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lunes, 26 de febrero de 2024

La chispa de la vida

La famosísima canción de Coca-Cola, "La chispa de la vida" tuvo un impacto tremendo. Recordemos uno de sus vídeos que aún circulan en youtube.com:


El tema, por supuesto, tenía una versión "original" americana:




Pero pongo "original" entre comillas porque era una versión de una canción original del grupo "The new seekers", I'd like to teach the wolrd to sing, que sonaba así:
 

Y, por si alguien se lo preguntaba, sí, también había versión en español de la canción original:



 

viernes, 15 de diciembre de 2023

A mi madre le gustaba Nat King Cole

https://www.youtube.com/watch?v=JErVP6xLZwg 

 

 

Nat King Cole nació en 1919 y murió en 1965 antes de cumplir los 46 años, de cáncer de pulmón. Era un negro de Alabama (aunque siendo niño se mudó con su familia a Chicago) en esas décadas, así que se pueden imaginar el resto: él sí sufrió racismo del bueno. El pobre tenía problemas con los blancos porque era negro y con los negros porque... gustaba a los blancos.

A mi madre le gustaba Nat King Cole. Y teníamos en casa un disco, Cole Español creo que se titulaba, aunque puede que fuera Nat King Cole canta en español, no recuerdo. Mis padres tenían poquísimos discos, pero éste era uno de ellos.

Cole no hablaba español, según parece: era un zote para esto de los idiomas. Resulta que lo que hizo fue aprenderse las canciones en español palabra por palabra.

Yo, de pequeño, oía el disco de Nat King Cole. No tenía muchos discos por entonces y la verdad es que las canciones eran muy agradables.

Con los años, Nat King Cole me ha ido gustando cada vez más. Y canciones como la que acompañan este artículo... ¡buf!, hay que saborearlas despacio.

 

 

 

Nat King Cole - L-O-V-E 

jueves, 6 de abril de 2023

El final

 

 

La canción The End, de los Beatles, es una canción singular: fue la última que grabaron. Es también la última de su último disco (aunque Let it Be salió publicado al año siguiente, pero esa es otra historia), si descontamos una ocurrencia que pusieron después de The End, Her Majesty, una pieza de 26 segundos, cuatro frasecitas que canta Paul acompañándose de una guitarra, sin participación de ningún otro beatle, y que originalmente iba a ir más adelante en el disco, luego se decidió quitar y por una cadena de errores se puso al final, a Paul McCartney le gustó y se quedó ahí. Pero la última canción iba a ser The End.

The End también es especial por otra cosa: los solos.

Como todo el mundo sabe, Ringo Starr no fue uno de los beatles originales. Cuando decidieron cambiar de batería y "fichar" a Ringo, en las charlas que llamaríamos "entrevistas" le preguntaron qué pensaba de los solos de batería: Ringo los detestaba. Y en ninguna canción de los Beatles hay un solo de batería. Excepto en la última, The End.

Chascarrillo adicional: también es la única canción de los Beatles en la que la batería de Ringo se grabó en estéreo original. Y se nota.

The End se grabó, desde el principio, para que fuera la última canción de Abbey Road. Para entonces los Beatles apenas se tragaban entre sí, por lo que no podemos saber pero sí suponer que sí se olían que iba a ser su última canción. Pues bien, musicalmente la canción es un solo de batería de Ringo... seguido de solos de guitarras de todos los demás. Los solos de guitarra tienen su miga: primero es un solo de Paul (que es quien manda y a quien se le ha ocurrido la idea), seguido de uno de George y éste de John, que quiere un lugar distinguido porque tiene sus propias ocurrencias sobre los solos, y los van encadenando. Si se escucha con atención, se distingue el sonido único de cada guitarra. Y, con lo picados que estaban todos, se convirtió en un duelo de guitarristas.

Tras los solos, Paul canta: And in the end / The love you take / Is equal to the love you make ("Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das"). Y se acabó, se acabaron los Beatles. Fueron los últimos versos que cantaron. Y que grabaron.

Acostumbro a poner, al empezar mis artículos, el enlace en youtube a la pieza que me gustaría que se escuchase acompañando la lectura del artículo. Pero en este caso prefiero que se oiga después. Para que el lector paladee la pieza. A ser posible, con un buen equipo de sonido.

Un enlace válido puede ser éste: https://www.youtube.com/watch?v=oV8PSj-hQvw 

Otro enlace válido puede ser éste: https://www.youtube.com/watch?v=12R4FzIhdoQ

 

The Beatles - The End 

jueves, 19 de enero de 2023

Una Tosca inaceptable

El arte es un concepto difícil de definir. Sí, el diccionario da varias acepciones de la palabra, pero ninguna de ellas valdría para responder en verdad a la pregunta de si algo es arte o no. De hecho, a menudo el objeto de la pregunta permanece inalterable y sin embargo la respuesta cambia con el tiempo. El ejemplo más claro es, para mí, Monet: sus cuadros no gustaron a nadie en su tiempo, se consideraron mamarrachadas, y sin embargo. O Van Gogh, del que creo que sólo vendió un cuadro suyo en vida. Es precisamente esta ignorancia ante la respuesta que dará el futuro ante la mamarrachada que tengamos delante lo que hace que no tiremos al puerto con un bloque de cemento en los pies a la miríada de mamarrachos que nos presentan sus mamarrachadas y pretenden que las aceptemos como si fueran inmortales obras de arte.

Pero ahora lo que me interesa son las otras creaciones, las que desde el primer momento fueron consideradas obras maestras. Indiscutibles.

Imaginemos que el Museo del Prado, aplicando una nueva política de seguridad, en vez de presentar los cuadros originales exhibiera copias. Copias, eso sí, realizada por falsificadores de novela, indistinguibles del original sin análisis químicos o espectrometrías de rayos X, esas cosas. ¿Nos importaría? La verdad es que no, al menos a mí. Claro que sabría que estoy viendo una copia, pero no admiraría la perfección de la copia sino la maravilla del original del que es copia fidedigna. O tal vez admiraría la perfección de la copia en cuanto copia, pero da igual: seguiría extasiándome ante ella. La clave, claro está, es la calidad de la copia: ha de ser suficiente. Si en vez de una copia perfecta se exhibiera la que yo pudiera hacer de Las meninas

Si eso mismo se hiciera en más museos, que exhibieran copias de cuadros de otros museos, tampoco pasaría nada siempre que uno supiera que no está contemplando el original. Y, como antes, la calidad sería fundamental para establecer su público, desde los más exigentes hasta los patanes que se conformarían con mi copia.

