miércoles, 19 de febrero de 2020

Pensar en los demás





Ocurrió delante mía.



Es un arranque de andamio de los de restaurar fachadas de lo más normalito. Barcelona está lleno.

Si se fijan, detrás del poste izquierdo se aprecia lo que es el banco de una parada de autobús. En efecto, ahí paran los autobuses. Los postes que vemos, lo que están haciendo es crear el puente para que los viajeros, al bajar del autobús por la parte trasera, pasen al fondo de la acera, donde no hay andamio.

El caso es que justo cuando yo pasaba se bajó del autobús... un ciego. Que no vio el andamio, claro. Raseando con su bastón blanco, avanzó un par de pasos y giró hacia su izquierda. El bastón, ya digo, raseando, no detectó ningún obstáculo. Y el pobre hombre se estampó contra los travesaños, uno de ellos alto, a la altura del pecho, y el otro en el muslo. Y una vez estampado, nuestro invidente se quedó alelado. ¿Qué me ha pasado, dónde estoy? Porque, a todo esto, empezó a mover el bastón, y el bastón chocaba con los postes, estaba como atascado. 

El señor que iba detrás mío reaccionó rapido y se ofreció al hombre a sacarlo de allí.

Lo que quiero decir es que costaría muy poco, a los que diseñan los andamios (o a los que escriben las normas que deben cumplir) el colocar un larguero a ras de suelo. Algo que detecten los bastones de los ciegos. 

Seguramente, a nadie se le ha ocurrido antes porque ninguno de ellos es ciego.
 

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