miércoles, 28 de julio de 2021

Posverdad

https://www.youtube.com/watch?v=Rlg7VZG6kZI 

 

 

Una de las palabras de moda de estos tiempos es "posverdad". Y como albergo la esperanza de que dentro de unos años la posverdad sea algo del pasado hasta el punto de que no la entiendan, voy a intentar explicarla.

Supongamos que un suceso X puede tener una consecuencia Y o una consecuencia Z. Supongamos que la consecuencia Y es la buena desde nuestro punto de vista, y Z la mala. Y supongamos que finalmente ocurre la consecuencia Z. Bien, de toda la vida las personas hemos aceptado que ha ocurrido la consecuencia Z. A veces, a algunas personas les cuesta asumir que ha ocurrido Z y se empeñan en que ha ocurrido Y; a esas personas, a veces, se las llamaba "locas" o "desequilibradas", o en un rasgo de piedad se cedía que "aún no lo ha asumido". Pensemos, por ejemplo, en un hijo que ha desaparecido sin dejar rastro y al cabo del tiempo se ha encontrado su cadáver, y los padres se niegan a aceptarlo. Pero eran casos puntuales: Hitler creía en el búnker que todavía tenía un ejército que iba a vencer a los rusos, pero el resto de su estado mayor era plenamente consciente de la realidad, al igual que los padres piensan que su hijo está vivo pero todos los demás saben que no.

El "mundo de la verdad" es el mundo en el que las cosas son más o menos así.

Hace unos años, los separatistas catalanes hicieron un buzoneo de un tríptico en el que "argumentaban" porqué la independencia era buena para los catalanes. En el tríptico trazaban una estampa idílica de un futuro maravilloso, en el que "podrás comer helado de postre cada día". La frase hizo fortuna pero entre los que se oponían, y desde entonces se emplea para ridiculizar a los separatistas: por fuerza, el que pide la independencia o es un ingenuo que cree que tomará helado de postre cada día... o es un listo que se aprovecha de la ingenuidad de los demás para meter la mano en la caja del erario.

Lo importante es que hay mucha gente en Cataluña que cree que con la independencia tomarán helado de postre cada día. Cualquier trola que les suelten, ellos se la tragan. Cualquier mentira. Cualquier interpretación torticera. Pillan a uno de los listos llevándose una bolsa de basura llena de billetes de 500 a Andorra, y la culpa es de las cloacas del Estado que les están persiguiendo y quieren enfangarlo todo. Y los del helado se lo creen. Estos días están habiendo incendios forestales en Cataluña, y hay gente que está acusando a "España" de estar detrás de los incendios porque "nos odian". Y no es un caso único: hay mucha gente que cree que fue el CNI quien planeó y provocó el atentado del 17 de agosto de 2017, el de las ramblas. Hay mucha gente que cree que Junqueras y cía. fueron a prisión por "querer que se votara". O que Puigdemont está exiliado, no huído. Y estos son solo ejemplos.

A esto es a lo que se llama "posverdad". Mentiras y falsedades dichas con ánimo de engañar y que colectivamente la gente cree y acepta como ciertas. Y a partir de ahí montan su película, no importa los argumentos que se den para desmontarlas. Salir de una posverdad es como salir de una secta, hay que anular el lavado de cerebro previo. Y discutir con ellos es imposible, porque su concepción de la realidad se basa en falsedades, y si ambas partes creen que viven en realidades diferentes malamente conseguirán ponerse de acuerdo.

¿Cómo se llega a esto? La clave es Internet. Y en concreto las redes sociales.

Imaginemos que se baja de la diligencia en Dodge City un vendedor de crecepelo que vocea que tiene el remedio milagroso. Quizá convenza a algún incauto, pero más vale que siga rápido su camino y se largue a Wichita o Topeka en que venda unos frascos.

Pero ahora imaginemos que usted oye hablar de un señor que vende en Dodge City un crecepelo que de verdad funciona. Lo oye en Wichita y en Topeka, y en toda Oklahoma, Colorado y Misuri; incluso en Tejas y en Abilene. Y que un día para usted en Dodge City y se lo encuentra: seguro que le compra tres baúles, porque para entonces usted estará convencido de que eso que dicen es cierto.

Bien, eso hace Internet, eso hacen las redes sociales. Repiten las cosas, unos a otros,  le llegan a usted por tantos canales y dichas por tantas personas que ¿cómo no va a ser cierto? Y lo retuitea o lo copia a su vez, y la bola sigue. Y como hay tantos peces en el mar (espero que nunca sea sólo una expresión), basta con que algunos piquen, lo dicho por el primero lo creen cinco de los cuales 3 lo transmiten a su vez, y en pocas tiradas tenemos trescientas mil personas que lo creen a pies juntillas.

Y el que empieza la trola, además, sabe que es trola. Pero necesita que haya gente que crea lo que dice, por las espúreas razones que sean.

Esto es la posverdad. El "mundo de la posverdad", en el que se dice que ha ocurrido Y en vez de Z y mucha gente cree de verdad que ha ocurrido Y.

Lo cierto es que la palabra posverdad no tiene sentido en español, pero porque es una mala traducción del inglés: la expresión apareció por primera vez en los EE.UU. Y la idea original es buena: antaño vivíamos en un mundo en el que la verdad imperaba y nuestra concepción de la realidad, de lo que es y de lo que no es, se basaba en lo que era verdad y lo que no, y ahora vivimos en otro mundo, aquello era el pasado. En inglés, un "pos-truth world": un pos-"mundo de la verdad"; pero se tradujo mal y se ha quedado "mundo de la pos-verdad". 

¿Siempre ha habido posverdades? Sí, y no. Siempre ha habido teorías conspiratorias, no llegamos a la Luna, tienen alienígenas en el área 51 de Nevada y todo eso, pero eran teorías que todos aceptábamos como entretenimientos: no afectaban la vida de nadie (que no estuviera ya chalado). Eso no eran posverdades.

Más se parecen las teorías conspiratorias de los árbitros y la liga de fútbol: cada año miles de hinchas han creído del todo que su equipo no gana la liga por una mano negra de "los poderosos". Y les afectaba, claro que sí. Pero no eran posverdades en realidad, porque esas ideas no venían precedidas de declaraciones de nuestros próceres diciendo "no puedo dar más pistas, pero hay una plan para que este año nuestro equipo no gane la liga". Lo diría algún periodista, pero todos entenderían que es un fanático y que aquello es más un desahogo que una información seria. Y Joan Gaspart, claro, siendo vicepresidente del FCB, pero... todos hemos sabido siempre que Gaspart, en lo que respecta a fútbol, era un exaltado sin un gramo de raciocinio, el forofo en grado sumo. Sí, puede que mucha gente viviera con la realidad trastocada, pero... a fin de cuentas, hablamos de fútbol.

