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miércoles, 3 de abril de 2024

Camino del abismo

https://www.youtube.com/watch?v=uWhkbDMISl8 

 

 

El lector recurrente ya se habrá dado cuenta (no cuesta mucho) de que acostumbro a quejarme por todo. Mi tesis habitual es que todo se hace cada vez peor, cada vez somos más peores técnicos, cada vez sabemos menos, etc. Cosas de la edad, es natural, y espero que la realidad me contradiga y sobre todo que aquellos a quienes critico estén dispuestos a quitarme la razón; pero ¿y si resulta que sí la tengo?

Este preludio lo motiva una experiencia que me ha ocurrido estos mismos días. Estoy diseñando una estructura y lo que mi cliente me facilita, a modo de especificación, es la barandilla de límite. En concreto, me facilita un estudio realizado por nada menos que todo un señor doctor arquitecto sobre esa barandilla. Al leer ese estudio se me cayeron los palos del sombrajo, como suele decirse.

Entiéndase: no es que el estudio estuviera técnicamente mal. No hay ningún error técnico: ¡si hasta emplea un programa de cálculo de estructuras para calcular la barandilla! Sí, el famoso Cype. Luego emplea otro programa de cálculo para calcular las chapas de anclaje al piso y luego otro para los tornillos de anclaje. Tres programas de ordenador, nada menos. ¡Como para estar mal resuelto!

Lo que pasa, dejando de lado que un arquitecto (peor: un doctor arquitecto) tenga que recurrir a 3 programas de ordenador para una simple barandilla, es que además  el informe es tan malo que no vale. Porque el arquitecto (perdón, doctor arquitecto) no empleó el sentido común, no pensó lo que estaba haciendo. Se limitó a aplicar la normativa a rajatabla y a analizar un tramo de barandilla como si fuera la única cosa en el universo. Y resulta que no es lo único en el universo, que hay más elementos, y que hay más cosas que las mínimas que establece la normativa. Así que su estudio está muy bien en un mundo ideal, pero no tiene aplicación práctica y no responde a lo que su cliente necesitaba. Salvo que el título de doctor en arquitectura lo regalen a cualquiera (no creo), el mozo (voy a presumirle juventud) tiene una capacidad demostrada. El hombre aceptó el encargo, por lo que se vio capacitado. ¿Entonces?

Los fallos que cometió el arquitecto (perdón, doctor arquitecto) no son achacables a un ordenador. Los programas que empleó resolvieron lo que el arquitecto les introdujo. No hay que darles más vueltas, el arquitecto no pensó. Él, sin duda, alegaría que no le advirtieron, que no le dijeron, que no... Da igual: el doctor arquitecto era él, y él tenía que haber pensado en lo que no pensó. Tal como yo hice cuando me dieron su informe. 

Pues bien, esto es cada vez más corriente. Los técnicos piensan cada vez menos. Llega un momento en el que no se trata de tener más o menos conocimientos, sino de sentido común. De imaginación (la capacidad de tener en la mente lo que aún no existe). De pensar, caramba. Y esto, se lo digo de verdad, cuanto más joven es el técnico menos piensa; y luego, cuando un anciano ingeniero les revela todo aquello que ni se les  habría ocurrido surgen los murmullos de admiración y los disimulados intentos de tocar el borde de nuestras vestiduras, pero no es eso lo que queremos. No buscamos reconocimiento ni adulación, sino que ellos hubieran hecho bien su trabajo. Que nos demostraran que podemos descansar, que quedamos en buenas manos.

Los fallos del arquitecto son típicos en un principiante. En un chaval que empieza, no en un doctor arquitecto. Sí, ya sé que les canso con la matraca de siempre, pero qué quieren que les diga. La realidad que me encuentro me reafirma en mi convicción de que vamos camino del abismo.



Blondie - Hanging on the telephone


 

viernes, 3 de febrero de 2023

La guerra es el infierno

https://www.youtube.com/watch?v=EeoFiBizcyE 

 

 

Me comunican que se ha muerto Karl, un arquitecto alemán con el que trabajé hace años. Era ya mayor, aunque no demasiado, pero sé que estaba enfermo del corazón. Pero aun así. Siempre se van los mejores, a veces. Como ésta.

Por edad, Karl era, lógicamente, hijo de un excombatiente. Excombatiente alemán de la segunda guerra mundial, no hace falta decirlo. Era inevitable que existieran personas como Karl. ¿Hijos de nazis? Eso es mucho decir: era hijo de un alemán que, sí, luchó con los nazis. ¿Le convierte eso a Karl en nazi? En absoluto, salvo que los alemanes fueran como muchos españoles que siguen acusando a los españoles de hoy de cosas que quizá (sólo quizá) habrían podido acusar tal vez a sus bisabuelos.

Pero es que Karl, me contó un día, nunca habló de la guerra con su padre. Mejor dicho, su padre nunca le habló a Karl de la guerra. Y Karl creyó saber porqué. Un día descubrió una foto de su padre de cuando entonces. No sé qué tipo de foto era, tal vez alguna de carnet de algo, de un salvoconducto o qué se yo, pero la vio. Y entonces supo qué hizo su padre durante la guerra, porque reconoció las insignias del cuello. Las dos calaveras. 

Su padre había servido en las SS en los campos de concentración.

A su padre lo alistaron y lo destinaron allí, cosas que pasaban. Supongo que el hombre, el chaval más bien, hizo lo que tenía que hacer. Supongo que no le gustó nada, y supongo que por eso jamás habló con su hijo de la guerra.

Su hijo nunca quiso preguntarle. 

Algo tiene la guerra, que los que la conocen sólo quieren olvidarla, y los hijos que no la viven perciben el dolor de los que sí y no quieren, tampoco, saber más de lo imprescindible.

La madre de Karl era francesa. El chaval no sería tan malo, pues. Y aquella generación entendía.

 

Ya que nosotros no aprendemos de los nuestros, aprendamos al menos de los de los demás. 

 

 

Vera Lynn - We'll meet again

domingo, 10 de octubre de 2021

Usptah el arquitecto

https://www.youtube.com/watch?v=11Q5a0q--98 

 

 

Usptah fue el arquitecto de Neferirkará, sucesor inmediato a Sahurá. Lo que se sabe de Usptah es que era muy amigo del faraón, y se sabe porque hay una curiosa inscripción en su tumba que traducida dice así: "El rey fue a visitar la obra y la alabó extraordinariamente. El rey le prodigaba elogios cuando se dio cuenta de que éste no le escuchaba. Los príncipes y personajes del séquito se espantaron al oir los gritos. El enfermo fue llevado a palacio y el rey hizo venir los sacerdotes ritualistas y los médicos de cámara. Su majestad hizo traer una caja con escritos. Pero el enfermo estaba muerto sin remedio. El corazón de su majestad queda lleno de tristeza; decía que daría cualquier cosa para retornarlo a la vida. Por fin se retiró a sus aposentos. El rey hizo tallar un ataúd de ébano; estuvo presente cuando lo embalsamaban". Parece ser que al arquitecto Usptah le dio un síncope cuando departía con el faraón, pero los conjuros que intentaron (los escritos que guardaba el faraón) no funcionaron porque Usptah estaba muerto y requetemuerto. La lápida acaba con una descripción del sepulcro del fallecido arquitecto y la dotación de un beneficio para funerales.

Y no se sabe más de Usptah el arquitecto.  

En el antiguo Egipto, Manetón es un personaje clave: fue un sacerdote e historiador egipcio del siglo III a.C. Es clave, porque sabía entender las inscripciones y los textos antiguos de los egipcios y sin embargo, por suerte para nosotros, escribía en griego. Que es un idioma que los modernos sí somos capaces de entender (los expertos, quiero decir), pero sobre todo los de la época romana y preislámica sí entendían. La obra de Manetón se perdió, pero se conserva citada por otros autores; un problema menor es que tenía mucho prestigio y, tratándose nada menos que de una historia del Egipto faraónico, fueron muchos los que quisieron manipular los textos para que pareciera que Manetón les diera la razón, pero ahora no viene al caso. Lo importante es que fue Maneton el que montó las listas de reyes y los dividió en dinastías.

