento, por primar la velocidad a la calidad.

En definitiva, el resultado final es lamentable. El ayuntamiento no debería haberlo aceptado, y el hecho de que sí lo haya aceptado e inaugurado me hace pensar que en verdad son ellos los culpables del zancocho, que lo sabían antes de ello y que lo aceptaron.

Una reflexión adicional. La urbanización de la plaza de las Glorias Catalanas es un problema muy difícil, si no irresoluble. El tambor anterior era una solución, pero no una gran solución. El túnel de ahora es posible que sea una buena solución, el tiempo lo dirá. La obra, desde luego, ha sido o la han convertido en faraónica. Colau y su tropa ya se encontraron el pescado vendido cuando llegaron al poder, y su responsabilidad es cómo lo han gestionado en los seis años y medio que llevan y lo que aún les queda, que sólo está abierto el túnel en un sentido. Lo que quiero decir, el túnel de Glorias no es una obra para que la gestionen aficionados. Y parte de los problemas es que al ayuntamiento llegan aficionados. En este caso concreto, aficionados fanatizados, sin inteligencia y llenos de prejuicios irrenunciables. No exactamente el gobierno de los mejores.

El caso es que el túnel está recién inaugurado y la calzada parece que lleva 30 años sin mantenimiento. Es indignante.


domingo, 5 de diciembre de 2021

El vuelco del muro del túnel de Tarrasa

https://www.youtube.com/watch?v=bpNw7jYkbVc 

 

 

Se ha volcado un muro de contención de tierras en la línea de FGC en la entrada de Tarrasa:


La verdad, me sorprendió porque yo trabajé en la prolongación de esa línea y allí se mataban moscas a cañonazos.

Para entender mejor qué ha pasado en realidad hay que verlo desde el ángulo opuesto:


¡Ah, ahora se explica todo mejor! ¿No lo ven? 

El túnel.

Vamos por partes.

En primer lugar, ésta es una obra seria. De envergadura, de las que no se encargan cantamañanas. Con un estudio geotécnico concienzudo.

En segundo lugar, el muro no se ha partido. Si se fijan en la foto, la sección del muro se ve íntegra y la coronación mantiene la línea recta. El muro, lo que se dice el muro, ha aguantado perfectamente.

¿Entonces?

Entonces, dos opciones: o se ha partido en su unión con su cimentación, o la cimentación ha volcado. Que se parta en la unión con la cimentación es posible, pero es casi imposible, sobre todo porque mucho antes de partirse volcaría; muy burro hay que ser, y aquí no creo que lo fueran, para diseñar una unión que se parta antes de volcar. Además, antes de partirse el muro deformaría mucho, y esa deformación debería en principio reducir el empuje del terreno: el muro habría fallado desde el punto de vista estructural y desde cualquier punto de vista, pero no habría partido. Que la cimentación vuelque, en cambio, es mucho más probable: ¿qué creen que fallaría antes, el hormigón armado o la arcilla? Pues eso.

La cimentación del muro puede ser de dos formas: horizontal (una zapata corrida), lo normal, o vertical, una prolongación del muro exterior que se hinca en el terreno hacia abajo. Esto último no parece que sea, porque no volcaría. Así que probablemente tenga una cimentación tipo zapata. Hacia la vía, hacia las tierras o hacia ambos lados, no lo sé. Probablemente, sólo hacia las tierras, quizá un poquito apenas hacia las vías.

Cuando la cimentación es una zapata hacia las vías es muy difícil que el muro vuelque, precisamente porque las tierras que empujan el muro también pesan sobre la zapata y contribuyen a estabilizar el conjunto. 

La verdad es que podría llenar páginas sin fin especulando sobre lo que podría haber pasado, y serían sólo eso, especulaciones. No tengo ni idea, ni sé cómo era el muro ni cómo estaba armado ni las características del terreno ni si de verdad se construyó como se proyectó (se sorprenderían las burradas que los constructores cometen cuando son avariciosos y no tienen la calidad como principio). Pero sí sé una cosa: hay un túnel. 

Insisto, lo que voy a decir es una especulación y no tengo ningún dato que me apoye; en realidad, es lo mismo que diría si estuviera en el bar tomando una ración de gambas con mi cuñado y dieran la noticia por la tele.