En realidad sí había posverdades: los países que no reconocían a otros países (sigue habiéndolos). O las declaraciones de lo democráticos que eran ciertos países. Cosas así; pero las asociamos al telón de acero, y ya se sabe. 

Fuera de eso, ni de chiste eran las cosas como ahora. había publicidad, claro. Había trolas y embustes, eso era todo. Cualquier proceso electoral estaba lleno de ellos; pero todo el mundo sabía que lo que dijera un político en periodo electoral no tenía porqué ser verdad. Ahora bien, cuando en 2007 el gobierno de Figatelix empezó a tachar de antipatriota al que afirmara que hubiera crisis, cuando insistieron en que no la había y luego en que era sólo una suave desaceleración económica, ni siquiera un frenazo, cuando acusaban a los que decían que sí había crisis de justamente estar ellos creándola con sus declaraciones... ahí, ya. Ahí ya tenemos a unos gobernantes que estaban intentando que cuantas más personas mejor tuvieran un marco mental dominado por unas falsedades que habían creado ellos. Hasta llegar al punto actual, en el que los políticos hacen las afirmaciones - o negaciones- más desvergonzadas, y no pasa nada porque alguien, muchos, las creerán. Y eso, para ellos, será la verdadera verdad.

En cualquier caso, la diferencia entre el antes y el ahora es que ahora hay mucha ingeniería al servicio de la posverdad. Mucho análisis, mucho estudio para conseguir una efectividad aterradora. Hay una ciencia detrás de la que no somos conscientes y que no podemos ni imaginar.

Yo... no creo que éste sea un buen camino. En primer lugar, la posverdad hace mucho daño: no hay más que ver la situación en las provincias catalanas. Y es que ¿cómo quieres discutir con alguien que está convencido de que ha sucedido lo que no ha sucedido? En segundo lugar, tarde o temprano la gente acaba dándose cuenta de cuál era la realidad; pero pueden pasar años, muchos años. Y cuando ocurre, la desilusión, la frustración, es enorme. En tercer lugar, es obvio: no puede salir nada bueno de engañar. Y también es obvio que no puede salir una solución correcta si se pinta una realidad falsa (sirva como ejemplo la reelección de Figatelix). Pero no sé cómo saldremos de ésta. Supongo que nos iremos degradando hasta llegar a un punto en que implosionemos y surja de entre nosotros una pasión por un estilo nuevo de hacer las cosas. También sería posible que se escarmentara en cabezas ajenas; pero todos sabemos cuánta posverdad hubo en la campaña del Brexit, y seguimos igual. Quizás, simplemente, es que necesitamos más experiencia en el mundo digital.

Sí, esperemos que sea eso y que dentro de unos años la posverdad sea sólo una palabra del pasado.



Silvio Rodríguez - Testamento

lunes, 26 de julio de 2021

¿Es el plano el lenguaje del técnico?

https://www.youtube.com/watch?v=HAKnWi15ycs 

 

 

Hace muchos años participé, como perito experto, en un juicio de patentes. El asunto era importante, y en consonancia no dictaminaba yo solo, sino que éramos tres  los ingenieros. Resumiendo, el juicio versaba sobre que una parte acusaba a la otra de estar vulnerando patentes de la primera. ¿Lo estaba? Para eso había que precisar qué era lo que estaba protegiendo la patente. Y ahí radicaba parte de nuestro problema: los planos de la patente no se correspondían al 100% con la memoria. Digamos que la parte acusada vulneraba o los planos o la memoria, no recuerdo. Yo era, con mucho, el más joven de los tres ingenieros, y en un momento de los debates el más veterano sentenció: "el lenguaje del técnico es el plano".  Decidimos que la esencia de la patente eran los planos y que en ellos nos teníamos que centrar.

Puede que alguno se escandalice, ¡cómo va a tener preferencia el plano! Pues la tiene, y así está establecido: en un proyecto, en caso de contradicción la preferencia la tienen, por este orden, los planos, las mediciones y presupuestos, el pliego de condiciones técnicas y, por último, la memoria.

Pasaron los años, y yo he seguido pensando que el lenguaje del técnico es el plano.

Yo, no hace falta decirlo, soy un ingeniero del pleistoceno. Soy de una época en la que había planos. Ahora que están desapareciendo, ¿qué?

Me ocurre cada vez con más frecuencia que, sea por taras genéticas o por incompetencia, las partes con las que trabajo, arquitectos y constructores, son cada vez más reticentes a plasmar sus ideas en planos. Y me cuesta un mundo entenderles. Me envía el arquitecto un modelo BIM (la palabra clave), un modelo tridimensional de su proyecto, y no puedo. O me envían los talleres sus modelos tridimensionales de la estructura, para que se los apruebe. 

Cuando un arquitecto me da un proyecto para calcular, lo primero que tengo que hacer es entenderlo. Y para entenderlo, lo disecciono. Lo divido en sus plantas, examino cómo se relacionan en vertical, todo eso. Pero en un modelo tridimensional esto no existe, es un todo. Ha de ser trabajo mío el extraer de ese modelo las vistas en planta y en alzado,y tener cuidado de no dejarme nada que pueda influir. Es trabajo mío. Antaño era del arquitecto, él dibujaba las plantas, las fachadas y los alzados. Ahora ya no, y no creo que sea para ahorrarse el arquitecto el coste de hacerlo pasándomelo a mí (aunque puede que sí). No, creo que es porque los calculistas modernos ya no necesitan tampoco los planos: meten el modelo 3D del arquitecto en sus programas, y ya calculan ellos por él.

Así que, por esta parte, soy un ingeniero del pasado, dirán ellos. Un ingeniero que aún entiende lo que calcula, quiero responder yo.

En el sentido contrario, cuando el ingeniero es el generador de planos, ocurre lo mismo. Ya todo se calcula con modelos tridimensionales, y los resultados del cálculo son eso, modelos 3D. ¿Quién quiere planos? Pues yo, porque sigo pensando en planos. Y necesito planos para comprobar que mi idea se ha desarrollado bien. Pero nadie más.

