lunes, 14 de octubre de 2013

¡Es un viejo!


Hará unos seis meses, fue elegido nuestro Papa actual, Francisco I. Y, caray, si damos crédito a lo que refleja la prensa, el hombre ha asumido el cargo con una energía desbordante; sirva como botón de muestra un artículo de ABC sobre una entrevista que hizo otro medio al Papa: http://www.abc.es/sociedad/20131002/abci-entrevista-papa-repubblica-curia-201310012040.html.

De hecho, en casi la mayoría de los artículos que se escriben sobre el Pontífice se puede detectar una cierta sorpresa del escribiente sobre la energía que imprime el Papa a sus opiniones, la ilusión con que afronta los retos y el vigor que, en definitiva, tiene.

El Papa tenía 76 años cuando lo eligieron. Sin embargo, dirige la quizá más vasta y numerosa organización mundial (no sé si en China vive más gente o la Commonwealth es más extensa, pero para mi propósito no importa), y está día sí y día también en el punto de mira de multitud de medios y millones de personas.

Conozco a ingenieros mucho más jóvenes que, sin embargo, son despreciados por los ingenieros veinticinco años menores, precisamente ¡por viejos! Y no sólo a ingenieros. Conozco a muchas personas que se las ha dado por acabadas, simplemente por tener ya cierta edad. Y no niego que cuando el cuerpo está en plena forma la mente trabaja mejor, pero... que uno no pueda ya correr los 110 m vallas no significa que sea un cero a la izquierda. Así que si un ingeniero (y cualquier persona) decide que él no se acaba a los 65 años, que todavía puede aportar... ¿quién soy yo para decirle que su tiempo pasó y que ya no nos ayuda?

Cuando veo al Papa (y al anterior, y al anterior...), lo que veo es a una persona de más de 75 años que nos está demostrando que las personas no se acaban a los 70, ni mucho menos.

Así que un poco más de respeto para nuestros mayores.


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