El faraón Neferirkará era de la V dinastía, con lo que estos sucesos son realmente viejos: de hace unos 4.500 años. Sorprende saber que el faraón era tan amigo de personas normales (el faraón era un ser que se le creía divino o casi divino, y a los arquitectos todavía no), y cómo debió de ser su dolor para quedar recogido.

Por otro lado, no hay muchos arquitectos que puedan presumir de que 4.500 años después de su muerte se siga sabiendo algo de ellos. 

Y yo ¿cómo he llegado a saber de Usptah? Para empezar, ya les adelanto que no tuvo nada que ver con internet; de hecho, habría sido imposible.

Resulta que alguien encontró vaciando unas cajas (los detalles no los sé bien) un diccionario de arquitectura y pensó que a mí me gustaría tenerlo. Lo tengo delante, y fue escrito por Joaquín del Soto Hidalgo, expresidente de la antigua Federación Nacional de Ingenieros Diplomados (y otros cargos) en 1960. Si alguien quiere adquirirlo, se supone que ha de dirigir su petición al autor, en la calle del Desengaño nº 11, pero creo que podemos darlo ya por obra perdida y de la cual sólo se conservan unos pocos ejemplares, seguramente cada vez menos.


 Pues bien, en el glosario de términos el sr. del Soto introduce algunos arquitectos célebres (y no tan célebres, al menos para mí; por ejemplo, Bennon, que hizo la catedral de Spira bajo Enrique IV, y del cual dudo que encuentren información en internet). Y uno de esos nombres era el de Usptah.

Si usted quiere saber más sobre Usptah y lo busca en internet no hallará gran cosa, al menos si como yo se mueve en un rango de idiomas reducido. De hecho, lo único que encontrará es que se le cita en el libro Historia General del Arte de José Pijoan, libro que escribió en 1950, y del que seguramente el sr. del Soto extrajo la información sobre Usptah. El libro está más o menos disponible en internet, pero su conservación no invita a su lectura. Está claro que alguien, en su momento, decidió que sí era un libro que debía conservarse para los anales, pero también lo es que alguien decidió que ya no hacía falta conservarlo y lo borró; lo que se conserva es la copia internetera de cuando estaba en internet, y ya veremos lo que dura. También existe una referencia a nuestro arquitecto en otro libro: el catálogo de la colección Mayer, en concreto la parte egipcia, babilónica y asiria, realizado por Charles T. Gatty, ayudante del conservador; pero este libro en inglés es aún más difícil de localizar: está simplemente escaneado como imágenes, no está el texto pasado a texto como el libro de Pijoan. Aunque sí se lee más fácil que el de Pijoan.

Y ya está; yo no he encontrado más, y no creo que se me pueda acusar de haberme rendido demasiado pronto.

Lo que me lleva a...

Usptah ha sobrevivido, su recuerdo, 4.500 años. ¿Sobrevivirá 4.600 o hasta aquí ha llegado y su nombre se borrará del conocimiento humano en los próximos 100 años?

No sé qué responder. Es posible que algún novelista recoja la historia, escriba una obra de éxito y el nombre de Usptah obtenga miles de citas en el ciberespacio y así se asegure la inmortalidad (entiéndase); pero no creo que ocurra. Las personas normales, como usted y como yo, desde luego que no conocemos a nuestro protagonista; para nosotros no es que hubiera muerto hace 4.500 años, es que ni siquiera llegó a existir. Los arquitectos... Sinceramente, no creo que los arquitectos actuales tengan la base histórica de la profesión que demostró tener el sr. del Soto. ¿Habrá quien sepa responder a la pregunta de quién era, y quizá transmita su conocimiento a otros? Usted tampoco lo cree, ¿verdad?

Mi primo Paco es egiptólogo (aunque no ejerce); es posible que él conozca la historia de Usptah, es posible que la conozcan los egiptólogos; estos son el último bastión. Es posible que ellos no basen su conocimiento en lo que encuentren en internet (recalco: en lo que encuentren, no en lo que exista); sería lo lógico, ya que ¡son egiptólogos! Pero no sé qué decir. Aunque soy optimista: habrá egiptólogos que conozcan la historia, y que la cuenten a sus alumnos o a todo aquel a quien tengan ocasión; y puede que no lo hagan todos, pero quien lo haga la contará a muchos, y así poco a poco... al menos el nombre de Usptah no quedará enterrado por las arenas del desierto.

Y es que internet es como Egipto: sí, las cosas están ahí, pero sepultadas bajo toneladas de arena, nadie sabe dónde. Las cosas que sabemos sí sabemos dónde están, las cosas que desconocemos siquiera que existen no es probable que las encontremos.

- Pues como los libros, que también tendrán todo el conocimiento del mundo, pero si nadie los lee es como estar enterrado bajo tantas páginas...

No, con los libros es distinto. Interviene el azar, el ojear descuidadamente... De hecho, así cayó la historia de Usptah en mis manos. Si el libro existiera en formato electrónico, no habría ocurrido. No es lo mismo.

Eso sí, la próxima vez que vean una aburrida pared de jeroglíficos... piense que tal vez estén contando una historia como la de Usptah... solo que nadie lo sabe.

LBM1948, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons  

 

 

 

Amalia Mendoza - Fallaste, corazón

 

 


jueves, 5 de agosto de 2021

¿Es el BIM un verdadero cambio de paradigma?

https://www.youtube.com/watch?v=BBMcgREgyXU 

 

 

Respuesta: sí, lo es. El BIM es la herramienta clave para que las máquinas tomen el control. Es la quintaesencia de la renuncia del control por parte de los calculistas, y tras ellos vendrán todos los demás.

A aquellos que, por no ser calculistas, no tengan la perspectiva suficiente: los ordenadores se crearon para ayudar a los calculistas. En el principio, los ordenadores sólo calculaban. Cálculos aritméticos, primero, geométricos después, algebraicos más tarde. Invirtieron matrices, aunque usted no sepa qué es eso o qué trascendencia tiene. Pero así fueron las cosas, empezaron como una herramienta de cálculo. Herramienta a la que se le fue sacando provecho, eso sí: atrévase ahora a vivir sin ordenadores.

Con los años, los ordenadores, los chips, los cerebros electrónicos, han pasado a ejecutar muchas de las tareas que antes hacían personas. Pero nunca tuvieron el verdadero control: detrás siempre había personas. Siempre hubo ingenieros. 

Calcular la estructura de un edificio es un cálculo complejo. Es tan complejo que, de hecho, muchas tipologías estructurales, muchas maneras de construir un edificio, han estado ligadas a las posibilidades de calcularlas. Dicho de otra manera: usted no sabe de ningún puente curvo que no se haya calculado con ordenadores. De tablero curvo en planta, quiero decir. Sin embargo, a medida que los ordenadores han sido más potentes y se han desarrollado programas de cálculo más complejos y capaces, se han ido diseñando puentes cada vez más espectaculares. Más difíciles de calcular, también. Ahora nadie proyecta un puente de tablero recto si puede evitarlo, qué van a decir sus colegas de él como lo haga. Y con los edificios pasa algo parecido. Bien, para ambas cosas disponer de ordenadores ha sido una gran ayuda. Primero, hacían las operaciones matemáticas más farragosas. Luego iteraron y dimensionaron. Luego se mejoró la manera de introducir los datos, de crear los modelos, y se introdujeron las normativas en los ordenadores para asegurarse de que los resultados eran conformes. Las normativas cambiaron y se diseñaron pensando en que fueran ordenadores los que comprobaran la conformidad de lo que se proyectara. Se volvieron ininteligibles para los humanos, aptas sólo para los cerebros electrónicos. Hasta los planos sacaban, los ordenadores. Pero en todo el proceso había un ingeniero a los mandos.

