Toledo, Ohio
En mi mocedad me chiflaba John Denver. Una de las canciones que cantaba este hombre era, para mi divertimento, Saturday Night in Toledo, Ohio, la cual, de hecho confío que esté usted escuchando ahora. La canción era alegre, pero en aquella época yo solo me quedaba con lo de "saturdey nay in Tulido Ojaio", la verdad es que no me preocupaba de qué iba la canción. Y tiene su miga: a mediados de los sesenta, un músico, Randy Sparks, pasó un fin de semana allí... y escribió la canción, en la que cuenta que en Toledo, Ohio, lo que uno puede hacer es sentarse en un banco, en el parque, y ver crecer la hierba. Por el día, porque por la noche las sombras se hacen con todo y la gente desaparece y ya no se la ve más; sólo un par de camioneros de Great Falls, Montana, y un vendedor de algún sitio que nadie conoce intentan pasar la noche allí. A solas. La canción, caro está, era de corte humorístico, y el músico la estrenó en Los Ángeles; en aquel concierto estaba John Denver (en realidad, John Deutchsendorf, pero el mismo Sparks le sugirió que se cambiara el apellido a "Denver"), y éste fue el que la grabó. Por cierto que los habitantes de Toledo no estaban muy contentos y criticaron a Denver, pero éste dijo que "él era sólo el mensajero", que el autor era Sparks.
Lo importante es que queda bien reflejado el espíritu de la ciudad, que, como no podía ser menos, tiene el típico skyline de las ciudades norteamericanas:
¿Cómo es que una ciudad de Ohio se llama Toledo? La verdad es que nadie lo sabe. En el origen, la zona era de colonización francesa, y los franceses fundaron un fuerte más o menos ahí, pero no lo llamaron Fort Toledo. Hay quien opina que durante el siglo XVIII, en la época de cambalaches borbónicos, los españoles fundaron un asentamiento en la zona que también lo llamaron Toledo, pero yo no lo creo. Otros, en cambio, opinan que cuando se fundó la ciudad, Toledo simplemente era un nombre que estaba de moda, era fácil de pronunciar y ¡qué caramba!, estaba libre.
El caso es que desde mozo tengo Toledo, Ohio, tatuado en la cabeza; me era inevitable una parada aquí.
Por supuesto, hay un montón de historias asociadas a Toledo, Ohio. La más curiosa es quizá la "Guerra de Toledo", entre uno de los estados de la Unión, Ohio, y un territorio, Michigan. Creo que ya conté en alguna ocasión cómo crecieron formalmente los Estados Unidos: primero, se designaba un territorio; luego, un grupo de estadounidenses - el matiz es importante- lo conolizaba, y con el tiempo esos pobladores se organizaban como si fueran un Estado y aprobaban una Constitución para ellos, necesariamente de acuerdo con la Constitución de la Unión. Entonces, pasaban a formar parte de la unión de estados, más o menos como aparece en la película "El hombre que mató a Liberty Valance", la de John Wayne, Stewart y Marvin. Por cierto, ¿saben cuál era el mayor obstáculo para ser admitido como estado? Si era esclavista o antiesclavista. Pero ésa. como se dice, es otra historia.
Bien, el caso es que Michigan quiso convertirse en Estado en 1835. Para ello, uno de los formalismos a cumplir era establecer sus fronteras. Porque, recuerden, las fronteras se marcaban antes de explorar el territorio. Y se ve que los geógrafos no hicieron muy bien su trabajo, y resultó que esas fronteras incluían una delgada franja de tierra que comprendía la ciudad de Toledo. Ohio. Ohio, claro, era ya un estado de la Unión, y protestó, vetando el ingreso de Michigan. La cosa degeneró, ambas partes armaron a sus milicias y declararon delito a los habitantes de esa franja obeceder a la otra parte...
Toledo, por supuesto, estaba en una situación estratégica, en la esquina suroeste del lago Erie. En una época y país que los medios de comunicación eran acuáticos, desde Toledo, río arriba, se llegaba al interior de Indiana y al río Ohio (y de ahí al Mississippi y por lo tanto a donde se quisiera), mientras que por el lago se iba a Buffalo. En Buffalo se estaba mejorando el canal de Erie, que iba a Albany (vaya, qué casualidades todas), y de Albany, dejándose llevar por el Hudson, se iba a Nueva York. Toledo, Ohio, era un punto clave para unir el Este con el interior del continente.
Resumiendo (aunque la historia completa está llena de detalles interesantísimos), el presidente Andrew Jackson decidió que la franja de Toledo se quedaba en Ohio, pero en compensación, a Michigan se le daba la península superior, prevista para Wisconsin, pero ya se trataría más adelante lo de Wisconsin. En términos actuales, a Michigan le tocó el gordo, pero en aquella época la gente de Michigan sólo sabía que la península superior estaba al otro lado del lago Michigan y... era tierra de indios, y en cambio Toledo era una pepita en dulce. En fin, pensaron, a lo hecho pecho, echaron a los indios de allí según su costumbre, descubrieron que la península era rica en cobre y hierro (acontecimientos no necesariamente dichos en orden cronológico), y el resto es historia y todo quedó en un pique deportivo entre Ohio y Michigan a perpetuidad; comparen ustedes con la disputa que surgió en España en esa misma época, si el rey debía ser rey o reina, la de guerras (estas, cruentas) que surgieron y la de ofendidos carlistas vascos que todavía dan mal, y quedaremos como neardentales. Como siempre.
