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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Mis versículos favoritos XX: el plato de lentejas

https://www.youtube.com/watch?v=RV9jIle7Gl0 

 

 

Leo un artículo en prensa y hace referencia al plato de lentejas. Los que entienden la referencia y son conscientes de la situación política actual no necesitan más pistas sobre el sentido del artículo, pero... ¿sabe todo el mundo qué es lo del plato de lentejas?

Me temo que no. Igual que hay muchos españolitos de a pie que no saben quién fue Julio César, estoy seguro de que hay muchos más que desconocen la historia del plato de lentejas. Y esto me parece terrible, porque estamos hablando de nuestra cultura. Una cultura que hemos decidido desconocer porque es de raíces cristianas (judeocristianas, en este caso), y lo cristiano no es progre, es de fachas. Es de extrema derecha; por lo tanto saber el origen de la expresión "por un plato de lentejas" también es de extrema derecha. El verdadero progre no ha de conocer el origen del plato de lentejas, de hecho si es un progre pata negra no ha ni de conocer la expresión.

Y eso que, caray, no es tan difícil. Pero es un tema de cultura general. Habría que explicar quiénes eran Isaac, Esaú y Jacob, la historia de la familia y su importancia, el libro del Génesis, qué es la Biblia. Todo ello de extrema derecha cuando no de derecha extrema. 

¿Nos parece bien? El último informe PISA habla del retroceso importante del nivel de los muchachos en comprensión lectora, en ciencias y en matemáticas. No investiga PISA lo que es o debería ser cultura general, los mitos e ideas que conforman nuestra sociedad desde tiempos remotos, los nombres de las personas más significativas de nuestro pasado. Al final, limando nuestros conocimientos, anulando nuestras tradiciones, reduciendo todo lo que nos hace diferentes y especiales, terminaremos viviendo, todos, en el prototípico suburbio norteamericano de las series, comprando en los centros comerciales y en las mismas franquicias que encontraremos allá donde fuéremos, celebrando las mismas fiestas americanas a las que no les encontramos sentido pero son cool, y asombrándonos de viajar a Europa.

 

 

Se cuenta en el libro del Génesis que Isaac, el hijo de Abraham, tuvo dos hijos. El mayor se llamaba Esaú y era, digamos, todo testosterona. El pequeño era Jacob, y la antítesis de su hermano. Esaú era el favorito de su padre, y Jacob el de su madre. Curiosamente, los dos hermanos eran mellizos, pero el que primero salió fue Esau y el segundo Jacob, "agarrando con su mano el talón de Esaú" (Gen 25, 26). Esaú fue cazador, Jacob beduino. Siempre estuvieron a la greña: los descendientes de Esaú fueron los edomitas, con los que se estuvieron partiendo el careto los israelitas (más adelante Jacob cambiará su nombre por Israel) durante siglos, pero puede que el origen del relato fuera un ancestral y antropológico choque entre los cazadores y los pastores recolectores, seguramente en una época en la que en Palestina coexistían ambos estilos de vida.

De los dos, el que pasó a la historia fue Jacob, al igual que a la larga se se impusieron los pastores y recolectores a los nómadas y cazadores, pero a mí me llama la atención un rasgo curioso: Jacob era, podría decirse, un canalla de tomo y lomo. No era, desde luego, un santo varón como su padre Isaac ni muchísimo menos el modelo de santidad que fue Abraham, sino que era un pillo redomado. Luego resultó una buena persona, pero en los años en los que tuvo que salir adelante aprovechó todas las oportunidades que tuvo.

Entre ellas, la historia de las lentejas:

Un día que Jacob estaba preparando un potaje, llegó Esaú del campo, agotado. Esaú dijo a Jacob: «Dame un bocado de ese potaje rojo, pues estoy agotado». Por eso se lo llamó Edom. Jacob respondió: «Véndeme ahora mismo tus derechos de primogenitura». Esaú replicó: «Estoy a punto de morir, ¿de qué me sirve la primogenitura?». Jacob le dijo: «Júramelo ahora mismo». Él se lo juró, y vendió a Jacob su derecho de primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y potaje de lentejas. El comió y bebió; luego se levantó y se fue. Así menospreció Esaú sus derechos de primogenitura.

Gen 25, 28-34

Ya está, no tiene más complicación. Un relato antiquísimo, pasado por un redactado religioso, que nos habla de nómadas y sedentarios. Esaú, se nos cuenta antes de este fragmento, era un cazador, Jacob un "hombre de tienda". Fácil es imaginar que Esaú un día saldría de caza y que la expedición resultaría infructuosa y agotadora, y que al regresar al campamento se encontraría a Jacob disfrutando de las comodidades del mismo, con la pitanza preparada. Es algo que sin duda le ocurriría muchas más veces a los cazadores que a los pastores y recolectores: si cazan, comen mejor, pero si no cazan les toca ayunar. Y sin duda en el momento del relato Esaú llevaba mucho ayuno encima. Algo que no conmovió a su hermano mellizo, al contrario.

Esaú renunció a sus derechos de primogenitura a cambio de un plato de lentejas. ¿Cabe en alguien tamaña estupidez? Pues sí, porque esta escena se repite más veces de las que creeríamos. Es cuestión de la inteligencia de cada uno saber en qué lado del trato está.

 

 

W. A. Mozart - KV317 Misa de coronación: Kyrie

 

jueves, 23 de noviembre de 2023

Mis versículos favoritos XIX: el becerro de oro

https://www.youtube.com/watch?v=ljvTwbxrylc 

 

 

El otro día leí un artículo periodístico en el que el autor terminaba haciendo una referencia metafórica a un "becerro de oro". Sólo lo mencionaba, no explicaba qué quería decir con eso de un becerro de oro: no hacía falta. ¿No hacía falta? En la mente del periodista, sin duda que no, no le cabía en la cabeza que sus lectores no entendieran la referencia. Sin embargo, me da en la nariz que pocos de entre nosotros sabrán a qué se refería con eso de un becerro de oro. Y como este país se está yendo al carajo, mucho me temo que cada vez van a ser menos los que entiendan la referencia. Así que voy a intentar explicar qué es eso del becerro de oro.

Es una cosa de la Biblia. Se cuenta en el libro del Éxodo, el segundo libro. El libro primero, el Génesis, es una colección de relatos e historias, mientras que el segundo es el relato de una historia, la salida de los israelitas de Egipto y como llegaron a su Tierra Prometida, y lo del becerro ocurre en ese relato. Por cierto que "Tierra Prometida" es un concepto que también tiene su origen en este libro del Éxodo, pero ahora no viene al caso.

Primero, unos antecedentes esquemáticos:

  1.  Jacob (también llamado Israel, ésa es otra historia) tuvo 12 hijos.
  2. A uno de los hijos (José) lo vendieron a unos mercaderes egipcios. En Egipto José fue siervo, luego reo de cárcel y luego mano derecha del faraón. Ésas son muchas otras historias.
  3. Debido a una hambruna, los 11 hijos restantes emigraron con sus familias y esclavos a Egipto aprovechando que su hermano es un mandamás (esto es una síntesis, claro). Hasta aquí, el Génesis.
  4. Allí sus descendientes fueron, olvidada la época de José, tratados como tratamos nosotros a los que inmigran por hambre.
  5. Los israelitas se acostumbran a lamentar la mala vida que llevan.
  6. Dios le dice a Moisés que saque a los israelitas de Egipto. Como Moisés era más bien tímido y lo de los discursos no se le daban muy bien, Dios le dice que vaya con su hermano (de Moisés), Aarón, que (supongo) era de verso florido. Con el tiempo, Aarón se convertiría en el jefe de la casta sacerdotal.
  7. Moisés, las famosas 10 plagas de Egipto mediante, consigue que el faraón permita que los israelitas se vayan.
  8. Los israelitas, guiados por Moisés, se van... al desierto del Sinaí. Allí vagan arrastrando una vida miserable. A estas alturas, las 12 familias de los hijos son ya 12 tribus. Algunos historiadores opinan que 3 tribus habían salido ya de Egipto cuando lo de Moisés y que éste sólo lideró a las restantes, pero no vamos a parar en estas menudencias.
  9. En un momento dado, Moisés se va a un monte, a meditar. Supongo que perdería la noción del tiempo, porque los días pasaron y los israelitas, en el campamento, se fueron poniendo cada vez más nerviosos.