Esto que digo no es tan ridículo, y de hecho se hace en otros géneros. Por ejemplo, El pueblo español de Barcelona: un recinto en Montjuich que alberga una reproducción de las obras de arquitectura más características de España, una al lado de la otra. Supongo que válida sólo para turistas chinos y norteamericanos, los demás la contemplamos asombrándonos del cuajo que tuvo su promotor al pensar que algo así atraería a los turistas. O la exhibición Cataluña en miniatura, en un pueblo de las afueras de Barcelona: nunca he ido, pero creo que es lo mismo que El pueblo español pero de ámbito sólo catalán… y en maqueta. En miniatura. Pero publicitadísima de forma permanente en Barcelona, oigan.

O los restaurantes chinos: todos aceptamos que el Muralla feliz no es un verdadero restaurante chino, sino lo que nosotros creemos o aceptamos creer que es un restaurante chino. Por lo mismo, un restaurante chino en el Chinatown de San Francisco será para nosotros mucho más chino que nuestro Muralla feliz, aunque tampoco sea para un chino de verdad una verdadera casa de comidas china.

El ejemplo más claro, en realidad, se produce en la música. Lo que una orquesta nos ofrece no es la creación primigenia, sino la interpretación que consiguen hacer. Como si fuera una copia de un cuadro. Si la orquesta tiene la calidad suficiente para que nos satisfaga su interpretación, estupendo. Si no, pues depende: si han ido de cara y estamos avisados de que la versión de la novena de Beethoven va a ser interpretada con chuflainas, pues alabaremos su esfuerzo y nos reiremos de la parte cómica del resultado; si en cambio nos lo venden como el concierto de Año Nuevo de Viena, pues es normal que nos indignemos.

Dicho esto…

Está en cartel, en el Gran teatro del Liceo de Barcelona, la ópera Tosca. Así se publicita, así se vende. Pero he leído una crítica (https://metropoliabierta.elespanol.com/vivir-en-barcelona/tosca-exige-dimisiones_67288_102.html) que se resume en «actores desnudos de forma gratuita, estética que no viene a cuento, todo en la Tosca de Rodríguez Villalobos en el Liceu carece de sentido» además de una interpretación musical espantosa, que me llamó la atención por lo inusual. No de la crítica, sino de que el periódico digital en cuestión no acostumbra a publicar críticas: tengo claro, entonces, que aquello debió de ser inaceptable y sin atenuantes.

Por un lado, me parece bien la crítica. A un montaje de Calixto Bieto (que no era el director de este montaje, pero que sí acostumbra a ofrecer funciones "peculiares"), uno ya sabe o debería que no va a asistir a una representación fidedigna de la obra sino a una interpretación personalizada, a una variación sobre el tema. Como Las meninas de Piccaso. Si luego gusta el montaje es como si gustan Las meninas, cosa de cada uno: pero nadie se llama a engaño y sabe qué tiene delante. Aquí lo que ha pasado es que lo que el director ha presentado es una mamarrachada que además se vendió como si fuera la original (y probablemente los intérpretes lo intentaron, pero son los directores los que mandan y definen el producto). Una engañifa, pues, e inadmisible viniendo del Liceo; no el presentar una mamarrachada, pues bien que programan a Bieto, sino por no avisar de lo que en verdad iban a exhibir y que sí sabían ellos.

Pero, por otro lado, esta crítica envolverá el pescado mañana. Tosca terminará su programación y nadie (salvo el crítico) habrá arqueado siquiera una ceja. Es el paisaje de esta ciudad, de esta sociedad. En esto nos hemos convertido. Si hubiera ocurrido algo semejante en el Madrid galdosiano, seguro que hubiera habido un escándalo y no se hablaría de otra cosa: puede, incluso, que hubiera caído el gobierno o al menos el ministro, como propietarios y responsables últimos del teatro. Pero hoy en Barcelona, en Cataluña, el arte no pinta nada. Lo que tenga que ver con el arte no pinta nada.

Y esto nos retrata. 
 
 
 
Giacomo Puccini - Tosca (Te Deum)

viernes, 1 de octubre de 2021

La importancia de la lengua

https://www.youtube.com/watch?v=PCdpqRK-Qfk



Acabo de escuchar por la radio la famosa pieza E lucevan le stelle, de la ópera Tosca, ¡en alemán!

Y sonaba de fábula. Seguramente, porque la pieza es musicalmente preciosa, y lo es se cante en el idioma que se cante. Animo al lector a pinchar en el enlace que encabeza este artículo, para que juzgue por sí mismo.

¿Cuál es entonces la importancia de la lengua? ¿Por qué se alaba una lengua por las obras que genera? Si se alaba el catalán (es un ejemplo) por los versos que Joan Maragall escribió en catalán (sigo con el ejemplo), ¿es que acaso Joan Maragall no habría compuesto unos versos magníficos si los hubiera escrito en griego (de nuevo, es otro ejemplo)?

Desgraciadamente, esto es algo que los talibanes del catalán, y aquí no es un ejemplo, no entienden. Creen que los versos de Joan Maragall son magníficos porque los escribió en catalán, de qué si no.
 
 
 
Giacomo Puccini - Tosca (aria E lucevan le stelle en alemán)
Tenor: Fritz Wunderlich

martes, 8 de junio de 2021

Robert Schumann

https://www.youtube.com/watch?v=rOGMIdOiLuk  

 

Nunca me gustó el piano; fuera de unas pocas piezas, lo encontraba cargante.

Pero entonces, un día, ¡oh Schumann!

Hoy Schumann habría cumplido 211 años; qué menos que escuchar una pieza suya, una cualquiera.



Robert Schumann - Fantasiestücke op. 12 "Aufschwung"

sábado, 9 de marzo de 2019

Música moderna, música clásica





Si, como recomiendo siempre, el lector ha pinchado en el enlace con el que empiezo el artículo, estará escuchando el tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms. En este artículo en concreto es muy, muy recomendable que lo haga. Salvo que conozca y rememore ese movimiento, claro. Porque esta historia va sobre la música, también sobre Brahms, y conviene tener presente la perfección de Brahms.

Brahms es un compositor que siempre me ha chirriado. En su momento, en el colegio, yo estudié (creo recordar) que el Romanticismo alemán tenía 4 autores: Mendelsshon, Schubert, Schumann y Brahms. Pero uno miraba las fechas, y Brahms no cuadraba: era claramente posterior al periodo que denominamos Romanticismo. Otros autores románticos eran Chopin y Berlioz. Y los Liszt, Wagner y compañía ya no eran románticos.

Aparte, Brahms me ha parecido siempre demasiado sinfónico, elaborado. Mis padres tenían un estuche de discos de Brahms, pero por más que lo oía no me motivaba nada en absoluto.

