Mostrando entradas con la etiqueta vida normal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vida normal. Mostrar todas las entradas

lunes, 11 de noviembre de 2024

Los guiones que ya no se usan

Hubo un tiempo, ya pasado, en el que se solía escribir con máquina de escribir, ya que para eso era. Es muy fácil reconocer un texto escrito con esas máquinas, tipo de letra aparte: los guiones. Cuando uno escribía no sabía cuánto espacio necesitaba y disponía para las palabras, y el espaciado era fijo: habitualmente las palabras no cuadraban con la longitud de la línea. La solución establecida era interrumpir la palabra con guiones, teniendo esta interrupción sus propias reglas.

El primer uso "personal" de los ordenadores fue el de procesador de textos. Quiero decir, existía el uso profesional, de los calculistas de estructuras, los que necesitaban otro tipo de cálculos y el de los que manejaban grandes cantidades de datos, pero fuera de ellos los ordenadores no hacían nada más. Hasta que aparecieron los procesadores de textos. Que tenían casi las mismas reglas que las máquinas de escribir (tipo de letra, espaciado de las letras), pero permitían justificar los párrafos mientras se escribía: podían aumentar ligeramente el espacio entre palabras. 

Pues bien: por ahí triunfaron y entraron en nuestras vidas. Un ordenador era una máquina de escribir mucho mejor que las máquinas de escribir, y máquinas de escribir necesitaba todo el mundo.

Con los ordenadores desapareció la necesidad de interrumpir las palabras. ¿Desaparecieron los guiones? No del todo: las personas que escribimos (en su época, no ahora) en las máquinas mecánicas mantuvimos la sensación de que las palabras largas había que interrumpirlas para que los espaciados entre palabras no fueran tan amplios. Y durante años, poníamos guiones en las palabras a medida que escribíamos.

Pero, la verdad, poco a poco hemos ido abandonando esa práctica. Los nativos digitales nunca sintieron la necesidad de emplear guiones, así que, sí, es cuestión de tiempo, pero a medida que los últimos mohicanos dejen de emplearlos, el guión para escribir palabras en dos líneas desaparecerá.

 

martes, 22 de octubre de 2024

Errores y causas

https://www.youtube.com/watch?v=BoaMajsmuPE 

 

 

Errare humanum est, dice el adagio. Sí, todos nos equivocamos a veces. Pero hay errores y errores. Veo en un episodio de Mayday: catastrofes aéreas un caso en el que el ingeniero de vuelo se equivoca al establecer la velocidad de despegue, no lo consiguen y mueren todos. El error era que la temperatura era de 30°F (están en los States) y él busca el dato para 30° en una tabla que está en grados Celsius. En otro capítulo se equivocan al pasar el peso en kilos de combustible a litros (se suministra en litros), y el avión se queda sin combustible a mitad de trayecto. Con los ingenieros de estructuras (y no sólo) a veces ocurre lo mismo. A veces un error tiene consecuencias terribles. No nos viene mal, pues, que dado que vamos a cometer errores (errare...) reflexionemos siquiera unos minutos sobre porqué cometemos errores y qué podemos hacer al respecto.

La mayoría de los errores se producen por las prisas. Si tuviéramos tiempo suficiente para hacer las cosas bien las haríamos bien. Cometeríamos errores, claro, errare humanum etc., pero dispondríamos de tiempo para repasar lo hecho o dicho, encontraríamos el error y lo solventaríamos. Por lo tanto, la primera tarea de un jefe es conseguir que su personal disponga de tiempo suficiente para hacer bien las cosas. Cuando un jefe médico asigna 6 minutos por paciente, un jefe de ingeniería asigna 16 proyectos a cada ingeniero, o con fechas de entrega imposibles, o un abogado ha de encargarse de 16 casos a la vez o a un técnico se le asignan 5 minutos para cada reparación o a un conductor un tiempo de recorrido... lo que el jefe está pidiendo son errores.

Con todo, las prisas es un factor que pocas veces podemos controlar; salvo que nos durmamos al principio y dilapidemos el tiempo que se nos asigna, por lo general las prisas nos vienen impuestas. Que sí, que la culpa será de otro (por ejemplo, quien ha retenido un mes un proyecto encima de su mesa y la fecha de entrega está fijada por factores externos), pero la cuestión sigue siendo la misma: hacemos el trabajo con prisas. Automáticamente debería saltar una alarma acústica y luminosa: "peligro de errores".