Y entonces ocurre:

«Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se congregó ante Aarón y le pidió:

—Anda, haznos una divinidad que nos guíe, porque no sabemos qué habrá sido de ese Moisés que nos sacó del país de Egipto.

Aarón les contestó:

—Que vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas se quiten los pendientes de oro que llevan en las orejas y me los traigan.

Todos se quitaron los pendientes de oro que llevaban en las orejas y se los presentaron a Aarón; éste los recibió de sus manos, trabajó el oro a cincel y fabricó un becerro de fundición. Ellos exclamaron:

—Israel, éste es tu Dios, el que te sacó de Egipto.

Aarón lo vio y construyó un altar delante del becerro. Después proclamó:

—Mañana celebraremos una fiesta en honor del Señor.

Al día siguiente se levantaron, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. El pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantaron a danzar».

Ex 32, 1-6

La adoración del becerro de oro, de Nicolas Poussin

Cuando Moisés regresa de su retiro y ve el becerro, se disgusta y manda que lo deshagan. Que se queme, que las cenizas se mezclen en el agua y que se beban ese agua. Que no quede nada de la escultura. ¿Por qué?

Para entender bien el por qué lo destruyó hay que entender el porqué de su fabricación. 

El Dios de los israelitas no tenía ninguna figura que lo representase. Por no tener, no tenía ni nombre, porque cuando Moisés le preguntó a Dios que quién era, éste le respondió que "yo soy el que soy". Con lo que los israelitas lo denominaron con el vocablo "Yahvé", que significa eso mismo: "el que es". Y esto chocaba abiertamente con la mentalidad de la época, no el adorar a un dios, que se adoraba a muchos y se admitía la existencia de muchos más, sino que ese dios no tuviera ni nombre ni representación.

El problema con esto de las figuras representativas es que se acaban convirtiendo en el objeto de la adoración, no lo que representan; algo de eso nos queda todavía, cuando algunos dicen que son de la Virgen tal y no de la Virgen cual, o del Cristo de nosequé y no del Cristo de nosedónde, y estas personas pierden la noción de que ambas figuras son representantes de lo mismo. Los sarracenos esto lo llevaron, como casi todo en ellos, al límite de lo absurdo, y prohíben cualquier representación de Alá o de Mahoma, y de hecho formalmente la de cualquier figura humana o animal aunque este tabú no siempre se haya observado. También fue este detalle el que llevó a los bizantinos a sus debates y luchas intestinas conocidas como la iconoclastia que acabaron debilitando fatalmente al Imperio.

El caso es que los israelitas, Moisés ausente, le pidieron a su hermano, Aarón, que les construyera una figura que pudiera representar a Dios. A fin de cuentas, también Aarón había interlocutado con Dios, ergo... 

Pero claro: si construían una figura y se dirigían a ella como si fuera Dios, y le rogaban como si fuera Dios y la trataban como si fuera Dios, seguro que acabarían creyendo que esa figura era Dios y que era esa figura la que les hacía los milagros. Esa figura pasaría a ser su ídolo, y caerían en la idolatría. Moisés cortó por lo sano.

Con el transcurrir de los años, como hijos de una cultura cristiana y por lo tanto de origen judío, hemos asociado el becerro de oro al dinero. Al dios Dinero, quiero decir. Esto es porque en cierto momento Jesús reprochó a los judíos que se afanaran en ganar dinero y las cosas que hacían para ello en vez de ser buenas personas. Para que vieran claro que por dinero estaban haciendo maldades (esto es, cosas que desagradan a Dios), les dijo esta frase:

«No podéis servir a Dios y al dinero».

Mt 6, 24b Lc 16, 13b

Y de ahí que culturalmente representemos al dios Dinero como el becerro de oro. Por extensión, el becerro de oro es cualquier otro dios al que atendemos; en el caso del artículo periodístico al que hacía referencia, podría ser el Poder, el Nacionalismo, la Apariencia o cualquier otra fuerza del Lado Oscuro a cuyo servicio parece que hayamos consagrado nuestra vida.

 

 

W. A. Mozart - Vísperas solemnes de confesor, K339: Laudate Dominum 

miércoles, 4 de octubre de 2023

Mis versículos favoritos XVIII: págame lo que me debes

https://www.youtube.com/watch?v=IUZEtVbJT5c 

 

 

Al salir, el criado se encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo «Págame lo que me debes».

Mt 18, 28

Casualmente se leyó el otro domingo en la misa. Es uno de mis versículos favoritos por la tremenda viveza  y la sorpresa que causa en el texto, por lo demás comedido y reposado, de la imagen.

Es un versículo de una parábola en la que Jesús está hablando sobre el perdón. En el ejemplo, explica que el reino de los cielos se parece a un rey que quiere ajustar cuentas con sus criados. Uno de ellos le debe 10.000 talentos (un talento, ya de por sí, era una cantidad enorme en aquel tiempo), y el hombre no los tiene. El rey, por tanto, ordena que lo vendan, a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones y así quedaría pagado (dado que no iba a recuperar más). El criado se arroja a sus pies y le pide un poco más de plazo, que se lo pagará todo, y el rey accede. Al salir de la audiencia, el criado se encuentra con otro compañero que le debía 100 míseros denarios, y...

El compañero también le pide más tiempo, pero el criado ordena que lo metan en la cárcel hasta que pagase. Por supuesto, el rey acaba enterándose y nuestro protagonista acaba entregado a los verdugos.

 

 

Hablemos de Cataluña. Hablemos de la inmersión lingüística. Hablemos de las lenguas autonómicas en el Congreso.

Todo empezó cuando, en la Transición, los diputados catalanistas pidieron poder enseñar a los niños catalanes en catalán. El argumento, una tesis creo que compartida también entonces por la UNESCO (aunque ya se sabe que este tipo de organizaciones tiene tesis para cualquier cosa y su contraria) es que lo mejor para los niños es que sus primeros años de enseñanza se realicen en su lengua materna. El bien de los niños es lo primero, lo importante es que aprendan, y su tesis salió adelante. O, para ser precisos, su objetivo salió adelante: su tesis se podría haber convertido en norma, pero no lo hizo. Y luego, pasó lo que pasó: en que pudieron, se olvidaron del asunto y catalán para todos los niños, sea su lengua materna la que sea. Su nuevo argumento fue la cohesión social, paradoja máxima donde las haya pues lo que se busca es la descohesión social con el resto de españoles y catalanes que no tienen el catalán como lengua materna, también se quería descohesionar a esos niños de esas personas e integrarlos en el mundo catalanista. Y de esos polvos estos lodos.

Ahora muchos diputados, los catalanistas y los necesitados de los votos de esos diputados, han implantado que en el Congreso se pueda hablar en catalán, gallego o vasco. Dejemos también de lado la paradoja de que al Congreso se va a precisamente ponerse de acuerdo unos y otros y que todos los diputados representan a todos los españoles con independencia de por qué circunscripción han resultado elegidos, y fijémonos en la situación en Cataluña. Aquí, ¡ay del que pretenda que a hijo se le enseñe con al menos un 25% de las asignaturas en español! Muerte civil, para el niño y para toda su familia. ¡Ay del que pretenda que sus tratos con la Administración sean en español! O, en muchos casos, con la escuela, el ambulatorio. Hablemos de todos esos políticos catalanes que, sabiendo que no va a venir ningún rey a reprenderles, piden a los ciudadanos que no hablen en español con nadie, aunque el otro no sepa catalán: que lo aprenda, carajo. Y donde se intenta adoctrinar en la escuelas (en muchas) en el odio a lo español en general y al idioma español en particular.