Brahms no me cayó bien.

Y los años pasaron.

¿Qué es la música clásica? Philip Glass no es música clásica. O sí, depende. Como Michael Nyman. ¿Lo es Hans Zimmer? ¿Ha de morir un compositor para que su obra se considere clásica? ¿Cuántos años deben pasar desde su muerte? ¿Es George Gershwin un compositor clásico o todavía no?

Lo cierto es que esta discusión es vieja. Desde 1856, más o menos. Desde que murió Schumann. 

Todo viene de Beethoven. Muere en 1827; Goya, el Beethoven de la pintura (Beethoven fue el Goya de la música), murió en 1828. Con ellos se acabó el siglo XVIII y su neoclasicismo y el mundo se encontraba ya en un periodo nuevo, ellos hicieron el cambio. Después de ellos el mundo se encontró con un serio problema: ya no se podía hacer mejor. Por suerte, los románticos no intentaron hacerlo mejor: intentaron hacer cosas distintas. Mostrado por los gigantes lo que se podía lograr con la música o la pintura, se dedicaron a expresar con la música y la pintura. Y a estos autores se les seguía considerando "maestros". Eran unos genios reconocidos como tales. 

Pues bien, cuando en 1856 muere Schumann, los jóvenes autores, con Liszt a la cabeza, se atreven a decir que otra manera de hacer música es posible. Ocurrirá lo mismo en la pintura, con Monet como representante de los impresionistas: otra manera de pintar es posible. 

Monet: la catedral de Rouen (fuente: wikipedia commons)


Frente a esta opinión se alzó Brahms. Que tenía una "relación" con la viuda de Schumman, Clara, importante y reconocida compositora y concertista a su vez. Ellos dos, junto con otros, defendían la necesidad de mantener los patrones claśicos. De hacer lo que hubiera hecho Beethoven, supongo. Liszt y Wagner, en cambio, ponían el ejemplo de Berlioz. Y de Beethoven, pues éste demostró que se podían hacer muchas más cosas con la música, ya lo he dicho. Lo mismo que se diría de Goya.

La discusión fue pública, enconada y sostenida en el tiempo. Se ha conocido como "la guerra de los románticos", pero yo diría que no está resuelta.

Con la música pasó como con la pintura. El impresionismo abrió el camino al cubismo de Picasso, y tras el cubismo llegó el arte abstracto y la tomadura de pelo que vemos cada año en ARCO. Pues la música de Liszt y Wagner nos trajo el dodecafonismo de Viena (el cubismo musical) y éste la música concreta. Pero los resultados fueron diferentes. Hoy en día nadie se atrevería a escuchar música concreta, mientras que en pintura tenemos... ARCO.

Es curioso, lo que ha pasado con la música tras esa guerra: desde Liszt todos los compositores han sido "modernos"; desde Brahms ya no hay compositores clásicos. Sin embargo, lo que el público quiere y tiene por insuperable es la música de los clásicos. Se nos ha enseñado que las cimas son Bach, Haendel, Mozart, Beethoven, Brahms. No Mahler o Richard Strauss. A Barber, directamente, ni se le considera. Y nadie diría que Glass o Nyman hacen música clásica. 

Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Gracias a la admiración por los clásicos, se conservan y se escuchan las obras de Monteverdi, Scarlatti, Purcell o Corelli. De lo contrario, sus obras se habrían olvidado y perdido. El último CD que me he comprado, por ejemplo, es de Pergolesi: es buenísimo, pero lo compré porque Pergolesi es un compositor barroco, ergo un maestro. Seguro que en algún sitio una radio clásica está programando ahora mismo música de Pergolesi o de Corelli.

El lado malo es que ya no queremos nada nuevo. El último gran compositor, para el gran público, fue Richard Strauss. Que nació en 1864 y murió en 1949. Para nosotros, cualquier autor que no hubiera muerto antes de Richard Strauss no es un clásico, es un compositor de bandas, musicales o música de películas. Y no se les programa en los conciertos, por descontado. Estamos en la época de alabar a los directores de orquesta y a los tenores y sopranos de ópera, no a los compositores contemporáneos. En muchos de mis últimos artículos he ido enlazando piezas de autores que no diríamos que es música popular ni mucho menos, pero tampoco es música clásica por el principio expresado aquí. Y sin embargo, ¡qué buenos que son! Sería terrible que su obra se perdiera por ser considerados "músicos modernos".

Y todo esto, lo bueno y  lo malo, es consecuencia de la guerra de los románticos.

Lo más curioso es que Brahms no sólo fue un clásico: fue un innovador, un explorador que fue más allá. Es decir, fue un moderno. Y Liszt y Wagner ¿no diríamos que son autores clásicos?

En realidad, a la postre rige el principio del famoso torero El Gallo: "Clásico es lo que no se puede hacer mejó". 




Johannes Brahms - 3ª sinfonía, 3er movimiento

martes, 30 de octubre de 2018

Alta fidelidad




Estoy seguro: pocos jóvenes de ahora sabrán qué significa "alta fidelidad". Y, sin embargo, la alta fidelidad fue el sueño de casi todas las familias durante los 70, los 80 y me atrevería a decir que principios de los 90. Primero fue un sueño, un lujo imposible que quizá algún día. Después, ya con coche y televisor en color, la alta fidelidad empezó a ser algo más alcanzable. En los 80 ya era el deseo de todos. La máxima alta fidelidad. Lo más de lo más. Lo que nos diferenciaba a unos de otros, quién tenía más alta fidelidad que quién.

Hoy, la alta fidelidad ha desaparecido. En mi caso, y supongo que en el de más de uno, ha vuelto al lugar de los sueños: cuando sea mayor, volveré a tener alta fidelidad. 

Por si algún joven lee este artículo: la alta fidelidad es la reproducción, la búsqueda de la reproducción en realidad, del sonido musical a la perfección. Viene del tiempo en que la música se reproducía en "mono" (por un único altavoz), entre otras cosas porque también se grababa en "mono" (con un único micrófono) y el tratamiento de la grabación era también en "mono" (a través de una única pista). El efecto del "mono" es como el de escuchar con un solo oido, útil pero bastante pobre. La cosa mejoró cuando apareció el estéreo (dos micrófonos, dos pistas de tratamiento, dos altavoces), que proporcionaba ya un sonido estereofónico más o menos "envolvente. Poco a poco se fue grabando con más pistas, así que era lógico que los aparatos reproductores fueran mejorando. En la búsqueda de la alta fidelidad. El culmen se alcanzaba cuando, entre otras cosas, se dedicaba una habitación -y no pequeña- en exclusiva al equipo de música. Por supuesto, la habitación incluiría los pertinentes sillones, puede que un sofá, para escuchar cómodamente. Una mesa baja, un pequeño bar auxiliar,... Pero la joya de la habitación, de la casa, era el equipo de música. El tocadiscos. El amplificador. Los enormes bafles. Y el ecualizador. El ecualizador, cuando apareció, fue la leche. La diferencia entre tu equipo y el mío. Los primeros, más accesibles, tenían sólo 4 ó 5 frecuencias. Los buenos ya eran elementos aparte con no tengo ni idea cuántas frecuencias, y no sería extraño que viniera a instalarlo un técnico de "la casa". El ecualizador, y lo explico porque sospecho que el joven tampoco sabrá qué era, era un potenciador de frecuencias, cuyo objetivo era contrarrestar las frecuencias que, de forma natural, se difuminaban en la habitación por el mero hecho de la existencia de paredes y muebles, la posición y orientación de los altavoces, la calidad del equipo, etc.

