miércoles, 2 de febrero de 2022

Los Juegos Olímpicos de 2030

Se habla estos días de la conveniencia de presentar una candidatura a la organización de los juegos olímpicos de invierno en 2030. El gobierno catalán quiere que la candidatura sea de Barcelona y los Pirineos (catalanes); si necesitan a Aragón para alguna cosa, ya se apoyarán en ellos como subalternos que serían. En Aragón se opina diferente, la candidatura debería ser Pirineos, y basarse en los pirineos de las dos regiones; que, además, trabajarían en igualdad. Por ejemplo, si la apertura es en Cataluña la clausura sería en Aragón, y viceversa.

La sensación, en Barcelona y puede que en toda España, es de perplejidad por el comportamiento del gobierno catalán: no se sabe si quiere de verdad lo que dice o intenta hundir desde dentro la opción.

Como de costumbre, mi visión ingenieril del asunto es diferente. Dejando de lado los aspectos económicos positivos de organizar unos juegos y los aspectos negativos, quién paga la fiesta y no se beneficia versus quién se beneficia de la fiesta (y el correspondiente debate sobre si ya era hora de que los que se beneficiasen se beneficiasen de algo), yo lo que pienso es que hay una pregunta previa que todos nos deberíamos formular y responder con sinceridad. Si la respuesta es que sí, adelante con los faroles, y si es que no lo mejor es que nos olvidemos cuanto antes del tema.

Y la pregunta sería:

¿Nos va a parecer bien que los Juegos se convirtieran en un aquelarre de exaltación independentistas, carteles de Catalonia is not Spain por todas partes, pitadas al himno, banderas, pancartas, performances, discursos, polémicas y todo eso?

Porque, no nos engañemos, eso es lo que habrá. Y no podremos impedirlo. Acuérdense del escorpión y la rana. Y fíjense que no hablo de los miles de millones de euros que desaparecerán (porque desaparecerán) y que no se podrá averiguar qué ha sucedido porque no lo permitirán, ese dinero apuntémoslo a gastos generales.

Si nos parece bien, si creemos que es un peaje aceptable, sigamos adelante con el debate y, si llegamos a un acuerdo positivo, luchemos por conseguir los Juegos.

Pero si por el contrario creemos que lo vamos a lamentar, entonces mejor dejarlo antes de que nos hayamos gastado demasiado dinero. Y si los independentistas protestan (que protestarán, seguro, hagamos lo que hagamos), respondámosles que con ellos no se puede ir a ninguna parte. Quién sabe, quizás haya entre ellos quien reflexione sobre ello. En cuanto a los aragoneses, ribagorzanos, pallareses y araneses que cifran sus esperanzas en que haya Juegos, expliquémosles la realidad: que tienen los vecinos que tienen.
 

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