Hace unos años hablaba con una constructora. Estaban enamorados del BIM. Su capacidad para generar listados de mediciones. El BIM les permitía gestionar la obra con mayor facilidad.

El otro día entregué un proyectillo, una pasarela que tenía seis escalones en un tramo de su recorrido. Después de explicarle los planos a la arquitecta, me dijo que le parecía todo muy bien, pero que si no tenía unas perspectivas (vistas 3D, decía ella) para que se entendiera todo. Dio la casualidad que sí las tenía, porque el programa las había generado pero yo había descartado el plano porque para mí no aportaban nada y estaba en la montaña para reciclar. Lo recuperé, y con ese plano todo lo demás le dio igual.

Sencillamente, esa arquitecta ya no tenía la capacidad de vislumbrar la estructura sólo con plantas y alzados.

Al día siguiente, en otra obra, el taller me pide que le apruebe "los planos" antes de ejecutarlos. Los talleres modernos tienen dos características, cada vez lo veo más claro, y cuanto más modernos y a la última más acentuadas las tienen.

La primera de ellas es que necesitan que la dirección de la obra le apruebe los planos que ellos mismos se generan a partir de los planos que les da la dirección de la obra. Y no importa que me enfade y avise desde el primer día de que yo no reviso nada, que ellos construyan y si resulta que no es lo que yo quería ya me oirán. Es una causa perdida. No sé qué pasa en los talleres, pero ya no quedan técnicos con los redaños suficientes para asumir ellos la responsabilidad de su propio trabajo. Y es el signo de los tiempos.

La segunda característica es la aversión al plano. Son incapaces de dibujar. Absolutamente. Gracias a los ordenadores, ya no saben. Bien, eso lo tengo asumido, les pasa incluso a los arquitectos e ingenieros más jóvenes que yo. Pero en el caso de los talleres, su modelo 3D lo es todo. Y es lo que me envían. 

Por ejemplo, hace poco entregué una estructura. La estructura era muy, muy sencilla, y sólo hice un plano en A-3 en tamaño original; la cosa no daba para más y el cálculo me ocupaba medio folio. Bien, el taller hizo un modelo 3D de mi estructura ¡y me envió el modelo para que lo aprobara! Yo les respondí que no, y que si querían que me enviasen un plano. Que por fuerza coincidiría con el mío, ya he dicho que aquello era tan sencillo que no daba para más. Al final tendré que aprobar su modelo 3D, porque ellos no van a generar ningún plano, no van a fabricar hasta que yo lo apruebe, el cliente no tiene tiempo de que ellos se bajen del burro y no me compensa meterme en más discusiones.

Otro ejemplo, especialmente sangrante, fue uno en que la constructora decidió cambiar toda la estructura; yo les dije que podían, pero que yo no la iba a rediseñar. Así que contrataron a una ingeniería, que hizo el rediseño, y para ahorrar no le encargaron las uniones: ya se las resolvería, gratis, el taller que ejecutara. La ingeniería me pasó los planos y sus cálculos, y bueno. Pero luego el taller quiso que yo aprobara sus uniones. No hay problema, les dije, denme los planos que los miro. No me los dieron. Y tampoco me dieron el modelo 3D, porque no lo harían hasta que yo no aprobara sus uniones. ¿Qué me dieron? Páginas y páginas de anexos de cálculos generados por el programa IDEA (en el programa IDEA uno hace un modelo tridimensional de la unión y el programa calcula). Y querían que con esos anejos de cálculo yo supiera cómo iban a hacer las uniones. Y no conseguí, jamás, ni un simple croquis.

Si los nuevos talleres, los más modernos y vanguardistas, ya no usan un plano ni aunque les vaya la vida en ello, ¿tiene todavía vigencia el lema sobre el lenguaje del técnico? Es obvio que no: el técnico, en el futuro, ya no va a hablar mediante planos, y estos tiempos aciagos son la transición hasta que desaparezcamos los del pleistoceno y queden sólo los jóvenes. ¿Es bueno, es un avance?

Sí, sí que lo es. Supongo que sí. El lenguaje del técnico va a ser el modelo 3D, eso es todo. Lo importante es que el técnico tenga un lenguaje. Que haya técnicos que necesiten expresarse, no solo operadores de ordenador.

Y mi problema es que estoy, claramente, obsoleto. Era algo que tenía que pasar.




Jorge Cafrune - No soy de aquí


sábado, 24 de julio de 2021

Matria

https://www.youtube.com/watch?v=VHutRUx3KCg 

 

 

En España tenemos un paro por encima del 20%. Un paro juvenil en torno al 40%. El sector bancario está despidiendo o prejubilando estos días a miles de trabajadores, y no para sustituirlos por jóvenes: no, son puestos de trabajo que desaparecen. Sin más, no necesitan tantos trabajadores. En Cataluña se van Nissan, Bosch y bastantes más. En la España interior no hay trabajo que atraiga habitantes o retenga a los que quedan. Si no fuera por los empleos públicos, muchas zonas de España serían un desastre. 

Digamos que hay problemas suficientes para que nuestra ministra de Trabajo esté ocupada. Pero supongo que por eso mismo: tiene tantos problemas que no sabe resolver ni uno de ellos, así que se busca otra cosa. Y como es comunista pero no es alcaldesa y no puede cambiar los nombres a las calles, ha propuesto que se cambie la palabra "patria" por "matria". Ya saben, la madre matria. Y es que patria es una palabra femenina,pero se conoce que a ella le parece poco femenina.

Uno, la verdad, se cansa de estas tonterías. Feminizar el idioma.

El español es un idioma femenino. Precisamente porque el masculino es inclusivo, engloba ambos géneros. Precisamente por eso. El español y todas las lenguas que provienen del mismo tronco.

Aceptemos que las lenguas indocaucásicas se originaron en un espacio entre el Indo y el Cáucaso o sus alrededores. Es evidente que las lenguas fueron una evolución a partir de las más primitivas comunicaciones, que por fuerza debieron ser sonidos guturales. Y por fuerza, las primeras lenguas, las que venían de la evolución de esos sonidos guturales, debieron ser también bastante primitivas. Entre esos primitivismos, uno de ellos debió ser la ausencia de género. "Yo", "tú", no tienen género. "¿Quién tiene hambre?", tampoco. Ni "somos dos, somos tres, viene gente". En una época en la que no existía el género en las palabras, las palabras abarcaban a ambos sexos.

