lunes, 19 de octubre de 2015

Diez minutos en la escuela pública

All togheter now es una canción partiente; si buscan una canción chorrona, ésta es la más. Y, sin embargo, ¡qué pedazo de canción! Uno la oye conduciendo, y ¡voilà! Imposible no cantarla. ¿Quién más, aparte de los Beatles, creen que habría hecho una canción tan buena partiendo de una letra tan tonta y una melodía tan sencilla?
 

Hay cerca de mi casa muchos colegios. Algunos son públicos, y los más, concertados. De éstos, algunos exigen a los alumnos el uniforme escolar, por ejemplo pantalón y polo blanco para ellos (con jersey verde, si tienen frío), y falda de cuadros y polo blanco para ellas, con jersey o chaqueta verde, si tienen frío, y abrigo cualquiera pero de tono azul oscuro en los meses más rigurosos. Aunque hay otros uniformes, hay colegios que exigen (a los pequeños) una mochila reglamentaria, otros no parece que exijan nada,... hay mucha variedad en la escuela concertada. Pero hay algo que las diferencia claramente frente a las escuelas públicas de mi barrio.

No tengo una hora fija de salir de casa; creo que he salido en todas las posibles, por esto veo lo que voy a decir. Si paso a las nueve menos veinte por la puerta de una escuela pública, no veré a nadie. Pero si paso por la puerta de las escuelas concertadas, hay un montón de niños esperando. Madres y padres también, hablando entre ellos. Por las calles que confluyen, chicos solos o niños pequeños con sus mayores achuchándoles para que se den prisa.

Las escuelas concertadas abren las puertas a las nueve menos diez. Los niños entran (los de educación infantil con sus padres) y se dirigen a las clases. En alguna ocasión he pasado a las nueve menos un minuto y he podido ver algún aula por su ventana: los niños han llegado, se han puesto la bata y se están sentando en sus pupitres. A las nueve en punto comienzan las clases.

Es muy raro ver niños de esas escuelas por las calles después de las nueve menos diez, salvo en las calles más inmediatas; y con una cierta sensación de premura, además.

Mucho más a menudo paso por las escuelas públicas. A partir de las nueve menos diez empiezan a acumularse las familias en las puertas. De nueve menos diez a nueve, veo alumnos por las calles. A las nueve abren las puertas y los niños se dirigen a las clases.

A veces he pasado claramente después de las nueve, y me sigo encontrando con alumnos retrasados.

Hace años, M. me contó el caso de su hija; ella sale de casa a las siete, y el padre de la pequeña la dejaba en el horario de acogida a las ocho, porque trabajaba en Barcelona pasadas las nueve. Pero una temporada el hombre estuvo en paro, y pudo llevarla, como es lógico, a las nueve. He de decir que el compinche de M. es un campeón, y a las nueve menos diez estaba siempre en la puerta de la escuela; a las nueve la niña entraba (al patio del colegio, ¡eh!), y él se iba a tomar un café con leche a un bar cercano donde leía la prensa deportiva. Pues bien, lo normal es que luego del café+prensa, al salir a la calle, aún se cruzara con compañeras de su hija, que aún no habían llegado. Y sus madres, tan panchas. M. se escandalizaba de que esas niñas entrarían cuando las demás ya estuvieran sentadas, alterando el orden: era obvio que la maestra no podría poner la velocidad de crucero hasta ¿las nueve y media?

En la escuela concertada imparten al menos una hora más cada semana, sólo por este detalle mañanero. Aparte del valor educativo del concepto de puntualidad y de qué significa empezar a las nueve. ¿Ustedes creen que esto no tiene consecuencias en el resultado final?

No me suena saber de quejas de la enseñanza concertada sobre la enseñanza pública. La enseñanza pública nunca para de quejarse de la enseñanza concertada. La odia. Quiere que desaparezca.

Es fácil saber por qué: no resiste comparación.

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