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jueves, 30 de noviembre de 2023

Tres efemérides II: Horacio

https://www.youtube.com/watch?v=Rc78j1yICps 

 

La palabra dicha no puede ser borrada. (Horacio)


Cuando yo era chaval, los curas de mi colegio albergaron a un cura polaco. ¿Cómo se entendían? En latín. Cuando yo era chaval, todos los curas - el polaco también- sabían latín. 

Cuando yo era chaval, los curas sabían latín; la población en general no. Nuestros mayores habían estudiado latín, claro, mi padre tuvo 7 años de latín en la escuela, pero no alcanzaban el dominio de generaciones anteriores. De 100 ó 150 años antes, no me extrañaría que las personas cultas de 1850 sí pudieran hablar en latín con cierta fluidez. A mí, por supuesto, no me llegó el interés por el latín de la época de mi padre (en librerías de lance he encontrado manuales escolares de la época que ¡caray!), pero por alguna razón estudié que los principales nombres de la literatura latina eran Virgilio, Ovidio y Horacio. Supongo que sería por, entre otras cosas, lo canónico de su latín: es curioso que los tres fueran coetáneos. Con el tiempo, ya mayor, supe de otros: Salustio, Suetonio, Marcial, Plauto, etc. Pero los nombres de pequeño eran esos. No sé los nombres que habrán estudiado los jóvenes hoy en día, y no me extrañaría que la lista se redujera a ninguno. Eso no significa que los jóvenes de hoy en día no hayan estudiado los datos fundamentales de la civilización romana (nadie estudia autores cartagineses), pero da que pensar acerca de la formación que estamos dando a nuestros menores.

Pero centrémonos en Horacio, porque el 27 de noviembre fue el aniversario de su muerte.

Para empezar, se llamaba Quintus Horatius Flaccus, pero todos le llamamos Horacio. Comprensible. Su padre era un liberto (un antiguo esclavo manumitido), que poseía un pequeño trozo de tierra, y su mayor deseo era que su hijo llegara a ser un ciudadano culto, instruido y virtuoso. Para cumplir su deseo, se trasladó a Roma, y allí Horacio supo sacar provecho de los sacrificios paternos, y a los veinte años fue a Atenas para completar su instrucción. 

De regreso a Roma se vio obligado a ganarse la vida como escribano. La necesidad le hizo audaz, y compuso sus primeros versos, los cuales le introdujeron en los medios literarios. Así fue como trabó amistad con Virgilio y, a través de éste, con Mecenas. En aquella época mecenas no significaba "protector de los artistas", sino que era el nombre de un patricio romano muy rico, que le regaló a Horacio una villa donde éste llevó una existencia tranquila y sin agobios económicos. Allí pudo dedicar todo su tiempo a escribir, y de esta historia surge la palabra mecenas y su significado. Por si no lo sabían.

Horacio tenía una filosofía de la vida basada en el justo medio de las cosas. El emperador Augusto le ofreció ser su secretario particular, pero rechazó la oferta: prefería la paz de su villa, sus escritos y sus amigos. Mecenas, claro, pero es que Horacio no tenía deseos de poder o de riquezas.

El poeta murió el 27 de noviembre del año 8 antes de Cristo, pocos días después que Mecenas. El emperador, que sabía del afecto que unía a ambos hombres, mandó que fueran enterrados uno al lado del otro, en el Esquilino. Dentro, por tanto, de las murallas de la ciudad.

No estoy versado en Horacio. Ni en Ovidio, ni en Virgilio. Empecé la Eneida (no en latín, por descontado), pero no la pude terminar: me pareció demasiado pedante, comparada con Homero. Pero eso no quita para que no sepa que Ovidio escribió el Ars amandi, y que recuerde los nombres de estos tres grandes. Cultura general, el nivel de cultura general que se entendía como imprescindible cuando yo era chico. Ahora... no sé. Creo que la cultura general que se considera imprescindible ahora es de menor nivel que en mis años mozos. No sé si porque los poderes consideran que no es necesario un nivel como el de entonces o porque no se considera adecuado tener que hacer el esfuerzo necesario. Sea lo que sea, es un signo de estos tiempos. Deberíamos reflexionar sobre ello, y por eso aprovecho la efemérides de Horacio para sacar el tema a colación. 

 

 

Por cierto: Horacio fue el autor de la famosa frase Carpe diem. Quizá les suene.

 

 

 

Enya - Cursum Perficio 

jueves, 19 de enero de 2023

Una Tosca inaceptable

El arte es un concepto difícil de definir. Sí, el diccionario da varias acepciones de la palabra, pero ninguna de ellas valdría para responder en verdad a la pregunta de si algo es arte o no. De hecho, a menudo el objeto de la pregunta permanece inalterable y sin embargo la respuesta cambia con el tiempo. El ejemplo más claro es, para mí, Monet: sus cuadros no gustaron a nadie en su tiempo, se consideraron mamarrachadas, y sin embargo. O Van Gogh, del que creo que sólo vendió un cuadro suyo en vida. Es precisamente esta ignorancia ante la respuesta que dará el futuro ante la mamarrachada que tengamos delante lo que hace que no tiremos al puerto con un bloque de cemento en los pies a la miríada de mamarrachos que nos presentan sus mamarrachadas y pretenden que las aceptemos como si fueran inmortales obras de arte.

Pero ahora lo que me interesa son las otras creaciones, las que desde el primer momento fueron consideradas obras maestras. Indiscutibles.

Imaginemos que el Museo del Prado, aplicando una nueva política de seguridad, en vez de presentar los cuadros originales exhibiera copias. Copias, eso sí, realizada por falsificadores de novela, indistinguibles del original sin análisis químicos o espectrometrías de rayos X, esas cosas. ¿Nos importaría? La verdad es que no, al menos a mí. Claro que sabría que estoy viendo una copia, pero no admiraría la perfección de la copia sino la maravilla del original del que es copia fidedigna. O tal vez admiraría la perfección de la copia en cuanto copia, pero da igual: seguiría extasiándome ante ella. La clave, claro está, es la calidad de la copia: ha de ser suficiente. Si en vez de una copia perfecta se exhibiera la que yo pudiera hacer de Las meninas

Si eso mismo se hiciera en más museos, que exhibieran copias de cuadros de otros museos, tampoco pasaría nada siempre que uno supiera que no está contemplando el original. Y, como antes, la calidad sería fundamental para establecer su público, desde los más exigentes hasta los patanes que se conformarían con mi copia.

