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martes, 13 de febrero de 2018

Hans Zimmer, Dunquerque y Elgar




He oído hoy, en la radio, que es posible que Hans Zimmer gane este año el Oscar a la mejor banda sonora por su trabajo en la película Dunquerque.

He visto la película Dunquerque. En la sala oscura de un cine es muy, muy recomendable. Es una película estupenda que intenta reflejar la enormidad de la retirada de Dunquerque. La enormidad, en todas sus facetas. Esta enormidad necesita de una sala de cine, de una pantalla gigante, de un sonido atronador, de una oscuridad total. Es triste que todo esto se perderá una vez deje de exhibirse y pase a verse sólo en la pequeñez de los hogares (cuando no en la de los ordenadores o, peor aún, las tabletas y los teléfonos móviles). Pero así son las cosas.

Cuando vi la película, no reparé en la banda sonora. Formaba parte de un todo, y era el todo lo que me atronaba. Ahora que oigo la música sólo, mientras escribo este artículo (si usted pincha en el enlace del principio también podrá oirla), percibo su grandiosidad. Es una banda sonora excelente.

Pero no merece el Oscar, ni mucho menos.

Hans Zimmer es un compositor de  bandas sonoras de películas estupendo. A mí me conquistó con Gladiator, pero ha hecho muchas otras cosas dignas de reseña. Por ejemplo, El Rey León. Marea Roja me chifla, su banda sonora es maravillosa. Y alucino con Black Hawk derribado. Son películas que me gustan ori con el volumen al máximo posible.

Pero Zimmer tiene un defecto que a mí me molesta especialmente. Ya lo mencioné de pasada en este artículo de septiembre de 2013, en el chascarrillo final: Zimmer copia. A menudo, incluso a sí mismo: en muchas películas emplea fragmentos de piezas de otras películas. O eso, o a mí me suenan igual.

En el caso de Dunquerque, es Elgar la fuente de su inspiración. En concreto, la variación Enigma nº 9, "Nimrod"... que precisamente empleé como banda sonora en el artículo que les escribí ayer. Por eso, cuando hoy en la radio pusieron la pieza de Dunquerque, pensé que estaba oyendo a Elgar. Pero no, era Zimmer. He investigado en Internet y, efectivamente, Zimmer usa la pieza de Elgar como motivo musical durante casi toda la obra. Como muy bien se explica en este artículo: http://enigmathemeunmasked.../cameos-of-elgars-nimrod-in-nolans. De hecho, parece ser que la inspiración está oficialmente reconocida (como para no estarlo, claro).

En definitiva: sí, la banda sonora es realmente excelente. Como no voy a pensarlo, fan de Elgar como soy. Pero su grandeza no viene de una inspiración original. Así que yo creo que la academia americana no debería premiar este trabajo como lo mejor del año. Claro que yo no sé qué más películas compiten. A saber lo que hay por ahí.

Lo que no quita, insisto, para que les recomiende que escuchen la banda sonora. Es que es muy buena.



Hans Zimmer - Dunquerque (banda sonora de la película)

lunes, 3 de septiembre de 2018

Zimmer y Minassian: el famoso que se aprovecha del desconocido

En otras ocasiones, por ejemplo en esta entrada, he dicho que Hans Zimmer copia cuando compone bandas sonoras. Pues bien, estaba escuchando la pieza Siretzi Yares Daran (They Have Taken the One I Love) del armenio Lévon Minassian y... caray, como que eché de menos el arranque de la batalla.

Y es que la pieza es tremendamente parecida a Wheat, de la banda sonora de Gladiator, que es la que marca el inicio de la acción en la película (el arranque de la batalla).

Zimmer compuso la banda de Gladiator entre 1999 y 2000. La pieza de Minassian sale en el disco The Doudouk beyond borders, que es de 1998.

Ésta es la pieza de Zimmer:



Y ésta la pieza de Minassian, juzguen ustedes mismos:


La pieza de Minassian es mucho más larga, pero... lo que hay que hacer es no quedarse sólo con Wheat, que es cortita. El espíritu de Minassian, en mi opinión, aparece en más piezas de la banda sonora de Gladiator, como en Sorrow o en To Zucchabar. ¡Si es que es casi la base de toda la banda!