Llegó un punto en que la informática permitió a los ingenieros crear modelos de lo que se quería, pulsar un botón y obtener los resultados. El ingeniero había proyectado sin tener ni idea de las normativas y las exigencias, sin saber si lo que había proyectado era complicado o sencillo, grande o pequeño, estético o antiestético, práctico o aparente. Y todo ello sin dejar de escuchar su sinfonía favorita de Brahms.

Creo que fue a principios de los 80, cuando aparecieron las máquinas herramientas de control numérico: es decir, tornos, fresadoras, máquinas manejadas por ordenador. Empezaba la era del CAM, la mecanización ayudada por el ordenador. Y al mismo tiempo, el CAD: el diseño ayudado por ordenador. En cuestión de segundos apareció el CAE: la ingeniería ayudada por ordenador. El técnico, con su ordenador, diseñaba la pieza y su mecanizado. En 1988 me presentaron un programa que diseñaba placas de circuitos integrados. En minutos. Poco a poco los ordenadores fueron usurpando (la palabra es un poco agresiva, pero descriptiva) las tareas de las ingenierías, y al final llegó el futuro: dado que todo podía hacerse por ordenador, hágase por ordenador a la vez. El BIM.

El BIM es crear un modelo de ordenador en el que todos aportan lo que tienen que aportar. Una reproducción informática completa de lo que se proyecta, sea un edificio, un avión o un coche de F-1.

El BIM es un cambio de paradigma en dos sentidos.

El primero de ellos, ya he escrito muchas reflexiones al respecto, es que supone la desaparición del plano como lenguaje del técnico. Ya no se hacen planos, carecen de sentido. Sólo los últimos escalones de la cadena, los obreros de la construcción, los necesitan. Ellos y los del pleistoceno que estamos camino de la extinción o aún no nos hemos adaptado. Nadie más. Y, como he declarado a menudo, al no emplear planos se pierde la capacidad de entenderlos y se evoluciona a sobrevivir sin ellos, a no necesitarlos. El BIM es la muerte del plano, y cuando esté de verdad desarrollado e implantado ya no habrá más planos.

(disculpen un momento; la mera idea de lo que escrito es para mí tan impactante que necesito unos minutos para asimilarlo).

El segundo cambio aún no ha llegado, pero llegará. No creo que ocurra en menos de diez años, pero sin duda será un hecho consumado dentro de 20. Y no será que no se ve venir, hasta un austrolopiteco como yo lo sabe y lo anuncia desde hace años.

Los programas de ordenador han ido usurpando la tarea de los ingenieros. Con su "deja, que ya lo hago yo" han terminado haciéndolo todo. Hasta el punto de que los ingenieros hemos incluso dejado de saber qué había que hacer: el ordenador iba a saberlo por nosotros. A pesar de todo, la usurpación nunca había sido completa: entre otras razones, porque había cosas que los ordenadores no podían resolver. No estaban aún desarrollados lo suficiente, también tardaron muchos años en conseguir ganar a Kasparov. Pero ya lo están. 

Veamos un ejemplo: un arquitecto diseña un edificio y le pasa su modelo BIM al ingeniero calculista para que "calcule" la estructura. El calculista pasa el modelo BIM por su programa de cálculo, el programa añade al modelo BIM la estructura y el calculista devuelve al arquitecto el modelo BIM, ahora ya con la estructura incorporada. Después del calculista le llegará el modelo al ingeniero de aire acondicionado para que repita el proceso en lo que a él atañe, al de incendios, al fontanero, al electricista, al arquitecto de fachadas, a los especialistas en suelos, paredes y otros acabados, a los carpinteros de ventanas y puertas, a todos los demás.

El primer eslabón, el más débil, el primero en caer, es el calculista. Es el más maduro, el que más ha sido usurpado por el ordenador. El que menos sabe lo que hace. El más prescindible. El que menos razones tiene para seguir existiendo: el arquitecto, con su programa de modelar BIM, en un momento dado apretará el botón de "dimensionar estructura" y se le dimensionará la estructura. El arquitecto podrá cambiar lo que quiera, y con el botón de "chequear estructura" sabrá si sus cambios son aceptables o no. No necesitará al calculista para nada.

A la desaparición del calculista seguirán todas las demás, con procesos análogos. Incluso sensaciones tan subjetivas como el confort de los usuarios serán reguladas por los ordenadores. ¿Acaso no existen ya los edificios inteligentes, que se autorregulan para el confort de los humanos que los ocupan? El BIM diseñará las instalaciones para conseguir el confort que se le establezca, no les quepa duda. Y adiós a los ingenieros que las diseñaban.

No sé si los calculistas aguantaremos 10 años. 20 seguro que no, no cabe duda. Y los demás no vendrán mucho después de nosotros.

Aunque no creo que desaparezcamos; ése es el segundo cambio de paradigma que supone el BIM: redefine la función de los ingenieros.

¿Qué haremos los ingenieros? A ver, ha de quedar claro que los ingenieros nunca desapareceremos, salvo que la humanidad vuelva a las cavernas. El ingeniero es el ingenio humano, y siempre habrá alguien que quiera discurrir. Ahora bien, el camino que marca el BIM es que el ingeniero se dedicará a inventar, a mejorar, a controlar que las cosas sean correctas, y a resolver los imprevistos. Más o menos, lo que ya hacen los ingenieros en las fábricas.

¿Y los ingenieros especialistas?  De nuevo, los calculistas somos el futuro en el presente. Trabajaremos de asesores cuando nos requieran, apareceremos cuando surjan problemas, cuando haya accidentes o imprevistos, y sobre todo buscaremos los márgenes, las cosas que los ordenadores aún no saben hacer. ¿Qué caramba!, ¿acaso no hay en las tripulaciones de los grandes vuelos un "ingeniero de vuelo"? Uups, ya no: los ordenadores terminaron sustituyéndoles.

No sé lo que nos deparará el futuro, pero estoy seguro de que dentro de muchos años, cuando echemos la vista atrás, veremos la implantación del BIM como un hito señero en el camino que habremos recorrido.




Así somos - Lágrimas negras



lunes, 26 de julio de 2021

¿Es el plano el lenguaje del técnico?

https://www.youtube.com/watch?v=HAKnWi15ycs 

 

 

Hace muchos años participé, como perito experto, en un juicio de patentes. El asunto era importante, y en consonancia no dictaminaba yo solo, sino que éramos tres  los ingenieros. Resumiendo, el juicio versaba sobre que una parte acusaba a la otra de estar vulnerando patentes de la primera. ¿Lo estaba? Para eso había que precisar qué era lo que estaba protegiendo la patente. Y ahí radicaba parte de nuestro problema: los planos de la patente no se correspondían al 100% con la memoria. Digamos que la parte acusada vulneraba o los planos o la memoria, no recuerdo. Yo era, con mucho, el más joven de los tres ingenieros, y en un momento de los debates el más veterano sentenció: "el lenguaje del técnico es el plano".  Decidimos que la esencia de la patente eran los planos y que en ellos nos teníamos que centrar.

Puede que alguno se escandalice, ¡cómo va a tener preferencia el plano! Pues la tiene, y así está establecido: en un proyecto, en caso de contradicción la preferencia la tienen, por este orden, los planos, las mediciones y presupuestos, el pliego de condiciones técnicas y, por último, la memoria.

Pasaron los años, y yo he seguido pensando que el lenguaje del técnico es el plano.

Yo, no hace falta decirlo, soy un ingeniero del pleistoceno. Soy de una época en la que había planos. Ahora que están desapareciendo, ¿qué?

Me ocurre cada vez con más frecuencia que, sea por taras genéticas o por incompetencia, las partes con las que trabajo, arquitectos y constructores, son cada vez más reticentes a plasmar sus ideas en planos. Y me cuesta un mundo entenderles. Me envía el arquitecto un modelo BIM (la palabra clave), un modelo tridimensional de su proyecto, y no puedo. O me envían los talleres sus modelos tridimensionales de la estructura, para que se los apruebe. 