Esto que digo no es tan ridículo, y de hecho se hace en otros géneros. Por ejemplo, El pueblo español de Barcelona: un recinto en Montjuich que alberga una reproducción de las obras de arquitectura más características de España, una al lado de la otra. Supongo que válida sólo para turistas chinos y norteamericanos, los demás la contemplamos asombrándonos del cuajo que tuvo su promotor al pensar que algo así atraería a los turistas. O la exhibición Cataluña en miniatura, en un pueblo de las afueras de Barcelona: nunca he ido, pero creo que es lo mismo que El pueblo español pero de ámbito sólo catalán… y en maqueta. En miniatura. Pero publicitadísima de forma permanente en Barcelona, oigan.

O los restaurantes chinos: todos aceptamos que el Muralla feliz no es un verdadero restaurante chino, sino lo que nosotros creemos o aceptamos creer que es un restaurante chino. Por lo mismo, un restaurante chino en el Chinatown de San Francisco será para nosotros mucho más chino que nuestro Muralla feliz, aunque tampoco sea para un chino de verdad una verdadera casa de comidas china.

El ejemplo más claro, en realidad, se produce en la música. Lo que una orquesta nos ofrece no es la creación primigenia, sino la interpretación que consiguen hacer. Como si fuera una copia de un cuadro. Si la orquesta tiene la calidad suficiente para que nos satisfaga su interpretación, estupendo. Si no, pues depende: si han ido de cara y estamos avisados de que la versión de la novena de Beethoven va a ser interpretada con chuflainas, pues alabaremos su esfuerzo y nos reiremos de la parte cómica del resultado; si en cambio nos lo venden como el concierto de Año Nuevo de Viena, pues es normal que nos indignemos.

Dicho esto…

Está en cartel, en el Gran teatro del Liceo de Barcelona, la ópera Tosca. Así se publicita, así se vende. Pero he leído una crítica (https://metropoliabierta.elespanol.com/vivir-en-barcelona/tosca-exige-dimisiones_67288_102.html) que se resume en «actores desnudos de forma gratuita, estética que no viene a cuento, todo en la Tosca de Rodríguez Villalobos en el Liceu carece de sentido» además de una interpretación musical espantosa, que me llamó la atención por lo inusual. No de la crítica, sino de que el periódico digital en cuestión no acostumbra a publicar críticas: tengo claro, entonces, que aquello debió de ser inaceptable y sin atenuantes.

Por un lado, me parece bien la crítica. A un montaje de Calixto Bieto (que no era el director de este montaje, pero que sí acostumbra a ofrecer funciones "peculiares"), uno ya sabe o debería que no va a asistir a una representación fidedigna de la obra sino a una interpretación personalizada, a una variación sobre el tema. Como Las meninas de Piccaso. Si luego gusta el montaje es como si gustan Las meninas, cosa de cada uno: pero nadie se llama a engaño y sabe qué tiene delante. Aquí lo que ha pasado es que lo que el director ha presentado es una mamarrachada que además se vendió como si fuera la original (y probablemente los intérpretes lo intentaron, pero son los directores los que mandan y definen el producto). Una engañifa, pues, e inadmisible viniendo del Liceo; no el presentar una mamarrachada, pues bien que programan a Bieto, sino por no avisar de lo que en verdad iban a exhibir y que sí sabían ellos.

Pero, por otro lado, esta crítica envolverá el pescado mañana. Tosca terminará su programación y nadie (salvo el crítico) habrá arqueado siquiera una ceja. Es el paisaje de esta ciudad, de esta sociedad. En esto nos hemos convertido. Si hubiera ocurrido algo semejante en el Madrid galdosiano, seguro que hubiera habido un escándalo y no se hablaría de otra cosa: puede, incluso, que hubiera caído el gobierno o al menos el ministro, como propietarios y responsables últimos del teatro. Pero hoy en Barcelona, en Cataluña, el arte no pinta nada. Lo que tenga que ver con el arte no pinta nada.

Y esto nos retrata. 
 
 
 
Giacomo Puccini - Tosca (Te Deum)

viernes, 8 de abril de 2022

La escuela ha de enseñar, no educar, porque no educaría, adoctrinaría

https://www.youtube.com/watch?v=0SPvPr3yPxE 

 

Hojas del árbol caídas

juguetes del viento son;

las ilusiones perdidas

¡ay! son hojas desprendidas

del árbol del corazón.

 

No me quito de la cabeza lo de la nueva ley de educación. Hay cuatro posturas:

La primera es la de aquellos a los que esta ley les parece bien. Por ejemplo, a sus autores. No puedo decir sino que a estas personas más nos valdría haberlas colgado doce meses antes.

La segunda postura es la de aquellas personas que se preocupan por la educación. Absolutamente todas las personas de este grupo se llevan las manos a la cabeza.

La tercera postura, muy extendida, es la del encogimiento de hombros porque, a fin de cuentas, la ley no se va a aplicar. Y si se aplica, en uno o dos años la habrán derogado: es tal el desaguisado que está montando el PSOE en España que nadie duda de que los van a desalojar en las próximas elecciones. Es posible que así sea, pero eso no quita para que la ley se mire como si fuera a ser para siempre. Como si dentro de 80 años todo el mundo se hubiera educado con esa ley. Y como lo sabio es dar lo no venido por pasado, que escribió Manrique, conviene que la juzguemos como si ya se hubieran producido sus consecuencias.

La cuarta postura, que yo mismo he defendido a veces, es que a nosotros ni nos va ni nos viene: ya hemos pasado por el colegio, y como los efectos se notarían dentro de muchos años, el problema no es nuestro sino de ellos. Esta postura es necesaria a menudo por la propia salud mental: si fuéramos conscientes del descalzaperros colectivo y de la sociedad que estamos dejando nos desesperaríamos y perderíamos la gana de vivir. Pero ello no quita para que, de vez en cuando, nos preguntemos qué mundo estamos dejando a los que vendrán después y queramos que sea lo mejor que podamos. Y esta ley podría tener gran influencia en ese qué dejamos.