La ingeniería que diseñó la línea se concentró en el túnel. Todos sus esfuerzos  y su análisis del terreno se enfocaron al túnel. Y, resuelto el túnel, quedarían los flecos, los muros exteriores. Pero los muros exteriores son cosas sencillitas, las resuelven los becarios. El ingeniero sénior echaría un vistazo, sí, pero si era una ingeniería normal casi seguro que estarían fuera de plazo y el hombre estaría intentando resolver mil cosas a la vez. Y no miraría el geotécnico con la suficiente atención, y no se daría cuenta de que había un asunto latente, y que a su ayudante se le había pasado el tener en cuenta algún otro aspecto, y cosas por el estilo.

Y ¡ey!, tampoco salió tan mal la cosa, pues el muro llevaba suficientes años en funcionamiento. Lo que pasa es que esto último, en el caso de los muros, no es excusa. Porque el terreno, cuando se contiene, no se comporta como lo imaginamos. Creemos que sabemos, pero no sabemos. En realidad, el terreno no empuja. O sí empuja, pero empuja poco. Pero cuando empuja de verdad, algo que a veces hace, entonces átate los machos porque hay que contener muchas toneladas. Y eso es lo que debió haber previsto el ingeniero sénior. Que el terreno iba a empujar mucho más, que se iba a producir un círculo de rotura mayor del que se considera en los muros, que iba a volcar porque no estaba rompiendo ese círculo de rotura.

Imagino que ahora esa ingeniería va a tener que dar explicaciones. No sé si el ingeniero sénior las dará, porque quizás esté ya jubilado. También tendrá que darlas la ingeniería que revisó los cálculos (porque en estas obras los cálculos de una ingeniería los revisa otra ingeniería), y desde luego no me gustaría estar en el pellejo del responsable de ninguna de las dos, ni de los ingenieros que hubieran participado. Pero estoy seguro que lo que más lamentan los dos ingenieros es lo que he dicho: que debido a estar concentrados en el túnel, no prestaron la suficiente atención a los muros de fuera.

Lo digo porque a mí me ha pasado en infinidad de ocasiones, resolver lo difícil me ha tapado las dificultades ocultas de lo fácil, y lo dice el refrán, sabiduría de toda la vida: 

El diablo está en los detalles.

 

 

Joan Jett & the Blackhearts - I hate myself for loving you

 

sábado, 30 de enero de 2021

Ni BIM ni leches: a martillazos

https://www.youtube.com/watch?v=TPhCsiXVF80 

 

 

Recientemente se ha construido una pasarela que he proyectado. La pasarela iba a 17 m de altura y medía unos 70 metros. Dos metros y medio de ancho, algo más de alto, techada, lo normal.

Diseñada con Tekla, también el entorno. Los métodos más modernos de cálculo y todo eso. Para la ejecución se contrató a una empresa de una corta lista dada por mí de estructuristas selectos: gente que por su calidad y envergadura podían acometer esta obra con garantías, nada de chapuceros.

Convendría explicar que la dificultad de la obra residía sobre todo en la dificultad del montaje, que por las exigencias del entorno sabía que iba a ser muy complicado; pero tampoco hace falta, basta decir que todo lo preví en el proyecto y que éste incluía todos los trucos pensados por mí durante meses para que el montaje fuera sencillo. Y es que para mí un montaje sencillo es garantía de que la cosa queda bien hecha, que los montadores de los edificios no son relojeros.

La fase de preparación del montaje contó con todo mi apoyo:ya en el día en el que expliqué la obra a las constructoras que licitaron les hablé de montaje, de los problemas que habría, de las soluciones que había previsto, el sentido de las indicaciones en mis planos,... Otro tanto hice con la adjudicataria, cuando formalmente volví a explicar el montaje en la primera reunión de arranque de obra; también cuando visité el taller para examinar la marcha de los trabajos, y en general siempre que tuve ocasión.

El primer sábado de montaje ya me di cuenta de que algo iba mal: habían colocado unos topes, fundamentales en la estructura final pero que les había explicado clarísimo que se tenían que poner al final. Ellos me dijeron que no, que no los estaban poniendo. Lo que estaban haciendo era aprovechar que la grúa estaba subiendo los soportes para a la vez subir los topes y no tener que subirlos luego a mano. Los topes pesarían 5 ó 10 kg a lo sumo, pero iban atornillados, así que tras mucho protestar acabé cediendo. Eso sí, les explique una vez más el sentido de esos topes y lo importante de que se pongan al final. Sí señor, lo que usted mande, señor, etc.

