domingo, 19 de octubre de 2025

Mis versículos favoritos XXV - el Eclesiastes (II): "Vanitas vanitatum et omnia vanitas"

https://www.youtube.com/watch?v=QaJFSyhQwqU 

 

 

Vanitas vanitatum et omnia vanitas rezaba el viejo adagio en latín, que para los no latinistas se traducía por "vanidad de vanidades, todo es vanidad", es el famoso verso del Eclesiastés, aunque como pasa a menudo es mucho más conocido el verso que el que provenga de ese libro o el mismo libro en sí.

Sin embargo, a diferencia de las demás entradas sobre versículos de la Biblia, aquí no voy a dar la referencia exacta: porque es un verso que se repite múltiples veces en el libro. Es la esencia del libro, la condensación de su mensaje.

Pero el verso tiene mucha más miga de la que se cree, y el que lo cita no suele ser consciente del mensaje que lleva. 

 

Lo primero es lo primero. El Eclesiastés: más información en mi anterior entrada (pinchar aquí). 

 

 

Aparentemente, el Eclesiastés versa sobre la sabiduría. Pero luego uno lo lee y se da cuenta de que no. También la sabiduría es vanidad. ¿Qué quiere decir vanidad? Al principio no está claro, por eso el libro: intenta explicar que muchas cosas a las que les damos importancia son sólo vanidad. Vanidad es lo que es sólo humo, lo que no tiene esencia. Para entenderlo bien: vanidad es lo que uno no se lleva a la tumba. Si lo va a dejar ahí, eso es vanidad. Y querer ser un hombre sabio también es vanidad, porque la sabiduría se acaba con el último aliento. Lo que tiene su miga, porque se supone que el autor del libro ha alcanzado precisamente la sabiduría, y de ahí que escriba el libro. La sabiduría le ha servido para darse cuenta de que... no sirve para nada.

Así que me dije: «La suerte del necio será mi suerte: ¿qué saqué en limpio siendo tan sabio?». Y concluí que hasta eso mismo es vanidad. En realidad nadie se acordará jamás del necio ni del sabio, ya que en los años venideros todo se olvidará. ¡Tanto el sabio como el necio morirán! Y así aborrecí la vida, pues encontré malo todo lo que se hace bajo el sol; que todo es vanidad y caza de viento. Y aborrecí todo el trabajo con el que me fatigo bajo el sol, pues se lo tengo que dejar a un sucesor. ¿Y quién sabe si será sabio o necio? El heredará lo que me costó tanta fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad. Y acabé por desengañarme de todos mis trabajos y fatigas bajo el sol. Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia.

Ecl 2, 15-21

Los judíos no siempre incluyeron el Eclesiastés en su canon (el autor, astutamente, intenta hacerse pasar por el rey Salomón, a ver si así por respeto a él cuela); por cierto que el que no lo aceptaran es la causa de que se perdieran los originales en hebreo, hasta que en 1896 se descubrió una cita  en un antiguo manuscrito y luego, en otros manuscritos y en los fragmentos de Qumrán y Masada: en la actualidad se ha encontrado el 68% del texto hebreo. ¿Dónde radicaba la polémica? Para empezar, el judío de su época no creía en la resurrección. Y si no hay resurrección, tras la muerte no hay nada, todo se acaba. Si todo se acaba con la muerte, ¿qué sentido tiene la vida? Necesariamente el sentido de la vida se alcanza con la vida misma, así que si uno era un buen judío, temeroso de Dios y observador riguroso de sus preceptos, sin duda a uno le iba a ir bien. Y viceversa: si a uno no le iba bien es que no era un buen judío etc.etc. Claro que sí: si uno era un buen judío, entonces Dios le recompensaría a uno; de lo contrario, ¿qué sentido tenía ser buen judío si Dios no iba a recompensar por serlo? Y como la recompensa ha de ser en esta vida porque no hay otra, al buen judío le tenía que ir bien. Y más bien cuanto más buen judío fuera.

Todo eso ya lo traté en su día, en la entrada sobre Job. Pero ¿cómo casa esto con que a algunas personas, que estaba claro que no eran buenos judíos (¡es que ni siquiera eran judíos!) les fuera bien? Esto, los maestros judíos lo resolvían con un tranquilos, el tiempo pondrá a cada uno en su lugar. Es decir, se admitía que el mal judío acumulara riquezas, porque se daba por sentado que al final las perdería y reverterían a los buenos judíos.

El Eclesiastés niega todo esto. Son vanidad de vanidades, todo es vanidad. Y el hombre no debe afanarse por aquello que no se va a llevar a la tumba.

¿Entonces? ¿Qué debe perseguir el hombre en la vida?

Para responder a esa pregunta, preguntémonos: ¿qué es lo que el hombre se lleva consigo a la tumba?

Piénselo el lector; en realidad, no es tan difícil la respuesta.

El recuerdo de sus actos.

Así que seamos conscientes: lo importante es lo que hacemos en la vida, porque el recuerdo, la valoración de esos actos, es lo que vendrá con nosotros. Todo lo demás, como dice el Eclesiastés, es vanidad.

Y ¡cuidado! Pues aunque creamos que nadie supo de nuestros malos actos, aunque creamos que han sido ya olvidados y que conseguimos librarnos... no creamos eso. Siempre hay Alguien que los supo, y que los recuerda. Y ése es el recuerdo que nos acompañará.



W. A. Mozart - Kyrie de la Misa en do menor KV 139

 

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