En lo que hay unanimidad es en lo evidente: los hechos y los datos concretos pierden importancia ante los valores humanos. Y lo buscan en las tres etapas, Primaria, Secundaria y Bachillerato. Por copiar un resumen del texto normativo hecho en un periódico, en Bachillerato:

En Lengua Castellana y Literatura los críos, además de aprender cosas, harán «un uso ético y democrático del lenguaje»; en Geografía se les enseñarán a «cuestionar modos de vida insostenibles» y a «adoptar hábitos de vida saludables»; en Economía, en Dibujo o en Matemáticas tendrán que hacer «un consumo responsable»; en Física y Química deberán «participar activamente en la construcción de una sociedad mejor».

En Historia del Arte, por su parte, se pide al estudiante que, al identificar las obras más significativas, «evite usar criterios que, por su carácter ideológico, eurocéntrico, sexista o, en general, discriminatorio, suponga un sesgo injustificado».

También en Literatura Universal la selección de las obras debe incorporar una «presencia de mujeres escritoras y obras no occidentales» y poner «en cuestión la mirada etnocéntrica propia del canon occidental, así como cualquier otro discurso predominante en nuestra sociedad que suponga opresión sobre cualquier minoría».

En Cultura Audiovisual se dice que, en los ejemplos que analiza el profesor, se deben «incorporar la perspectiva de género y la perspectiva intercultural, con énfasis en el estudio de producciones realizadas por mujeres y por personas de grupos étnicos y poblacionales que sufren discriminación».

En Dibujo Técnico se añade más «ecología y sostenibilidad». En Educación Física se practicarán deportes «que destaquen por su carácter mixto o inclusivo», «juegos multiculturales» y «danzas del mundo y propias del folklore tradicional». «Estos saberes podrían enriquecerse incorporando a las representaciones elementos de crítica social, emociones o coeducación», se añade.

En otras palabras, a la escuela no se irá a aprender conocimientos, sino a aprender a comportarse. A comportarse de una determinada manera, que por cierto es la de un activista de Podemos.
Se insta a los adolescentes a tomar partido, pero se les dice por anticipado qué tipo de activistas tienen que ser. No se trata de darles toda la información para que ellos lleguen a sus propias conclusiones, sino que se les da un código de valores predeterminado. Que es el del programa electoral de los partidos que integran el Gobierno de coalición, PSOE y Unidas Podemos.
Para ilustrar el espíritu de la ley, un ejemplo: en la etapa de Bachillerato no se estudiará la Historia basada en hechos ni en fechas, sino que se juzgarán sociedades antiguas (con los criterios actuales, por cierto: si eran o no feministas, ecologistas, etc.). Cuando se ha interpelado a los responsables por el que no se estudie la conquista de América o la España romana, lo que han respondido es que esas cosas ya las estudian en Primaria y Secundaria. Y se quedan tan panchos. Como si fuera lo mismo: su conocimiento de la España romana será con suerte lo que se le cuenta a un crío de 11 años.

Podría poner muchos ejemplos que no harían sino mostrar lo miserables que son los autores de la ley, pero no es necesario. A estas alturas, ya podemos hacer la pregunta clave:

¿Es esto lo que los padres quieren que sus hijos aprendan en la escuela?

No, sin duda. Los padres no sólo quieren que sus hijos estén vigilados. También quieren que se les enseñen conocimientos. Conocimientos, no valores: para enseñarles los valores, ya están ellos.

De hecho, la mejor respuesta a la pregunta la da la mismísima ministra de Educación. Pero no verbalmente, sino de obra: lleva a sus hijos al Liceo Francés, no a una escuela que siga el sistema español. Ella sí que sabe lo que les conviene.

 

 

Por último, quizá se pregunten ustedes porqué he empezado el artículo con la famosa quintilla de José de Espronceda.

En la escuela no sólo se han de enseñar conocimientos prácticos. No todo es Matemática, Física o Biología. El Arte es la Belleza. Pero el arte se ha de enseñar a apreciar, y un paso básico para ello es conocerlo. En la escuela se ha de enseñar las grandes obras de arte, ya que es muy difícil que una persona adulta no educada quiera buscarlas por sí mismas. Si la quintilla de Espronceda no se enseña en las escuelas, podemos estar seguros que los alumnos no la leerán jamás así vivan cien años. Así que al privarles de la enseñanza les estamos privando de su disfrute. Puede que el Arte no tenga utilidad práctica, pero sí que la tiene: el alma lo necesita. Y el Arte se ha de enseñar en la escuela; su transmisión es una cadena que estamos moralmente obligados a continuar.

Y si no les enseñamos que la pieza que acompaña a este artículo, de Madame Butterfly, es una maravilla musical, no la escucharán. Y tampoco tenemos derecho a privarles de su disfrute.

 

 

 

G. Puccini - Madame Butterfly (un bel di vedremo)

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Os Lusíadas

https://www.youtube.com/watch?v=dlYPGjXy_LA 

 

 

Hipérbaton es una palabra curiosa, y también representa algo curioso.

Primero, la palabra: es esdrújula, y se acentúa. Hi-pér-baton. Uno podría pensar que es aguda, por aquello de acabar en -batón, pero no. Y, sin embargo, la palabra en plural ¡es llana! Y por lo tanto no se acentúa: hiperba-tó-nes. El plural se acentúa con la tendencia que le daríamos en singular, y en singular no se acentúa como podría deducirse de su acentuación en plural y parece natural. Un lío, al menos para mí.

Lo segundo, que el hipérbaton designa un empleo curioso del leguaje: el cambio en el orden habitual de las palabras: de madera la cuna

Todo esto viene a cuento de que estoy leyendo Los Lusiadas, de Camoens. En verso, por descontado. La obra es la epopeya de los portugueses y de su establecimiento del camino a la India. En los primeros cantos (aún no he terminado el libro) vemos a Vasco de Gama sorteando las trampas que le tienden los musulmanes en el lado oriental de África, que dominaban cuando él llegó para explorarlo. En un momento dado llega a un sitio donde le acogen bien y le piden, en la mejor tradición de las epopeyas, que cuente quién es, qué le ha pasado de interesante en el viaje hasta allí, que cuente de su tierra, lo normal cuando acoges a alguien de lejos. 