Otra gran fuente de errores es la soberbia. La soberbia nos lleva a la autocomplacencia, a pensar que vamos sobrados, que esto lo sabemos hacer hasta borrachos. A no poner cuidado, todos los sentidos, el máximo interés. También nos lleva, a menudo, a despreciar nuestro desconocimiento del asunto. A acometer tareas para la que no tenemos la pericia o la experiencia suficiente, por no decir que no se tiene ni repajolera idea del asunto; esto último, a mí, me ha ocurrido mil veces, y creo que me sigue ocurriendo aún: he hecho muchas cosas creyendo que sabía lo que hacía y realmente no lo sabía. Esta autocomplacencia nos lleva a la imprudencia, a no repasar, a no establecer un control de calidad, a dormirnos,... a los mismos problemas que nos llevan las prisas. Peligro de errores.

En ocasiones el problema no está en nuestro tejado. Por ejemplo, el cansancio. Muchos errores vienen por estar cansados. Por descontado, nadie quiere resolver nada estando cansado: cansado, lo que procede es descansar y todo lo demás ya se verá. Pero a menudo no está en nuestras manos. Se conduce de noche, al terminar un día agotador, o al llegar a casa hay que continuar, o en el trabajo nos están exprimiendo como limones. O la simple realidad, así son las cosas. ¿Saben los que acuden un domingo temprano a un hospital las horas que lleva trabajando sin descanso el médico que a lo mejor le tiene que operar de urgencia? Si depende de nosotros, nadie debe trabajar sin haber descansado lo suficiente, y menos que nadie nosotros mismos. Si no depende... bien, asegurémonos al menos que está activada la alarma de "peligro de errores".

Ligado con las prisas y también con la autocomplacencia: muchos errores se producen por falta de concentración. ¡Ay, las distracciones, cuánto mal hacen! Y no sólo las distracciones directas, sino también las veces en las que uno está pensando en otra cosa por la razón que sea: es muy difícil dejar los problemas a un lado, como también las ilusiones por los planes previstos (cinco minutos más y me voy de vacaciones...). No tiene nada que ver, y probablemente es pura casualidad, pero ¡es que me ha pasado varias veces!: mi último día de trabajo antes de las vacaciones de verano, a punto de terminar la jornada, he tenido un accidente de lo más tonto. El último, el año pasado, fue el colmo de los colmos: ese día hice una inspección y ya sólo me quedaba bajarme de una plataforma elevadora, despedirme de todos y volver a Barcelona; pues bien, al bajarme del último escalón solté la barra horizontal de la barandilla de la plataforma, ésta bajó de golpe y me atrapó el pulgar de la otra mano, que aún no había soltado la barandilla. Claro que no supera a aquella vez, hace años, que salí de la fábrica quemando rueda para recoger a la familia e irnos a Asturias y, furioso porque el coche de delante circulaba "demasiado despacio" arrimé tanto el coche a la acera para adelantarle con virilidad que me cargué una rueda y perdí toda la tarde en la reparación: por prisas, por autocomplacencia y por distraerme.

Otra causa de la que no nos damos cuenta es la frustración. Cuando algo no nos sale, a menudo nos obcecamos e intentamos repetir lo que no ha funcionado. En esos momentos la frustración no nos deja pensar con claridad, que es justamente lo que tendríamos que hacer. A veces alguien nos dice con cariño "anda quita, ya lo hago yo" o nos da algún consejo que nos haga parar y reflexionar, pero las más de las veces está en nosotros detectar que nos frustramos y que ése no es el camino.

Para terminar, muchos errores no saldrían a la luz si ejerciéramos un último paso, lo que en términos de ingeniería denominaríamos "control de calidad". Repase. Siempre hay que repasar, incluso por más prisas que se tengan: el repaso ha de ser parte de la solución, ninguna solución ha de considerarse tal si no incluye su repaso. Y esto vale para todo: ¿acaso no ha oído nunca eso de "pensar dos veces antes de hablar"?




Antonio Soler - Fandango en re (arreglos: Nils Mönkemeyer)

  

lunes, 30 de septiembre de 2024

Cuando el metro se llena

El metro inicia su itinerario. Los primeros pasajeros que suben encuentran los vagones vacíos y pueden elegir el acomodo que quieran. Habitualmente, eligen los asientos. 

Los siguientes pasajeros miran si hay asientos libres. Si los hay, los eligen también y se sientan. Si no los hay...