El siguiente sábado elevaban el primer tramo de pasarela. Examino antes los soportes, y no han quitado los topes. De nuevo, recordatorio: se han de quitar, no se puede montar el tramo con los topes puestos y todo eso. Y de nuevo no se preocupe señor, blablablá.

No quitaron los topes. Como ustedes imaginarán, dos grúas de 400 toneladas manejando a la vez un tramo de 3 metros de largo que ni siquieran ven, dirigidas por radio por un operario que sólo ve desde lejos los soportes,... Claro que los topes impidieron que el tramo se pusiera en su sitio. Como les había advertido.

¿Desatornillaron los topes? ¡Qué va! Si la estructura no entra, se saca el mazo y a golpes que por mis muertos que entra. 

Tanto proyecto, tanto Tekla, tanto BIM, tanto diseño por ordenador en 3 dimensiones, tanta planificación, y al final encajan la estructura a martillazos.

Pero no se vayan, aún hay más. El siguiente sábado, cuando se montó el tramo siguiente.

Porque sí, los topes seguían allí.

Por descontado, entre sábados mi cólera fue terrible. Y les advertí que para el montaje del siguiente tramo debían quitar los topes antes de montar. Que ya había quedado claro que su sistema patatero no funcionaba y que yo, como siempre, tenía razón. Y se me prometió que por supuesto jefe, así se hará jefe, ya saben.

La primera jugarreta fue que ese sábado empezaron antes de ahora. Si los montajes se hacían a las 10, ese sábado empezaron mucho antes. Cuando llegué habían empezado, yo ya no tenía tiempo de inspeccionar nada, pero sí que ví desde abajo que los topes seguían puestos. Pedí explicaciones sobre porqué empezaron antes de que yo llegara, pero eso no tenía arreglo. Lo de los topes, me dijeron, que no me preocupara, que estaban atornillados y los tornillos flojos, y que los apartarían llegado el momento.

No quitaron los topes, claro. Sacaron el mazo, e intentaron encajar el tramo a martillazos.

A esas alturas yo estaba intentando no perderme.

Cuando se dieron cuenta de que no iba a entrar ni a martillazos, a alguien se le ocurrió desatornillar los topes. Y entonces...

Resulta que no pudieron. Por lo que me contaron, alguien los había atornillado con una llave dinamométrica y una fuerza brutal, y no había forma de desatornillarlos, los operarios no tenían las herrramientas adecuadas y todo eso. Yo les había prevenido muchas veces durante la obra sobre no apretar en exceso los tornillos, que los quería apretados con la fuerza normal de la mano de un hombre, pero el aparejador me dijo que creía que el que los había apretado era aquel operario al que le dije las veces anteriores que se desatornillaran los topes y que ese operario, cabreado conmigo, decidió apretarlos para que fueran indesatornillables.

Al final consiguieron desatornillar los topes. Pero no los que yo había diseñado para colocar después, sino los otros, los que tenían que estar fijos. 

Por no hablar de otros fallos. Por ejemplo, al haber colocado el segundo tramo antes de que yo lo inspeccionara, me di cuenta de que unas piezas que debían venir soldadas del taller no estaban soldadas, y ya no se podían soldar. Tiene su guasa, porque cuando estaban montando ese módulo me di cuenta de que estaban poniendo las piezas al revés, y se les ordenó montarlas bien... y aquel sábado comprobé que no las habían desmontado y montado correctamente. Y que estas piezas en concreto, al planificar los trabajos, el estructurista solicitó que se las cambiara por otras, porque esas piezas si se soldaban en taller se manejaban muy mal y yo le expliqué porqué tenían que ir soldadas...Por no hablar de fallos más gordos que tuvieron, aunque esos sí se corrigieron a tiempo (con martillos y sopletes, por supuesto).

En fin. Mi lista de talleres selectos es ahora mucho más corta. Pero lo que yo quiero decir no es eso. 