El objetivo de la alta fidelidad es que se distinguiera el sonido de una gota de agua. Y a fe mía que se consiguió. hasta el punto de que escuchar música se convirtió en un placer. Algo que uno quería: no leer, no televisión, no conversaciones. Sólo escuchar la música. Y sólo el que ha escuchado aquella música, en aquellos equipos en aquellas habitaciones sabe realmente de qué hablamos, qué añoramos.

Ahora, en cambio, veo a la gente con esos minirreproductores, a menudo el teléfono, con esos auriculares, oyendo "esa música". Y me pregunto "pero éstos, ¿qué sabrán lo que es bueno?".

Sí, ya sé, soy un ingeniero del pleistoceno. Pero ¡qué acústica teníamos, en nuestras cavernas!

El primer susto con la música moderna me lo llevo cuando me hablan de los archivos comprimidos. Los MP3, MP4. Graban el sonido, sí, pero de una manera comprimida: no todas las frecuencias, porque ¿para qué? Total, el oido humano no va a distinguirlas todas... El caso es que la idea del mp3 es la de reducir espacio de archivo. A costa de la calidad del audio, pero seamos realistas: se va a escuchar en unos auriculares, seguramente en un entorno con su propio ruido ambiental (yo, en el coche las más de las veces). Con equipos de reproducción que también están diseñados para esa calidad de sonido.

Ése es el segundo susto: los equipos reproductores. Sí, minúsculos. Sí, los auricolares son ergonómicos y todo eso. Y sí, permiten escuchar en cualquier parte. Pero ¡por favor! Con alta fidelidad se escucha música; con lo de ahora, se oye. Y, sí, yo también tengo una birria de reproductor: mi ordenador, con unos pequeños altavoces de sobremesa. O el equipo del coche, si somos estrictos. Y, sí, suena -me parece- bien... Pero yo sé, y ustedes también, que no es lo mismo.

Claro que todo se explica, me temo, con el susto final. La música que mayoritariamente se escucha en la actualidad no se basa en la calidad del sonido: vamos, que ya no son los tiempos de Pink Floyd, Jean Michel Jarre o Mike Olfield. Sin querer menospreciarla (más de lo que ya hago), digamos sin más que la música basada en la riqueza de la instrumentación y los sonidos que producen se ha refugiado casi en exclusiva en las bandas sonoras de las películas. Que, eso sí, se están convirtiendo en auténticas joyas, de las que llegan a justificar el tener un equipo "hi-fi" en casa.

El caso es que yo añoro esos tiempos. Cuando escuchar música era una actividad en sí misma, el placer que proporcionaba a uno su propia casa. Y sueño con que vuelvan, con volver a tener en casa alta fidelidad.

En mi descargo, he de explicar que, al principio, yo sólo empleaba los MP3 para el coche. En casa oía los CD en un equipo en condiciones, en una habitación que reunía los requisitos de tranquilidad y silencio. Pero luego la vida, las malas compañías,... en fin, que arrinconé el equipo en unas cajas. Y primero compré un equipo pequeño, compacto, japonés hasta la exageración, y al final acabé oyendo la música de youtube en el ordenador. Y por eso escribo este artículo.

Lo triste de la alta fidelidad es que estamos perdiendo el conocimiento de su propia existencia. Será un placer olvidado, que no sabremos que podemos tener.






Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche


 

lunes, 3 de septiembre de 2018

Zimmer y Minassian: el famoso que se aprovecha del desconocido

En otras ocasiones, por ejemplo en esta entrada, he dicho que Hans Zimmer copia cuando compone bandas sonoras. Pues bien, estaba escuchando la pieza Siretzi Yares Daran (They Have Taken the One I Love) del armenio Lévon Minassian y... caray, como que eché de menos el arranque de la batalla.

Y es que la pieza es tremendamente parecida a Wheat, de la banda sonora de Gladiator, que es la que marca el inicio de la acción en la película (el arranque de la batalla).

Zimmer compuso la banda de Gladiator entre 1999 y 2000. La pieza de Minassian sale en el disco The Doudouk beyond borders, que es de 1998.

Ésta es la pieza de Zimmer:



Y ésta la pieza de Minassian, juzguen ustedes mismos:


La pieza de Minassian es mucho más larga, pero... lo que hay que hacer es no quedarse sólo con Wheat, que es cortita. El espíritu de Minassian, en mi opinión, aparece en más piezas de la banda sonora de Gladiator, como en Sorrow o en To Zucchabar. ¡Si es que es casi la base de toda la banda!

¿Casualidad, coincidencia, plagio? Hombre, yo creo que plagio. Pero hablamos de Zimmer, así que estoy curado de espanto y no le doy más importancia, aparte de que me ha divertido descubrirlo.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Geoffrey Oryema




El pasado 22 de junio murió en París Geoffrey Oryema, de cáncer. Tenía 65 años. Sin embargo, poca gente sabe quién era Oryema.

Y es que Oryema era un músico ugandés. Normal, que no fuera conocido. Sin embargo, si uno escucha una cualquiera de sus composiciones,.. bien, en mi caso el flechazo fue instantáneo.

Cuando Oryema  tenía 24 años, cuando iba a comerse el mundo tal y como pensamos todos a los 24 años, Idi Amin  estaba tan loco que el chaval tuvo que escapar del país escondido en el maletero de un coche e iniciar 40 años de ausencia. El año anterior había escrito una obra, The reign of Terror, sobre las atrocidades que se cometían en el régimen de Amín, y... 

La verdad es que nadie piensa nunca en los países del centro de África. Nadie piensa nunca en la pena de los desplazados, huidos y exiliados, condenados a ver a lo lejos, en el horizonte, las cumbres de su país añorado y sin embargo no poder pisarlo. Nadie piensa nunca en las realidades africanas, la tristeza, la resignación, el constante machaqueo de su autoestima.  Hay que oir su música.