Llegaría un momento, poco a poco tal vez, en que se empezó a distinguir. Y se distinguió al sexo femenino. Una persona, un hombre, no tiene género. Puede ser un varón o una mujer. Pero aparecieron palabras específicas para designar a las mujeres. Y el idioma evolucionó para dejar claro cuándo se trata de mujeres. Si todos tenemos hambre, sigue sin haber género. Todos los habitantes, los varones y las mujeres, tienen hambre. Si el problema es sólo de las mujeres, entonces sí: todas tienen hambre. Como "nos los comemos a todos" o "nos los comemos a todas".

Por eso, en nuestro idioma el masculino no es un género específico. Es lo contrario, la ausencia de un género especifico.

Matria. Con la de problemas que tiene que atender. Y los suyos la jalean. Menos los de El País, que aún no han dicho ni mú sobre la noticia, se conoce que ellos sí se dan cuenta de la ridiculez.

 

 

Los Panchos - Alma, corazón y vida


jueves, 22 de julio de 2021

Revisando proyectos

Me pide un cliente que revise un proyecto que encargó a una ingeniería. Pasa a veces, sobre todo cuando trabajan con varias ingenierías y les gusta que se vigilen entre sí.

Revisar el proyecto de un colega es siempre un asunto delicado. Por supuesto, los ingenieros somos unos cretinos y cuando tenemos la oportunidad de poner a caldo a otros nos sale el colmillo asesino y para qué les voy a contar: hasta los ingenieros de Mercedes son unos mantas a nuestro lado. Pero con el tiempo uno se da cuenta de lo cretino que se es (con el tiempo: cuando otros ingenieros cretinos han revisado suficientes proyectos de uno); y en realidad, lo que la propiedad o la constructora quiere saber es si lo del proyecto se le va a caer o no y si se están matando moscas a cañonazos, y lo demás les da igual.

Así que desde hace tiempo yo intento alabar el trabajo del colega y criticar sólo lo que en buena lid es un tema a discutir. Cuando la revisión es así, mi experiencia es que la ingeniería responde bien: donde se ha equivocado lo reconoce, y donde el error es mío (una revisión siempre se hace con mucho menos detenimiento que el proyecto) me lo ha demostrado, yo reconozco mi error y emito un dictamen favorable, y todos contentos. Yo, el que más.

Recuerdo un caso que la documentación de la estructura y cimentación medía más de 1,50 m de altura. La obra era complejísima, y sin embargo había muy pocos errores. ¿Dónde se equivocaban? En los márgenes del proyecto. En las cosas pequeñas, a las que no se dedica atención porque ya se ha resuelto lo principal. En los elementos que el ingeniero senior deja ya que los resuelvan los junior. Como si después de diseñar un fórmula 1, uno  dejara el tapón de la gasolina al becario.

En el caso que nos ocupa, el proyecto era muy fácil. Muy fácil. Muy, muy fácil. Tan fácil, que ése fue el error de la ingeniería. Sin duda, el proyecto lo resolvió un ingeniero junior con muy poca experiencia. Le darían un par de directrices, las ideas geniales de cómo resolverlo (se notaba), y luego le dejaron solo, porque no creo que cobraran mucho, ya que esa ingeniería era una subcontrata de otra ingeniería.

Como he dicho al principio, lo que la Propiedad quiere saber es si aquello se va a caer. Y no, no se iba a caer. Las soluciones proyectadas eran correctas, se veía a simple vista, sin necesidad de sacar la calculadora; ya he dicho que era un proyecto muy fácil.

¡Qué desastre de proyecto!

Los errores que cometían eran de dos tipos: formales y despreciables. 

Los formales son aquellos que solo afean el resultado: por ejemplo, que describan el terreno empleando la descripción de otro proyecto. O que aparezca en el encabezado la referencia a otro proyecto y no a éste. Que digan "la obra es en Cáceres" y sea en Tarragona. Cosas así. Afean.

Los despreciables son aquellos que los legos no perciben y los profesionales, directamente, no van a hacer ni caso. Por ejemplo, y son extraídos del proyecto que nos ocupa), que empleen tornillos M14 (y de un tipo que no existen), que pongan en los planos que la obra está cerca del mar (no lo está), detalles típicos que no son de aplicación en esta obra y que la propia constructora resolverá cómo hacerlo,... cosas así.

El problema mío es que si no los señalaba sería como hacerlos míos. Y además, qué caramba, si la ingeniería no quería que le sacara los colores no haber cometido los fallos. Que hubieran revisado el proyecto antes de entregarlo: yo tardé menos de una hora en encontrarlos todos, y no tenía ni idea de qué iba el tema.

En fin, espero que no se enfaden conmigo y que en cambio aprendan la lección.

Y es que todos los ingenieros jóvenes cometen los mismos fallos en todas partes. Lo que da que pensar, porque son errores "modernos". En mi época no se cometían.

Muchos errores son lingüísticos. Muchas faltas de ortografía, muchas palabras en catalán, muchas palabras que en catalán se emplearían pero que en español no. Y en algunos casos, traducen mal (no dominan el español, es la verdad) y no se dan cuenta de que la traducción que han hecho tiene otro significado:

"No obstante, es conveniente, que a no ser que hallen órdenes en contra, se cumpla..."

Lo que el escribiente quería decir es "a no ser que haya órdenes". Pero tendría el texto en catalán, y no dominaría los subjuntivos en castellano. El resultado es que uno no sabe si hay que esperar a que un equipo de arqueólogos busque primero alguna tablilla de madera con órdenes en caracteres cuneiformes, si hay que enviar a la policía a registrar la obra, si se confía en que algún peón encuentre por allí un papelajo...

Muchos otros errores son el resultado de reescribir textos. Uno tiene la memoria de un proyecto, y la aprovecha para el siguiente: cambia la localización y cuatro cosas más y ya está. Y así salen los textos: el seguro de mi coche no cubre los daños que cause por introducir mi coche en un acelerador de partículas. Juro que  está escrito en lo que no cubre: daños por erupciones volcánicas, guerras, cosas así. Y la transmutación de la materia de mi coche. Estoy seguro de que el ingeniero que escribió la cláusula debió quedar la mar de satisfecho. Pues en la memorias de los proyectos, igual. Terminan describiendo montones de cosas que no son de aplicación en el proyecto (imaginen que haya instrucciones para ponerse el chaleco salvavidas que encontrarán debajo de su asiento... en un bólido de F-1).

Además, siempre se dejan algo por cambiar, y el resultado llega a ser de risa. En el proyecto los anejos de cálculo hacen referencia constante al sótano -2; y no había ningún sótano.

