Uno de los lemas de la Reforma luterana era «sola scriptura». Lo que quiere decir el latinajo es que sólo las Escrituras son fuente en los asuntos de fe, y no lo que dijera sobre ella la Iglesia. Lutero opinaba que ésta hacía una interpretación distorsionada de la Biblia para su propio provecho (recordemos que los Papas que conoció Lutero no fueron los mejores, sino tal vez los peores de la Historia desde el punto de vista religioso), y que al autootorgarse el ser la única intérprete autorizada se convertía en su propietaria. De ahí el lema, que niega el magisterio de la Iglesia.
A esta tesis la Iglesia respondió (la Contrarreforma del Concilio de Trento) que no, que las
fuentes de fe son las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia;
esto es, que la Biblia se ha de interpretar de acuerdo con el contenido acumulado de enseñanza eclesial. La verdad es que cuando se hizo el concilio, la razón de la tesis de la Iglesia era evidente para cualquier predicador protestante, pero como ellos estaban en contra de la iglesia católica, pues eso. Pero el lema se mantuvo, y hasta nuestros días.
El error luterano chirriaba tanto que no tardó en hacerse evidente: una vez pasado el ímpetu reformista de la generación de Lutero, los protestantes hicieron exactamente lo que decían que no había que hacer: los pensadores les dijeron a sus fieles que la Biblia la tenían que interpretar como la interpretaban ellos mismos, y si la interpretaban diferente estaban equivocados. De hecho, tanto luteranos como calvinistas crearon en seguida sistemas de ortodoxia que por lo general eran muchísimo más estrictos y cerrados en cómo interpretar las Escrituras que las de la Iglesia. Y lo mismo cada reformador que luego tuvieron: cada vez que uno de ellos se aplicaba el lema Sola scriptura y decidía interpretar la Biblia él solo,... ¡pum!, nueva iglesia. Con su correspondiente tesis de cómo interpretar los textos sagrados, por supuesto.
Muy coherentes no son, está claro. Por no mencionar que si para una persona culta no resulta fácil entender los textos incluso con material de apoyo, podemos imaginar el ideal luterano de allá cada cual (en el siglo XVI), sin nadie que le ayude (salvo, dicen, "el Espíritu Santo"). Eso sí, las biblias no católicas siguen publicándose sin notas explicativas.
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