domingo, 30 de enero de 2022

La atención de los ingenieros

https://www.youtube.com/watch?v=d05tQrhNMkA 

 

 

He leído una excelente entrevista al filósofo José Antonio Marina en la que, aunque versaba sobre la educación de los niños, daba algunas ideas que como ingeniero no pueden sino hacerme reflexionar:

...

- Sí, los alumnos están teniendo un problema de falta de atención. En primer lugar, porque están sometidos a estímulos cada vez más rápidos y numerosos. En segundo lugar, estamos fomentando en los niños una falta de atención por no educarla.
- ¿Cómo se educa la atención?
- Si le pones a un niño una pantalla captas su atención espontánea, que es la de los animales, pero los humanos tenemos una atención voluntaria en las cosas que no nos interesan, que es la que debemos aprender a manejar. No lo estamos haciendo porque se nos ha cruzado otra mala herencia de la psicología: la excesiva importancia que da a la motivación. Se está afirmando que si un niño no está motivado no puede realizar una acción, cuando el progreso de ...

En general, el principio básico de los animales es no ser detectado, sea por presas o por depredadores. Y para no ser detectado muchos lo que hacen es quedarse inmóviles: la mayoría de los animales, los humanos entre ellos, ven el movimiento. Supongo que la razón es que evolutivamente no hay peligro en las cosas fijas. Luego, cuando el animal sabe que ha sido detectado ya adoptará la estrategia que le parezca adecuada. Unos, si pueden, se integrarán en una bandada, una manada o un cardumen con la esperanza (fundada) de que el movimiento de muchos elementos iguales es visualmente caótico e impide al depredador localizar su objetivo. Otros, también si pueden, tal vez busquen refugio donde el otro no llegue o intenten echar a correr y que el otro no le alcance (o alcanzarlo, si es una presa).
Y, por descontado, hay algunas alternativas, que sólo a veces se puede elegir: luchar, resistirse, plantar cara. Hay, ya se ve, muchas estrategias, pero la básica es quedarse quieto. Resulta divertido pensar en las cucarachas que vagan en la noche tan campantes en una cocina o cuarto de aseo; cuando el humano enciende la luz (pero no ha entrado), las cucarachas se quedan inmóviles. Saben que hay peligro, pero el humano (que está quieto, mirándolas desde la puerta) no ha sido aún detectado. Y en que éste se mueva (o no aguanten la tensión) escapan corriendo en busca de la ranura más próxima. Sí, el instinto animal lo tienen hasta las cucarachas.

Los hombres no dejamos de ser animales evolucionados, y tenemos esa atención espontánea que dice Marina: miramos algo con atención, pero lo que estamos buscando es movimiento. El movimiento atrae nuestra atención, de ahí el éxito de la televisión y que nos distraiga de cualquier otra actividad tan fácilmente. Y los ejemplos absolutos del problema que plantea Marina son los videojuegos, todos los sentidos del jugador están atentos a lo que pasa en la pantalla y reacciona en décimas de segundo.

Ésta es la atención que fomentamos desde hace unas décadas en nuestros pequeños.

Otras actividades requieren la otra atención, la atención voluntaria. Leer un libro: estar parado unos segundos o minutos delante de unas páginas en las que no pasa nada, siguen ahí inalteradas. Ningún animal podría leer porque no retendrían su atención, y eso le ocurre a muchas personas: la página inerme no les atrae (en el sentido de que no atrapa su atención), y así dicen que leer no les atrae (en el sentido de que no lo encuentran una actividad interesante).

No todas las actividades requieren la atención voluntaria. Pensemos en un extremo izquierdo (puede ser derecho) en un partido de fútbol. Tiene el balón y corre la cal mientras su defensor le persigue para arrebatarle el balón o al menos parar la jugada. El futbolista corre al límite de su capacidad física, dedica el 100% de su cerebro a ello, pero el buen futbolista no es como yo y aún puede obtener cerebro para hacerlo con habilidad, haciendo que el balón haga lo que su cerebro le dicta que conviene. Y si el extremo es bueno habrá dedicado tal vez ¿3 décimas de segundo? a visualizar el resto del campo y a los demás jugadores, y mientras corre al límite está decidiendo qué va a hacer con el balón hasta que llega a donde cree conveniente y lanza un centro a donde no había nadie cuando miró pero donde, cuando llega allí la pelota, se encuentra la cabeza de su compañero delantero centro que remata de un testarazo. Con toda la calma del mundo, analizando qué hacer y con el balón parado, yo no sería capaz de poner la pelota donde la puso él desde donde chutó: la atención voluntaria, algo en lo que seguro que gano al futbolista, no sirve de nada.