Otro error moderno: en los planos había textos con letras de 5 mm de altura, y textos importantes con letras de seis décimas. Ilegibles. Y, sin embargo, no lo vieron. No vieron nunca los planos en papel, sólo en pantalla; y en pantalla, como se hace el zoom que haga falta...

Son, ya digo, fallos modernos: fallos por hacer el proyecto por ordenador. Pero hay algo más, algo mucho peor.

Los jóvenes de ahora no aprenden. No se responsabilizan de su propio trabajo. No lo repasan. Lo miran y no ven los fallos que cometen. Y esto, una y otra vez. Y otra, y otra. No sé porqué es. Cuando yo tenía 23 años mi jefe me echó una bronca; no volví a cometer aquellos fallos. Un año después, en otro empleo, también cometí un fallo y recibí la pertinente bronca. Nunca más. Cuando cometía fallos, mis jefes me sacaban los colores. Y yo salía de allí decidido a que no me volvieran a abroncar más; y si para ello debía no cometer errores, no los cometía y por si acaso repasaba lo hecho. Los de ahora no sé si tienen sangre de horchata o es que están tan acostumbrados a que les revisen su trabajo que no hay manera.

Y yo no debería quejarme: mientras estos chicos estén haciendo proyectos a mí no me faltará trabajo. Como Nadal y Djokovic, que aún no hay tenistas que les echen. Pero desilusiona ver cómo ahora se hacen las cosas peor que antes, y cómo los chicos de ahora tienen menos capacidades que los de antes. No todos, claro, sigue habiendo mozos extraordinarios. Pero el nivel medio es muy decepcionante.

Me gustaría que el jefe de la ingeniería se sonrojara al ver mi informe, y decidiera que los jóvenes de su despacho han de avergonzarse también y les cantara de verdad las cuarenta, a ver si se espabilaban. Porque al ver lo que dan ellos por bueno se me cae la cara de vergüenza ajena. Que dicen que son tan ingenieros como yo.

sábado, 17 de julio de 2021

Consejos para el verano (y III): Zumalacárregui

https://www.youtube.com/watch?v=ks05BXdCjTM&t=328s 

 

 

Usaba en el artículo anterior la comparación de los escritories con los restaurantes.  Pues bien, el tres estrellas Michelín absoluto e imbatible de los escritores es Benito Pérez Galdós. Sí, ya sé. Qué espanto, qué plomazo. Un escritor antiguo, de los que se estudian en el colegio. Los folletines realistas, Fortunata y Jacinta y todo eso.

Vale, es cierto. Pero no es para tanto. ¿Es antiguo? El año pasado hizo 100 años de su muerte, aniversario que supongo que por inesperado pasó sin pena ni gloria. Es lo que tienen los centenarios, que nos cogen de improviso. Pero son las fechas de London, Conrad, Hodgson...

¿Folletines realistas? El Realismo era escribir las cosas tal cual son, nada que ver con el Romanticismo. Y, sobre todo, Galdós era periodista, y caray si se nota. El hombre escribía para que los lectores no soltaran la columna, no pasaran a otra cosa, y lo conseguía. Cuando uno empieza una obra suya, cuesta parar.

¿Se estudia en el colegio? Sí, y qué. ¡Qué más querrían todos los escritores que hay, que a ellos también los estudiaran en las aulas! Pero sobre todo ¿saben por qué se estudia a Galdós? Pues porque era muy, muy bueno. El mejor.

Y un putón verbenero, todo hay que decirlo.

De todas formas, mi recomendación para leer en verano, para iniciarse con Galdós, son los Episodios Nacionales. Los EN son 46 novelas en cuatro series de 10 y una de 6; pero ¡ey! cada serie es independiente de las demás y se pueden leer salteadas. Luego en cada serie están más o menos ligadas una novela con la otra, pues comparten personajes y una trama general, pero hasta cierto punto se pueden leer sueltas; y por lo general la primera y la última están más desligadas de las demás. Por ejemplo, la 5ª de la tercera serie, La campaña del Maestrazgo, se puede leer aislada: cuenta una historia de un personaje secundario de la serie, mientras que la trama del protagonista principal queda apartada. La siguiente, La estafeta romántica, he de decir que me pareció una auténtica exhibición de maestría: es, simplemente, una relación de cartas entre los personajes, en las que se cuentan las andanzas (las no andanzas, más bien) de cada uno y lo mucho que se echan de menos. Y digo que es una exhibición de maestría porque con una sinopsis tan aburrida como ésta Galdós hace que leamos la novela de una tacada: no podemos esperar a saber la respuesta a cada carta.

En fin, empiecen con Zumalacárregui. La primera de la tercera serie. Totalmente independiente  de las demás, y muy entretenida. La tercera serie narra la primera guerra carlista y la regencia de María Cristina primero y Espartero después, terminando con las revueltas en Barcelona (revueltas que a la postre darían lugar al Plan Cerdá y al tramado del Ensanche barcelonés). La primera novela, como he dicho, es independiente. Luego hay seis novelas con Fernando Calpena como protagonista, culminando con nuestro hombre negociando el abrazo de Vergara, y las tres últimas, más flojas, son en realidad excusas para contar las cosas que pasaron entonces.


 

Para terminar, tres avisos sobre Galdón.

El primero de ellos: el hombre tenía un léxico extraordinario. Encontrarán muchas palabras que jamás emplean, que están olvidadas en algún lugar de sus diminutos cerebros pero que entenderán; otras, que no conocerán pero que entenderán por el contexto; y otras que habrán de reconocer que no tienen ni idea. Yo leo con libro electrónico, y lo tengo fácil: pulso sobre la palabra en cuestión y me aparece la definición de la RAE. Pues bien, uno de los placeres de Galdós es que el empleo de la palabra es exacto. Asombrosamente exacto. Es un maestro.

El segundo de ellos: la habilidad del hombre narrando es extraordinaria. Me da la sensación de que me estoy repitiendo como el pepino, pero es que es así. Quien come siempre algarrobas quizá no tenga paladar para las exquisiteces de El Buli, pero hay que esforzarse en saborearlas. Con Galdós, igual. Cada poco hay que levantar la mirada y darse cuenta de lo bien que escribe.

El tercer aviso: Galdós dispara con bala, pero no sólo eso.