Se trata de que este proyecto fue BIM. Todo el mundo alardeó de lo BIM que se era, de lo diseñado completamente por ordenador en 3 dimensiones que estaba todo y lo directo que iba desde mi ordenador hasta las máquinas que cortaban las piezas, sin que tuviera que haber manos humana que rediseñaran nada. Y en el momento de la verdad, hay montadores que montan piezas al revés, montadores que se "olvidan" de soldar, que aprietan los tornillos puede que con mala intención, y sobre todo montadores y estructuristas que se niegan a seguir las instrucciones del ingeniero incluso aunque quede patente que el sistema de ellos no funciona. Pero ey, BIM.

Marqué en planos que dejaba una holgura de 18 cm para que el montaje fuera sencillo, y acaban metiendo las piezas a martillazos.

Y es que la estulticia humana es como la vida: siempre sale adelante. Sí, el BIM es una gran cosa, dentro de unos años no comprenderemos cómo se pudo construir antes sin BIM, pero todo tiene dos caras. La cara bonita del BIM nos la venden constantemente; de la cara fea nadie habla. Y la cara fea es que gracias a tanto BIM, tanto diseño por ordenador y tanto cerebro electrónico que piensa por nosotros personas que no piensan por sí mismas pueden acceder a estas tareas. Al igual que ya no necesita usted sumar si tiene una calculadora al lado, ya no necesita usted entender la estructura si tiene un ordenador que la entiende por usted. Usted sólo tiene que operar el programa, dicen. Pero como al final han de intervenir personas en el proceso, podemos dar por seguro que cada persona que intervenga logrará mostrar su estulticia e incompetencia.

Y luego acaban montando la estructura a martillazos.




Danny Frank - Quién será


miércoles, 6 de marzo de 2019

¿Debe el ingeniero calculista preocuparse por el proceso?





Esta mañana caminaba por la calle París. Se había formado un atasco, y la causa era un camión hormigonera que salía de una obra que se estaba ejecutando al final de la calle. La calle París, conviene saberlo, no es una calle cualquiera. No destaca por sus dimensiones de cualquier otra calle del Ensanche, pero en cuanto a tráfico... es fundamental. Es una vía básica, no ya del barrio sino para la movilidad entre los grandes barrios. Por ejemplo, es el camino natural para ir desde L'Hospitalet, Sants y Les Corts para llegar hasta la calle Aribau (de subida) y Balmes (de bajada). Por si fuera poco, la sra. Colau (¡por favor, que acabe esto cuanto antes!) quitó un carril de circulación para convertirlo en carril bici. Lo sé, tan cerca de la Diagonal es estúpido, pero así es ella. El tráfico de bicicletas, si lo preguntan, es ridículo. Quizá una bicicleta por cada cien coches. No, menos. Bueno, el caso es que la hormigonera tenía que incorporarse a la calle y para permitirlo los obreros habían interrumpido el tráfico. No he dicho que la obra, de manera autorizada, había ocupado un carril de circulación para tener espacio para las necesidades de la obra, que el solar - en este momento está en la construcción de sótanos- no permite nada, se solicitó permiso y se concedió. Pero la hormigonera tenía que maniobrar para salir, y se formó un pequeño atasco que hizo el tapón en una vía que necesita muy poco parabloquearse.

Y yo me pregunté entonces: ¿debió el ingeniero de estructuras tener en cuenta la conveniencia de minimizar la interferencia con el tráfico? Por ejemplo, resolviendo la estructura con hormigón prefabricado, o qué sé yo. La pregunta es extensiva a todos los trabajos: ¿debe el proyectista preocuparse de resolver el cómo se construye?

Aparentemente la respuesta es que sí, sin duda. A ver si resulta que va a parir un proyecto muy bonito pero irrealizable. O irrealizable con los medios disponibles. Pero quizá no deba. 

Desde luego, el proyecto debe ser realizable y con los medios disponibles: el ingeniero no es un arquitecto ni un político, y mucho menos un cuñado. Eso, tratándose de ingenieros, se da por descontado. Pero esto no significa que el ingeniero deba discurrir cómo construirlo. Para eso está, sobre todo, el equipo constructor. 

Por otra parte, en el propio diseño del proyecto el ingeniero está indicando cómo construir, y es inherente a la solución proyectada. Si es con estructura metálica, suele indicarse si es atornillada o soldada, cómo ha de ir montada, etc. Si es de hormigón se decide si es prefabricado, cómo se arma, etc. Si algo se resuelve con madera, si se hacen apoyos aquí o allí, de qué tipo son y cómo se ejecutan, todas estas decisiones las toma el ingeniero al proyectar. 