¿Casualidad, coincidencia, plagio? Hombre, yo creo que plagio. Pero hablamos de Zimmer, así que estoy curado de espanto y no le doy más importancia, aparte de que me ha divertido descubrirlo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Reflexiones sobre un error de cálculo


Hace poco me llamó un antiguo cliente, jefe de una oficina de ingeniería. Hacía años que no sabía de él. Tras el saludo de rigor, me preguntó si podía enviarme un par de fotos. Me las envía; una estructura a medio montar. Resulta que les estaba fallando, y ni siquiera había entrado en carga. La verdad es que era un problema muy fácil, le dije qué hacer y seguí con lo mío.

Esa misma mañana me volvió a llamar. Que si podía venir a verme. Claro, faltaría más. A la media hora se me planta... con su calculista. Vaya, antes tenían calculista, luego se les fue y me pasaron a mí los cálculos que fueran demasiado complicados para ellos, también ingenieros, hasta que en algún momento dejaron de llamarme. ¿Y ahora tiene calculista? Bah, no pasa nada; éste era un país libre, al menos hasta ayer, y de hecho yo habría hecho lo mismo, no le guardo rencor.

El caso es que vino con su calculista y con los planos de la estructura en tamaño camión, para que le explicara a su técnico lo que le había dicho a él y se viera mejor en planos. Seamos sinceros: su calculista, cuando calculó la estructura, se equivocó, se le pasó por alto un detalle y de ahí el problema. Pero era un chaval "joven", aprendería de la experiencia, y es duro aprender un oficio por sí mismo, sin un ingeniero veterano que te ayude. Así que intenté ser especialmente cuidadoso en no culparle; con todo, hubo un momento en que su jefe me insistió: "pero ¿podía haberse previsto [el problema] con el CYPE?".

Pues... sí. La estructura se había calculado por ordenador y con un programa de cálculo de estructuras tridimensionales, claro que se podía haber previsto. Pero no se lo dije. Como pude, farfullé que no lo sabía, que yo no usaba ese programa (y eso sí es cierto), e intenté cambiar de tema. Mejor ayudar a su calculista que no atacarle, que además yo no sé si en unos años la situación será la opuesta y sea yo quien necesite su ayuda, ¿verdad?

En fin, nos despedimos con los buenos deseos de rigor, si algún día tienes una estructura que necesites mi ayuda ya sabes, y todo eso. Al cabo de unos días, el jefe me llamó para decirme que si quería facturarle algo que lo hiciera, que no pasaba nada, y yo le dije que no, que no se preocupe, que no fue nada.

Pero me quedé pensando, tanto que ahora escribo esto. ¿Qué visión tiene el jefe, ingeniero industrial, de lo que es un calculista? ¿Un operador de un programa de ordenador, el CYPE? ¿Cree acaso que quien calcula es el programa, no el hombre?

De hecho, ¿cuánto hay de cierto en eso?

He hecho una pausa en la escritura, para reflexionar sobre esta pregunta, y... me parece que hay bastante de cierto. No es totalmente así, pero...

¿Por qué será que me viene a la cabeza que a los conductores de los AVE se les siga llamando "maquinistas de tren"? Éstos tampoco ven la máquina que se supone que manejan.


Chascarrillo adicional: Un par de días después me llamó: el herrero les había valorado el arreglo en 12.000 euros. ¡Sopla! Le expliqué: su estructura medía 100 m de largo, y yo le había puesto un perfil muy pequeñito de 10 kg/m; 1.000 kg en total, 10 kg por metro. El herrero le pedía pues 120 euros por metro, 12 euros por kilo. El perfil no necesitaba tratamiento, no había que trabajar apenas uniones, se ponía en tramos de seis metros, ellos seguían en la obra montando, las condiciones para implementarlo eran óptimas... El herrero les estaba timando. Si se hubiera incluido el perfil cuando el hombre ofertó y ganó la obra entera, hubiera pedido quizás 1.500 euros por el incremento, 2.000 a lo sumo. Ahora, que puede aprovecharse, aceptaríamos que pidiera 3 euros por kilo, 3.000 euros, vale... ¡pero 12.000! Desde luego, si pudieran ofertar el arreglo como una obra independiente lo habrían sacado por menos de 3.000...