Para muchos, el derecho a hablar en la lengua materna y a ser educado en la lengua materna es sólo si esa lengua materna es el catalán. En español, ese derecho no existe en Cataluña.

Yo, qué quieren que les diga. Ojalá exista algún rey que, enterado de la situación, mande llamar al despiadado criado y lo entregue a los verdugos.



Georg Friedrich Händel - El Mesías: Aleluya (coro) 

miércoles, 26 de julio de 2023

Mis versículos favoritos XVII: la escena de la puerta

https://www.youtube.com/watch?v=RKJur8wpfYM 

 

 

El Libro del Génesis, el primero de los libros de la Biblia, es una caja de sorpresas. Muchas de sus historias son de las más conocidas de todos los tiempos: la costilla, la manzana, el arca de Noé, Sodoma y Gomorra... También los personajes principales, Adán y Eva, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José. Sin embargo, muy poca gente va más allá de los relatos famosos, no digo ya una lectura detenida, reflexiva, completa. Es una lástima, porque como digo, en el libro hay pasajes maravillosos.

Por ejemplo, la escena de la puerta.

No es una escena muy conocida; de hecho, sólo se lee en la liturgia el viernes de la XIII semana del tiempo ordinario cada dos años. Y no se lee completa, sino sólo el principio y el final:

Sara vivió ciento veintisiete años. Murió Sara en Quiriat Arba, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a hacer duelo por Sara y a llorarla. Después Abrahán dejó a su difunta y habló así a los hititas: «Yo soy un emigrante, residente entre vosotros. Dadme un sepulcro en propiedad, entre vosotros, para enterrar a mi difunta».

Después Abrahán enterró a Sara, su mujer, en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán.

Gen 23, 1-4.19

No se nota, pero falta algo: los versículos 5-18 y el 20. Y ahí está nuestra historia.

Esta escena ocurre con Abraham ya mayor, convertido en un próspero mercader que sin embargo vive fuera de su tierra de origen, recordemos que era caldeo de Ur y que se trasladó a vivir a Canaán, en la otra punta del mundo (de entonces). Y, como pasa en tantos sitios, no importa lo integrado que esté Abraham, el tiempo que lleve allí, para los lugareños de origen el otro siempre es un extranjero. Abraham cuenta con un enorme prestigio entre sus convecinos, que sienten que Abraham es una persona especial, alguien bendecido por su dios. Es rico y sus rebaños pastan en el territorio, pero es un extranjero. No tiene los mismos derechos que ellos. Y, como extranjero, no es dueño de tierras. Un extranjero es siempre una persona de paso.

Y Abrahám sabe que es extranjero, él mismo lo reconoce. Pero no quiere estar de paso. Quiere ser uno de ellos. Para eso necesita un terreno en propiedad, ¿y qué mejor excusa hay que la de un terrenito para enterrar a su mujer? Así que hace lo que se hace en esos casos: acude a la puerta de la ciudad. Esto no se dice explícitamente, porque en la cultura de ese tiempo no hacía falta: todos los asuntos comunes se trataban públicamente en la puerta, donde se reunían los ancianos (los sabios). Y también se deducirá más adelante.

El caso es que la operación es toda una exhibición de gestión oriental. Veamos:

Los hititas respondieron a Abrahán: «Escúchanos, señor; tú eres un príncipe de Dios entre nosotros. Entierra a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará un sepulcro para enterrar a tu difunta».

Hay que advertir, de entrada, que no es que los habitantes de Hebrón fueran los hititas que asociamos al imperio de Anatolia, es que en la antigua tradición israelita así llamaban a los habitantes originales de Canaán.

Y obsérvese lo que he escrito antes: los hititas (llamémoslos así) respetan mucho a Abrahán. Por lo tanto, cualquiera de ellos le cederá gustoso el sepulcro que desee, faltaría más.

Pero de lo de integrarse y ser uno de ellos, ni hablar. Sigue siendo un extranjero.

Toca a Abraham dar él el siguiente paso. Había empezado exponiendo su situación de extranjero y su problema como viudo reciente, y la respuesta que tenía había sido cortés pero no era la que necesitaba.

Abrahán se levantó, hizo una inclinación ante la gente del país, los hititas, y les habló así: «Si realmente queréis que entierre a mi difunta, escuchadme y suplicad en mi nombre a Efrón, hijo de Sojar, para que me venda la cueva de Macpela, que es suya y se encuentra en el extremo de su campo. Que me la venda al precio completo, ante vosotros, como sepulcro en propiedad».

Las cartas sobre la mesa. No quiere sólo un sepulcro prestado para enterrar a Sara, quiere uno en propiedad. Y no uno cualquiera sino uno que ya le echado el ojo, propiedad de Efrón.

Pero mantiene las formas: sigue apelando a la comunidad hitita, para que le apoye y consiga (la comunidad) que Efrón le venda la cueva. No que se la ceda, sino que se la venda.

Efrón estaba sentado entre los hititas. Efrón, el hitita, respondió a Abrahán de forma que lo oyesen los hititas y cuantos entraban por la puerta de la ciudad:

Resulta que... Efrón está delante. Abrahán ha empleado un circunloquio para hacer más cortés, más tragable su petición. Pero no engaña a nadie, desde luego no a los hititas.

«No, señor mío, escúchame: te doy el campo y te doy también la cueva que hay en él. Te la doy en presencia de mis paisanos; entierra a tu difunta».

En otras palabras: que no le vende la cueva. Le cede el sepulcro e incluso el campo que lo rodea, pero no hay venta.

¿O sí? Efrón se encuentra entre la espada y la pared, no puede conservar el sepulcro sin ofender a Abrahán (algo que no quiere hacer). Su respuesta es añadir, al sepulcro, el campo completo. Es mucho más de lo que pedía Abraham, él sólo quería la cueva que había en un extremo. Y aunque Abraham había dicho que pagaría el precio completo (es decir, lo que pidiese el vendedor, sin rebajas), no tengo claro la jugada de Efrón, si busca ganar lo más posible o si intenta que el coste disuada a Abraham. 

En cualquier caso, está claro que Abraham no puede aceptar que sea un regalo. A estas alturas de la negociación, se huele que la broma no le va a salir barata.

Abrahán hizo una inclinación ante la gente del país y habló a Efrón de forma que lo oyese la gente del país: «Escúchame tú, por favor: yo te doy el precio del campo, acéptalo y enterraré allí a mi difunta».

Efrón contestó a Abrahán: «Señor mío, escucha: el terreno vale unas cuatrocientas monedas de plata. ¿Qué es eso entre nosotros dos? Entierra, pues, a tu difunta».

Abrahán accedió a la petición de Efrón. Abrahán pesó para Efrón la plata de que éste había hablado en presencia de los hititas: unas cuatrocientas monedas de plata de curso entre mercaderes. Y así el campo de Efrón en Macpela, frente a Mambré, el campo con la cueva y todos los árboles dentro de sus linderos, pasó a ser propiedad de Abrahán, en presencia de los hititas y de cuantos entraban por la puerta de la ciudad.

Ha habido venta. Y no ha sido barata: los exégetas afirman que en aquel tiempo esa plata era una cantidad enorme. En aquel tiempo las monedas no eran cosa corriente: la gente normal solía hacer sus transacciones basándose en el trueque, y eran los mercaderes, los comerciantes de grandes distancias, los que sí manejaban las monedas.

Y Abrahán no solo es rico: es también hombre de palabra y acepta el precio exigido sin protestar. En la tercera entrada de esta serie (en este enlace) expliqué la teoría actualmente aceptada de los tres redactores del Génesis: está claro que el redactor de este pasaje es el sacerdotal, de ahí la detallada descripción del trato, el campo, la cueva y todos los árboles que estaban dentro del campo. Un contrato legal.