Fijos estaban todos aguardando
lo que el sublime Gama contaría,
cuando él, después de estar un poco pensando,
alzando la cabeza así decía:
- Mándasme ¡oh Rey! que vaya relatando
de mi gente la audaz genealogía;
no me mandas contar extraña historia
mas de lo míos alabar la gloria.
De alabar gloria de otros el empleo
cosa es que se acostumbra y se desea,
mas la alabanza de los propios veo
que se tendrá por sospechosa y fea
y para referirte, creo
que cualquier largo tiempo corto sea;
mas todo, pues lo mandas, se te debe,
iré contra lo usado y seré breve.

¿Breve? Las narices. El tío se explaya que da gusto. Y en un momento dado (canto III, estrofa 111), para  explicar una batalla frente a los moros en la que el ejército moro es muy superior, dice:

 Como el membrudo bárbaro gigante,
del rey Saúl con causa tan temido,
viendo al pastor inerme de él delante
de esfuerzo y piedras solo apercibido,
con palabra soberbia y arrogante
desprecia al flaco mozo no vestido,
que de la honda al son lo desengaña
de que más puede fe que fuerza y maña:

Sí, al principio la obra cuesta un poco leerla: en el principio son constantes las referencias a la mitología ("Que si el facundo Ulises escapara de caer en la Ogigia eterno esclavo y si Antenor los senos penetrara ilirios y en la fuente de Timavo"), pero se capta la idea, y en cuanto a los hiperbatones uno se va acostumbrando a deshacerlos automáticamente. En ese sentido, resulta refrescante leer las estrofas y hacer el ejercicio mental de poner lo que se dice en un orden entendible. 

Los Lusiadas es una obra de estilo manierista, es decir, barroca dentro del Renacimiento y antes de que llegara el Barroco. No se limita a contar una historia, sino que la cuenta con todo tipo de adornos y detalles; aunque son precisamente esos adornos y detalles los que hacen atractiva la historia, así que no es algo superfluo. Es más, intente contar usted el encuentro entre David y Goliat, a ver si le queda tan bien como a Camoens.

Porque entiendo que habrá captado que la estrofa traída es, precisamente, esa escena. Sería una pena que, por carecer uno de cultura religiosa, careciera uno de la capacidad de apreciar el arte de Camoens.


Chascarrillo final: por razones que desconozco, en el colegio estudié esta obra con el título en portugués, Os Lusíadas, que incluye tilde en la i. Para escribir este artículo he empleado el título en español, y se me ha hecho rarísimo.



Mary Hopkin - Those were the days

 


sábado, 12 de junio de 2021

He ido al teatro

https://www.youtube.com/watch?v=cC8pdPys-zk 

 

Hacía muchos años que no iba, y fui. La obra estuvo bien, aunque un poco austera para mi gusto: solo dos actores, una actriz y un actor (aunque la actriz era de renombre, Cayetana Guillén Cuervo; pero no me entusiasmó). Decorado minimalista, una caja de madera abierta por el frontal, con un televisor gigante como pared trasera, que servía para ambientar, situar, explicar cosas, etc., y ya está. Nada más. Pocas luces, unos focos para iluminar a los actores.

Imagino que el teatro moderno es eso. Mucha coreografía, los dos actores, en determinados momentos se movían de forma marcada, como interpretando un ballet entre ellos, y ese ballet tenía que contribuir a expresar la tensión entre ambos. Y una obra en un único acto, lo que me sorprendió; estaba acostumbrado a que las obras de teatro tuvieran varios actos, cuadros incluso. Pero no: los dos actores salieron, dialogaron entre ellos y eso fue todo. Fin de la obra.

¿Por qué no había apenas jóvenes entre los espectadores? Se me ocurren varias razones.

En primer lugar, no fue un espectáculo espectacular. Cuando uno va a una obra de teatro... bien, se supone que es un espectáculo grandioso. Sin llegar al nivel de las óperas, pero vestuario, actores entrando y saliendo, decorados trabajados, todas las cosas que enfrascan al espectador. En la obra que vi sólo había dos actores recitando un texto.

En segundo lugar, la entrada fue cara. Estaba al 50% y costó 16 euros; una entrada de cine un domingo me sale por 5. Además, la obra fue corta. Hora y cuarto, cuando una película ronda las dos horas. Sí, reconozco que cuando terminó pensé: ¿esto es todo?

Parece mentira, pero la ausencia de escenas también influyó. Es cierto que los actores entraban y salían de la vista, pero era para dejar un vaso, buscar una botella o contestar al timbre. Era todo una secuencia. Estaban contando una historia, no nos estaban representando una historia.

Pero sobre todo, lo que más me llamó la atención fueron las butacas. El teatro estaba en el barrio chino, entre las Ramblas y el Paralelo, pero el edificio era suficiente, la boca del escenario grande, podría dar un gran espectáculo. Y entonces uno se sentaba en las butacas, estrechas y de madera, con el número de asiento grabado en una chapita en el respaldo. Todas muy juntas, estrechas. Rancias. Me recordaron a muchos cines de mi juventud, que no cambiaron sus butacas y desaparecieron (normal: ¿quién quería ver una superproducción de Hollywood en una butaca de madera cuando el cine de al lado ofrecía unas butacas del futuro?).

El mundo del teatro está pasando por tiempos difíciles, lo sé, pero también el sector de los exhibidores de películas. Y, sin embargo, estos últimos parecen que se esfuerzan por atraer espectadores. Quieren que sus espectadores disfruten de la experiencia que ofrecen y quieran repetir. Los teatreros, me da la impresión de que sólo se quejan.



Tracy Chapman - The promise

jueves, 21 de junio de 2018

DIferencia entre Arte y Ciencia




Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Una afirmación que hace más de cien años que la decía Don Hilarión, y sigue siendo válida. Desde hace tres siglos (véase la serie de artículos con la etiqueta Gracias a ellos y en especial el artículo sobre John Kay), las ciencias y, gracias a ellas, la Técnica, están evolucionando en lo que parece una progresión exponencial, cada vez más lejos más rápido.

Desde luego, todos entendemos el porqué.

Aunque me atrevería a decir que pocos habrán pensado que una de las causas de la aceleración es el aumento de la población a lo largo del tiempo, y en especial el número de personas que se dedica a la Ciencia. En 1600 la población de España, Francia, Inglaterra y Alemania no superaba los 50 millones de personas; ahora son más de 250 millones de personas: se ha multiplicado por más de 5. Pues bien, sin duda la población de físicos, químícos, biólogos, médicos, ingenieros y todos los profesionales que de una manera u otra hacen avanzar la Ciencia y la Técnica se ha multiplicado por muuuucho más de 5 en este periodo, si me dicen que por más de mil me lo creo. Pues si por cada matemático que hubiera en 1600 ahora hay más de mil, ¿cómo no va a acelerarse el conocimiento de la Matemática?