El populacho es algunas veces sublime, no puede negarse. Tiene horas de heroísmo, en virtud de extraordinaria y súbita inspiración que de lo alto recibe; pero fuera de estas horas, muy raras en la historia, el populacho es bajo, soez, envidioso, cruel y sobre todo cobarde. Todos los vencidos sufren más o menos la cólera de esta deidad harapienta que por lo común no sale de sus madrigueras sino cuando el tirano ha caído. Si no le supo exterminar con su iniciativa y su fuerza, casi siempre se da el gustazo de rociarle con su fango; y a todas las instituciones o personas que caen por el esfuerzo de campeones de otra esfera más alta, el populacho les pone su ignominioso sello de inmundicia. La libertad y las caenas, a quienes alternativamente aduló, han visto sobre sí en el momento terrible a la furia inmunda que les escupía. Como la hiena, es intrépida con los muertos.
EN11 El equipaje del rey José
 
Galdós no solo nos retrata cual fotógrafo, y no me refiero como país (que también) sino como personas: cuando explica los porqués de los personajes, no podremos evitar pensar "tiene razón, somos así o cuando fuimos jóvenes fuimos así, cuando estuvimos en ese aprieto pensamos igual...". Galdós es un periodista, y en cada uno de sus artículos salimos todos nosotros. Pero no solo eso.

Galdós es un desengañado. Él no ve el mundo ideal de los románticos. Pero no se trata de eso.

Lo que quiero decir es que cuando se lea a Galdós hay que leer también el cuadro completo. Los detalles. Son los detalles los que hacen el cuadro tan auténtico. Hay que fijarse en los detalles de lo que va pasando. En los esfuerzos de los protagonistas por ser covachuelistas o por dejar de serlo; en la educación con la que se tratan unos a otros; en cómo pasan los ratos. En la pugna entre un bando y el otro, los diversos avatares políticos, quizá tan irrelevantes como los de ahora pero que nos revelan que todo lo de ahora ya ha pasado antes.

No me extiendo más. Mi consejo para este verano es que lean Zumalacárregui, la primera novela de la tercera serie. Amenísima. Y les diré una cosa: entre Zumalacárregui y Vergara está el relato de lo que pasó y la explicación del problema territorial que tiene España, que lleva teniendo 200 años. Y que viene de una guerra civil que la España de María Cristina no supo cortar y cuya negociación de la rendición del ejército del Norte es el origen de la ruina que ahora tenemos, los famosos derechos históricos.




Abel Moreno Gómez - Soledad franciscana (marcha procesional)


jueves, 15 de julio de 2021

Consejos para el verano II: Dick y el futuro

https://www.youtube.com/watch?v=TSLeHViCtbs 

 

Les hablaba, el otro día, de que el verano es el momento de leer. De hecho, es el momento de buscar lecturas nuevas. Cosas diferentes. Libros que, en principio, uno descartaría. Por concepto.

Por ejemplo, los grandes autores de la ciencia ficción. Pongamos que hablamos de Philip K. Dick, de Poul Anderson, de Robert Heinlein.

Las novelas de ciencia ficción, las buenas novelas, son muy buenas. Luego cada una tiene doscientas que la imitan, y ésas son malas, aburridas por ser cosas ya leídas, predecibles. Pero las buenas, las que ganan el premio Hugo, también las que ganan el premio Nébula, son muy buenas. Busque ésas; de hecho, seguro que en la portada o en la contraportada del libro, si ha ganado uno de los premios, lo dirán.

Sí, ya lo sé. Tienen mala prensa: se imagina uno que son historias de Flash Gordon o de Star Treck. Relatos del Oeste o novelas de detectives trasladadas al futuro. O esas distopías con las que nos bombardea Hollywood, Los juegos del Hambre y similares. Distopías, sobre todo distopías, todas iguales: un futuro con un mundo superpoblado y un gobierno universal despótico, y hombres (¡y  mujeres, que las historias modernas son políticamente correctas!) corrientes que se rebelan para ganar la libertad de ser ellos mismos, historias de ésas.

Y nada más lejos. Las novelas Hugo son los restaurantes Michelín de la ciencia ficción: hay restaurantes buenos y restaurantes que mejor olvidarlos, pero los Michelín son otra cosa. Y hay que comer en ellos para valorar la diferencia. Este verano vaya a su librería favorita, hojee entre los libros de ciencia ficción, busque uno que haya ganado el premio Hugo y lléveselo.

Y si cuando la está leyendo le da la impresión que es una historia conocida, o una variante de alguna película, serie de televisión o lo que sea que ya ha visto o leído… Lo más probable es que así sea. Pero será al revés: primero fue la novela que está leyendo, y luego la variante. Eso, seguro.

 

 

Blue Rodeo - Til I gain control again

martes, 13 de julio de 2021

Consejos para el verano I: Hodgson y el mar

https://www.youtube.com/watch?v=QXWPdivFaTg 

 

 

El verano es tiempo de buscar la sombra y descansar. Dejar pasar los días, haciendo precisamente aquello que no hacemos el resto del año, presas de los afanes que nos llevan de aquí para allá sin perder un segundo. El verano es el tiempo de perderlos.

Para mí, en especial el verano es el tiempo de las cervecitas con olivas antes de comer o cenar, y sobre todo es el tiempo de leer. Leer en horas en las que otros meses sería impensable que estuviera leyendo. Leer con calma, con luz natural, sin preocupaciones que me distraigan.

De hecho, diría que el verano empezaba el día que llevaba mis hijos a Oci, la librería del barrio (ya he escrito sobre ella en otros artículos), y les decía “coged los libros que queráis”.  Me chiflaba el pasearme entre los estantes, leyendo lomos y pensando si debería leer ese libro o no. Y lo cierto es que no solo me pasaba en Oci, sino en toda librería (con especial mención a la librería Galatea, de Cambrils, y a la librería General de Zaragoza cuando estaba en el paseo de la Independencia). Y en las bibliotecas públicas, por muy pequeñas que sean.

Ahora bien, con esto de los libros mi lema siempre ha sido “la mies es mucha y los segadores pocos”: toda mi vida no daría para leer los libros que existen, así que he de elegir.

Precisamente de eso va este artículo: mi recomendación para que usted elija libros que leer en los ratos que nos da la calma del verano.

Y mi primera recomendación: William Hope Hodgson. Pero también Joseph Conrad. Jack London.

En concreto, lo que estoy sugiriendo son relatos cortos de ambiente marineras, de los tiempos en los que la navegación se hacía a vela (quizá a vapor) y las verdaderas historias ocurrían allende el mar. Y los escritores mencionados, muchos otros también, las cuentan de maravilla: han pasado en todos los casos más de cien años, y cautivan como si nos las contaran alrededor de una hoguera.