Pero tampoco es necesario ir mucho más allá, hay cuestiones en las que a menudo no se entra: en las dimensiones de las piezas para su transporte, en la grúa necesaria y su emplazamiento, en los medios que podrá emplear el constructor (por ejemplo, en una rehabilitación en una casa es posible que todo deba subir por una escalera estrecha), en necesidades como la disponibilidad horaria o, como en el caso de la obra de la calle París, en la convivencia con el resto del mundo, un asunto no menor en las obras públicas.

Quiero decir, que zapatero a tus zapatos. Que el ingeniero diseñe una estructura construible, y ya se encargarán otros especialistas de discurrir la óptima forma de llevarla a cabo.

Ahora bien, hay una razón que aún no hemos sacado a colación: el factor humano. La mayoría de los ingenieros (creo que absolutamente todos los ingenieros que conozco) no se preocupan. No es su trabajo, ya lo hará otro. Yo, en cambio, no consigo no intentar resolver el tema. Puede que sea porque a menudo me llegan cosas complicadas, de esas que ni los técnicos de construcción saben, de entrada, cómo llevarlas a cabo. Y acaban preguntándome, pues no en vano soy el padre de la criatura y llevo mucho más tiempo que ellos pensándola y analizando todo lo que influye. O puede que sea porque incontables veces me han ejecutado mal las obras: gente no tan lista como yo (no es modestia: los obreros de las obras suelen ser más fuertes, resistentes e incluso habilidosos que los ingenieros, pero lo de estrujarse el cacumen no suele ser lo suyo). El caso es que a poco que me interese el encargo - sí, hay muchos trabajos que son rutinarios, alimenticios- y me caiga bien el encargante - de nuevo sí, no puedo permitirme el decirle que no a nadie-, me implico del todo en su diseño. Y eso conlleva el pensar y decidir cómo se ha de construir. Y lo reflejo en el proyecto. Más aún, busco maneras de obligar a que no puedan hacerlo de otra manera - los ingenieros sabemos cómo-. Estos proyectos son los que más me gustan, está claro, pero también los que más disgustos suelen acarrearme. Precisamente porque consiguen construirlos de otro modo, y siempre encuentran la manera. ¿Es que no soy tan listo, después de todo? Pues yo creo que no es eso: es cierto que a menudo el constructor, que sabe lo que le cuesta de verdad las cosas - inciso: y siempre mucho, mucho menos de lo que usted se cree y le digan-  prefiere hacerlo de alguna manera que yo haya descartado por parecerme a mí que supondría mucho trabajo o que sería muy cara, pero las más de las veces es, me parece a mí, por la natural tendencia de los españoles (o al menos de los que trabajan en la construcción) de no hacer las cosas como nos dicen que se han de hacer sino como a cada uno de nosotros nos parece que deberían hacerse. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y les diré: tengo ejemplos a capazos.

Por descontado, toda esta preocupación tiene un coste: fácil que el 80% del tiempo que empleo sea en discurrir el proceso constructivo. Y no, no se me paga (al menos de forma explícita). Pero no puedo evitarlo: a menudo coincido con otros calculistas, veo lo que proyectan, cómo lo proyectan, lo poco - nada- que se preocupan por el proceso constructivo, y no puedo evitar pensar que qué birria de trabajo han hecho.
 
Supongo que en el fondo se trata de la calidad del propio trabajo.