La inmensa mayoría de esos pasajeros, ya que no hay asientos, opta por agarrarse a las barras que hay junto a las puertas, ya que junto a cada puerta acostumbra a haber un apoyo de culo, que permite viajar algo más cómodo. Estos apoyos se acaban bastante rápido, pero las barras de las entradas a los vagones permiten agarrarse a más pasajeros. Son asideros cómodos, en el centro del vagón, el viajero los encuentra al acceder y cuando tenga que salir estará prácticamente junto a la puerta: una buena elección, y la más habitual. 



En ese momento la hemos liado. Porque los viajeros que sigan entrando se encuentran el espacio de acceso ocupado por personas que están agarradas a una barra. Todavía queda espacio entre las filas de asientos, pero el acceso está impedido por las personas de la entrada. Además, cuando llegue la parada en la que hay que bajarse, la gente que está en el acceso va a impedir que quien quiera apearse lo haga cómodamente, así que lo que suele hacer todo el mundo es apretarse contra las personas de la entrada y, si lo consigue, estirar una mano hacia alguna barra asidero. 

En hora punta, cuando suben los siguientes la entrada está cada vez más llena. Además, meterse dentro del vagón supone complicarse mucho la salida, y en el metro, que no espera a nadie, eso no interesa. ¡A buscar hueco, en la zona de acceso! Y así hasta alcanzar la densidad del osmio. 

La situación, es fácil de entender, va escalando con rapidez, lo que avala la sabiduría de la elección de quedarse en la zona de acceso: ni se puede ir más allá ni conviene, porque no hay salida para quien penetre más.

Solo unos pocos inteligentes, seguramente ingenieros, insistimos en acceder a la zona de los asientos: allí el aire es respirable, se está bien sin apreturas y además cuando los pasajeros que van sentados se quieran bajar tendremos el asiento a nuestra disposición. Que sí, que es lo lógico, pero por todo lo que he contado antes muchas personas creen que es una mala elección.

Mejor para los inteligentes. Los vemos, a esos desgraciados, apretados en las zonas de acceso, y pensamos: ¿pero no se dan cuenta que un paso a su izquierda se está mucho mejor?


 

lunes, 16 de septiembre de 2024

El tornillo

Las chicas de la Cruz Roja es una película española de 1958. En ella Tony Leblanc ejecuta el famoso chiste del tornillo:


Este chiste se ha contado infinidad de ocasiones con múltiples variantes adaptándola a los tiempos para que pareciera siempre un chiste novedoso, yo mismo en este mismo blog hace unos años. Y, sin embargo, en 1958 ya circulaba.

Esta claro que nosotros no inventamos el mundo. Nihil novum sub sole.

jueves, 18 de julio de 2024

Los 4 músicos de Bremen

https://www.youtube.com/watch?v=bh1WSueRsiQ 

 

 

Cuenta la leyenda que...

¿Conoce usted el relato de los 4 músicos de Bremen? Cuando yo era chico era un cuento infantil muy popular. Uno de tantos. Y tradicional, era un cuento que sin duda llevaba no sé cuántas generaciones contándose de padres a hijos. 

¿Cuentan los padres de ahora a sus hijos el cuento de los 4 músicos de Bremen? No sé de ninguna encuesta al respecto, pero no me extrañaría que fueran muy pocos los que lo hicieran. Y no creo que el de los músicos de Bremen sea el único relato que se está perdiendo.

¿Cuentan cuentos a sus hijos los padres de ahora? La verdad es que ésta debería ser la primera pregunta con la que empezar. Sin duda, nadie duda de la conveniencia de hacerlo. ¿Para qué se tienen hijos, si no es para contar uno los cuentos como uno quiere? Pero no me extrañaría que alguna estadística dijera que el porcentaje de padres que lo hacen es muy pequeño (debería ser el 99%) o que dejan de hacerlo cada vez antes (quiero decir, con los hijos cada vez más pequeños). La labor del padre es supervisar a sus hijos y llevar a cabo las servidumbres de la paternidad: alimentarlos, llevarlos al parque, vestirlos, asearlos, todo eso. Para contar cuentos, no hay tiempo. Los padres están muy cansados, bastante tienen con trabajar y conciliar (sea eso lo que sea) y reservar un poquito de tiempo para uno mismo, las excusas que quieran. Son solo excusas. Ninguno aducirá nunca que no es cuentista, que contar cuentos no le motiva, no es algo que le apetezca, no es su estilo.

Me da a mí que hoy en día no se cuentan cuentos leyéndolos de libros o recordándolos. Creo que la técnica habitual es que sea una pantalla la que se lo cuente al niño tan pronto como éste es capaz de ver una historia en una. Es una pena que no lean directamente de un libro, porque tengo para mí que la experiencia de que sus padres  les cuenten los cuentos leyéndolos de libros es, ha de ser, un punto importante a la hora de crear futuros lectores.