Cuando un arquitecto me da un proyecto para calcular, lo primero que tengo que hacer es entenderlo. Y para entenderlo, lo disecciono. Lo divido en sus plantas, examino cómo se relacionan en vertical, todo eso. Pero en un modelo tridimensional esto no existe, es un todo. Ha de ser trabajo mío el extraer de ese modelo las vistas en planta y en alzado,y tener cuidado de no dejarme nada que pueda influir. Es trabajo mío. Antaño era del arquitecto, él dibujaba las plantas, las fachadas y los alzados. Ahora ya no, y no creo que sea para ahorrarse el arquitecto el coste de hacerlo pasándomelo a mí (aunque puede que sí). No, creo que es porque los calculistas modernos ya no necesitan tampoco los planos: meten el modelo 3D del arquitecto en sus programas, y ya calculan ellos por él.

Así que, por esta parte, soy un ingeniero del pasado, dirán ellos. Un ingeniero que aún entiende lo que calcula, quiero responder yo.

En el sentido contrario, cuando el ingeniero es el generador de planos, ocurre lo mismo. Ya todo se calcula con modelos tridimensionales, y los resultados del cálculo son eso, modelos 3D. ¿Quién quiere planos? Pues yo, porque sigo pensando en planos. Y necesito planos para comprobar que mi idea se ha desarrollado bien. Pero nadie más.

Hace unos años hablaba con una constructora. Estaban enamorados del BIM. Su capacidad para generar listados de mediciones. El BIM les permitía gestionar la obra con mayor facilidad.

El otro día entregué un proyectillo, una pasarela que tenía seis escalones en un tramo de su recorrido. Después de explicarle los planos a la arquitecta, me dijo que le parecía todo muy bien, pero que si no tenía unas perspectivas (vistas 3D, decía ella) para que se entendiera todo. Dio la casualidad que sí las tenía, porque el programa las había generado pero yo había descartado el plano porque para mí no aportaban nada y estaba en la montaña para reciclar. Lo recuperé, y con ese plano todo lo demás le dio igual.

Sencillamente, esa arquitecta ya no tenía la capacidad de vislumbrar la estructura sólo con plantas y alzados.

Al día siguiente, en otra obra, el taller me pide que le apruebe "los planos" antes de ejecutarlos. Los talleres modernos tienen dos características, cada vez lo veo más claro, y cuanto más modernos y a la última más acentuadas las tienen.

La primera de ellas es que necesitan que la dirección de la obra le apruebe los planos que ellos mismos se generan a partir de los planos que les da la dirección de la obra. Y no importa que me enfade y avise desde el primer día de que yo no reviso nada, que ellos construyan y si resulta que no es lo que yo quería ya me oirán. Es una causa perdida. No sé qué pasa en los talleres, pero ya no quedan técnicos con los redaños suficientes para asumir ellos la responsabilidad de su propio trabajo. Y es el signo de los tiempos.

La segunda característica es la aversión al plano. Son incapaces de dibujar. Absolutamente. Gracias a los ordenadores, ya no saben. Bien, eso lo tengo asumido, les pasa incluso a los arquitectos e ingenieros más jóvenes que yo. Pero en el caso de los talleres, su modelo 3D lo es todo. Y es lo que me envían. 

Por ejemplo, hace poco entregué una estructura. La estructura era muy, muy sencilla, y sólo hice un plano en A-3 en tamaño original; la cosa no daba para más y el cálculo me ocupaba medio folio. Bien, el taller hizo un modelo 3D de mi estructura ¡y me envió el modelo para que lo aprobara! Yo les respondí que no, y que si querían que me enviasen un plano. Que por fuerza coincidiría con el mío, ya he dicho que aquello era tan sencillo que no daba para más. Al final tendré que aprobar su modelo 3D, porque ellos no van a generar ningún plano, no van a fabricar hasta que yo lo apruebe, el cliente no tiene tiempo de que ellos se bajen del burro y no me compensa meterme en más discusiones.

Otro ejemplo, especialmente sangrante, fue uno en que la constructora decidió cambiar toda la estructura; yo les dije que podían, pero que yo no la iba a rediseñar. Así que contrataron a una ingeniería, que hizo el rediseño, y para ahorrar no le encargaron las uniones: ya se las resolvería, gratis, el taller que ejecutara. La ingeniería me pasó los planos y sus cálculos, y bueno. Pero luego el taller quiso que yo aprobara sus uniones. No hay problema, les dije, denme los planos que los miro. No me los dieron. Y tampoco me dieron el modelo 3D, porque no lo harían hasta que yo no aprobara sus uniones. ¿Qué me dieron? Páginas y páginas de anexos de cálculos generados por el programa IDEA (en el programa IDEA uno hace un modelo tridimensional de la unión y el programa calcula). Y querían que con esos anejos de cálculo yo supiera cómo iban a hacer las uniones. Y no conseguí, jamás, ni un simple croquis.

Si los nuevos talleres, los más modernos y vanguardistas, ya no usan un plano ni aunque les vaya la vida en ello, ¿tiene todavía vigencia el lema sobre el lenguaje del técnico? Es obvio que no: el técnico, en el futuro, ya no va a hablar mediante planos, y estos tiempos aciagos son la transición hasta que desaparezcamos los del pleistoceno y queden sólo los jóvenes. ¿Es bueno, es un avance?

Sí, sí que lo es. Supongo que sí. El lenguaje del técnico va a ser el modelo 3D, eso es todo. Lo importante es que el técnico tenga un lenguaje. Que haya técnicos que necesiten expresarse, no solo operadores de ordenador.

Y mi problema es que estoy, claramente, obsoleto. Era algo que tenía que pasar.




Jorge Cafrune - No soy de aquí


viernes, 14 de agosto de 2020

Un proyecto de 1863

https://www.youtube.com/watch?v=W7y1pvW60ng



Me han encargado una reforma en un edificio. Con la documentación que me han pasado incluyeron el proyecto original de la casa que había antes. Un proyecto de 1863.



Como cabía esperar de un proyecto de 1863, la memoria estaba escrita a mano. 

Con esmerada caligrafía. Me pregunto si sabrán los chicos de ahora lo que es la caligrafía. Da igual, el caso es que revela un esfuerzo con respecto a la presentación que, de esto sí estoy seguro, hoy en día es una rareza:


¿Y los planos? Sí, en 1863 los edificios no se construían sólo con las memorias. También con planos, planos como éste:


Lo he recortado, pero es cierto que los planos no tenían un cajetín como se acostumbra en tiempos más modernos (siempre que el arquitecto no quiera ser demasiado moderno). Tenían título:



Aparte de que emplearan tinta roja, la verdad es que he trabajado con proyectos de más de cien años después de éste y los planos de arquitectura eran muy parecidos. Antes de los ordenadores, los planos se hacían igual en 1963 y en 1863.

Eso sí, un par de detalles revelaban que sí eran planos antiguos.

El primero de los detalles:


Palmos. Dos escalas, en metros y en palmos. No puedo menos que sonreir.

El segundo es más sutil, y se da en la planta principal. El arquitecto refleja en los planos la distribución y titula las habitaciones: cocina, sala, dormitorio, alcoba,... pero también cuarto de labor, tocador, pieza de planchar,...

Y éste:



Ya no se hacen casas con oratorios. Y así nos va.




Pastora Soler - Quédate conmigo

viernes, 8 de marzo de 2019

Arquitectas




Hoy es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. De un tiempo a esta parte, la sociedad en España se divide entre feministas y fascistas. O lo uno, o lo otro. En concreto, es fascista aquél que no es feminista. Pero feminista de tener a los hombres encadenados en jaulas, ¡eh! Si no eres partidario de eso, eres fascista. Así son las cosas, oiga. Y, por supuesto, huelga general. Las funcionarias y las estudiantes, amén de las ociosas, huelga general. Las demás, las que día que faltan día que no cobran, han cumplido sus obligaciones. Faltaría más. Y es que España está llena de fascistas.