Son fascinantes. Y el verano es el mejor momento para leerlos y pensar "¿y si hubiera sido yo?"


Una advertencia, si es usted poco versado en estos autores: si busca algo de Conrad, lo más seguro es que les vendan El corazón de las tinieblas, diciéndole que es la novela en la que se basó Apocalypse now (y es cierto), o Lord Jim; son sus obras más famosas. No las coja, son un peñazo. ¿No le he dicho que debe buscar los relatos cortos?

 

 

Coque Malla - Me dejó marchar

sábado, 10 de julio de 2021

William Holden

https://www.youtube.com/watch?v=QXWPdivFaTg 

 

 

He visto en la tele "El séptimo amanecer", de William Holden. Y mientras la disfrutaba, no podía dejar de pensar qué buen actor es Holden. E intentaba definir qué es lo que le hacía tan especial.

La gran película de William Holden es "El crepúsculo de los dioses", en la que hace de guionista en apuros que se aprovecha de una anciana Gloria Swanson (en realidad no era anciana, pero era el guión). Recuerdo cuando fui a verla al cine, que mi madre la recordaba por la escena del principio. Y mi padre. Y mi suegra. Han pasado muchos años de aquello, y yo también sigo recordándola. Es sin duda una de las mejores películas de la historia.

Otros quizás recuerden a Holden por ser el cobarde prisionero que se escapa en "El puente sobre el río Kwai" o el jefe de los bandidos "Grupo salvaje". No creo que le recuerden como el hermano playboy al que Humprey Bogart le levanta la novia (Audrey Hepburn) en "Sabrina"; pero permítanme que empiece mi comentario por esta última película: al lado de Holden, Bogart es un tímido economista que sólo sabe de números. Y Alec Guinness es un estirado británico. También, en "Grupo salvaje", Holden es el más violento (de espíritu) anciano que haya liderado una banda. Anciano como lo era Swanson, pues Holden también tenía 50 años entonces.

En "el séptimo amanecer" Holden interpreta a Ferris, un aventurero norteamericano que luchó con la resistencia malaya durante la segunda guerra mundial. Al acabar la guerra Ng, el compañero malayo se va a Moscú a formarse y Ferris se queda en Malasia, donde inicia una próspera carrera de terrateniente. Ocho años después, Ng es el líder de los terroristas que quieren la independencia de los británicos. La compañera de los dos durante la guerra, Dana, es la amante de Ferris (Ng estuvo y seguía enamorado de Dana, pero ésta no le correspondía) y es una líder de los malayos (a lo Gandhi). Ng le tiende una trampa a Dana para que los británicos la juzguen y la ahorquen y Ferris, muy a su pesar, se ve forzado a luchar contra Ng si quiere salvarla. Ferris acabará matando a Ng, pero no consigue llegar con la noticia a tiempo y Dana es ahorcada. La película no tiene un final feliz, como no lo tiene El crepúsculo de los dioses, Grupo salvaje, El puente sobre el río Kwai o (para Holden) Sabrina.

William Holden como Ferris, y Ng
 

La cuestión es que Holden en cada fotograma destila... no sé decirlo. Puede que sea, simplemente, virilidad. Pero bruta, en estado puro. Intensa. Mucha más que Burt Lancaster y por supuesto mucha más que Kirk Douglas. No sé, por citar a mis actores favoritos, Cary Grant destilaba elegancia incluso cuando hacía de malo, James Stewart era siempre el bueno más bueno del mundo (hasta John Wayne parecía uno de los malos a su lado), y John Wayne siempre hacía lo correcto. Y a Gary Cooper no podías dejar de mirarlo. Pero lo de William Holden es distinto. Es algo que irradia.

 

Viene todo esto a cuento de una reflexión que me hice al pensar sobre Holden. Y que ya me he hecho muchas otras veces. Los de mi generación somos capaces de ver películas antiguas. Y de disfrutar con ellas. En color o en blanco y negro; o mudas, aunque de éstas dan pocas por la tele, por no decir ninguna, y sobre todo si son de Chaplin. Los actores que he citado son monstruos que tenemos presente, sabemos y admiramos, y hay muchos más, actores y actrices, en ese panteón. Los jóvenes, en cambio, no.

No sé cuándo empezó el cambio. Quizá con la llegada de los grabadores de vídeo, que permitieron a los chicos elegir lo que querían ver. O quizá con la reducción de las salas de cine. O quizá fue tan solo que los grandes actores se fueron haciendo viejos sin relevo. O que los nuevos directores que llegaron en los 60 y 70 despreciaron a los grandes actores. No sé. El plantel de estrellas no se extinguió, siguió adelante con Clint Eastwood, Robert Redford o de Niro, entre otros, luego Tom Hanks, Denzel Washington o Nicholas Cage, Bradley Cooper y Matt Damon me gustan mucho entre los actuales, pero la nómina va decreciendo, y quizás más entre las mujeres. Ahora, las estrellas lo son por sus músculos y sonrisa perfecta, o eso me parece a mí. O quizás es que ahora la interpretación es algo diferente. O puede que no, que el cine siga siendo grande, como lo era en la época del cine mudo y en los años cincuenta y lo que pasa es que yo me estoy haciendo viejo.

Lo que sí es cierto es que los jóvenes de ahora ni saben quiénes fueron las estrellas del pasado, ni están dispuestos a ver sus películas.

Ellos se lo pierden.

 

 

Coque Malla - Me dejó marchar 

miércoles, 7 de julio de 2021

El Ebro en Tortosa

https://www.youtube.com/watch?v=6HyJgtBdVes 

 

 

Mi intención original era que el blog me sirviera como recuerdo de una época ya pasada, no de la ya pasada sino de la presente en el futuro. Esto es, que mis descendientes, dentro de cuarenta años, leyeran estos artículos y supieran a través de ellos más de mí, de lo que pienso, lo que hago, cómo soy y qué experiencias he tenido, y también, porqué no, cómo era la sociedad en la que me tocó vivir.

El problema es que a veces la situación política genera tanta mala gana que se le van a uno los deseos de escribir. Por ejemplo, en estos días.