Y entonces Abrahán enterró a Sara, como se nos cuenta en misa. Con un detalle adicional, un último versículo:

Y así el campo con la cueva pasó de los hititas a Abrahán como sepulcro en propiedad.

Gen 23, 20

¿Qué importancia tiene este pasaje en el Génesis? Porque, los estudiosos están de acuerdo, el relato en sí es mucho más antiguo que el Génesis, era uno de los mitos históricos de los israelitas. Pero los judíos no rendían culto a los muertos, se les enterraba y ya está, a otra cosa. Tampoco sirvió de base a futuras reclamaciones de propiedad, en ningún momento de la Biblia se insinuó siquiera algo por el estilo. ¿Entonces?

Lo cierto es que no sólo Sara fue enterrada allí. También Abraham, su hijo Isaac y su esposa Rebeca, y el hijo de estos, Jacob, y su esposa Lía. ¿Raquel? No, Raquel no. Raquel murió tras el parto de Benjamín y fue enterrada en el camino de Efratá, hoy Belén, y Jacob marcó su tumba con una estela.

El sepulcro fue famosísimo: se conservan columnas precristianas en él, prueba evidente de que hace milenios que se le considera un lugar santo. Hoy hay una mezquita sobre él (prueba adicional de que Hebrón no está ahora donde estaba entonces, pues no se enterraba a la gente en la ciudad, el campo estaba alejado), y es también un lugar especial para los mahometanos. Está celosamente guardado y, es comprensible, no se pueden hacer excavaciones arqueológicas.

Pero si no tenía interés como santuario porque no se daba culto a los muertos, y no se usó como argumento de propiedad, ¿qué interés tenía? Para los judíos, estaba clarísimo:

Dios prometió a Abraham y sus descendientes la tierra de Canaán. Esa tierra iba a ser suya. Y, desde luego, Abraham y los patriarcas vivieron en Canaán. Pero Abraham era extranjero: vivía en Canaán, pero esa tierra no era suya. La cueva de Macpela sí. Y allí se cumplió en ellos la promesa: reposaron en una tierra que sí era suya.


Un detalle curioso: Jacob murió en Egipto, y el Génesis lo cuenta así:

Luego les dio estas instrucciones: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela frente a Mambré, en la tierra de Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas».

Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos. 

Gen 49, 29-33

La verdad es que es enternecedor cómo mueren los patriarcas. 

 

 

W. A. Mozart - Misa de réquiem: Dies Irae

miércoles, 24 de mayo de 2023

Mis versículos favoritos XVI: ¿ A quién de vosotros...?

https://www.youtube.com/watch?v=_f_vX0MaEcQ 

 

«¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?»

 Lc 14, 5


En este pasaje, Jesús se encuentra rodeado de fariseos y doctores de la ley ante la tesitura de curar a un enfermo: ese día era sábado, y la enfermedad era hidropesía, que los judíos consideraban debida a algún pecado, por lo tanto prohibida de curar en sábado. Es muy posible que fuera una escena que le hubieran preparado, para pillarle incumpliendo la ley, pero Jesús les preguntó si era lícito curarle o no, y éstos se quedaron callados. Entonces Jesús curó al enfermo, y a los fariseos les espetó el versículo que he traído a colación.

Es una frase demoledora ante una conducta hipócrita, una denuncia de la hipocresía de aquellos que exigen a los demás que cumplan unas normas que ellos mismos, si no les conviene, no cumplen.

Lo que ahora llamamos "la ley del embudo". Lo que vemos con tanta frecuencia, en el comportamiento de nuestros dirigentes (y, en las provincias catalanas, en la casta dirigente). Lástima que nuestro léxico se ha ido empobreciendo y ya no empleamos la palabra hipócrita ni hipocresía.

Porque es lo que son: unos hipócritas.

 


Sergei Rachmaninov - Gloria a Dios en las Alturas (Vigilia de toda la noche op. 37, nº 7)

martes, 18 de octubre de 2022

Mis versículos favoritos XV: la batalla contra los amalacitas

https://www.youtube.com/watch?v=GPnyelUJFNA 

 

 

Amalec vino y atacó a Israel en Refidin. Moisés dijo a Josué:  «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano». Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entre tanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.

Ex 17, 8-13

 

De entre las historias mosaica ésta es, sin duda, una de las favoritas de todos los tiempos. Moisés, en lo alto de un otero, con los brazos levantados para que su pueblo gane el combate porque cuando se le cansan pierden, los dos compañeros que deciden que ellos le sujetan los brazos,...

Pero esta historia contiene más chicha de la que parece.

En primer lugar, es la primera batalla que libra Israel. Han conseguido huir de Egipto (no hubo batalla en el cruce del Mar Rojo), y empiezan su vagabundeo por el Sinaí. Todavía es reciente la huida, no se han organizado, están débiles. Y el libro del Éxodo no cuenta, o yo no lo sé, los detalles ni el porqué ni nada, pero parece ser que los amalacitas atacan a la columna de refugiados. La marcha hacia la tierra prometida no va a ser un camino de rosas.

¿Y quién era Amalec? Pues parece ser que descendientes de Esaú, el hermano y rival de Jacob Israel. Viejos enemigos, por lo tanto. Y un pueblo que moraba al sur: es decir, en Arabia. Es decir... árabes. Parece ser que eran nómadas, dedicados al pastoreo (el Sinaí era mala tierra para cultivar, pero muy buena para pastar). Y chocaron unas cuantas veces con los israelitas, pues la Biblia recoge varios enfrentamientos. Algo debió pasar en Refidin, porque el odio entre amalacitas e israelitas fue perpetuo, hasta la desaparición de los primeros, y quizás la explicación está en lo que dirá el libro del Deuteronomio :

Recuerda lo que te hizo Amalec en el camino, a tu salida de Egipto; cómo te salió al paso en el camino cuando ibas agotado y extenuado y atacó por la espalda a todos los rezagados, sin temor de Dios.

Dt 25, 17-18

Es decir, los amalacitas no fueron hospitalarios, no acogieron con la tradicional hospitalidad beduina al que llega agotado a través del desierto. Y precisamente a los rezagados: los más débiles, los más extenuados. Aquel acto debió ser tan atroz a los ojos de los judíos que decidieron registrarlo para no olvidarlo, para asegurarse de que el odio a los amalacitas se transmitiría de generación en generación. Claro que la Biblia omite un pequeño detalle, casi insignificante: para nosotros, fueron los israelitas los que estaban invadiendo a los amalecitas, así que podríamos preguntarnos  el comportamiento de la hambrienta turba judía cuando encontrara los rebaños de los de Amalec, ¿no creen?

Historias aparte, el relato de la batalla incluye varios detalles de los que deberíamos sacar enseñanzas provechosas. Y es que los libros de la Biblia, en especial los libros más antiguos, no se redactaron como los demás libros que en el mundo se han escrito. En especial, insisto, los más antiguos, como el Éxodo. Pongámonos en situación: Aarón, el primero de los sacerdotes, de la casta sacerdotal. Es fácil que el relato de la batalla de Refidin se transmitiría de unos sacerdotes a otros, de forma oral, ya que no se escribían libros en esa época y menos un pueblo inculto y errante como el judío. E imaginar a los sacerdotes, a su vez, contándolo al pueblo en las reuniones que tuvieran al atardecer, al regresar todos de sus obligaciones y juntarse para compartir ese rato del día. Los sacerdotes, claro, se aprenderían los textos de memoria (aun hoy, en las sinagogas, cuando alguien lee un pasaje de las Escrituras hay una persona a su lado vigilando que lo que pronuncie sea lo que realmente hay escrito), pero es que seguro que en sus escuelas, templos y casas discutirían entre ellos sobre el pasaje e irían puliendo el texto, hasta que finalmente, siglos después, algún escriba haría una primera plasmación en tablilla, papiro o lo que utilizaran, y tal vez un par de siglos después algún otro escriba haría una enmienda, un añadido o una corrección (quien sabe, puede que algún fragmento se perdiese, o...). El caso es que podemos estar seguros de que el texto dice exactamente lo que se quiere decir y cada palabra tiene su motivo y su intencion. Pero las enseñanzas no son explícitas, no darían a basto los papiros disponibles, y estos textos se escribieron con la idea evidente para ellos de que los lectores los meditarían y se les explicarían.