A mí me encanta la música africana. Cuanto más viejo soy, más porcentaje de música clásica y música africana escucho. La música moderna occidental, la verdad, cada vez me atrae menos.

El pasado 30 de abril acompañé mi artículo con una pieza de Oryema, Makambo. Es del disco Exile, de 1990, su primer éxito. Lo más probable es que no la escucharan, nadie las escucha nunca; hoy les invito a que vuelvan a la página y la escuchen. No sé si está en swahili o en acholi, dos idiomas ugandeses (bantúes), pero da igual. La música llega, sea el idioma que sea.

Sin embargo, no toda la música de Oryema es lenta y melancólica como Makambo. Como prueba, les animo a que escuchen la canción que acompaña este artículo, Omera John, de su disco Spirit. Estoy seguro de que les sorprenderá. Agradablemente.

Eliminemos nuestros prejuicios, si no por los africanos al menos por su música, y démosle una oportunidad. Se la merecen y no nos arrepentiremos.
 



 Geoffrey Oryema - Omera John

martes, 13 de febrero de 2018

Hans Zimmer, Dunquerque y Elgar




He oído hoy, en la radio, que es posible que Hans Zimmer gane este año el Oscar a la mejor banda sonora por su trabajo en la película Dunquerque.

He visto la película Dunquerque. En la sala oscura de un cine es muy, muy recomendable. Es una película estupenda que intenta reflejar la enormidad de la retirada de Dunquerque. La enormidad, en todas sus facetas. Esta enormidad necesita de una sala de cine, de una pantalla gigante, de un sonido atronador, de una oscuridad total. Es triste que todo esto se perderá una vez deje de exhibirse y pase a verse sólo en la pequeñez de los hogares (cuando no en la de los ordenadores o, peor aún, las tabletas y los teléfonos móviles). Pero así son las cosas.

Cuando vi la película, no reparé en la banda sonora. Formaba parte de un todo, y era el todo lo que me atronaba. Ahora que oigo la música sólo, mientras escribo este artículo (si usted pincha en el enlace del principio también podrá oirla), percibo su grandiosidad. Es una banda sonora excelente.

Pero no merece el Oscar, ni mucho menos.

Hans Zimmer es un compositor de  bandas sonoras de películas estupendo. A mí me conquistó con Gladiator, pero ha hecho muchas otras cosas dignas de reseña. Por ejemplo, El Rey León. Marea Roja me chifla, su banda sonora es maravillosa. Y alucino con Black Hawk derribado. Son películas que me gustan ori con el volumen al máximo posible.

Pero Zimmer tiene un defecto que a mí me molesta especialmente. Ya lo mencioné de pasada en este artículo de septiembre de 2013, en el chascarrillo final: Zimmer copia. A menudo, incluso a sí mismo: en muchas películas emplea fragmentos de piezas de otras películas. O eso, o a mí me suenan igual.

En el caso de Dunquerque, es Elgar la fuente de su inspiración. En concreto, la variación Enigma nº 9, "Nimrod"... que precisamente empleé como banda sonora en el artículo que les escribí ayer. Por eso, cuando hoy en la radio pusieron la pieza de Dunquerque, pensé que estaba oyendo a Elgar. Pero no, era Zimmer. He investigado en Internet y, efectivamente, Zimmer usa la pieza de Elgar como motivo musical durante casi toda la obra. Como muy bien se explica en este artículo: http://enigmathemeunmasked.../cameos-of-elgars-nimrod-in-nolans. De hecho, parece ser que la inspiración está oficialmente reconocida (como para no estarlo, claro).

En definitiva: sí, la banda sonora es realmente excelente. Como no voy a pensarlo, fan de Elgar como soy. Pero su grandeza no viene de una inspiración original. Así que yo creo que la academia americana no debería premiar este trabajo como lo mejor del año. Claro que yo no sé qué más películas compiten. A saber lo que hay por ahí.

Lo que no quita, insisto, para que les recomiende que escuchen la banda sonora. Es que es muy buena.



Hans Zimmer - Dunquerque (banda sonora de la película)

domingo, 31 de diciembre de 2017

Palladio




Karl Jenkins nació en Gales en 1944. Como tantos chicos británicos de su tiempo, se unió a una banda de rock. Luego pasó a lo que sería Soft Machine, que fue un grupo que tuvo cierto éxito. En 1984 dejó la banda, pero siguió componiendo.

En 1994 la poderosa De Beers, que controla el tráfico internacional de diamantes, le encargó la banda sonora de un anuncio. Éste (los que tengan la edad adecuada lo recordarán): https://www.youtube.com/watch?v=n4s1c1DBAds


Son sólo unos segundos, pero… Seguro que Jenkins quiso saber qué había más allá de esas notas. Desarrolló el tema, y salió Palladio.

Palladio es esto: 



Se ve que Jenkins le pilló el gusto a ese tipo de música, y ha seguido creando obras por estos derroteros.

Así que Jenkins compone, claramente, música clásica.

En "El ala oeste de la Casa Blanca" hay un capítulo en el que el presidente tiene que asistir a un concierto de la filarmónica de Islandia. Por un tema diplomático, no importa. El caso es que el presidente no quiere asistir, y encima el compositor, islandés, al saber que el presidente de los EE.UU. iba a asistir, se puso nervioso y decidió reescribir una de las piezas. Enterado, el presidente, en su farfullar de quejas, dice: "No puede ser música clásica si ese tipo la ha escrito esta misma tarde".

Palladio, como las otras obras de Jenkins, es, como se dice, de ayer por la tarde. Y es música clásica. 

La pregunta es: ¿qué es música clásica?


Coda:

¡Feliz 2018! Y espero que lo inicien como es debido: escuchando el concierto de Año Nuevo. Este año no lo comentará José Luis Pérez de Arteaga, pues murió el pasado febrero. Y auque llevo desde entonces preguntándome quién lo restransmitirá esta vez, parece que los hados me han escuchado y será Martín Llade quien asuma la vacante. Estoy seguro de que lo hará genial.

Y por cierto: seguro que muchos puristas consideran que los valses y las polkas no son, tampoco, música clásica.


P.S.: me temo que no. En mi opinión, Martín Llade acusó los nervios del debutante y su locución no estuvo al nivel de la del maestro. No importa, seguro que el año que viene lo hará mejor. De eso se trata.



Karl Jenkins - Palladio


jueves, 30 de noviembre de 2017

No me gusta el jazz



Take Five es, lo reconozco, una obra maestra del jazz. 



¿A quién puede no gustarle esta pieza? 