Un típico ejemplo de constructor que tiene cogido al cliente y abusa. Como un salvaje.

Tengo que acordarme de llamarles y pedirles el nombre del herrero, para tacharlo para siempre de mi lista de constructores.



Chascarrillo final: Les he puesto, como música inicial, el galope final de la obertura Guillermo Tell de Rossini. Si alguien ha ido al cine y ha visto El Llanero Solitario, a lo mejor les ha sonado familiar la pieza décima de su banda sonora, oficialmente titulada "Finale": http://www.youtube.com/watch?v=RjsfBpO65BM

Buscando e indagando, todo lo que encuentro es que la pieza se llama Finale y ha sido compuesta, como toda la banda sonora, por Hans Zimmer. Pero, en honor a la verdad, les diré que, buscando más aún (quizá es que yo soy torpe) encontré en la wikipedia en inglés, en la entrada
Originally, Jack White was hired to compose the score for the film. White however, declined, and was replaced with Hans Zimmer.
All music composed by Hans Zimmer excluding "Red's Theater of the Absurd", which was written by Jack White and "Finale", which is an extended arrangement of Gioachino Rossini's "William Tell Overture", with additional material arranged by Geoff Zanelli and Zimmer.

No.TitleLength
1."Never Take Off the Mask"  1:08
2."Absurdity"  4:58
3."Silver"  4:00
4."Ride"  4:17
5."You've Looked Better"  3:09
6."Red's Theater of the Absurd" (performed by Pokey LaFarge & The South City Three)3:02
7."The Railroad Waits for No One"  3:09
8."You're Just a Man in a Mask"  4:14
9."For God and for Country"  4:53
10."Finale"  9:51
11."Home"  6:55
Total length:
49:36

En fin. Piensen ustedes lo que quieran. Yo simplemente digo que me habría gustado que, por ejemplo, en sitios como éste hubiesen sido más honestos. O a lo mejor más cultos, quién sabe.

sábado, 9 de marzo de 2019

Música moderna, música clásica





Si, como recomiendo siempre, el lector ha pinchado en el enlace con el que empiezo el artículo, estará escuchando el tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms. En este artículo en concreto es muy, muy recomendable que lo haga. Salvo que conozca y rememore ese movimiento, claro. Porque esta historia va sobre la música, también sobre Brahms, y conviene tener presente la perfección de Brahms.

Brahms es un compositor que siempre me ha chirriado. En su momento, en el colegio, yo estudié (creo recordar) que el Romanticismo alemán tenía 4 autores: Mendelsshon, Schubert, Schumann y Brahms. Pero uno miraba las fechas, y Brahms no cuadraba: era claramente posterior al periodo que denominamos Romanticismo. Otros autores románticos eran Chopin y Berlioz. Y los Liszt, Wagner y compañía ya no eran románticos.

Aparte, Brahms me ha parecido siempre demasiado sinfónico, elaborado. Mis padres tenían un estuche de discos de Brahms, pero por más que lo oía no me motivaba nada en absoluto.

Brahms no me cayó bien.

Y los años pasaron.

¿Qué es la música clásica? Philip Glass no es música clásica. O sí, depende. Como Michael Nyman. ¿Lo es Hans Zimmer? ¿Ha de morir un compositor para que su obra se considere clásica? ¿Cuántos años deben pasar desde su muerte? ¿Es George Gershwin un compositor clásico o todavía no?

Lo cierto es que esta discusión es vieja. Desde 1856, más o menos. Desde que murió Schumann. 