Vamos a por esos detalles.

El primero, por supuesto, es la moraleja oficial del relato: en tiempo de tribulación, acude a Dios. Y confía, porque con su ayuda saldrás del apuro. Pero hay más.

Sí, Moisés sube al monte a pedir la ayuda de Dios... pero antes envía a Josué a luchar. Ayuda para la batalla, sí, pero al mismo tiempo los israelitas se parten el careto. Como dice el refrán, "a Dios rogando y con el mazo dando".  Tendríamos que contar esta historia a tantas personas que confían, exigen incluso, en que sus padres, o papá-Estado, les resuelva la vida. Les paguen  los gastos, les den subsidios, les pensionen. Por su cara bonita, sin haber hecho nada para ganárselo, pero sobre todo sin luchar ellos con todas fuerzas para salir de la situación en la que se encuentran. En fin, no sigo que creo que ya se me entiende.

Otro detalle, más difícil de captar: Moisés solo no puede. Han de ayudarle. Aaron y Jur, desde lo alto, se dan cuenta de que cuando Moisés baja los brazos por cansancio se vuelven las tornas de la batalla, y actúan. Para meditarlo. Una ayuda, por cierto, que Moisés no desprecia, reconoce que la necesita. También para meditarlo: conozco a muchas personas que se niegan, a veces, a que las ayuden.



G.F. Haendel - El mesías, HWV 56 - Parte 1, nº 3: Coro "Y la gloria del Señor"

domingo, 25 de septiembre de 2022

Mis versículos favoritos XIV: las doncellas necias

 
 
 
Se sea cristiano o no, en los evangelios hay auténticas perlas de sabiduría que cualquiera debería conocer y entender; a fin de cuentas, se valoran los pensamientos de Sócrates y Platón sin que ello signifique que creemos en los mismos dioses que ellos. Pues con muchos pasajes evangélicos debería ocurrir lo mismo, pero, claro...
 
En este sentido, uno de mis favoritos es también uno de los más difíciles de entender: la parábola de las doncellas prudentes y las doncellas necias:

Entonces se parecerá el reino de los Cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. " A medianoche se oyó una voz: "iQue llega el esposo, salid a su encuentro!". Entonces despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las prudentes contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis". Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Mt 25, 1-13

Por supuesto, la enseñanza definitiva es muy fácil de localizar: es la última frase, enunciada como moraleja. Pero a mí, desde niño, me parecía una parábola muy rara: ¡qué malas eran las vírgenes sabias, que no quisieron ayudar a sus compañeras que no habían cogido aceite suficiente!
 
La parábola hace alusión a lo que supongo que sería una costumbre de ese país y esa época (o quizá de tiempos remotos, pero que todos reconocieran, como nosotros entendemos lo que es ir a rondar), que las futuras esposas salieran a recibir a la caravana en la que llegasen sus apalabrados esposos; si llega el novio al poblado y no está su apalabrada novia, es lógico que vuelva a su lugar de origen con un "no fue lo que creíamos". En cualquier caso, el ejemplo es el mecanismo que emplea Jesús para explicar las ideas que quiere transmitir. 
 
Fijémonos, pues, en las doncellas. Porque lo que sí está claro es que Jesús quiere que seamos como las doncellas sabias, no como las necias. Pero... ¿en cuáles nos hemos de fijar?

En las necias.

Las prudentes, llegado el momento, no quisieron compartir su aceite con las necias, y eso no nos suena muy cristiano, ¿verdad? ¡Y, sin embargo, son las premiadas! ¿Cómo se come eso?

Es que no nos hemos de fijar en las prudentes. Sí, hay que estar preparado, no hay que confiar en que tendremos tiempo y estaremos en condiciones cuando llegue la hora de la verdad, pero si ésa fuera la enseñanza clave habría bastado con un relato tipo "¿acaso una doncella prudente no coge una alcuza extra de aceite, no sea que tarde el esposo, se le acabe el aceite y mientras va a comprar más aceite llegue el esposo, no la encuentre y se marche sin ella?". Todos habríamos entendido, hay que estar preparado porque no sabemos el día ni la hora y todas esas cosas. Y, sin embargo, están las necias.

Es que hemos de fijarnos en las necias, hemos de pensar que nosotros somos las necias. ¿Cuál fue el error de las necias? ¿No coger una alcuza extra? Sí, vale, ése es el error que las identifica como necias, si no serían prudentes, pero no es ése el error clave.

El error de las necias fue...

Pensar que las prudentes las ayudarían.

Ésa es la enseñanza. No pienses que, llegado el momento, alguien te ayudará, porque no. Y no porque las personas buenas en realidad sean malas, sino porque... es el mundo. Así es el mundo, y yo no puse las reglas.

Muchacho, no confíes en que los demás te van a ayudar. No bases tu esperanza en ello. Hacerlo es necedad.



F. Haendel - Israel in Egypt : "He sent a thick darkness"

domingo, 14 de agosto de 2022

Mis versículos favoritos XIII: la teoría del caos

https://www.youtube.com/watch?v=AXywYpUs83M 

 

 

Una mariposa bate sus alas en el Amazonas y se produce un huracán en Nueva York. Se llama Teoría del caos. Teoría que, por cierto, se debe al escritor de ciencia ficción (me encanta la ciencia ficción) Ray Bradbury, pues en uno de sus relatos un hombre pisa accidentalmente una mariposa y aquello termina deparando lo inimaginable.

Si usted tiene un vaso con agua y gira 180° la mano que sostiene el vaso, tendrá sólo un vaso boca abajo: el agua se habrá derramado y estará por el suelo. Esto es el universo newtoniano, el que percibimos: toda causa tiene un efecto, todo efecto tiene una causa. Si usted gira el vaso, el agua se derrama; el agua se derrama porque usted gira el vaso. Para la vida cotidiana funciona bastante bien. Pero ¿qué ocurre si nos salimos de los vasos con agua? La vida es más complicada de lo que parece, y darle una patada a un balón no significa que se marque un gol: influyen miles de factores, esos factores a su vez están influidos por otros miles, y así sucesivamente. En el perfecto mundo newtoniano, podemos predecir la trayectoria de un planeta y creemos que de una bala, pero no: de hecho, lo habitual es fallar el tiro. Con el planeta podemos, porque son muy pocos los factores que afectan (y la precisión de nuestro vaticinio), pero una bala, fuera del papel, en un mundo real...

Lo que la teoría del caos viene a decir es que la realidad es demasiado compleja para que controlemos la relación causa-efecto de muchas cosas. Como un huracán en Nueva York, por ejemplo.

O, en otras palabras, que somos seres insignificantes que no podemos controlar el mundo que nos rodea. Ni podemos evitar el huracán en Nueva York, ni sabemos porqué es en Nueva York y no en Baltimore. ¿De verdad el aleteo de una mariposa puede cambiar las cosas? No tenemos ni repajolera idea, y lo disimulamos diciendo que influyen muchos factores.

Esto, como se imaginarán, lo expresaba muy bien la Biblia. En uno de mis libros favoritos, por cierto: el casi herético Libro de Job.

