martes, 18 de octubre de 2011

El Nautilus iba a pilas

El capitán Nemo guardó silencio durante algunos instantes y luego dijo:
-Existe un agente poderoso, obediente, rápido, fácil, que se pliega a todos los usos y que reina a bordo de mi barco como dueño y señor. Todo se hace aquí por su mediación. Me alumbra, me calienta y es el alma de mis aparatos mecánicos. Ese agente es la electricidad.
-¡La electricidad! -exclamé bastante sorprendido.
-Sí, señor.
-Sin embargo, capitán, la extremada rapidez de movimientos que usted posee no concuerda con el poder de la electricidad. Hasta ahora la potencia dinámica de la electricidad se ha mostrado muy restringida y no ha podido producir más que muy pequeñas fuerzas.

Julio Verne publica “20.000 leguas de viaje submarino” en 1869. La idea de un barco submarino no es novedad suya, ya en 1859 Monturiol “hunde” el Ictíneo en el puerto de Barcelona y consigue salir a flote dos horas después, pero el mérito de Verne es coger ideas novedosas y llevarlas mucho más allá. Por ejemplo, el submarino. La idea existía, pero una cosa era pensarlos, otra muy diferente era construirlos y otra mucho más diferente era... moverlos.

Con todo, en la guerra civil americana se llegaron a ensayar submarinos que se movía por tracción humana (e incluso por aire comprimido). No valían para el mar, sólo en ríos y lagos, que allí son muy grandes, pero la idea estaba ahí.

Así que Verne hacía ciencia ficción cuando imaginaba un barco con todos los lujos que se soñaban y más, y que se movía por los siete mares a una velocidad de vértigo. De hecho, fue la novela la que espoleó colectivamente la idea de inventar un submarino digno de tal nombre, apareciendo con posterioridad infinidad de prototipos.

Y también hizo ciencia ficción cuando propuso que el Nautilus se movía impulsado por electricidad: no fue hasta 1888 que la Armada Española construye el primer submarion útil de verdad (navegaba com amplia autonomía y lanzaba torpedos sin emerger, por ejemplo), diseñado por Isaac Peral, y que entre otras novedades era de tracción eléctrica.

Porque, no lo olvidemos, en 1869 la electricidad estaba todavía dentro de los laboratorios. Los científicos la conocían, la investigaban, pero aún no tenía uso práctico (inciso: guardo un libro del bachillerato de entonces, de mi bisabuelo, y en él se explica que existe un material denominado “fluido eléctrico” que es el que genera los fenómenos eléctricos...).

Volviendo a Verne, el capitán Nemo explica cómo funciona su Nautilus y cómo genera la electricidad; lo que pasa es que fabular tan en detalle es pedirle demasiado al escritor, y se mete en unos berenjenales técnicos que suenan muy bien pero... Dejémoslo en que, básicamente, el Nautilus iba ¡a pilas!

Por otro lado, era lógico: la tracción humana sonaba ridícula, y la otra fuente de energía de la época era el motor de vapor con combustión de carbón. La estampa del fogonero, el carbonero con la pala y todo eso en un submarino... Está claro que Verne no tenía muchas más opciones.

¡Hey, un momento! ¡Nos hemos olvidado de Monturiol! Este tío, menudo crack, en 1864 botó, de nuevo en el puerto de Barcelona, otro submarino, el Ictíneo II, que iba con una máquina que con productos químicos, sin quemar carbón, producía vapor y, además, oxígeno que se empleaba para respirar y para iluminar el interior. Lo que pasó fue que, como tantas otras veces, la técnica de aquel tiempo no estaba al nivel del inventor y entre la falta de dinero y las miserias técnicas la cosa no cuajó.

Réplica del Ictíneo II en el Puerto de Barcelona

Por cierto que hoy en día los submarinos, como es lógico, se mueven por electricidad, pero no van a pilas. ¿No? Y entonces, ¿cómo se mueven?

Por motores Diesel. Como los de los coches, pero pelín más grandes y lentos, no van a 3.500 rpm sino a 12 rpm. Y el motor de combustión, al igual que los coches, acciona una dinamo y genera así la electricidad, que almacena en baterías. Vale, van a pilas, pero menos.

Los más curiosos preguntarán entonces qué pasa cuando se sumergen: los motores de combustión toman aire y expulsan gases. ¿Qué ocurre cuando están bajo el agua? Resolver este problema es resolver el problema de los submarinos.

Los primeros submarinos diesel no se complicaban. Eran diésel en la superficie, cargaban baterías y se sumergían. Allí eran “a pilas”.

Esto no podía durar, porque con la capacidad de baterías de entonces no iban muy lejos. Así que los alemanes se las apañan para inventar un sistema que les permite tomar aire de la superficie estando sumergidos (pero a poca profundidad). Con ese sistema se pone en marcha los motores diesel, los gases de escape se acumulan en una cámara especial y se recargan las baterías. Es un problema, porque el submarino en esa situación es ruidoso y vulnerable, y además no puede almacenar muchos gases de escape. Pero hoy en día siguen siendo más o menos así: son los llamados submarinos convencionales.

Es decir, el submarino convencional navega en superficie con un motor diesel, se puede sumergir y funcionar con baterías eléctricas, e incluso cuando éstas se agotan puede seguir sumergido a poca profundidad, con el motor diésel recargando las baterías. Hasta un límite, luego debe volver a la superficie.

Otra opción: en la segunda guerra mundial los alemanes retoman la idea ¡de Monturiol! Y construyen unos submarinos de motor químico. Pero les fue como les fue y ahí quedó todo.

La solución “final” son los submarinos nucleares. No van con motores Diesel y la energía eléctrica la generan con energía nuclear. No han de subir a la superficie, con lo que pueden permanecer sumergidos tanto tiempo como aguante la tripulación, por nervios y por suministro de comida. Porque, de paso, con la energía nuclear también extraen ox¡geno del agua de mar. Y como son motores megapoderosos, mueven lo que haga falta y los submarinos son enormes.

Es que lo hacen todo. Por cierto que el primero de todos se llamó, cómo no, U.S.S. Nautilus.

Zarandajas aparte, “20.000 leguas de viaje submarino” es una apasionante novela que recomiendo encarecidamente. 
 
Y mucho mejor que la película de Kirk Douglas, ¡donde va usted a comparar!

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