domingo, 12 de junio de 2016

Los ingenieros de la planta 14

 


En la planta catorce del pozo minero, de la tarde amarilla tres hombres no volvieron. Hay sirenas, lamentos, acopasados ayes a la boca del pozo... Dos mujeres de luto, anhelando dos cuerpos, y una madre que rumia su agonía en silencio, es el tercero.

A las diez la luna clara se refleja en las sortijas del patrón recién llegado, con sombrero, gravedad y su aburrido gesto. Él ha sido el primero, vendrán gobernadores, alcaldes, ingenieros; tratarán de calmar, la presentida viuda que se muerde el pañuelo, no sabrán acercarse a la madre que les mira con los ojos resecos.

A las doce el patrón mirará su reloj (los otros ya se fueron) y en un punto y aparte esbozará un fastidio
mientras piensa ¿pero dónde están éstos? 

Ha llegado otro relevo de bomberos, y a la una menos diez verá la noche el primero muerto. Sentados en el suelo, los mineros se hacen cruces y reniegan de Dios: ¡quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida! A veces el más bravo se le queda mirando fijamente al patrón con dientes apretados, y el patrón, con sombrero, tiene dos policías a su lado: no hay cuidado.

Tres horas lentas pasan a la luz de las linternas asustadas. El cura, con los ojos arrasados, al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos, y un chaval de quince años, mientras llora impotente se abraza contra un árbol, y el chófer del patrón, con su gorra de plato, se siente desplazado: es un hombre prudente, bien domado.

El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero: le recibe con sonrisa gris azul la madrugada, y con voces los mineros, mientras se abrazan todos y uno de ellos, el más fiero, por no irse al patrón, llora en el suelo.

La puntuación es mía, pero la letra es de la excelente canción de Victor Manuel "En la planta 14" (pulse en el enlace del encabezado para escucharla). ¿Porqué la traigo a colación? Pues porque no estoy de acuerdo con el tratamiento que da el cantautor a los ingenieros y por extensión al patrón. ¡Qué malos somos los ingenieros, según el autor! Nos importan un ardite los pobres obreros que se juegan la vida, es obvio, para que nosotros vivamos como reyes en nuestros palacios. ¡Ah, la muerte de algunos de ellos, qué asunto más desagradable que nos obliga a interrumpir nuestras cenas de smoking y partidas de póker!

Recuerdo todos los accidentes en los que he estado involucrado, en mayor o menor medida. Más aún cuando ha habido muertos. Pero más aún: los ingenieros nos preocupamos por la seguridad de los obreros muchísimo más que ellos. Diseñamos líneas de vida para subir a sitios altos, y les damos arneses para que se enganchen. Se asombrarían la cantidad de veces que deciden no usarlos y subir con sólo la seguridad de sus manos. Diseñamos las cimentaciones para que puedan ejecutarlas sin riesgo de derrumbes, y proyectamos las actuaciones para que impedir los derrumbes. Pero pasan. Sólo con multas les acostumbramos a que empleen tapones para los oídos, gafas de seguridad, guantes. Hace 25 ó 30 años, la pelea era por el casco. Recuerdo una fábrica en la que trabajé, en la que era obligatorio el casco. Pero los trabajadores de la nave habían llegado al acuerdo de que no lo llevaríamos cuando estuviésemos en nuestra nave; nos lo poníamos cuando salíamos de ella (por ejemplo, para pasar a la nave contigua). Algunos accidentes son eso, accidentes, como puede ser dar un traspiés y caer hacia atrás con la mala suerte de golpearse en la cabeza, pero otros se habrían evitado si el trabajador no fuera negligente. Señores, es verdad. Y hay muchos tuertos, mancos y cojos que pueden atestiguarlo.

Pero, además, los ingenieros nos preocupamos. Cuando hay un accidente salimos disparados hacia allí; a veces, rayando en lo inconsciente. Recuerdo una vez que volcó una grúa. Yo estaba en la caseta de obra, y en que me avisaron ya estaba allí. No había heridos, pero... de pronto, oí que el jefe de obra me llamaba. Mientras yo iba e inspeccionaba, habían encintado un perímetro de seguridad de la zona del accidente, todo el mundo estaba fuera (quiero decir con esto que el jefe de obra actuó con rapidez y prudencia), y yo me había quedado dentro. Igual había 100 ó 200 obreros, mirándome. Comprendí, y me acerqué al perímetro donde estaba el jefe de obra. Le dije que bien, que no pasara nadie, pero que yo iba a comprobar si había riesgo para que entraran las personas que debieran entrar. Por cierto que fui yo quien se dió cuenta que, con el accidente, se estaban vertiendo cientos o quizá miles de litros de aceite y había que controlar ese vertido.

Y tampoco es cierto que el patrón no se preocupe por los trabajadores. Vale, quizá los hay, pero también hay padres que violan a sus hijos e hijas. De hecho, cuando escucho la canción siempre pienso en el patrón. Que se espera hasta el final, aunque sea la noche entera, aunque el rocío le cale hasta los huesos como a todos. Porque, en estas situaciones, el patrón es uno más.

Y sí, los otros ya se fueron. Incluyendo a los ingenieros. Pero estoy seguro que alguno estaría con los equipos de rescate, otro estaría en la oficina estudiando los planos de la mina, otro estaría intentando movilizar más recursos para el rescate, otro...

Seguro que ningún ingeniero se había ido a su casa, a dormir tan pancho.  



Víctor Manuel - La planta 14 

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