Recordemos los antecedentes: Job, hombre bueno, sufre de pronto todos los males: se arruina, sus hijos mueren, su mujer le abandona, sufre una enfermedad (¿un cáncer de piel?) terrible, sus amigos y la comunidad le dan la espalda y le vilipendian,... Para los judíos de la época, estaba claro: Dios estaba castigando a Job, que sin duda había sido increíblemente malvado. Job debía, por tanto, arrepentirse de sus crímenes, confesarlos y pedir clemencia, y su obcecación en negar su culpabilidad no era sino otro delito a añadir a la lista (por lo que suponía negar el correcto juicio de Dios). Para la mujer, lo que tenía que hacer Job era maldecir de una vez a ese Dios que tan cruel estaba siendo con él y morirse. Pero Job ni maldecía a Dios ni admitía que él hubiera hecho algo malo.

Al final, Job hace lo que cualquiera de nosotros habría hecho desde el principio: "¿por qué a mí, Señor? ¿Qué he hecho yo para merecerme esto?".

Y, de pronto, Dios le responde.

Esa respuesta ha sido siempre, para mí, incomprensible. Y del todo insatisfactoria, porque no veía cómo eso respondía a la pregunta que todos nos hacemos: ¿porqué sufre el hombre justo?

Con los años (muchos), y tras meditarlo mucho, alcancé a entenderla (creo). No es éste el momento en el que la explique (y además creo que ya lo he hecho en anteriores entradas de esta serie), pero lo interesante ahora es que, si nos damos cuenta, cuando Dios intenta hacer entender a Job su incapacidad para saber las cosas que están más allá de lo que él puede llegar a saber no hace sino formular la teoría del caos:

"... ¿Has llegado hasta la fuente de los mares? ¿Has pisado en las honduras del abismo? ¿Te han mostrado las puertas de la muerte? ¿Has visto los umbrales de las sombras? ¿Has abarcado la anchura de la tierra? Habla, si es que lo sabes todo. ¿Sabes dónde habita la luz, y cuál es la mansión de las tinieblas, para que puedas llevarlas a su sitio y enseñarles el camino de su casa? Lo sabrás, pues tienes tantos años que para entonces ya habrías nacido. ¿Has llegado hasta los depósitos de la nieve? ¿Has visitado los graneros de granizo que yo guardo para el tiempo de desgracia, para el día de la batalla y del combate? ¿Por dónde se difunde la luz, por dónde se expande el viento solano? ¿Quién prepara cauces al aguacero y señala camino a la tormenta, para traer la lluvia a tierras despobladas, a lugares desérticos e inhóspitos, para regar los desiertos desolados y hacer brotar hierba verde en las estepas? ¿Tiene padre la lluvia? ¿Quién engendra las gotas de rocío? ¿De qué seno procede el hielo? ¿Quién da a luz la escarcha del cielo, cuando las aguas se endurecen como piedras y congelan la superficie del mar?..."

(Job 38, 16-30)

Causa sonrisa leer las grandes incógnitas que se planteaban los antiguos, qué conceptos creían que estaban más allá de lo que podrían llegar a saber. Pero al menos eran conscientes de su insignificancia.

 

 

 

F. Mendelssohn - Laß, o Herr, mich Hülfe funden (op. 96 c. 1)

viernes, 24 de diciembre de 2021

Mis versículos favoritos XII: el nacimiento de Juan

https://www.youtube.com/watch?v=c2OILc6Wl0E 

 

 

Como todo el mundo sabe, Juan, luego llamado El Bautista, y Jesús eran primos, Juan un poco mayor. La historia de Juan es muy, muy interesante, y la contaré en tres entradas; en ésta, el nacimiento, uno de los pasajes que, de niño, más divertidos me parecían. Y siempre he pensado que era de los más populares, hasta el punto de que no se me ocurrió jamás que alguien no lo conociera. Sin embargo, reflexionando sobre la historia de Urías, el hitita, que conté en mi versículo XI, me di cuenta de que tal vez muchas personas no conozcan estos pasajes que creía populares.

El nacimiento de San Juan (Bautista) se celebra el 24 de junio: seis meses antes de Navidad; porque cuando en la Anunciación el ángel le dijo a María que su prima Isabel, la que llamaban estéril, estaba ya de seis meses. La Anunciación, claro está, se celebra el 25 de marzo, 9 meses antes de Navidad. Pero lo bueno de la historia de Juan empieza antes:

Zacarías era un sacerdote, casado con Isabel. Eran ya mayores y no habían tenido hijos; se suponía que Isabel era estéril. Un día estaba oficiando en el santuario...

"Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan»."

(Lc 1, 11-13)

El anuncio sigue con una enumeración de las cualidades y logros extraordinarios que le esperaban al chaval, incluyendo una mención a que tendría "el espíritu y el poder de Elías"; esta última referencia no es casual sino todo lo contrario, pero es tema para otro día. El caso es que, como era de esperar, Zacarías duda de que eso ocurriera. El ángel, en castigo por haber dudado Zacarías de él, le deja sin habla hasta que lo anunciado sucediera.

Al cabo de unos días, dice Lucas, Zacarías terminó su servicio en el templo y volvió a su casa, y a los pocos días concibió Isabel.

Piet Worm
Cuando llegó el momento de ponerle nombre al niño (a los 8 días de nacer: el momento de la circuncisión) Isabel dice que se llamará Juan. Todos dicen que no, pues no había ningún pariente que se llamase así, y le preguntan a Zacarías. Éste pide una tablilla y escribe en ella "Juan es su nombre". Y al hacerlo se le soltó la boca y volvió a hablar.

Una curiosidad de esta historia es que sólo aparece en el evangelio de Lucas. ¿Cómo supo la historia? Imagino que serían tradiciones que se contaban. Parece ser que la escena inicial, la del templo, fue sonada (cuenta el evangelio, aunque yo he omitido esa parte, que la mudez de Zacarías al salir del santuario, mientras el pueblo estaba esperando fuera, fue muy comentada), y por eso había mucha expectación sobre ese niño. Aparte, san Juan fue una figura muy popular entonces, hasta Flavio Josefo habla de él, así que es comprensible que circularan historias sobre este extraño pasaje, y Lucas sabría de ellas. Y una curiosidad adicional al relato es que cuando a Zacarías se le suelta la lengua entona un cántico de alabanza a Dios; pues bien, ese cántico, opinan los estudiosos, no es de Lucas. Es un añadido, seguramente era un cántico tradicional anterior a la composición del evangelio, alguien lo introdujo en ese pasaje... y ahí se quedó.

Como he dicho, me gustaba esta historia de niño. Estos días navideños que se avecinan, si tiene usted niños pequeños cerca, pruebe a contársela. Yo creo que les gustará.

El 5 de noviembre es la festividad de Santa Isabel y San Zacarías, padres de Juan el Bautista. 



Johann Sebastian Bach - O Jesu Christ, mein's Lebens Licht (Motet BWV 118)

viernes, 3 de diciembre de 2021

Mis versículos favoritos XI: Urías, el hitita

https://www.youtube.com/watch?v=3CaEPSAO2Uk 

 

 

¿Conoce usted la historia de Urías, el hitita? Me temo que la respuesta a esta pregunta es cada vez con más frecuencia negativa, y ello es algo que no habla muy bien del sistema educativo español. Porque es una historia que todo occidental debería conocer.

Pongámonos en situación: los judíos están en guerra con los amonitas. Al frente de los judíos, el gran rey David, ni más ni menos. Y Urías es uno de los soldados selectos suyos, miembro del grupo de los héroes de David, 37 hombres con los que realizó algunas de sus hazañas. Urías era hitita, así que se le conoce siempre como Urías, el hitita.

El caso es que David ha enviado al ejército con Joab como jefe a sitiar la capital de los amonitas, Rabá (la actual Amman, capital de Jordania) mientras él se quedaba en Jerusalén. Un día, desde la terraza de su palacio ve bañarse a una hermosa mujer y queda prendado de ella. Averigua quién es, y resulta ser Betsabé, mujer de Urías el hitita. Lío al canto.