¿Cuál es su experiencia personal al respecto?

¿Viviremos en una sociedad en la que los padres no contaron cuentos a sus hijos? ¿Querríamos, si pudiésemos elegir, vivir en una sociedad así?


 Johann Strauss hijo - Obertura del murciélago

 

jueves, 11 de julio de 2024

De sendas y alcorces

En mis años mozos hice muchas excursiones por la montaña. Como era de esperar, me perdí muchas veces.

Las cosas eran muy diferentes, entonces, sin Google Maps y todo eso: ciertamente, había mucha más nieve, tanto en verano como en invierno (en invierno más nieve que ahora en invierno y en verano más nieve que ahora en verano, ha de entenderse), pero lo significativo para lo que nos ocupa es que antes los recorridos estaban mucho menos señalizados que ahora y había mucha menos gente. Ahora es difícil perderse (o quizá no tanto), ya que en muchos recorridos basta con seguir a los demás. En verano hay excursionistas de sobra. Pero entonces no los había, y lo reconozco: me perdí un porrón de veces. Muchas veces me perdí mucho.

Y en la mayoría de los casos, la razón por la que elegía un camino equivocado es que la senda a no tomar parecía mucho más ancha, mejor, más cómoda y/o más indicada que la correcta. O bien porque el alcorce parecía eso, un alcorce. Y luego resultaba que de alcorce, nada. Que aquello no llevaba a ningún sitio, si acaso a una trampa mortal.

Pero les aseguro que al principio siempre parecía una buena decisión. 

lunes, 8 de julio de 2024

¡Exijo australianos borrachos!

https://www.youtube.com/watch?v=4z2DtNW79sQ 

 

 

Veo las retransmisiones de los encierros de Pamplona, y cada vez me interesan menos; el colmo fue este domingo: los toros tardaron 2 minutos en llegar a la plaza, y luego dos toros estuvieron casi otros 2 minutos dando vueltas al perímetro, al trote, juntitos, sin echar ni un derrote a las gentes que poblaban el albero. Pero es que ni uno. Y menos mal, porque podrían haber hecho una matanza.

A mí me dio la impresión de que esos toros estaban muy entrenados. Como si todos los días les hicieran dar vueltas al perímetro del tentadero antes de echarles de comer, yo que sé. Y bien entrenados en que, sobre todo, no vayan a por las personas. A ellas, ni tocarlas.

Es el encierro en sí. Todo tremendamente preparado, diría profesionalizado. Día tras día, año tras año, veo a los mismos corredores casi en los mismos sitios, con la misma ropa, corriendo de la misma manera. Profesionales. Muy entrenados, con muchos encierros a sus espaldas. Controlan lo que hacen, no hay nervios, están tranquilos. Sin miedo al toro, sólo piden que los otros corredores les respeten y no les tiren al suelo. Y en la retransmisión de TVE inciden: que son mozos muy conocidos, que lo hacen muy bien, que tienen mucha experiencia. Y nos recrean con las buenas carreras que hacen, el fondo incluso que tienen.

También los toros: los ganaderos reconocieron hace años que los toros que van a mandar tienen un entrenamiento específico, los enseñan a correr para que lleguen a la plaza sin percances y luego por la tarde den un buen papel. No cualquier toro va a Pamplona.

Los cabestros: hace unos años los cambiaron porque se dieron cuenta que también los cabestros eran profesionales. Se sabían el recorrido de rechupete, lo que tenían que hacer, llevaban a los toros con habilidad y con velocidad, y el resultado eran encierros cada vez más limpios y más rápidos, tanto que hasta los mozos se quejaron.

La organización, por supuesto. Con el máximo interés de que no pase nada. Que los toros no resbalen, que no caigan, que los corredores estén todos preparados, en condiciones, con calzado adecuado, sin nada que les estorbe, y sobre todo sobrios. A poco que vean a alguien que no esté a punto, fuera del recorrido.

Y que estamos todos muy enseñados, a estas alturas. Conocemos los peligros de cada curva, dónde hay que irse hacia la derecha o a la izquierda, cómo comportarse.

El caso es que, al final, el encierro es una carrera popular de 2 minutos en las que muchas personas quieren correr en unas calles en las que apenas caben y se producen los consiguientes empujones y pisotones. En alguna ocasión, en algún momento, alguien cae y entonces recibe más pisotones y los mozos cercanos se empujan más unos a otros y se tiran unos a otros. Y cuando digo popular, entiéndase: es tan popular como el pelotón del Tour de Francia.