No me gusta el jazz. Vale, sí, algunas piezas de jazz sí me gustan ragtime sobre todo, pero en general no.

Take Five es un ejemplo típico de lo que tiene el jazz y no me gusta.

La canción se basa en una melodía sencilla. Los músicos, todos unos virtuosos, eso no lo pongo en duda, atacan la melodía y, por turnos, desbarran en solitario. Se dedican a lucirse, a hacer sus solos, mientras los demás mantienen el ritmo básico. Luego, el instrumento que ha hecho el solo vuelve a la melodía principal, y es otro compañero el que toma el relevo en el desbarre.  La pieza dura lo que dure, cada vez será distinto y es posible que cada vez cada instrumento improvise un poco o introduzca alguna variación sobre su desbarre. Si la pieza se graba en un disco, el tiempo lo limitan; si es en una actuación en, pongamos, el Kingston Mine de Chicago, quince minutos no son nada.

En música, en general no me gustan las actuaciones en solitario mientras el resto sólo hace de fondo. Me gustan las actuaciones corales. Quizá por eso tampoco me gustan muchas piezas de piano.

Lo cierto es que la música es algo muy personal, a cada uno le gusta una música distinta y ese gusto es variable. A mí es que no me gusta el jazz. Sólo eso.
 




Dave Brubeck Quartet - Take five

martes, 28 de febrero de 2017

The river de Bruce Springsteen





Confieso una cosa: cuando empecé el ciclo de las canciones que sobrevivirán y que no son de los Beatles, pensaba en The River de Bruce Springsteen; el ciclo entero no es sino una excusa para hablar de esta canción. Porque para mí es una canción universal, válida para todos los tiempos y todos los lugares.

La canción cuenta la historia de un llamémosle Joe y empieza bosquejando la escena de una manera magistral:
I come from down in the valley
where mister when you're young
they bring you up to do like your daddy done
Señor, soy de una tierra donde cada uno está condenado a ser lo que era su padre.

No hay nada malo en seguir los pasos del padre, pero ha de ser porque uno quiere. Pero no, lo primero que aprende Joe es que no ha de tener sueños en la vida. Si su padre es peón, él va a ser peón, qué se ha creído. Aquí las cosas se hacen así.
Me and Mary we met in high school
When she was just seventeen
We'd ride out of this valley down
To where the fields were green
We'd go down to the river
And into the river we'd dive
Oh, down to the river we'd ride
Then I got Mary pregnant
And man, that was all she wrote
Entonces ocurrió: Joe y su condiscípula Mary tienen sueños. Sueñan con salir de allí, no por conocer otras tierras, sino por desarrollarse. ¿Qué pasó, entonces? Que Mary tenía 17 años, y quedó embarazada.
And for my nineteenth birthday
I got a union card and a wedding coat
We went down to the courthouse
And the judge put it all to rest
No wedding day smiles
No walk down the aisle
No flowers, no wedding dress
We'd go down to the river
And into the river we'd dive
Oh, down to the river we'd ride
Joe reaccionó con responsabilidad, pero como pudo. Cuando cumplió 19, se sacó el carnet del sindicato (para poder trabajar) y consiguió un traje decente, y se casaron. No fue la fiesta soñada, la boda de las películas americanas; empezaba la vida real. Al menos, estaban juntos. Y siguieron yendo al río.
I got a job working construction for the Johnstown Company
But lately there ain't been much work
On account of the economy
Joe encontró un empleo en la construcción, en la Johnstown. Supongo que como su padre. Pero la construcción tiene rachas, y hay rachas que pueden ser muy malas y muy largas. Y eso pasa factura.
Now all them things that seemed so important
Well mister, they vanished right into the air
I just act like I don't remember
Mary acts like she don't care
El tiempo ha pasado. Los sueños juveniles, está claro, quedaron atrás. Y Joe hace como que no los recuerda, y Mary como que no le importa que no se cumplieran.

Piense. ¿Fue adolescente, alguna vez? ¿Tuvo sueños de futuro? Seguro que sí. Y años después, como todos, descubrió que la vida real no es como en los sueños. Lo ha hecho, lo hace, lo mejor que puede, claro que sí, todos lo hacemos, pero… los sueños de adolescente no incluyen la cara dura de las cosas. Y todos, todos, hacemos como Joe y como Mary.
But I remember us
Riding in my brother's car
Her body tan and wet down at the reservoir
At night on them banks I'd lie awake
And pull her close
Just to feel each breath she'd take
Now those memories come back to haunt me
They haunt me like a curse
Is a dream a lie if it don't come true?
Or is it something worse?
That sends me down to the river
Though I know the river is dry
Down to the river tonight
Down to the river, my baby and I
Oh, down to the river we ride
Lo malo de que los sueños de adolescente no se cumplan no es que no se cumplan; es que los recordamos. Como Joe.  

Con lo hermosa que era Mary en su lozanía. Con lo felices que fueron, cuando vivieron como jóvenes. Con lo felices que éramos…

 Ahora, cuando es tarde, esos recuerdos se le aparecen a Joe. Como una maldición. ¿Es un sueño una mentira si no se convierte en realidad? ¿O es algo peor? Joe no sabe qué responder. Yo tampoco.

Y Joe a veces baja, de nuevo, al río. Por si las cosas pueden ser como las soñaron. Baja, aunque sabe que el río ya está seco.

No sabemos cómo termina lo de Joe y Mary. Les unieron los sueños de adolescencia, y ahora esos sueños han desaparecido y ellos se comportan como si nunca los hubieran tenido. Pero los tuvieron y los dos los saben. Y no hablan de ello, porque nadie se confiesa con su mujer y le dice he fracasado en mi vida.

La historia de The river es intemporal. El dolor por la dureza de la vida lo reconocemos todos. Y cuando la cantamos, sentimos el mismo abatimiento que sentiría Springsteen, que sentiría Joe.

Por eso, esta canción seguirá cantándose así que pasen 200 años.




Bruce Springsteen - The river (versión de Hunter & the bear)

viernes, 3 de febrero de 2017

The Joshua Tree





A principios de los años 70, el panorama musical estaba dominado por los grupos dinosaurio y las grandes estrellas: es difícil ser un líder cuando compites con The Rolling Stones, Pink Floyd o David Bowie en todo su esplendor. Deep Purple, Led Zeppelin, Yes, Genesis,… Si no eras un genio como Mike Oldfield, ni lo intentabas. Y, además, los negros se dedicaban sólo a música para negros.