Nos cuenta el Libro de Samuel:

"David envió mensajeros para que se la trajeran. Llegó a su presencia y se acostó con ella, que estaba purificándose de sus reglas. Ella volvió a su casa. Quedó encinta y mandó este aviso a David: "Estoy encinta".
2 Sam 11,   4-5
El lío se lía más aún. ¿Qué hacer? David tiene una buena idea: manda decir a Joab que le envíe de vuelta a Urías. Y cuando llega Urías, le pregunta por la guerra y todo eso, le da un regalo y le dice que vaya a su casa a "lavarse los pies". Lavarse los pies era un eufemismo que significaba tener relación marital con su esposa.

El problema está en que Urías... no entró en la casa: se quedó a la puerta del palacio.
"David dijo a Urías: "Acabas de llegar de un viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?". Urías contestó: "El Arca, Israel y Judá moran en tiendas, y mi señor Joab y los servidores de mi señor acampan al raso. ¿Y yo voy a ir a mi casa a comer y beber y a acostarme con mi mujer? Por tu vida, por tu propia vida, no he de hacer tal cosa".
2 Sam 11, 10-11

Plan B: David le dice a Urías que se quede ese día, y que ya volverá al día siguiente. Le invita a comer y consigue emborracharlo... pero ni aun así Urías vuelve a su casa, se echa a dormir en un jergón con los servidores.

Así que...
"A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab, que le mandó por medio de Urías. En la carta había escrito: "Poned a Urías en primera línea, donde la batalla sea más encarnizada. Luego retiraos de su lado, para que lo hieran y muera". Joab observó la ciudad y situó a Urías en el lugar en el que se sabía que estaban los hombres más aguerridos."
(2 Sam 11, 14-16)

Los sitiados hacen una salida, la lucha es intensa, y Urías, como era de esperar, muere. Y cuando Betsabé acabó el duelo, David la recogió en su casa como esposa suya, y el niño fue hijo suyo. Dejando de lado que David ha resultado ser un pieza de cuidado, tenemos un final feliz. Salvo un pequeño detalle: "Mas lo que había hecho David desagradó al Señor" (2 Sam 11, 27).

¡Ah, pero la historia sigue!
"El Señor envió a Natán a ver a David y, llegado a su presencia, le dijo: "Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. El pobre, en cambio, no tenía más que una cordera pequeña que había comprado. La alimentaba y la criaba con él y con sus hijos. Ella comía de su pan, bebía de su copa y reposaba en su regazo; era para él como una hija. Llegó un peregrino a casa del rico, y no quiso coger una de sus ovejas o de sus vacas y preparar el banquete para el hombre que había llegado a su casa, sino que cogió la cordera del pobre y la aderezó para el hombre que había llegado a su casa".
2 Sam 12, 1-4
David, claro, opina que el rico es un miserable y que debería ser ajusticiado, y Natán le explica que él, David, es ese hombre. David comprendió y se arrepintió: "He pecado contra el Señor" (2 Sam 11, 13). El Señor le perdona, aunque hubo penitencia: el niño moriría. Y ahora viene una cosa curiosa: David oró, ayunó, constantemente se mortificó, y todos le decían que no se comportara así. A los 7 días murió el niño y los servidores no saben cómo decirselo: si se había comportado así cuando el niño sólo estaban enfermo, ¿qué no haría cuando supiera de su muerte? Pero David les ve cuchichear, y comprende lo que ha pasado: ¿está muerto el niño? "Sí", le contestan. Entonces David dejó de ayunar y de mortificarse, fue al templo a postrarse y luego volvió a hacer su vida normal de rey. Y, claro, los que le rodeaban se sorprendieron:

Sus servidores le dijeron: "¿Cómo obras así? Cuando el niño vivía todavía ayunabas y llorabas. Y, una vez muerto, te levantas y pruebas alimento". Contestó: "Mientras vivía el niño, ayunaba y lloraba, pensando :"Quién sabe. Quizás el Señor se compadezca de mí y el niño se cure". Ahora que ha muerto, ¿para qué ayunar? ¿Puedo hacerle volver? Yo soy el que irá adonde él. El no volverá a mí".
2 Sam 12, 21-23

La historia de Urías el hitita es una de las más recordadas del Antiguo Testamento; incluso se menciona no recuerdo en qué ocasión en los ritos litúrgicos. Pero en estos momentos me gustaría señalar algunos aspectos:

En primer lugar, la Biblia es mucho más humana de lo que parece. Aunque el Antiguo Testamento esté lleno de pasajes infumables, hay escenas como ésta que son todo humanidad.

En segundo lugar, los judíos siguen teniendo a David como el gran rey de su imaginario, aunque éste obró mal. En la balanza, sin duda, pesan mucho más sus méritos que sus deméritos. Creo que todos deberíamos tener la misma actitud a la hora de juzgar a las personas, y especialmente a los reyes; ya me entienden.

En tercer lugar, David actuó como rey y así le trataron los hombres; otra cosa es Dios, y frente a él no hay títulos que le valgan, es sólo un hombre. Y el pecado de Urías el hitita lo tuvo que tratar con él. En ese trato, los demás no pintamos nada: dejémosles.

Por último, es curiosa la filosofía de David respecto al duelo, ¿verdad? Parece contraria a todas las normas que tiene los judíos al respecto, y sin embargo me parece mucho más lógica. Aunque sin duda la procesión iría por dentro.

Chascarrillo final: Betsabé volvió a darle un hijo a David. Al que llamaron... Salomón. Sí, el famoso. Aunque Natán le puso de nombre Yedidías, esas cosas pasan.

Y, por supuesto, Joab consiguió tomar Rabá. Con una curiosidad:

"Joab continuó la lucha contra Rabá de los amonitas y tomó la ciudad regia. Despachó entonces mensajeros que dijeran a David: "He atacado Rabá y he tomado la ciudad de las aguas. Ahora reúne al resto del pueblo, acampa frente a la ciudad y tómala tú, para que no sea yo quien la conquiste y le pongan mi nombre".
2 Sam 12, 26-28

 
 
Franz Schubert - Ellens dritter Gesang (Ave María) D 839

martes, 29 de junio de 2021

Mis versículos favoritos X: a la aurora alegría

https://www.youtube.com/watch?v=tHDsxu-11Vg 

 

 

El otro día estaba viendo un capítulo de El ala oeste de la Casa Blanca (The west wing), el 3º de la 4ª temporada. El presidente Barlett (Martin Sheen) tenía que dar un discurso en una universidad en campaña electoral, y el discurso tenía que versar sobre educación. Pero el día anterior había habido un atentado en otra universidad y había habido muertos, y el equipo, con Sam Seaborn (Rob Lowe) a la cabeza, tenía que rehacer el texto. A la carrera, porque ya están ahí. Y unos segundos antes de salir a escena, cuando Barlett se separa de su equipo para entrar, Sam le recuerda: "A la aurora alegría". Curiosamente, yo estaba viendo el capítulo subtitulado y el subtítulo decía "Por la mañana júbilo". Y me fue automático: pulsé la pausa.

Me volví hacia mi hija, y le repetí: A la aurora alegría. Mi primer impulso fue pensar que era un verso de Shakespeare, y ella opinó que sería el lema de la universidad. Pero entonces mi cerebro hizo clic y le dije: "no, es una frase de la Biblia y ayer (era lunes) se leyó en misa". Y, cosas de la tecnología, mientras intentaba recordar si se había dicho en la primera lectura o en el salmo, ella, teléfono en mano, acertó: "Salmo 30". Para entonces yo recordaba el juego de palabras que me había llamado la atención en su momento, y se lo dije y expliqué. Volvimos a la serie, y en efecto, Barlett empezó su discurso: "A la aurora alegría, dicen las Sagradas Escrituras".

No es habitual que alguien recuerde el salmo que se ha recitado en la misa de un domingo, y eso que yo intento fijarme en los textos, pero ese texto concreto me llamó la atención en el momento que se dijo. Por el juego de palabras, además de por el mensaje. Y es que el salmo 30, que es ya de por sí uno de los más conocidos (por su primer verso: "Te ensalzaré, Señor, porque me has librado") dice:

... al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.