¡Exijo australianos borrachos! Exijo mozos que no dominen el encierro, incluso que no sepan muy bien dónde se meten, que tengan reacciones naturales y no fruto de la práctica y el entrenamiento. Exijo toros que no estén preparados, que tengan instintos, cabestros que les pierdan en contacto y que los toros se despisten, exijo que la calle no se prepare con antideslizantes. Exijo que los encierros sean algo que genere miedo y muchos de los que ahora acuden se lo piensen dos veces y decidan que si eso a los de mañana, que hoy nos duele un poco la barriga.

Sí, lo sé: no hay solución viable. Salvo que se prohíba a los mozos repetir encierro. Que ya sé que la esencia de los encierros es que los mozos "de la localidad" lleven los toros por las calles, de los corrales a la plaza donde los torearán, y que lo único que pasa es que todos tienen ya mucha práctica en eso, pero... aburren.




Bruce Springsteen - Streets of Philadelphia

 

lunes, 24 de junio de 2024

Hinchan las notas

Su hija ha terminado bachillerato y se ha presentado a las pruebas de acceso a la universidad. Su nota ha sido mediocre, en comparación con las antiguas notas, y risible en la actualidad; aunque ha aprobado, faltaría más. Le pregunto a la madre por tan malas notas, y me dijo que a ella no le extrañaba. Que su hija estudiaba muchísimo y se esforzaba, sí, pero que las Matemáticas y la Física, que no le entraban. Y no le extrañaba, porque ella, la madre, había estado estudiando con ella, la hija, durante el curso (la madre es ingeniera y la hija es hija única), intentando explicarle los problemas, las fórmulas, los razonamientos que llevan a las soluciones, todo en general, y se daba cuenta de que no. De que su hija no. 

—Es que les enseñan a resolver problemas, ella se estudia los cinco o seis ejercicios que tiene de cada problema, y sin embargo a la que le meten un ejercicio que combina cosas de dos problemas se queda en blanco, no sabe resolverlo.

Claro, venga la moza a estudiarse los ejercicios, a echarle horas, pero los aprende como un papagayo y a la que tiene que razonar, inferir, simplificar, crear similitudes, es incapaz.

—Pero a mí lo que me molesta —sigue contándome— es lo de las notas: les hinchan las notas. Yo a ella, en el mejor de mis días le pondría un 5, y eso por valorar lo mucho que se esfuerza... ¡y saca un 8,5! ¡Tenía una media, en el bachillerato, de 8,3! Les están haciendo creer que van bien, que están aprendiendo, y cuando llega el momento de la verdad se estampan.

La moza, por cierto, iba a un instituto público.



miércoles, 21 de febrero de 2024

Paro juvenil

https://www.youtube.com/watch?v=Qy01R9CEFFs 

 

 

El paro juvenil en España supera el 28%. La tasa de paro de los mayores de 25 años creo que ronda el 10,5%. ¿Por qué esta diferencia?

A vuela pluma, se me ocurren 4 posibles razones.

La primera es que las empresas pidan más experiencia de la que tienen la mayoría de los jóvenes. Es una posible razón, aunque suena idiota porque los jóvenes siempre han sido jóvenes y siempre han carecido de experiencia. O no: si antes un chaval empezaba a trabajar con 14 o con 16 años y ahora empieza con 18 o con 20, pues es normal que cuando antes a los 18 ya tenía cierta experiencia ahora las empresas echen de menos esa experiencia.

La segunda es que lo que pidan las empresas sea más formación de la que tienen. Cabe preguntarse entonces si la formación que actualmente se brinda es adecuada y suficiente. A pesar de lo que dicen los resultados, año tras año, de las pruebas de acceso a la Universidad. Por ejemplo, cabe preguntarse si la formación que reciben los, pongamos, estudiantes de ingeniería, es suficiente para trabajar de ingenieros. Y cabe preguntarse también si la formación que un joven elige para sí es la adecuada. Porque puede que sobren geógrafos y falten electricistas.

La tercera es el salario. No digo que sea una razón, sólo que es posible. Si el salario mínimo es muy alto, las personas menos cualificadas, menos formadas y con menos experiencia tienen difícil justificar con su trabajo un salario muy alto. Si el trabajador no se gana lo que cobra, el empresario no lo contratará, es así. Por otro lado, es posible que un joven de 18 años no tenga las mismas necesidades económicas que un adulto de 35 y lo que es un mínimo admisible para él no lo sea para el joven: el joven estaría dispuesto a trabajar por menos dinero... pero la ley no le deja. Y es que queda muy bien vender a los jóvenes que cuando trabajen cobrarán al menos 1.200 euros y callarse que con esa exigencia nadie los contratará pero que si cobraran 800 tendrían ofertas a patadas.

