lunes, 12 de febrero de 2018

Imperativo legal



Comienza el nuevo periodo "legislativo" en Cataluña. Algunas cosas, que en otros lugares y/o momentos no se verían normales, aquí sí lo son.

  • El partido que obtiene más votos y más escaños es ninguneado. Como si no existiera. Los supremacistas dan por hecho que el Parlamento, al igual que las calles, será siempre suyo y actúan en consecuencia.
  • Cuando se reúne por primera vez la cámara, se nombra una "mesa de edad": el diputado más viejo y los más jóvenes. Esta mesa de edad preside y coordina la primera votación, que es elegir al presidente del parlamento. Los cargos de la mesa de edad son rutinarios y protocolarios, y no deben tener ninguna trascendencia: han de ser una anécdota de ese día, nada más. Dio la casualidad de que los tres eran de ERC, algo que también tenía que haber sido anecdótico, pero esto es Cataluña. La mesa de edad, en vez del protocolario y neutro discurso de apertura, hizo un discurso político partidista. Se enfrentó a los diputados del partido mayoritario (de la minoría mayoritaria, todos los partidos son minoritarios aquí), y "interpretó" reglas. Esta interpretación de reglas, además, salvo que se cambien expresamente, van a formar parte de las reglas.
  • El reglamento de la cámara dice que se puede votar por delegación cuando se está en el hospital, gravemente enfermo, o de baja de maternidad, cosas así. Los letrados del Parlamento, que se entiende que están ahí precisamente para esto, emitieron un informe que decía que estar en la cárcel no justifica que se vote por delegación. Pues bien, la mesa de edad decidió que les daba igual el informe de los letrados, que ellos eran más chulos que nadie y que "interpretaban" que sí se podía. Y lo autorizaron.
  • Se formó la Mesa titular del parlamento, y por supuesto es con mayoría supremacista. Aunque no tuvieron mayoría de votos en las elecciones ni de diputados, en la Mesa tienen una mayoría absoluta. Gracias a Podemos, que se abstiene de cualquier tema: sin la oposición de Podemos, los supremacistas sí tienen mayoría frente a los legales, y como para ellos 1 voto de más es suficiente para imponer cualquier cosa, pues imponen todo.
  • Curioso, lo de Podemos: lo permite todo, por omisión. Si dice que no a algo, eso no se hace. Así que todo lo que se hace es porque ellos quieren, luego que no me vengan con milongas de que ellos no son supremacistas. Los supremacistas dominan la mesa del parlamento porque los de Podemos han querido, que si se hubieran negado no habría sido así.
  • El nuevo presidente del parlamento ha pronunciado el tradicional discurso: al igual que Forcadell, él también dice que será presidente de todos y blablablá. Con el lazo amarillo en la solapa, eso sí. Y con ciertas frases en el discurso que son... supremacistas. Oyéndole, todos hemos entendido. Los legales van a estar solos, en el Parlamento: jamás la mesa dirimirá a su favor, en ningún tema.
  • Como es de esperar, la mesa retorcerá el reglamento para conseguir lo que ellos quieran. 
  • Y, a todo esto, el circo sigue: grandes lazos amarillos en los sitios vacíos, por los que están huídos en Bélgica o en la cárcel, e incluso en la tribuna de invitados, porque hay un tipo en la cárcel que ha declarado que se arrepiente de todo y que pasa de la política pero que ellos siguen contando como de su bando. Por cierto que han pasado días desde el pleno, y los lazos ahí siguen. Es curioso, porque cuando los del PP pusieron unas banderas españolas y catalanas en los sucesos del 6-7 de septiembre, en que abandonaron el pleno una diputada de Podemos se levantó presurosa a retirarlas. Y según confesó luego, tirarlas a la basura. Y es curioso porque revela el distinto tratamiento que se da a este tipo de símbolos protesta: los supremacistas no los soportan y ven correcto y loable el retirarlos, y los constitucionalistas los respetan y se aguantan.
  • Claro que esto último no llama ya la atención a nadie: al terminar el pleno, los supremacistas cantaron Els Segadors. Los constitucionalistas se pusieron de pie en silencio, en señal de respeto. TV3 pidió explicaciones a Arrimadas, la líder de Ciudadanos, por no haber cantado sus diputados el himno (Arrimadas respondió que le da un poco de miedo el que una televisión pública se dedique a controlar quién canta y quién no el himno), y se han escrito muchos artículos protestando porque no cantaran, y tachándolos de no-catalanes (es la única explicación lógica para ellos). Es curioso que cantaran el himno al acabar el pleno (no sé de ningún país que lo haga), pero mucho más si lo comparamos con lo que hacen los supremacistas cuando sueña el himno de España. Pero es que ya estamos acostumbrados a el doble rasero de los indepes.
  • Los supremacistas (e imagno que los podemitas) juraron acatar la constitución "por imperativo legal", añadiendo a continuación cada cual la coletilla que quiso. 
Por imperativo legal. Y se quedan tan frescos. ¿Jura usted acatar la constitución española? Sí, por imperativo legal. ¿Qué significa esa coletilla? ¿Jura usted acatar o no? Olvídese del imperativo legal, nadie le obliga a usted: si no quiere, no jure. Ya, pero es que si no juro no tengo el puesto y no cobro. Ya, qué le vamos a hacer, así son las cosas. Si quiere usted el puesto y la pasta, ha de jurar. Pues bueno, juraré. Pero por imperativo legal. Ya estamos.

En primer lugar: esto de jurar la constitución española viene de antes. De cuando se hizo la constitución. En aquellos años muchos políticos eran "preconstitucionales". Con antecendentes, vaya. No estaba de más el comprobar que habían renunciado a sus orígenes franquistas y acataban los nuevos principios demócratas, la constitución. Era tranquilizador, agradable. Pero eso era entonces. Porque ahora, jurar acatar la constitución y las leyes no tiene sentido. ¡Ay de aquel que no cumpla la constitución y las leyes! Ahora mismo, estamos obligados todos, este acto sobra.

En segundo lugar: cualquier coletilla es una chiquillada. Puede que el acto no tenga mucho sentido, pero si se hace, se ha de hacer como un hombre. Y, contradicciones al margen, estas coletillas no dejan de ser un cruzar los dedos, un intento de engañar al otro, una mentira para evitar las consecuencias de ser consecuente, una prueba, sin más, de la falta de hombría de cada uno. Que, por cierto, ese otro acepta la coletilla pero no se llama a engaño, no. Lo que pasa es que aplica lo dicho en primer lugar y lo deja pasar, piensa "me da igual la coletilla, tú cumplirás o a la cárcel". Pero sí, a veces nos molestan estas tonterías, proque parece que nos quiere tomar el pelo a todos nosotros. Y a mí no me gustan que me tomen el pelo. Yo, si fuera el otro, respondería a cada chiquillada con otra: "lo siento, tío, pero hasta que no recites la fórmula sin coletillas no te doy por bueno el juramento. Y deprisita que hay más memos como tú y no tenemos todo el día". Estoy seguro de que la ley me autoriza a no aguantar bromitas de estas. Claro que esto es Cataluña, y el otro... lo más seguro es que también ha usado la coletilla de marras.


Lo de Maragall, el presidente de la Mesa de Edad, lo dejo para otra ocasión. Que lo merece.




Elgar: Nimrod (variaciones enigma)

No hay comentarios:

Publicar un comentario