¿Y qué les viene a la memoria cuando hablamos de la Península Superior? ¿Nadie? ¿Tan viejo soy? ¡Anatomía de un asesinato, de Robert Traver, y la película de Otto Premiger con James Stewart! ¿Qué era mejor, la novela o la película? No sabría decidirme, pero sí les aseguro que son la mejor novela de juicios y la mejor película de juicios, y no recuerdo si acaban igual.
Y ya está. Quería hablarles de Anatomía de un asesinato, y lo he conseguido. ¡Y sin salirme de la I-90!
Y, sí, hay un montón de historias más que contar sobre todo lo dicho aquí, pero obviamente el espacio se lo tendré que encontrar otros días. Porque, les advierto, me encanta Ohio.
Por supuesto, hay un montón de historias asociadas a Toledo, Ohio. La más curiosa es quizá la "Guerra de Toledo", entre uno de los estados de la Unión, Ohio, y un territorio, Michigan. Creo que ya conté en alguna ocasión cómo crecieron formalmente los Estados Unidos: primero, se designaba un territorio; luego, un grupo de estadounidenses - el matiz es importante- lo conolizaba, y con el tiempo esos pobladores se organizaban como si fueran un Estado y aprobaban una Constitución para ellos, necesariamente de acuerdo con la Constitución de la Unión. Entonces, pasaban a formar parte de la unión de estados, más o menos como aparece en la película "El hombre que mató a Liberty Valance", la de John Wayne, Stewart y Marvin. Por cierto, ¿saben cuál era el mayor obstáculo para ser admitido como estado? Si era esclavista o antiesclavista. Pero ésa. como se dice, es otra historia.
Bien, el caso es que Michigan quiso convertirse en Estado en 1835. Para ello, uno de los formalismos a cumplir era establecer sus fronteras. Porque, recuerden, las fronteras se marcaban antes de explorar el territorio. Y se ve que los geógrafos no hicieron muy bien su trabajo, y resultó que esas fronteras incluían una delgada franja de tierra que comprendía la ciudad de Toledo. Ohio. Ohio, claro, era ya un estado de la Unión, y protestó, vetando el ingreso de Michigan. La cosa degeneró, ambas partes armaron a sus milicias y declararon delito a los habitantes de esa franja obeceder a la otra parte...
Toledo, por supuesto, estaba en una situación estratégica, en la esquina suroeste del lago Erie. En una época y país que los medios de comunicación eran acuáticos, desde Toledo, río arriba, se llegaba al interior de Indiana y al río Ohio (y de ahí al Mississippi y por lo tanto a donde se quisiera), mientras que por el lago se iba a Buffalo. En Buffalo se estaba mejorando el canal de Erie, que iba a Albany (vaya, qué casualidades todas), y de Albany, dejándose llevar por el Hudson, se iba a Nueva York. Toledo, Ohio, era un punto clave para unir el Este con el interior del continente.
Resumiendo (aunque la historia completa está llena de detalles interesantísimos), el presidente Andrew Jackson decidió que la franja de Toledo se quedaba en Ohio, pero en compensación, a Michigan se le daba la península superior, prevista para Wisconsin, pero ya se trataría más adelante lo de Wisconsin. En términos actuales, a Michigan le tocó el gordo, pero en aquella época la gente de Michigan sólo sabía que la península superior estaba al otro lado del lago Michigan y... era tierra de indios, y en cambio Toledo era una pepita en dulce. En fin, pensaron, a lo hecho pecho, echaron a los indios de allí según su costumbre, descubrieron que la península era rica en cobre y hierro (acontecimientos no necesariamente dichos en orden cronológico), y el resto es historia y todo quedó en un pique deportivo entre Ohio y Michigan a perpetuidad; comparen ustedes con la disputa que surgió en España en esa misma época, si el rey debía ser rey o reina, la de guerras (estas, cruentas) que surgieron y la de ofendidos carlistas vascos que todavía dan mal, y quedaremos como neardentales. Como siempre.
¿Y qué les viene a la memoria cuando hablamos de la Península Superior? ¿Nadie? ¿Tan viejo soy? ¡Anatomía de un asesinato, de Robert Traver, y la película de Otto Premiger con James Stewart! ¿Qué era mejor, la novela o la película? No sabría decidirme, pero sí les aseguro que son la mejor novela de juicios y la mejor película de juicios, y no recuerdo si acaban igual.
Y ya está. Quería hablarles de Anatomía de un asesinato, y lo he conseguido. ¡Y sin salirme de la I-90!
Y, sí, hay un montón de historias más que contar sobre todo lo dicho aquí, pero obviamente el espacio se lo tendré que encontrar otros días. Porque, les advierto, me encanta Ohio.
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