Y la cuarta... ¿es posible que la razón sean los mismos jóvenes? ¿Es posible que gran parte de los jóvenes carezcan de los valores adecuados, pongamos sentido de la realidad, responsabilidad, capacidad de sufrimiento, esfuerzo, autoexigencia, valentía, humildad o qué se yo? ¿Cabe la posibilidad de que muchos jóvenes no tengan la actitud adecuada?

También es posible que una de las razones sea que los causantes (de las razones) se nieguen a la autocrítica y a reconocer que algo pueden hacer para cambiar la situación. Por ejemplo, intentando prestigiar profesiones desprestigiadas o al menos explicar a los chavales qué son esas profesiones, para qué sirven, por qué son necesarias, si ya cuesta que un adolescente sepa qué trabajo hace un ingeniero no pretendamos que quiera ser encofrador, matricero o fresador. No sé, se me ocurre. 

 

 

 Alabama - I'm in a hurry (and don't know why)

lunes, 29 de enero de 2024

Ese país imaginario

https://www.youtube.com/watch?v=UIfiaF-tn6I 

 

 

El pasado 30 de diciembre, el Diario de Tarragona publicaba la siguiente carta de un lector:



Carta que traduzco así:

La boca de Miriam Nogueras

Leo la carta que le ha dirigido José Ángel Passolas Soberon, 'La boca de Miriam Nogueras', escribiendo: «Cuando el odio y el sectarismo se juntan, se forma la bomba». En desacuerdo le solicito la publicación de la respuesta. No es ni odio ni sectarismo. Es la respuesta al maltrato que Cataluña ha recibido durante siglos: lengua, déficit fiscal, bombardeos cada 50 años a Barcelona y el ataque a la idiosincrasia diferente de la española. El Sr. Passolas no conocerá el Decreto de Nueva Planta firmado por Felipe V, el año 1717, cuando destruyó el primer Parlamento democratico de Europa creado en  el siglo XIII y su gobierno, prohibiendo la lengua y desposeyendo de las leyes que habían regido durante siglos. Un santanderino de pro, nacido en Gandesa y amigo mío, Antoni Altadill, catedratico y presidente de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, se lo explicaría. Siempre comentaba que desde el norte de España conquistaron los territorios de los árabes de cara al sur. Cataluña, país europeo, nacido el año 799, proviene del Imperio Carolingio. Tenemos bases diferentes y España ha impuesto la lengua, las leyes y ha ganado las guerras. ¡No es odio; es desacuerdo con el maltrato!

Anton Monner

Gandesa

Y se hizo el silencio. Todo el mundo meditó lo que acababa de pasar. El retrato que ha hecho una persona de sí misma.

Dejemos de lado que su gran amigo Antoni (yo más creo que Antonio, pero da igual) no figura en la relación histórica que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico proporciona en su web (https.../presidentes-y-jefes-de-unidad) sino como jefe de la oficina de planificación hidrológica: no tiene importancia y este pecadillo venial le puede pasar a cualquiera. Lo que nos asombra es que el sr. Monner cree sinceramente lo que dice. Y que, se infiere, fruto de ese entendimiento, él odia a España siquiera por reciprocidad.

Cuesta entender fuera de España a algunos catalanes, como el sr. Monner. Cuesta, porque no se sabe que esos catalanes, como el sr. Monner, por la razón que sea creen que la Historia fue así y las motivaciones de lo que creen que pasó fueron las que creen.

Y lo peor es que en Cataluña se sigue enseñando en muchas escuelas esta doctrina. La tesis del sr. Monner es la tesis oficial aquí, lo que propala el Gobierno autonómico y ese gran ejército de lacayos suyos sin mente que, como quedó patente en los sucesos del 2017, son la mayoría de los directores de escuelas e institutos públicos de las provincias catalanas.

En fin, yo no sé qué se ha de hacer en estos casos. ¿Desprogramarle el cerebro? ¿Tratarle como a un loco, ignorarle? ¿Decirle que se vaya a freir espárragos? ¿Expulsarles de España? 