Aprobaron los indultos; muy bien, ya está pagado y me olvido del tema. Para distraer a la opinión pública, lo que hizo Sánchez fue, al día siguiente, anunciar el fin de las mascarillas en los espacios al aire libre. Sin opinar sobre la medida, es evidente que estaba desde hace tiempo programada para su momento oportuno, y su momento oportuno era cuando generara máxima distracción, nada que ver con temas sanitarios.

Como aquello no funcionó, la siguiente cortina de humo fue anunciar (bajo la forma de negar) un futuro referéndum en Cataluña. Así ya no se habla de los indultos, sino de lo que se vote en Cataluña. Y como somos unos lerdos y él lo sabe, en realidad no hablamos de que se vote o no sino de si Sánchez tiene credibilidad o no. A él le resbala por completo nuestra opinión, y nosotros nos entretenemos con semejante debate estéril. Estéril, porque todos sabemos que Sánchez es el trapalón mayor del reino y, sin embargo, como ocurre con los indultos, ese hecho es pantalla pasada, agua que no mueve molino.

Por si el lector es de léxico reducido: trapalón significa, en la primera acepción del DRAE, "persona que habla mucho y sin sustancia", y en la segunda, "persona embustera".

Por si nos había quedado a los españoles alguna esperanza de que al menos el Tribunal de Cuentas sí sirviera para poner a los golpistas en su lugar (y no sólo a los pringados que pisaron la cárcel, sino a casi todo el entramado que nos ha hecho pasar los años que nos han hecho pasar), ésta desapareció en el momento en que el gobierno sanchista declaró que ahora tocaba quitar las "piedras que empedraban el camino". El camino de la "concordia", que dicen ellos. Todos, desde ese momento, fuimos conscientes de que lo que diga el Tribunal de Cuentas al final se quedará en nada.

El tema no se queda ahí, pues la Generalitat acaba de aprobar por trámite de urgencia máxima (tanto que aún ni ellos saben los detalles) que ellos, la Generalitat, avalarán (esto es, pagarán) con dinero público el dinero público que los malversadores gastaron ilegalmente cuando eran la Generalitat y que el Tribunal de Cuentas quiere que ellos (los malversadores) devuelvan a la Generalitat, que era la legítima propietaria de ese dinero público y que debía haber empleado en los fines sociales (o al menos legítimos) para los que los contribuyentes lo pagamos. Esto, que en cualquier país serio es inconcebible, era de todo punto esperable porque lo cierto es que ellos (la Generalitat) y los otros ellos (los malversadores) no son sino encarnaciones de la misma entidad (la mafia catalana) y con la colaboración activa o pasiva del gobierno de la nación la mafia dispone de Cataluña como si fuera su cortijo privado.

En cuanto a lo que he dicho del referéndum, ellos (los sanchistas) dirán que no se va a votar un referéndum. Y puede que no, se votará otra cosa; cualquiera, por lo que a los lazis les importa. Se trata de votar, y luego si eso ya iremos trabajando más la cosa. Por la concordia entre nosotros, claro. Y también ya veremos cuándo, que en eso los lazis tampoco tienen prisa: lo que ellos quieren es el tiempo que transcurre antes de la votación, que será el momento de retratarse y eso cuanto más tarde mejor.

Y viendo cómo están transcurriendo las cosas, seguro que en el camino caen también algunas cesiones a la Generalitat. No sé, financiación, competencias, el aeropuerto del Prat, los puertos,... ya se verá. Por la concordia, por supuesto.

La Generalitat va a demoler el monumento de Tortosa. Con la que está cayendo, la cosa no tendría más relevancia, pero es que es un símbolo. No de Tortosa (que sí lo es, pero no viene al caso) sino de la Generalitat. De la mafia catalana. De la diferencia entre lo que dicen y lo que hacen.

El monumento de la discordia

El monumento se construyó en el río Ebro en 1964. Y era un monumento a los caídos en la guerra civil. Con la llegada de la democracia y las sucesivas revisiones de lo que oliera a Franco se retiró toda la simbología franquista; pero el monumento, en esencia, pervivió. Como homenaje a los caídos de ambos bandos. Lo que pasa es que tenía una característica que no se había eliminado aún: se construyó en época de Franco. No hay más que hablar, eso lo hacía reo de muerte. Claro que...

Claro que para entonces estábamos en plena efervescencia del prusés, y las consignas de moda es que "en democracia lo natural es votar", el derecho a decidir y todo eso. Y se montó un referéndum para derribarlo. Ya había habido una votación interna en Tortosa, y los vecinos estaban sin ambages a favor de conservarlo. No querían que se derribara. ¿Qué hacer, entonces? Para ganar, lo que tenía que hacer la mafia era que el referéndum se votara en todas las provincias catalanas. Los de Tortosa, por su parte, no entendían porqué un vecino de La Pobla de Lilllet podía tener voto en ese asunto. Y, recuerden, en esa época la tesis de la mafia es que el futuro de Cataluña lo tenían que decidir los catalanes, no España en su conjunto. Hubo polémica, y Barcelona tuvo que recular: sólo votarían los tortosíes. Y, lo dicho: el monumento tenía que quedarse.

Como era de esperar, la Generalitat ha dicho que les da igual. Que lo quieren derribar porque se construyó en 1964, y lo van a derribar. Aunque los vecinos se opongan.

Como ya he dicho, la mafia de aquí se pasa las formas y las normas por el arco de triunfo. Y si Puigdemont y Junqueras han de pagar algo por sus delitos, no nos quepa ninguna duda que la Generalitat pagará en su lugar con nuestros impuestos. Salvo que, huelga decirlo, el gobierno de Sánchez les perdone la deuda. Por concordia, ya saben.

Entre tanto, el gobierno aprueba la ley trans, con la que cada persona podrá definir su género legal a voluntad; lo incomprensible del caso es que todo el mundo piensa que esa ley es una barbaridad por la memez que plantea, y sin embargo los del gobierno siguen a la suya como si fueran de otro planeta. Y la ley del sí es sí (carne también de chanzas y ridiculeces), y...

En definitiva, los sanchistas no quieren corregir desajustes de la sociedad, responder a necesidades o introducir mejoras, sino transformar la sociedad. Y no me gusta a dónde nos están llevando.

Para más inri, la pista de Wembley no estaba en condiciones y los jabalíes habían comido porquerías. ¿Qué tiene que ver esto con la situación política? Nada, pero incrementa el desánimo.

Y se le van a uno las ganas de testimoniar nada. San Fermín, y ni siquiera tenemos un triste toro que se lleve por delante a algún descerebrado. 




Quilapayún - Vamos, mujer