Todo viene de Beethoven. Muere en 1827; Goya, el Beethoven de la pintura (Beethoven fue el Goya de la música), murió en 1828. Con ellos se acabó el siglo XVIII y su neoclasicismo y el mundo se encontraba ya en un periodo nuevo, ellos hicieron el cambio. Después de ellos el mundo se encontró con un serio problema: ya no se podía hacer mejor. Por suerte, los románticos no intentaron hacerlo mejor: intentaron hacer cosas distintas. Mostrado por los gigantes lo que se podía lograr con la música o la pintura, se dedicaron a expresar con la música y la pintura. Y a estos autores se les seguía considerando "maestros". Eran unos genios reconocidos como tales. 

Pues bien, cuando en 1856 muere Schumann, los jóvenes autores, con Liszt a la cabeza, se atreven a decir que otra manera de hacer música es posible. Ocurrirá lo mismo en la pintura, con Monet como representante de los impresionistas: otra manera de pintar es posible. 

Monet: la catedral de Rouen (fuente: wikipedia commons)


Frente a esta opinión se alzó Brahms. Que tenía una "relación" con la viuda de Schumman, Clara, importante y reconocida compositora y concertista a su vez. Ellos dos, junto con otros, defendían la necesidad de mantener los patrones claśicos. De hacer lo que hubiera hecho Beethoven, supongo. Liszt y Wagner, en cambio, ponían el ejemplo de Berlioz. Y de Beethoven, pues éste demostró que se podían hacer muchas más cosas con la música, ya lo he dicho. Lo mismo que se diría de Goya.

La discusión fue pública, enconada y sostenida en el tiempo. Se ha conocido como "la guerra de los románticos", pero yo diría que no está resuelta.

Con la música pasó como con la pintura. El impresionismo abrió el camino al cubismo de Picasso, y tras el cubismo llegó el arte abstracto y la tomadura de pelo que vemos cada año en ARCO. Pues la música de Liszt y Wagner nos trajo el dodecafonismo de Viena (el cubismo musical) y éste la música concreta. Pero los resultados fueron diferentes. Hoy en día nadie se atrevería a escuchar música concreta, mientras que en pintura tenemos... ARCO.

Es curioso, lo que ha pasado con la música tras esa guerra: desde Liszt todos los compositores han sido "modernos"; desde Brahms ya no hay compositores clásicos. Sin embargo, lo que el público quiere y tiene por insuperable es la música de los clásicos. Se nos ha enseñado que las cimas son Bach, Haendel, Mozart, Beethoven, Brahms. No Mahler o Richard Strauss. A Barber, directamente, ni se le considera. Y nadie diría que Glass o Nyman hacen música clásica. 

Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Gracias a la admiración por los clásicos, se conservan y se escuchan las obras de Monteverdi, Scarlatti, Purcell o Corelli. De lo contrario, sus obras se habrían olvidado y perdido. El último CD que me he comprado, por ejemplo, es de Pergolesi: es buenísimo, pero lo compré porque Pergolesi es un compositor barroco, ergo un maestro. Seguro que en algún sitio una radio clásica está programando ahora mismo música de Pergolesi o de Corelli.

El lado malo es que ya no queremos nada nuevo. El último gran compositor, para el gran público, fue Richard Strauss. Que nació en 1864 y murió en 1949. Para nosotros, cualquier autor que no hubiera muerto antes de Richard Strauss no es un clásico, es un compositor de bandas, musicales o música de películas. Y no se les programa en los conciertos, por descontado. Estamos en la época de alabar a los directores de orquesta y a los tenores y sopranos de ópera, no a los compositores contemporáneos. En muchos de mis últimos artículos he ido enlazando piezas de autores que no diríamos que es música popular ni mucho menos, pero tampoco es música clásica por el principio expresado aquí. Y sin embargo, ¡qué buenos que son! Sería terrible que su obra se perdiera por ser considerados "músicos modernos".

Y todo esto, lo bueno y  lo malo, es consecuencia de la guerra de los románticos.

Lo más curioso es que Brahms no sólo fue un clásico: fue un innovador, un explorador que fue más allá. Es decir, fue un moderno. Y Liszt y Wagner ¿no diríamos que son autores clásicos?

En realidad, a la postre rige el principio del famoso torero El Gallo: "Clásico es lo que no se puede hacer mejó". 