Little Big Town - Next to you


miércoles, 27 de diciembre de 2023

Mis versículos favoritos XX: el plato de lentejas

https://www.youtube.com/watch?v=RV9jIle7Gl0 

 

 

Leo un artículo en prensa y hace referencia al plato de lentejas. Los que entienden la referencia y son conscientes de la situación política actual no necesitan más pistas sobre el sentido del artículo, pero... ¿sabe todo el mundo qué es lo del plato de lentejas?

Me temo que no. Igual que hay muchos españolitos de a pie que no saben quién fue Julio César, estoy seguro de que hay muchos más que desconocen la historia del plato de lentejas. Y esto me parece terrible, porque estamos hablando de nuestra cultura. Una cultura que hemos decidido desconocer porque es de raíces cristianas (judeocristianas, en este caso), y lo cristiano no es progre, es de fachas. Es de extrema derecha; por lo tanto saber el origen de la expresión "por un plato de lentejas" también es de extrema derecha. El verdadero progre no ha de conocer el origen del plato de lentejas, de hecho si es un progre pata negra no ha ni de conocer la expresión.

Y eso que, caray, no es tan difícil. Pero es un tema de cultura general. Habría que explicar quiénes eran Isaac, Esaú y Jacob, la historia de la familia y su importancia, el libro del Génesis, qué es la Biblia. Todo ello de extrema derecha cuando no de derecha extrema. 

¿Nos parece bien? El último informe PISA habla del retroceso importante del nivel de los muchachos en comprensión lectora, en ciencias y en matemáticas. No investiga PISA lo que es o debería ser cultura general, los mitos e ideas que conforman nuestra sociedad desde tiempos remotos, los nombres de las personas más significativas de nuestro pasado. Al final, limando nuestros conocimientos, anulando nuestras tradiciones, reduciendo todo lo que nos hace diferentes y especiales, terminaremos viviendo, todos, en el prototípico suburbio norteamericano de las series, comprando en los centros comerciales y en las mismas franquicias que encontraremos allá donde fuéremos, celebrando las mismas fiestas americanas a las que no les encontramos sentido pero son cool, y asombrándonos de viajar a Europa.

 

 

Se cuenta en el libro del Génesis que Isaac, el hijo de Abraham, tuvo dos hijos. El mayor se llamaba Esaú y era, digamos, todo testosterona. El pequeño era Jacob, y la antítesis de su hermano. Esaú era el favorito de su padre, y Jacob el de su madre. Curiosamente, los dos hermanos eran mellizos, pero el que primero salió fue Esau y el segundo Jacob, "agarrando con su mano el talón de Esaú" (Gen 25, 26). Esaú fue cazador, Jacob beduino. Siempre estuvieron a la greña: los descendientes de Esaú fueron los edomitas, con los que se estuvieron partiendo el careto los israelitas (más adelante Jacob cambiará su nombre por Israel) durante siglos, pero puede que el origen del relato fuera un ancestral y antropológico choque entre los cazadores y los pastores recolectores, seguramente en una época en la que en Palestina coexistían ambos estilos de vida.

De los dos, el que pasó a la historia fue Jacob, al igual que a la larga se se impusieron los pastores y recolectores a los nómadas y cazadores, pero a mí me llama la atención un rasgo curioso: Jacob era, podría decirse, un canalla de tomo y lomo. No era, desde luego, un santo varón como su padre Isaac ni muchísimo menos el modelo de santidad que fue Abraham, sino que era un pillo redomado. Luego resultó una buena persona, pero en los años en los que tuvo que salir adelante aprovechó todas las oportunidades que tuvo.

Entre ellas, la historia de las lentejas:

Un día que Jacob estaba preparando un potaje, llegó Esaú del campo, agotado. Esaú dijo a Jacob: «Dame un bocado de ese potaje rojo, pues estoy agotado». Por eso se lo llamó Edom. Jacob respondió: «Véndeme ahora mismo tus derechos de primogenitura». Esaú replicó: «Estoy a punto de morir, ¿de qué me sirve la primogenitura?». Jacob le dijo: «Júramelo ahora mismo». Él se lo juró, y vendió a Jacob su derecho de primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y potaje de lentejas. El comió y bebió; luego se levantó y se fue. Así menospreció Esaú sus derechos de primogenitura.

