https://www.youtube.com/watch?v=oaalq3RYAyw
En la anterior entrada escribí sobre la película Uno, dos, tres, de 1961, dirigida por Billy Wilder y protagonizada por James Cagney.
Escribí que la película es genial, y me paré ahí. Podría haber continuado: la película es desternillante, los diálogos son agudísimos y las réplicas continuas, disparan con bala (en sentido figurado, no hay violencia) contra todo, las puyas son constantes, las indirectas y las referencias cruzadas, los actores interpretan excelentemente (aunque para mí Horst Buchholz es el jovencito de Los 7 magníficos y me es difícil sacarlo de ahí; pero su alemán es magnífico: como para no serlo, siendo de hecho berlinés),... Decía el otro día que la escena de la tortura es en alemán, y también se habla alemán en algunas otras, pero mi alemán es bastante básico y no tuve problemas para seguir los diálogos, no digo ya lo que pasa; por lo tanto, no puede aducirse que se hable alemán para no verla. Cuando uno la ve comprende que se digan tantas maravillas de Billy Wilder, y la sensación que se deja es que ya no se hacen películas como ésta.
De verdad, es una película inmejorable.
Y, sin embargo, cuesta imaginar a un menor de 50 años, y menos aún de 40, que quiera verla (salvo que sea un estudioso del cine, claro está).
Pero esta reticencia no se la podemos achacar a esta película en concreto. Se produce con todas las películas en general. El otro día pensaba qué películas antiguas ven los jóvenes todavía, y de los años 70 me viene a la mente La guerra de las galaxias y Grease, pero es que de las décadas anteriores me cuesta creer que alguna (fuera de las de dibujos animados de Disney) sea todavía visionable.
Lo cual me parece terrible.
Pero no sé porqué sucede. No sé por qué los jóvenes no ven las películas anteriores a su época, no les dan ninguna oportunidad, no hacen un esfuerzo. Este tema ya lo traté en esta entrada, pero es que me sigue asombrando.
Se sabe que la cultura romana decayó durante los siglos del imperio: que cada vez eran menos maravillosos, que lo que sabían construir en el siglo I d.C. no lo sabían construir en el V d.C., que sus escritores eran cada vez peores, que las técnicas que dominaban eran cada vez más chapuceras, y uno puede preguntarse cómo puede ser que las técnicas decaigan y se pierdan y no se sepa hacer lo que antaño se hacía. Pues lo estamos viendo hoy mismo, con el cine. Cuando faltemos los últimos que esas películas las vemos o vimos con normalidad, tendrán la misma popularidad que las serranillas. A efectos prácticos, se habrá perdido. Así se pierde la cultura y el conocimiento general.
Aquello ocurrió ante sus ojos, y no se dieron cuenta. Ante los nuestros, tampoco nosotros.
Sammy Davis Jr - I gotta be me
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