Y no solo hay más médicos, astrónomos y entomólogos. También hay más escritores (digamos gente que escribe pretendiendo que escribe narrativa, poesía o teatro), pintores (los albergues para personas sin hogar están llenos), músicos y escultores. Sin embargo no parece que la evolución de estas actividades haya ido paralela a la de las ciencias. Tenemos muchas personas que saben más que Galileo o Newton, que nos explican el Universo o el porqué de las cosas mejor que ellos, pero ¿las tenemos que pinten mejor que Zurbarán, escriban mejor que Cervantes o compongan mejor que Vivaldi? La música y la pintura han evolucionado en estos siglos, pero por el avance de la técnica: se fabrican mejores pinturas, mejores soportes, mejores pinceles, mejores instrumentos,... Se dispone de infinitamente más medios, ahora es normal lo inimaginable entonces, pero no creo que ninguno de los pintores españoles actuales (sin ánimo de ofender) vaya a ser recordado dentro de 400 años como un genio de la Pintura. Por poner un ejemplo.

Y ésa es la diferencia entre el Arte y la Ciencia.





De todas formas, tampoco podemos presumir de que podamos apreciar lo que tenemos. Sirva como ejemplo el caso del mallorquín Pedro Miguel Marqués, cuyo preludio de El anillo de Hierro sugiero como pieza de acompañamiento de este escrito. ¿Alguien ha oído hablar de él, aparte de documentados melómanos? ¿Hay algo más triste que su página en Wikipedia? Y, sin embargo, ¿no es este preludio una pieza bellísima y nuestra que debiéramos todos conocer? Si el compositor no hubiera sido español sino francés o alemán, ¿alguien duda de que sería mundialmente conocida? País cainita el nuestro por excelencia, muchas cosas tienen explicación.



Pedro Miguel Marqués - El anillo de hierro (preludio)

sábado, 30 de diciembre de 2017

Coco




En el principio, no había nada. Conatos. Experimentos. Un ver qué se podía hacer. Entonces, en 1995, Pixar sacó Toy Story, y todo cambió. Era viable hacer largometrajes sólo por ordenador. Y Toy Story, además, era muy buena: era posible hacer películas muy buenas sólo por ordenador. Pero el año anterior Disney había hecho El rey león, y a su estela las películas de dibujos animados tenían aún vida. Así que Pixar hizo Bichos, Toy Story 2, y luego Monstruos, S.A. Monstruos S.A. coincidió con Shreck, y estas dos películas eran tan, tan buenas, que cambiaron la balanza. Y aunque Lilo & Stich, de Disney, podía competir con esas dos (y en mi opinión las superaba), fue el canto del cisne: las películas dibujadas estaban acabadas. Por si hubiera alguna duda, luego Pixar hizo Los Increíbles, y fue el final de cualquier discusión. Y Pixar era el nuevo rey del mambo de las películas infantiles.

El éxito de Pixar se basó en tres pilares: peliculas muy, muy buenas (argumento, guión, ritmo, música, storytelling, todo); una técnica increíble y cada vez mejor que hacía que a los 4 minutos uno ya creyera que lo que veía era de verdad, rodado con cámara y no dibujado por ordenador; y la clave de todo: eran películas que también gustaban a los adultos. Esto último es importante, porque - a diferencia de las películas de Disney-, eran los adultos los que querían ver las películas de Pixar: el hijo o el sobrino era, en realidad, la excusa para poder ir al cine. En las tres primeras películas de Pixar esta atracción no existía tal cual, sí que empezó a aparecer en la tercera, y se producía por la simple excelencia de las películas, pero en Monstruos S.A. fue algo brutal: la película estaba llena de golpes que sólo los adultos captaban, y que hacían que nos olvidáramos de cuidar a los niños para concentrarnos en lo que nos estaban contando.

Entonces llegó Los Increíbles. Por decirlo de alguna manera, Los Increíbles fue como La guerra de las galaxias en 1977. Baste decir que mi mujer tenía aversión a los cines, pero se vió obligada a ver esa película... y adiós aversión: se convirtió en una fan de las salas. La película perfecta. Pixar en la gloria. 

Mientras hacían Los Increíbles, los chicos de Pixar también hacían Cars y Wall-E. También hicieron muchas otras películas, todas ellas grandes películas y que mantenían los pilares de las películas de Pixar, pero a mí se me quedaron Cars y Wall-E como especiales. Cars trataba temas que los chavales (el público al que en teoría estaban destinadas las películas) que no captaban ni comprendían ni mucho menos les hacían meditar. Y es que iba, en realidad, sobre la despoblación y el abandono de los pueblos y sobre la prevalencia del triunfo pasajero frente a la perspectiva de la vida y de lo que uno estará más orgulloso después. Aunque, eso sí, la carrera final es sólo equiparable a la de cuádrigas de Ben-Hur de 1959.

En cuanto a Wall-E... No es una película para el gran público. Es una obra de arte. Casi sin diálogo, sólo la acción. El público tiene que estar atento a lo que sucede en la pantalla y entender por sí mismo, no le van a explicar nada. A su vez, los "actores" ha de ser como en el cine mudo, ser capaces de expresar todo por sí mismos sólo con sus movimientos y sus "caras". Es un ejercicio de estilo, una exhibición de dominio de la técnica cinemátográfica. Como la guitarra clásica, una vez uno es consciente de lo difícil que es sacar esos sonidos de la guitarra, también la película asciende de categoría cuando el espectador cae en la cuenta de la tremenda dificultad y riesgo que afrontaron los de Pixar con esta película.

He visto todas las películas de Pixar. Algunas, las terceras partes, psé, están bien, pero son para niños. Otras, Up, Ratatouille, generan en el espectador adulto una gratísima sensación de haber visto una gran película. Y el otro día estrenaron Coco.