Gen 25, 28-34

Ya está, no tiene más complicación. Un relato antiquísimo, pasado por un redactado religioso, que nos habla de nómadas y sedentarios. Esaú, se nos cuenta antes de este fragmento, era un cazador, Jacob un "hombre de tienda". Fácil es imaginar que Esaú un día saldría de caza y que la expedición resultaría infructuosa y agotadora, y que al regresar al campamento se encontraría a Jacob disfrutando de las comodidades del mismo, con la pitanza preparada. Es algo que sin duda le ocurriría muchas más veces a los cazadores que a los pastores y recolectores: si cazan, comen mejor, pero si no cazan les toca ayunar. Y sin duda en el momento del relato Esaú llevaba mucho ayuno encima. Algo que no conmovió a su hermano mellizo, al contrario.

Esaú renunció a sus derechos de primogenitura a cambio de un plato de lentejas. ¿Cabe en alguien tamaña estupidez? Pues sí, porque esta escena se repite más veces de las que creeríamos. Es cuestión de la inteligencia de cada uno saber en qué lado del trato está.

 

 

W. A. Mozart - KV317 Misa de coronación: Kyrie

 

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Las mujeres y el ajedrez

 https://www.youtube.com/watch?v=GVdt3x9jdOk

 

 

Es un hecho que las mujeres no son tan buenas al ajedrez como los hombres. Que una mujer gane a un hombre al ajedrez es tan comprensible como que una mujer gane a un hombre al tenis, hay muchísimas mujeres que juegan muchísimo mejor que la inmensa mayoría de los hombres. Pero cuando nos metemos en en los niveles altos, donde los que están compiten, los mejores son varones. Todos los mejores. La mejor jugadora de la historia ha sido Judit Polgar, húngara. Oí hablar de ella cuando tenía (ella) 14 años, a los 15 consiguió el título de Gran Maestra Internacional y es la única que ha conseguido figurar en algún momento en la lista de los 10 mejores ajedrecistas del momento: ha llegado a ser la número 8. Y no hay discusión en que ha sido la mejor jugadora de la historia. 

Pero el ajedrez no es el tenis. Es un juego mental. Un jugador paralítico puede ser el mejor del mundo, no hay problema. Aquí el físico no importa, o al menos se supone que no. Tampoco hay nada en las reglas que penalice a la mujer y favorezca al varón. ¿Entonces? ¿Por qué los varones son mejores que las mujeres al ajedrez?

No se sabe. Al menos, yo no lo sé. Pero el tema no es nuevo, lleva décadas estudiándose: recuerdo haber leído un libro de los años 50 sobre el particular. Teorías hay muchas, explicaciones que uno puede querer creérselas: por ejemplo, que la tensión física que supone una partida la resiste mejor un varón que una mujer. Puede que algo haya, porque los más grandes jugadores de la historia murieron "jóvenes" (en torno a los 54 años) y por causas o con complicaciones cerebrales. Pero ¿en serio estamos diciendo que las mujeres no soportan físicamente los nervios de una partida tan bien como los hombres? Sí, claro, es posible,... pero. 

Y sin embargo, es un hecho. Una realidad indiscutible. Alguna explicación ha de tener.

El libro que he mencionado que leí (Reuben Fine, La psicología del jugador de ajedrez) era, digamos, freudiano. Era un libro de psicología, de hecho explicaba la muerte de esos grandes campeones por los efectos acumulados de la gran tensión de los campeonatos, pero lo que buscaba era saber si había algún tipo de motivación psicológica inherente al ajedrez que hiciera que esos campeones se implicaran tanto en el juego. Y su conclusión es que tenía que haberla (y, por descontado, era una motivación "freudiana"). Es decir, que el ajedrez permite como ningún otro juego una liberación de una tensión freudiana, y como esa tensión freudiana se da principalmente en los varones es normal que los varones ganen a las mujeres en este juego.

Yo... No me convence, no. Pero tampoco sé dar una explicación más convincente. ¿Es el ajedrez un juego sólo para hombres? Supongo que a la postre sí. Que las motivaciones para querer jugar y ganar, aunque no freudianas como las que apuntaba Fine, sí son más fuertes en los hombres. La competitividad, el afán de prevalecer, de machacar al rival, de dominar. El destruir el ejército del otro, la búsqueda constante de la victoria: el objeto de todos los movimientos desde el principio es ganar la partida, a diferencia de, por ejemplo, el dominó, los juegos de cartas o casi todos los juegos de mesa, en el que pasar un buen rato es a menudo más importante. Sí, algo de eso tiene que haber. 

El caso es que las mujeres no son tan buenas al ajedrez como los varones. Y la única explicación que se me ocurre es lo que he apuntado en el párrafo anterior y que se resumiría en que no se esfuerzan lo suficiente

No tengo ni idea de porqué, pero es un hecho. 

 

 

Billy Joel - As so it goes (versión de The King's singers)