En estas condiciones, es comprensible que todos los medios de comunicación se llenen de artículos más o menos reivindicativos sobre las mujeres. Hay algún fascista que ha escrito algún artículo de opinión en contra, pero son minoría. Aunque no entre la gente que comenta, no sé si es que los feministas no leen o no comentan. El caso es que uno de los digitales que he leído esta mañana, en uno de sus artículos feministas incluía esto:

¿La arquitectura era una profesión machista? “Lo sigue siendo”, sostiene la directora de la Asociación de Mujeres Arquitectas de España (AMAE), Inés Sánchez Madariaga. “Muy pocas se integran en el mercado laboral y muchas menos consiguen progresar. La profesión está muy atomizada, muy precarizada y esta situación afecta más a las mujeres. Además, sigue siendo un sector muy masculino, tanto por lo que respecta a los clientes como a los colegas del sector”, explica.

Aunque no afecta solo a las mujeres, esta arquitecta explica que es una profesión en la que se sufre, a menudo, “acoso laboral y psicológico”. “Es un sector con altos niveles de agresividad en la obra”. Lo que desde fuera no se aprecia es que “al estar mucho dinero en juego --hace referencia al presupuesto de los proyectos-- y existir responsabilidades cruzadas, hay mucha confrontación, y a las mujeres nos cuesta más lidiar con estas situaciones”, sostiene.

Al contrario de lo que se pueda pensar, la discriminación no se genera en contacto con los trabajadores de la obra, sino con “colegas de profesión y con los jefes”. También los clientes suelen mostrar reticencias a que las responsable del proyecto sea una mujer, “piensan que no tenemos capacidad para liderar un proyecto de gran envergadura”, cuenta esta profesional. Tampoco ayuda “la cultura profesional dañina de estar disponible a todas horas, todos los días. Se piensa que quien no lo está, no tiene vocación”. Una situación que no es exclusiva para las mujeres, pero que “tiene un impacto añadido negativo” para éstas.

https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/estereotipos-genero-mujeres-trabajo-hombres_227850_102.html
Vaya. Nunca lo habría pensado. Conozco a algunas arquitectas, y son buenas, tanto como algunos arquitectos que conozco. Y conozco a algunas arquitectas de renombre y fama, y cuadran a cualquiera: usted me ha contratado a mí y por lo tanto aprobará todo lo que yo le diga, y si no le planto.

Por eso me ha chocado lo de que "hay mucha confrontación, y a las mujeres nos cuesta más lidiar con estas situaciones”. Siempre me ha parecido que, al menos comparada con las que acostumbro a afrontar yo, el arquitecto tiene confrontaciones muy débiles. Pero no soy arquitecto, así que supongo que no tengo ni idea. Que yo creo que sí que la tengo porque he trabajado y trabajo con muchos y les he acompañado en infinidad de situaciones, pero puede ser. Y luego está la idea de que las mujeres huyen de la profesión de arquitectas por la confrontación y agresividad inherente al oficio. Vaya, de nuevo. Sí, supongo que de funcionaria o de maestra de infantil las tensiones del día a día y los enfrentamientos con gente que está invirtiendo millones como los que está gestionando el arquitecto no se dan. Claro que no. Amén de que el horario es mucho más cómodo, no se puede ni comparar. Por no hablar del esfuerzo requerido para llegar hasta allí o del sueldo (esto es culpa del gremio de arquitectos). Por no hablar de la responsabilidad: un error del arquitecto puede valer mucho dinero, cuando no llevarle ante un juez y quizás a la cárcel. Seguro que las funcionarias y las maestras de infantil no tienen que estar preocupándose por lo mucho que pagan a su seguro de responsabilidad civil.

Y es que, gracias a Dios, el sistema de cuotas no ha entrado todavía en el sector de la construcción. Trabajan hombres y mujeres, si valen. A todos ellos se les trata igual y se les mide por sus resultados. Si no hay más mujeres, es porque no quieren las que valdrían. Y si no hay más arquitectas es porque ellas no quieren serlo. No hay ninguna presión de los hombres para que ellas no estudien Arquitectura. De hecho, que yo sepa, no hay en España ninguna profesión (salvo sacerdote católico, que no es ningún chollo) que esté prohibida a las mujeres.



Coda: la verdadera igualdad entre hombres y mujeres llegará el día que nosotros podamos quedarnos en casa con los niños, y que la mujer sea quien se tenga que deslomar para traernos las habichuelas y que no nos falte de nada a nosotros y a los niños. Ya nos preocuparemos nosotros de los chicos, los veremos crecer y disfrutaremos de su infancia.

Supongo que por eso soy un fascista.




4th + Main  - When you say nothing at all (versión)

viernes, 8 de diciembre de 2017

Un interés que empezó con un Tocón




En contra de la opinión de algunas personas, los reyes godos son anteriores a mi época. 

Por supuesto, yo no tuve que aprender de memoria en el colegio la lista de los reyes godos pero sí es cierto que nos enseñaron la lista de cuáles eran. No la recuerdo entera, claro, pero si me dicen un rey godo, me suena. Si me hablan de Sisebuto o de Suintila, los tengo identificados, pero a bote pronto no sabría decirles nada más sobre ellos. Un día lo haré, porque ahora con internet es muy fácil encontrar información sobre todo, y no sólo la historia de los reyes godos es muy entretenida (aunque nadie lo diría), sino que además casi todos tienen muchas historias muy curiosas que contar.

Pero ahora no se trata de hablar sobre los reyes godos.


1.- La arquitecta

Hace no mucho hablaba con una arquitecta de 28 años educada en Alicante y le contaba (o le quería contar, mejor dicho) que el Código de Hammurabi ya establecía las penas a aquellos constructores cuyos edificios se hunde. Mi problema estribaba en que la moza no sabía quién era Hammurabi. Al explicarlo resultó que ella no sabía quiénes fueron los sumerios, los acadios, los asirios y los babilonios; tampoco los hititas o los fenicios. No sabía nada de lo del Tigris y el Éufrates. Como justificación, me dijo que a ella le habían enseñado la Historia a partir de los Reyes Católicos. 1492. 

Pero la cosa no acaba ahí: la conversación derivó a un punto en el quise explicarle las distintas fechas que establecían qué era Edad Media y qué era Edad Antigua, qué era Prehistoria... y la moza no sabía qué era la Edad Media o qué era la Edad Antigua. Quiero decir, realmente no sabía qué significaba Edad Media: me preguntó si la Edad Media era antes de, por ejemplo, los romanos. Como quien responde por si suena la flauta. Más adelante, cuando le dije que Julio César conquistó la Galia en unos 7 años, ella me preguntó si luchaba contra los musulmanes. Ya saben, cuando en una conversación uno no quiere pasar por tonto e intenta meter baza de vez en cuando con alguna afirmación que demuestre que algo sí que se sabe.

Y no sólo eso: sobre muchas otras cosas lo desconocía todo. Había oído "la expresión" Rómulo y Remo, pero no sabía que eran. No sabía nada de los cartagineses, ni sabía por qué Cartagena se llama Cartagena.

No sabía la Historia Antigua de España. 


2.- Tocón

No sé si en alguna otra entrada he hablado de Tocón. De los libros de Tocón, quiero decir.

No recuerdo bien cuándo fue. Tengo vagos recuerdos, me parece que aquel día estaba enfermo, pero por la imagen en mi memoria de llevárme mi parte a una habitación en concreto, diría que ocurrió antes de la reforma de mi casa; yo tendría entonces, pongamos, ocho años. El caso es que un día llegó mi madre con (o trajeron a casa, tando da) una colección de libros de Tocón. Libros de tapa dura, por supuesto, con sobrecubierta y todo eso, pero eran libros infantiles (para la época): contenían algunas ilustraciones. La colección constaba de 12 libros, y me van a permitir el alarde, pero para regocijo de mis hermanos mayores voy a enumerar los que eran (sin clavar el orden).