Salmo 30, 6

¿De qué va el salmo? De la enfermedad. De la muerte. De la desesperación del enfermo o de sus cuidadores, de la persona que ha de afrontar la noche toledana que se nos viene. Esas noches en las que uno no sabe si llegará a ver el alba, que se hacen eternas, en las que no hay ayuda posible. En las que no cabe sino esperar. Esperar y confiar.

Y de los amaneceres, cuando el enfermo, que al fin ha podido dormitar un par de horas, se encuentra ya mucho mejor. Quizá como nuevo, quizá dolorido o con secuelas, pero sabe que lo peor ha pasado. Que ha superado la noche, que saldrá de ésta. 

Son experiencias que sólo comprenden los que las han vivido. Pero que me asombra que las recoja la Biblia, y la humanidad con que las recoge. Más adelante, dice el salmo:

A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: "¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa? ¿Te va a dar gracias el polvo o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme".

 Salmo 30, 9-11

Es un pensamiento íntimo. El enfermo, en la soledad en la que se encuentra (la agonía de pasar la noche es un trance que se ha de superar en solitario). La de los padres desesperados ante el sufrimiento de su hijo pequeño. Esos ratos en los que uno no puede hacer nada sino rezar, entendido como hablar con su Dios.

El llanto al atardecer.

Pero a la aurora alegría. Hemos pasado la noche. Saldremos de ésta. Y ahí los versos del principio:

Señor, Dios mío, a ti grité y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

 Salmo 30, 3-4

Sin eufemismos. Las cosas como realmente son.

 

Lo cierto es que en la serie Barlett lo empleaba como frase de ánimo: sí, estamos alicaídos por los muertos del atentado, pero por la mañana volverá el júbilo. 

Sea como sea, usted, si en alguna ocasión se encuentra como el autor del salmo, sepa que no está solo. Otros antes que usted pasaron noches como la que usted tiene que pasar. Y ¡ánimo!: por la mañana será el júbilo.




W.A. Mozart - De profundis clamvi K. 93

domingo, 30 de mayo de 2021

Mis versículos favoritos IX: Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob

https://www.youtube.com/watch?v=NzUMfVpugq4 

 

El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac".

Gen 28, 13

 

Supongo que por repetitivas, dos de mis expresiones favoritas del Antiguo Testamento son "oráculo del Señor" y "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob". Para entender el porqué de esta última, nos falta contexto. El de la antigüedad.

En el pasaje que traigo a colación, Dios se presenta a Jacob; su carta de presentación es que Él es el Dios de su padre y de su abuelo. ¿A qué viene esto?

La clave es que en aquella época había muchos dioses. Uno podía tener unos dioses, y sus vecinos otros. Era normal que el adorador tuviera alguna pequeña escultura o representación de su ídolo, y era a esa figurilla la que identificaba el dios o los dioses de uno. Estas figurillas se pasaban de padres a hijos si el hijo mantenía como su dios al dios al que adoraba su padre. Pero de Yahvé no había figuritas (ni las hubo hasta hace menos de 2000 años). ¿Cómo se presenta alguien que, además, no tenía nombre? Pues más o menos así, un "chaval, yo soy el Dios de tu padre, y el de tu abuelo".

Por cierto, cuando Jacob tuvo que huir de Labán con Lía y Raquel (como conté en la historia de cómo casar a una hija fea), ésta se habían llevado consigo los ídolos que adoraba su padre. Labán le persiguió, y cuando le alcanzó, la clave de la acusación fue que si se había ido con buena intención, "¿por qué me has robado a mis dioses?" (Gen 31, 30). Jacob lo negó, y le propuso que registrara su tienda a ver si los encontraba. Raquel, la ladrona, se sentó encima de ellos, y le dijo a su padre: "no se tome a mal mi señor el que no pueda levantarme en su presencia, pero me sucede lo que a las mujeres suele suceder" (Gen 31, 35). Y, claro: no los encontró.

Insisto, en una época en la que había múltiples dioses y representaciones (por no mencionar el politeísmo y la costumbre de tener un dios en casi cada fenómeno natural), la frase "yo soy Dios" no tenía sentido. "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob" sí.

Y ya sé lo que me van a preguntar: ¿cómo se presentaba Dios a Abraham? Al principio, simplemente, le hablaba. Más tarde usó las expresiones "Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra" (Gen 15, 7), o "Yo soy Dios todopoderoso" (Gen 17, 1). Pero, por lo general no había presentación: se conocían.


 

 

Gabriel Fauré - Cantique de Jean Racine op. 11 

domingo, 18 de octubre de 2020

Mis versículos favoritos VIII: el látigo

https://www.youtube.com/watch?v=AEVG_HIr-zI 

 

Y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre".

Jn 2, 15-16

El texto del evangelio de Juan (presente también en los otros tres: los cuatro recogen el hecho; y esto es significativo porque aparte de la Pasión y la Resurrección son pocos los pasajes comunes a los cuatro) es muy llamativo, muy chocante: Jesús llega a Jerusalén y entra en el templo. Y allí se encuentra un mercado de cambio de monedas, de venta de ofrendas, recuerdos, ovejas, bueyes,... Y lo que nos dicen los evangelios no es que Jesús les afeara a todos su actitud y les conminara a un mayor respeto, no. No, forma un látigo con unas correas que encontraría y los echa a todos de allí a golpes, vuelca las mesas con las monedas, espanta a los animales,... La barahúnda debió ser épica. Y estamos hablando de Jesús, la bondad y el perdón personificados. ¿Entonces? La respuesta es muy simple: Jesús es bondad, es perdón, sí, pero no es un pánfilo.



Ha ocurrido recientemente en Francia: un profesor de instituto, en el transcurso de una clase sobre la libertad de expresión enseña a sus alumnos de 13 años dos caricaturas de Mahoma, supongo que explicando el caso Charlie Hebbo, alumnos se escandalizan, padres de alumnos se escandalizan, y el profesor es decapitado.

Aparte del hecho puntual del suceso en sí, aquí hay un problema; todos estamos de acuerdo. En lo que no estamos de acuerdo es en cómo afrontarlo.

En tiempos pasados, la respuesta habría sido... contundente. Tan contundente que ni habría habido problema; de hecho, este suceso habría sido increíble hasta hace muy pocas décadas. 

Pero en este tiempo... Ahora, el buenismo lo gobierna todo. Y el buenismo es, y cito el DRAE, la actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia.

No es bueno rebajar la gravedad de los conflictos (tampoco exagerarlos); no es bueno ceder siempre, y no es buena la constante y excesiva tolerancia. Porque entonces no somos buenos: somos pánfilos. 

Ésta es, sin duda, una entrada Daniel Quinn: es una entrada que versa sobre la jaula que no podemos ver y de ahí su eficacia (para el que está fuera) o su peligro para el que está dentro. Y en este caso somos nosotros los que estamos dentro, en una jaula que nos está encerrando poco a poco cada vez más hasta que no podremos hacer nada... y entonces sí que la percibiremos pero de nada valdrán nuestros lamentos. Así que, dejando de lado este episodio concreto, conviene reflexionar sobre la actitud que estamos tomando en nuestra relación con los musulmanes. 

¿Y cómo reacciona el buenismo, aquí? Argumentando que no se puede catalogar a un colectivo por lo que hacen personas aisladas. Que no podemos demonizar a todos los musulmanes por lo que hace un musulmán. Y así nos va.

Me pregunto qué pasaría si diéramos al islamismo el mismo tratamiento que al nazismo. Porque lo peor del buenismo es que, en nuestra sociedad, viene siempre asociado a la ley del embudo. 

Y mientras discutimos si son galgos o podencos, los perros llegan.



W.A.Mozart - Ave verum corpus K.618