Y Coco, para mí, pasa a formar parte del grupo de Cars y Wall-E. Más allá del prodigio técnico (la figura de Coco y de la abuela, por ejemplo) y de lo entretenida, y de que (al igual que Wall-E) hace que toda la sala llore o esté con caras serias de pena, y de que al acabar la sala prorrumpió en aplausos, la película plantea con habilidad un tema curioso, para ser una película infantil.

Coco va de los muertos. De que hay dos clases de muertos, los vivos y los muertos del todo. Los muertos, cuando mueren, van a lo que podríamos llamar el mundo de los muertos, la ciudad de los muertos. Allí viven. Una vez al año en el folklore mejicano, en la noche del día de muertos (en España, lo que hogaño se denominaba la noche de las ánimas), los muertos vivos pueden, si sus familias les rinden honores, volver al mundo de los vivos y visitar a sus familias aunque éstos no los perciban. En la película Miguel, el protagonista, ha cogido del altar familiar la foto de su tatarabuela Imelda (madre de Coco, por cierto, que es la bisabuela de Miguel), e Imelda no puede entrar en el mundo de los vivos. La familia muerta de Miguel se da cuenta de que algo pasa y vuelve a la ciudad de los muertos a buscarla, y se lleva con ellos a Miguel (lo cual es posible por razones argumentales que no vienen al caso). Una vez en la ciudad de los muertos, Miguel descubre que ha de salir de allí esa misma noche o morirá (éste es el argumento "infantil" de la película), pero también descubre que, a su vez, también los muertos mueren. Y cuando un muerto muere... simplemente, desaparece. Nadie sabe a dónde va, qué pasa con él. ¿Cuándo muere un muerto? Cuando ya no queda ningún vivo que le recuerde. Mientras quede algún recuerdo en el mundo de los vivos, el muerto está vivo, no muerto del todo. Esto plantea el segundo argumento: Miguel conoce a un muerto, Héctor, que está próximo a morir, señal de que su hija, última persona que queda que lo recuerda, está olvidándolo, y necesita que Miguel lleve su foto al mundo de los vivos esa misma noche para que Héctor pueda cruzar el puente entre mundos y ver a su hija antes de morir del todo.

Cartel promocional de la película
No sé si los niños son conscientes. Los adultos sí, o deberíamos serlo. Todos hemos conocido a personas que han muerto. Y sabemos de personas que han muerto. A algunas las echamos de menos, nos causa pena su ausencia. A otras las recordamos con agrado, pero nada más, como las abuelas, las tías abuelas, los viejos maestros,... Y a la gran mayoría, pues ni fú ni fa: nadie siente dolor por su bisabuelo, aunque sepa su nombre y algunos hechos, la botica que tenían, su sable del ejército o algún libro que fue suyo. Y da qué pensar, puesto que todos moriremos, y cuando muramos será sólo el recuerdo lo que quede de nosotros. Más aún, de lo que hagamos en vida será el recuerdo que provoquemos. ¿Somos de esto conscientes?

Coco es una de las grandes películas de Pixar. Es una película que todos deberíamos ver. En un cine, por supuesto.



Chascarrillo adicional: dentro de la banda sonora está la canción La Llorona. ¡Qué recuerdos me trajo! Yo, en el cine, no pude evitar cantarla. Pero me permitirán que no ponga aquí la versión de Chavela Vargas, interpretación patrón y definitiva, sino la de Joan Báez. Era la que tenía yo en disco, cuando tenía discos. Incluyendo el de Joan Baez cantando en español.

Y aunque la vida me cueste, llorona, no dejaré de quererte.



Joan Báez - La Llorona

sábado, 5 de diciembre de 2015

Revoluciones y tráfico

La undécima canción no es de las más populares y no es de las que más se escuchan en la actualidad; sin embargo, ha sido una de mis preferidas de siempre. Pero luego hablaremos de ella; primero, voy a proponer un acertijo.

Se trataba de condensar la música de los Beatles en 12 canciones; con la de hoy he desvelado ya las 11 primeras; queda, por tanto, una, y avisé que las daba por orden alfabético. ¿Cuál es la última canción? Fíjense, voy a proponer 13 canciones; una de ellas es la elegida, y las otras 12... bueno, con las otras 12 se podría hacer también una selección de canciones de los Beatles que no desmerecerían a las 12 por las que opté; es una muestra más del talento de los Beatles. Estas 13 canciones son:
  • 3 canciones clásicas, de las imprescindibles: She loves you, Something, y Yesterday
  • 3 canciones famosísimas y conocidas por todos: Strawberry fields forever, With a little help of my friends y Yellow submarine
  • 3 canciones menos conocidas, pero ensalzadas por la crítica: The fool on the hill, Two of us, y While my guitar gently weeps
  • 3 canciones que hay que ser un beatlemaníaco para recordarlas, y que sin embargo son fabulosas: She's a woman, The end, y Why don't we do it in the road
  • Y una versión, una canción que no es de ellos pero que vive porque la tocaron ellos: Twist and shout.
¡Y las que me he dejado fuera!

Volvamos con la undécima. Es Revolution. Pero la rocanrolera, la que salió como cara B en el single de Hey Jude y luego, con suerte, en recopilaciones como el álbum azul, no la que salió en el White Album (el recopilatorio Hey Jude, en el que también aparecía, yo creo que no se publicó en España hasta muchos años después). La canción es cañera y, si pensamos en la música que se hacía en 1968, ultracañera. Y es que Helter Skelter y Revolution, en mi opinión, son el anticipo del Heavy Metal que reinará en los 70. 

He mencionado que hubo otra canción Revolution que se publicó en el Disco Blanco: Fue Revolution n. 1, que era la misma canción pero mucho más lenta; si no hubiéramos oído antes la versión rápida, pensaríamos que es una canción popera, con ese coro "bom chuviruwap" y una letra un poco rara, pero la hemos oído. Y mi realidad fue que yo ya era un fan de la versión rápida cuando me pude comprar y oir el White Album. Y entonces ocurrió. Oí Revolution n. 1, y pensé ¿qué diantres está pasando aquí? ¿Se me ha estropeado el tocadiscos? Pero no, porque el resto de canciones sonaban bien. 

Entonces me fijé que en la cara B del segundo disco estaba Revolution n. 9, y pensé que es que había dos versiones distintas, como en Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, que la tiene al final como reprise. Así que seguí escuchando. Y llegué a Revolution n. 9. Tras el primer minuto estupefacto, recordé que me habían hablado de ella. La oí entera, los 8 minutos largos; y creo que en alguna ocasión la he vuelto a escuchar entera, pero...