  1. Tocón en las cruzadas
  2. Tocón y los vikingos
  3. Tocón en el Renacimiento
  4. Tocón con Aníbal
  5. Tocón en las cavernas
  6. Tocón en el Polo
  7. Tocón policía
  8. Tocón y el emperador
  9. Tocón y los piratas
  10. Tocón en las carabelas
  11. Tocón en las Termópilas
  12. Tocón y Gengis Kan
Es posible que me equivoque en alguno de ellos, no todos me gustaron. Pero no sé si captan la idea: Tocón, el protagonista, aparece en cada libro en un hecho histórico (salvo el de Tocón policía, que es un policiía de la Suretê).  El esquema en todos los libros es siempre el mismo: Tocón es un personaje anodino, uno que pasaba por allí (nunca sabe cuál es su origen y siempre es pelirrojo, lo que lo aún más extraño), pero por alguna extraña razón se ve envuelto en los acontecimientos históricos y los presencia en primera fila. Por ejemplo, en Tocón y el emperador lo reclutan para el ejército francés, progresa hasta convertirse en guardia de corp de Napoleón, forma parte de su escolta en la isla de Elba y lucha en Waterloo. 

El caso es que en aquel momento en casa éramos tres hermanos lectores (es posible que el cuarto hermano, ni mucho menos tan lector, fuera demasiado pequeño para la que se le vendría encima), y mi madre nos repartió los doce libros entre los tres. A mí me tocaron (o me llevé) el de las cruzadas (qué malo era), y los tres mejores: Aníbal, Gengis Kan y las Termópilas. Que todos leímos todos, faltaría más, pero cada uno cuidaba los asignados como suyos.

Esto del reparto quizá merezca una explicación adicional. Siendo muchos hermanos muy seguidos, lo normal es que no hubiera para todos. Si llegaba algún tebeo a casa, o dos, o tres, rápidamente cada uno se pedía el turno para leerlo: "primero para el Tiovivo y tercero para el Pulgarcito", por ejemplo. Al que lo leía primero se le consideraba el titular. Responsable de mantener el orden de lectura establecido (que nadie se los saltara), de recogerlo cuando andie lo estuviera leyendo, de cuidarlo. De ahí que nos repartiéramos los libros; yo guardaría y cuidaría mis cuatro libros asignados, y a cambio sería el primero en leer esos, los demás tendrían que esperar que los acabara.

Como para entonces yo estaba (era un niño) muy impresionado por la película "El león de Esparta", sobre la batalla de las Termópilas, yo estaba totalmente predispuesto para leerme esos tochos de novelas históricas. ¡Y vaya si lo hice!

Una consecuencia imprevista de los Tocones es que los tres pasajes históricos se convirtieron, y ya para siempre, en mis favoritos. Para mí, fueron las mayores gestas de la Humanidad. 

Y lo que más me impresionó fue el final de "Tocón con Aníbal", con Aníbal portando el cadáver del héroe que acababa de morir (en la realidad se suicidó, en la novela no lo recuerdo).

Una consecuencia adicional, ya que estamos, es que desde entonces, para mí, los romanos siempre fueron los malos.


3.- Amílcar

Al principio de mi andadura en el blog les escribí una entrada sobre Agatocles (no sobre Agatocles, sino usando la figura de Agatocles para presentar una idea, pero ahora no importa). Agatocles es todo un personaje y quizá algún día escriba sobre él, en este momento baste decir que era un caudillo de Siracusa en su lucha contra los cartagineses. Siracusa era una ciudad griega en Sicilia, en aquel momento la ciudad más importante del mundo griego (decadentes ya Esparta, Atenas y las otras), y Cartago era la potencia rival, que dominaba todo el Mediterráneo occidental. Cartago era una potencia porque, aunque fenicia, no se había involucrado en las luchas seculares que asolaban (y asolan) Oriente Próximo. Cosas de la paz.

El caso es que griegos y cartagineses, durante cientos de años, se las estaban teniendo tiesas en Sicilia. De vez en cuando salía un caudillo capaz, como Agatocles, y un bando se imponía al otro, pero poco a poco los cartagineses eran los que se iban imponiendo. Y en éstas, Roma metió sus narices. Empieza la primera guerra púnica.

La primera guerra púnica es como la primera guerra mundial: algo inevitable, que se veía venir, y que empezó por una nadería, un error que no debía haber ocurrido. La segunda guerra púnica, como la segunda guerra mundial, empezó por el odio del vencido al vencedor y por las ruinosas condiciones de paz que había establecido el vencedor. Y tercera guerra mundial no ha habido, pero la tercera guerra púnica fue por el odio del vencedor hacia el vencido: querían exterminarlos, que desaparecieran de la faz de la Tierra para siempre.

Bien, la primera guerra púnica duró 25 años. Habría durado muchos menos si hubiera comenzado unos años más tarde: habría pillado a Amílcar Barca más mayor, no tan joven, y éste se hubiera puesto al frente del ejército cartaginés mucho antes. Pero empezó cuando empezó, y cuando Amílcar obtuvo el mando ya Roma había aprendido.

En los 1.200 años de Roma, dos hitos cambian el curso de su historia. Uno, obviamente, es el asesinato de Julio César y el fin de la república; el otro es la primera guerra púnica. Antes de ésta, Roma era una ciudad que había dominado a sus vecinos primero, a toda la península al sur del Po en aquel momento, pero que no iba más allá. Por ejemplo, no tenía barcos. No era un pueblo comerciante, sino labrador.  Podríamos decir que "no se metían con nadie". Fuera de la península, insisto. Pero sólo hay 3 km de la península a Sicilia. 

En principio, la guerra púnica parecía un choque desigual, la poderosa Cartago, nada menos. Pero las naciones tienen su personalidad: España tiene su personalidad, Francia la suya, Alemania la suya, Inglaterra la suya, y Roma tenía la suya. Cartago, para hacernos una idea, hasta Agatocles no tuvo murallas. ¿Para qué iba a tenerlas? Roma, en cambio, llevaba siglos en luchas de ganar o morir. Yo no sé qué fue, pero la república romana jamás se rendía; siempre se levantó y continuó. En el caso de la guerra púnica, Roma no tenía barcos. No sabía construir barcos, no navegaba. Eran agricultores, caramba. Pero para luchar contra Cartago tuvo que aprender a construir barcos, y tuvo que aprender a navegar. Tuvo que aprender a luchar contra una ciudad poderosa, y lo hizo. Luchó. Puede que no ganara, pero no retrocedía. Como la primera guerra mundial entre Alemania y Francia. Luego llegó Amílcar y con él las victorias, pero Roma no se rendía. Y Cartago no era un pueblo de agricultores, sino de comerciantes. El poder de Cartago estaba en su comercio, y 25 años de guerra lo estaban deshaciendo. Más aún, los romanos eran su propio ejército; los cartagineses, ricos y refinados, no: pagaban a otros, a mercenarios de todas las naciones, para que lucharan por ellos. Y eso costaba dinero. Para cartago, las guerras eran la ruina, no negocio. Así que no les interesaba seguir y, a espaldas de Amílcar, firmaron la paz con Roma.

Eso sí, no sabían con quién estaban firmando. Como los franceses en 1919, las condiciones romanas fueron leoninas. Y Amílcar se fue de Cartago. 

Se fue a España, con un pequeño ejército de cartagineses, en principio para expandir el dominio de Cartago más allá de la zona de influencia romana. La mala noticia es que murió. La buena noticia es que con él se había llevado a su hijo Aníbal.



4.- Aníbal

Aníbal Barca es el mayor genio militar que ha habido nunca. Y no sólo porque saliera en Tocón. Su desgracia fue que era cartaginés.