The calling - Wherever you will go

martes, 15 de enero de 2019

El puente de Saskatchewan

https://www.youtube.com/watch?v=mdz0VwCTAmk 



El original de la noticia está disponible en este enlace. También las fotos han sido extraídas del  mismo sitio.
Saskatchewan es  una provincia del centro de Canadá. Una zona poco poblada, más grande que España y Portugal juntas y con menos población que el área metropolitana de Málaga. Pero es Canadá, vaya, y eso debería bastar. En Saskatchewan hay un municipio rural llamado Clayton (para quien lea la noticia original: el puesto que está al cargo de un municipio rural, en Canadá, es un"reeve"), bastante pequeño en población pero grande en dignidad. El caso es que construyeron un puente sobre el río Swan, el Dyck Memorial Bridge. 
A las seis horas de estar abierto al público, el puente se vino abajo:
Y no, no fue por el intenso tráfico: la previsión hecha es de unos 1.000 vehículos al año, que son 3 vehículos al día.
¡Ey, miremos la foto con un poco más de atención! La línea de apoyo central, la que está en el centro del cauce del río, está hundida con respecto al nivel teórico del puente. ¿Qué ha pasado?
Que no habían hecho un estudio geotécnico. Por ahorrérselo, según confesó el Reeve local.  Parece ser que les habían dicho que perforar en el río para saber cómo era el terreno (como si no sirviera perforar en la orilla) era muy caro, y patatín patatán. ¿Cómo aceptó la ingeniería proyectar sin geotécnico y la constructora construir sin geotécnico? No comment, por lo que parece. 

El puente costó $325.000. Un estudio geotécnico habría costado $3.250, diría yo. El 1%. E incluso menos, si fuera en España. ¿En qué pensaban? No tengo ni idea.

Lo que sí sé, de lo que estoy convencido, es que invertir en ingeniería antes de ejecutar las obras siempre compensa. Siempre. Y la geotecnia es parte de esa inversión.

Así que lo siento, pero les está bien empleado.




Carole King - I feel the earth move

jueves, 26 de abril de 2018

Trabajos en altura

Estaba en la cubierta de un edificio, sin arnés y más allá de la línea de vida. Claramente transgredía todas las normas de seguridad (y eso que llevaba casco).

E hice estas fotos.







viernes, 27 de enero de 2017

domingo, 12 de junio de 2016

Los ingenieros de la planta 14

 


En la planta catorce del pozo minero, de la tarde amarilla tres hombres no volvieron. Hay sirenas, lamentos, acopasados ayes a la boca del pozo... Dos mujeres de luto, anhelando dos cuerpos, y una madre que rumia su agonía en silencio, es el tercero.

A las diez la luna clara se refleja en las sortijas del patrón recién llegado, con sombrero, gravedad y su aburrido gesto. Él ha sido el primero, vendrán gobernadores, alcaldes, ingenieros; tratarán de calmar, la presentida viuda que se muerde el pañuelo, no sabrán acercarse a la madre que les mira con los ojos resecos.

A las doce el patrón mirará su reloj (los otros ya se fueron) y en un punto y aparte esbozará un fastidio
mientras piensa ¿pero dónde están éstos? 

Ha llegado otro relevo de bomberos, y a la una menos diez verá la noche el primero muerto. Sentados en el suelo, los mineros se hacen cruces y reniegan de Dios: ¡quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida! A veces el más bravo se le queda mirando fijamente al patrón con dientes apretados, y el patrón, con sombrero, tiene dos policías a su lado: no hay cuidado.

Tres horas lentas pasan a la luz de las linternas asustadas. El cura, con los ojos arrasados, al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos, y un chaval de quince años, mientras llora impotente se abraza contra un árbol, y el chófer del patrón, con su gorra de plato, se siente desplazado: es un hombre prudente, bien domado.

El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero: le recibe con sonrisa gris azul la madrugada, y con voces los mineros, mientras se abrazan todos y uno de ellos, el más fiero, por no irse al patrón, llora en el suelo.

La puntuación es mía, pero la letra es de la excelente canción de Victor Manuel "En la planta 14" (pulse en el enlace del encabezado para escucharla). ¿Porqué la traigo a colación? Pues porque no estoy de acuerdo con el tratamiento que da el cantautor a los ingenieros y por extensión al patrón. ¡Qué malos somos los ingenieros, según el autor! Nos importan un ardite los pobres obreros que se juegan la vida, es obvio, para que nosotros vivamos como reyes en nuestros palacios. ¡Ah, la muerte de algunos de ellos, qué asunto más desagradable que nos obliga a interrumpir nuestras cenas de smoking y partidas de póker!