Johannes Brahms - 3ª sinfonía, 3er movimiento

viernes, 13 de enero de 2023

A propósito del texto de Daniel Arias

 https://www.youtube.com/watch?v=xbHPTPUpQ1I

 

 

Está en los titulares estos días. Daniel Arias Aranda, un catedrático de Organización de Empresas en la Universidad de Granada, ha publicado en LinkedIn un artículo titulado Querido alumno universitario de grado: te estamos engañando, y que puede leer directamente en su fuente original:

https://www.linkedin.com/pulse/querido-alumno-universitario-de-grado-te-estamos-daniel-arias-aranda/

Por si acaso esa fuente se pierde, pongo aquí el texto completo, y mas abajo escribo mis reflexiones:

 

Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.  

La primera asignatura que impartí fue en el curso 1997/98. Era Dirección Estratégica de la Empresa (sigo aún impartiéndola), entonces del plan antiguo de 5 años de Económicas y Empresariales. Tenía matriculados 524 alumnos en cada grupo. Era imposible distinguir las caras de los que se sentaban atrás en aquellas gigantescas aulas del Pabellón de Tercer Curso de la UCM. Eso sí, las aulas estaban llenas. Algunos alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían.  

En las horas de tutoría, los alumnos hacían cola en la puerta de mi despacho. Responder todas las consultas, curiosidades, dudas… era tan agotador como satisfactorio. Las constantes preguntas de los estudiantes en clase me obligaban a llevar la materia muy preparada. Yo ya tenía 25 años y no recuerdo estudiar más que entonces. 

La asignatura era dura y las preguntas de desarrollo configuraban exámenes que duraban horas. Era imposible corregir todo aquello en menos de diez días. Las revisiones eran complejas (sobre todo para los que estaban entre el 4 y el 5). 

Todo lo anterior es tan sólo un eco del pasado.  

Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación. 

Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir. 

Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80 que como un catedrático. A menudo tengo que callarme porque el rumor generalizado se extiende por el aula y me da vergüenza mandar callar a universitarios constantemente. He separado a gente para que no hablen entre ellos, he expulsado alumnos del aula y me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés.  

Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de Tiktok.   

Como respuesta a este panorama y, siguiendo las cambiantes normativas universitarias (siempre peores que las anteriores), los profesores hemos tomado cartas en el asunto con las siguientes medidas:  

-El nivel de la asignatura ha bajado. Impartimos menos temas de manera mucho más superficial. 

- Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de alumnos, pues un número de suspensos superior, a lo que la universidad establece como límite, conlleva una sanción que influye en el presupuesto del departamento, esclavizado a través del denominado contrato-programa. 

- El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5.   

De este modo, cumplimos el contrato-programa, el departamento es feliz, la universidad es feliz, nuestros alumnos aprueban, creen que saben algo y son felices y nosotros languidecemos ante la triste realidad.   

Por eso, te digo que me dedico a engañarte, querido alumno/a. Vives en una mentira que nosotros edulcoramos. Por eso, es mejor que si quieres seguir viviendo en tu burbuja, mientras puedas, no sigas leyendo, ya que voy a contar lo que hay detrás de Matrix.  

Bueno, si sigues leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad. No digas que no te advertí. Aquí van algunas realidades que no te van a gustar:   