Aníbal odiaba a Roma, y la lucha de Aníbal contra Roma fue la segunda guerra púnica. Las diferencias de la primera con la segunda podemos reducirlas a tres: ahora, había un cartaginés capaz al mando desde el principio. Segundo, el objetivo del cartaginés no era defenderse de Roma o mantener Sicilia, sino destruir a Roma. Y, tercero... Cartago ya no tenía barcos. Al igual que Alemania tras 1919, por el tratado de paz con Roma Cartago se había quedado sin armada. Así que Aníbal, que estaba en España (en Cartagena, Cartago-Nova, ya puestos), tuvo que ir a Roma a pie. La famosa gesta de cruzar los Alpes con un ejército de elefantes.

El cruce de los Alpes fue algo increíble, que espero desarrollar en otra entrada para no alargar ésta en demasía. Quedémonos con que cruzó los Alpes y el Po. Los romanos le enviaron ejército tras ejército, y él los derrotó a todos. Ticino. Trebia. Trasimenos. Cannas, donde con sus 40.000 hombres venció a un ejército de 76.000 romanos: 52.000 muertos y casi 20.000 prisioneros. El tipo llegó hasta Roma. Lo que pasa es que los romanos aún tenían tropas, y Roma era una ciudad amurallada. Aníbal no podía tomarla con lo que le quedaba de ejército tras tanto viaje, tantas heroicidades y tantas batallas. Necesitaba refuerzos, los pidió y esperó.

Y esperó, y esperó.

Aníbal, de hecho, no confiaba en su ciudad, en Cartago. Pero sí en su hermano Asdrúbal, que había dejado en España y tenía tropas allí. Lo que pasa es que los romanos daban para todo, y habían enviado un ejército al mando de Publio Cornelio Escipión a España y además interceptaron a Asdrúbal en Metauro, en el norte de Italia. Asdrúbal no era Aníbal, y perdió. No iba a recibir refuerzos, de España. Como mucho, de Cartago. Pero Cartago era ruin y mentecata, y no los envió. Al no hacerlo, Escipión pudo ir a Cartago. ¡Ay, amigo, eso son otras palabras! ¡Que vuelva Aníbal! Y Anibal volvió, pero el ejército que tenía en Italia no. Porque a esas alturas de la partida, cartagineses, en su ejército, le quedaban pocos, y la mayoría eran galos y gente así que había ido reclutando por el camino a Roma. Para más inri, para entonces Cartago ya se había rendido a Roma, pero como las condiciones romanas eran tan leoninas o más que tras la primera guerra, los cartagineses creyeron que Aníbal les salvaría y reanudaron la guerra. 

La batalla de Zama, a las afueras de Cartago, fue la batalla que perdió Aníbal. Casi venció, pero digamos, simplemente, que era una batalla que Aníbal no podía ganar.

Acabada la guerra, Cartago lo perdió todo menos la vida. Eso se la quitaron en la tercera guerra púnica, unos años después; una guerra que provocaron romanos viejos que se acordaban de Aníbal, y que les aterraba que un día Cartago se rehiciera. Mejor prevenir: fieles a su estilo, acabaron con todos y demolieron la ciudad. Fue el final de Cartago en la historia.


5.- La república de Roma

Sin embargo, y aunque desde niño me han caído mal, cuanto más aprendo de los romanos más me asombran. Los 500 años del Imperio no, me parece un periodo lamentable, pero los 500 años de república... ¡Ah, la República de Roma!

Cuando yo era chaval, veo que ahora ya no, en el colegio se estudiaba el sistema político de la república romana. Cónsules, pretores, cuestores, ediles, tribunos, todo eso. Pero no lo suficiente: creo que se debería estudiar más a fondo, extraer conclusiones, aprender de ello. Porque Cartago no es más que un pasaje en la Historia, pero la República de Roma... 500 años de éxito no se dan así como así. Es necesario entender qué pasó, qué la hizo grande, qué la destruyó.

Además, la República tenía algo que hizo a los romanos triunfadores; tenía que ser algo inherente a la república, porque luego el Imperio los convirtió en decadentes. Quizá fuera su sistema político, no se me ocurre otra cosa. Desde luego, eran crueles: mataban y exterminaban a pueblos enteros sin ningún escrúpulos. También eran rencorosos e inmisericordes: sus condiciones, cuando ganaban, eran demoledoras. Siempre se condujeron con orgullo y se comportaron como ganadores antes de empezar los conflictos: a menudo sus leoninas condiciones eran para no empezar las guerras. Sea como sea, el caso es que no abundaron los casos de pueblos que se quisieran quitar de encima el yugo romano: salvo los judíos, que son otros que también hay que echarles de comer aparte, no sabría decir ningún ejemplo. Así que algo tendrían.

Roma, como Inglaterra, siempre me han intrigado. ¿Cuál es la clave de su éxito? No es algo coyuntural, como España o Francia. Es algo en sus sociedades, que las hace triunfar frente a las demás. ¿Qué era? No lo sé, y me gustaría saberlo. 

Sea como sea, pienso que estudiamos poco la república romana. De hecho, nos concentramos (los que se concentran) en la parte peor, la de las guerras civiles, la época de Mario, la de Sila, la de Cicerón y la de su decadencia. Vale que es la más documentada, pero no es la parte que a mí me interesa. A pesar de las muchas páginas de gloria que en esa decadencia escribió.
 


6.- Mi arquitecta como botón de muestra 

Cuando lo pienso, me cuesta creer lo de mi arquitecta. Que no tuviera ni repajolera idea de la Historia anterior a 1492. Pero yo estuve allí, y la conversación fue real, fue franca. No hubo interés en ocultarme su sabiduría, en tomarme el pelo. De verdad que ella no sabía. 

Si esto me ocurriera con un peón en una obra, pensaría que esa persona no asimiló los conocimientos que le mostraron en la escuela. Pero no, hablamos de una persona con una titulación superior, con un máster. La clave es que es una persona joven, menor de treinta años. Es, pues, de lo mejorcito que consigue nuestro sistema educativo.

Sin embargo, no saber Historia es tremendamente dañino para la persona. El que no sabe Historia no lo creerá, como el sordo no puede entender el placer de escuchar música. Pero lo es. No sabiendo, la formación de esa persona es incompleta. Su visión del mundo es reducida, es como si viviera en una celda y no supiera nada del mundo exterior.  Y viene al pelo, en este momento, recordar una frase del romano Cicerón: "Si ignoras lo que ocurrió antes de que nacieras, siempre serás un niño".

En mi entrada sobre Agatocles animaba a conocer más de la Historia. Es divertida, es entretenida, es enriquecedora y aprenderla nos da la sensación de ser mejores que antes, de saber más, de no haber perdido el tiempo. Pero es una afición que hay que sembrar desde la infancia: mi arquitecta, me temo, nunca se interesará ya por saber Historia. Es imposible no pensar que nos encaminamos hacia una sociedad más pobre, menos desarrollada.

Y no, no veo Tocones por ahí, en las casas de nadie ni en las librerías. Ayer estuve en una, y no vi, en la oferta infantil, nada parecido. Sí vi los libros que en mi época serían para nilños de tres, cuatro y cinco años. Pero Tocones, ninguno.

No vamos bien.




Eddie Cochran - Summertime blues


sábado, 23 de septiembre de 2017

El caso M, como ejemplo

Charlo con un arquitecto. Me cuenta que han despedido a otra arquitecta que tenían, M.

Parece ser que M. era una inutilidad como profesional. La contrataron porque presentó un buen currículum, pero... Al llegar no empezó arrasando, al contrario. Pero lo achacaron a que siempre cuesta aclimatarse a la cultura del despacho; además, no estaba acostumbrada al tipo de proyectos que ellos hacían, quién sabe, quizá sería cuestión de tiempo. Y pasó el periodo de prueba.

Poco a poc se les hizo evidente: era una inútil.Pero en esas M. se quedó embarazada. Luego, la baja de maternidad. Y luego, la reducción de jornada. Que no es por nada, pero si M. ya era inútil a jornada completa, con media jornada más aún. Llega un momento en el que todo el mundo es consciente de que no tiene sentido asignarle una labor en un proyecto y, sin embargo, hay que dársela.

Al cabo de 3 años, la han despedido.