A ver, se supone que es una canción de los Beatles. Está en un disco de los Beatles, la "interpretan" los Beatles, figuraba en la lista de canciones del disco y consta en todas las listas de canciones de los Beatles. ¿Es una canción? ¿Es música? ¿Tiene algún valor?

Empecemos por el principio: pòrque eran los Beatles, que si no... Eso no se le publica a nadie, si se quiere vender copias de eso. Y diría que nadie más lo ha intentado jamás. 

Pase también que estamos en 1968, y los Beatles hacen lo que quieren; y una de las cosas que quieren es experimentar, descubrir hasta dónde se puede llegar con el lenguaje musical y todos se lo agradecemos y hemos ido detras de ellos, son ellos los que abren los caminos.

Y además puede que también tenga algo que ver que existía (supongo que existe aún) algo llamado "música concreta", un engendro que podríamos resumir en que unos "listos" grababan una puerta chirriosa y decían que era música. A mí me gusta la música clásica, y puedo aceptar el Dodecafonismo; se ve que aquello se quedaba corto, y tras la G.M.II unos iluminados fueron más allá y se inventaron la música concreta. Y en 1968 los Beatles publican Revolution n. 9.

Bien, digámoslo claro: Revolution n. 9 es una porquería infumable que nadie quiere volver a oir nunca más, que pocos estarían dispuestos a perder ocho minutos de su vida oyéndola y que nadie la compraría. Y en esto, todos estamos de acuerdo. Todos sin excepción y en su totalidad. Porque el autor, el productor y el distribuidor pueden jurar que es arte y que nuestro problema es que no lo entendemos, pero la realidad, lo cierto e innegable es que es una mamarrachada que se puede admitir como se admite un grito gutural, pero que intentar a) venderlo, y b) hacerlo pasar como arte, es del todo punto inadmisible.

Pues bien, lo que acabo de describir y en la música no ha colado, cuela todos los días como arte si se trata de pintura, de escultura y de artes desconocidas pero fuera de las siete clásicas, por llamar arte a lo que en los medios a veces informan que se exhibe en ARCO o en museos de arte moderno y ocurrencias por el estilo. 

Llevo tiempo meditando cómo explicarles la tomadura de pèlo que hay detrás de lo que se denomina "Arte moderno" y que nos quieren vender en ARCO y en tantos otros sitios tratándonos de patanes si no caemos de bruces extasiados ante tan sublime arte, y cómo ganan la batalla si salimos diciendo que "a mi, esto del arte moderno...", "yo, es que esto del arte moderno,..." y frases por el estilo, con las que otorgamos que esas marramachadas son arte, "pero lo que pasa es que yo no lo entiendo". Como el traje invisible del emperador desnudo. Y al final he decidido que no voy a hacerlo. No sé, no puedo. Lo que les propongo, en cambio, es que intenten escuchar Revolution n.9. Luego, extraigan sus propias conclusiones como pieza musical. Y luego, por favor, piensen que eso mismo es lo que les están colando como "arte moderno". En ARCO defenderían Revolution n. 9 como una obra maestra de la música. Moderna, eso sí, porque si no se apostilla que es moderna usted podría querer opinar.

Y si por un instante cree que Revolution n. 9 es música, escuche de nuevo, por favor, la auténtica Revolution. Las cosas claras y el chocolate espeso.



El último número de la revista del RACC (Real Automóvil Club de Cataluña) incluye, como siempre, un editorial en la página 3; estos editoriales suelen tener un esquema tipo "hay algo que no está bien del todo, en el RACC somos pistonudos, el RACC es pistonudo, y nosotros sabemos cómo resolverlo pero no nos hacen caso todavía". Vamos, el mismo estilo que tendría la revista de un Colegio de Ingenieros, de Arquitectos, de Farmaceúticos, o de Vecinos del barrio. Y esta vez no es una excepción. Pero lo que me llama la atención es el primer párrafo, que les sirve de entradilla y sobre el que luego no vuelven. El párrafo en cuestión es:
El aumento de la siniestralidad vial en 2015 nos preocupa. En los diez primeros meses del año los accidentes mortales han aumentado en la red vial española un 4%, y los muertos un 1%. En Cataluña, las muertes en accidentes se han disparado un 28%, con las distracciones al volante, especialmente por el uso de los smartphones, como primera causa de sinisestralidad y origen de un 23% de los accidentes con víctimas.
El argumento que usa como entrada para el resto del artículo son los accidentes por distracción. Pero yo, cuando lo leí, me quedé de piedra: si los muertos en España han aumentado un 1% y en Cataluña un 28%, lo que es obvio es que en el resto de España el número de muertes ha bajado muchísimo. Si le damos a Cataluña un peso del 20% en lo que corresponda (km de carreteras, población, parque automovilístico, nº de accidentes, tráfico, lo que sea), en el resto de España los muertos tendrían que haber descendido un 5,5% para que el global sea un incremento del 1%.

Así que lo que creo que el Racc tendría que plantearse es porqué en Cataluña los muertos han aumentado un 28% y en el resto de España han disminuido un 5,5%. Pero eso equivaldría a cuestionarse si algo se hace mal en Cataluña, y por ahí el Racc no va a pasar. Y, sin embargo, ¿qué otra explicación hay?

En principio, la climatología de Cataluña es similar a la que se puede encontrar en el resto del país, y su evolución también es similar. La red viaria catalana, también en principio, no tiene nada que envidiar a la de ninguna otra comunidad, antes al contrario.  El parque automovilístico, lo mismo. La pericia de los médicos y los servicios de asistencia, digo yo que también es similar. Pero hay tres diferencias entre Cataluña y el resto de España.

La primera diferencia es que en Cataluña tenemos, desde hace 5 años, el "Gobierno de los mejores", liderado por un Astuto Líder que antepone a su pueblo frente a todo lo demás. 

La segunda diferencia es que en Cataluña no manda la Dirección General de Tráfico, sino el Servei Català de Trànsit. Aunque algunos opinan que estamos sometidos por Madrid que nos oprime, lo cierto es que en esto del tráfico en Cataluña somos independientes (y así nos va).