Lo mismo ocurre en otros oficios. El soldado, el bombero, el peón, el conductor. Tienen instrucciones, se les entrena para que reaccionen con automatismos, se intenta que en los momentos clave actúen sin perder tiempo en pensar, de manera automática. Lo que pasa es que los ingenieros no entramos en ese grupo. Necesitamos atención voluntaria; es más, la clave de nuestro éxito es detectar aquello que los demás no detectan y que puede dar al traste con la solución o, por el contrario, ser lo que nos brinda esa solución que los demás no ven.

Y ahí está el problema.

- Los mayores también están perdiendo la atención. Es un fallo de las nuevas tecnologías, que nos están acostumbrando a mensajes muy cortos y rápidos. La atención, que es el combustible de todas las funciones cerebrales, es reducida, y tener que utilizarla para mensajes largos cansa. Por eso los controladores aéreos tienen descansos frecuentes. Y entonces el cerebro encuentra la solución: no gasta atención si realiza operaciones de forma automática. Una forma de educar la atención sería educar en el hábito de la atención voluntaria. Los hábitos, como he dicho, nos permiten ampliar la inteligencia.

Estamos educando, con el sistema educativo que tenemos, en la atención espontánea. Y estamos abandonando el desarrollo de la capacidad de atención voluntaria.

Pensemos, por ejemplo, en la escritura. Por fuerza la caligrafía actual ha de ser mucho peor que la de hace cincuenta años, ya que se practica mucho menos y los chicos se educan escribiendo mucho menos. Esto no es muy grave, ya que desde pequeños aprenden que no tiene importancia la caligrafía porque se escribe por ordenador. Luego está la ortografía: son reglas muy sencillas, todos las hemos aprendido de pequeños y eso demuestra que son fáciles de aprender. Los jóvenes de ahora (es decir, cualquiera que sea más joven que yo) conocen esas reglas, y sin embargo cometen muchísimos errores ortográficos. ¿Por qué? En primer lugar, porque les ha pasado como con la caligrafía: aprenden que los editores de texto corregirán sus errores. La consecuencia es que, al igual que la caligrafía, deciden que la ortografía no tiene importancia... y terminan no corrigiendo sus errores ortográficos. Y tampoco los errores mecanográficos. Simplemente, no dan importancia a cometer errores en la escritura. Y luego está la sintaxis. Los editores de texto tal vez corrijan alguna expresión, pero es misión del escritor que la sintaxis sea correcta. Pues bien, si la caligrafía ha empeorado en 50 años, la sintaxis muchísimo más. Y el léxico tampoco ha mejorado.

Escribir bien, como leer, se basan en la atención voluntaria. El bajón generalizado en la capacidad de atención voluntaria se ve con claridad en la capacidad de escribir y en la de leer. Y en la de entender lo leído.

Yo lo veo todos los días, en los ingenieros jóvenes. No ven las cosas, me da la impresión. Tienen un texto delante y no reaccionan, yo me llevo las manos a la cabeza al leerlo y ahora entiendo porqué me las llevo también cuando intento que un joven lo lea y éste no se escandaliza. O se quedan parados, esperando que yo les explique qué pasa o cuál es la solución. O qué está mal en el plano, qué errores se están cometiendo, qué consideraciones no se están haciendo o se están haciendo mal... No son conscientes. Ellos intentan disimularlo con los ordenadores: que calculen por ello, pero también que escriban por ellos, que dibujen por ellos, que hagan las plantas, alzados y secciones y los despieces, que lean y entiendan por ellos las normas. Lo tengo clarísimo. La causa última del bajón en el nivel de los ingenieros es la disminución de su atención voluntaria. 

Tenemos ingenieros cada vez peores, porque los educamos así. Urge un cambio de todo el país para entender que hay que promover en la educación, desde la más tierna infancia, la atención voluntaria. Porque vamos por el camino de ser cada vez más como los animales, con sólo la atención espontánea. Y entonces aquellos pueblos que sí hayan fomentado la atención voluntaria serán para nosotros como los humanos para los animales.

 

 

Brooks & Dunn - Boots scootin Boogie

 

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