  1. Te faltan habilidades básicas indispensables en estudios superiores. No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles (hacer, ser, estar) en lugar de específicos como desarrollar, evolucionar, ampliar, …  
  2. Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, donde plantas frases como «considerando la posibilidad de articular el concepto de selección adversa con las bases teóricas de la economía de las organizaciones…», sé de sobra que no lo has escrito tú porque, para más INRI, cuando te pregunto en clase sobre el significado de esa frase, no sabes qué contestar. 
  3. Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos aún enfrente de tus compañeros, y la has colocado en una transparencia de Powerpoint cuyo diseño en 1995 ya estaba obsoleto. El resto de tu presentación se limita al «efecto karaoke», leer los interminables párrafos que has cortado y pegado. 
  1. No sabes estar. Sí, estar. Balbuceas, te encorvas, no fijas la mirada, llevas una o las dos manos en los bolsillos, vienes a una exposición en chándal o con legginsNo te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad. No entiendes lo que eso significa y tampoco tienes ningún interés en saberlo.  
  1. Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más. Se nota que ya no se hacen dictados en educación secundaria. Caso aparte merecen los alumnos que no hablan español y no comprendo que hacen ocupando un asiento, especialmente aquellos provenientes del país creador de Tiktok
  2. Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años. De hecho, de tu clase, no más de 10 personas seguirían admitidas en estos estudios. Te lo dice un licenciado que acabó dos titulaciones en la Universidad Carlos III de Madrid donde tras 4 convocatorias suspensas de una asignatura, ibas a la calle. 
  1. Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo. Doy clases en un Máster íntegramente en inglés donde apenas hay españoles y el nivel de los estudiantes extranjeros es infinitamente superior. De hecho, el máster es lo único que alimenta mi motivación a enseñar. 
  1. Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa. 
  2. Vives anestesiado por las redes sociales. ¿Te crees que no me entero? Mientras doy clase veo tu cara de soslayo tras la pantalla con risitas y yo sé que explicar la cadena de valor de la empresa es de todo menos gracioso. No estás en clase, estás en Instagram. Pero yo me hago el tonto y miro para otro lado

Estos puntos son sólo la cima del Iceberg. Los profesores estamos hartos de formarnos en técnicas docentes multidiversas y de pelajes exóticos para motivar al alumnado. Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira. Me he convertido en un experto en hacerlo porque el sistema me lo exige y cumplo. Y rezo por que esto sólo me ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de un quirófano.   

Podemos echarle la culpa a la universidad pública y tiene bastante, pero no toda. «Si quieren calidad, que se vayan a la privada», he escuchado por ahí. Y los números van apuntando en esa dirección. Quizás, el pago de una matrícula de cuatro ceros aumente la motivación en lugar de las irrisorias tasas académicas públicas. Puede que la universidad pública reaccione cuando la privada le coma la tostada, cosa que está haciendo muy bien. 

No obstante, mis evaluaciones docentes son muy buenas y las he publicado. Pero no soy una excepción. Cuando hablo con compañeros coinciden con mi visión. Escribir esto es arriesgado y es más cómodo callar y obrar. Lo entiendo perfectamente, patada y al área es la actitud mayoritaria. 

No quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Las hay. Pero para ello, hay que romper el paradigma en que estamos sumergidos y ser muy valientes. He aquí algunas propuestas incómodas:   

  1. No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la mediocridad imperante. Centrémonos en ellos. La universidad es para formar a las élites intelectuales. Antes de que me llaméis facha, esa frase es del insigne Gregorio Peces-Barba, mi rector cuando estudiaba en la Universidad Carlos III, padre de la Constitución y socialista de los de verdad (cómo han cambiado las cosas). La Formación Profesional forma grandes profesionales que no han de ser universitarios. 
  1. Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum. No podemos esperar dos años a que la ANECA dé el visto bueno a una modificación de los planes de estudio. El mundo cambia demasiado rápido para seguir impartiendo contenidos obsoletos. 
  1. Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar, a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación constante. 
  1. Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza (lo que incluye ordenadores portátiles). Darle un Chromebook a un niño de 10 años es como darle una cuchilla de afeitar a un bebé. SEÑORES TECNO-PROGRES LEAN ESTO POR FAVOR: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría, elaborar un Excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la dictadura de los teclados. 
  2. Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están, con admiración hacia lo que les rodea y hacia otras culturas. Fomentar la curiosidad innata y el respeto. Crear descubridores y jamás plantar la semilla del odio o la desolación. Huir de los nacionalismos, siempre manipuladores y huir de los populismos, de cualquier cosa negativa que acabe en ismo. La mente de un niño es sagrada. 
  3. Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El esfuerzo conlleva recompensa, a veces a largo plazo. Los mejores serán premiados y los peores se quedarán fuera de juego y, si quieren volver a entrar tendrán que esforzarse más, o bien, centrarse en otro juego, esto se llama flexibilidad académica. Si tu hijo es malísimo en matemáticas, pero le encanta tocar la guitarra, quizás tengas que ponerle un profesor particular en guitarra y no en mates. Y el sistema ha de aceptar esto. Saquemos lo mejor de cada individuo
  1. Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el major y el minor como en EE. UU. Que una mala decisión no frustre una vida

