viernes, 26 de febrero de 2016

Diversidad funcional






Antes, existían los ciegos. Los sordos y los tullidos, que podían ser porque les faltara una o dos piernas, una mano, etc. Cuando yo era niño, era muy común que los tullidos tuvieran la edad correspondiente a veteranos de guerra. De guerra civil, entiéndase. Estos tullidos era normal verlos trabajando en puestos sencillos: los vigilantes de aparcamientos, bedeles y ujieres, y el tipo que avisa en la carretera que hay que parar porque las obras han limitado el tránsito a un único carril. Recuerdo al respecto, por cierto, la primera vez que nos paró un tipo normal, entero: mi padre se enfadó, porque entendía que esa persona tenía que ser capaz de hacer algo más que estar ahí, quieto, con la señal de stop, era un desperdicio de mano de obra.

En aquella época, la ONCE que creó Franco tenía una cobertura limitada y los tullidos debían trabajar para vivir. Sin ir más lejos, mi zapatero remendón, el de la calle Moneva, tenía una pata de palo. Pero llevaba su propio negocio, sin luces ni oropeles - aquello parecía una cueva-, pero suficiente.
También había una escuela para niños sordos, "La Purísima". Que era para niños sordos yo lo sabía porque así se anunciaba a la entrada. Eran sordos.

Y los subnormales eran subnormales.

Con el tiempo, los ciegos dejaron de ser ciegos y pasaron a ser invidentes. Los inválidos y tullidos se convirtieron en minusválidos. También los subnormales. Pero minusválido significa que se es menos válido. Y no se trata de que un ciego sea en general menos válido que una persona con todas sus facultades en plenitud, sino de que es un término peyorativo: conlleva una carga negativa.

Otra opción fue llamarles discapacitados. Se tenía discapacidad visual, discapacidad auditiva, etc. Con los pertinentes grados.

Pero parece que el término también ofendía. Y ahora ya no se dice discapacidad. Se dice diversidad funcional.

Entiendo por ellos que los ciegos, ahora, son diversos funcionales. Si te falta una mano, tienes una diversidad funcional. Si no te falta la mano no, lo que tienes es la mano.

Lo importante es que diversidad funcional no conlleva ningún significado negativo, todo lo contrario: sugiere riqueza, por aquello de la variedad. Los demás no somos diversos, sólo tenemos una opción. Son ellos los que tienen diversas maneras de funcionar. Todo ello sin renunciar a los beneficios y deferencias que se les ceden, faltaría más, porque una cosa son las palabras y otras los hechos.

Y una persona que ha perdido los ojos, se llame como se llame, es ciega y merece una atención especial.

Yo no me considero un monstruo. Tampoco quiero faltarle al respeto a nadie ni insultarle o hacerle sentir desgraciado. Pienso que ciegos, sordos, tullidos, inválidos y las personas con discapacidad psíquica, por citar algunos casos y de alguna manera, son personas tanto como cualquiera de nosotros. Merecen tanto respeto o más, y hemos de ceder ante ellos y tener atenciones especiales que les hagan la vida más fácil. Estoy en contra del aborto porque se detecte que el niño nacerá ciego, sordo, sin brazos o subnormal: ¿y qué, si es más feo que otros, o no tan listo o no tan ágil? ¿acaso no es una persona - pues ya la vemos en una pantalla y hemos descubierto que no tiene manos, qué enfermedades tiene o qué capacidad tiene su intelecto- con derecho a que no la maten? Simplemente, no creo que les beneficie que no se llamen a las cosas por su nombre.
Tampoco creo que hace cincuenta años los tullidos se sintieran mal porque les dijeran que eran mancos o tullidos, ni los ciegos porque sus padres le digan a otro "mi hijo es ciego" o "se ha quedado ciego".

Pero éste es otro de los signos de este tiempo. No podemos llamar a las cosas por su nombre, hemos de decir "mi hijo tiene una diversidad funcional" o "ha adquirido una diversidad funcional". 
Escrito sin ánimo de ofender.


Shocking blue - Never marry a railroad man

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