Y la tercera diferencia es que aquí la Guardia Civil no se encarga de la seguridad vial y el tráfico, sino los Mozos de Escuadra.

Yo no estoy diciendo que los mossos no tengan ni idea de seguridad vial. No creo que sepan más que los guardias civiles, que viven en casas cuartel y la Agrupación es su vida, pero tampoco dudo del interés y profesionalidad con la que los mossos desempeñan su función. Pero lo cierto es que los mossos son los que son, su despliegue es el que es y se dedican a las cosas que les ordenan.

En fin, podrá ser por falta de personal, por falta de medios, por carencias presupuestarias, por no ser una prioridad de nuestros gobernantes, pero el hecho es el hecho. Y la causa tiene que estar en las apuntadas, me temo que por orden de responsabilidad. 

Y ahora les voy a dar yo la verdadera razón.

Verán, en Cataluña, desde siempre, si algo ha salido mal la culpa es de otros, nunca nuestra. Si no queda más remedio, la culpa es de Madrid. Si nos dieran más dinero, si nos dejaran hacer lo que queremos, si nos dieran la independencia, entonces las cosas se harían bien (porque el mantra que nos repiten cada día es que las cosas se han de hacer bien) y no pasaría lo que pasa. Y esto es así, así enfocamos las cosas quiero decir, aunque tenemos libertad para asignar el presupuesto, nos encargamos de la gestión del tráfico en todas las carreteras y la policía que se encarga de la segurida vial está 100% a nuestras órdenes. Y seguimos creyendo, cuando algo funciona mal, que la culpa es de otros. De Madrid, a ser posible.

¿Ustedes creen que así se puede mejorar?

En los diez primeros meses de este año, en Cataluña el número de muertes en accidentes ha aumentado un 28% (¡un 28%!). En el resto de España, parece que han disminuido un 5,5%. más o menos. Pero como somos independientes en tráfico y no nos lo van a resolver desde fuera, me temo que la cifra, en Cataluña, seguirá aumentando.

Porque somos así y así nos luce el pelo.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Susana y los viejos



Hace años asistí a una exposición de cuadros de la señora Milagros, madre de mi amiga Arancha. Arancha estudiaba Arte, y me iba explicando los cuadros. Uno de los que guardo mejor recuerdo fue una versión de "Susana y los viejos". Y la recuerdo porque el enfoque era el opuesto al clásico.

Susana y los viejos es un tema que se ha pintado a menudo: Tintoretto, Rubens y Rembrandt, entre muchos:


(aprovecho la ocasión para recomendar la visita al semidesconocido museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde se guarda la versión de Rubens que muestra la fotografía)
Como me explicó Arancha, Susana y los viejos hace referencia a un pasaje de la Biblia; resulta que es un pasaje perdido y que no viene a cuento, al final del Libro de Daniel, uno de los Profetas Mayores. Cuenta la historia de Susana, mujer muy bella (y felizmente casada), y dos Ancianos (porque pertenecían al Consejo de Ancianos del lugar) que bebían los vientos por ella y la espiaban. En un determinado momento, Susana decide darse un baño creyéndose sola y los libidinosos mirones la asaltan y le dicen:
- Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas.
Como ven, en muchos pasajes la Biblia es como la vida misma. El caso es que, figurando en la Biblia, ésta era una ocasión perfecta para dibujar el desnudo femenino sin ser tachado de pagano o profano, ya me comprenden. Y, por descontado, daba a los poderosos de la época el motivo para encargar una obra cuasipornográfica para solaz en sus habitaciones privadas, de nuevo sin ser tachado de concupisciente en vez de pío. Y ya que estoy, un chascarrillo que leerían en la web que les he enlazado del Museo de San Fernando:
...el mandato que Carlos III, movido por un prurito moral, dio a Mengs para que seleccionase los lienzos que, con desnudos licenciosos, se encontraban en sus distintas residencias. La orden era la de quemar esas pinturas consideradas indecentes. Mengs, con el pretexto de que tenían valor pedagógico para el estudio de la pintura, salvó de la quema obras maestras de Durero, Tiziano, Rubens, Veronés y otros grandes pintores. Ocultadas hasta 1792, fueron trasladadas a una habitación secreta o «Gabinete reservado», al cual muy pocos tenían acceso.
Pero yo les decía que la madre de Arancha le había dado un enfoque diferente. Llamativo, porque en aquella época (dije "hace años", pero era un eufemismo) el feminismo beligerante y castrador aún no lo invadía todo. Y es que la señora Milagros se había centrado en los viejos. A Susana se la veía pequeñita, al fondo. El cuadro era en realidad un estudio sobre los dos babosos mirones.

En fin, el Arte se para siempre aquí; en realidad, le da igual cómo acaba la historia de Susana. Y, por supuesto, usted no tiene una Biblia a mano y de todas formas no pensaba consultarla para saber el resto, así que permita que le haga un pequeño resumen. 

Susana - como sigue pasando hoy en día en ya se imagina usted qué países- sabe que si se niega la condenarán a muerte por lapidación; con todo, lo prefiere a ceder, y se niega. Los dos ancianos hacen lo que le dijeron, la denuncian y consiguen (cito: "Como eran ancianos del puebo y jueces la asamblea los creyó") que se la condene a muerte. Pero antes de ejecutarla aparece un muchacho (al que se le llama Daniel, porque el relato está en el Libro de Daniel, por nada más) que dice que los ancianos mienten y que puede probarlo. El Consejo decide darle una oportunidad, y Daniel pide que separen a los dos ancianos lejos el uno del otro, y que los interrogará por separado. Y a cada uno le pregunta, puesto que declaran que vieron a Susana y al miserioso joven abrazados en el jardín, bajo qué arbol estaban. El primero dice que una acacia, el segundo que una encina: cazados. Daniel les acusa de hacer lo mismo que aquel juez, Pascual Estevill, que tuvimos como uno de los Popes de nuestra judicatura como cuota de CiU, y de dar sentencias injustas a sabiendas para obtener ellos provecho y de haber conseguido en otras ocasiones que atemorizadas mujeres se acostaran con ellos, y la asamblea decide que la condena de los dos convictos sería la misma que ellos querían imponerle a la inocente.

Es un relato cortito y entretenido, no les pasará nada malo si lo leen.




Henry Purcell - Lamento de Dido (Dido y Eneas), intr. Jessye Norman