Hay dos tipos de personas: las que braman contra la empresa porque M. era una trabajadora honrada que estaba protegida por la ley como madre de un menor (o una menor, no sé) de 12 años, y las que opinan que M. ilustra la injusticia de esas protecciones.

Yo soy de estos últimos. Y pienso que estas protecciones no benefician a las madres, al revés. Porque quien contrata a una madre (o futurible madre) contrata también la mochila de protecciones que acarrea. Por lo tanto, a las madres esta mochila penaliza su competitividad.

O quizás es que yo soy un ingeniero del pleistoceno. En mis tiempos, cuando uno era padre no quería una reducción de jornada. Al contrario, había que ganar más garbanzos y eso se resolvía trabajando más aún, no sé si me entienden (los que lo vivieron, seguro que sí). Ahora, en cambio, se pide que se trabaje menos, "en compensación por el esfuerzo de tener un hijo". 

Y sí, es cierto que hay situaciones en las que el trabajador debe estar protegido por la ley. Pero pienso que esas situaciones han de ser excepciones o, como mínimo, adaptadas a las circunstancias (y que sea un juez quien decida si hay de haber proteccióno no). Aplicar el mismo rasero a una empresa de 10.000 empleados y a una empresa de uno o dos empleados no me parece justo.

No sé cuántos hijos nacen gracias a estas protecciones laborales, pero M. era una inútil y espero que ese despacho gane la batalla legal que sin duda les vendrá.

domingo, 28 de febrero de 2016

¿Proyectar? ¡Hasta un límite!




A todos los que proyectamos nos ha pasado: un cliente nos encarga un proyecto, y quiere que todo quede perfectamente definido. En el proyecto, quiero decir. No quiere que haya partes sin resolver. Sin sorpresas. Y sí, todo esto suena muy razonable... pero ¡ay del proyectista que en ese momento no se plante y le diga la verdad al cliente!

Porque la verdad es que no todo va a estar resuelto. Que no se va a definir cada detalle del proyecto. Que el proyecto, como mucho, servirá para que el cliente, si negocia bien, pueda cerrar con el constructor un precio completo, "llave en mano".

Pero no, los proyectistas solemos ser unos lilas y le respondemos al cliente que por supuesto, que ése es nuestro estándar de calidad y así trabajamos. Que lo que nos trae va a quedar totalmente definido en nuestro proyecto. Nos merecemos todo lo que nos pasa.

Y se lo digo yo, que en varias ocasiones he recibido felicitaciones por lo claro y completos que son mis planos y muchas cosas se han ejecutado sin yo enterarme o sin dirección facultativa porque el constructor no tenía ninguna duda y todo salía como estaba previsto. ¿Porqué no soy millonario, si tan buenos son mis proyectos? Pues por eso mismo: porque el número de horas que termino dedicándoles a esos proyectos es escandaloso. Lo que explica de paso el que yo sea muy caro y sin embargo esté sólo un par de peldaños por encima de la indigencia.

Perdón. Si usted no es un proyectista, llegado a este punto de mi discurso todavía no sabrá de qué le estoy hablando. ¿Acaso un proyecto no debe definir en su totalidad aquello que proyecta? ¿Qué es eso de que tenga lagunas y cosas que no se definen? Pues esto es así, incluso si el proyecto es de un submarino nuclear. Ítem más, aunque no he proyectado nunca un submarino nuclear (la ley me lo impide), me atrevo a afirmar que en los proyectos de los submarinos nucleares mi afirmación es más válida que nunca.

¿Cree usted que un novelista empieza a escribir su novela sólo cuando la tiene perfilada en su cabeza desde la primera hasta la última letra? Claro que no: tiene una idea y se pone a escribir. Puede que no la escriba por orden, no sé. Pero él se pone, y ya se le irán ocurriendo cosas y maneras de decirlas. Y en la construcción de algo ocurre lo mismo: muchas cosas ya se resolverán sobre la marcha, cuando haya que resolverlas.

Pero esto nosotros no lo sabemos explicar, y desde luego no en el momento en que deberíamos hacerlo, antes de contratar. Y, claro, hay clientes que creen que sí. Que el proyecto ha de definir todo. Y si encuentran algo que no está definido, a) reclaman su definición, y (lo peor) b) consideran que su definición ya está incluida en los honorarios del proyecto. Que lo quieren por la patilla, vaya. Más aún, hay un apartado c): nos acusan (de manera directa o subliminal, pero nos acusan) de haber hecho un trabajo defectuoso por incompleto y de haberles querido colar a ellos un trabajo incompleto por completo.

Cuando llegamos a esta fase, cualquier proyectista puede asegurarlo, es un espanto. Porque no, no es cosa de un detalle que se define y listos. ¡Si sólo fuera éso! Pero es que a partir de ese momento el cliente, el proyecto, se convierte en una gota malaya (lean a Salgari). En un dolor de muelas que no se va. En un no dormir. Hasta que el cliente se canse de perseguirnos.

La cuestión es que los proyectos, por definición, se entregan incompletos. Se hacen proyectos básicos y proyectos ejecutivos. A veces el proyectista se compromete a entregar los planos de taller, pero ésa es otra guerra. El acabado del nivel "proyecto ejecutivo", que es en el que nos movemos por lo general, no ha de definir todo. Más aún: no ha de definir todo, POR LEY.

Me explico:

El Código Técnico de la Edificación, en su documento SE, capítulo 2, punto 2.1.2: planos, dice así:
Los planos del proyecto correspondientes a la estructura deben ser suficientemente precisos para la exacta realización de la obra, a cuyos efectos se podrán deducir también de ellos los planos auxiliares de obra o de taller, en su caso, y las mediciones que han servido de base para las valoraciones pertinentes.
Los planos contendrán los detalles necesarios para que el constructor, bajo las instrucciones del director de obra, pueda ejecutar la construcción, y en particular, los detalles de uniones y nudos entre elementos estructurales y entre éstos y el resto de los de la obra, las características de los materiales, la modalidad de control de calidad previsto, si procede, y los coeficientes de seguridad adoptados en el cálculo.
Es decir: el proyecto ha de tener precisión suficiente para que se pueda valorar y deducir de él todo lo necesario para terminarlo. Y de terminarlo se encargarán el constructor y el director de la obra. No el proyectista.

A veces, cuando hago una oferta por escrito, introduzco una claúsula que dice que pasado un tiempo tras la entrega de mi trabajo (generalmente dos semanas en fase de proyecto, una semana cuando estamos en fase de obra), los planos se considerarán completos y aceptados si no ha habido ninguna reclamación en ese tiempo. Pasado el cual, lo que me pidan es un extra. Más que nada, como salvaguarda para la pelea que llegará cuando nueve meses después me diga "oye, que lo estamos ejecutando y nos tendrías que decir cómo hacemos el...". Pero esto no siempre funciona.

Como chascarrillo: esta semana me han venido con unas historias de algo que dibujé... en 2014.

¿Qué podemos hacer? Pues, lo primero, andar con ojo avizor: hay que detectar cuándo una petición es excesiva y reaccionar rápido. Porque al cliente los pies hay que pasárselos al instante. E intentar convencerle de que está equivocado. De que no hay que definir todo en el proyecto, que no es necesario. ¡Pero es que suena tan bien! Y es muy difícil rebatir algo que suena tan bien. Sin embargo, es fundamental. Hay que parar esas peticiones.

Así que, llegado el momento, toca hacer pedagogía. Explicar al cliente que el encargo es un nivel ejecutivo, que el trabajo entregado está en un nivel ejecutivo, y que él (el cliente), en el estadio actual, no necesita más. Que esté tranquilo, que todas esas indefiniciones que él (el cliente) ve no existen, porque se resuelven de forma inmediata cuando llegue el momento verdadero de resolverlas.

Y en esta pedagogía, agradezco que el Código Técnico lo diga tan clarito. Razón por la cual escribo este artículo, para que no se me olvide y por si a alguien le aprovecha también.






Haendel - Lascia ch'io pianga (Rinaldo)