jueves, 21 de marzo de 2024

El ingeniero, la constructora, el error y el dilema

https://www.youtube.com/watch?v=PaEJtodoh5c 

 

 

El ingeniero ha sido contratado por una constructora para que le ayude en la ejecución de una obra.

El ingeniero descubre un error en el proyecto e informa a la constructora. No informa a la Dirección Facultativa ni a la Propiedad, porque la constructora no le ha contratado para que la puentee. Lo más correcto sería que la constructora avisara a la DF del error, pero ¿y si la constructora guarda el informe en el cajón y se calla? ¿Debe el ingeniero saltarse el conducto reglamentario?

Imaginemos que la constructora decide callar porque el error no comporta un peligro y además le beneficia. Por ejemplo, que se obliga (y paga) apuntalar una zona que no es necesario apuntalar, o compactar un terreno que ya está compactado. La constructora va a realizar (y cobrar) un trabajo que no es necesario. O supongamos incluso que es un error en las mediciones o en los presupuestos, que redunda a favor del contratista (si no fuera así el contratista no callaría).

Ciertamente, lo más ético sería que la constructora avisara a la DF, pero ¿y si no lo hace? ¿Debe el ingeniero realizar un acto inapropiado - saltarse el implícito deber de secreto en la información que le pasa a la constructora- para precisamente perjudicar a la constructora? En mi opinión, no. Perdería a su cliente y le perjudicaría, y todo por beneficiar a un tercero (la Propiedad) que ha cometido el error de contratar a una DF no tan atenta como el ingeniero. El juicio ético de avisar o no a la Propiedad le corresponde hacerlo a la constructora, no al ingeniero.

Ahora bien, ¿y si el error afectara a la seguridad? ¿Y si la estructura proyectada fuera insegura?

Lo primero es entender porqué iba la constructora a no avisar del error.

Tal vez el trabajo está ya muy avanzado y la Propiedad no va a pagar deshacerlo y hacerlo correctamente. Pensemos que se ha excavado el túnel y los trenes son demasiado grandes, como ha pasado en este gran país. Recuerdo la reforma de un hospital, todas las medidas me daban que no iba a caber el despacho de un médico, advertí numerosas veces, pero la constructora no trasladó el aviso y el despacho del médico terminó siendo más un armario que un despacho. Y hubo que achaflanar una esquina para poner la puerta al bies y que cupiera (no se abría del todo). O tal vez simplemente la Propiedad no va a pagar la corrección, o sí la pagaría pero sólo si era derrotada en una pelea a muerte en el pozo de los lagartos de fuego. Y la constructora no tiene ganas de pelear a muerte porque ya tiene suficientes peleas con ese cliente en la agenda.

Pero, claro, lo que está en juego es la seguridad. Sí, eso con lo que en teoría no se juega.

Dicho esto, hay que asegurarse de que la constructora entiende el error y lo que significa, e insistir en que avise a la DF. 

Si esto no funciona (y en realidad aunque funcionara: hay que hacerlo antes) hay que reflexionar un poco sobre nuestra actuación. ¿Tan grave es el error? Las más de las veces no lo es, pero nos pierde nuestras ganas de parecer mejores que la DF. O la merma de la seguridad no es tanta como para montar un escándalo.

Pensemos, por ejemplo, en una tienda de muebles (tradicional, no un IKEA) o un concesionario de coches. Son tiendas con una gran superficie. Las normas asignan una ocupación por metro cuadrado que difícilmente se alcanza, más bien jamás. El proyecto ha dimensionado unas medidas de protección contra incendios suficientes para la ocupación real, pero insuficientes para la teórica que manda la normativa. Y el ingeniero lo sabe. Puede que no haya sido lo querido por la DF, pero es el resultado.

O que según el proyecto se alcanza un coeficiente de seguridad estructural de 1,8 cuando en realidad es 1,55. El mínimo normativo es, pongamos, 1,50, así que aun así se cumple la norma. O se alcanza sólo 1,49, no cumple por poco.

En mi opinión, si la constructora decide no informar a la DF el ingeniero ha de callarse. Que quede constancia de su aviso, y ya está.

Imaginemos que el error es grosero y la pérdida de seguridad es importante, pero sin alcanzar el nivel crítico. Que no va a ocurrir el desastre, pero ni de lejos la Propiedad va a tener el nivel de seguridad que esperaba. Y que a pesar de que la constructora ha sido informada, ésta decide no avisar.

O imaginemos que el error es tal que el desastre es casi seguro . En este último caso, si la constructora no quiere avisar lo mejor que puede hacer el ingeniero es dejar de tenerla como cliente.

¿Qué ocurre si en estos dos últimos supuestos no hay contacto posible entre la DF y el ingeniero? Pongamos que la obra se desarrolla en el extranjero, en Vietnam o en Chile. Ahí no hay nada que hacer, el ingeniero debe dejar constancia de que comunica a la constructora (a persona responsable) el error detectado, y no hay más que hacer.

Pero ¿y si sí puede contactar con la DF? Por ejemplo, porque el ingeniero también va a la obra y tiene además trato profesional con la DF aparte de esta obra. ¿Debe traicionar a la constructora?

En el último supuesto, sí si el mal de la traición es menor que el mal del desastre. Si el desastre no es tan desastre, no hay muertos, no hay heridos, no se producen daños económicos significativos ni importantes perjuicios a terceros, el ingeniero se debe a la constructora que lo contrata. Sí, ha sido una chapuza, sí, el ingeniero lo sabía y ha sido parte, pero insisto en el supuesto inicial: el error no es de la constructora sino del proyecto.

En el otro supuesto, lo que puede hacer el ingeniero es aconsejar a la DF que se asegure: "¿has comprobado que...? ¿Estás seguro de que...?". Las más de las veces la DF no hará nada (¡cómo a va ser que ese ingeniero sea mejor que ella!), pero el ingeniero puede tener la conciencia limpia: ha hecho bien su trabajo, ha advertido a la constructora y se ha encargado de que la DF sea consciente de la necesidad de reestudiar aquello que ha hecho mal. Puede que se considere que ha traicionado a la constructora, pero hay que reconocer también que el deseo de la constructora de tapar un problema importante no era muy ético. Además, no solo le obligaba la cortesía profesional sino también el deber moral de ayudar a un técnico con el que se colabora. Tomase el ingeniero la decisión que tomase, razones para tomar la contraría tendría.

Son situaciones complicadas que es mejor no tener. Pero ocurren.



Chiquetete - Esta cobardía

 

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