En la segunda mitad de la década, el panorama dio un vuelco radical. El estallido lo produjo la aparición de los Sex Pistols. Sí, era una banda mala de solemnidad y su sonido era intragable (por algo se le llamó Punk), pero se subían a un escenario y tocaban. Que vale que no sabían tocar y por eso sonaban como sonaban, pero se habían subido. El mensaje era claro: si los Sex Pistols se subían, yo, que conozco tres notas, también puedo hacerlo. Y miles de chicos se subieron a los tablados, y fueron legión los grupos que asaltaron las radios y las discográficas. Y muchos eran muy buenos.

Esto duró, más o menos, una década: hacia 1985, las fuentes se secaron y se cuentan con los dedos los grupos que han surgido después y aportado algo relevante. Y eso que han pasado ya más de 30 años. Es posible que yo sea una antigualla que se ha quedado anclada en 1985 (el año que ganaron el estrellato Madonna y Withney Houston, por cierto), pero también es posible que yo tenga algo de razón.

El caso es que si hubiera que quemar todos los discos que se publicaron en los 80 y sólo se pudieran salvar 5, yo tengo claro que se salvarían Thriller, de Michael Jackson, Alchemy, de Dire Straits, Born in the USA, de Springsteen, también el Live de Springsteen (la caja de 5 discos con su recopilatorio en directos) y, por descontado, The Joshua Tree de U2.

U2 publicó The Joshua Tree en 1987. Era una banda creada (caramba, caramba) en 1976 que se había ganado un nombre con Boy, October y War. Sí, eran una banda sólida que hacía un rock ruidoso, bastante alejado del sonido elegante que dominaba la escena inglesa, y sus canciones tenían un poso político y contestatario irlandés que reducía mucho su mercado. The Joshua Tree, en sus ocho últimas canciones, también era un álbum típico de U2, nada del otro mundo, pero sus tres primeras canciones… ¡Ah, sus tres primeras canciones eran del salón de la fama del salón de la fama de las canciones:

1ª: Where the streets have no name

2ª: I still haven't found what I'm looking for

3ª: With or without you

El disco se publicitó con la tercera, y por eso yo la tengo como la canción más importante; sin embargo, para mi lista de las 10 canciones que no son de los Beatles y seguirán sonando dentro de 200 años he seleccionado la segunda. No sé, será que treinta años después me parece la mejor. Como mínimo, es la que más cantaré en la ducha o conduciendo.

En cualquier caso, una manera de calibrar la importancia de The Joshua Tree es que después de 1987 el panorama musical quedó radicalmente transformado. Los grupos dinosaurios habían desaparecido o convertidos en viejas glorias, y nadie veía ya a los Rolling como los reyes del rock sino como unos viejos que caray qué marcha tienen aún, Dylan ya era sólo un cantautor de los sesenta y los más grandes son Jackson, Springsteen y U2, y punto (luego se sumaría Madonna, pero ésa es otra historia).

Y lo más curioso es que así siguen, todavía, las cosas. U2 sigue siendo, de largo, el grupo top. Y aunque en 1990 una banda de Seattle intentó revolucionar las cosas como quince años antes hicieron los Sex Pistols y sí que tuvieron su impacto, yo diría que no, que Nirvana no lo consiguió.

The Joshua Tree es, en verdad, el disco definitivo.



U2 - I Still Haven't Found What I'm Looking For - Jenny & Tyler (feat. Sara Groves & Virtual Choir)

sábado, 21 de enero de 2017

Amazing Grace y 10 canciones que sobrevivirán y no son de los Beatles




Cuando John Newton compuso la famosa canción Amazing Grace, seguro que no se imaginaba lo popular que iba a ser tantos años después. Y es que a) usted conoce la canción, o como mínimo al oirla se le hace muy conocida, y b) la compuso ¡en 1773

Puede, por cierto, que al oir la versión que le propongo eche de menos las gaitas. Eso es porque la banda militar del regimiento de caballería de dragones Royal Scots grabó una versión sólo con gaitas que se ha hecho tremendamente popular: en las series y películas americanas, cuando matan y entierran a un policía de Boston o de Nueva York, siempre suena esta versión de gaitas. 

El caso es que el otro día estaba oyendo una canción moderna (de 1980, para mí lo es), y pensaba que era una canción fabulosa. Pero esta mañana, mientras hacía mis abluciones, quise oir unas arias de Haendel, y me dio por pensar si dentro de cien, doscientos o trescientos años seguiremos oyendo las canciones que ahora tenemos por fabulosas. No me cabe duda de que los Beatles, por descontado, seguirán sonando; pero ¿y los demás? Bueno, yo creo que un puñado de canciones sí lo conseguirán. No Sergio Dalma o Lady Gaga, claro, pero hay algunas que ya llevan un trecho, más de cincuenta años incluso, y siguen sonando tan frescas y tan imprescindibles como el primer día.

Así, como es mi línea habitual, les voy a proponer en las próximas entradas mis diez canciones que no son de los Beatles favoritas para que sigan cantándose dentro de doscientos años. Puede que algunas de ellas ya las haya incluido en artículos anteriores, pero me da igual. Son todas excelentes. ¡Y las que se quedaron fuera!  Ya sé que cuesta creer que Another brick in the wall no vaya a sobrevivir, pero yo no estoy diciendo que sólo lo consigan las 10 que he elegido, y tenía que seleccionar a sólo 10, si no vaya birria de lista. Por descontado, no saldrán por orden de calidad o de probabilidad de éxito, sino por el alfabético.

En fin. La gracia está en que usted, aquí y ahora, se haga su propia lista de las 10 canciones que no son de los Beatles y que seguirán oyendo las generaciones futuras. ¡A ver cuántas coinciden con las mías!



John Newton - Amazing grace

viernes, 14 de octubre de 2016

Nobel Dylan




Ha creado polémica la concesión del premio nobel de literatura a Bob Dylan. Mucha gente, por lo que parece muy alterada por la noticia, ha escrito que esto es el acabóse, que no se sabe dónde vamos a ir a parar y que esto es un pitorreo. No sé, la verdad, a qué viene tanta alteración; yo, cuando me enteré, me dije a mí mismo pues vale, y seguí con mis cosas. He ido a conciertos suyos, tengo muchos de sus discos (los buenos, creo) y todo eso, pero ya escribí aquí en otra ocasión sobre sus letras, pero esto del nobel... Pues vale.

Se dan seis premios nobel al año. Tres son científicos: de Física, de Química y de Medicina. Y tres son sociales: de la paz, de literatura y de economía.

Los tres científicos son a personas que realmente han hecho algo y que han conseguido avances de los que nos beneficiaremos todos. Pero nadie de entre nosotros sabe a quién se los dan ni porqué, ni seríamos capaces de entender lo que han hecho para merecerlo y mucho menos calibrar si el premio es justo o se lo merecía más otro.