En fin, querido estudiante, esto es lo que hay. Quizás seas la excepción a todo lo escrito, ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%. En todo caso, no busques la solución en el estado, ni en los sindicatos, ni en los cantos de sirena de los -ismos, ni en las redes sociales. La solución está en ti. Si tú cambias, el mundo cambia.

Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer que lo estás haciendo muy bien. 

 

 

 

 

Bien. Está claro que los alumnos de la ESO han llegado ya a la universidad. O quizá fuera mejor decir que los alumnos del deterioro formativo han llegado ya a la universidad. ¿Qué pasará, nos preguntábamos muchos hace muchos años, cuando estos chicos lleguen a la universidad? Ahora ya lo sabemos: la universidad ha bajado su nivel adaptándose al material que les entra. Parece ser, según se desprende de la carta del profesor, que porque no han podido mantener sus estándares de calidad: tendrían que haber suspendido a casi todo el alumnado. Como pasaba en mi época, pero en mi época no éramos los alumnos los que valoraban al profesor. Ahora, en cambio, suspender al mal alumno acarrea demasiados problemas al profesor, y éste claudica. Las universidades quieren altas cifras de alumnos licenciados, y qué caramba, es algo que no tiene consecuencias, ya será la vida la que ponga al alumno en su sitio… Pero esta discusión es ya pasado, ahora la pregunta es qué pasará cuando estos chicos sean los profesionales que marquen el estándar de nuestra sociedad.

Lo cierto es que estos alumnos ya se han graduado en la universidad y están ahí, entre nosotros.

Y seré sincero, no quiero ser catastrofistas: son buenos chicos. O al menos hay entre ellos suficientes buenos chicos como para no condenar a todos. ¿Que se toman todas las bajas posibles? Bueno, sí, pero… es el curso de los tiempos, y no les importa dejar un trabajo seis meses para cubrir un permiso de paternidad (horas de lactancia incluidas). Es lo que hay, y de todas formas son buenos chicos.

Y con interés con aprender. Solo que de una manera especial, eso sí: hay que enseñarles. El esfuerzo en el proceso de aprender lo hemos de hacer nosotros, no ellos.

Lo que pasa es que me sale mi alma de ingeniero. Y veo que ellos con 28 años están en el nivel que tenía yo a los 23, que con 35 están como yo a los 25… Y sí, veo que son buenos chicos y que van aprendiendo, y que no he de compararles conmigo, y que saben mucho más inglés, pero… qué quieren que les diga. Creo que, socialmente hablando, el proceso de formación de un ingeniero (imagino que de cualquier otro titulado universitario) se ha alargado. Que se tarda más en tener un nivel dado. Y sí, son buenos chicos y al final alcanzan el nivel necesario (quiero creer), pero formar a una persona es una ineficacia. Es una ineficacia necesaria, nadie nace sabiendo, pero ineficacia al fin y al cabo. Además, estamos reduciendo el periodo en el que el ingeniero trabaja a su máximo operativo: otra ineficacia. Y el objetivo del global de la sociedad debería ser, pensando como ingeniero, reducir las ineficacias de nuestro sistema al mínimo, así que entenderán que piense que no vamos bien.

¿Qué pasará cuando estos chicos sean los profesionales que marquen el estándar de nuestra sociedad? En realidad, la pregunta que yo suelo hacerme es qué pasará cuando nosotros no estemos ya ahí. Y sí, siempre pienso que será un desastre, pero sin duda es porque me lo tengo muy creído. Cuando reflexiono, he de reconocerlo, la verdad es que termino opinando que no, que no pasará nada y que nos sustituirán sin mayores problemas.

A fin de cuentas, son buenos chicos.

 

 

 Hans Zimmer & Lisa Gerrard - Gladiator (Elysium + Honor him + Now we are free)