jueves, 19 de abril de 2012

Una vieja costumbre de la familia de los Borbón

Como todo el mundo sabe, el Rey de España es un Borbón y pertenece, como su propio apellido indica, a la familia de los Borbón.

Los que además hubieran estudiado antes de la ESO sabrán que los Borbón es una familia antigua, que reina en España (con paréntesis) desde 1700 y que a su vez descienden de los reyes de Francia. Los listorros de la clase sabrán citar a Luis XIV, el Rey Sol, como uno de los Borbones, y los sabiondos incluso hablarán de su padre, Luis XIII (sí, el de los mosqueteros). ¿Alguien sabría citar alguno más? ¿Nadie? No me lo creo, seguro que los auténticamente empollones recordarán al padre de Luis XIII, Enrique IV. ¡Venga, se estudiaba en el cole! Es el de la matanza de San Bartolomé y "París bien vale una misa". ¿Verdad que ahora sí que les suena? Enrique IV dijo la famosa frase en 1593, tras la cual Felipe II (el nuestro) autorizó que fuera rey de Francia. Así que desde 1593 los Borbones son los reyes de Francia. 

Pero hay más: el apellido por el que se les conocía no era el de Borbón, sino el de Capeto. Los Borbón son de la familia de los Capeto. De hecho, los Borbones son Capetos. 

El origen de los Borbón empieza cuando Roberto de Clermont se casa con Beatriz de Borbón; su primer hijo, Luis, fue el primer duque de Borbón: Luis I de Borbón. 1317. Una familia antigua, ya ven. Y aún no saben cuánto.

¿Por qué digo que Roberto de Clermont (1256-1317) era un Capeto? Porque era hijo de San Luis IX, rey de Francia, sólo que el sexto hijo, con lo que en 1268 (con doce años) se le nombró conde de Clermont; el reino lo heredó su hermano Felipe, mayor que él.

Pero lo que importa es que Luis IX era un Capeto, y su hijo también se llamaba Roberto Capeto. Supongo que ya se estarán preguntando quiénes eran los Capeto, ¿no? Pues vamos allá, solo que me van a permitir (la mayoría, agradecer) un salto de, digamos, trescientos años.

En el año 987 Luis V el Holgazán se cayó del caballo en una partida de caza y murió por las heridas. Para nosotros sin duda Luis V era un panoli, pero para la gente de su época su muerte significaba el fin de la civilización tal y como la conocía; recuerden que creían que el año mil, en trece años, sería el fin del mundo.

¿Que tenía de especial Luis V? Casi nada; simplemente, era el último carolingio. El último descendiente de Carlomagno, el gran mito de los europeos; por tanto, el último hombre con un derecho divino para ser rey. ¿Qué hacer, qué va a pasar?, se preguntaron todos. Pues que a río revuelto, ganancia de pescadores.

La verdad es que Luis V era un holgazán porque no tenía nada que hacer. Tenía el título de rey, se le daba un tratamiento especial como tal, y poco más; creo que ni le dejaban pasar en la cola de la panadería. Además, su "reino" sólo abarcaba una parte, no toda, de Francia. Y lo digo entre comillas porque era la zona en la que los nobles solían decir que tenían un rey, no porque el rey reinara en esa zona.

El caso es que, aunque fuera por trece años, pensaron que debían tener rey (como se había hecho "toda la vida"), pero ¿quién? Uno de los señores más poderosos (poco poderoso, pero de los más) era un tipo que tenía bastantes tierras alrededor de París, y también otras por otros lugares. Se llamaba Hugo, pero tenía un apodo (como la gente de nuestros pueblos), derivado de una capa que solía usar su familia cuando ejercían ciertas funciones ceremoniales como abad. El apodo, claro, era "Capeto". Se le conocía como Hugo Capeto, y a toda su familia desde entonces se les ha llamado "los Capeto".

Bueno, abrevio. Su abuelo y su padre habían pasado años intentando imponerse a los carolingios sin conseguirlo, primero por la fuerza y luego, cuando vieron que no, por la astucia (mediante intrigas o, como decimos ahora, mediante la política). Cuando pasó lo del caballo, Hugo vio la ocasión clara y maniobrando entre bastidores consiguió que los nobles lo eligieran rey. Lo cual logró, entre otras cosas, porque era algo que no tenía connotación práctica. Hugo Capeto fue rey, sí, pero como si nada. Quizás menos aún, puesto que él no había heredado ningun título; de hecho, en una batalla contra el conde de Angulema éste le recriminó que no tenía ningún derecho como rey, pues había sido elegido por ellos.

Lo que pasa es que cada Capeto se empeñó en dotar al título de algo de poder primero y de algo más de poder del heredado después; y el resultado es el hexágono que hoy conocemos como Francia. Los Capeto consiguieron mantenerse como dinastía, y cuando el rey Enrique III murió sin hijos y consiguió el trono Enrique IV, éste lo hizo haciendo valer sus derechos como Capeto. En definitiva, un Capeto estuvo al mando de Francia desde 987 hasta 1792 y luego hasta 1848, y un Capeto es actualmente Rey de España.

Como ven, una familia larga y antigua. Sin duda, tenían que tener un secreto para sobrevivir como dinastía, ¿no? Pues sí lo tenían, y es lo que quería contarles desde el principio. Hay un truco con el que los Capeto (como nuestro Rey) consiguieron siempre mantenerse como reyes.

Y era muy simple. Lo empezó Hugo, el primero. Él no quería que después de muerto los nobles eligieran rey, pues con toda probabilidad habría cada vez una guerra civil. Quería que el título se heredase (lo que le daría la legitimidad que él no tenía), pero también sabía perfectamente que una vez muerto, los demás señores no jurarían fidelidad y vasallaje a su hijo. ¿Qué solución encontró? Coronó a su hijo Rey, con pompa eclesiástica y todo eso, estando él todavía vivo (de hecho, a los seis meses de ser elegido, por lo que pudiera pasar) y obligó a los demás nobles a jurarle al chico el vasallaje.

Así, cuando él muriera ya habría un rey establecido y aceptado por todos, y nadie le discutiría el título.

La jugada le salió bien y los Capeto mantuvieron la costumbre durante dos siglos, hasta que la dinastía estuvo plenamente consolidada y a nadie le habría cabido en la cabeza que el heredero Capeto no fuera el Rey.

Y como ven, no les fue mal del todo.

Estos días se está hablando mucho de nuestro Rey de ahora, Juan Carlos I. Pero yo no estoy diciendo nada al respecto, que conste; sólo les he contado una pequeña y antigua tradición de su familia.

Total, el saber no ocupa lugar y [si han llegado hasta aquí es que] les he entretenido.

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