En cambio, los tres sociales... Digamos que ninguno de los que ganan el nobel de economía se ha hecho multimillonario. Quizá porque no sabían tanto. O porque el nivel necesario para ganar un nobel en economío es menor que para hacerse multimillonario. Aunque tampoco es de extrañar: los economistas sólo saben explicar lo que ha pasado, pero no tienen ni idea de lo que va a pasar.

El nobel de la paz tampoco es que sea muy riguroso. Obama, por ejemplo, ganó el nobel sin quererlo; se lo dieron antes de que hiciera nada, y la academia explicó que tenían muchas esperanzas puestas en el muchacho. Vamos, para ir ganando tiempo. También se lo ha llevado otro que dedicó su vida a la lucha. Pero no a la lucha leal, en campos de batalla, sino a los atentados, los secuestros, los asesinatos... Y, por supuesto, nunca se arrepintió de aquello.

El nobel de la paz es un premio de risa. Al Gore tiene el premio nobel de la paz.

Y por último, tenemos el nobel de literatura. Este premio hay que entenderlo: no se premia a un coloso de la literatura mundial, alguien cuyas obras se vayan a seguir leyendo dentro de quinientos años; simplemente, no puede quedar desierto y hay que nombrar a alguien. Lo habitual es buscar algún escritor armenio, nigeriano o de las Fidji, alguien que nadie lea. Así uno puede fardar: yo sí he leído a este tipo, y tú no. Que no quita para que algunos de estos escritores valga la pena leerlos, pero también vale la pena leer a John Grisham: sus novelas son muy entretenidas.

El nobel de literatura es fácil de entender: por ejemplo, en España lo ganó Vicente Aleixandre. Éste es el nivel. El tipo pertenecía a la generación del 27, y en aquel momento estaba vivo. Para entonces yo ya había estudiado la generación del 27, y les aseguro que su nombre no figuraba por ninguna parte. Y no porque fuera antifranquista: sí estaban García Lorca y Rafael Alberti, sin ir más lejos. No, es que el tipo no tenía el nivel. El necesario para que los estudiantes supieran su nombre, digo. Para el nobel sí lo tenía.

Así que no me molesta que Dylan gane el premio nobel de literatura, porque para mí el premio nobel de literatura no significa ningún honor. Al contrario, creo que es otro motivo más de vergüenza para los premios nobel. Para los laureados, porque estar en una lista con la gente que están no es motivo de orgullo, y para la organización, porque cada vez se hunden más en el pozo del pitorreo.

La organización de los premios nobel, en mi opinión, debería establecer un nivel mínimo y tener el valor necesario para declararlo desierto todos los años que hiciera falta. 

Sin embargo, no es raro que en física, química y medicina el premio lo ganen varios a la vez: no hay premios para tantos como lo merecen.

Da que pensar, ¿no? 



Bob Dylan - Masters of war

martes, 6 de septiembre de 2016

La Creedence Clearwater Revival




En otras ocasiones he comentado mi tendencia a clasificar a los músicos (y no sólo a ellos) en categorías, y que siempre tengo una categoría especial de cuatro o cinco que considero muy por encima de los que sólo son de primera división. También he explicado que ese selecto grupo no es fijo, pues los integrantes pueden cambiar a medida que cambian mis ideas a lo largo de la vida - aunque siempre han estado los Beatles, por supuesto.

Pues bien, yo diría que la Creedence Clearwater Revival ha sido de categoría especial desde siempre. Así que he pensado que las próximas 10 canciones, ésas que sugiero al empezar un artículo, serán de la Creedence.

La Creedence es, sin duda, la mejor banda de rock de todos los tiempos. En su contra pesa que sólo duraron 4 años, de mitad de 1968 (su primer disco, claro) a mediados de 1972 (aumque un miembro se fue antes). No llegaron a los años de las bandas dinosaurios, y claro. Tampoco ayuda que su nombre no es fácil, que se fajaron en los años más prolíficos de la música rock, que no eran histriónicos y llamativos a lo Jim Morrison o los hippies. Al contrario, parecían la típica banda que ensaya en el garaje. Porque ésta era su imagen en los conciertos:


Y lo mejor es que eran de San Francisco. Como los Jefferson Airplane, los Grateful Dead, Santana. Un sitio donde, ya saben, hay que ir con flores en el pelo. Y mis chicos, pues no. Lo suyo era el rock and roll. La música de los blancos, de los americanos de pro. Una de las canciones que pondré será Travellin' Band: no oirán nunca una definición más perfecta de lo que es el rock and roll. Si no pueden esperar, pinchen aquí. Pero también habrá canciones que hablen del sur, como Born on the Bayou o Cotton fields. ¿Estos tíos son de la Costa Oeste o de Misisipí? ¡Que los Fogerty eran de Berkeley! Sí, arrasaron, eran la música que el pueblo quería oir. 

Aún más: a todos nosotros, las primeras notas de Fortunate son nos llevan a Vietnam, es imposible no asociar la canción y los helicópteros sobrevolando la selva.

Y luego está que tocaron canciones de negros. Que consiguieron que los blancos oyeran canciones de negros.  La canción que acompaña este artículo, I heard it through the grapevine, es de la Motown y ya la habían interpretado grandes artistaas del sello, y sus versiones son muy, muy buenas, pero la Creedence... ¡ah, la versión rockera de la Creedence! 

A propósito de esta canción, la versión es larga, 11 minutos. Y, sin embargo, la instrumentación es un deleite. Pura Creedence, pura magia. Y también a propósito de la canción: cuenta la historia de un tipo que se entera que su mujer le engaña. Pero no, como yo creía cuando era chaval, porque él se enteraba estando en la tumba; resulta que la expresión del título hace referencia a la red de información que tenían los negros americanos en la época de la esclavitud, y que por lo tanto significa, para ellos, un "me he enterado que", dicen que me engañas, en este caso.

El resultado, años después, es que la Creedence ha sido probablemente el grupo que más ha influido en la música rock en todo el mundo; si no directamente, sí por haber sido los que más han influido en Springsteen y los grandes que sí les conocieron.

Por cierto: Uno de los miembros, Tom Fogerty (hermano del líder, John Fogerty, y el mayor del grupo, pues los otros tres eran de la misma quinta) murió de SIDA en 1990. Pero no piensen mal: el contagio fue con una transferencia de sangre hecha años antes, cuando aún no se controlaban esas cosas. 

En fin. Van a ser 10 canciones de la Creedence, casi todas de ellos salvo que lo especifique. No las glosaré, como sí hice con los Beatles, pero.... ¡buff, ganas tengo!



The Creedence Clearwater Revival - I heard it through the grapevine