Recuerdo todos los accidentes en los que he estado involucrado, en mayor o menor medida. Más aún cuando ha habido muertos. Pero más aún: los ingenieros nos preocupamos por la seguridad de los obreros muchísimo más que ellos. Diseñamos líneas de vida para subir a sitios altos, y les damos arneses para que se enganchen. Se asombrarían la cantidad de veces que deciden no usarlos y subir con sólo la seguridad de sus manos. Diseñamos las cimentaciones para que puedan ejecutarlas sin riesgo de derrumbes, y proyectamos las actuaciones para que impedir los derrumbes. Pero pasan. Sólo con multas les acostumbramos a que empleen tapones para los oídos, gafas de seguridad, guantes. Hace 25 ó 30 años, la pelea era por el casco. Recuerdo una fábrica en la que trabajé, en la que era obligatorio el casco. Pero los trabajadores de la nave habían llegado al acuerdo de que no lo llevaríamos cuando estuviésemos en nuestra nave; nos lo poníamos cuando salíamos de ella (por ejemplo, para pasar a la nave contigua). Algunos accidentes son eso, accidentes, como puede ser dar un traspiés y caer hacia atrás con la mala suerte de golpearse en la cabeza, pero otros se habrían evitado si el trabajador no fuera negligente. Señores, es verdad. Y hay muchos tuertos, mancos y cojos que pueden atestiguarlo.

Pero, además, los ingenieros nos preocupamos. Cuando hay un accidente salimos disparados hacia allí; a veces, rayando en lo inconsciente. Recuerdo una vez que volcó una grúa. Yo estaba en la caseta de obra, y en que me avisaron ya estaba allí. No había heridos, pero... de pronto, oí que el jefe de obra me llamaba. Mientras yo iba e inspeccionaba, habían encintado un perímetro de seguridad de la zona del accidente, todo el mundo estaba fuera (quiero decir con esto que el jefe de obra actuó con rapidez y prudencia), y yo me había quedado dentro. Igual había 100 ó 200 obreros, mirándome. Comprendí, y me acerqué al perímetro donde estaba el jefe de obra. Le dije que bien, que no pasara nadie, pero que yo iba a comprobar si había riesgo para que entraran las personas que debieran entrar. Por cierto que fui yo quien se dió cuenta que, con el accidente, se estaban vertiendo cientos o quizá miles de litros de aceite y había que controlar ese vertido.

Y tampoco es cierto que el patrón no se preocupe por los trabajadores. Vale, quizá los hay, pero también hay padres que violan a sus hijos e hijas. De hecho, cuando escucho la canción siempre pienso en el patrón. Que se espera hasta el final, aunque sea la noche entera, aunque el rocío le cale hasta los huesos como a todos. Porque, en estas situaciones, el patrón es uno más.

Y sí, los otros ya se fueron. Incluyendo a los ingenieros. Pero estoy seguro que alguno estaría con los equipos de rescate, otro estaría en la oficina estudiando los planos de la mina, otro estaría intentando movilizar más recursos para el rescate, otro...

Seguro que ningún ingeniero se había ido a su casa, a dormir tan pancho.  



Víctor Manuel - La planta 14 

viernes, 17 de julio de 2015

Comer con un constructor



Hoy he comido con un jefe de obra; por cuenta de la constructora, claro. O de la obra, como prefieran.

El caso es que aunque el entrecot estaba riquísimo, en su punto, odio estas comidas. No me gustan las comidas con clientes, y mucho menos con compañeros de profesión, pero las de los constructores se llevan la palma.

En estas comidas, el tema principal suele ser lo que hemos hecho en otras obras. Que degenera siempre en una suerte de "a ver quién la tiene más grande".

Que si nosotros hicimos la cueva de Atapuerca... Que si nosotros construimos el Arca de Noé y las penalizaciones por retraso eran brutales... Que si yo hice el Caballo de Troya, y para pasarlo por las puertas de la muralla...

Odio estas conversaciones. Y no es que yo no tenga un currículum, de hecho alguna cosita sí que he hecho, pero o bien no era para tanto, o son cosas que, aunque muy difíciles de resolver y de ejecutar, una vez terminadas nadie se imagina lo que costaron. Que no pasa nada, también House era un gran médico y sus mayores logros se basaban en descubrir que el paciente tenía un escarabajo en el oído o que se había manchado pintando el sótano de su casa con plomo. Pero que el caso es que yo no sé qué decir.

Y que además yo creo que en esas comidas todo el mundo se pone más medallas de las que se ha ganado. Y eso tampoco me gusta.

Pero así son las cosas en este oficio, y al final siempre termino confesando que yo...

Yo calculé el Portal de Belén.




Los Calchakis - Quiaqueñita